La casa en la playa 13
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por juanitocaminador.
La crema "Culo Roto" era un receta que Eze había encontrado en una de las revistas gay de su viejo, la preparaba él mismo con hojas de Aloe Vera de su abuela, una gotitas de xilocaína de la que se usa cuando los bebés comienzan a cortar los dientes, un machacado de hojas de malva de una maceta que tenía en su casa y algunas cremas que le birlaba a su madre y a su hermana. Esa noche los chicos pudieron comprobar que la BA era realmente efectiva y que Eze podía gozar de su culito como si nada hubiera pasado.
Saciada en todos el hambre de hombre, ya les comenzaba a picar el bagre, el sol estaba bien arriba y era hora de comenzar a preparar los chori. Dejaron de zarandear las bolas, se vistieron con short y remera y mientras el local reavivaba el fuego, Ezequiel comenzó a preparar la picada.
-Siempre vos cerca del salamín, Eze, si no te lo dan por el culo, lo tenés que pelar y picar, pero siempre el salamín cerca tuyo .
Eze sonriendo comenzó a lamerlo como si fuera una pija.
– Si vos jodé, pero si no fuera porque tenés el culito escoriado, seguro ya estabas viendo si te calzaba con piolín y todo.
– Veo que no tienen un concepto muy alto de mi erotismo, un salamín es algo demasiado grasa para mi elegante culito. Si fuera un lever, puede ser,…. o un salchichón, mmmmmmm!!!!
El comentario se extendió a los largos y gruesos chorizos parrilleros que Mati estaba acomodando sobre la parrilla pero el pibe de Flores lo cortó enseguida: a mí no me gustan blandos!
Las brasas fueron haciendo lentamente su trabajo. Mientras, sentados en ronda los 4 amigos engullían despacio los trocitos de salame y queso, con un poco de pan y bastante del mismo rosado que bebieron en la pizzería. El vino también había estado guardado entre los matorrales, el previsor e inteligente Lucas había enterrado las botellas a 50 cm en la arena para mantenerlo mejor que en una conservadora de vinos. La temperatura del rosado era la justa, el sabor, perfecto. Lucas sabía venir a las lagunitas durante los días soleados de invierno, a veces inclusive con una carpa se pasaba un par de días, las más de las veces sino todas acompañado sólo de sus libros. El lugar le gustaba por su silencio, su soledad, y porque era un rinconcito que tenía paz y belleza, los tamariscos le daban su verdor perenne, lo proveían de leña, sombra en verano y refugio del viento en invierno, las lagunitas le daban agua súper pura de lluvia todo el año y la playita escondida resguardo y tranquilidad. Qué más pedir? En cada viaje dejaba algo para tener cuando se presentara la ocasión, entonces entre los tamariscos ya tenía un mini mercado de no-perecederos: especias, sal, yerba, azúcar, café instantáneo, vino, whisky, fernet, arroz, fósforos… de todo.
Los tres porteños comenzaron a tirarle la lengua a Lucas para que contara su historia. En realidad Lucas no era de San Clemente sino de Dolores. Allá estaban sus padres, sus amigos… y Silvia, su novia. Cuando terminó la secundaria decidió venir un verano a probar suerte a San Clemente con su novia para hacer unos pesos y costearse la facultad.
Una amiga de ella les prestó el depa de los padres y ahí se pasaron de diciembre a marzo, culeando a lo loco por supuesto. Lucas enseguida consiguió laburo en la pizzería, y su novia en una casa de ropa. Pero abril se vino con toda la lluvia, Silvia no se bancó más la monotonía y el frio de San Clemente fuera de temporada y se tuvieron que volver.
Al año siguiente Silvia no quiso seguirlo, discutieron y terminaron la relación. Ya el depa de la amiga no estaba disponible, así que alquiló un sucucho espantoso pero barato a 25 cuadras de la playa, una mezcla de rancho y casita, con techo de chapa, ventanas chiquitas, piso de cemento y baño elemental en un terreno grandote, alambrado viejo por los cuatro costados y media docena de eucaliptos inmensos. En la pizzería lo esperaban, así que el laburo estaba asegurado. Laburaba de lunes a domingo, sin parar, ya que la temporada estaba a full y el gallego le pagaba my bien las horas extras.
