LA CAGADA. (5).
Ya estaba totalmente jugado y Maxi no me defraudó, tampoco lo hizo la madre de los chicos….
Me importaba poco lo que pudiera decir el nene o las lágrimas que vertía producto del miedo que tenía. Ejercer el rol de tipo dominante y chantajista no me sentaba mal, de todos modos, yo sabía que sólo estaba aparentando, pero, como ya había sobrepasado los límites “socialmente prefijados” con los culitos de mis vecinos, no pensaba detenerme ante el culito del amiguito de Martín y me dirigí a él en todo imperativo…
- Hablá bien porque no se te entiende, no me podés decir que no hacían nada, los vi, los escuché y los filmé con mi celular, además todavía tenés ese consolador de goma metido en el culo. No sólo se lo voy a decir a sus mamás lo voy a bajar en las Redes Sociales de la escuela para que se enteren todos sus compañeritos.
- No señor, por favor, a mi mamá y a las Redes no, por favor, por favor, me voy a portar bien y no voy a hacer nada, se lo juro señor, se lo juro, yo sólo quería aprender.
- Me parece que lo querés aprender es a que te rompan el culito con un buen “pedazo”, dejá de llorar y quedate quieto. Contame y que no se ocurra mentirme, ¿cuántas veces te cogieron?
- Nunca señor, en mi casa me metí el mango de un cepillo y ahora fue Cielo que me metió este “coso” de goma, por favor señor, no le cuente a mi mamá…
- Eso va a depender de cómo vos te portes conmigo, primero voy a ver como tenés ese culito, date vuelta y apoyá la cara en la almohada.
Continuaba llorisqueando, pero enseguida me hizo caso, levantó el culito y clavó la cabeza debajo de la almohada sosteniéndola con las manos. Lo primero que hice fue deleitarme con caricias a la piel de sus nalgas tersas, no eran tan redonditas como las de Martín, aunque, acorde al morbo pedofílico desatado por los dos hermanos, pensé rápidamente que no estaban nada mal.
A Maxi le gustaron las caricias y no pudo contener movimientos que denotaban su placer, entonces le enterré el consolador bien adentro, más no podía entrar porque tenía un tope que parecían aletas, lo metí y lo saqué varias veces dándole un ritmo que Cielo no tenía y el muy putito comenzó a moverse con más ganas y a emitir gemidos suaves, lo estaba gozando y me decía: “Sí señor así es como me gusta, ves Cielo, así me gusta, siga señor, por favor, siga”.
Lo acerqué con una mano a Martín y, después de darle un beso de los que nos gustaban, le dije en el oído, “chupale la conchita a tu hermana y esmérate, después te la meto a vos”. Cielo nos miró abriendo grandes los ojos y le señalé los pies de la cama para que se estirara, lo hizo enseguida, se sacó la bombachita y dejó las piernas colgando, Martín se arrodilló y sin decir “agua va” incrustó la cara en la conchita de Cielo que comenzó a moverse. Yo lo tapaba con el cuerpo a Maxi, pero también tenía una mano en la nuca para que no girara la cabeza. El pendejito, de físico más menudo y cabello castaño comenzó a temblar y con un chirlo en la nalga le grité para que aguantara, no sé cómo, pero lo logró y le hablé en el oído…
- Para que yo no te denuncie vas a tener que dejarte coger, igual mucha confianza no te tengo, sos muy charlatán y seguro después contás todo.
- No señor, yo me dejo coger con usted que es grande y no voy a decir nada a nadie porque tiene el video, si los chicos de la escuela lo ven me van a decir que soy puto y si mi mamá lo sabe me mata.
- Bueno, si yo confiara en vos, ¿qué podrías darme para dejarme contento?, te aclaro que no me conformo así nomás, quiero que me dejes hacer lo que quiera y que no hagas nada con nadie más, sólo con Martín o Cielo, si dejás que el Profe te toque mando el video y te corto las bolitas.
