LA CAGADA. (8).
La primera propuesta es bien recibida y sigo gozando con los “vecinitos” y sus mamás..
Norma se dio cuenta que se la había “jugado” sin retorno y quedó totalmente pendiente de lo que yo podía decir, yo seguí hablando como si nada, pero observando atentamente sus reacciones…
- De a poco vamos a averiguar si es cierto todo lo que me decís, por lo pronto tengo una oferta que hacerte, ¿con cuánto dinero te arreglas mensualmente?, -la cantidad que me dijo era una octava parte de lo que yo cobraba del interés de mi dinero depositado en dólares-.
- Yo te voy a dar el doble de lo que cobrás mensualmente, me voy a hacer cargo de todas tus deudas y de los servicios de tu casa, además de los gastos de la vestimenta y la Educación de los chicos, pero… tenés que dejar el trabajo y dedicarte enteramente a mí.
- Le guste o no a algunos, para eso fui educada, eso sería un sueño realizado.
- Pensalo bien porque no es tan simple, vas a seguir en tu casa, pero atenta a mi llamado y a mis ganas, sin preguntas incómodas o idiotas, yo decido, pido y vos aceptás, podrás tener determinada vida social, aunque, si te llamo no hay “tu tía”, dejás todo y acudís. Nada se haría sin mi autorización y permiso, no seré un ogro golpeador, pero… soy inflexible cuando pido algo.
- No tengo mucho que pensar, me encanta la idea.
- Te compraré lo que haga falta y jamás te querré ver desarreglada en mi presencia, soy muy celoso y no te aconsejo que provoques la mínima desconfianza, no quiero ni una sola mentira o duda, cuando quieras saber algo lo preguntás, yo sabré si contestarte o no.
- No acepto rebeldías ni celos y menos que menos de tus hijos y esto que quede claro, si me engañan o mienten la primera me las pagan, la segunda los dejo en pelotas a todos. Ya dije lo que tenía que decir, no me contestes ahora, vestite, arreglá tu ropa y andá a trabajar, pensá bien y de acuerdo a lo que decidas después pensamos en hacerle todos los arreglos necesarios a tu casa.
Me dio un beso y fue a lavarse, no se animó a contestarme en el momento porque yo se lo pedí, pero se moría de ganas por aceptar lo propuesto, su mirada, sus gestos y la repentina agilidad al dirigirse al baño denunciaban su respuesta, ya vestida me dio otro beso y se fue caminando entre nubes.
Lo acontecido en esa última semana había cambiado mi forma de ver las cosas y mis modos de proceder, tenía claro que iba a ser un egoísta de aquellos, pero como contrapartida pensaba en darles y no era poco, es más, entendía que era muchísimo más de lo que pensaba recibir.
Yo era un tipo “casero”, no me gustaba aparentar ni salir a demostrar nada a nadie, iba a tener lo que quería en casa, pero, además, no tendría ningún tipo de impedimento ni porque dar explicaciones a nadie sobre lo que se me ocurriera hacer afuera de mi entorno y no existirían culpas, remordimientos, ni miedos, sería fiel sólo a lo que yo decidiera y eso no me desagradaba. Escuché cuando Norma se iba a trabajar y cuando regresaron Martín y Maxi, pero no me interesó hacerles saber que estaba.
Me comuniqué con la oficina y hablé con mi secretaria para preguntarle por novedades, no las había, estaba todo tranquilo, la casa central había enviado los cheques para los pagos de tres siniestros y ya habían sido depositados en nuestra cuenta, ella estaba autorizada para endosar los cheques y no hubo problemas, el importe de esos cheques se acreditarían en 48 horas y después, con los descuentos correspondientes, se procedía a pagar con fondos propios. Ante su pregunta de ¿cómo estaba?, le contesté que estaba tratando de pasarla lo mejor posible, todos allí pensaban que no estaba bien, que era por mi ruptura y ya iba a aprovecharme de eso victimizándome un poco.
