LA CONFESIÓN DE PEDRO LUÑEZ 02
Segunda Parte .
Tras vestirse Pedro y Gabriel, el sacerdote se hincó de rodillas ante Pedro y tomando sus manos mientras le veía fijamente a los ojos le dijo:
Recuerda que aquí, somos Pedro y Gabriel, en la calle y la escuela, somos Pedro Luñez y el Padre Gabriel Tomassoni. Así podremos guardar este secreto. ¿He sido claro Pedrito mío?
Sí Gabriel.
Perfecto, entonces dame un besito en los labios para sellar nuestro secreto.
¡Muack!
Jajajaja… Que hermoso eres mi ángel.
Me gusta mucho verte vestido con la sotana, también me gusta mucho verte vestido con ropa deportiva, pero más me gusta verte desnudo…
Jajajaja… Pero no puedo quitarme la sotana y andar desnudo en la calle…
No, pero es que me gustas mucho.
Y tú a mí, no imaginas cuánto. Ahora vamos, que tu papá y tu mamá deben estar esperando que llegues para que cenes.
¿Tú no vas a cenar con nosotros?
No, aún no es el momento adecuado amore mío. Cuando Dios determine, será. Recuerda lo que vimos en clases…
El tiempo de Dios es perfecto…
¡Excelente! Así que, no hay apuro.
Está bien.
Así salieron ambos de la casa parroquial, subieron al Wolkswagen Escarabajo que conducía el sacerdote y tomaron rumbo a la casa de los Luñez.
Al llegar, sólo la luz del porche estaba encendida, lo cual llamó la atención del Padre Gabriel Tomassoni.
¿Será que salieron? Preguntó intrigado el sacerdote.
¿Qué día es hoy?
Hoy es viernes… ¿Por qué la pregunta?
Pues… Deben estar en el Liceo Militar, buscando a mi hermano que hoy le toca salida.
¿Quieres que te lleve a comer algo y después venimos nuevamente?
¿Y si llegan mis padres?
¿Hay alguna vecina que pueda decirnos algo?
Sí, la señora Figueroa, es la de al lado, ella siempre sabe todo lo que pasa. Dijo Pedro señalando la casa con los labios.
Entonces vamos a preguntar…
Vamos…
Se bajaron del escarabajo y al llegar donde la vecina la vieron fumándose un cigarrillo en el porche de su casa. Al ver a Pedro hizo una señal de desagrado, pero en lo que vió al Padre Gabriel con su sotana, soltó el cigarrillo y se acomodó la bata de encima de la dormilona, ciñendo lo más que pudo esta a su rechoncha cintura.
Bendigame Padre, le dijo al sacerdote agachando la cabeza.
Dios te bendiga hija…
Dígame… ¿En qué le puedo servir?
Yo soy el Padre Ga…
El Padre Gabriel Tomassoni… Sí, lo he visto en la escuela y en la iglesia, dijo la señora Figueroa interrumpiendo al sacerdote.
Exactamente… Yo soy profesor de Pedro y también doy clases de fút…
De fútbol y natación en la casa parroquial para los muchachos de la comunidad, dos de mis nietos van a esas clases, Gustavo e Ignacio. Volvió a interrumpir la señora.
¡Caramba! Está bien informada…
Jajajaja y eso que no salgo mucho de mi casa.
¿De casualidad sabrá dónde están los padres de Pedro?
Helena y Augusto salieron para el hospital, parece que a la hermana de Helena le llegó la hora del parto.
¿A la tía Vera? Preguntó Pedro.
Sí, esa misma…
Padre Gabriel… ¿Y si vamos al hospital?
¡Pedro Aldemar Luñez! ¡Los hospitales no son lugares para niños! Le dijo la señora Figueroa.
Tiene usted razón señora. Entonces vamos a hacer algo Pedro, déjale una nota a tus papás diciéndoles que te voy a llevar a comer algo y después venimos.
Está bien. Gracias señora Figueroa.
Hasta luego Pedrito… ¿Bendición Padre? Dios te bendiga hija mía.
Cuando entraron al escarabajo el Padre Gabriel le dio a Pedro un block de notas y un lápiz, Pedro escribió la nota y se fue a dejarla en la unión del portón del estacionamiento. Cuando estaba llegando al carro del sacerdote vio las luces del Luñezmovil, como le decían al Cadillac desvencijado del papá de Pedro.
¡Llegaron! Dijo Pedro emocionado.
Que bueno, así quedarás de una vez con tu familia. Dijo el Padre Gabriel disimulando su tristeza.
Hola hijo, le dijo la señora Helena a Pedro.
