La casa en la playa 10
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por juanitocaminador.
Ezequiel se llenó otro vasito de Tres Plumas, lo bebió de un sorbo y comenzó a contar su secreto.
-Un viernes, hace ya bastante, mi vieja estaba en Córdoba cuidando a mi abuela que estaba enferma y mi viejo iba a llegar tarde del laburo porque tenía una reunión con los compañeros. Tranquilo porque tenía toda la casa para mi hasta la noche, lo llamé a Norbi y nos pusimos a coger en mi dormitorio. Yo estaba en perrito en el borde de la cama y Norbi parado detrás me la estaba dando con todo. Pero mi viejo cambió planes, llegó temprano y nos descubrió.-
Los primos casi se caen de la silla. Qué cagada grande! Eze concentrado y mirando todo el tiempo el vaso, prosiguió.
-Nosotros confiados que no había nadie nos quejábamos y gozábamos como si no existiera el mundo. Cuando mi viejo entró a casa, ya desde la cocina escuchó nuestros quejidos, vino despacito a mi pieza, que tenía la puerta abierta de par en par, a ver qué pasaba, asomó la cabeza y vio cómo Norbi me estaba rompiendo el culo y cómo yo lo gozaba como puta, pero nosotros, que estábamos de espaldas a la puerta, ni lo vimos. Además, con la calentura que teníamos, aunque hubiésemos estado de frente no nos hubiéramos dado cuenta. Mi viejo, discreto, se retiró despacito y nos dejó cogiendo. Salió de casa y se fue para la Avenida Mitre, compró la quinta de La Razón y se metió en el bar de Piaggio a tomar café y leer el diario. Volvió a casa con unas empanadas a una hora prudente. Ya Norbi se había ido y yo estaba en la cocina mirando tele. No me dijo nada, me saludó como si nada, se puso su jogging viejo y su buzo y cenamos tranquilamente hablando de cualquier cosa. Me fui a acostar antes de las 10 y él se quedó un rato ordenando la cocina. Yo estaba ya en slip en mi pieza cuando él golpeó y entro a mi cuarto. Se sentó en mi cama y me pidió que me sentara a su lado porque tenía que hablar algo importante conmigo. -Hace un rato te vi Eze-, me dijo.
El corazón me dio un salto en el pecho, pero me hice el boludo y le pregunté inocentemente -qué viste?-. -No te hagas el tonto hijo, vi lo que estabas haciendo en pelotas en la cama con Norbi, hace falta que te dé más detalles?. – Hundí la cara entre las manos y me puse a llorar, el mundo se me venía abajo, mi vergüenza era total, me moría de tristeza, de angustia, cómo iba a hacer para mirarlo de nuevo a la cara?, qué iban a decir mi vieja, mi hermana, mi abuela! Pero mi viejo, en lugar de enojarse y decirme de todo, me inclinó sobre su pecho y me comenzó a acariciar la cabeza.- Ya Eze-, me decía, -tranquilo, no llores, si sos homosexual, lo sos, no es tu culpa, cada uno es como es-. Yo alcé la cabeza, mis ojos ya estaban rojos, lo miré y sin dejar de llorar le dije -sí, pero vos y mami ahora me van a despreciar, ahora van a pensar que tienen la desgracia de tener un hijo puto! Mi viejo sacó su pañuelo, me secó los ojos y me lo dio para que me sonara la nariz. Entonces me dijo que él me quería antes de saberlo y que ahora que lo sabía me iba a querer igual, o más porque ahora sabía que me tenía que protegerme más que antes, que me amaba porque era su hijo y porque era una buena persona y que no le importaba si era puto o si era Juan Cogedor, que lo importante era lo que tenía en el corazón y no lo que hacía en la cama. Me fui tranquilizando. Le pregunté si entonces no se iba a enojar, me dijo que no, para nada, que me comprendía y me aceptaba como era.
