La Casa Abandonada
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Eventualmente_Sexual.
…. porque la casa ni siquiera estaba culminada. Paredes grises, con el tiempo se cubrieron con las ramas y el monte casi la ocultaba. Quizás anterior, y hace cuánto tiempo atrás, quedaron cuatro listones nada más, y el listón vertical en el medio de la casa; esa mata que le dicen “la trepadora” fungía como un techo verde, cálido y cortina traslucida cuando el sol se impone al mediodía. Solo dos cuadros están escuetos, y es lo que hace verlo como una buhardilla, muy parecido a una casa holandesa.
El minero iba a pie a la horilla de la carretera, los carros pasan rápidos, solo el aire zumba y soplan en un mediodía tan acalorado. El minero ve la casa gris y cubierta por la trepadora, es lo más parecida a un oasis en el desierto, su cuerpo, su piel, su lengua ansia llegar pronto. Sale de la carretera y se adentra al monte, luego entrado un poco más y llega a la puerta de la casa vieja…
Primero estuvieron en un abrevadero, Luis se mojó casi completo, lleva puesto una bermuda muy finita, de lo gastada que ya está. El color en un tiempo, fue beige, pero ahora era casi amarillo pálido. Mojado todo, se le ha ceñido un vergón en la entrepierna, Carlitos sintió un escalofrió, por mucho que quiso, no pudo apartar la mirada de esa verga. Luis con su cara de mono, frunce el ceño, sabía muy bien que su compañero le gusta un güevo, por ello lejos de molestarse, y con la calentura a mil, el miembro viril se le puso duro y al instante ya estaba brincado atrapado dentro de la bermuda humedad.
Se palpa por encima, Carlitos humedece sus labios a igual cuando ve un dulce o comida también. Y este mediodía tiene hambre, pero hambre de comerse una buena verga. Luis no bien parecido para nada, le dicen mono, porque así mismito es; como un mono. También puede que sea, que al muchacho no se le ha explotado aun la belleza, pero hasta lo momento, el gancho más llamativo de Luis, es tan solo que se gasta una tremenda verga, con tan solo 16 años.
El abrevadero estaba alejado de todas las miradas, tan solo de la vacas, pero ella qué importancia le daban. Aun así, cuando Luis saco su erección, tan solo dejo que Carlitos diera una chupaditas rápidas. El sabor le quedo en el paladar, quería más, pero Luis le ha dicho que espere un poco, tan solo hay que ir a la casa vieja.
El minero veía como Carlitos se comía esa verga gruesa, morena y un tanto larga. Para el hombre, quiso hacer muchas cosas en ese momento; interrumpir, llamarlo maricas, reírse, asustarlos. Pero no, no hizo nada de eso, tan solo hizo fue mirar. Y por mirar, el miembro viril se timbró y todo tieso se puso, estirado hacia abajo.
Carlitos lame la verga como paleta, se atraganta solo y la cara de placer del otro. Ansiaba el minero sentir lo mismo. Sin darse cuenta, se ha tocado por encima y mucho menos se percató cuando ha sacado su güevo al aire.
El chico más que arrodillado, estaba era sentado sobre sus piernas, medio abiertas, con la cabeza echada hacia atrás, y abriendo la boca, cerró los ojos y toda la acabada de Luis fue depositada en su garganta. Varias gotas de semen también caían en su cara, pero lo que caía en la boca, todo eso lo trago con mucha ímpetu. Luis estrujaba su verga, chillaba entre dientes y así culmino la eyaculada.
Ambos miraron a los lados, Luis ha calmado su hambre de sexo, por los momentos. No le daba mucha importancia el después, solo actuó como todo hombre; guardo su virilidad, escupió al suelo y sin decir adiós, fue el primero en salir de la casa vieja. En cambio Carlitos quedo aun sofocado por la excitación, es tan poco lo que ha recibido, quiere más, pero no puede hacer más. Antes de ponerse de pie y seguir los pasos de Luis, el chico da una avistada más alrededor.