Hola mami…
Ay Padre, que pena que tuviera que estar esperando, pero se nos presentó una situación y tuvimos que salir.
Sí, ya la vecina nos puso al tanto. No se preocupe.
Amor, por favor baja la comida… Le dijo la señora Helena a su marido, oyéndose un escueto «Voy…» Desde el garaje. Que pena, de verdad, por favor Padre, pase y coma con nosotros.
No, no es necesario señora Luñez. Yo como al llegar a la casa. Por cierto, le voy a dar lecciones de italiano a su hijo, si usted está de acuerdo.
Por supuesto que sí, pero venga, vamos a decirle a mi marido. Se va a emocionar mucho cuando lo sepa. Amor, ven para que conozcas al Padre Tomassoni…
¿Padre Tomassoni? Preguntó Agustín, el hermano de Pedro que acababa de llegar en un taxi del liceo militar.
Sí, mucho gusto, Gabriel Tomassoni, soy el nuevo sacerdote de la parroquia y también doy clases en la escuela de Pedro.
¿En San Gerónimo?
Exactamente… ¿Y tu nombre es?
Padre, él es mi hijo Agustín, él estudia en el liceo militar, dijo Helena.
Así que usted es el Padre Gabriel del que tanto habla mi hijo, dijo Augusto acercándose.
Sí señor Luñez, encantado de conocerlos a usted y su hijo.
Amor, el Padre Gabriel le va a dar lecciones de italiano a Pedro en la parroquia.
Interesante… ¿Eso va a generar algún costo?
No, para nada. Yo puedo enseñarle sin cobrar.
Y… ¿Qué días van a ser las lecciones? ¿Eso no va a interferir con las lecciones de la escuela, ni con las prácticas de fútbol y natación? Preguntó el señor Luñez.
Para nada. Incluso, puedo orientar a Pedro en sus deberes de la escuela.
Pues… Si así lo decidió Dios, que así sea, dijo el señor Augusto. Sonriendo mientras detallaba al Padre Gabriel.
Bueno, por ahora, creo oportuno despedirme, ustedes cenarán en familia y yo debo retirarme. Que pasen una excelente noche y que Dios los bendiga a todos.
¡Amén! Dijeron los Luñez y entraron a la casa al tiempo que el Padre Gabriel Tomassoni abordaba su escarabajo para irse nuevamente a la casa parroquial.
Al entrar en casa el señor Augusto Luñez le dijo a su hijo Agustín:
Hijo, por favor, coloca tus cosas en tu habitación y en lo que te desocupes quiero que le des una ayuda a tu madre para servir la comida. Mientras, yo hablaré algunas cosas con tu hermano.
Está bien papá. Dijo Agustín dirigiéndose a su habitación con su mochila llena de ropa por lavar en su mayoría.
Pedro, hijo, ven, que tenemos que conversar, dijo el señor Luñez abriendo la puerta del frente para salir al porche de la casa con su hijo menor.
¿Ocurre algo papi? Preguntó de manera inocente Pedro una vez fuera y sentándose en una de las sillas de junco que tenían en el porche.
No hijo, sólo quiero saber cómo te va en la escuela, con las prácticas de fútbol y natación…
Pues bien, he estado estudiando mucho y avanzado en las prácticas, el próximo mes tenemos un campeonato de fútbol.
Que bien, y… ¿Vas a participar?
Sí, el Padre Gabriel dice que ya estoy listo para competir.
Me alegra saberlo. ¿Y las clases de natación? ¿Has visto algo que debas contarme?
No, nada. ¿Por qué?
No, nada en especial, sólo que se dicen cosas, se rumorea que suceden cosas en esas prácticas.
No papá, no he visto nada.
Pero… Si vieras algo, me lo dirías… ¿Verdad que sí? Mira que Dios siempre te está observando y si encubres pecado alguno, como pecador te condenas.
Sí papá, pero no he visto nada.
¿El Padre no tiene juegos extraños con ustedes? ¿No los toca ni se muestra desnudo?
¡AVE MARÍA PURÍSIMA! No papá… ¡Jamás! El Padre Gabriel es un hombre de Dios.
Está bien hijo, ve a lavarte las manos que ya debe estar la comida sobre la mesa.
Está bien. Dijo Pedro dándole un abrazo a su papá. Recibiendo uno de él.
La cena concurrió en plena normalidad, hablaron de cómo le iba a Agustín, dijeron que María iría a pasar Navidad y Año Nuevo con ellos, que había conocido a un muchacho de buena familia y que quería que lo conocieran. Al terminar de comer recogieron los platos y Agustín se encargó de lavarlos.
