LA DISTRIBUIDORA. (1).
Trabajando en la casa del dueño de la distribuidora descubro a una madre calentona y a un nene con ganas de verga..
Tal como casi todos mis escritos, se mezclan las Categorías, aquí es Gays y también Heterosexual. Gracias.
Recién había cumplido los 18, era hijo único, pero no precisamente un mimado en la casa, no había estudiado en el Secundario a la edad normal (abandoné después de reprobar el año) y mi viejo un laburante con dos trabajos para mantener a su familia, apoyado por la vieja que también trabajaba ayudando a cuidar a una anciana de una familia más pudiente, me había dado el ultimátum a los 14…
- Sergio, en esta casa, si no se estudia hay que salir a ganarse el pan, te puedo dar el lugar para dormir, la comida y la ropa básica, tendrás que ayudar con el mantenimiento de la limpieza y guay de que tu habitación se convierta en un chiquero o un basural, además olvidate de recibir algún dinero para gastos de salidas o caprichos.
Lo tenía más que claro, no había modo de transigir con él y había llegado a un acuerdo para comenzar a estudiar en el Secundario nocturno, pero para eso me exigían tener 18 y un trabajo seguro. Hasta ese momento me había arreglado haciendo algunos trabajos (changas), repartiendo encargos con la bicicleta, vendiendo helados de forma ambulante, oficiando de aprendiz en el taller mecánico o haciendo la limpieza de los pisos y los vestuarios en el gimnasio. Mi viejo no me pedía que compartiera las ganancias en la casa y no me faltaban las zapatillas buenas, el jeans de moda o el celular con Internet y buena cámara.
Sabiendo cómo era mi viejo, más derecho que palo de palmera y también por motus propio porque no me gustaba meterme en líos, obviaba de frecuentar a los “mal mirados” del barrio, conocer los conocía a todos, pero yo no los jodía y ellos, debido a un altercado feo con uno de los “jefezuelos” de la bandita, un, ahora ex amigo, al que conocía desde la escuela primaria, que resultó con la quijada y la nariz rota, no se metían conmigo.
Esto también porque había heredado el cuerpazo de mi viejo, ya a los 14 años medía casi un metro con ochenta, ahora estoy en el metro ochenta y cinco y soy de los que llaman “un alemán grandote”, rubio, de rostro marcadamente masculino, ojos azules y una musculatura “grossa” y pareja que desarrollé en el gimnasio pues el dueño me dejaba usarlo sin pagar la mensualidad.
No había cultivado amistades y no era algo que me quitara el sueño, los conocidos de la niñez o andaban de vagos y “mal mirados” por todos o estudiaban y tenían su propio círculo que no frecuentaba porque me sentía como “sapo de otro pozo”. Me daba con todos, era simpático, tenían buen hablar y aunque las mujeres me gustaban todas, mis preferencias eran las “mayores de 30”, para los chicos de mi edad, “veteranas”.
Los “rebusques” los tenía en la ciudad vecina, principalmente con una mujer casada que me enseñó mucho desde los 16 años en que me desvirgó y que me llamaba para que fuera a verla cuando el marido se iba a pescar o se escapaba de fin de semana con la secretaria pensando que la mujer no lo sabía. Ella tenía unos 35 años y se tomó muy en serio sus enseñanzas para lograr tener un amante que la llenara por todos lados y aguantara todo lo que pudiera hasta quedar totalmente satisfecha.
Tuve otra ventaja con esta mujer, era Docente, Profesora de Lengua, me mandaba a leer distintos libros que me prestaba y luego me hacía comentarlos, lo que primero me pareció un sacrificio pueril para poder estar y disfrutar de la cama con ella, me terminó gustando y se me hizo un tanto imprescindible la lectura, parecía aislarme de todos cuando tenía la oportunidad de leer.