A lo mejor, fue intención del minero, pero se ha dejado ver. Con la verga en la mano, y al ver los ojos marrones de Carlitos, supo que el muchacho no se ha asustado, sino más bien excitado.
Temblando la mandíbula y con la piel muy caliente, Carlitos piensa y no sabe qué hacer. Quedo tanto tiempo de rodilla, se levanta y camina hacia la ventana de la casa, y haciendo un lado la cortina de mata, ve allá a lo lejos que iba Luis. No volteaba para atrás, para ver si iba detrás de él, pensó Carlitos que había cogido para la casa, total ya es hora de almuerzo, iba Luis a su casa y el también.
Se volvió hacia a atrás, al hacerlo, tenía al minero de frente. El hombre, que debe tener unos 26 o por mucho 28 años, es alto, moreno y perfilado. No es feo para nada, claro si lo vemos como el macho típico lugareño, el hombre representa un morbo propio del lugar.
Tiene una barbilla medio llena de pelos negros, viste un jean degastado, sucio, lleno de tierra amarilla. Un bolsito iba guindando a su espalda, y una franelilla era lo único que cubre su torso. La verga del minero aun erecto, con la cabeza prensada, roja y palpitando como el mismo corazón de Carlitos, el chico de 14 años, se agacha y abriendo la boca fueron dos cosas iguales. Saboreo primero el glande, saco suspiros y gemidos de la boca del minero. Al engullir todo ese palo, su paladar se delito con el sabor de un macho sucio. Aspiro el olor de los pelos negros, rollitos que raspo con la nariz, el aroma era delicioso, saca la verga de su boca y Carlitos lame el vello púbico, para luego chupar las bolas y después continuar mamando ese güevo.
A diferencia de Luis, este si es un macho que aguanta una buena tanda de sexo. Aun habiendo estado mucho tiempo en las minas, el minero había salido tan lleno de leche, que si le cortan una vena, sangre no iba salir de ahí. Pero no solo se iba a jactar de placer por solo una mamada, quería un hoyito, apretadito y húmedo para enterrar su estaca gruesa.
Con la mirada hacia arriba, veía al cielo y el sol entraba por entre las enramadas tejidas de la trepadora. La ventanilla en el techo, que daba la apariencia de buhardilla de casa holandesa, iluminaba mucho más el aposento. Carlitos en cuatro, con el pantaloncillo a las rodillas, levanta el culo y deja expuesto su hoyo para ser escupido por el minero arrecho.
Habiendo untado tanta saliva, no solo en el upite, sino también en el glande. El hombre puso la cabeza, y luego hace presión. El ano se abre e inmediato aprieta y parece verse, como si el glande se hubiera suprimido. Lo que hizo dar tremendo placer en el minero, una vez más caliente aun, empuja la pelvis y termina de clavar su estaca de carne caliente.
Acostumbrado a unas buenas cogidas, Carlitos tumba su torso al monte, levanta más el culo, y gimiendo como una puta, recibe las embestidas y mucho lo disfruta. El minero acaricia las nalgas, las explayas y anonadado se queda mirando como su virilidad perfora el ano.
El vaivén sin pausas, el glande se fricciona con las paredes del recto. Y el muchacho que aprieta con intención de sentir más aun ese palo en su culo, hace que el hombre no pueda más, y con una arremetida profunda penetración. Casi grita y el hombre deslecha sus bolas, expulsando todo el semen caliente, acaba en el culo y seguido Carlitos eyacula en la tierra, muy a montón.
El minero sintió el esfínter dilatarse, lo que hizo provocar más espasmo a su pelvis. Choco mucho más, y todo el resto lo dejo en el culo.
Cada vez que viajo hacia allá, y cojo un auto por puesto, en el camino no dejo de ver estas casas abandonada. Y me pregunto << ¿Por qué abra tantas casas abandonadas? ¿Quién las dejaría a medio terminar?