Cuando terminó de lavar los platos se acercó a su madre y le dijo:
Mamá… ¿Podemos conversar?
Claro que sí hijo mío. ¿Qué ocurre?
Es respecto a ese Padre… El Padre Tomassoni…
¿Ocurre algo con él?
Pues… En el liceo militar hay un sacerdote que debe tener unos setenta años, es el Director Académico, y… Casualmente, éste, que tendrá unos treinta apenas, lleva exactamente el mismo nombre y apellido…
Jajajaja… ¿Eso te altera? Hijo mío, puede ser casualidad, de hecho, ¿cuántos Pedro Pérez conoces? Montones, ¿verdad que sí?
Pero mamá… Este hombre se debe estar haciendo pasar por el Padre Gabriel Tomassoni que…
¡NI UNA PALABRA MÁS! Vienes llegando. ¿Y ya vas a sembrar intrigas? ¡Vete a rezar a tu habitación! Y pídele a Dios que perdone tus ganas de levantar falsos testimonios.
Está bien mamá. Así Agustín se fue a su habitación y el señor Luñez se acercó a su esposa queriendo saber qué pasaba.
Nada, nada Augusto, sólo que tú hijo cree que el Padre Gabriel es alguien que usurpó la identidad de otro más viejo que es el Director Académico del liceo militar y se llama igual que él.
Pedro, que había estado escuchando les dijo:
Mamá, papá, sí hay otro Padre Gabriel Tomassoni, es el que adoptó a mi profesor cuando era un bebé, y fue quien lo enseñó para que fuera sacerdote.
¿Ves? Le dijo Augusto a Helena abrazándola. Todo tiene su explicación. Ahora anda y habla con Agustín.
Mañana, que pase la noche reflexionando sobre lo que dijo.
Como tú digas amor.
Mientras, en la casa parroquial, ya el Padre Gabriel había llegado y había cenado, después de haber revisado algunos documentos que debía firmar, se retiró a sus aposentos para darse un baño y dormir.
Mientras se duchaba comenzó a recordar el jugueteo que había tenido con Pedro horas antes, y aún cuando el agua estaba bastante fría, no dejaba de sentir una inmensa calentura con las imágenes en su mente de ese niño pequeño y de apariencia tan tierna que hacía poco había dejado en su casa pero a quien antes de llevarlo había tenido en contacto piel con piel, en su misma cama, su olor, su olor a niño inocente, sus manos infantiles e inquietas que no dejaban de jugar con los vellos de su cuerpo, mismas que no lograban cerrar cuando Pedro, por iniciativa propia trataron de abarcar la circunferencia de su verga, lo pequeñas que se veían tocando sus enormes bolas…
Todo esto lo hizo sentir tan caliente que su enorme verga oscura se irguió demandando atención. Así el Padre Gabriel comenzó a acariciar su monumental garrote de carne imaginando que Pedro, su Pedrito, estaba en la ducha con él, lamiendo suavemente sus bolas mientras él se acariciaba los pectorales y descorría rítmicamente el prepucio dejando a la vista un glande bastante grueso de color rojo, con una forma redonda casi perfecta y una uretra bastante ancha de donde no paraba de emanar sus jugos preseminales, mismos que Pedro había llegado a probar y había dicho que le encantaban.
Así siguió el Padre, deleitándose con los recuerdos recientes de lo vivido con su querido Pedro, diciendo su nombre en voz baja, la mano que tenía acariciando su pecho la pasó lenta y sensualmente hacia su espalda, buscando la raja de su culo, y mientras imaginaba que Pedro trataba de engullir su enorme verga morena, imaginó alguien más estaba restregando su cuerpo detrás de él, unos brazos fuertes, masculinos, de músculos grandes, sentía un abdomen plano y marcado que se acoplaba a su espalda, imaginó unos besos en su cuello y orejas, también cómo un pecho producto de intenso entrenamiento en gimnasio se pegaba a sus escápulas y la voz que le susurraba mientras iba llenando su culo con centímetros de verga gruesa y larga que no parecían tener fin que si quería tener algo con su hermanito debía ser suyo primero.
Era la voz de Agustín, a quien imaginó parado frente a él, y aprisionando a Pedro entre los dos, el adolescente y el adulto se fundían en besos y abrazos donde las manos no dejaban un sólo lugar por recorrer. Gabriel imaginaba a Pedro debatiéndose entre la verga de su hermano y la suya, intentando mamar las dos a la vez, pero ya en ese momento Gabriel, aún cuando pudo haber deseado que durara más, sintió un escalofrío que recorrió su cuerpo entero derramando su leche de macho a borbotones, dejando salpicada la pared de la ducha y haciendo un camino blanco hasta el suelo de la misma, al ver esto, las imágenes comenzaron a desvanecerse hasta que desaparecieron por completo.