Como todo joven de 16 o 17 años, tenía las hormonas aceleradas y más de una vez frecuenté boliches bailables donde se me permitía la entrada porque siempre parecía ser mayor, conseguí un par de veces salir con chicas de ese lugar y resultaron un fiasco, tenía que hacer todo yo, no colaboraban en la cogida como sí lo hacía una “veterana” y aparecían otros dramas al momento de querer “ponerla”.
Desde mi punto de vista, mi pija era normal, mis manos la conocían bien cuando me quedaba solo en mi casa y me ponía a ver porno en el celular o en la compu. A ellas, a las chicas, al principio, les encantaba, pero no se bancaban un “rapidito” con una pija de 21 cm de largo por casi 6 cm de ancho, “que es muy grande, que si estaba loco, que no me va a entrar, que me vas a abrir toda, que si querés sólo te la chupo y otros etcéteras”. Por eso, ni novia tenía, tampoco me importaba no tenerla, siempre aparecía una mujer mejor puesta y deseosa de verga, preferentemente casada porque sabían lo que querían y eran las que menos remilgos ponían.
Debido a que para poder estudiar tenía que conseguir un trabajo “en blanco”, me presenté, recomendado por un vecino, ante el dueño de la nueva Distribuidora de bebidas gaseosas. Allí se recibían los cajones de bebidas directamente de las fábricas y luego se repartían a los distintos comercios acorde a los pedidos previamente realizados. El hombre, un poco más bajo que yo, bastante gritón y tirando a gordito había puesto la Distribuidora en un terreno aledaño a su propia casa y parecía estar todo conectado sin verjas ni rejas de separación.
En el depósito propiamente dicho trabajaba una secretaria, una chica gordita de 23 años (Julia) que resultó ser una pariente indirecta del dueño, tres conductores de los camiones de reparto que solían estar poco allí porque se la pasaban trabajando en la calle, les cargaban los camiones con la mercadería y salían de inmediato a repartir, un muchacho de 16 años (Alfredo) que era quien realizaba las cargas con los pallets cargado de cajones, Juan que era el dueño y yo que había sido contratado para todo servicio dentro de la Distribuidora.
“Sergio, barré el depósito”, “Sergio, cambiá los tubos que están quemados”, “Sergio, acomodá los cajones vacíos en aquel rincón”, “Sergio, se tapó el desagüe”, “Sergio, fijate que pierde agua la canilla en el baño de hombres” … Era de lunes a viernes en doble turno con una hora para comer y trabajo no faltaba, nunca puse mala cara por esto, al contrario, cobraba un buen sueldo y me llevaba bien con todos.
En la casa estaba siempre la mujer (Ruth) que tendría unos 30 años, medía casi un metro con setenta y no colaboraba en el negocio o con el trabajo del marido, yo la había visto sólo un par de veces, era rubia teñida y cuando la vi vestía unos jeans elastizados que hacían saber de un culo más que llamativo y una remera ajustada que marcaba un hermoso par de tetas, pero, poca bola con todos los empleados, ni hablaba con nosotros.
La familia se completaba con sus dos hijos, una nena (Azul) de unos 10 años que nunca aparecía por la Distribuidora y un nene (Cristian) de unos 9 años que solía estar metido en todo preguntando si podía ayudar en algo, hasta que el padre le pegaba cuatro gritos de malos modos y lo mandaba a la casa. Los dos tenían el cabello castaño claro y usaban flequillo, ambos eran “rellenitos” sin llegar a ser gordos ni obesos y se notaba que eran hermanos, bien mirados, eran de físicos similares y las diferencias sólo se dejaban ver en el largo del cabello.
Hacía unos quince días que trabajaba allí, eran como la una de la tarde y me encontraba barriendo el depósito cuando salió Ruth de la casa, un tanto desencajada y toda mojada en el frente de su cuerpo llamando a los gritos a su marido, tenía puesto un mini short cortito tipo slip, que dejaba ver un par de muslos apetecibles y una remera blanca que se traslucía por el agua demostrando que esas tetas no necesitaban de sostén. No pude evitar mirárselas y ella se dio cuenta, pero no hizo ningún tipo de alusión.