Luego de cortar la comunicación me puse a navegar un rato por las Redes Sociales, estaba en eso cuando golpearon la puerta, eran Martín y Maxi, les dije que pasaran y se acercaron los dos a saludarme. La bermuda que tenía puesta Martín era más holgada que la ropa anterior pero ese culito igual se notaba, noté que Maxi tenía puesto un pantaloncito corto parecido a los que usaba antes mi vecino y aunque sus nalgas no eran para despreciar, no lo llenaba igual.
Como fuere no me privé de acariciarlos a los dos mientras Maxi se apoyaba cariñoso en mi pecho. El culito de Martín lograba que me excitara enseguida y ya estaba en eso cuando vi que Maxi tenía los ojos llorosos, lo senté en mi muslo para preguntarle que tenía. Estaba mal por la abuela, la madre le había dicho que la iban a operar y eso lo entristecía, como pude traté de explicarle el tema de las enfermedades de los mayores, incluso de la muerte y me demostró que tanto él como Martín lo entendían mejor que yo, uno por lo vivido con el padre y Maxi por lo del abuelo hacía un par de años atrás.
Preferí callar sobre esto y les pregunté si ya habían merendado, me contestaron que no, que se habían puesto a hacer los deberes apenas llegaron y después habían venido para mi casa. La panadería quedaba a unos ochenta metros, pero siempre por la misma vereda y les propuse que mientras les hacía un café con leche fueran ellos a comprar unas masas, la idea prendió enseguida, les di dinero y se fueron contentos.
Esa tarde no estaba erotizado y ellos no demostraban ninguna urgencia, pero sabía que a poco que lo pensara y tuviera esos culitos cerca me encendería con sólo tocarlos y estaba seguro que ambos participarían gustosos, pensando así me comenzaron a “caminar los ratones” y fui a sacar el paquete de los “juguetes especiales”, dejé a mano el plug anal con vibración, el potecito de la crema dilatadora y uno de los consoladores apenas un poco más grande que el de goma que ellos solían usar.
Regresaron contentos y con un paquete grande de masas, “Martín, andá a la cocina y pone las masas en un plato, Maxi vení a darme las gracias con un beso”, -les dije- y pronto lo tuve sentado sobre mis muslos, abrazado a mi cuello y comiéndome a besos que cada vez se hacían sentir mejor, apreté sus nalgas con mis dos manos y pronto estuve a punto de “no retorno”. Martín regresó, puso el plato sobre la mesa y se nos quedó mirando con cara de “yo también quiero”.
Era mejor que les sirviera la merienda, para eso lo bajé a Maxi y fui para la cocina para traer la leche y el café, antes me paré frente al gordito, lo tomé de la parte de atrás de la cabeza y le hundí la cara en mi bulto, “apenas termines de merendar vas a ser el primero en tenerla en la boca”, -le susurré-. Lo que me contestó por poco no me da vuelta y tuve que apretar los puños para continuar lo de la merienda… “Sí y porfi Sergio, si querés también me podés coger porque cada vez que te veo me vienen las ganas de que me la metas toda”.
Les serví el café con leche y mientras comían las masas, además para distenderme un poco, les pregunté cómo les había ido en la escuela y me contó Martín que iban a tener una nueva Profe de Música, que había ido la Directora y otra señora que no conocían, aula por aula a decirles del cambio. Les dijo a los chicos que no estuvieran tristes por eso que el Profe se había ido a una escuela en otra provincia y les había mandado saludos. La otra señora preguntó si alguno se sentía mal por el cambio y nadie dijo nada. Era evidente que había saltado alguna bronca, eso no me importaba, es más, me quedaba más tranquilo.