Dije esto hablando cerca de su oído y pasando la mano por debajo de su culo le apreté las bolas y el pitito parado, el susto fue tremendo y comenzó a llorar diciendo, “no, no, las bolitas, no” … Ni yo me reconocía, quería perforarlo y romperle el culito, pero a la vez me encantaba hacerlo sufrir con las amenazas que inventaba. “Estoy esperando que me digas que sabés hacer y qué puedo hacerte” … Se quedó pensando, más que nada porque estaba gozando con el consolador, yo no lo dejaba quieto y él movía las nalgas a un ritmo creciente y me decía: “Señor, yo sé dar besos con lengua y, aunque nunca lo hice, se la puedo chupar, también me puede coger usted solo porque al Profe no lo voy a dejar y se lo juro por mi mamá y mi abuela que nunca voy a decir nada”.
Comenzó a temblar de nuevo y lo dejé, además lo ayudé porque tomé suavemente su pitito con dos dedos hasta que no aguantó y tuvo sus ansiadas “cosquillas”. Quedó un ratito con la cara pegada a la almohada y escuché el gemido de Cielo, Martín tenía la cara mojada, le había arrancado a la hermana un orgasmo como nunca. Esperé que se calmara y le hice señas para que se acercara, le pedí, en voz baja que con mucha crema le metiera dos o tres dedos en el culo al hermano, “quiero que lo dilates porque voy a cogerlo, hacelo suavemente”, -le dije- y se apresuró a complacerme.
Martín estaba chocho con eso y paró el culito gordito para que la hermana le pusiera la crema. Por mi parte, saqué despacio el consolador del culito de Maxi y lo volví loco a lengüetazos, el nene no conocía ni se esperaba eso. Temblaba, llorisqueaba, se reía, se movía y me pedía más lengua, yo le mantenía el culito en alto con un brazo por debajo de la panza y ya no se aguantó, me lo pidió como rogando, “métame la pija señor, métamela en el culito, de verdad, porfa, quiero que me coja, no voy a decir nada”.
Su pedido tenía un tinte de desesperación. Cielo se acercó para tomar el consolador y al escucharlo se apuró a bajarme el pantalón y me alcanzó la crema, le puse bastante al culito impaciente y la nena me embadurnó el miembro usando toda la mano. La muy viciosa con una mano quería guiarme el tronco al agujerito de Maxi y con la otra le metía el consolador a Martín que se había arrimado para ver. Yo tragué saliva y me controlé para no apurarme, no quería romperlo y lo comencé a penetrar muy despacio, abriendo sus nalgas con las manos para ver bien el agujerito a profanar.
El esfínter, suficientemente dilatado, se abría aún más que con lo que había logrado el consolador y el nene acusó la entrada desde el principio, pero ocultó la cara en la almohada y, a medida que entraba sólo decía “ayyy”, “ayyy, es más grande que el “coso” de goma”, pero se aguantó todo el tronco hasta que choqué con sus nalgas. Ya muy adentro de él le besé la oreja y le pregunté si estaba bien. No me contestó, pero se estremeció con el beso y me hizo señas con la mano para que me detuviera y esperara un poco, aunque, casi enseguida, la movió hacia adelante para pedirme que siguiera. Comencé a moverme despacio sin sacarlo totalmente y volvía a empujar hasta el fondo, el movimiento era el de un pistón de velocidad muy moderada.
No sé cuántas veces fueron hasta que Maxi pareció liberar sus miedos y puso en acción a sus caderas acoplándose a mi ritmo, la cogida era alucinante, el lugar muy estrecho y la pija me palpitaba al entrar y salir apretada por las paredes de su recto, además, sus gemidos placenteros me paraban los pelos de la nuca. El que terminó de enloquecerlo fue Martín, se movió seguido de Cielo que le movía el consolador incrustado en el culo gordito, se arrastró, metió la cabeza por el hueco del costado y le absorbió la pijita, Maxi comenzó a gemir más fuerte y yo imaginé como lo chupaba y como movía la lengua sobre el tronquito.
