LA DISTRIBUIDORA. (3).
La madre se sacó parte de las ganas y el hijo cumplió con lo prometido, quedaba pendiente lo de la hermanita..
El día siguiente era viernes y yo me presenté primero en la Distribuidora para darle a Juan el presupuesto por la pintura total de la casa y para preguntarle si quería que trabajara allí o en el interior, “no, acá no, pase por la casa Sergio, termine esa pared y empiece nomás con el tema de la pintura sino esta mujer me va a volver loco”, -me contestó a las apuradas porque el viernes era un día de mucho movimiento-.
Ruth me recibió con una remera de las que acostumbraba a usar y una pollera tableada a media pierna. Calzaba zapatillas de marca y tenía el cabello suelto, estaba muy juvenil y cuando la saludé con un beso en la mejilla, deslicé en su oído: “estás espectacular y ese perfume que tenés puesto hace levantar a los muertos”. Yo la iba de tipo conocedor y con labia, pero no dejaba de ser un pendejo y la respuesta directa de la mujer un poco mayor no me dejó dudas de que era de “armas tomar” … “Al que yo quiero levantar no es precisamente un muerto, jajaja. ¿Podrás estar mañana a las tres de la tarde en tal dirección?”. Mi respuesta fue afirmativa y se tomó de mi brazo para llevarme a la cocina.
Me hizo sentar en las sillas de la cocina mientras la mesa nos separaba, sobre ésta había varios catálogos de pinturas, “tranqui, vamos a mirar catálogos, elegir la pintura y me vas explicando por dónde querés comenzar, en uno o dos minutos cae Juan” … Dicho y hecho, Juan no tardó en entrar y preguntó que colores iban a decidir, ella tenía una lista y le fue preguntando al marido si en tal sitio le gustaría determinado color, muy pilla ella, lo fue llevando a que eligiera los colores que ella quería y quedaba como que los elegía él.
Consultaron conmigo por donde quería comenzar, le expliqué que había que ver cómo estaban las paredes, si había que lijar mucho o enduir para tapar marcas y Juan “decidió” que luego de la pared del living comenzara por el dormitorio de ellos, alegando que había que sacar una mancha de humedad, similar a la que había en el dormitorio de Cris que era aledaño. Le pedí a Juan que me acompañara a ver esas paredes a que hacía referencia y ella insistió…
- Quedate con nosotros Juan, es nuestro dormitorio y tenés que opinar, -logró lo que quería-…
- No puedo dejar solos en el negocio a Julia y a Alfredo, ocupate vos querida, yo sé que vas a decidir bien.
No bien se fue el marido, le cambió la mirada, “vamos primero al dormitorio, muero por darte una mamada, éste está caliente con la gordita Julia y no vuelve hasta el mediodía”. Me reí pensando en lo que me había dicho una vez un amigo de mi viejo, “las mujeres son terribles, no le podés “vender” ninguna, te las “adivinan” todas, en cambio, cuando te las quieren hacer ellas, a no ser por una casualidad, no las “enganchás” en ningún renuncio”. Ruth me lo estaba demostrando y yo seguía aprendiendo.
Caminó delante de mí hasta llegar a la habitación, no pude mirar mucho porque los muebles estaban tapados y la pared con la mancha de humedad en un rincón no tenía muebles delante. Cerró la puerta y me abrazó con un sólo brazo apoyando las tetas casi en mi estómago, su pelvis se pegó a uno de mis muslos y la otra mano se cerró sobre “el bulto”. El beso fue explosivo y exquisito con las lenguas recorriendo el interior de las bocas. Como tenía que agachar la cabeza para besarla, la llevé hasta la cama y ella se dejó caer, allí se equiparaban las alturas y me sacó la remera moviéndose debajo de mí con gracia y suficiencia. Pronto estábamos los dos con el torso desnudo y comprobé que sus tetas eran magníficas, no existía sostén que las pudiera mantener así erguidas, los pezones medianos parecían piedritas de duros que estaban y mientras se los besaba y mordisqueaba suavemente la escuché gemir en una especie de sordina, controlándose.