Aunque yo sabía que era el desubicado porque a la vista de sus culitos me desquiciaba un poco, les di toda una perorata respecto a que no debían andar todo el día con ganas sexuales, que jugaran, que se divirtieran, que cumplieran con la escuela pero que sólo yo decidía cuando hacer “algo” con ellos, “bueno Sergio, ¿y si tenemos ganas?”, -preguntó Maxi-, el tirón de oreja con una mano y de los pelos con la otra mano, le hizo entender a uno y a otro como era la “historieta”, “¿qué es lo que no entendés o no entienden, se aguantan y no abren la boca, esperan a que yo tenga ganas”.
Maxi se puso a llorar diciendo que me harían caso y pedía perdón, Martín temblaba del susto, yo estaba que me salía de la vaina, “dejá de llorar porque te voy a dar una paliza que ni ganas de abrir la boca te van a quedar, vayan a la cama, sáquense la ropa y chúpense la pijita el uno al otro, Martín vos quedate arriba con el culito hacía la puerta”. Salieron disparados para la habitación y me quedé mirando sus apuros para desnudarse besándose como descocidos.
Ya totalmente desnudos se acomodaron en 69 e hicieron lo que les pedí, yo me acomodé detrás del gordito y le “gasté” el culito a lengüetazos mientras éste lo movía y gemía metiéndose en la boca hasta los huevitos del amigo, “cogeme Sergio cogeme”, -atinó a decir- y el chirlo fuerte le dejó la nalga enrojecida, “no pidas carajo, yo decido, métanselo en la cabeza”. Seguí con la lengua y al notar que el gordito estaba más que duro, decidí que se lo cogiera a Maxi. Lo hice colocar en cuatro al rubiecito de flequillo y previa introducción de mi dedo medio para dilatarlo un poco, le eché un poco de saliva y lo dejé que intentara.
La alegría fue de los dos cuando uno y otro se acoplaron, Maxi pedía que le diera más fuerte, Martín reía porque decía que era su primera cogida y los culitos parecían bailar. No tardé en embadurnarme el glande con la crema y abriéndole las nalgas me fijé en el asterisco diminuto que parecía latir al compás de sus ganas y penetré a Martín hasta introducir el glande por completo.
Después de su gemido y de notar que estaba devorándome con el trabajo de su esfínter comencé a moverme, saliendo y metiendo un poco más en cada avance. El gordito estaba que bramaba tratando de perforar lo más que podía el culito del amigo, hasta que comenzó a temblar y acabó, ese fue el momento que elegí, empujé con ganas e hice chocar mi pelvis contra las nalgas duritas.
No pudo evitar el grito y el chirlo lo llamó a contenerse, luego fue un entrar y salir prepotente, casi violento, como de “toma de posesión” y a los pocos segundos Martín gemía casi gritando y pidiendo más pija, “dame más pija Sergio dame más”, -decía-. Él no había salido del culito de Maxi y pasé a marcar el ritmo hasta que los temblores del chico que tenía penetrado se volvieron a manifestar, me contuve a duras penas y luego lo aparté para dedicarme al de Maxi.
Entré casi de una y la almohada se comió el grito que dio, ya había tenido un par de cosquillas y temblores por Martín, pero aquí se desquició, mordía la almohada, pero tiraba el culo hacía atrás cada vez que yo profundizaba. Yo le daba con todo lo que tenía y él asimilaba sin quejarse. Me pasaba distinto con cada uno de ellos, con el culito de Martín a mi disposición, aunque podía hacerle sentir la dureza, tenía tendencia a penetrarlo con más suavidad, gozando y haciéndolo gozar con la enculada, sin embargo, con Maxi era como que necesitaba hacerle sentir los pijazos, convencido también de que a él le gustaba más así.
No había forma de seguir aguantando y la saqué para metérsela en la boca a Martín que la engulló presuroso, fueron dos entradas hasta su garganta y acabé el primer borbotón, me la apreté, cambié hacia Maxi que esperaba mirando de cerca y se la metí en la boca para llenársela con el resto, tragó y luego Martín terminó de limpiarla con su lengua y boca. Reían contentos y me abrazaban, allí aproveché para decirles que tenía algo para que ellos se entretuvieran un rato.
