LA CAGADA. (9).
Se produce lo, desgraciadamente, esperado con la madre de Elena y surgen posibilidades para ella..
Pasado un poco el mediodía sonó mi celular y viendo que era Norma atendí enseguida, un frío me corrió por la espalda y supe que algo no estaba bien, era la madre de Elena, su corazón no aguantó el post operatorio y había fallecido, Norma me hacía saber que estaba acompañando a su amiga porque no sabía qué hacer en estos casos, que los trámites del hospital, la entrega del cuerpo a una funeraria, la comunicación a la Obra Social y además, sobrellevar el dolor, que suele ser lo más engorroso de todo. Me dijo que ya había hablado con la maestra de Maxi, me pedía por favor que le avisara a Cielo que pasara a retirar a los chicos por la escuela y me rogaba para que no me enojara y la autorizara a quedarse con Elena.
Este pedido de autorización me sonó raro, pero, íntimamente me gustó, la entrega de la “feúcha” era total y completa. Le contesté que no me enojaría pero que me avisara cuando salía para acá, que yo me ocuparía de los chicos. De seguido le mandé un mensaje a Cielo para que pasara urgente por casa apenas regresara del colegio, me contestó que estaba en camino, “más o menos en cinco estoy”, -me escribió- y si había aprendido bien, pasaría primero por su casa para cambiarse y luego vendría a esperar por lo que yo decidiera.
La esperé mirando por la mirilla de la puerta, entró apurada por el pasillo, abrió la puerta de la casa y salió luego de un rato, se había soltado el cabello, peinado y cambiado los jeans por una pollera de tablas a media pierna y se notaba que, debajo de su remera, sus tetitas estaban libres. Estaba claro que el padre había ejercido una dominación total sobre la madre y cada uno de sus hijos haciéndolos receptivos a órdenes y deseos, en buena hora porque a mí me venía de perlas. Golpeó y le grité que pasara, yo estaba en bóxer y se acercó para saludarme y besarme y la frené con la mano en alto, “primero dejame verte, quiero ver si estás en condiciones de ser mirada”. Se sorprendió con esto, pero enseguida bajó los ojos y esperó mi examen.
“Estás bien, pero a ese cabello largo y suelto hay que darle una mejor forma, después lo vemos ahora dame un beso”, -le dije-… Le faltó tiempo para abalanzarse sobre mí y abrazarme para “comerme la boca”, la hija de su buena madre cada día besaba mejor, sus labios y su boca me calentaban, a ella le pasaba igual y en el intercambio de lengua no pudo aguantar un gemido placentero cuando aferré sus nalgas desnudas con mis dos manos. El “siempre lista para cuando la viera” había dado resultado, levanté su remera para prenderme a sus tetitas de pezones endurecidos y la calentura y gemidos que trasuntó por esto no la dejaba maniobrar bien con el bóxer, la ayudé incorporando un poco el cuerpo.
Acariciaba y descapullaba el glande, pero no hacía ningún otro movimiento, ella sabía que era yo quien le pediría lo que debía hacer. Sus tetitas quedaron rojas de las mamadas y me tiré hacía atrás para que supiera que podía, no tardó nada en engullirlo hasta el fondo de su garganta y, entre sonidos guturales un tanto acuosos por la saliva, se cogió la boca con placer que me trasladaba. La mamada, con lengua y apretones era magistral pero no quise terminar en su boca, le dije que parara y se sentara encima de mí, “¿por dónde querés entrar?” -me preguntó-, le dije que eligiera ella, que yo sólo quería gozar.
Se sentó de frente abrazándome el cuello y mientras me besaba fue acomodando el glande en la entrada de su conchita, se lo fue metiendo despacio pero ya con el glande emitió su primer quejido, yo sabía que se iría abriendo porque la pendeja, a pesar de haberme recibido varias veces, seguía siendo estrecha. Se mordió los labios cuando el tronco continuó avanzando, pero muy pronto hizo que las pelvis se unieran y comenzó a moverse sólo de la cintura hacia abajo, entraba, salía y, aunque no podía hacerlo bien por el tronco que la perforaba, trataba de apretar con sus músculos. El orgasmo se tardaba porque ella lo controlaba, pero la mitad de los dedos índice y medio dentro de su culito la hicieron estallar.