Si algo le había quedado claro a Gabriel, era que primero tendría que ganar la confianza de Agustín para poder llegar a estar con Pedro de la manera como él deseaba. Pero… ¿Cómo?
Al salir de la ducha, aún no había terminado de secarse cuando escuchó el sonido del teléfono de la casa parroquial, el de la oficina. Miró el reloj y vio que eran las 21h30. ¿Quién será? Se preguntó. Al descolgar el auricular escuchó una voz familiar:
Ciao Gabriel, dobbiamo parlare, può essere adesso? Voglio dire, se non sei troppo occupato per ricevere la mia visita. (Hola Gabriel, debemos hablar, ¿puede ser en este momento? Digo, si no estás muy ocupado como para recibir mi visita.)
Ma ovviamente che non sono molto occupato, inoltre sono felice che tu mi abbia chiamato Padre Gabriel, in questo momento ho bisogno della tua guida e dei tuoi consigli. D’altronde, come non accogliere l’uomo che mi ha donato tutto e mi ha reso tutto ciò che sono. Certo che voglio vederti, papà. (Pero claro que no estoy muy ocupado, también me alegra que me haya llamado Padre Gabriel, en este momento necesito su guía y consejo. Por otro lado, ¿cómo no darle la bienvenida al hombre que me lo dio todo y me hizo quien soy? Por supuesto que quiero verte, papá.)
Ebbene, sono molto felice di sapere che vuoi vedermi, figlio mio, in questo momento è arrivato il taxi per portarmi in canonica. Penso che tra circa venti o venticinque minuti sarò lì. (Pues, me alegra mucho saber que quieres verme hijo mío, ahora mismo llegó el taxi para llevarme a la casa parroquial. creo que en unos veinte a veinticinco minutos estaré ahí.)
Al finalizar la llamada Gabriel se comenzó a vestir apresurado, se colocó un pantalón deportivo un suéter con capucha, y unos zapatos deportivos sin medias, comenzó a organizar algunas cosas, para que su padre no viera el desorden, tendió la cama, colocó café en la cafetera express, encendió la hornilla, calentó algunos biscochos y sacó mantequilla de maní de la despensa, cuando tenía todo listo escuchó un carro detenerse en frente del garaje, que se abría una puerta y se volvía a cerrar. En eso salió a recibir a su padre.
Papá… Bienvenido… Le dijo Gabriel a su padre…
Hola Giacomo, veo que estás muy bien hijo. Así era como le llamaba por su segundo nombre, para no llamarle por el suyo propio.
Ven, pasa, con cuidado.
¡JÁ! No soy ningún anciano. Tengo apenas sesenta y cinco años. Y ni siquiera el bastón utilizo. Así que… Permiso…
Jajajaja está bien papá… Te espero dentro, mientras sirvo el café.
Bien, espero que hayas aprendido a hacer buen café…
Jajajaja… Sí, como a tí te gusta.
¿Negro como alma de pecador, fuerte como la fé de un exorcista y sin endulzar como la verdad que debe ser dicha?
Jajajaja así mismo.
Aaaahhh… Entonces haces spresso… Jajajaja.
Exactamente…
Ya una vez los dos en el interior de la casa parroquial pasaron la oficina, la cual fue rápidamente escaneada por la mirada inquisidora del visitante y pasaron a los aposentos del joven sacerdote, se sentaron en una mesa que había en la cocina y comenzaron a tomar café.
Hummm… En verdad está bien el café hijo.
Me alegra que te guste papá.
Mira Giacomo, hay cosas que debo hablar contigo, y debes estar atento.
Yo también necesito hablar mucho contigo viejo. Te he extrañado como no tienes idea.
Y yo a ti mi tesoro, pero antes, debo decirte algo.
¿Es grave?
No, pero… Uno de los dos tendrá que dejar de usar el Gabriel, porque se ha iniciado una cruzada ya que se corren rumores de una usurpación de identidad de tu parte. Se dice que tú estás usurpándome, y eso es un delito grave, más cuando te has ganado la confianza de padres y demás maestros del colegio y la de los de la parroquia. Y… Creo que deberíamos usar nuestros segundos nombres, yo utilizaría Andrea y tú Giacomo. Esto no significa que debas hacerlo legal, yo tampoco, lamentablemente la arquidiócesis decidió que ambos estuviéramos en el mismo rango de acción, y lo que tendrás que hacer, al igual que yo, es que tus feligreses, estudiantes y demás te traten de Giacomo.