En la pizzería laburaba también Antonio, un chico de Madariaga que venía por la temporada. Alto, trigueño, de sonrisa franca y hablar campechano, pueblerino y abundante. Enseguida se hicieron amigos. Como la pizzería cerraba de 3 a 6 de la tarde y de ahí seguía hasta las 2 de la mañana, había que usar la tarde para descansar un rato y pegarse una ducha para estar fresco para el servicio de la noche. Como la casa de Lucas estaba lejos, Antonio lo invitó a que viniera a dormir la siesta a su departamento, que estaba bastante cerca de la pizzería. Lucas aceptó feliz. Había una sola cama y el calor en el depa era infernal, por lo que ambos chicos dormían en bolas o casi, en la misma cama, pero todo bien, nadie pensaba en nada raro, o casi. Lucas comenzó a mirar con interés a su amigo y a llenarse de sensaciones sugestivas, no es que pusiera los ojos en él con morbo, pero en esas casi tres horas casi en bolas todos los días, era imposible no mirarlo. Antonio tenía un cuerpo bellísimo, musculoso, fuerte, pecho y piernas velludos, una pija gorda y cabezona perdida en un matorral negro brillante y un culo bien masculino, macizo y casi sin vellos, como su espalda, que era perfecta y grande.
Cuando llegó marzo se acabaron los horas extras y las propinas se cayeron como calzón de puta. El alquiler del depa era caro y Antonio estaba pensando en volverse a Madariaga. Lucas pagaba mucho menos por su casita lejana, pero también le costaba pagar, por lo que se le ocurrió proponerle a Antonio que se viniera a vivir con él y pagaban el alquiler y los gastos a medias. Antonio aceptó de inmediato y así un domingo de fines de marzo mudaron todas sus cosas en la chata del gallego al rancho del lejano oeste donde vivía Lucas. La semana siguiente la pizzería iba a estar cerrada por vacaciones – ahora que había poco y nada de trabajo, el gallego aprovechaba para a visitar a su hija a Buenos Aires-, así que iban a tener tiempo para acomodarse.
En la casa había un solo dormitorio y una sola cama. -Che-, le dijo Antonio, -que durmiéramos la siesta en la misma cama, vaya y pase, pero si vamos a vivir ahora los dos juntos acá, los vecinos van a pensar mal-. Lucas estuvo de acuerdo y le propuso que cuando cobraran el sueldo fueran al baratija a comprar un par de camas de una plaza usadas, y que mientras tanto, si le preocupaba tanto el tema de lo que pensaran los vecinos, él se ofrecía a dormir en el sillón desvencijado del comedor. Antonio, inteligente le dijo que no hacía falta, que podían dormir los dos juntos como en todas las siestas, pero "por si venían vecinos de visita" armara una cama en el sillón para que pareciera que él dormía allí. Trato hecho!
Ya el clima se había puesto frío, así que esa primera noche pusieron las dos únicas frazadas que tenían y usaron una sábana a modo de cortina para bajar el chiflete que entraba por el marco de la añosa ventana. Ninguno tenía pijama y dormir vestidos era incómodo, así que se metieron en la cama en slips y medias esperando que con el calor humano la cosa mejorara. Conversaron mucho esa noche, la luz apagada, Lucas le contó de su ex novia y Antonio también de la ex suya, ya que también se habían dejado cuando él se vino a San Clemente. Antonio, mucho menos reservado que Lucas, le contó de sus aventuras sexuales y de las cositas que hacía con su novia en Madariaga, de cómo hacían temblar los maizales y de lo loca que se ponía cuando se la daba por el culo. Habían empezado con el anal en la semana de regla, pero al final a su ex le gustaba tanto o más que por la concha, así que con la excusa de que el condón le raspaba la chucha, muchas veces se ponía en cuatro entre los choclos, Antonio se la daba por el culo y la loca gritaba hasta espantar a las perdices. Lucas, callado, recordaba que jamás su ex le había pedido por atrás y que a él tampoco se le había ocurrido, si bien se daba cuenta que en la cama mandaba siempre su novia y que él sólo la servía y cumplía sus pedidos, sin pensar demasiado en su propio placer.
