LA CAGADA. (2).
La “cosa” con Martincho fue de lo mejor, ahora hay que “trabajar” a la hermana..
Nos fuimos al comedor, me senté en un sillón amplio que usaba como mi favorito y le dejé lugar para que se sentara entre mis piernas, el gordito, sin ningún empacho se sentó encima calzando el miembro erecto entre las nalgas y se acomodó diciendo que lo sentía bien duro y que era re grande.
Pulsé el play mientras él prestaba atención con la vista clavada en la Tablet y, debido a que no eran de mucha duración, vio uno en que un chico de unos ocho años recibía tremendos pijazos de un pelado grandote, se notaba clarísimo que después de la penetración inicial que le causó dolor, (esto se notaba por la cara y por el modo en que apretaba los puños sobre la cama porque era sin sonido), comenzó a disfrutar de los empellones que le daban al entrarle con fuerza.
Martín miraba ensimismado y no decía nada sólo movía el culo para tener más y mejores roces con mi pene, di un paso más y me la jugué, le pedí que nos sacáramos la ropa interior, así, si él quería, podía ponérselo entre las piernas como en el baño. Se paró con los ojos brillantes y bastante colorado en los pómulos, tardó un pestañeo para sacarse el slip. Sin que se lo pidiera me sacó el bóxer y aprovechó a agarrarme la pija con las manos, limpió con sus dedos el líquido pre eyaculatorio y llevándoselos a la boca me preguntó si eso era el semen.
Le expliqué lo que era y ya sin ningún tipo de pudor me dijo que en la escuela le habían explicado lo que era el semen, pero él tenía ganas de verlo y de probar porque no sabía cómo era, a la par que me preguntaba si yo lo iba a dejar que se lo tragara. “Primero el otro video Martín, después vemos”, -le dije-, si me dejaba llevar por lo que quería y por cómo estaba en esos momentos, eso sería una violación violenta y yo quería gozarlo todo lo que pudiera.
El otro video fue más tranquilo y el acto se hacía con calma y aunque hubo dolor el goce era distinto porque era el nene quien se sentaba sobre la pija del tipo que parecía el abuelo y se movía para que fuera entrando. Martín movía su culito y reaccionó igual de embobado con cualquiera de los dos, pero con este último video el movimiento lo realizó hacia atrás y hacia adelante haciendo que mi pene se paseara por toda la zanja de sus nalgas.
Noté que con una mano se tocaba y apretaba su pitito duro y con la otra tomó el miembro para colocar el glande en su agujerito, tal como lo había visto hacía un instante en la pantalla, pero, no bien lo apoyó comenzó a temblar diciendo “ay, ay, ay”, contrajo el cuerpo, cerró los ojos y supe que le habían dado las “cosquillas” en su pijita…
- “Martincho”, sos un “calentón”, te dieron las “cosquillas” sólo con apoyar la cabeza en el agujerito, parece que se te pasó el miedo, te propongo algo, antes de entrar en ese lindo culito nos vamos a dar otro gusto, ¿querés?
- Me gustó lo que me pasó, parecía que me iba a hacer pis, con mi hermana nunca fue así, probá de meterla Sergio, ya no tengo nada de miedo y quiero sentirla, ¿cómo querés que me ponga?, decime como me pongo o que querés que haga, -se lo notaba muy excitado y yo estaba peor-.
- Ahora vemos, primero arrodillate y jugá un rato con la boca, quiero cogerte la boca y para mí eso es hasta el fondo, tenés que tragarla toda, no me gustan mucho los besitos y las lamiditas.
No tuvo ninguna duda, se apuró y pronto lo tuvo en la boca, ¡qué gusto distinto!, casi me “doy vuelta” con lo que hizo, agarró fuerte la pija con las dos manitos y se llevó el glande a la boca. Aunque parecía que no podría, la “trompita” del pendejo se amoldó enseguida al garrote, la sacó un poco para salivarla y se la volvió a tragar, pronto se notó la práctica con el consolador.
Tuvo un par de arcadas que pasaron rápido y enseguida estuvo entrando y saliendo, jugando con la lengua y penetrándose la garganta para chocar su nariz contra mi pubis en cada penetración. Era para no creer, yo estaba en el aire, ninguna de las mujeres con que estuve había logrado eso que me hacía Martín. Salía apretando con los labios todo el tronco y jugaba con la lengua limpiando el líquido del agujerito de la uretra, pasaba la lengua por el frenillo y la volvía a tragar, era desquiciante y me estaba por llevar al orgasmo, no sé cómo me contuve e hice que se incorporara porque me lo quería comer a besos.