Me mojó todo, no me importó y apretando su hombro no la dejé incorporarse, gozaba ella con contracciones y llena de carne y gozaba yo porque todo se transmitía al ariete, los besos en el cuello no la dejaban recuperarse y me dijo balbuceando, “la cola, quiero por la cola, pero en cuatro, porfi”, yo sólo pensaba cambiar de agujero mientras estaba sentada pero esa posición con el culito mostrándose a disposición me encantaba. Se apoyó en la mesa, se levantó toda la pollera y abrí sus nalgas para ver la entrada del templo que sería profanado.
Apoyé el glande y la “puerta” pareció abrirse, entré firme y sin hacer escalas, ¿la sintió?, claro que la sintió y el gemido aguantando el grito que pugnaba por escapar fue desquiciante, por eso no me detuve ni esperé, fui acelerando las entradas y salidas hasta que muy rápidamente se acopló a los vaivenes de la cogida. Más ímpetu y más profundo no podía, pero ella no cesaba de pedirlo así y algo más debe haber entrado porque gimió más fuerte cuando empujé lo más que pude para llenarle las tripas de leche. El chorrito de su orgasmo mojó mis huevos y parte de mis muslos, pero no me quedé quieto.
El sonido del “descorche” se hizo sentir al sacarla sin esperas y mirando el agujero abierto y palpitante de su culito, la volví a hundir profundo, se quejó aún más porque ni se lo esperaba y volví a repetir la maniobra, cada queja que emitía era respondida por un chirlo en la nalga que me quedara más cómoda a la mano. “Por favor, me duele”, -alcanzó a decir-, el chirlo que sonó más fuerte con un grito imperativo, “en ese culo mando yo” fue suficiente para que se callara y me dejara hacer, fueron dos o tres veces más y la volví a inundar.
Ahora no salí enseguida, de inmediato me lancé a besar su espalda recorriendo su columna vertebral, luego fue su cuello a la vez que le decía que había estaba maravillosa, ella temblaba, se contraía y movía las nalgas, contenta con las caricias y el reconocimiento. Cuando me “desinflé” y salió solo la hice girar, le comí la boca con ternura y besé toda su cara, estaba derretida y apoyando una mano en la cabeza entendió enseguida cuál era su próximo paso. Se la volvió a tragar, ahora con más facilidad y la limpió dejándola brillante. Al terminar los ojos le brillaban de felicidad y me dijo: “Cada cogida que me das es mejor que la otra, siempre voy a querer más, te quiero Sergio” …
Le pedí que se apurara a lavarse porque tenía que ir a buscar a los chicos a la escuela, le dije que tenía que hablar con la maestra y traerlos a la casa para almorzar. Me preguntó qué pasaba y fui sincero con ella, “falleció la abuela de Maxi, pero no le digas nada, le vamos a decir acá cuando esté tranquilo” … “Bueno”, -me contestó sin hesitar y sin preguntar nada más-, era evidente que una muerte en la familia prepara a los chicos de distinta manera, normalmente son los adultos los que magnifican todo. Se fue a buscar a los chicos y yo encargué la comida al delívery.
Cuando regresaron, los chicos se cambiaron en la casa de ellos y luego vinieron a saludarme, los esperé sentado y, después del beso, Martín se apoyó en mi costado, era superior a mí, mi brazo pasó por sobre su cabeza y bajó por su espalda, sus nalgas parecían llamarme y las apreté escuchando su gemido de satisfacción. Las manos de Maxi desde el otro costado bajaron a apretarme el miembro que volvía a despertarse. El timbre, seguramente del delívery, me salvó de perder los estribos, la mandé a Cielo a buscar la comida y le comí la boca a los dos para decirles que después teníamos que hablar.