Quedaba mi vieja, que era súper católica y tradicional, pero el viejo me tranquilizó diciéndome que por él jamás se enteraría, que era algo que quedaba para siempre guardado entre él y yo, pero que no volviera a ser tan pelotudo de volver a coger en casa y que me cuidara mucho porque en la base de la felicidad del puto está la discreción, no sea que la vieja se enterara por otro lado. Lo abracé de vuelta y le di las gracias por aceptarme y le dije que nunca me hubiera imaginado que él, tan varonil como era, fuera a comprenderme y quererme siendo yo un puto. Mi viejo se quedó callado. Pasaron varios minutos de silencio, yo lo miraba de reojo porque no entendía qué pasaba, él estaba como petrificado, pero sus ojos reflejaban que estaba pensando mil cosas, no dejaban de moverse. Al fin comenzó a decirme -Eze, no todo es lo que parece, la homosexualidad existió siempre, sólo que ahora hay más libertad para vivirla. Cuando yo tenía tu edad, el descubrirse homosexual podía llevarte al suicidio, y una familia que descubría un hijo homosexual se convertía en la vergüenza del barrio, hasta te echaban de la Iglesia. Si la moral de mi tiempo no hubiera sido tan rigurosa, tal vez vos nunca hubieras nacido..
Me quedé pensando, sus palabras iban madurando de a poco en mi cerebro, cómo?, entonces mi viejo no se hubiera casado, entonces…, nooo, mi viejo era gay también? Me incorporé casi de un salto, él se quedó con la cabeza gacha sentado en la cama. -Pero, cómo?, vos estás casado, vos con mami…, como puede ser?, -Si, yo con mami también, sinó vos y tu hermana no estarían aquí, pero a pesar de eso, soy puto-. Yo no lo podía creer, era demasiado, mi viejo, un machote que mi vieja celaba todo el tiempo porque las chirusas del barrio lo miraban de arriba a abajo, el que me había engendrado, no, el no podía ser puto. Pero, si nos cagábamos de risa con mi hermana cuando nos quedábamos en vela leyendo y por ahí empezábamos a sentir los gemidos de mi vieja y los ruidos de la cama! No!, -le dije, mejor dicho le grité-, vos no podés ser puto, me lo decís para darme confianza, para que me sienta menos mal. Mi viejo, medio que se amoscó, y sin mirarme, me retrucó. -Yo te acepté, pero estoy viendo que te cuesta más a vos comprenderme a mi que lo que a mi me cuesta comprenderte a vos- Se levantó de la cama y encaró para la puerta.
Entonces fui y lo abracé, él tardó un rato en rodearme con los brazos pero al fin lo hizo y nos quedamos los dos abrazados largo rato, en silencio, mi cabeza sobre su pecho y él acariciándomela despacito. De pronto algo extraño, empecé a sentir sobre mi vientre la pija de mi viejo que se iba parando y cada vez hacía más presión sobre mi panza. Mi viejo me soltó y se sentó rápidamente, pero el jogging es de lo más botón que hay cuando tenés una erección, no cabía duda, a mi viejo se le había puesto dura.
Jonathan y Matías estaban petrificados, los dos con los codos en la mesa, la cara entre las manos, sus copitas vacías delante, los ojos como huevo frito y las bocas abiertas de asombro. Ezequiel se sirvió otro poco de Tres Plumas y continuó la historia.
Volví a sentarme a su lado. Le pedí disculpas y le pedí también que entendiera que era muy fuerte para cualquiera enterarse de golpe que su padre era gay, que ni me imaginaba que un hombre casado y con hijos pudiera ser puto, que siempre lo había visto tan varonil que ni borracho se me iba a pasar por la imaginación que él lo fuera, pero que yo también lo aceptaba y que en el fondo, hasta me alegraba un poco porque iba a ser más fácil entendernos. Mi viejo me besó en la frente sonriendo y me dijo que entonces era hora que tuviéramos la famosa charla de hombre a hombre que siempre una vez el padre tiene con su hijo pero que esta iba a ser de padre a hijo pero no de hombre a hombre sino de, bueno, ya me imaginaba. Comenzó entonces una larga charla llena de datos y consejos sobre homosexualidad, bisexualidad, maricas, largos de pija, enfermedades venéreas, formas de cuidarse, lugares discretos, hoteles que aceptan putos, forros, lubricantes, cómo cuidarme el agujerito y todo un largo compendio con lo que "un puto debe saber".
A veces mi viejo me ponía una mano sobre la pierna, pero en seguida la retiraba nervioso y la volvía a poner entre sus piernas, para que sus brazos taparan su entrepierna. Estuvimos como una hora charlando de sexo hasta que se incorporó y me dijo que contara con él para lo que quisiera saber y que nunca nunca me olvidara que hetero o gay él me quería de la misma manera. Lo volví a abrazar y de nuevo sentí los cabezazos de su pija dura contra mi vientre, pero ni él ni yo dijimos nada. Me dio un beso en la frente y con un "que descanses" se fue a su dormitorio, que estaba frente al mío.