Una de mis manos buscó su entrepierna y me di cuenta del porqué de la pollera, no había ropa interior que impidiera llegar pronto a su concha empapada y depilada. No me entretuve mucho en los pechos, bajé rápido a su pubis y mis labios se adueñaron del tajo que simulaba una boca invertida de labios cerrados, toda mi boca hizo ventosa sobre su vagina y mi lengua se movió enloquecida, lamiendo, penetrando y acariciando en lamidas profundas.
Ruth se había puesto la almohada en la cara, seguramente para no gritar, pero yo me prendí a su duro pero escondido clítoris y lo absorbí fijando la cara en el lugar, pero moviendo las piernas para sacarme el pantalón. No dejé de absorber ni de meter un dedo en su cavidad “natural” hasta que ella se contorsionó, se envaró endureciéndose y se fue soltando mientras gemía con la cara escondida en la almohada. Al sacar la cara de su intimidad ya estaba totalmente desnudo y ella se recuperaba del orgasmo, pero no quise penetrarla sin hacer que me diera una mamada, aunque si se la pasé como un pincel por los labios mojados. Ante esto reaccionó, se incorporó sacándose los pelos de la cara y estiró las manos para agarrar a mi ariete. «¡Por Dios qué pija tremenda Sergio, me vas a hacer ver las estrellas!», -dijo mientras la miraba fijamente-.
Quedé parado y ella, sentada en la cama, me miraba levantando la cara al lamerla y tratar de meterla en la boca, sabía lo que hacía, pero aun cuando se esforzaba no podía meterse más de la mitad y empujar no me convenía, no quería sorpresas por sus dientes. Jugó varias veces así llenando todo mi pubis y huevos de saliva, hasta que no aguantó, «¡Cogeme Sergio, haceme pedir por mi madre, llename la concha de verga!», -dijo como rogando y se puso en cuatro, arrodillada en el borde de la cama-, desde allí me miraba con cara de viciosa torciendo la cabeza.
Lubricación sobraba, pero igual lo hice despacio y, a medida que entraba en ella, notaba que caderas y piernas parecían dormidas, escuchaba sonidos onomatopéyicos porque mordía las sábanas y la veía golpear la cama con sus puños. Las carnes se abrían al paso de la pija endurecida y tal como lo pidió, literalmente, la llené de verga, pegué mi pubis a sus nalgas y no me moví excepto por el dedo que jugaba con su culito que parecía latir. Pronto fueron mis pulgares los que le dilataban el asterisco y comencé a notar leves movimientos de sus caderas y, sin dejar de jugar con mis dedos, las entradas y salidas comenzaron a sucederse.
No tardamos en tener el mismo ritmo y ya se movió con más ganas pidiendo en voz baja, pero firme: “No puedo más Sergio, siento que me desmayo, rompé, entrá sin miedo, no puedo parar de acabar”. Ya me había dado cuenta de ello, la lubricación era abundante y parecía surgir con chorritos junto a sus contracciones seguidas de flojedades, aceleré y choqué un par de veces con su interior, lo que le provocaba un “ayyyy” apagado por las ropas de cama. Me tenté mirando su culito a mi merced y más de una vez la saqué para apoyarla en el agujerito y lubricarlo, pero volvía a su vagina llegando de una hasta el final… «¡Madre de Dios el culo no!», le había escuchado decir cuando apoyé el glande por primera vez y esperé a que tuviera un orgasmo más fuerte que le provoqué acelerando más las entradas y salidas. Ruth pareció explotar y en la mitad de ese orgasmo la saqué y metí el glande en el interior de su culo, otra vez volvieron las trompadas a la cama y como no aguantaba más, le llené el recto de leche ingresando sólo una tercera parte del ariete.
Salí por completo de ella cuando se dejó caer casi desmayada boca abajo sobre la cama, sus huecos eran evidentes y una fina línea blanca asomaba desde su culo abierto que amagaba contraerse. Forzó su cuerpo a recuperarse porque no podía abandonarse en la cama y yo me puse la ropa sin ir a lavarme, ella hizo lo mismo con la remera y se arregló el cabello con sus manos, me miraba y no decía nada hasta que se decidió:
- Sabés lo que lograste con esto, que odie a los demás hombres, jajaja. ¡Qué aguante que tenés, me destruiste y no podía parar de tener orgasmos, siempre fue uno o dos si estaba muy entusiasmada pero nunca algo como lo de ahora… -Torcí la cabeza como interrogándola y siguió hablando-: Y sí, no siempre fueron con mi marido, yo necesito más y él ni fu ni fa. La vara ahora es altísima, tengo una amiga casada con un tipo de mucho dinero y si le llegó a contar esto, acaba estando de parada, jajaja…
- Yo no soy de contar, pero…
- No hay dramas, somos señoras casadas discretas, jajaja y a ella le encanta que le “hagan la cola”, cualquier día te la presento, al margen, gracias, estaba entregada y creí morirme cuando entraste en mi culito, ¿no sé cómo te aguantaste para no romperme toda?