Los labios gorditos del chico me habían gustado desde que lo estuve abrazando y lo miré bien, la boca estaba para comerla, él quería seguir porque estaba entusiasmado y caliente con la mamada, pero hice que se levantara para que quedara a mi altura, el nene gordito parado y yo sentado, lo abracé y primero lo besé varias veces en el cuello notando sus escalofríos y gemidos, luego me dediqué a sus tetitas a las que apreté, acaricié y me prendí como un ternero hambriento.
Pensé que se iba a desmayar porque lo miré ante sus, ya indisimulados gemidos y vi que tenía los ojos en blanco y temblaba diciendo que eso le gustaba mucho, después dejé sus tetitas y pezones y fui directamente a sus labios, se notó que había aprendido poco con su amiguito, pero se dio enseguida a la tarea de responderme, se adaptó rápido cuando le comí la boca metiendo la lengua en toda su cavidad. Nunca besé con tantas ganas que se multiplicaban con cada beso y no aguanté, mis dos manos se adueñaron de sus nalgas prietas, ya no había nada que esperar ni conciencia que jodiera, mi dedo medio ensalivado buscó el hueco y se introdujo de una en ese culito.
A esta altura ya estaba bastante relajado, el muy pillo lo había dilatado por sus propios dedos en el momento de la mamada, apenas fue un quejido que se notó de placer antes que de dolor y comenzó a mover las caderas con ganas haciendo que el dedo entrara y saliera. Gemía desesperado aceptando mis besos y sin despegarse de mi boca quiso poner las rodillas sobre el sillón, a los costados de mi cuerpo, para poder sentarse sobre el miembro.
- Parece que tenés ganas de que te coja, ¿cómo te gusta más?, ¿querés que entre despacito o con más fuerza?, te voy a coger como vos quieras.
- No sé Sergio, hacelo como te guste más a vos, me parece que mi culito estuviera latiendo, ¡tengo unas ganas!, nunca tuve tantas ganas.
- Ahora vamos a ir a la cama, pero ponete el slip y cuando entremos me vas a pedir y a rogar para que te coja, después te vas a tomar toda la leche y ojo con desperdiciar algo.
Se fue rápido a la habitación y sin que se diera cuenta activé las dos cámaras que tenía apuntando a la cama y que solía usar con mi novia, quedaría todo grabado en la computadora. Él entró en el cuarto y me llamó diciendo: “Sergio, vení rápido, necesito sentirte adentro de mi culito, tengo muchas ganas de que seas el primero que me la meta, mi agujerito está palpitando, después me voy a tragar toda la lechita”. Le pregunté desde la puerta si estaba seguro y me contestó con firmeza… “Claro que estoy seguro, vení a cogerme porque me parece que va a ser mejor que cuando me coge mi hermana con el consolador, tengo un “montononón” de ganas”.
No podía creer el modo en que el vecinito se ofrecía, pero, el tono de voz y la cara de vicioso no dejaban lugar a dudas. En principio, lo de grabarlo me pareció una tontería, pero pensé que, aparte de arrancarme alguna paja a posteriori, aunque legalmente no servía de mucho, me hice a la idea que con las cámaras encendidas grabando quedaría registrado que no lo había forzado.
Arrodillado en la cama y ya totalmente desnudo, se acercó y se prendió a mi pija como un desesperado, sentía cuando forzaba su garganta y me miraba elevando los ojos cargados de vicio, me estiré para sacar del cajón de la mesita de luz la crema lubricante con xilocaína que solía usar para hacerle el culo a mi “ex”. Le pedí que dejara la cabeza colgando en el borde y mientras lo ahogaba con mi pubis queriendo llevar la pija hasta lo más adentro que pudiera y pensé en embadurnarle el culito de pomada, pero no lo hice porque primero quería chuparlo y tratar de meter la lengua entre esos cantos. Salí de su boca diciéndole que se preparara y la posición que adoptó me puso del tomate, fue boca abajo y con el culito un tanto levantado, era una maravilla y allí zambullí mi boca ante su gritito de placer.
