La clase de yoga
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Mi nombre es Javier y tengo 40 años.
Bueno, ya no soy muy joven y esto me llevó a que hace algunos años atrás me decida por tomar clases de Yoga.
Para ser exacto, tres años atrás.
Mi maestro tiene diez años menos que yo.
O sea treinta años.
Un joven con todas las características de un yogui, lleno de templanza, paz, tranquilidad contagiosa y un cuerpo fibroso y flexible que había observado con detenimiento mientras nos mostraba los ejercicios.
Pero, sinceramente, sin ningún tipo de deseo lujurioso ya que el contexto no lo motivaba.
Una vez , después de la clase, pidió hablar conmigo y me invitó a tomar una clase especial un día por la noche.
Me explicó que me había elegido para esta sesión por mis años de práctica y por la confianza que me tenía.
Y yo, con mucha afabilidad, acepté sin titubear y quedamos así de acuerdo.
Cuando llegó la fecha acordada, Daniel, mi maestro, me explicó que iba a estar solo ya que en esta práctica iba a tener que estar completamente desnudo y hacer algunas posiciones propias del yoga.
Obviamente, me fundamentó de que se trataba todo esto y me dio la opción de negarme a realizarlo si esto no me gustaba.
A mi me corrió un frío por la espalda cuando me lo dijo y, al principio, no me sentía seguro por la vergüenza pero, al mismo tiempo, no quería decepcionarlo y necesitaba demostrarle que sentía confianza en él.
Y así comenzamos la sesión.
Me desvestí y dejé mi ropa en el cambiador y cuando salí a la sala, mi maestro había puesto una suerte de sábana blanca sobre la alfombra y el estaba vestido con su ropa.
Ni les cuento lo rojo que me puse de vergüenza.
No sabía que hacer con mis manos.
En ocasiones me daban ganas de tapar mis genitales pero también quería hacerme el superado y parecer que no me importaba estar completamente en bolas.
Daniel me indicó la primera forma y me relajé cuando la hice y comencé con la respiración.
De tanto en tanto lo ojeaba para ver si me miraba pero no lo hacía hasta que me daba otra indicación.
En un cierto momento hicimos una forma en que tenía que ponerme en cuatro patas y llevar mi pecho al suelo quedando con mi cola parada.
En ese momento Daniel estaba parado detrás de mí teniendo una panorámica de mi culo en toda su expresión.
Y al rato vino otra indicación.
Así proseguimos con otras instrucciones y de repente, mi maestro se sacó su pantalón y remera delante de mí quedando sólo en un ajustado slip.
Su cuerpo marcado y el bulto que se le marcaba debajo de ese calzoncillo hizo correr un estremecimiento desde mi culo hasta la punta de mi pene.
La imagen era formidable.
Y me interrumpió una nueva instrucción.
Daniel me dijo que esta vez él me iba a ayudar porque necesitaba mi espalda erguida y mientras yo realizaba la forma, Daniel posó su mano en mi espalda y la hizo correr hasta cerca de mis nalgas, ida y vuelta.
Lo hacía de tal manera que sentía que mi pene comenzaba a erectar y trataba de pensar en otra cosa.
Así continuamos con algunas otras posiciones y mientras yo mantenía la forma Daniel pasaba sus manos describiendo cuales músculos estaban rígidos y cuales relajados.
En ocasiones, mi maestro estaba detrás de mí y deslizaba sus manos por mis nalgas y bajaba por detrás de mis piernas hasta los agujeros de mis rodillas.
Otras veces se sentaba delante de mí y pasaba sus manos por mis brazos y ahí yo tenía una panorámica de su bulto, que a mi parecer había crecido un poco.
Haciendo la posición de la mesa puso su mano en el centro de mi pecho indicándome el chakra plexo solar y bajó hastael chakra sobre el pubis.
Esto fue muy fuerte porque la energía se me estaba acumulando en mi tranca y ya no lo podía contener.
Daniel se percató de mi erección y me dijo que no me preocupase porque era esperable y normal.
Y para peor de todos los males, me pidió que me recostase boca arriba sobre el suelo.
Fue fatal.
Mi pingo parado había quedado expuesto en toda su expresión y yo sólo debía controlar mi respiración.
Lo intenté hacer y a la vez, sentía curiosidad por lo que estaba haciendo mi maestro.
Lo busqué con mi mirada y cuando lo encontré estaba sacandosé el slip y dejando ver un pene grueso, con sus pelos muy cortos, y también una inminente erección.
Cuando giró, cerré los ojos y estaba más agitado que nunca.
Daniel me dijo en susurros.
Concéntraté en la respiración, mantén el silencio y abre tus piernas y brazos.
Para esto yo ni me animaba a abrir los ojos de escucharlo tan cerca y luchaba por controlar mi respiración.
De repente sentí como Daniel dejaba caer en forma lenta su cuerpo sobre el mío y su caliente pene rozaba el mío.
Yo abrí mis ojos y cuando quise decir algo, Daniel me besó metiendo su lengua en mi boca.
Estuvo besandome por un buen rato mientras yo seguía con las piernas y brazos abiertos en cruz.
No sabía como reaccionar y lo que estaba sintiendo me estaba gustando y mucho.