- Me gusta decidir, pero no soy un sádico, me interesa más tu placer que tu dolor.
- Sos un cielo, mañana llevo un lubricante y te lo entrego todo como primer plato, ahora vamos, no sea cosa que se aparezca Juan.
Demás está decir que, efectivamente, Juan apareció al poco rato y yo ya estaba terminando con el revoque fino de la pared del living. Me preguntó sobre la mancha del dormitorio y le dije que la había visto y no costaría sacarla, en realidad la pared estaba seca y era sólo moho propio de todas las casas que no se ventilan apropiadamente. En la tarde me dediqué a dejar lista las paredes del dormitorio y no hizo falta provocar tanto polvillo. Primero arreglaría las paredes y les daría fijador, al otro día las pintaría. A eso de las tres de la tarde Ruth volvió a salir para ir a la casa de la madre, allí me enteré que estaba mal de salud y se turnaban con una prima para atenderla. Eso me venía bien, se acercaba la hora en que regresaría Cris del colegio y me comencé a calentar pensando que podría estar solo en la habitación con él.
Estaba en el cuarto cuando entró Cris en él, se sorprendió al verme lijando la pared y me saludó con un “hola Sergio”. No sabía si venir a darme un beso o preguntarme que hacía. “Avisale a tu hermana que te vas a quedar en la habitación conmigo porque estoy arreglando la pared, volvé, trabá la puerta, sacá la ropa para cambiarte, pero quedate desnudo, después vení a saludarme” … “Pero, pero…” … “Pero, nada, ya escuchaste y no lo voy a volver a repetir”. Salió enseguida a hablar con la hermana y cuando regresó cerró la puerta y comenzó a desnudarse.
Lo miraba cuando se sacaba los pantalones del uniforme y quedaban sus nalgas paraditas y gorditas sólo cubiertas por el slip, un poco chico para su culito parado, al sacarse la remera vi que tenía pechitos de gordito y una pancita incipiente, se dio la vuelta para sacarse la prenda y que no le viera el penecito. Esto me pareció mejor porque su culito blanquito quedaba más a mi vista, poco me importaba su pene y su tamaño. Ya totalmente desnudo y con cierta vergüenza, se acercó a saludarme, entonces lo alcé y lo apreté contra mi pecho para “comerle” la boca.
Enseguida reaccionó a los besos, me abrazó el cuello y trataba de devolvérmelos moviendo los labios y la lengua, mis manos apretaban sus nalgas y mis dedos índice y medio de cada mano “jugaban” en la puerta de su agujerito estirando el esfínter. Cris no decía nada, sólo gemía y estos gemidos se escucharon más cuando besé su cuello y acercándome a su oído le dije: “Si tenés ganas de chuparme la pija, bajame los pantalones y sacala”.
Su cara no pudo disimular la alegría que le producía esta posibilidad, enseguida lo senté en la cama y con su penecito totalmente erecto comenzó a bajarme el cierre del pantalón, los bajó apurándose y junto con el bóxer, lo que motivó que la pija saltara ante sus ojos, los abrió sorprendiéndose, pero se recuperó rápido diciendo: “Me gusta mucho el pito grande y duro que tenés, ¿me lo vas a meter todo en mi culito?” …
Me sonreí ante su pregunta y me dio un escalofrío porque imaginé a su culito perforado con todo mi tronco y repleto de carne en barra. Tal como yo esperaba, sus dos manitos apenas pudieron abarcar el grosor del miembro y expresó: “Es muy, muy grande Sergio, no vas a poder cogerme con esto. ¿Cómo vas a hacer para que entre?, ¿me va a doler?”, yo sólo lo miré sin decir nada, él agachó su cabeza y pasó la lengua por el glande hinchado lamiendo todo el líquido seminal.