Les di el consolador nuevo, expliqué como era el tema de las dos velocidades de vibración que tenían y me fui a bañar, desde el baño, con la puerta interior entreabierta, los escuchaba reír y gemir, hasta que no aguanté y los espié, mientras se penetraban a tope con el “juguete”. Contaban hasta veinte con el consolador en el culito de uno y luego cambiaban para hacer lo mismo en el culito del otro, terminaron para el arrastre y tuve que ponerme serio para que se fueran a bañar, en el interín lavé bien el aparatito.
Ya cambiados y en el comedor se pusieron a contarme lo que habían sentido cuando el vibrador entraba en sus culitos, ergo: ellos no lo sabían, pero me mantenían en una semi erección constante. Les pregunté qué tenían que recordar y los dos me dijeron que no insistirían, aunque tuvieran ganas y no hablarían ni siquiera con Cielo. Se prendieron nuevamente a las masas y tuve que decirles que les dejaran algunas a Cielo. La niña llegó a la casa y al ver que no había nadie, se vino enseguida para la mía, golpeó y le grité que entrara.
Estaba hermosa y parecía más estilizada con la ropa nueva, me contó que la madre le había dado permiso para ir al cine y, bajando los ojos, me dijo que me había llamado desde una cabina para que yo también se lo permitiera pero que no había contestado, me dijo que había hecho eso porque su teléfono se quedaba rápido sin batería. Era cierto, vi una llamada en que no aparecía el número y no la quise atender. Le pedí el teléfono y verdaderamente, el pobre no quería más y no podía acceder a Internet. Ella comía algunas masas y les contaba a sus hermanos la película, según escuché era una de amor entre una chica, un vampiro y un hombre lobo, no le di mucha bola a lo que contaba.
Me fui para el cuarto y la interrumpí llamándola desde la habitación, vino rápido y le dije: “Cielo, voy a comerte la boca y si me gusta como respondés, te hago un regalo”, ni preguntó que regalo era, ella estaba sobre la cama, me abrazó y se prendió a mi boca con algún viso de desesperación. Pronto tuve sus nalgas en mis manos y se movía tratando de aplastar mi bulto con sus tetitas, cambié una mano y corriendo su bombachita apreté su clítoris con dos dedos, no quise llegar a más, pero fue suficiente para que gimiera y se contrajera en un orgasmo que le costó evitar.
Luego de esto y, aunque ella quería seguir, le dije que estaba bien, que se había ganado el regalo, “vas a tener que cambiar el número que tenías antes”, -le dije- y le di un teléfono nuevo que yo solía usar sólo en contadas ocasiones y nadie tenía ese número, no era un IPhone, pero era de lo mejorcito del mercado. No sabía que decir y le pedí que todavía no lo mostrara, después yo le compraría uno a Martín y otro a la madre, me acarició el bulto con ganas de continuar, pero le dije que era sólo cuando yo quería, que se fuera para la casa, que cambiara los datos de sus contactos y viera como era su uso. Se fue más que volando y sin despedirse.
Quisieron hamburguesas y cenamos hamburguesas, aproveché la ocasión para decirle a Cielo que no me gustaba que se usara el teléfono cuando conversábamos o estábamos en la mesa, ni chistó, bajó los ojos y lo dejó en una repisa, Martín se moría por preguntar por el celular, pero no hizo ningún tipo de comentario. Luego de la cena les pedí que se fueran para la casa y rechacé el pedido de Cielo para quedarse un rato más, ni siquiera le contesté, sólo la miré con seriedad y supo que no había quórum.