No se lo esperaba y comenzó a gemir fuerte mientras se movía desesperado apretando la almohada con sus manos y me obligaba a prensarle los muslos para que no me sacara de allí. La solución me la dio un chirlo aplicado en una nalga, “quedate quieto” le dije y a segundos del chirlo, tembló y se contrajo distinto. Estaba seguro que el golpe lo había hecho tener sus “cosquillas”. Tardó milésimas en recuperarse y me pedía más lengua a viva voz, pero yo ya había aguantado bastante, el glande y todo el tronco me palpitaban, era el momento de meterla y, arrodillado ante sus nalgas, puse pomada en mi miembro y en su culito expectante, “jugando” con dos dedos lubricados.
Luego, mejor acomodado, comencé a meter y a sacar parte del glande ante el grito exigente de Martín que, al principio, no pudo disimular el dolor de la penetración y el placer por la introducción… “Me encanta, metelo todo Sergio, metelo no me importa que duela, no me aguanto más las ganas” … No esperé más y entré despacio, pero sin detenerme, notaba como, con escasa resistencia, el agujerito se abría para permitir el paso de mi verga. Fue delicioso, hasta que sus nalgas gorditas actuaron como muelle, los grititos del inicio de la penetración se convirtieron en un alarido y la desesperación por el repentino dolor fue evidente. Las manos se aferraban con fuerza a las sábanas, pero, tal como había prometido, trató de mantenerse en la posición.
Me encantó meterla sin detenerme en ese culito virgen ante pija de hombre y por los sonidos que hacía al tragar sus mocos, le quedó claro que mi pija no era el consolador, la sintió sin poder retener sus lágrimas cuando le “enderezaba” las tripas y se lanzó a pedir y rogar, “no te muevas, sacala, no puedo aguantar tu verga, es muy grande, porfa Sergiooo, parece que se hubiera abierto todo ahí adentro, la siento hasta en la panza, me duele, me dueleee, mi culito no la aguanta, me duele mucho”. Estaba enfervorizado y no le di ni cinco de pelota, quería pija e iba a recibir pija. Se me cruzaba por la cabeza que me estaba excediendo, pero, a la cuarta o quinta entrada y salida de modo lento, comenzó a moverse y balbuceando me pedía que siguiera.
No usaba ni sabía usar sus músculos anales, además éstos se estiraban al máximo y su estrechez me apretaba en todo el tronco. Nunca me había “comido” un culo tan delicioso, quizás fue porque venía caliente de antes o toda la previa en que lo noté más que predispuesto, pero lo estaba gozando a más no poder y no me importaba que fuera un nene y no una nena, estaba totalmente entregado, se le notaba y su culo era una delicia. Sus movimientos fueron más evidentes y ya no lloraba, levantaba el culo diciendo en voz alta: “Me gusta Sergio, me está gustando mucho, dame, dame más pija parece que mi culito se abriera y se la quisiera comer toda, es más rico que con el “coso” de goma”. Más adentro no podía llegar, además sus nalgas impedían ir más profundo.
La saqué diciendo que quería besarlo y lo puse de espaldas levantándole las piernas, no me costó encontrar con el glande lo que ya era un “agujero” y mientras entraba nuevamente en él, aunque incómodo porque quedaba escondido debajo de mi cuerpo, absorbí su nuevo grito con mi boca, los ojos parecieron salírsele de las órbitas, pero fue sólo un instante. Me abrazó pasando sus brazos por mi cuello y ahogaba sus grititos de dolor-placer dejándose “comer” la boca y colaborando con ello. Por cómo estaba mucho no podía moverse, pero acusaba y con placer cada uno de los pijazos hasta el fondo de sus tripas.
A alguno puede no gustarle, pero a mí me gustó siempre eso de llegar al fondo y después insistir con la penetración profunda, ese entrar y salir por la mitad nunca me convenció, además tenía un culito hermoso y dispuesto para esa práctica que, sin dudas, ya gozaba haciéndome sentir bien a mí. Mis huevos chocaban contra la parte baja de la espalda de Martín y él tenía la pijita dura como para reventar, su tamaño era similar a mi dedo medio y ¡Oh sorpresa! cuando comenzó a temblar por las “cosquillas” un líquido incoloro mojó su panza y parte de su pecho.