La charla se fue haciendo más espaciada y el silencio de a poco se fue tornando en respiración pausada. Lucas se volteó hacia afuera y se quedó dormido. Luego de un tiempo, quizás un par de horas, Lucas despertó sin frío. Antonio estaba durmiendo pegado a su espalda, con un brazo sobre su hombro. El pecho tibio de su amigo le resultó deliciosamente agradable y escuchar su suave respiración en su cuello también. De pronto se dio cuenta que la pija de su amigo estaba apoyada en su culo, esa carne gorda y cabezona le parecía más grande aún. Las sensaciones sugestivas volvieron a invadirlo. No!, él no era puto, se tenía que correr, porque dormir juntos está bien, pero dejar que te apoyen la pija ya es pasarse de la raya.
Pero… en el fondo no se sentía incómodo. Lo que lo molestaba un poco era que su culo sentía como un cosquilleo, como que su raja estaba nerviosa. No!, el no era puto. Trató de volver a dormir, imposible, la neuralgia de sus nalgas lo tenía a mal traer. Estaría tibia como el pecho de Antonio?, y eso que te importa?, le gritaba su cabeza, pero comenzó a darse cuenta que su culito se manejaba por su cuenta y no por lo que le dictaba su cerebro, o al menos su parte consciente. Al fin no pudo evitar más la curiosidad y el deseo irracional , con muchísimo cuidado le bajó por delante el slip a Antonio y por detrás el suyo para que la pija de Antonio se apoyara en sus nalgas. Si, estaba igual de tibia, pero no transmitía sólo calor, había algo diferente, de hecho la neuralgia de su culo al contacto con la carne de Antonio, se multiplicó por 10. Sería puto?, nooo!!, pero… la novia de Antonio se volvía loca por la pija, pero es lógico, era una mina!, peor aún, tenía concha pero prefería por el culo. Pero… una cosa es el culo de una mujer y otra el culo de un hombre, no digas pavadas, los culos, más grandes, mas chicos, mas peludos, menos peludos, son la misma cosa. Pero… debe ser horrible que te metan eso en el culo, y entonces si fuera tan feo, por qué todos dicen que cada vez hay más putos?, por qué el chiste no tan chiste que el que la prueba una vez, no la deja más? Pero…, pero nada, Antonio está dormido y nadie se va a enterar, mejor me saco un poco más la duda. Con una mano entonces se abrió un cachete y con la otra se llevó la pija casi fláccida de Antonio a su esfínter. Wow!, un espasmo eléctrico le recorrió todo el cuerpo.
Se asustó un poco y se quedó quieto. Qué rico se sentía. Con el calor de sus nalgas la pija de Antonio comenzó a pararse. Se despertaría? Mejor lo dejaba ahí. Se levantó despacio de la cama y fue al baño, se tocó el culo y lo sintió mojado, por qué? Intentó mear pero no podía, se miró la pija y la peló, tenía un poco de pre-seminal, recién lo notaba, mmm, qué feo!, no quiero que me guste. Al fin decidió hacerse una paja, le saltó mucho más rápido que lo acostumbrado, se lavó y volvió a la cama. Antonio seguía durmiendo plácidamente en la misma posición, entonces para evitar volver a apoyar su culo contra la pija de su amigo, se acostó del otro lado, y así, culo con culo bien separados, en seguida se durmió.