Como a las once y media de la noche golpearon a la puerta, era Norma con una cara de apesadumbrada que volteaba, le pregunté qué pasaba a la vez que la tranquilizaba y me contó que había mandado al Diablo al dueño de la Panadería porque no la dejaba salir y que había renunciado poniéndose a mi total disposición. La besé, pero se notaba que había algo más dando vueltas, le pregunté que más tenía que decirme y se animó a pedirme permiso para ir a buscar a Elena, la había llamado llorando para decirle que la operación de la madre no había salido bien y estaba en Terapia Intensiva.
En concreto, quería preguntarme si podía decirle que viniera a la casa, la miré y le contesté: “Voy a dejar que la vayas a buscar, que duermas con ella y que la consueles como te venga en ganas, tengo algo para que se entretengan”. Fui a buscar el strapón y uno de los consoladores más grandes, se los di y le pedí que tirara el de goma, “es que están los chicos”, -me contestó-, la solución era fácil… “Que los tres chicos se vengan a dormir en mi cama, yo lo voy a hacer en el sofá-cama de la otra habitación”.
“Ésta es otra de las cosas por las que estoy totalmente entregada a vos”, -dijo dando un salto para besarme-. Me gustaba hacer estas cosas, pero, además, pensaba en no darle bola a ninguno de los chicos porque a la mañana, sí o sí, la iba a atar a la cama y le iba a romper el culo a una mamá rubia. “Vamos a ver qué tan buena sos, mañana, después de mandar a los chicos al colegio, vienen a desayunar y quiero a las dos con ojeras, jajaja”.
Luego de saludarme se fue diciendo que estaba toda mojada. Tardó poco en traer a los chicos, le dije que dejaba la puerta de entrada abierta y luego de acostarlos me fui a la otra habitación para usar el cómodo sofá-cama. Los chicos, tal como se los pedí, no vinieron a joderme y dormí como un lirón esperando con expectativas la nueva mañana. Aunque estaba despierto no me moví ni abrí los ojos cuando entraron las dos a despertar a los chicos y salir en el mayor silencio posible de la casa y una media hora después de que los chicos se fueran, volvieron a ingresar y fue Norma quien se acercó al sofá-cama para decirme que me despertara.
- Mi señor, ya estamos aquí, -me dijo con voz baja y ronca que anunciaba la calentura que tenía-.
- Hola belleza, andá preparando el desayuno, yo me doy una ducha rápida.
Salí para el baño con el bóxer como única indumentaria y la saludé de pasada a Elena dándole un piquito sin decirle nada más, las caras de las dos, aún arregladas, denotaban el trajín experimentado hacia unas horas o posiblemente un rato antes. No tardé mucho y cuando salí cubierto con una bata de baño a media pierna, la mesa estaba servida y las dos me esperaban sentadas. La silla vacía quedaba ubicada en medio de las dos y cuando di el primer sorbo de café la miré a Elena esperando que hablara…
- Sergio, yo quería agradecerte personalmente los regalos que nos hiciste a mi hijo y a mí, nos hacía mucha falta, ya eran años que no nos comprábamos ropa como para vernos bien. Yo sé que no alcanzan las palabras y vine dispuesta a pagarte el favor como vos desees.
- Vos acabás de decirlo, son regalos y los regalos no se cobran, es más no tenés forma de pagarlos ni con lo que “yo deseé” como decís. Es verdad, no te voy a negar que tengo deseos, pero tengo deseos por la mujer hermosa que está ante mí, no por cobrar nada.
- Encima de esto me halagás con piropos que hacía tiempo que no recibía.
- Y yo seguiré opinando que los hombres están un poco tontos, pero… no puedo dejar de lado que vos lo ayudabas a eso, te habías descuidado un poco.
- Desgraciadamente o agraciadamente una se da cuenta de eso cuando suceden cosas como las de ahora que te obligan a mirarte al espejo, una ropa nueva, un peinado distinto, nuevas experiencias, es como que te dieran un cachetazo para darte cuenta del tiempo perdido.