Daniel dejó de besarme y bajó su boca por mi cuello y me arrancó un gemido de placer al pasarme su lengua.
Yo sólo agarré su cabeza con mis manos y la presioné contra mi cuerpo.
Ya estaba entregado.
Mi maestro continuó su juego en mis pezones succionándolos fuertemente y no se detuvo hasta llegar a mi pene y metérselo en la boca.
La chupada fue increíble.
Sentía que me quería sacar algo por la manera que lo chupaba.
Su boca estaba llena de mi pingo y el sólo subía y bajaba su cabeza a un buen ritmo.
Daniel comenzó a girar y quedo de tal manera que me invitaba a un sesenta y nueve.
Y el pedazo que había visto debajo de ese slip ahora estaba rozando mis labios y me lo tragué de un solo bocado.
Fue fantástico ya que Daniel me devolvió el placer que le daba con succiones más fuertes y placenteras.
Sentía como su saliva recorría toda mi tranca y se deslizaba por mis huevos y nalgas.
Los dedos de Daniel comenzaron a jugar por mi cola y dibujaba con sus dedos mis esfínter lubricándolo y estimulándolo.
Daniel se puso como perrito sobre mi y soltando mi pene comenzó a coger mi boca subiendo y bajando su cadera acompasadamente.
Su pene era grueso así que ocupaba toda mi boca y no se escapaba.
Yo puse mis manos sobre sus nalgas y las empujaba hacia abajo como deseando que me metiese toda su bola y huevos.
Para esto el gemía como perro.
Lo solté para respirar y ahí Daniel se puso entre mis piernas y haciendome apoyar los pies deslizó su pene entre mis nalgas y sentí como su cabeza se apoyó sobre mi esfínter.
El calor era increíble y este pasó a ardor cuando empezó a penetrarme.
Daniel no anduvo con vueltas y sin considerar mis pedidos de que se detuviera se abrió camino dentro de mí y no paró hasta meterme todo su pedazo de carne.
Cuando hizo tope me miró y me preguntó si estaba bien y si me gustaba.
Asentí tímidamente y él comenzó a moverse con fuerza.
Su pene era terriblemente gordo y duro y producía una sensación de placer que me recorría el ano y mis huevos y subía por mi pene.
Mi cabeza parecía dar vueltas y la mezcla de dolor y placer me mareaba.
Daniel se detuvo un momento y me giró con fuerza dejando boca abajo.
Allí, con sus rodillas, abrió mis piernas y se me tiró encima metiendome su pija gorda sin ningún impedimento.
Yo me quejé pero el comenzó a serrucharme enérgicamente.
Tenía todo su cuerpo sobre el mío y su pelvis rebotaba sobre mis nalgas.
Yo quería apretar mi esfínter para detenerlo un poco pero era imposible.
El grosor de ese pedazo y sus arremetidas no dejaban lugar a ninguna reacción de mi esfínter.
Me tenía, literalmente, clavado y esclavo de él.
Daniel no parecía cansarce y no intercambiábamos palabras.
Sólo gemidos.
Cuando se detuvo se tiro hacia atrás y poniendo sus manos en mi cadera me levantó dejándome en cuatro patas delante de él.
Su pene había salido de mi humanidad pero una vez que yo me acomodé, Daniel tomó su pene, acomodó su cabeza sobre mi esfínter y empujó sin remordimiento haciendome gemir de placer y dolor.
Me cogió por un rato y luego se detuvo.
Con su mano derecha buscó mi pene y tomandolo con fuerza comenzó a masturbarme.
Me soltó, escupió sonoramente su mano y volvió a tomar mi pingo y pajearlo rápidamente.
Yo enloquecía con esto y la pija gorda de Daniel, sin moverse, seguía dentro mío.
Le dije a Daniel que estaba por acabar y él se detuvo y me empezó a serruchahr nuevamente.
Mi cuerpo se estremecía y casi convulsionaba.
Sólo sentía calor, ardor, y la respiración de Daniel más pesada ahora me avisaba que Daniel iba a acabar dentro mío.
Sentí que su pija se inflamaba más y su grito ahogado me decía que su leche ya me estaba llenando.
Cuando se detuvo , con su pija aún dentro mío me hizo arrodillar apoyando su pecho contra mi espalda y comenzó a pajearme.
En pocos segundo comenzó a sacarme la leche y cuando lo notó comenzó a serruchahrme haciendo sentir mi acabada exponencialmente.
Una vez más relajado y, aún sin sacarme su pija gruesa, me acarició mi abdomen y pecho.
Me pidió que me recostase sobre el piso y él se tiro encima de mí.
Estuvimos así en silencio por 15 minutos sin hablar, y luego su pija se escurrió fuera de mi cuerpo.
Daniel no me dijo nada y yo me levanté y me fui a poner mi ropa en el cambiador.
Cuando regresé ya vestido, Daniel ya se había puesto su slip y pantalón pero su torso auún seguía desnudo.
Me acerqué a él y le dije que me marchaba estirando mi mano para un apretón.
Daniel me jal´´o hacia él y me besó en los labios.
Luego me dijo te espero el jueves a la mañana a la misma hora de siempre.
Y el viernes a la noche y se sonrió.
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