Me metí en la cama, pero tenía la cabeza llena de humo tóxico, no podía dormir ni en pedo. Que mi viejo me haya visto mientras me rompían el culo era muy fuerte, mucho más que si sólo se hubiera enterado. Una cosa es que le confieses a tu viejo que sos puto y otra que tu viejo te vea chillando como una puta mientras un tipo te la está metiendo, no les parece?, -los dos primos asintieron-, que mi viejo me comprendiera y me aceptara era algo inmenso, pero que mi viejo fuera puto aún no entraba en mi cabeza. Claro, ahora me cerraba un poco, su buen porte, cómo cuidaba siempre su cuerpo, el futbol con sus amigos a pesar de sus cuarenta largos, la pileta climatizada de Independiente dos veces por semana, lo feliz que venía de sus viajes a Miami (y yo creía que era porque le gustaba la playa, jajaaa).
Pero bueno, al menos ya sabía que tenía un compinche en mi viejo y no un enemigo que cuando se enterara me iba a dar una patada en el culo y me iba a rajar de casa. Pero además, y eso me tenía a mal traer, se le había parado!, el roce de mi cuerpo lo había excitado y, francamente, por más frases moralizantes que me repetía, la verdad es que no me había disgustado. Me decía que no, que eso era incesto, que era mi viejo, que me olvidara, que seguro se le paró por los nervios. Pero me venía a la mente el cuerpo de mi viejo, musculoso, velludo, bien puesto por todos lados, aunque ahí me percaté que jamás lo había visto en bolas y eso me excitaba aún más. De nuevo volvía la palabra incesto. Pero la calentura enseguida agregaba razones a mi cerebro. Primero pensé que a mi gata se la cogía un hijo de la primera cría y tenía gatitos. Después pensé que la hermana de mi vieja estaba casada con el primo hermano, lo que provocó un escándalo familiar, pero se casaron igual y mis primos andaban por ahí lo más bien. Después razoné que el tabú del incesto se había creado para evitar la consanguinidad que podía llevar a hijos malformados, pero que yo nunca iba a quedar embarazado aunque mi viejo me llenara de leche los 30 días del mes. Con esto me convencí que no estaba tan mal que mi viejo se calentara y que yo también me calentara.
Ezequiel hizo silencio y se quedó mirando su vaso vacío. Los otros dos al unísono le espetaron un "yyyy?, dale seguí contando". Ezequiel se llenó el vaso, tomó un traguito y siguió.
-Claro, pensarlo es fácil, pero animarse, no. Daba vueltas en la cama, cerraba los ojos tratando de dormir, nada, mi deseo me mantenía despierto, y como en una clase de yoga, no podía dejar de ser consciente de mi genitalidad, sentía mi culo, sentía mis bolas, mi pija, no podía olvidarme de esas partes de mi cuerpo, el solo roce de las sábanas en mis pezones ya me ponía nervioso. No sé cuánto tiempo pasó, pero no fue poco, hasta que me grité bastaaaa, me levanté, me quité el slip y completamente desnudo y temblando de nervios encaré para la pieza de mi viejo. Abrí la puerta despacio y sentí su ronquido suave. Mi viejo siempre dormía en pelotas, eso lo sabíamos por mi vieja que siempre lo retaba porque si se tenía que internar por algo, ni siquiera tenía un pijama en el ropero. Estaba durmiendo de costado, al borde casi de la cama, tapado sólo con la sábana.
Me arrimé despacito y le levanté la sábana a la altura de su pubis, wow, qué pedazo de verga!, ahí me di cuenta de quien había heredado mi instrumento, pero la de él estaba acompañada con unas bolas impresionantes, grandes, peludas. Me arrodillé en el piso y llevé mi cara a su pija, quería sentir su olor. Mmm, qué rico era sentir ese olor a macho!, la agarré con dos deditos y me llevé la cabecita dormida a mi boca, mmmmm, qué gusto delicioso tenía esa pija!, sólo chupaba el glande, dándole lengüetazos como si fuera un helado, tenia al mismo tiempo miedo y deseo que se despertara, pero seguía roncando despacito. De a poco fui animándome más, metiéndome ya decididamente la verga en la boca y subiendo y bajando ese tronco inmenso. De a poco comenzó a reaccionar, a endurecerse, y ensancharse, wow menos mal que soy de boca grande, me olvidé de todo y comencé a chupar lo más a fondo que podía, con los ojos cerrados y olvidado de lo especial de la situación, éramos yo y esa pija lo único que contaba. De pronto sentí la mano de mi viejo que me acariciaba la cabeza, abrí los ojos y lo miré, sin dejar de chupársela: me estaba mirando con una sonrisa dulce y me dijo, vení, Eze, vení.