- ¿Esto qué te sale es la leche Sergio?, es rica…
- No mi cielo eso es un líquido lubricante para que resbale al entrar en los agujeritos más chiquitos, ya vas a saber lo que es la leche y te la vas a tragar toda”. Chupá con ganas y tratá de meterla en tu boca lo más que puedas teniendo cuidado con los dientes. -Era apenas el glande y un poco más, pero lo intentaba con ganas-.
Me había hecho a la idea de no apurarme con Cris, tenía que ir despacio para que tratara de tragarla toda y para que su culito me recibiera sin lastimarlo, pero la mirada que ponía con una mezcla de inocencia, calentura, morbo, deseos y miedos trastocaba mis mejores pensamientos y me hacía aflorar una mezcla de sadismo que no conocía.
Tocar sus nalgas y pensar en lo que podría hacer para entrar sin mayores problemas en ese conducto virgen, quizás por la falta de experiencia, no me jugaba a favor, como fuere, sabía que si lo lastimaba se me volvería todo en contra, no sólo porque se podría volver reticente sino por las implicancias legales si lo descubrían lastimado. Le saqué el “juguete” de la boca y me senté en la cama para que apoyara parte de su cuerpo en mis muslos y siguiera con la mamada, pero dejándome el culito al alcance de mis manos.
Los chicos tenían un pequeño baño privado en su habitación y en el botiquín había encontrado un frasquito de aceite para bebé que me venía de perlas, lo había dejado al alcance de mis manos y lo tomé cuando Cris se puso a chupar nuevamente dejándome la cola a mi alcance. Me mojé parte de los dedos con el aceite y los llevé a su agujerito. Yo mismo me sobresalté cuando comencé a pasar los dedos por el asterisco cerrado y Cris gimió comenzando a mover las caderas.
Mi mano parecía tapar las dos nalgas gorditas y mi dedo se movió tratando de entrar, se quejó un poco cuando la primera falange entró en su virginidad, pero fue su única expresión, es más, noté que su boca se animaba un poco más en su chupada. El esfínter ofrecía una resistencia normal que el aceite atemperaba y el dedo siguió su camino de penetración, volvió a quejarse al meter un poco más de la mitad y el “Shhh, ¿qué te dije?” lo silenció completamente.
Entraba y salía con el dedo escuchando los gemidos de placer de Cris y notando los esfuerzos que hacía para meter lo más que podía en su boca, todo eso se juntó en mi cabeza y me llevó a no aguantar, el “tragá todo” se acompañó de una buena acabada y el empujón de la mano para que el dedo entrara en su totalidad terminó de completarla.
Lo sintió, claro que lo sintió y se contracturó todo, pero la pija en la boca y la acabada no le permitieron decir nada. Dio vuelta la cara para mirarme y entreabrió la boca para mostrarme que había tragado todo. Lo levanté para ponerlo boca abajo en la cama, el dedo que no se había movido de su interior comenzó nuevamente con su movimiento y el muy putito se movía con ganas y tiraba el culito hacia mi mano…
- ¿Te gustó la leche cielo?
- Pasó rápido y es más espesa pero no es fea, quiero más.
- Hay que esperar un ratito y yo voy a seguir con el dedo, ¿te gusta el dedo?
- Me dolió un poco, pero me gusta, me hace sentir raro, el pito se me pone muy duro y me da cosquillas en la panza. Recién cuando me lo metiste hasta el fondo me dieron ganas de hacer pis y me gustó mucho pero no salió nada, tenía miedo de que te enojaras.
- Te pasó como a mí, acabaste por primera vez, nosotros acabamos dejando salir la leche por la verga y los nenes tienen que esperar hasta los once o doce años para que les comience a salir, pero el placer es parecido.
- ¿Ahora es cuando me vas a meter la verga en el culito para acabarme toda la leche adentro?
- Vamos a seguir con los dedos para agrandarlo, preparate porque te voy a meter dos, después probamos con la verga.
Aún con un poco de aceite se notó que le dolió la penetración de dos dedos juntos, pero se aguantó y movió sus caderas incentivándome, él quería la verga en su culito y entendió que tenía que dilatarse. Entrar y salir con dos dedos, abrirlos y notar que su músculo se iba dilatando junto a los gemidos que él dejaba escapar, hizo que me pusiera de nuevo como un burro.
