La casa en la playa 14
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por juanitocaminador.
Antonio solía pasar muchos fines de semana en la chacra de un tío, hermano de la madre, Juan Pedro, un tipo divino, bon vivant, solterón, bohemio, de unos 40 años, amante del buen rock and roll y de la pintura de Dalí, al que durante largas tardes trataba de imitar, en un caballete que ponía en la galería del caserón de la chacra. No era grande la chacra, unas pocas hectáreas, unos pocos corderos y unos pocos cerdos que vendía en las carnicerías del pueblo, algo de maíz, un pequeño criadero de truchas para los restaurantes de la costa, algo de factura de cerdo súper VIP, unas pocas holando para hacer unos quesos especiales que mandaba a Buenos Aires, lo necesario para vivir bien, sin grandes lujos ya que el tío no tenía intenciones de volverse rico. La casona de la chacra era increíble, sin duda remanente de alguna gran estancia que luego fue dividida y vendida, señorial, casi un castillo francés, amoblada exquisitamente y desmesurada para su único habitante, ya que el tío vivía solo, con dos peones que hacían casi todo el trabajo de la chacra. Pero inclusive éstos no vivían en la mansión, sino en la casa de los peones, que estaba a 100 metros y que, también de otros tiempos, podía albergar a 20, pero que era toda para Mancha y Gato, como Juan Pedro llamada a sus "peoncitos".
Uno de esos fines de semana de verano, Antonio no dejaba de romperle las bolas al tío para ir a pescar algún bagre al arroyo, pero el hombre estaba ensimismado en su caballete tratando de que el culo de Gala le quedara tan bien pintado como le quedaba a su esposo, por lo que pocas ganas tenía de cambiar pinceles por lombrices. Sin sacar los ojos de la tela le dijo que fuera con Mancha y Gato. Los peoncitos estaban tomando fresco sentados debajo de uno de los eucaliptos del parque, Gato masticando una hoja verde del árbol (el mejor desodorante bucal que existe), y Mancha tirando piedritas a una lata que había colocado a unos metros.
Cuando escucharon la propuesta de Anto, cuchichearon algo entre ellos, sonriendo, y enseguida aceptaron.
Fueron a buscar un par de cañas al galpón y se encaminaron al arroyo, que distaba un par de kilómetros de la casa. Apenas arrancaron, Mancha y Gato comenzaron a hablar de sexo, de cómo le habían dado por el culo a tal mina, de que tal otra era más puta que las gallinas, que al quintero de La Amanecida le decían tres pies y que para coger se tenía que poner un pañuelo a mitad de la pija como tope porque sinó reventaba a las minas, que se comentaba que el hijo de doña Ester era puto.., todo con lujo de detalles que iban poniendo cachondo a Antonio. Llegados al arroyo, Mancha mandó a Gato que fuera a buscar lombrices al montecito. Gato con un tono de voz casi seductor, que confundió a Antonio, mirándolo directo a los ojos, penetrante, extraño, le preguntó "Me acompañás?". Salieron para el monte y cuando estaban bien en la espesura, Gato le pidió que se detuvieran para mear. Peló su verga y se puso tranquilamente a mear a la vista de Antonio que con discreción, por curiosidad nada más, trataba de mirársela.
Luego de la sacudida final, Gato, se puso de frente a Antonio y sonriendo y mostrándosela le dijo -viste que linda pija que tengo?- Antonio, siguiendo la broma, le retrucó -no tan linda como la mía-, A ver?, pelá si sos macho!, Antonio, que seguía medio cachondo por la charla, no tuvo el menor problema en sacar su gorda herramienta. Gato levantó las cejas cuando vio el grosor del palo, pero no se amedrentó. -Viste huevón?, la mía es más larga, bien larguita como le gusta a los putitos como vos.- Anto, prendido a la joda, no se iba a quedar callado – Yo putito?, pero si se nota que se te hace agua la boca por chuparmela!-, Ay siii!!!, respondió Gato haciéndose el marica y arrimándose a Antonio en tren fingido de comenzar a chupársela, pero el tren de fingido no tenía nada, y antes que Antonio pudiera reaccionar, el Gato tenía su pija dentro de la boca. -Pará Gato, que hacés?, soltá-, pero el Gato estaba con los ojos cerrados mamando con todo. -Dale, largá Gato, no me hagás enojar-, pero el Gato seguía. Y la verdad, a Antonio la mamada le estaba gustando y si bien protestaba y le pedía al Gato que cortara, su pija se iba poniendo cada vez más dura. Un último -pará por favor- y después sólo ayes y quejidos de placer. Se había entregado, el Gato sabía hacer bien su trabajo y pudo quebrar todos los prejuicios del heterosexual Antonio, con algo que ningún hombre puede resistir, el sexo oral, porque, con los ojos cerrados, quien puede saber si te la chupa una hembra o un macho?
Cuando el Gato percibió que ya Antonio estaba en las nubes, sin dejar de chupar se fue aflojando la ropa y en un santiamén la pija de Antonio dejó su boca sólo para comenzar a recibir el franeleo de las nalgas morenas del Gato. Imposible resistir, Antonio, ya en furor, apoyó al Gato contra un tronco y comenzó a clavarlo con fuerza, bestialmente. A pesar que su culito estaba bien entrenado, el dolor era intenso, pero las palabrotas que le decía Antonio con cada embestida compensaban cualquier dolor: tomá puto, la querías?, ahi la tenés trolo!, te voy a hacer sangrar el culo marica, tomá!, tomá!, tomá! A medida que el culo fue dilatando y lubricándose, la sensación en la pija de Antonio se fue haciendo cada vez más placentera, más eléctrica, mas abarcadora. Ya no había lugar para los insultos sino para los ayes de placer, mutuos, porque el Gato también gozaba a full ahora y ahora era él el que hablaba: siii, dámela toda, soy tu putita, rompeme el culo, dale, toda, toda, llename de tu leche de machoooo! En pocos minutos la cosa había pasado de casi una violación a una cama deliciosamente compartida, que terminó como tenía que terminar: con el culo del Gato desbordando de leche (Antonio llevaba meses sin coger) y con la leche de su pija regando el árbol en el que estaba apoyado.