Me las veía jodido, no sabía cómo explicarle a Maxi lo de la abuela, ni siquiera sabía que es lo que pensaba él de ella. “Le pedí a Cielo que fuera a buscarlos porque…”, no hay caso, los complicados somos los adultos, nos cuesta entender que los chicos se mueven con realidades propias y muy distintas a las de sus mayores. Maxi mismo no me dejó terminar de explicar, “seguro que es por mi abuela, mi mamá me dijo que estaba muy delicada y se podía morir, ¿qué pasó?”. No cabía otra respuesta, “desgraciadamente, lo que se esperaba Maxi, tu abuelita falleció, era muy viejita y no pudo recuperarse de la operación”, los ojos se le llenaron de lágrimas y su respuesta me desconcertó, “no la voy a ver más, pero, ¿quién me va a cuidar ahora cuando mi mamá no esté?…
Lo abracé fuerte, era más mi angustia que la que él dejaba entrever, Cielo servía la comida y él me preguntó si la tenía que ir a ver, “primero vamos a comer y la esperamos a tu mamá, cuando regrese te dirá lo que harán”. Asintió cuando escuchó eso y se puso a comer hablando con Cielo de lo que habían hecho hoy en la escuela. No hubo llantos, gritos o afectadas demostraciones de dolor, la realidad era más concreta, ya no estaría y punto, posiblemente habría momentos para extrañarla y llorarla. Se me dio por pensar que eran los adultos quienes transmitían su llanto y su dolor contagiando a los chicos, (siempre creí que era egoísmo por ya no tener a los que habían partido). En su mundo de chicos la muerte no contaba tanto o los rozaba sólo de costado, en ellos todo era vida.
Luego de comer, lavar y ordenar la vajilla, Cielo se hizo dueña de la computadora de mesa que yo tenía en el living-comedor y mandé a los chicos a la casa para que hicieran los deberes o miraran la tele o durmieran la siesta, les pedí que no molestaran porque yo tenía que trabajar, obedecieron sin chistar y yo me dediqué a estudiar los currículums de los posibles nuevos vendedores.
La nena estaba metida en su mundo de Redes Sociales, además, bastante bien “servida”, así que no molestó para nada y estuvo bien, para culo, el único que me podría haber interesado en ese momento era el de Martín, pero sólo, para acariciarlo, chuparlo, morderlo, enloquecer a su dueño y romperlo a gusto, casi con saña, en ese momento los otros dos me molestaban. Traté de apartar la mente del culito del gordito y escuché que golpeaban la puerta, pedí que pasaran y, tal como imaginé, eran las dos mamás.
La saludaron a Cielo y prácticamente sin pensarlo, no bien las saludé le dije a Norma, “hacé café para todos”, los ojos se le iluminaron por la posibilidad de servirme y fue rápido a cumplir con el pedido. Acomodé todos los papeles que tenía desparramados sobre la mesa y le pregunté a Elena cómo estaba, “bien, estoy bien, era una posibilidad que esperaba, ya me lo había anticipado el médico, fueron demasiadas complicaciones, no tenemos parientes así que no pienso hacer velatorio, lo cubrió todo la Obra Social de su Jubilación, pero debe quedar en la funeraria por 24 horas, mañana nos despedimos y va al crematorio”, -me contestó-.
A medida que me contaba se le empañaban los ojos por las lágrimas y agregó que la iba a extrañar, “no fue una madre ejemplar y tuvo muchos errores durante mi crianza, pero cuando mis “papas quemaban” me ayudó muchísimo”. Yo me limité a escucharla y no hice ningún tipo de comentarios al respecto, siempre opiné que, “los de afuera son de palo” y nada alcanza a mitigar el dolor que uno siente, ya lo había experimentado, es un dolor muy propio, muy de uno mismo, muy de su interior y el presunto alivio de los comentarios nunca alcanza.
Mientras tomábamos el café y le decía a Norma que le había salido exquisito, quizás era un formulismo, pero para ella era una condecoración, además me sentía bien viéndola contenta. Elena corrió un poco más los papeles para evitar que pudieran mancharse y vio que eran currículums, “¿estás buscando empleados nuevos?”, -preguntó-.
- Algo así y esto me hace pensar que con tu sueldo sólo, sin el ingreso de la jubilación y la pensión que cobraba tu madre, se te va a hacer difícil sobrellevar un alquiler y todos los demás gastos”, -contesté maquinalmente-.
- Lo vengo pensando desde que el médico me dijo la situación de mamá, ya veremos, tomaré más alumnos y haré trabajos en casa para algún Estudio Contable, algo va a salir.
- ¿Sabés que podés hacer?, sentate en la computadora y haceme un currículum tuyo, especificá los trabajos que llevás a cabo, completalo bien, con esos datos trataré de ubicarte en un trabajo mejor, con probar no te va a costar nada.