El aceite se estaba secando y en lugar de poner más, saqué los dedos y puse mi boca en el asterisco, fue una delicia y él se movió como si recibiera un golpe de corriente eléctrica, “ahhh, como me gusta eso Sergio, seguí”, -pidió con la voz entrecortada-. Mi lengua se volvió loca y, debido a los dedos anteriores, entraba y salía cómoda enloqueciendo a Cris que no paraba de moverse. “Meteme la verga, meteme la verga que me estoy haciendo pis”, -pidió casi sollozando-. No fue la verga, volví con los dedos que entraron sin resistencia.
Los moví un par de veces viendo que Cris seguía gozándolos, estuve a un tris de explotar y decidí intentar. Me puse aceite en el glande y volqué un chorrito en el culito semiabierto, corrí dos almohadas para que quedaran debajo de su cuerpo y me arrodillé detrás mirando ese “ojito” que parecía suplicar. Se quejó fuerte con un par de gemidos de dolor, pero sin levantar la voz ni decir nada cuando hice los dos primeros intentos, pero no pude entrar, entonces le pedí que se abriera las nalgas con las manos, que tratara de relajarse e intenté de nuevo.
Se me dio por pensar que podría hacer una cagada enorme y apreté el miembro con mi mano dejando sólo el glande y un par de centímetros para meter porque me di cuenta que, en el intento, con la fuerza que hacía y con la lubricación era probable que entrara más de media verga en ese culito tan chiquito y, de ser así, lo rajaría todo. Finalmente, el aceite dio resultado y el glande lo penetró, la reacción fue inmediata y se movió tratando de zafar…
- Me duele mucho Sergio, no seas malo, me duele mucho, tu verga es muy grande, no la aguanto, es muy chiquito, mi culito es muy chiquito, -decía en un ruego mezclado con sollozos-.
- Yo sé que te duele, pero vos me pediste que te cogiera, ahora tratá de aguantar, no hables y tratá de relajarte. Si la tengo que sacar no te cojo nunca más y recordá el video.
- No, por favor, quedate, no te muevas, me duele, pero no lloro más, esperá un poco, no te muevas.
Mirando la cabeza de la pija enterrada en ese culito de nalgas blancas tuve ganas de perforarlo hasta el fondo y comenzar a moverme, pero, una cosa era querer, otra deber y no debía apurarme. Las nalgas le temblaban, estiró una mano para tocar y calcular cuánto le había entrado y luego comenzó a moverse muy delicadamente. Él mismo comenzó a tratar de meterla más cuando se acostumbró al pedazo que tenía metido en el recto, pero yo no lo dejé retroceder sus caderas y me moví sacando y metiendo la mitad del glande. Me pareció imposible que hubiese podido entrar, la presión era tremenda, me apretaba causándome dolor y cuando le escuché decir, “metela más, metémela un poco más, ya no me duele tanto”, decidí que era el momento de terminar.
Se lo dije, “te voy a llenar el culito de leche calentita, ya sos mío, otro día que podamos te la voy a meter toda, por hoy está bien”, asintió moviendo la cabeza y dijo: “bueno” que me sonó a cierto alivio. Me moví un par de veces más, incluso le metí un par de centímetros y le llené las tripas de leche haciendo un esfuerzo para no avanzar. “Está caliente, está caliente, me gusta, me hago pis, me hago pis”, -dijo- y efectivamente, ahora fue un chorrito de orina la que despidió contra las almohadas y se quedó muy quieto.
Saqué mi verga muy despacio y lo que era un agujero de proporciones rápidamente comenzó a cerrarse. Las piernas me temblaban producto de la posición y la tensión, pero estaba más que satisfecho, de seguido le toqué las nalgas a Cris y le dije que fuera al baño, caminó tocándose y comentó que se sentía bien, pero tenía ganas de hacer caca. Entré con él, me lavé en el lavatorio, me vestí y busqué en el botiquín, encontré allí una pomada cicatrizante y desinflamante, venía como anillo al dedo, entonces le pedí que luego de evacuar se lavara bien en el bidet y se volviera a la cama para ponerle esa pomada. Al regresar se tiró boca abajo en la cama, lo sequé bien con una toalla y le puse la pomada metiendo bastante ayudado por el dedo, mientras él se movía y se reía.