Me agradaba charlar con Elena, se notaba una persona instruida y con otro roce, Norma era distinta, cuando se educa a alguien para servir y ser sumiso lo que aprende es a base de experiencias y a las ganas de mejorar, pero el intelecto siempre es limitado, cada cual con lo suyo, pero se las notaba distintas, una con muchas ganas de contar hasta lo íntimo y la otra con ganas de gozar, de todos modos, no diría nada hasta que yo decidiera.
- Contame de vos Elena, me parece que tu vida no tiene muchos desperdicios.
- Me casé joven y estaba bien pero él cambió, se volvió agresivo y golpeador, lo aguanté y reconozco que varias cosas me gustaron, todo se terminó de la noche a la mañana cuando a los cuatro años y pico de estar juntos quedé embarazada, insistió en que me lo sacara pero a mí me hizo cambiar el modo de encarar la vida y me negué a pesar de algunos “roces” fuertes, estuvo conmigo hasta el quinto mes de embarazo, un día regresé de visitar a mi madre y en la casa no quedaba nada, había vendido todo y nunca más supe de él. Mi madre me ayudó, tuve a Maxi y remé como pude, alquilábamos allí y vivíamos de su pensión hasta que conseguí un trabajo y estudié de noche.
- ¿Hiciste un Secundario nocturno?
- Sí, me recibí y conseguí un trabajo en una oficina comercial como administrativa, hace siete años que estoy allí, no gano mucho, pero empuja, además doy clases de Contabilidad a un par de alumnos de secundario. En todo este tiempo me olvidé de hombres y de “jueguitos”, sólo eran Maxi y mi mamá que bueno, ahora pasa con ella lo que está pasando.
- Hablando de eso, te soy muy sincero, tenía ganas de “jugar” un rato contigo y con Norma y te lo iba a proponer, mirá, -saqué las sogas forradas que había comprado-, Norma me dijo que hay algunas cosas que te gustan…
- Por favor Sergio, no me muestres eso porque me pierdo, es superior a mí…
- No te pierdas y a todo esto, vaya uno a saber las cosas que hicieron con tu amiga anoche.
- Ni me lo recuerdes, no pensé que sería tan agradable…
A medida que hablaba me fui acercando a ella y tomando su cara le comí la boca, en principio con cierto grado de ternura que, por obra y gracia de sus ganas y de que se “soltó” de inmediato, se convirtió en pasión. Una de mis manos le acariciaba una teta mientras mi lengua incursionaba dentro de su boca y la otra mano intentó abarcar sus nalgas. Elena gemía y se movía gozando por partida doble porque Norma por detrás de ella le había levantado la pollera y le metía varios dedos en la vagina. El gemido de Elena se tornó incontrolable y apenas pudimos mantenerla de pie porque se le aflojaron las piernas cuando tuvo el orgasmo.
En un momento de la charla había pensado en dejar pasar la ocasión de ensartarla para que se fuera a averiguar el estado de la madre, pero en ese momento ya no estaba para otra cosa más que para coger, ¡qué madre ni que madre, ya nos habíamos calentado los tres! Les pedí a ambas que se fueran a la cama, quería ver como se desnudaban la una a la otra, lo hicieron sin chistar y mientras yo las miraba no perdieron oportunidad para meterse mano y besarse.
Le indiqué a Elena que se acostara y a la par que Norma se extendía sobre su cuerpo y dejaba que “jugara” lo que quisiera con las tetas, la piel y la entrepierna de la rubia, tomé una de las manos de ésta, lacé su muñeca y el extremo de la soga lo até a la pata de la cama. La amiga de mi vecina gemía más fuerte anticipándose a lo que vendría e hice lo mismo con la otra mano, estaba a un tris de acabar sólo imaginando y luego de lazarle los tobillos con sendas sogas, ella pretendió estirar las piernas y le cambié la posición.