Me hizo lugar a su lado y de costado nos abrazamos, pasó una mano por debajo de mi cabeza y la otra por sobre mi espalda. Recosté mi cabeza sobre su pecho y apretado a su cuerpo sentí su tibieza, me sentía protegido como cuando era chiquito y dormíamos juntos la siesta, entre sus brazos me sentía feliz, cuidado, a salvo de toda maldad. Yo, con un poco de vergüenza, apenas lo besaba despacito en el pecho,-Date vuelta-, me dijo luego de un rato, me volvió a abrazar, pero ahora sentía su verga apoyada en mis nalgas, comenzó a besarme el cuello y la espalda, despacito, con besos chiquitos, suaves, apoyando apenas los labios, yo cerré los ojos y me dediqué a sentir solamente, a recibir los mensajes de mi cuerpo, su mano derecha acariciaba suave mi costado, mi pancita, bajaba a mi verga, subía a mis pezones, pero siempre despacito, acariciando. Se acomodó un poco hasta que pude sentir en mi puertita el calor de su cabeza, mmmm, que momento!. El se tomó la pija con una mano y la comenzó a frotar por mi rajita, comencé a sentir como se mojaba mi culito con su preseminal que se notaba súper abundante. Yo estaba tan caliente que cuando me dio el primer pujoncito no sentí dolor para nada, y miren que la verga de mi viejo es grande sin joda. Ahí paró y continuó con sus caricias, sus besos, sus palabras dulces en mi oído y, casi sin que yo me diera cuenta, me la seguía metiendo un poquito cada vez, yo no sentía dolor, sólo el calor divino de su palo en mí. Yo quería mostrarle que era capaz de bancarme toda su verga, que podía hacerlo gozar más que cualquier otro puto que se hubiera cogido, entonces me animé a decirle, -dale Pa, metémela toda, yo me la banco- y él me respondió con una voz dulcísima; -chiquitín hace rato que la tenés toda adentro-. Sus 25 cm de carne bien gorda estaban dentro mío, no sé cómo hizo, pero no me dolió, en realidad no sé si era él que me la metía o si era mi culo que la chupaba para adentro.
Entonces me volcó hasta ponerme boca abajo y me empezó a bombear, despacito, despacito, arriba y abajo, entrando y saliendo de mi culito, mientras me besaba suavecito el cuello. Yo estaba en las nubes, pero no en esos cúmulus nimbus de pasión desenfrenada y tormentosa como cuando me cogía Norbi, sino en nubes blancas, acolchadas, flotantes, su pija era como un barrilete que me llevaba para arriba y me hacía flotar entre las nubes, cada palabra bella que me decía al oído era como los papelitos que le mandábamos por el hilo a los barriletes. No sé cuanto duró esto, media hora, más, pero yo quería que fuera eterno. A veces me tenía boca abajo, a veces me ponía de costado, a veces me subía la pierna y me cruzaba la suya, nunca de frente, nunca en perrito.
Después me dijo que era porque le daba un poco de vergüenza mirarme a los ojos mientras me cogía, porque tenía miedo de ver una expresión de morbo en mis ojos y porque no quería tentarse a besarme en la boca. Al final, me dijo, -Eze, ya no puedo aguantarla más, voy a acabar-. Me quedé en silencio, me costaba bajar de la nube, pero recuperando conciencia le pedí que me la regalara dentro. Me acomodó algunas almohadas debajo para subir mi culito, me la clavó de nuevo y ahora sí comenzó un mete y saca fuerte, intenso. La sacaba casi toda y me la metía duro hasta al fondo. Yo sentía la punta casi en la garganta y su raíz más gruesa me abría aún más el culo, cada golpe de su pubis en mis nalgas me zamarreaba. Me sentía como un gorrioncito al que se lo estaba cogiendo un águila, como una gacela que un tigre había apartado de la manada pero que antes de devorarla le estaba rompiendo el culo con su pinga dura, felina, animal!. Cada golpe de pija me volvía a subir a las nubes, pero ahora a los cúmulus, hasta que en un golpe final tremendo mientras sentía su verga empujado el fondo de mi recto, comencé a sentir su leche tibia volcándose en mi. Fue demasiado, comencé a quejarme mientras mi verga acababa, su últimas contracciones arrancaron las mías y saqué mi leche sobre las sábanas sin siquiera tocarme.