Se ven tan solas y no puedo evitar de pensar, si en algunas de ellas habrán sido motel para tener sexo; de los lugareños, o hasta de uno mismo el turista. Mis pensamientos se profundizan, veo a un hombre caminando por la horilla de la carretera, y pienso si él entra algunas de esas casas, y adentro se hace una paja.
Si yo hubiera sido oriundo del lugar, con los amigos o conocidos, creo que hubiese tenido sexo en esas casas. De hecho pienso que los varones ven esta casa a igual que yo << ¡este es un buen lugar para tirar!
Si viniera a este lugar, en un carro particular, estacionaria en el monte, cerca de alguna casa abandonada, y esperaría a que sucede. Luego imagino el sexo salvaje, a los personajes y todo se da, a lo que según la historia sugiere.
>> escribiré esto cuando llegue a casa…
DOS
Llegue corriendo al terminal de pasajeros, he corrido a comprar un boleto para irme en un expreso. Pero donde estoy acostumbrado irme, no hay disponible. Corro a otra línea y pregunto si tienen disponible pasaje para Caracas, pero tampoco hay, y así mismo corro a otros más, pero tampoco había. Ya estamos en temporada alta, por eso no hay boleto. Eran la tres de la tarde, un tipo me dice que espere un expreso que llega a la 5:30 de la tarde, probablemente pueda que alguien no llegue a tiempo, o hablo con los choferes para ver si me consiguen donde irme.
Era lo último que podía hacer, de no conseguir puesto me iba tocar pagar un hotel y salir al otro día. Aunque esto significa, más gastos y mucho más espera.
El expreso llego exactamente a las 6:00 en punto. Grata mi sorpresa y suerte, después de tanta espera, después de ver como subían todos los pasajeros, el chofer se acerca y me dice el valor del boleto. Le pregunto yo, si iba a ir con ellos adelante o me iba tocar una butaquita incomoda o peor aún, ir en las escaleras.
El señor, un gordo no muy viejo y simpático, con mucho carisma, calma mi ansiedad. Y me dice que no tenga preocupación, voy a ir en una butaca cómoda. Sobro un puesto y es ahí donde yo voy a ir. Casi salto de alegría, porque no iba a quedarme en un hotel solo.
El expreso partió de ese terminal, a la 60:30. No se llenó completamente ahí. Iba a pasar después por el terminal de Puerto Ordaz y ahí es donde se iba a terminar de cargar pasajero. En ese trayecto fui solo, sentado hacia la ventana, si saber que otro pasajero iba tocar ir a mi lado.
Después de acicalarme, y medio limpiarme con toallitas húmedas. Perfumé mi cuerpo, ya que venía todo sudado de esos pueblos. Ya después de que camuflaje mi olor corporal, de mi bolso saco un libro; Cuentos de Edgar Allan Poe.
La lectura y el cansancio hicieron que dormitara, apenas logre guardar el libro. Acomode el bolso en mis piernas, luego echo el espaldar de la butaca hacia atrás, y así de una, he quedado dormido.
Apenas abro los ojos, cuando llegamos al terminal de Puerto Ordaz, cierro de nuevo y tanto era mi sueño, que ni el alboroto de los demás pasajero que entraban, no interrumpió mi dormitada.
Solo el aroma de colonia masculina, hizo vibrar mis sensaciones, al sentir que un hombre se ha sentado a mi lado. Hablaba por el teléfono y esa voz era toda de un tenor.
Mi cuerpo se timbra, pero aun así, no abro los ojos, para ver semejante masculinidad que llevo a un lado. Cuando el expreso vuelve a la marcha, solo el zumbido del viaje era lo que se oía. La gente había dejado de hablar, todo estaba oscuro y si veía uno por la venta, también oscuridad hay y monte de lado y lado.
Al abrir los ojos, no solo la penumbra encuentro, también sombras de cuerpos dormidos o tranquilos. Ladeo la cabeza y veo al hombre que llevo a un lado. No es que lo vea bien, pero por la figura que se forma, dedujo que es un señor alto. Intento ver como viste, y creo que una chaqueta fina y cara es lo que lleva puesto. El perfume es caro también, no veo el físico de este señor, pero la fragancia y el perfil de la figura, me hace pensar e imaginarlo que es un hombre muy guapo.