El tipo, evidentemente inútil para las cosas de la casa me preguntó a mí si lo podía ayudar. Había reventado un caño en la pared del baño, los chorritos de agua pasaban por la junta removida de las cerámicas y no sólo habían mojado a la mujer cuando pretendió pararlos con la mano, sino que había dejado una mancha inmensa en la pared del living, desde la mitad hasta el piso.
Entramos los tres a la casa y cuando vi el problema me dirigí directamente a la mujer preguntándole por la llave de paso, me mostró dónde estaba, la cerré y dejó de salir el agua. Mi viejo me había enseñado algunos secretos del trabajo de plomería y cuando Juan me preguntó que se debía hacer ahora, le contesté usando un tono de “entendido”
- El problema es que ahora se van a tener que quedar sin agua, hay que romper la pared del living para arreglar el caño, se podrían romper las cerámicas del baño, pero nadie asegura que se consigan las mismas y se va a notar el arreglo, siempre es preferible no tocar las cerámicas ya puestas.
- ¿Qué vamos a hacer con esto?, no podemos quedarnos sin agua, hay que llamar a alguien urgente, ¿usted conoce a alguien?, -me preguntó la mujer-.
- Para que venga de urgencia no conozco a nadie y si viene alguno, con el verso de que está matriculado, le va a salir un ojo de la cara, eso sí lo puede arreglar porque primero tiene que romper para ubicar el caño roto y ruegue para que éste no sea de plomo, después hay que ir a la ferretería, comprar un empalme, unificar los caños y recién mañana, si ya no hay pérdidas volver a cerrar el hueco de la pared.
- Usted parece saber cómo se hace, ¿no se anima a hacerlo?, me dice cuanto sale y yo le pagaría aparte, -me dijo Juan-.
- Sé cómo se hace el trabajo y no quiero que se queden sin agua, pero habría que apurarse con la rotura de la pared y ver lo que falta porque nos va a cerrar la ferretería y es lo mismo que nada.
- Bueno, dígame que hay que comprar y voy ya mismo.
- ¿Vos no entendés o estás practicando para tonto, no escuchaste que te dijo que primero hay que romper para saber que se necesita?, -expresó la mujer de malos modos dirigiéndose al marido-.
- Yo no entiendo nada de esto, arreglate vos con él, por favor Sergio, haga lo que tenga que hacer, -me dijo y se fue al depósito dejándome con la mujer-.
Se notaba que la mujer estaba furiosa con el marido, se sentó en uno de los apoyabrazos del sofá y se masajeó las sienes con los dedos índice y medio de las manos, estaba a punto de explotar…
- Quédese tranquila señora, le prometo que hoy, sí o sí, le soluciono el problema del agua.
- Ruth, llamame Ruth, no me hagas más vieja de lo que soy.
- Yo soy Sergio y en todo caso sería una “vieja” bellísima Ruth, yo me voy un rato a mi casa a buscar unas herramientas para comenzar con esto y usted podría aprovechar para cambiarse la remera, es muy agradable de ver, pero se puede enfermar así, toda mojada y con el aire acondicionado prendido.
Rápidamente tomó conciencia de sus tetas que se transparentaban y de sus pezones erectos por el fresco del aire, pero en lugar de taparse pareció sacar pecho y me dijo que me esperaba. Mi viejo tenía todas las herramientas necesarias, metí en un bolso chico un par de cortafierros afilados, una masa de un kilo, dos empalmes de caños de distintas medidas, una sierra chica, cintas de teflón, un tubito de sellador de caños de plástico, un par de herramientas para ajustar los empalmes y volví para la Distribuidora, no tardé mucho y cuando entré en la casa Ruth tenía puesta una remera de color rosa que también marcaba sus tetas erguidas, “está bien así”, -preguntó pícara y yo le levanté el pulgar-.