Eso lo puedo hacer. Sin problema.
Excelente, ahora, ¿me dices lo que quieres contarme?
Papá… Creo que me estoy enamorando…
¿Enamorando? ¿De qué me hablas Giacomo?
Pues… Hay alguien muy especial en mi vida papá, sólo que hay un pequeño problema…
¿Pequeño problema?
Sí… Apenas estudia cuarto de primaria y va a hacer la Primera Comunión.
Ay… Hijo… Debes ser muy inteligente, esas cosas no las ve bien la sociedad.
Eso lo sé, por eso necesito que me aconsejes. ¿Cómo hiciste para que NADIE se diera cuenta de lo que pasaba conmigo y con los demás niños del orfanato?
Eran otros tiempos, y estábamos en Italia, afortunadamente no en Roma.
Pero… ¿Me das consejos?
Claro que sí, dijo el Padre Andrea quitándose el alzacuello y desabrochando su sotana.
¿Necesitas ayuda?
Sí, coloca esto donde no se arrugue ni se ensucie. Dijo ya de pie entregándole la sotana, quedando en camisa negra mangas largas y pantalón negro de gabardina.
Si quieres te puedes quitar todo, yo lo coloco en el armario.
Está bien.
En casa de los Luñez, Agustín había estado rezando desde que su madre lo regañó por decir esas cosas terribles del Padre Gabriel Tomassoni, ya un poco más tranquilo se quitó todo el uniforme y lo dobló cuidadosamente encima de la peinadora de su cuarto. Y buscó en su equipaje un pijama y algo con lo cual pudiera salir de su cuarto. Ya que su pijama era un boxer suelto de tela de algodón y una camiseta sin mangas, y andar así era motivo de reprimenda en su casa.
Cuando entró al baño de su habitación se vio en el espejo. Ya no era un niño, ya medía 1,95 metros de estatura ya se tenía que afeitar el rostro frecuentemente porque su barba no dejaba de salirle. Su cuerpo estaba bastante musculoso, sus pectorales se habían ido haciendo poco a poco grandes y voluminosos, se veían potentes, al igual que sus brazos, espalda, glúteos y piernas. Los entrenamientos en el liceo militar de verdad que le habían hecho todo un hombre muy atractivo.
Normalmente Agustín era asediado por mujeres, incluso mucho mayores que él, y ninguna se quejaba de su desempeño en el sexo, de hecho, todas querían más, y siempre volvían por más.
Casadas, solteras, comprometidas, no importaba, todas llegaban a los brazos de Agustín, deseando que sus coños fueran taladrados por esa tremenda verga, que a sus 16 años ya había alcanzado los 22 centímetros de largo y tan gruesa como una lata de Coca-Cola; brotada de venas gruesas, coronada por un glande grueso y carnoso en forma de fresa y de un color rojo intenso que al descorrer el prepucio siempre estaba empapado de presemen, lo cual lo hacía siempre ver brillante y apetecible.
Incluso, en fiestas del ejército, llegó a tener sexo con esposas de Generales, Coroneles, Capitanes…
La que quisiera estar con él, la complacía, y vaya si sabía cómo hacerlo, porque todas y cada una de ellas le decían que le diera clases a sus respectivos esposos sobre cómo ser buenos amantes.
Por supuesto, nada de esto era tema de conversación familiar, menos con su papá, eso era impensable.
Agustín siguió contemplado su cuerpo, flexionando sus músculos frente al espejo, y comenzó a calentarse con su propia imagen reflejada. Su verga se erguía como si tuviera vida propia, su glande se descubrió por sí solo y Agustín recordó que hacía más de una semana desde que había tenido sexo, necesitaba descargar sus grandes y peludas bolas, así que escupió tres veces en la palma de su mano izquierda y comenzó a masajear su mayor orgullo, su gran verga que tanto placer le había dado hasta el momento, recordando todas y cada una de sus amantes…
Pero de pronto se preguntó si el Padre Gabriel Tomassoni tendría tan buen cuerpo como él debajo de esa sotana, y sin querer, fue cambiando sus recuerdos e imaginando que el Padre entraba al baño y comenzaba a desnudarse detrás de él, se veían sólo por el reflejo, imaginó un cuerpo muy bien trabajado, ya que los pectorales del Padre Gabriel eran difíciles de disimular bajo la sotana, se imaginó un abdomen bastante marcado, intercambiaban miradas de complicidad en el reflejo del espejo, veía como si el sacerdote se mordiera el labio inferior mirando fijamente su verga, resumante de presemen, como queriendo saborear ese néctar.