“Me hice pis” me dijo compungido, yo le acaricié la cara y lo felicité porque había tenido su primera eyaculación. Se le notó en todo el rostro que el hecho de haberle “saltado” lo había alegrado y como podía reanudó los movimientos de sus nalgas, lo cogía con todas mis ganas, pero por el momento yo no quería más, eran demasiadas emociones juntas y muy adentro de sus tripas descargué toda la carga… “Me diste tu leche y está caliente ahí adentro, parece que me quemara, me gusta mucho”, -me dijo gimiendo sin poder contener sus temblores con cada borbotón que mi pija dejaba en su interior-.
Hice algo que nunca hacía, no esperé a que se bajara y todavía erecto salí de su culito, sonó como un corcho que se destapa y a pesar del gemido doloroso que emitió por el “descorche”, en su inexperiencia creyó que era lo que correspondía. Mi morbo me llevó a mirar el hueco que quedó a la vista, era un redondel perfecto en medio de sus nalgas gorditas y no había rajaduras ni lastimadura, era un culo hecho para recibir, instintivamente se tocó con un par de dedos y me dijo que había quedado agrandado y que no sabía cómo haría para que no se notara, además agregó: “¡Qué cogida que me diste!, lloré del dolor cuando me la metiste toda, pero después me encantó, ahora mi culito es tuyo y quiero que siempre me cojas así”. Le expliqué que se cerraría porque eso era un músculo bastante flexible, además le expresé con seriedad y tomándolo del brazo…
- Martín, vamos a dejar esto claro, de lo que pasó o pueda pasar desde ahora en más, ni una palabra a nadie, ¿me oíste?, a nadie, ni a tu hermana, ni a tu amiguito, A NADIE, a partir de hoy, tal como dijiste, tu culito es sólo mío y de nadie más, ya vamos a ver qué hacemos con tu hermana y con tu amiguito, no quiero que ella te vuelva a penetrar con el consolador y hay que apurarse para que a tu amiguito no se lo coja primero el Profesor.
- No Sergio, no se lo voy a decir absolutamente a nadie, pero, ¿qué hago si mi hermana tiene ganas?, si yo no me dejo me va a querer pegar.
- Decile que te sentís mal y si insiste le decís que le vas a contar a tu mamá lo que te hizo y lo que hacía con tu papá. Vas a ver que se asusta y no te molesta más, igual, cuando pueda yo voy a hablar con ella y no podrá decirte nada. Contame bien que pasa con tu amiguito.
- Se llama Maxi y es muy calentón, quería que yo se la metiera, pero todavía soy muy chiquito y se dobla, no tengo fuerza. Nadie lo sabe, pero algunas veces, él se mete el mango de un cepillo del pelo.
- ¿No te gustaría que los cogiera a los dos juntos?
- Sí Sergio sí o mientras vos me cogés a mí y yo le meto despacito el consolador para que no le duela.
- Sos un vicioso y te voy a dar el gusto, a Maxi lo vamos a coger entre los dos y también tengo ganas de comprar un consolador mejor, ya veré, ahora vamos a lavarnos porque quiero que te tomes toda la leche antes de dormir.
Parecía que estaba esperando el pedido porque se levantó rápido de la cama, usó primero el inodoro y luego el bidet mientras yo me lavaba en la pileta del baño, no había “restos” y lo mío fue fácil. Volvimos a la cama y lo hice pasar por delante para mirar ese culito que ya era enteramente mío y que cada vez me gustaba más. En la cama quise hacer un 69 para enloquecerlo al chuparle el culito, pero no daban las distancias, si él llegaba a mi entrepierna, yo no alcanzaba sus nalgas con la boca. Lo solucioné dejando que se encargara del ariete y yo me entretuve perforando su dilatado orificio, primero con dos y luego con tres dedos.
Comencé con uno hasta llegar a tres y él se deshacía en gemidos placenteros mientras hurgueteaba con su lengua teniendo mi pene en su garganta. En un momento dado, ver esos montes pálidos y duros dónde perdía mis dedos me sacó de quicio y empujé a la par que le grité que se la tragara toda. Su nariz se soldó a mi pubis y le llené la garganta de leche, ni siquiera la degustó y la mayor cantidad pasó de largo, ni yo lo creía, había acabado un montón y seguía como si recién empezara.
Le pedí que se girara y se sentara arriba porque quería mirarlo, lo hizo y se penetró haciendo muecas de dolor, aunque llegó rápido al fondo de su recto y fueron sus tetitas y pezones quienes recibieron a mis manos, se aguantaba con los ojos llorosos cuando le retorcía sus diminutos botoncitos, pero se movía cada vez más, aunque, con movimientos desacompasados.