Sabía que estaba mal, lo tenía más que claro, pero entrar y moverme dentro de ese culito, haciendo que el nene participara y me pidiera por más profundidad, gimiendo con fuerza, temblando y gritando que le daban las cosquillas, era superior a cualquier tipo de razonamiento. Como fuere, cuando Maxi dejó de temblar y se derrumbó sobre la cara de Martín, comencé a salir despacio, no quería terminar en ese culito recién estrenado por la pija de un hombre adulto, había cumplido con lo que él quería experimentar, además, algunos pruritos quedaban y se me cruzó por la cabeza el tema del ADN.
Cielo, nunca estuvo quieta y no bien vio el agujero que había quedado entre las nalgas de Maxi, se dedicó a lamerlo para aflojar los músculos y buscar que se fuera cerrando, algo que al nene más flaquito le encantó. Martín, otro vicioso al que se le notaban las ganas en la cara, salió de abajo del amiguito y mirando mi miembro erecto se sacó el consolador de goma y se puso en cuatro para que hiciera uso y abuso de su culito tentador. Pensé que todavía lo tenía maltrecho de la noche anterior pero no me importó y, volviendo a ponerme crema, lo penetré despacio como si lo hiciera en cámara lenta. Lo llevaba tranquilo, pero ese culito me tenía enloquecido, era el mejor de todos y al verlo tan entregado, le mandé los últimos cinco centímetros con todas mis ganas, acusó el ingreso, se mordió los labios a la par que gemía fuerte, aferró las sábanas con fuerza, de todos modos, no gritó y a los pocos segundos ya empujaba sus caderas para sentirlo más adentro.
Maxi pareció quedarse dormido, agotado por las “cosquillas” y por la rotura de culo experimentada. Cielo lo dejó y se encargó del pitito del hermano metiéndose hasta los huevitos en la boca, yo me ocupé del diminuto y erguido clítoris de la nena, el orgasmo fue casi múltiple, los dos temblaron prácticamente a la vez. Martín acabó en la boca de la hermana que no preguntó sólo tragó las pocas gotas y ella me mojó la mano con su descarga, yo me estaba apurando entraba y salía con ganas y, finalmente, muy adentro del culo gordito dejé toda mi leche.
Los dos giraron para besarse con ganas y yo esperé a “desinflarme”, no quería que sintiera el dolor al sacarlo de golpe. Nos dimos cuenta que Maxi nos miraba, recuperado y con ganas de seguir, rápidamente dijo que le había encantado y que al fin había probado la pija de un “grande”. Quedamos los cuatro sentados en la cama y, mientras les contaba a sus amiguitos que le había dolido un poco al principio, pero que le había gustado mucho más que el “coso” de goma porque era más caliente y latía, me tocaba con suavidad el “morcillón”.
Le recordé con seriedad todas las recomendaciones, principalmente la del Profe, le dije también que a partir de ese momento era sólo mío al igual que Cielo y Martín y que, aunque le iba a doler un poco el culito debía disimular para que nadie se diera cuenta. Lo noté más que sincero cuando, besándome en la boca, me aseguró que todo sería como yo lo pedía, diciendo además que nadie, nadie, nadie se enteraría de nada, que era nuestro secreto, dejó de besarme y al sentir que una boca se adueñaba y se tragaba el ariete lo abracé de nuevo.
Los labios de Maxi eran más delgados, pero no me importó, le comí toda la boca recorriendo su interior con toda la lengua, ni siquiera lo dejé colaborar, me enervaban sus gemidos de aprobación. Luego le dije que le faltaba chupármela, acercó la cabeza pidiéndole a los hermanos que lo dejaran un rato a él y se metió el glande en la boca, movía la lengua y se la introducía con dificultad hasta la mitad, yo le hablé a los otros dos… “Chicos, muéstrenle a Maxi como tiene que chupármela si no quiere que le caliente el culo a chirlos”. Era la especialidad de los dos viciosos, primero uno y luego el otro, le mostraron como tenía que hacer para tocar mi pubis con la nariz, luego Maxi intentó nuevamente pero no había caso, apenas dejaba entrar un poco más de la mitad y le dije: “Vamos a dejarlo ahí, pero la próxima vez te cojo toda la boca, practicá con algo, ¿entendiste?”.