Los chicos aún no habían llegado, tenían doble escolaridad y llegaban cerca de las cuatro de la tarde, yo no quise insistir en pavonear con Ruth y después de retirar un par de muebles y unos adornos, me enfrasqué en el trabajo. Le pedí que no se quedara allí tragando polvo y una manta o sábana vieja para que los escombros no cayeran directamente al piso, me alcanzó lo que pedí y de pasó tapó un par de muebles con sábanas para evitar el polvillo, me hizo transpirar cuando hizo esto porque se estiró sobre una mesa larga y me dejó apreciar parte de sus nalgas que sobresalían del shorcito de jeans.
El aire acondicionado no funcionaba bien, me fijé que estaba a 22° y no tiraba aire fresco como debía, afuera estaba sofocante, no corría nada de aire, por consiguiente, yo transpiraba hasta por los ojos mojando la camisa celeste de mangas cortas que tenía puesta. En ese momento ingresó Ruth al living seguida de sus hijos, los dos me saludaron y la madre hizo referencia a que tenía la camisa empapada y ni siquiera había agua para refrescarme, se fue y regresó con un vaso lleno de bebida gaseosa preguntándome si no me quería sacar la camisa, afirmando que ella no tenía problemas.
- Usted no pero no quiero tener problemas con su marido, si anduviese bien el aire acondicionado todo estaría mejor.
- Ya le dije a Juan que no tira nada de frio, pero el cabeza dura no me lleva el apunte y si lo sacás del negocio es un inútil.
- Debe tener todos los filtros tapados, si le arreglo el problema del agua se los limpio con agua y jabón.
- ¿Eso también sabés hacer?, ¿hay alguna cosa que no sepas hacer?
- Hasta ahora, todo lo que hice no mereció ninguna queja, todas, perdón… todos quedaron conformes.
- Me parece que, si seguís así, voy a ser yo quien te exija que te saques la camisa…
Hubo que cortar la conversación porque entró el marido, para ver cómo estaba llevando el trabajo y se sorprendió de verme todo transpirado…
- Mirá como está este muchacho, ese aire no tira nada, dale una toalla para que se seque, -le dijo a la mujer que enseguida le respondió-.
- Ya le dije que se saque la camisa, pero no quiere que vos te molestes, además me dijo que sabe cómo arreglar el aire, apenas nos dé el agua lo arregla.
- No se haga problemas por la camisa, ¿es verdad que sabe arreglar el aire?, todo esto me va a salir una fortuna, ¿ya sabe cuánto me saldrá lo del agua?…
- Yo sé cuánto le puede cobrar un plomero, usted pregunte y después me da lo que estime correcto, tampoco es necesario ir a la ferretería, creo que en casa tengo lo que puede necesitar.
- Bueno, si es así, arregle el aire también.
Se fueron los dos y me quedé con el nene que se había puesto un pantaloncito ajustado que, al igual que a la madre le dejaba parte de las nalguitas afuera y me comenzó a hablar.
- Yo me llamo Cristian, pero todos me dicen Cris, vos tenés unos brazos enormes de luchador, ¿sabés levantar pesas y luchar?
- Hola Cris, yo me llamo Sergio y me dicen Sergio, si, a veces levanto pesas y sé luchar.
- Yo estoy por cumplir 10 años y me gusta jugar a las luchitas, con mis compañeritos no puedo porque no saben, antes jugaba a las luchitas con un primo que ahora tiene 13 años, pero mi mamá se enojó con él y no lo dejó venir más.
- Seguro que fue porque era más grande y podía lastimarte.
- No, no era por eso, siempre me ganaba y a mí me gustaba que me ganara porque tenía que pagar las prendas.
El modo y el tono en que me lo dijo, aun pareciendo inocente, me generó un “toquecito” de alerta, nunca me había percatado, no me pasaba por la cabeza, pero me sonó un tanto “amanerada” su forma de expresarse, a eso le sumé que el culo y las tetas de la madre me habían dado vueltas en la cabeza desde temprano y todo se trasladó a un leve “sobresalto” en mi entrepierna, de inmediato quise saber más…
- ¿Por qué se enojó tu mamá si era un juego y a vos te gustaba pagar las prendas?, ¿qué lío hicieron, rompieron algo?