En medio de todo esto, Agustín aceleró la paja acabando como nunca pensó que era capaz de hacerlo, contó catorce disparos de su espesa leche caliente sobre el agua del excusado. Al caer en cuenta de lo que había hecho, descargó el agua y se metió a la ducha, estrujando su cuerpo como si se sintiera inmundo, esos deseos no eran suyos, esos impulsos no eran agradables a Dios, eso no era lo que había aprendido leyendo la Biblia.
Luego de bañarse se secó bien, se colocó su pijama y se acostó a dormir. No podía ser que hubiera tenido esos deseos y debía buscar ayuda… Pero… ¿Quién?
Al otro lado de su habitación, su hermano menor estaba rezando:
Diosito, por favor, no permitas que mi hermano siga rechazando al Padre Gabriel, él es maravilloso, yo lo quiero mucho, y él me quiere a mi, por favor, permite que mi hermano lo conozca como lo conozco yo, y que también lo quiera como lo quiero yo. Amén.
Una vez dichas sus plegarias, Pedro se acostó usando su pijama de algodón y mangas largas, quedándose dormido al poco tiempo.
Mientras, en la habitación de los padres de Pedro, tenían una conversación mientras se preparaban para dormir.
Helena, hay algo extraño en ese sacerdote…
¿Extraño dices? ¿De qué hablas Augusto? Dijo Helena haciendo una pausa mientras se cepillaba los dientes.
No sé… No parece un sacerdote… Parece que fuera de esos que viven levantado pesas en los gimnasios, incluso, parece de esos que salen en las portadas de revistas de deporte.
Jajajaja… ¿Lo dices por su cuerpo? Deberías ir a llevar a Pedrito a las prácticas de fútbol y natación entonces. Dijo Helena cerrando el grifo del lavamanos y dirigiéndose a la habitación después de secarse para meterse en la cama junto a su marido.
¿LO HAS VISTO EN SHORTS DEPORTIVOS Y CAMISETAS?
Shhhh… Baja la voz Augusto. ¿Estás celoso? Jajajaja… Sí, digamos que ese es su uniforme de entrenador. Pero no se ve nada mal.
¿De qué hablas?
Me recuerda mucho a ti cuando te conocí, esta barriguita no estaba, en su lugar había unos cuadritos muy sexy, tu pecho era más fuerte y te veías más imponente, además de… Uffff… Esto no ha cambiado, bueno sí, se ha puesto mejor con el tiempo… Dijo Helena agarrando la verga de su marido que empezaba a erectarse gracias a las caricias que le daba su mujer.
Uffff Helena… Amoooor… Uffff… Me vuelves loco cuando haces eso… Decía Augusto sintiendo cómo Helena se iba engullendo su dura verga, misma que había heredado su hijo Agustín, la diferencia era que la de Augusto era más larga por tres centímetros, pero del resto eran idénticas.
Uffff… Me vas a hacer acabar amorcito mío…
Aún no, quiero que me la metas por detrás… Y que me hales del cabello… Quiero ser tu puta, tu perra…
¿Eso es lo que quieres puta? ¿Quieres que tu macho te domine? ¿Eso quieres? Dijo Augusto colocando a su mujer en cuatro patas sobre la cama de cara al espejo.
¿Así? ¿Así es como te gusta puta inmunda? ¿Ah? Dime… ¿A quién te imaginas ésta vez? ¿A Agustín? ¿Otra vez quieres que él sea quien te coja? ¿O ya sientes deseos por Pedro? Habla perra… ¿Quién es tu obsesión esta noche?
Ahhhhh… Ahhh… El Padre Gabriel Tomassoni… Aaaaaahh… Quiero que me coja… Aaaah…
Aaaah… ¿Siiiiii? Yo sabía que te gustaba ese curita… PUTA… eres una zorrita… Uffff… ¿Y quieres que te de así de duro?
Ahhh… Sí, por favor… Mientras me pones a mamar tu verga… Ahhhhh…
¿Eso quieres? ¿Un trío? Jajajaja… Que delicia de puta tengo… Toma verga, perra… ¿Quién es tu macho? ¿Quién? Decía Augusto jalando a Helena del cabello con fuerza.
Ahhhhh… Tú… Tú eres mi macho… Ohhhh… Me vengo… Ohhhh…
Yo también… Ahhhhh… Uffff… Maldita puta… Toma leche… Perra… Aaaaaahh…
Así ambos quedaron exhaustos después de esos orgasmos tan intensos. Luego, estando uno al lado del otro en la cama, Augusto encendió un cigarrillo y se lo pasó a Helena, luego encendió uno para él.
