La escuela de oficios. Las regaderas.
La hora de la ducha al principio fue un desafío para mí en esa escuela, ya que las regaderas eran comunes, como en los gimnasios, y la mayoría de los chicos solían bañarse desnudos, sin pena y pudor. .
Hola a todos.!! Despues de tanto tiempo me he animado a seguir compartiendonmis primeras experiencias sexuales, las cuales siempre me traen ricos recuerdos y me siguen poniendo caliente como cuando era adolescente.
Yo tenía complejos sobre esto, ya que nunca había estado con otras personas desnudas en un lugar, hasta ahora. Era en la ducha donde todos eran bautizados con apodos como “El hongo”, “el burro”, “la pichancha” “el pinto” “el chueco” …en fin, todos apodos que aludía a alguna característica de sus vergas. Esto la verdad me hacía cohibirme más, por lo que prefería ser el último en bañarme, además que siempre lo hacía con la ropa interior puesta. Pero no era el único, Mario también hacía lo mismo.
En una ocasión, estaba esperando a que las regaderas se desocuparan. Cuando todos salieron de las regaderas, tome una de las regaderas que estaban en un extremo, que era la que casi usaba siempre. De pronto entro Mario, cómo siempre con su toalla en mano y traía un calzoncito amarillo ajustado. Yo como siempre con mi clásica trusa blanca. Mientras nos bañábamos, el agua caliente en la regadera de Mario dejo de caer, y considerando el que ya estábamos en invierno, el agua estaba muy fría. Cuando Mario empezó a sentir el agua fría empezó a temblar
—Que tienes? —le pregunté.
Ya no me está saliendo el agua caliente, y a ti? – Si aún
—El agua está muy fría, puedo compartir la regadera contigo?
-Ok
Mario vino a la regadera donde estaba yo, aun traía espuma en su cuerpo, y su ropa interior estaba empapada de manera que se le quedaba pegada, remarcando ese culito redondo y voluminoso que tenía, de manera que se le remarcaba bien la separación entre cada nalga. Cuando llegó a dónde estaba yo, empezó a enjuagarse de manera apresurada pues realmente hacia frio. Quedó tan cerca de mí que lo único que hice fue pegarme a la pared dejando a Mario frente a mí, bajo la regadera. De pronto Mario se agachó para enjuagar sus piernas, pegando su trasero hacia mí. No hice más que quedarme quieto, sintiendo como Mario empezaba a presionar mi verga con su culo mojado. De pronto Mario volvió a enderezarse y empezó a enjuagar sus nalgas, y para ello bajo un poco su calzoncito, dejando la mitad de sus nalgas al aire. Pronto puso sus manos sobre ellas, y de manera brusca las empezó a enjuagar, y de momento parecía separarlas para que el agua cayera más profunda. Aún seguía tan cerca de mí, que sus manos alcanzaban a rozar mi verga por sobre mi trusa húmeda. Esto empezó a provocar que se me pusiera dura, y la verdad empecé a temer que él lo notara, pues mi trusa era blanca y ya mojada se empezaba a transparentar, además que se me pegaba al cuerpo, mientras él seguía sin parecer molestarle nada.
Acto seguido, Mario volteó su cuerpo, quedando de frente. Empezó a enjuagar se el rostro y su pecho. Yo solo lo miraba, él era más bajito que yo, así que podía ver su cara. De pronto bajo una de sus manos para enjuagarse por dentro de su calzón y sentí como volvió a rozar mi verga, que ya estaba algo dura. El solo sonrió, aún con los ojos cerrados y dijo -perdón. – Yo no dije nada. Aunque tratara de que no me inquietara, por dentro sentía que estaba insinuándose
—Bueno, listo– dijo apartándose. Abrió sus ojos y empezó a mirarme de pies a cabeza. Tan pronto como lo hizo, tape con mis manos mi verga erecta.
—Gracias—
Mario fue por su toalla. Yo volví al chorro de la regadera y me volteé hacia la pared tratando de disimular mi erección. Mientras Mario secaba su cuerpo con su toalla, de momento miró hacia mí con una leve sonrisa en la cara. Yo solo lo miraban y volvía la mirada al piso. ‘Sera que lo habrá notado? Claro que sí, hasta la tocó”
Cuando volví a mirar ya no estaba. Continúe con la ducha y de ahí pase a los vestidores a cambiarme.