Se me ocurrió en el momento y si cumplía medianamente las expectativas podría ponerla como Encargada de la nueva sucursal, ya vería, por lo pronto, no tardó en ponerse a confeccionar lo solicitado en la computadora que Cielo le dejó sin necesidad de que yo se lo pidiera. La nena dijo que se iría para la casa, me saludó y se fue a ver que estaban haciendo los chicos, Norma se acercó y tal como había hecho Martín, sin pedirme nada se arrimó a mi costado dejando que mi mano se hiciera dueña de los montes de sus nalgas, primero fue sobre su pollera, pero no tardé en entrar en contacto con su piel caliente.
Comprobé que estaba toda mojada, sus gemidos no se hicieron esperar cuando mis dedos se empaparon con su flujo y ambos huecos fueron rellenados, no dejé que se agachara a chupármela, sin ella saberlo yo ya había tenido una soberana cogida con Cielo y no tenía ganas de más, no obstante, le dije al oído que quería verla tener un orgasmo para mí. Pareció como si, desde su cintura los movimientos se tornaran independientes del torso, Norma se estaba haciendo una paja tremenda usando mis dedos. El ritmo de dos dedos en el culito y el pulgar en la vagina se acopló enseguida a sus movimientos y no pudo aguantar demasiado, apretó mis dedos con sus músculos anales y se contrajo toda comiéndose el grito de placer.
Elena terminaba la confección de su curriculum y me llamó desde el living-comedor, ya parado detrás de ella me tenté y le acaricié los pechos, la respuesta fue inmediata y los pezones se endurecieron instándome a apretarlos, “ponete al costado y dejame que te la quiero chupar, no es día para estar así, pero, es superior a mí”, -me dijo moviéndose en la silla-. “No, hoy no hay quórum, si querés jugar hacelo con Norma que muere porque le chupes la conchita”, -le contesté-.
Ninguna de las dos hizo ningún comentario, se acercaron al sofá y primero fue un beso con deseos y gemidos luego, levantándose las polleras, se enfrascaron en un 69 enérgico, apurado y casi con desesperación se prendieron una a cada vagina. Yo me senté a leer el curriculum. No las quería mirar porque ya los gemidos de las dos me habían hecho calentar y por mi cabeza en ese momento pasaban los culitos exigentes de Martín y Maxi, con el gordito me encantaba pensar en cómo mi pija se introducía en medio de esas nalgas de ensueño.
Ya fuera en cámara lenta y notando como se estremecía por el placer que esto le ocasionaba o empujando con fuerza los centímetros finales para que su gritito agudo cambiara enseguida por pedidos de más y más “carne”. Con el otro, con Maxi, me daba vuelta, me recalentaba la introducción brusca que le dolía, que lo hacía lagrimear pero que le gustaba errores y lo demostraba pidiendo más y más profundidad. Como pude me aislé de los gemidos de las dos mujeres y de los pensamientos de culitos juveniles gentiles y me enfrasqué en los papeles que tenía delante.
Elena cumplía con creces las expectativas de lo que yo pretendía de un Encargado, estaba acostumbrada a llevar una oficina adelante, sabía de computación y tenía buena charla y don de gente para el trato. Pensando esto lo llamé al dueño de la compañía y le pregunté si tenían algún lugar determinado para abrir la sucursal, me dio el nombre de tres ciudades importantes separadas entre sí por unos cien o ciento veinte kilómetros, cualquiera de las tres tenía un caudal enorme de comercios y una actividad principal basada en la industria Agrícola-Ganadera.
Además de esto, extraoficialmente, me dio otra serie de datos respecto a una compañía de seguros que operaba en las tres ciudades y con la que había variados problemas en las gestiones y cobros de las pólizas. Habían hecho un buen estudio de mercado y había varios interesados en tomar esas plazas, “es más Sergio, para que veas la consideración que te tengo, te voy a mandar las fotos de los locales que se podrían prestar para ese uso comercial”. Le agradecí la deferencia y le dije que me iba a hacer cargo de la sucursal y que mañana le daría una respuesta sobre el local y la ciudad elegida. Quedó más que conforme diciendo, “sabía que no me ibas a fallar” y nos saludamos para luego cortar la comunicación.
Yo tenía clara una cosa, la “consideración” estaba basada en los resultados obtenidos por mi sucursal en favor de la empresa, existía una determinada amistad, pero si no me avalaran los resultados positivos, esta posibilidad no hubiera surgido. Como fuere, bajé las fotos de los locales y me puse a mirar la ubicación de las ciudades en el mapa que me brindaba “San Google”. Era evidente que había una ciudad central y las otras eran periféricas a ésta.