- No, lo que pasa es que… pero eso no se puede contar porque es un secreto.
- Ahh, bueno, entonces si no me podés contar no podemos ser amigos y yo tampoco te puedo contar sobre las tomas de lucha que conozco o si hago pesas.
- Es que yo quiero que me cuentes y me enseñes, bueno te voy a contar, pero no le digas nada a mi mamá ni a nadie.
Yo seguía con mis golpes en la pared, pero estaba atento a lo que Cris me podría contar, atento y semi empalmado porque comencé a imaginarme que el primo le había hecho algo sexual y la madre los había descubierto. No tenía experiencias en esto, pero ya en el último año del colegio primario se comentaba que algunos de mis compañeros, en los recreos y en los baños, se lo cogían y se hacían chupar la pija por un nenito de tercer grado, nunca participé, pero eran las épocas de las primeras “pajas” y siempre me quedó eso rondando en la cabeza.
Ya había encontrado el caño roto, no me costó tanto ubicar el lugar y estaba rompiendo la pared a lo largo del mismo, hacia arriba y hacia abajo, para hacerme lugar y poder cortar y empalmar el caño. El nene se acercó un poco más a mí y bajó la voz para contarme, pero en ese momento volvió a entrar la madre al living y se apartó disimulando como si mirara donde yo rompía…
- Sergio, ¿todavía no te sacaste la camisa?, dámela que le doy una enjuagada y la pongo al sol, así no te vas con la camisa toda mojada.
- Todavía me falta un rato largo, recién llegué al caño, tengo que ir de a poco para descubrirlo y no romper más de lo debido ni golpear el caño, es de plástico así que va a ser más sencillo arreglarlo.
Como fuere, no la iba a dejar con las ganas de mirar el cuerpo que se imaginaba, creí que venía a eso y la mirada la denunciaba, por eso me saqué la camisa como en cámara lenta y se la extendí. A su vista y a la de Cris quedaron los músculos bien marcados, aunque sin exagerar, en pectorales, abdominales, bíceps y brazos, todo producto del trabajo de gimnasio. No hizo comentarios, pero me miró de arriba abajo y de una manera apreciativa por la que costaba hacerse el tonto, en eso intervino el nene…
- Mami, Sergio me contó que hace lucha y levanta pesas.
- ¿Sos luchador Sergio?, por el físico parecería que sí.
- No, suelo ir a un gimnasio donde se lucha y me gusta hacer algunas series de pesas para tonificar y mantener lo logrado, ni siquiera es por deporte.
- Eso me vendría bien a mí, hacer un poco de gimnasia para que no se caiga todo esto, -dijo bajando sus manos por el frente de su cuerpo-, el problema es “el celoso”, jajaja.
- Por lo que se ve, no es mucho lo que usted necesita y lo puede hacer en la casa, un par de indicaciones y perseverancia sería suficiente.
- Vos tendrías que hacer de personal-training y dar clases, tengo un montón de amigas que podrían ser tus alumnas.
- Eso es algo que siempre me interesó, pero, yo dejó de trabajar acá a las 17 horas, tendría que ser de 18 a 20 horas y en domicilios no tan alejados, igual ahora lo que me interesa es terminar esto.
- Bueno, te prometo que voy a pensar en eso y le buscaré la vuelta, Cris, no lo molestes a Sergio, si te jode sacalo corriendo.
Se fue llevándose la camisa y me dejó nuevamente con el chico, fue demasiado evidente que no se privó de echar una mirada al bulto de mi entrepierna. El nene esperó que su madre cerrara la puerta y se volvió a acercar para hablarme en voz baja…
- ¿Querés que te cuente por qué se enojó mi mamá con mi primo y conmigo?