Años hacía que no me pasaba y ya quería terminar de nuevo, giré el cuerpo para que quedara debajo, me salí un instante y dándole dos palmadas más o menos fuertes en las nalgas, le dije que se lo volvería a romper. Quedó estirado con la cara apoyada en la almohada, los brazos y las piernas abiertas y con el culito sobresaliendo en una curva deliciosa, arrodillado detrás de él apunté con el glande, busqué el recto en su agujerito que ya había pasado a mayores y hasta a mí me impresionó el pijazo que le metí.
El “gordito” no pudo aguantar el grito de dolor, temblaba como con escalofríos y comencé a entrar y salir acelerando y tapando su cuerpo con el mío me acerqué a su oído para decirle: “Cuando yo tenga ganas de cogerte tenés que saber que puedo ser delicado o duro y apenas te llame vas a dejar todo lo que estés haciendo para venir a verme, aguantando lo que venga, ¿entendiste?” … Tardó en contestar porque yo le tiraba del cabello y lo penetraba con dureza lo más que podía, él trataba de aguantar y no me contestó, por eso salí de su culo, lo puse en el borde de la cama y diciéndole que no me había contestado, le abrí las nalgas con las manos, le mandé otra vez tremendo “pijazo” empujando con ganas y volvió a gritar.
Creo que la pija me había crecido tanto en ancho como en largo y con nadie había llegado tan profundo. “¿Entendiste?”, -volví a preguntar-, me contestó balbuceando y sollozando que había entendido y haría como yo quisiera. Luego de eso me obligué a tranquilizarme y ya fueron movimientos más suaves en los que participó un poco más, estuve un rato entrando, saliendo y gozando del contacto de sus nalgas mullidas. Le acariciaba la espalda, besaba su nuca y lo dejé que gozara moviendo el culito y gimiendo con placer, volví a llenarle las tripas con la poca leche que quedaba, pero no la saqué enseguida, dejé que se ablandara mientras le acariciaba las caderas y le daba uno que otro beso en el cuello, logrando que se estremeciera.
Se hizo casi la medianoche, la lluvia continuaba con intensidad, algún que otro relámpago iluminaba la oscuridad del cielo y lo abracé con fuerza, lo besé de lengua, pero de forma moderada haciéndole saber que no todo era entrar y salir de él. Me demostró que necesitaba los mimos y las caricias y me devolvió el beso diciendo: “Me gusta que me cojas Sergio, metela de nuevo si querés” y estiró la mano para tocarme, buscando y queriendo más, “mañana, mañana”, -le dije-, nos tapamos con la sábana y lo dejé dormir con la cabeza apoyada en mi pecho.
Todavía estaba oscuro cuando noté que se metía por debajo de las sábanas y se adueñaba del miembro tomándolo con una mano, aunque enseguida fue la boca la que continuó el trabajo. La mamada me despabiló por completo y muy rápidamente me puso a mil por hora. Se atoró un poco y tuvo una arcada cuando levanté la pelvis para que tragara más, pero se recompuso y siguió con lo suyo.
Logró que comenzara a palpitar, se apuró absorbiendo y recibió la leche engullendo sólo media pija, la quería degustar, la quería sentir y no le dije nada, luego la limpió usando también la boca y la lengua, después apareció de nuevo a mi lado para volverse a dormir sin decirme nada más. Imaginé que tendría el culito irritado y no quise insistir, eran las seis de la mañana y yo también seguí durmiendo.
Para el mediodía ya estaba vestido con su ropa seca, yo había deshecho la cama de la otra habitación que estaba a la vista y le avisé que si la madre preguntaba debía decir que había dormido en la otra cama. La madre tocó el timbre y la atendí invitándola a pasar, lo hizo y me dio las gracias por haber atendido a Martín, le preguntó como lo había pasado con los truenos y le contesté yo: “Al principio tenía un poco de miedo y desconfianza, pero después se la aguantó como un señor, eso me puso muy bien, luego durmió toda la noche”. Me expresé con toda normalidad y sólo nosotros dos podríamos entender la “doble intención” subyacente. Creí que Martín no entendería, pero me sorprendió al decirle a la madre…
- Al principio temblaba y creí que no iba a aguantar, daba vueltas, me ponía boca abajo, me sentaba, al final me dormí sin darme cuenta, me desperté, más o menos a la hora en que vos llegás, me puse muy contento porque había aguantado y después me dormí un rato más.