A todo esto, las mamás habían terminado sus “juegos” y estaban descansando sentadas en el sofá, les pedí que se fueran a lavar porque tenía que hablar seriamente con Elena. Se apuraron para lavarse y vinieron a sentarse a mi lado, sin decir nada, ante la mirada interrogante de Elena puse las fotos del local, junto a los datos y a algunas imágenes de esa ciudad central que había bajado de Internet…
- Los datos de tu currículum son más que interesantes, ¿cómo crees que te desenvolverías con la parte administrativa de una compañía de seguros?
- Creo que bien, lo administrativo no es tan distinto a lo de otros lados y lo que se puede ignorar del ramo se aprende, ¿tenés algún trabajo para mí en seguros?
- Tengo, aunque… implica determinados sacrificios de tu parte, hay que hacer un “borrón y cuenta nueva”, hay que empezar de cero en otro lugar, aunque las condiciones y posibilidades son enormes.
- ¿Por eso me mostrás las fotos de esta ciudad del interior?
- Sí, habría que mudarse, cambiar a Maxi de escuela, alquilar algo en la zona que seguramente será mucho más barato que en plena ciudad capital, conocer a otra gente, pero… el sueldo con todas las cargas sociales será de un 200% más de lo que ganas ahora y estaría también el reparto del porcentaje de las ganancias de la sucursal en la venta de seguros, algo que, de acuerdo al estudio del mercado, triplicará tu ingreso fijo.
- Pero, pero, eso no es un sacrificio, es una bendición, explicame más, me interesa mucho.
- Voy a abrir una sucursal en este lugar y para eso me avala la empresa, “madre”, digamos. Tengo a dos o tres vendedores que conocen el ramo y saben desenvolverse, yo necesito a alguien de confianza para que sea Encargado, Encargada en este caso, de la sucursal. Hay que tratar con los clientes y el personal, revisar las pólizas que se eleven a la casa central, activar los reclamos y conocer un poco de Legislación al respecto, al margen de detallar todo el movimiento del negocio.
- ¿Eso se puede aprender en los ratos libres en la casa o hay que rendir exámenes?
- No hay que rendir nada, son todos conocimientos que tenés que adquirir leyendo y aprendiendo, acorde a como funcione ese ramo, más adelante podrás contratar a una empleada para que se ocupe de todo. ¿Te animás al desafío?
- Claro que me animo, aunque tengo que decirte que tengo un miedo bárbaro.
- Lo mío tampoco fue “soplar y hacer botellas”, vos la llevarías más liviana, mañana arreglás lo de tu madre y renunciás al trabajo, no importa si no te pagan, yo te habilito con ese dinero, en la tarde te vas a mi oficina y hablás con mi secretaria, ella te va a poner al tanto de lo que quieras saber, aprendé todo lo que puedas en estos tres días hasta el sábado y ese mismo sábado por la tarde nos vamos a esa ciudad a buscar un alojamiento para alquilar. Si yo doy el visto bueno que, dicho sea de paso, vayas o no igual lo voy a dar, la compañía alquila el local y pone todo el mobiliario, faltarían folletos y tarjetería, el martes o miércoles ya se podría comenzar, el lunes lo dejamos para tu mudanza, eso si te decidís a ir.
- Sí, sí, sí, ya está decidido, lo único que tengo que hacer es hablar con Maxi.
- Bueno, vayan y ocúpense de sus hijos, yo voy a cerrar todo el trato y hasta la hora de la cena no estoy.
Se fueron las dos conversando de lo más entusiasmadas y yo hablé con todos los que tenía que hablar, lo único un poco más peliagudo fue convencer a los vendedores, finalmente tomé a tres de ellos, eran los más jóvenes pero el entusiasmo y la pujanza que demostraban me auguraban buenos resultados. Era un poco más de las cuatro de la tarde y me desinflé del trajín que había tenido hasta entonces, me pasaba siempre, tomaba decisiones, unas detrás de otras, me enfrascaba en eso y cuando sucedían los momentos de tranquilidad, me “desinflaba”, como en ese preciso momento y me tiré en la cama, opté por dormir un rato la siesta.
GUILLEOS1 – Continuará…
Muy bueno, la cagada se acerca?