Le levanté la pierna dejándola estirada y até la soga a un puntal de la cabecera de la cama, realicé lo mismo con la otra pierna en el otro puntal corriendo a Norma en el trayecto y la “atada” quedó con toda su entrepierna y nalgas a disposición. El chirlo a sus nalgas sonó claro y aunque no eran tan duras como las de la vecina, tenían un excelente buen ver. No acusó el dolor, gimió con placer y dijo: “Nunca me habían atado así, por favor Sergio, por favor, aunque lloré y te ruegue meté lo que quiera y dónde quieras” …
Ni falta hacía que me lo dijera, la iba a coger a voluntad, pero le pedí primero a Norma que la chupara y le lubricara el culo con la crema, no tardó nada, le chupaba la concha depilada y le ponía crema con el pulgar. Esto lo hacía semi arrodillada y el culo hermoso de la vecina quedó a la vista, algo que, en definitiva, era lo que quería. Ni los chirlos que le daban placer, ni la posibilidad del dolor que le gustaba pudieron evitar el grito de Norma cuando perforé su culo de una y sin detenerme hasta chocar mi pelvis.
“Sí, mi señor, rómpalo a gusto, use a su puta”, alcanzó a decir antes de clavar la boca en la vagina de Elena que chillaba gozando y pedía que le mordiera el clítoris. El apretón de los músculos de Norma se hizo sentir con su orgasmo, pero no me detuve y la llevé a otro orgasmo igual de ruidoso tirando a la vez de sus cabellos cortitos. “A mí, ahora a mí” pedía Elena y no la quise hacer esperar, la saqué de Norma que giró el cuerpo dejándose caer de costado y parado en la cama, me afirmé en sus piernas y empujé, la concha de Elena pareció abrirse como una flor cuando la penetré haciendo que el glande chocara con su interior.
La combinación de los grititos de dolor y los gemidos de placer me sonaban a música y aceleré mis entradas y salidas, temblaba con su orgasmo cuando cambié de lugar y ahora ya no fueron grititos, fue dolor con desesperación que aminoró Norma comiéndole la boca, a mí parecían que me habían dado cuerda y no paraba de entrar y salir, pero ahora las contracciones y gemidos de Elena eran de puro placer. Norma le soltó la boca y pedía más profundidad, rogando y contradiciéndose: “Rompeme bien el orto, ayyyy, sacala, la puta madreeee me duelen hasta las pestañas, no, no, no, seguí, carajo, seguí”, -decía- y se movía como electrizada.
Norma me entendió la seña y tomó el consolador mediano, mediano para ellas porque si me lo metía a mí iba a ver las estrellas. No lo lubricó, había suficientes jugos y pasando una mano entre los cuerpos se lo fue hundiendo despacio en la vagina. Elena volvió a gritar pidiendo que se lo sacaran que la estaban partiendo en dos, pero, fue por poco tiempo y regresó al goce y a los orgasmos cortitos. Yo no aguantaba más y acabé el primer chorro en lo profundo de sus tripas, para el segundo y tercer borbotón usé la boca de Norma que tenía la cara cerca, bastó con tirarle un poco de los cabellos y se tragó el ariete y todo lo que quedaba por salir.
El culo y la vagina de Elena parecían una tronera de billar y aún quedó teniendo contracciones, llorisqueando y temblando por el placer experimentado. Le desaté las piernas que dejó caer y Norma se lanzó a acariciarle las tetas y a besarla con ternura para que se fuera calmando. Cuando dejé sus manos y brazos libres se secó las lágrimas y luego me estiró los brazos queriendo abrazarme. Dejé que lo hiciera acercándome y me dijo:
- Gracias Sergio, a pesar de parecer ser usada, hoy fue la primera vez que sentí que, atada y todo podría entregarme libremente al placer. Creí que Norma me había “gastado” anoche, pero esta mañana mis ganas se despertaron como nunca al sentir como se abría todo mi interior con esa carne endurecida, desde hoy amo tu pija y cualquiera de los dos es increíble.