Antonio se levantó primero, a eso de las 9, preparó el mate y el pan con dulce de leche y lo fue a despertar. Como si nada. Lucas, más que contento porque su aventurita de la noche había pasado desapercibida para su compañero. Ese medio día se premiaron con un asadito para festejar la nueva extraña pareja. Doña Teresa, la vecina de enfrente vino por la tarde a traer unas tortas fritas y conocer al nuevo vecino. Quedó encantada con Antonio y, cuando vio la cama armada sobre el sofá destartalado, lo retó a Lucas por lo mal que trataba a su amigo, no lo podía hacer dormir ahí. Le explicaron que era por unos días, hasta que cobraran y pudieran comprar una cama. Los dos chicos felices de su previsión, con doña Teresa no se jodía, porque lo que ella veía o escuchaba en pocas horas lo sabía todo el barrio.
Ya la noche comenzaba a caer temprano y, en ese barrio que conservaba mucho de campo, con pocas casas, iluminación más que miserable en las calles y muchos árboles, la oscuridad se notaba mucho más rápido. En la tele prehistórica sólo se veía el canal local y, con suerte y adivinando las imágenes, un canal de Mar del Plata, así que no había mucho para hacer. Leyeron un rato, escucharon música en la radio, cenaron los restos del asado y, que más quedaba?, irse temprano a la cama.
Lucas se desvistió un poco nervioso, esperaba que su culo esta noche no le volviera a jugar una mala pasada.
La charla enseguida se encaminó por los carriles que abandonaron la noche anterior cuando se quedaron dormidos. Esta vez Antonio quiso saber de las cosita que Lucas hacía con su novia, y Lucas comenzó a contar, con un poco de vergüenza, lo que hacía con su novia. Mientras contaba se iba dando cuenta de lo poco que él gozaba cogiéndola por lo que en realidad la monotonía de su relato no era por exceso de vergüenza sino por sobre todo por falta de entusiasmo. Antonio no llegó a percibir el estado interior de Lucas, solamente creía que hablaba tan quedo y falto de excitación por simple decoro y caballerosidad y hasta sintió un poco de culpa por haber sido tan explícito con el relato de lo que hacía con su novia. Evidentemente Lucas era todo un caballero y él un fauno calentón, pero como fauno que era, no pudo dejar de preguntarle a Lucas si le daba por el culo a la novia. Lucas confesó que nunca había cogido a una mina por el culo (en realidad, fuera de su tiempo con Silvia, sus relaciones sexuales se podían contar con los dedos de una mano, pero Antonio no tenía por qué saberlo), y que nunca se había animado porque ni siquiera sabía cómo hacerlo sin lastimar a la mina en lo físico y en lo emocional. Antonio entonces tomó la batuta y comenzó a darle una clase de penetración anal: hacerle el culo a una mina es re-fácil, si la mina te da el culo es porque está re-caliente y seguro tiene la concha bien mojada, entonces agarrás juguito de la misma chucha y con eso le lubricás el culo, se la vas metiendo despacito y seguro que no hay mina que no le entra hasta las bolas casi sin dolor o al menos con un dolor que la calentura le deja soportar. Ahora con los tipos es más difícil, hay que lubricarlos y dilatarlos bien porque si nó los podés hacer llorar del dolor, y además la pija te queda colorada y dolorida. Lucas no podía creer lo que escuchaba. Antonio acababa de confesar que se había cogido a un puto, o a varios, aunque tal vez, sólo para hacerse el canchero, hablaba por lo que le habían contado.
Casi en broma entonces, creyendo poner en apuros morales a su amigo, con su mejor tono de voz de macho piola y comprensivo de esas cosas, le preguntó: -Entonces vos Anto te cogiste alguna vez a un puto? Antonio ni se inmutó, naturalmente le respondió que se había cogido a unos cuantos y que, como dice el cantito de la cancha "de a poquito de a poquito de a poquito…", él la había roto el culo a cuanto pendejo puto o con ganas de serlo había en Madariaga. Lucas asombrado, y con su culo ya más que nervioso, pidió detalles, y Antonio comenzó a explayarse a gusto. Menos mal que aún era temprano, porque el relato fue largo.
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