Me contestó que sí y les pedí a todos que se fueran a lavar porque en cualquier momento volvían las mamás. Los dos nenes fueron juntos abrazándose y Cielo se sentó a horcajadas frente a mí y se colocó el glande en la entrada de la vagina, “¿me dejás un ratito?”, -preguntó- y ante una seña afirmativa, se sentó haciendo tres paradas, no tardó en comenzar a moverse y me pidió que se la llenara de leche. Lo dijo de caliente y por la situación, pero me sacó todas las ganas, de inmediato le contesté que no porque podría embarazarla, que ella tendría que ser la primera en evitar esto, ni chistó, salió de allí y las últimas gotas me las sacó con la boca. Allí caí en la cuenta que tendría que conseguirle pastillas y eso no dejaba de ser un problema.
Después nos quedamos conversando los cuatro en el comedor, el tema era el colegio y las materias y vibró mi celular era Norma para avisarme que se volvía sola para la casa porque Elena se quedaba con la madre. La viejita quedaba internada y le hacían estudios para operarla de los intestinos, tardaría como media hora y le avisé que encargaba la comida y me iba para la casa (ella pensaba que estaba en la mía). Controlamos con los chicos que estuviera todo arreglado y encargué comida, pollo al horno con papas para seis, gaseosa y pan, teníamos un hambre tremenda.
Norma llegó justo cuando el muchacho del delívery me entregaba la comida, no la dejé que dijera nada por lo que había comprado, entramos a la casa y después de los saludos ordenó todo en la mesa y nos sentamos a comer. Allí le contó a Maxi que la abuela quedaría internada y la madre iba a cuidarla pero que sólo era porque le había caído mal algo que comió, el nene, entusiasmado con la comida, le dio una pelota relativa, aunque le dijo: “Gracias, espero que mi abuelita se mejore pronto”. Nos faltó pasarle, la lengua a los platos porque aparte del hambre estaba todo delicioso.
Al terminar los chicos se fueron a la habitación, contentos porque Norma les dijo que como Maxi no tenía nada para cambiarse, al día siguiente no irían al colegio. Cielo, aunque iba al secundario, la ligó de rebote para quedarse a cuidar a los más chicos. Norma me pidió de ir a tomar el café a mi casa porque le gustaba más con la máquina y acepté, pero le dije que antes iría a saludar a los chicos. Ellos estaban con los jueguitos y Cielo con la compu, a ella le recomendé que no hubiera “roces” esa noche, me saludaron con un beso y los dejé solos. Ya en casa Norma me dijo que nos había quedado un “pendiente” y le contesté:
- Norma, vamos a aclarar algo, me gusta coger cuando yo quiero y como yo quiero, a veces cariñoso y a veces rudo y no me gustaría que me mal interpretaras, yo no soy tu pareja, pero, si accedés tenés que estar a mi disposición… -Me miró y me dijo-:
- Yo no pienso exigirte nada, ya te lo dije, rompeme, pegame, cogeme, desde el momento en que decidí entregarme a vos, estoy a tu disposición para que me hagas lo que quieras, lo que sea lo voy a disfrutar sin quejas”.
Desde el culito de Martín me había dado cuenta que se me había despertado una veta sádica que desconocía y escuchar lo que ella me decía actuó enseguida sobre la cabeza sin neuronas, se me puso como un garrote y luego de besarla comiéndole la boca, le apreté las nalgas y le dije que fuera a la habitación porque antes de “hacerle la cola” quería que me la chupara hasta atorarse. No dijo ni “A” pero se sacó la pollera y caminó delante de mí moviendo el culo desnudo, en la casa se había sacado la ropa interior y me gustó el gesto. Terminó de sacarse la blusa y desnuda comenzó a desnudarme, el físico menudo y moreno era como para empalarla de parado, estaba cogible por dónde la miraras. La pija le pegó en la cara cuando me sacó el bóxer y comentó:
- Es grande y hermosa, no la había visto pero no te imaginás como la sentí, vamos a ver si me acuerdo, aunque mi práctica siempre fue con una más chiquita. -Subí a la cama, me acosté boca arriba y ella se arrodilló ante mis piernas abiertas y le hablé con seriedad-:
- No me gustan los pelos, así que vas a tener que jugar sin que te brinde lo mismo”. -Me contestó que mañana mismo se depilaba-.