- Está todo bien yo lo disfruté y creo que Norma también lo hizo, pero… de la misma manera que no soy pareja de esta morocha hermosa, tengo que decirte que esto fue sólo sexo, ninguno está condicionado por nadie y pedirme no te asegura respuestas.
- Quédense tranquilos, anoche y hoy, como quién dice, “he visto la luz” pero tengo claro mi lugar, eso sí seré siempre “materia dispuesta” a lo que desees.
- Lo tendré en cuenta, ahora anda a cambiarte porque se te va a hacer tarde para el horario de visitas, Norma, si querés acompañala, vayan en taxi, ¿tenés dinero?
Me contestó que tenía más que suficiente y se fueron las dos al baño a lavarse y cambiarse, una vez listas Norma no se quiso ir sin arreglar la habitación y lo hicieron entre las dos. Finalmente se fueron y me quedé pensando que me había dado un gusto enorme con Elena, pero, con mi vecina se sentía distinto. Ella misma se entregaba de una manera que la hacía parecer distinta, su sumisión, sin llegar a ser extrema me volaba cualquier pájaro, ya me había dado cuenta que en ella no existían dolores de cabeza ni remilgos, ni tapujos. Terminé riéndome solo y pensando si no sería ella la definitiva horma de mi zapato, aunque me gustaran también otras “zapatillas”.
Me había relajado en la cama pensando en todas estas cosas y sonó mi celular, era mi secretaria y me reincorporé enseguida para atender, seguramente sería algo urgente porque de lo contrario no me llamaría. Me saludó y me dijo que me comunicara con el Presidente de la empresa aseguradora central pero que no era nada malo o mal hecho. Tenía con el dueño de la empresa una excelente relación y lo llamé enseguida, lo saludé y pasó a explicarme rápidamente la situación.
Su idea era abrir una sucursal que dependiera totalmente de mí, con el respaldo de la empresa, según me dijo mis calificaciones y producción me colocaban muy por encima de cualquier otro interesado, me facilitarían el inmueble, el mobiliario, dos móviles ploteados y dos vendedores a mi elección, saldrían al mercado con una nueva línea de Seguros a precios más acomodados para todo lo que tuviera que ver con el Agro, maquinarias, silos y producción, esto al margen de los Seguros que se hicieran de los denominados comunes, de Vida, de Propiedades, de Comercios, etc.
Me daba quince días para decidir al respecto y luego de ellos unos treinta días más para empezar a producir con las ventas. Le contesté que la idea me interesaba muchísimo, tenía los vendedores adecuados para ese rubro específico. Mientras hablaba pensé en dos jóvenes muy emprendedores que me habían hecho llegar sus currículums y a los que no pude tomar porque los que tenía trabajando rendían y no tenía cupos disponibles. Quedamos en que le contestaría a la brevedad, muy posiblemente antes de los quince días fijados, se alegró por esto y nos despedimos.
Llamé nuevamente a mi secretaria y le pedí que me pasara al celular los datos de los vendedores que teníamos en lista de espera, haciendo hincapié en los dos que me interesaban, lo cual ella sabía, contestó que ya se ponía a ello y luego de cortar la comunicación se me presentó el interrogante para cubrir el puesto de Encargado de la sucursal…
Ya tendría tenía tiempo para pensar en algún conocido, sabía por experiencia que la cara visible de la compañía era importante, pero sabía también que no era el gran secreto, con conocimientos administrativos, firmeza y buena predisposición para con los clientes alcanzaba y sobraba, el secreto estaba en los vendedores y esperé a que llegaran los datos solicitados.
GUILLEOS1 – Continuará…
Debo decir que esta saga de relatos es extremadamente morbosa y excitante, me tiene perdido! Espero ansioso los siguientes
Es buenísima tu forma de expresar, me metes en el papel porfi no tardes en continuar con la saga, es adictiva