- Gracias Sergio, nunca lo vi tan contento y charlatán a Martín, yo estaba preocupadísima porque no te molestara.
- Para nada, es un señor y hasta tengo ganas de proponerte un trato, -me miró intrigada-. Imagino que trabajar de noche te genera muchas preocupaciones pensando en los chicos solos y es hora de que te dediques más a vos misma. Por desgracia o por suerte yo he vuelto a estar solo y no creo que busque compañía por mucho tiempo, si no te incomoda, no te digo siempre, pero, dos o tres veces por semana, los podés dejar conmigo. Me agradó charlar con Martín y creo que con Cielo no será distinto, de paso podría controlar sus tareas. No te ofendas, es sólo una idea y no pretendo ocupar el lugar de nadie, pero creo que te haría estar mentalmente más “liberada” si se quiere.
Si accedía con esto me facilitaba la tarea de encontrarme y disfrutar con ellos, pues Cielo tenía muchas cosas que ocultar y por la presión que ejercería sobre ella también entraría en el ruedo. Martín, al ver que hablábamos nosotros solos, se levantó, saludó, se fue para la casa y… la idea cuajó.
- No sabés que ayuda sería para mí irme de casa sabiendo que no van a pelear y discutir, vivo un estrés constante pensando en que hacen, si pelean, si hicieron las tareas, encima mucho que digamos no los puedo ayudar porque llego y voy directo a la cama, no los veo más que un rato y Cielo está en una edad difícil.
- Ya sabés que las peleas entre hermanos son difíciles, aunque yo nunca los escuché pelear, pero, por lo pronto no habría diferencias por las computadoras, yo tengo WiFi y me sobra una que es nueva, no me jode que la usen y que me consulten algunas dudas de estudio. De todos modos, pueden venir cuando quieran, sólo necesitan tu permiso.
- Ya te debo una grande por lo de Martín y no sé cuántas te deberé desde ahora.
- No jodas con eso mujer, es todo sin cargo, aunque si algún domingo franco me invitás a comer no te voy a decir que no o si te cuadra mejor, te invito yo a comer en un buen restaurant, sola o con los chicos, vos dirás.
- ¡Uff!, parece una cita, no te imaginás cuanto hace que un hombre no me invita a cenar, bueno… en realidad nunca pasó, -los ojos se le llenaron de lágrimas-.
- Te reitero es sin ninguna intención, pero lo que me decís me hace ver que está lleno de hombres tarados.
- Mejor me voy porque me hacés poner colorada, aunque lo de la cena me interesa, yo te aviso, ¿sí?
- Sin historias Norma, quedo a la espera.
Luego de que se fue, me puse a ordenar un poco la casa, hice las camas, perfumé los ambientes, edité las filmaciones que había hecho con Martín y bastante me costó hacerlo porque si no hubiera estado “servido” me “mataba a pajas” toda esa tarde de sábado.
El pendejo era un “culo inquieto” con ganas y demostraba que le encantaba que yo lo cogiera, los gritos que daba y ese culito parado moviéndose ensartado mientras su dueño pedía más y las cogidas que él mismo se daba por la boca me tentaban a llamarlo, no lo hice porque desde las cuatro de la tarde estaba pendiente de la llegada de Cielo. No bien escuchaba que se abría la puerta principal espiaba por la mirilla pues ésta vista dominaba todo el pasillo, luego de tres “espiadas” fallidas apareció caminando de lo más desprejuiciada, salí rápido con las llaves en la mano para encontrármela por la mitad del pasillo, al llegar a su lado la detuve:
- Hola Cielo, veo que traes cara de contenta, vos tenés trece años, ¿no?
- Hola Sergio, si, lo pasé bien y si todavía tengo trece, ¿por qué lo preguntás?
- Porque iba a la Comisaría a denunciar a una vecina por violar al hermano menor con un consolador de la madre y otras cosas que me enteré hablando con Martín debido a que ayer lo dejaste afuera y debajo de la lluvia. Si tenés trece cuando salgas del Reformatorio vas a tener dieciocho, lo que más lamento es la desilusión que se va a llevar tu madre cuando venga la Policía a detenerte para llevarte al Juzgado de Menores y a tomarles declaraciones.
GUILLEOS1 – Continuará…
Uffff que locura, excelente y morboso! Quiero las siguientes partes! Saludos!
Excelente también.