Luego de besarla y chupar con ganas el glande le costó meterla y en el tercer intento tuvo una arcada fuerte, pero se recuperó rápido para seguir, la saliva era abundante y cuando al fin pudo tocar mi pelvis con su nariz ya no se detuvo y ella sola se cogió la boca alternando apretones labiales con penetraciones profundas. Tuvo una especie de orgasmo y casi me lleva con ella, pero me concentré para aguantar, los chicos me habían “ordeñado” y no sabía si aguantaría más de un round. Me coloqué en una especie de 69 de costado y con dos dedos removiendo y dilatando el culo y la otra mano hurgando en su clítoris y vagina la llevé a una explosión más que placentera.
Todavía temblaba cuando la moví para ponerla en cuatro, le quedó el culo parado y apoyó los codos en la cama, “rompé todo Sergio, no me tengas piedad”, -dijo-. De seguido arrimé el glande a su vagina y le pegué un chirlo en la nalga no pudo contener su grito de placer, “más, más, dame más, cagame a palos” -pidió-. Le di un chirlo más y totalmente enfervorizado la tomé de los cabellos y la penetré de una, hasta el fondo, esa vez si llegué a chocar con su interior y ahogó el grito en la almohada, no me quedé quieto y fueron como veinte entradas y salidas con todas las ganas, ella aguantaba todo lo que le daba, pero gemía sollozando y pasando de una contracción a la otra, los orgasmos eran chicos pero continuos y al momento de uno mayor, cambié de agujero. Ni avisar ni tu tía, apenas encontré el recto empujé con ganas.
Mi habitación está al fondo del departamento y bastante alejada, menos mal porque la almohada no pudo sofocar todo el grito, pero luego, al entrar y salir con velocidad, se descontroló y ya los orgasmos fueron más largos y sentidos. “Por fin siento lo que es ser cogida como a mí me gusta, nunca así, nunca así”, -repetía y se demostraba como una hembra en toda su esencia-. No daba para aguantar más y me sequé acabando y haciendo que la leche se depositara en el fondo de sus tripas.
Luego de eso quedé tirado a un costado y no vi si estaba sucio o no porque se lanzó a limpiarlo usando la lengua y toda la boca. Mi verga quedó reluciente, luego se tiró de espaldas y abrió los brazos satisfecha. Con el resto de energía que me quedaba me acerqué a besarla, me respondió mientras lloraba de felicidad y se contrajo nuevamente cuando mordí los pezones parados, duros y grandes que sobresalían de una areola oscura y no tan grande. Sin decirme nada más, se levantó, fue al baño y se vistió cuando regresó al cuarto, ya estaba lista para irse, me dio un “piquito” y me dijo, “gracias Sergio, estuviste maravilloso”, después se fue sin hacer ruido.
Yo no estaba dormido y pensaba en que los “cuernos” de mi novia “casamentera” y una lluvia torrencial me habían llevado a experimentar cosas que nunca hubiese pensado. La “cagada” había comenzado el viernes a la noche, siguió el sábado a la tarde, continuó el domingo a media tarde con la “yapa” del amiguito que quería “experimentar” y la completé el domingo a la noche con un culo deseado, sensible y sumiso.
Había sido una maratón de sexo prohibido y quizás por eso más que placentera. No me arrepentía de nada y pensaba seguir disfrutando de la trilogía de “culitos familiares” y del otro que cayó como “peludo de regalo”. Ya vería luego lo que me deparaba el destino…
GUILLEOS1 – Continuará…
Buena conjunción putitos y putitas, con un macho dominante, continua👍