Nos quedamos quietos, recuperando aliento, me la fue sacando despacito y se acostó a mi lado. Yo inmediatamente me puse de costado y lo volví a abrazar. Los dos seguimos en silencio y sin darnos cuenta nos quedamos dormidos.
-Matías y Jony estaban más que excitados, manoseándose por debajo de la mesa sin dejar de mirar con ojos gigantes a Ezequiel que, sin levantar la mirada de la mesa, siguió contando.-
A la mañana me desperté aún entre sus brazos, su pija aún dormida impresionaba y a pesar de la situación tan especial, me salió el orgullo de puto que había podido aguantar en el culo todo ese pedazo. Me fui a la cocina, preparé el mate y lo fui a despertar, ya vestido. Los dos desayunamos como si tal cosa, sin siquiera hablar de lo de la noche. Terminado, se levantó y me dijo -vení, ahora te voy a mostrar mis tesoros-. Me llevó al altillo, un lugar al que mi vieja ni en pedo iba por las arañas y entre trastos viejos sacó un cajoncito con llave. Adentro había docenas de revistas de sexo gay a todo color y en todas las posiciones imaginables, varios lubricantes gringos y dos o tres consoladores. Yo no sabía por dónde empezar a mirar, si por las de sexo con negros, las de sexo en grupo, las de solo oral, pero lo que más me excitaba la curiosidad eran los consoladores. No se me había ocurrido la posibilidad que mi viejo se la comiera también. Al fin me animé a preguntarle por los consoladores y me respondió lacónicamente "a veces los uso"
Me dijo dónde guardaba la llave y me recomendó mil veces que si sacaba una revista la escondiera a prueba de todo, que nunca la dejara descuidada y que la volviera a guardar enseguida. Le pregunté por los consoladores, me dijo que si quería usarlos que primero los lubricara y que después de usarlo lo lavara bien con mucha agua y jabón, que tuviera mucho cuidado porque si los íbamos a compartir, debíamos protegernos el uno al otro.
El resto del día cada uno se dedicó a sus cosas, y se imaginan que ni me acordé de Norbi. Luego de la cena, comencé a ponerme nervioso, pero no le dije nada. Habría sido sólo la locura de una noche? Cuando llegó el momento de irnos a dormir, fuimos juntos a los dormitorios, que en casa están uno frente al otro, con el baño en el medio. Ahí mi viejo se paró, me tomó de los hombros y mirándome fijo me dijo "Eze, lo que pasó anoche fue maravilloso, fue la más bella noche de mi vida, pero sabelo, nunca, nunca, te voy a pedir que lo hagamos de nuevo", yo temblando le contesté "viejo, para mí también lo de anoche fue inmenso, primero tu comprensión y después lo que hicimos, nunca me sentí tan feliz en mi vida como cuando me hiciste tuyo. Pero yo sí quiero, yo necesito volver a sentirte, necesito sentir tu cuerpo dentro del mío y que me regales de nuevo todo lo que me diste anoche". Mi viejo se quedó pensativo. Después me miró serio y me dijo solamente "Está bien". A partir de esa noche me instalé en su cama y esas dos semanas hasta que volvió mi vieja, cada noche me partió el culo, me regaló su semen todas las veces que quise (es un semental tremendo mi viejo) y me dormí abrazado a su cuerpo. Me hizo inmensamente feliz y sellamos una amistad como nunca habíamos tenido. A él le puedo contar mis cositas y él me escucha, a veces se ríe, a veces me reta, a veces se excita y siempre me aconseja.
Jony se apuró a preguntarle – Y te sigue cogiendo?- A veces, respondió Eze. – Cuando estoy depre o me siento mal o estoy angustiado, o tengo miedo por algo, lo llamo al laburo, el se pega una escapada y nos vemos en un telo por capital. En esas dos horas me levanta la autoestima y me hace recuperar la confianza, pareciera como que su semen es la mejor medicina.
Bueno, ya saben ahora por qué sé tanto de estas cosas, porque tengo un maestro al que quiero como si fuera mi viejo.
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