- Ahh, cierto que me ibas a contar, dale contame mientras arreglo esto y después, cuando podamos, te enseño unas tomas de lucha libre.
- Sí, estaría buenísimo, dale… bueno, te cuento, nosotros jugábamos a las luchas en mi habitación y mi primo siempre me hacía una toma, así ves, me agarraba del cuello desde atrás y me hacía caer sobre la cama tirándose arriba de mi cuerpo, siempre me hacía rendir porque pesaba más, pero a mí me gustaba.
- ¿Por qué te gustaba si siempre te ganaba?, dale contame en confianza…
- Ufff, porque, porque… se le ponía el pito duro y lo apretaba en mi cola, después porque las prendas eran dos, una era agarrarle el pito y mover la mano hasta que temblaba y otra era dejarlo que me apretara mi culito y jugara con los dedos en el agujerito, pero un día entró mi mamá en el cuarto, yo me había sacado el calzoncillo y ahí fue cuando se enojó y lo echó, después me pidió que no se lo contara a nadie, que si se enteraba de algo más me molía a palos y me internaba en un colegio.
Lo contó con cierta vergüenza, pero con toda naturalidad y yo casi me rebano el dedo con la sierra con que cortaba el pedazo de caño, tuve que apelar a bastante fuerza de voluntad para salvar mi dedo y para evitar que la erección repentina no se notara demasiado. El nene era un putito en ciernes con ganas de “recibirse” y no tardarían en “embocarlo”. Yo me “peleaba” con la rosca del empalme que se juntaba con mis hormonas desbocadas y pregunté un poco más…
- Decime la verdad, ¿alguna vez tu primo te metió algo por el agujerito de la cola?
- Sí, me metió la punta de un dedo y la vez que me quiso meter el pito fue cuando nos descubrió mi mamá y no pudo, pero es secreto, no se lo vayas a contar a ella porque me va a pegar.
- Te prometo que no le voy a contar nada, pero vos acercate un poquito que quiero ver porqué a tu primo le gustaba tu cola… -No me pude aguantar, quería tocársela, sentirla, no tardó en acercarse, darse vuelta y agacharse un poco dejando su culito al alcance de mi mano-.
- Él me decía que le gustaba… ¿A vos también te gusta mi cola?
- Me encanta, tenés una cola hermosa y unos cachetes para llenarlos de besos, -se lo dije mientras apretaba sus glúteos duros y metía un dedo por el camal del shorcito acercándome a su agujerito-.
- Nunca me dieron besos en los cachetes… Tus dedos son más gruesos, ¿Querés meterlos un poquito como hacía él?, me parece que te gusta mi colita porque tu pitito se puso grande y duro, se nota que es más grande que el de mi primo, ¿te lo puedo tocar?
Que me dijera eso me hizo reaccionar y lo vi ladeando la cabeza y mirando el bulto que se había formado en mi entrepierna. No sé de donde puse en funcionamiento mi cordura y le pedí que se fuera porque iba a venir el papá para ver el trabajo y tenía que terminarlo, no obstante, se la dejé “picando”.
- Si vos querés, otro día te enseño las tomas de lucha, pero tenemos que buscar un momento en que nadie nos vea, -se lo dije “jugándome” a que no abriría la boca-…
- Bueno Sergio, yo quiero que me enseñes todo, lo podemos hacer cuando mi mamá se vaya a ver a mi abuela y te prometo que me voy a portar bien y no decir nada”.
Se fue moviendo el culito de forma natural, noté una cierta picardía cuando me decía eso y me dejó caliente como un chivo y “trepándome a las paredes”. Después de las tetas, el culo duro y las miradas descaradas a mi cuerpo y al bulto que me hacía echado la madre, lo del nene pidiéndome que lo dejara tocarme la verga me había desquiciado…
Continuará…
Madre y crio con ganas de verga y un Alemán pijudo, esto se pone bueno👍