¿En verdad quieres que hagamos un trío con el cura? Le preguntó Augusto después de algunos segundos de silencio.
¿Por qué no?
No sé, no creo que acepte.
Jajaja… Siempre la hemos pasado bien con los sacerdotes.
Tienes razón. Salvo aquel, el español…
¿Facundo? Jajajaja… Pues tú te perdiste de recibir su verga en el culo… Lo que no te pasó con Angelo, que esa sí la disfrutaste mientras me dabas verga a mi.
Sí, pero Facundo la tenía pequeña, apenas unos doce centímetros…
Bueno, pero esta vez, si se dá la oportunidad con el Padre Gabriel Tomassoni, no vas a venir a decir que no a nada, ¿estamos?
Jajajaja… Todo por complacer a mi Jezabel lujuriosa… Jajajaja…
Jajajaja… Ven, vamos a darnos una ducha y a dormir mi Calígula.
Jajajaja… Vamos pues…
En la casa parroquial, el Padre Andrea estaba sólo usando un boxer suelto de tela de algodón blanca, dejando ver un fuerte cuerpo maduro, aún en buena forma.
Sus grandes y brillantes ojos azul intenso aún no perdían la chispa y el encanto de su juventud.
Sus pómulos marcados, su hermosa nariz recta y perfilada, sus labios gruesos y perfectamente delineados, su mandíbula cuadrada, su cuello grueso y fuerte, enmarcado por unos grandes y firmes trapecios, que terminaban sobre unos grandes hombros, entre los cuales se encontraban unos grandes y carnosos pectorales lampiños, coronados por unas aureolas sonrosadas de casi media pulgada de donde asomaban unos pezones diminutos, su abdomen, ya no tan plano, pero aún marcado, igualmente lampiño, con una hilera de vellos castaño claro que nacía en el ombligo y se perdía en su entrepierna, donde un denso matorral de vellos hacían marco a una verga gruesa, no tan larga como la de Giacomo, pero sí igual de gruesa y muy cabezona, completamente circuncisa. Con unas enormes bolas que podrían fácilmente compararse con una pera madura y jugosa grande. A diferencia de su hijo, que se asemejaban más a una pelota de softball, las del padre ya colgaban más, y eran más pesadas. Al igual que el resto de su cuerpo, estas eran también lampiñas y tersas.
Sus piernas, al igual que sus brazos demostraban que en un pasado hubo entrenamiento intenso en gimnasio, ya que aún conservaban su definición, sus nalgas, grandes y potentes, aún desafiaban la gravedad debido al entrenamiento de fútbol que tuvo en su juventud, y al que aún asiste, no tan regularmente como quisiera, en el liceo militar.
Ya su sotana había sido meticulosamente colgada y metida en el armario, atrás habían quedado las tazas de café vacías sobre la mesa de la cocina y esta vez, padre e hijo estaban junto a la cama poco a poco le quitó el suéter con capucha a su hijo, quien se había quitado las zapatillas deportivas, luego procedió a quitarle el pantalón deportivo que cargaba, e hincado de rodillas ante él, tomó la verga morena de Gabriel Giacomo entre sus manos y comenzó a darle una mamada.
Uffff papá… Que bien se siente… Ahhhhh… Me encanta como mamas il mio cazzo… Uffff… Decía el joven sacerdote mientras el mayor se metía hasta el fondo de su garganta la gran anaconda morena de su hijo.
Luego, padre e hijo se acostaron sobre la cama y quedando el hijo boca arriba con su gran mástil de carne apuntando al techo, el padre se fue clavando, poco a poco cada centímetro de ése monumento de verga de su amado hijo en su maduro culo sin dejar de mirarse a los ojos y gimiendo sin parar a cada centímetro que iba entrando y abriendo el culo del mayor.
Una vez que estuvo hasta el último milímetro dentro, el Padre Andrea se quedó quieto, esperando a que se acostumbrara su culo a semejante invasión. Ya cuando se sintió más tranquilo, comenzó a moverse de arriba hacia abajo, haciendo que la verga de Giacomo recorriera todo su culo por dentro…
Ahhhhh… Ahhhhh…
Era lo que se escuchaba en los aposentos de Giacomo mientras su papá, ensartado con su enorme verga, lo iba cogiendo con el culo…
Me encanta como me coges viejo… Eres el mejor… Ahhhhh… Tu culo es perfecto… Ooooohhh… Que delicia…
Padre e hijo se besaban y se entregaban mutuamente, se abrazaban y se acariciaban como sólo dos machos que se entregan con amor y pasión saben hacerlo.