He sentido el respirar de él tan cerca del mío, medio despierto pero luego cierro los ojos de nuevo. Si esta por suceder algo, que suceda sin apurar nada. Caigo en cuenta de que sí está respirando muy cerca de mí. Se levanta una erección dentro de mi calzoncillo, mis nervios se ponen eléctricos, y cada espasmos que corre, lo medio controlo e intento mantener la calma. Y para mantenerla, tan solo hago es fingir que estoy dormido, si estoy dormido es razonable que nuestros cuerpos se peguen uno al otro.
Todo esto hace recordar esa noches de sexo; experiencias nocturnas, copadas por la complicidad del silencio.
Ya no solo era sentir su respirar cerca del mío, ahora también mi mano tocaba la suya. Cuando sus dedos se entrelazaron con los míos, acaricio con un poquito de miedo. Al sentir que mis dedos acariciaron los suyos, ya no solo fue suave, sino un apretón fuerte; como diciendo ¡Estoy despierto!
Pero aun así, no actuamos deliberadamente, seguimos con el suspenso del silencio. Eso sí, más que una tocadas, arrime mi cuerpo y todo mi brazo lo he posado sobre su pecho. El introdujo su otro brazo por debajo de mi cuerpo, y parecemos un par de amantes abrazados.
El respirar del señor ahora iba bajando por mi frente, luego bajo la nariz y término dando un beso seco en mis labios. Correspondí a ese beso, introduje mi lengua y su aliento estaba fresco. Nos besamos con mucha pasión, la mía se desborda y subiendo una pierna, con mi rodilla palpo su erección. Pero como es muy incómodo, bajo de nuevo la pierna y es ahora con mi mano izquierda que le sobo la verga. Es un miembro viril, grueso pero corto. Durísimo como un palo, tan vivo como mi propio corazón latiendo.
De nuevo nos besamos, acaricio su abdomen, bajo de nuevo la mano, pero esta vez no solo palpo por encima de la tela gabardina. Bajo el cierre, con un sutil desespero meto la mano, y por encima del bóxer, le toco el güevo. Luego agasajo la verga, y el tacto de mi mano siente la calentura de su entrepierna.
Habiéndola sacado, lo masturbo suave y en silencio. El líquido pre seminal se unta en toda mi palma, se la riego y luego con mucho morbo llevo mi mano a mi boca y lamo mis dedos.
Apreciar el sabor del líquido viscoso, fue como animar mi apetito a mamar esa verga. Dicho y pensado, agacho mi cabeza, cerrando los ojos, le sujeto el güevo y luego me atraganto con esa estaca gruesa.
El calor de la entrepierna, quema en mi garganta. Todo parece irreal, como si en el momento de estar chupando el güevo, haya despertado de verdad, y ser consciente de lo que estoy haciendo, apabullado he sentido mucho miedo.
El falo está dentro de mi boca, palpitando y atiborrando mi garganta. Pero por mucho que lamo esa verga, es como si tuviera mamando un falo fantasma…
Hace presión en mi cabeza y mi cuello parece partirse. Me ahogo y desesperado intento zafarme, cuando lo logro…
¡Despierto!
Por la posición me quede dormido, mi cuello se había puesto tieso, al moverme me ha dolido, lo que hizo también ahogarme. Todo lo he soñado, quizás primero lo imagine, luego esa imaginación se hizo un sueño erótico.
Al ser consiente que lo he soñado, palpo mi entrepierna, al menos no está humedad, es un alivio. Arrimo un poco la cortina de la ventana, y veo hacia afuera. Es de madrugada. Estamos ya en Caracas, el cerro está iluminado como un pesebre navideño, sonrió a mis adentros, y no puedo creer en lo que he soñado.
>> Cuando llegue a casa escribiré esto también…
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