Para terminar exitosamente la conversión de hetero a bi/homo, el Gato sabía que tenía que evitar el síndrome de culpa post cogida, así que mientras estaba aún gorda dentro de él, le dio una tremenda franela moviendo sus nalgas, cerrando su esfinter para aumentar la presión y apoyándose con fuerza contra el pubis de Antonio. El resultado fue el esperado, Antonio aún tenía mucha leche dentro, así que volvió a calentarse, se le paró nuevamente y comenzó a darle un mete y saca suave. Bingo!, pensó el Gato, que entonces comenzó a hablarle: -te gustó machote?, -más o menos Gato, pero al que quiere se le da,- en serio?, por eso me la estás dando de vuelta?, – yo no le niego un vaso de agua a nadie, puto!, -querés ver cómo coge un puto?, sacate la ropa y acostate que vas a saber lo que es el culito de un puto! Antonio, cachondazo, en un minuto estaba en bolas acostado en el piso con la pija como mástil. El Gato se montó despacito en su palo, no porque no le entrara sino porque quería hacerle sentir a Antonio cada milímetro de penetración.
Como buen paisano, resultó mejor jinete de pija que de potros y en cinco minutos Antonio estaba completamente entregado, quejándose como jamás se había quejado, completamente estático, mientras el Gato galopaba expertamente su verga, acariciaba su pecho y franeleaba sus pezones. Más que galope era trote, porque justamente el Gato quería que fuera largo y que el placer continuo terminar por resquebrajar la armadura hetero de Antonio. El éxito estuvo seguro cuando Antonio comenzó a decirle -Ay Gatito, así, así, seguí Gatito, mmm que rico que estás, que culito nene! , así, así, cométela toda que me ponés loco Gatito, porfa, sacame la leche con ese culito hermoso, putito! El Gato, sonriendo satisfecho, le preguntó -soy un puto de mierda ahora?, -no, no, no Gatito, perdoname, no sabía, esto es divino, te voy a coger todos los días, siempre, siempre, ahhh! El gato cerró el esfínter y aceleró el galope, en pocos minutos Antonio volvió a vaciarse dentro de ese culito que le estaba enseñando a ser puto. Se separaron despacito y se quedaron los dos lado a lado apoyados sobre un tronco caído. Acariciándose el bajo vientre, relajado como nunca, Antonio, sonriendo, miró al peoncito y le dijo – me violaste Gato!, y el Gato, sonriendo también, -yo te violé, pero a mí me duele el culo, cómo es eso, Anto?
Los dos rieron. La primera preocupación de Antonio fue – Y ahora qué le vamos a decir al Mancha?, -no te preocupes,- lo tranquilizó el Gato, -Mancha es tan puto como yo.
Allí Antonio se enteró que Mancha y Gato, además de atender las tareas de la chacra, también atendían a su tío, solterón no porque le faltaron oportunidades, sino porque le gustaban los hombres. Su bohemio tío era gay y, salvo que hubiera visitas, todas las tardes le daba por el culo al Gato y todas las noches se cogía a Mancha, sin fallar un sólo día. Y que además tenía una cábala: para que las cosas le fueran bien, tenía que comenzar el mes con el culo roto. Loco, no?, pero cada primer día hábil del mes, luego de la cena, el tío Juan los esperaba en su cuarto, con una tanga, medias y porta ligas negro y esa noche Gato y Mancha se lo cogían de todas las maneras posibles y le daban leche por todos los agujeros.
Ésa era la única noche que dormían los tres juntos. El resto del mes, el tío ni se dejaba tocar el culo, pero esa noche, era la reina de las putas. El gato terminó con -si no me creés, abrile el último cajón de la derecha del ropero, ahí vas a encontrar la lencería y una cajita con las fotos que nos sacamos con la Polaroid. Dejá todo como está, no toques nada. Antonio no lo podía creer, pero alguna vez se animó y encontró la tanga y encontró las fotos y todo lo que el Gato dijo.
Cuando volvieron al arroyo, el Mancha ya tenía tres bagres grandotes sacudiéndose. Los recibió con una sonrisa socarrona, y mirando al Gato, mientras apuntaba con el mentón para el lado de Antonio, le preguntó -dejaste algo para mí? El Gato, serio, respondió,- Antonio es un machazo, tuvo para mi, tiene para vos y para 6 más como vos, que te creés?, el sobrino del patroncito es semental como el patroncito!
No hubo más polvos esa tarde, pero los tres se hicieron tan amigos que no hubo fin de semana que no salieran juntos a algún lado y que no le sacaran a Antonio un poco de leche fresca. El Gato tenía una habilidad especial para detectar toda clase de hombres de gustos especiales: casados con ganas de probar, solteros deseosos de machos, jóvenes que buscaban iniciación. Esto a pesar de lo pacato, tradicionalista y rígido de la sociedad de Madariaga, o tal vez por eso mismo. Si eran activos, el Gato se hacía cargo, si eran pasivos, Antonio tomaba la posta. Mancha en cambio, por un respeto que el tío no le pedía, rara vez se encamaba con alguno . Así, con la ayuda del Gato, Antonio había pasado por tantos culos de macho que ya había perdido la cuenta. Si el tío Juan lo sabía o no, siempre fue una incógnita. A él nunca le hizo el menor comentario.
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