Siente mi amor papá, siente cómo estoy a punto de llenarte de todo mi amor… ¡AAAAAAHH!… ¡PAPÁAAAA!… ¡AAAAAAHH! ¡DIOSSSSS…! Decía el joven sacerdote explotando en las entrañas de su padre, su mentor, el hombre que más admiración le hacía sentir.
Sin dejarlo reponerse, el Padre Andrea le dijo:
Ahora te toca a ti mi amor. Dale ese culazzo a tu padre.
Sin pensar dos veces, Giacomo se colocó en cuatro patas delante de su padre, y en seguida sintió cómo se iba expandiendo su esfínter para darle paso a la enorme cabeza de la verga de su padre. Ya la parte más dolorosa había pasado, y sin esperar un sólo segundo, Andrea comenzó a meter y sacar su verga del culo perfecto de su hijo.
Ahhhhh… Hijo… Ahhhhh… Moría de ganas por cogerte… Aaaaaahh…
Así papá… Dame más duro, cógeme…
Recibe toda mi fuerza hijo… Aaaaaahh… Que culoooo… ¡AAAAAAHH…! ¡ME ENCANTAAAA!
El Padre Andrea daba nalgadas al Padre Giacomo dejando sus manos talladas en las velludas y voluminosas nalgas de su hijo, quien no paraba de gemir y disfrutar cada palmada.
Ahhhhh… Ahhhhh… Gemían los dos machos en celo que estaban sobre esa cama.
¡AHHHHH…! ¡AAAAAAHH…! ¡HIJOOOO…! ¡AHÍ TE VAAAAA…! ¡AAAAAAHH…! ¡UFFFF…! ¡MI LECHEEEEE…! ¡AAAAAAHH…!
Al terminar de vaciar sus bolas dentro de su hijo, Andrea sacó su verga del culo perfecto de Giacomo y en un sesenta y nueve cada uno comenzó a lamer la verga y el culo del otro hasta que no quedó rastro de nada.
Una vez terminaron, Andrea le dijo a Giacomo:
Por favor, saca la cigarrera que tengo en el bolsillo derecho de la sotana, y vamos a la cocina.
Así hicieron, e improvisando un cenicero con una taza en la que Giacomo vertió un poco de agua, se sentaron a la mesa, desnudos como estaban, a fumar.
Uffff… Hacía tiempo no tenía tanto placer papá.
Jajajaja… Pues ya vendré más frecuentemente para que cojamos hijo… Ahora sí, dime. ¿Qué pretendes hacer con este muchacho del que me hablaste?
Papá… Lo estoy amando como no tienes idea… Quiero que sea mío, quiero ser su hombre, su compañero, quiero ser su todo y que él se sienta igual.
Giacomo, hijo, es apenas un niño de 10 años. No puedes tener una relación de esa magnitud con un niño. ¿Estarías dispuesto a irte con él cuando cumpla la mayoría de edad? Yo puedo arreglar todo eso, pero debes esperar a que sea mayor de edad.
Papá… Quiero ser su primer hombre, el que se quede con su virginidad.
Está bien, eso puedes hacerlo, pero debes ser muy inteligente y cauteloso. Bajo ninguna circunstancia debe saberse lo que haces con él. ¿Está claro eso? Yo te puedo enseñar a cómo hacerlo sin ser descubierto. No por nada he hecho eso que quieres hacer mucho más tiempo que tú, incluso desde antes de entrar al seminario. Jajajaja…
Jajajaja… Eres un viejo zorro, por eso te amo papá.
Bueno, ahora vamos a hacer algo para comer, que tengo mucha hambre, el sexo me abre el apetito enormemente. Después, si quieres, podemos seguir cogiendo… Jajajaja.
Jajajaja… Excelente, pero… ¿Y si vamos por unas hamburguesas? Conozco un lugar donde las preparan excelente.
Pero son las 23h40… ¿dónde vamos a encontrar un sitio abierto?
Vamos, yo sé dónde…
Pero me prestas ropa, no pienso ir en sotana… Jajajaja.
Ambos se vistieron con jeans y camisas mangas largas, el Padre Gabriel Andrea escogió una camisa de cuadros blancos y azules y el Padre Gabriel Giacomo una de cuadros negros y rojos, ambos con zapatos deportivos, se montaron en el escarabajo y fueron a comerse las hamburguesas.
Si quieren, pueden escribir directamente a mi Telegram @eadepaceb, para sus comentarios, y también si desean que cuente sus historias.
gran relato con ganas de leer la siguiente parte