- Me gustan tus dedos, ya tengo ganas de nuevo. ¿Ya somos como novios Sergio?
- ¿Qué decís?, ni novio ni nada de esas pelotudeces, vos sos únicamente MÍO, mí putito, mi hembrita, mi amiguito, yo te voy a defender y ayudar siempre y te voy a coger todas las veces que quiera. Hoy gritaste un poco y lloraste, ¿en que habíamos quedado?, si querés no lo hacemos más.
- No, no, yo quiero que me sigas cogiendo, yo voy a ser tu putito, pero, pero, aunque me quería aguantar, me dolió mucho cuando me la metiste.
- Bueno, vestite y te voy a explicar cómo podés hacer para agrandar el agujerito y acostumbrarlo a mi verga.
- ¿Cómo tengo que hacer?
- Tenés que meterte los dedos y moverlos para los costados para que se vaya aflojando el músculo o un pepino o algo similar poniéndole crema o aceite, despacito, sin apuros, yo te podría comprar algún dilatador anal por Internet, el problema con esto es que lo puede encontrar tu mamá.
- Yo voy a buscar algo que me sirva y lo escondo en mi habitación, después te digo.
- Listo… Veo que elegiste un pantalón más largo, está bien, no tenés que hablar ni demostrarle a nadie, a nadie, que sos mi putito y tenés que pedirle a tu mamá que te cambie el corte de pelo, ¿escuchaste?
- Bueno, te prometo que nadie, absolutamente nadie sabrá nada, pero, ¿y mi hermana?
- ¿Qué pasa con tu hermana?
- Hoy me dijo que vos le gustás mucho y como le dije que sabías luchar y me ibas a enseñar unas tomas, me preguntó si iban a ser “luchas” como con mi primo porque ella quería “luchar” también, pero yo sé que ella quería que mi primo la cogiera.
- Está bien, escuchá bien, contale que te enseñé unas tomas y que sentiste que tengo un pito grande, explicale que te gustó sentirlo sobre tu culito y que si quiere yo le enseño, pero no le cuentes más nada. (Jajaja, me iban a “secar” en esa familia).
Había pasado un rato largo y estaba preocupado por esto, le pedí que se pusiera a hacer los deberes y me puse a lijar un pedazo de pared, me ensucié un poco las manos con el polvillo por si alguien aparecía. Dos o tres minutos después apareció Azul golpeando la puerta y como estaba cerca, sin levantarme del piso en que estaba sentado, me estiré y la abrí, Cris estaba unos metros más allá sentado en un pequeño escritorio con los cuadernos del colegio.
- ¿Qué hacían?, hace un rato escuché unos ruidos y vos te quejabas, -le dijo al hermano-.
- Es que tu hermano me pidió que le enseñara unas tomas de lucha y lo hice volar un par de veces por el aire, en una se resbaló de la cama y se cayó de culo al suelo, por eso se quejaba, jajaja, ¿no lo escuchaste?
- Sí, lo escuché como cayó, nunca tiene fuerzas y después se queja cuando le hacen las tomas.
- Bueno, tampoco es para tanto, sólo se quejó un par de veces, pero se aguantó un montón.
- Yo también quiero que me enseñes, prometo que no me voy a quejar, pero tiene que ser cuando mi mamá no esté porque tiene miedo de que nos hagamos mal, una vez lo echó a mi primo porque lo había golpeado a mi hermano, aunque la culpa fue de Cris porque quería luchar, -dijo con ganas desconociendo la realidad o mintiéndome ex profeso-.
- Dale, yo te enseño cuando no esté tu mamá, pero tiene que ser un secreto entre nosotros y no me gusta que discutan o se lleven mal.
- Genial, yo sé guardar secretos y nunca digo nada, vos tampoco Cris, no tenés que abrir la boca y te prometo que no nos vamos a pelear, -expresó convencida-.
Mirando a los dos hermanitos me hacía una película por demás placentera, no tenía que enloquecerme, si hacía las cosas bien iba a tener culitos y un excelente culo adulto para disponer a mi placer.
Continuará…
Me encantan tus relatos, son muy buenos y por favor que se coja al padre!!!!! Si o si!!!!! Porfis
10/10 !!! 🤤🤤