Ya por la noche, estando en mi cama, seguía recordando lo que había ocurrido, mientras acariciaba mi verga. En momentos volteaba a mirar hacia la cama de Mario, quién parecía ya estar dormido de espaldas hacia mí, encorvado, dejando ver ese culito que no alcanzaba a cubrir con sus sábanas. De pronto cambio de posición, volteándose completamente. Yo para disimular que dormía, cerré mis ojos. Pero realmente me gano el sueño y me quede dormido. No sé cuánto tiempo paso, pero de pronto sentí que presionaban mi verga, la soltaban y la volvían a tocar. Fui reaccionando poco a poco, y conforme abría mis ojos, pude ver qué frente mi estaba Mario sentado en mi cama, mientras observaba la carpa que hacía mi verga dura con la sábana y mi pijama. Y no solo la observaba, sino que tenía una mano sobre ella.
—Oye espera, ¿qué haces?-
—Perdón, no quería despertarte. –
Mientras decía eso, seguía sobando mi verga que al parecer estaba más despierta que yo.
De pronto Mario me dijo. —Es que tenía curiosidad de saber cómo la tienes. –
—Curiosidad? – Si, desde las regaderas vi que se te paró, y quería ver cómo la tienes.
—Espera, pero nos pueden ver. !!
—No te apures todo están dormidos. ¿Entonces me la enseñas?
Mario actuaba y hablaba con tanta naturalidad que parecía no temer que alguien nos viera, mientras que yo pronto miré a todos lados y con algo de temor le dije:
—Si, está bien pero aquí no. Nos pueden ver.
—Ok. Te espero en las regaderas. –
Y así Mario se levantó y se dirigió hacia los baños del dormitorio.
Yo espere un momento tratando de entender que pasaba, pero algo me impulso a levantarme y seguirlo. La verdad sabía que algo como lo que vi aquella no me podía pasar. Me levanté y entre a los baños.
—Shhh acá. Mario me hablaba desde las regaderas que estaban al fondo. Camine hasta llegar.
—Nos hagas ruido que nos van a oír. —le conteste
—Ok. Puedo verla entonces.-
—Si claro. Pero ven-
Nos movimos a una parte de las regaderas donde había una pequeña ventana y entraba un poco de luz. Ambos estábamos en pijama. Baje mi pantaloncito y mi verga salió botando de el pues la tenía dura desde la cama.
—Órale también la tienes grande, pero la tuya es más güerita que la de los demás — dijo Mario
—Ya se la viste a alguien más?
—Sip- sonrió- pero no digas nada
—Claro que no.
De pronto Mario tomo mi verga con su mano y empezó a presionarla suavemente. Su mirada estaba fija en el trozo de carne que tenía en sus manos. Sus ojos mostraban emoción o sorpresa. De pronto jalo la piel de mi verga, de manera que dejo al descubierto la cabeza.
Así empezó Mario un vaivén con su mano, yo estaba excitado. No podía creer que alguien me estuviera tocando y menos él. Pero también estaba alerta por si alguien entraba al baño.
Cuando de pronto Mario se agachó y sin más metió mi verga en su boca, cubriendo con esos labios carnoso la cabeza y la mitad de mi tronco. Yo no daba crédito a lo que estaba haciendo, una sensación pronto recorrió mi espalda hasta al cabeza, está era una nueva sensación para mí. Por un instante brinque y me aparte un poco, Mario saco su verga de mi boca sin soltarla.
—No te gusta que te la chupen ?
—Si es que, sentí raro.
—Me gusta como la tienes, pero creo que está grande. ¿Me dejas aprobar más?
Yo sin decir nada moví mi cabeza en señal de que siguiera, me recargué un poco a la pared, mientras que Mario envolvía mi verga con su boca, pero está vez lo hizo con más calma, pasando primero su lengua sobre mi glande, después por el frenillo hasta tocar parte del tronco. Después se la metió un poco más, de modo que podía sentir como mi verga quedaba envuelta por su paladar. Era cálido, húmedo. Mario empezó a jugar con su lengua mi glande, dando un placer que hasta ahora no había experimentado ni con las pajas. Yo empecé a observar cómo engullía mi verga, y aunque no lo hacía por completo, parecía que se esforzaba por hacerlo más. Ahora Mario empezó a succionar, lo que hizo que mi verga empezará a hincharse más por la sensación que esto provocaba. Yo estaba cada vez más extasiado, que, de forma impulsiva, lo tome de la nuca y lo empuje más hacia mi verga mientras pude ver cómo por un instante entró toda en su boca, y pude sentir como mi glande topaba con su garganta. De pronto una arcada lo hizo encorvarse, lo que hizo que sacará mi verga de golpe, y de sus ojos salieron un par de lágrimas.
—Auhh no, espera!. Esta muy grande, no puedo meterla toda en mi boca.
Volví a meter mi verga, pero está vez dejé que el hiciera todo, aunque no podía resistirme a ese impulso de tomarlo nuevamente y empezar a coger esa boquita, que estaba humedecida por su saliva y mi precum. Mario sin lugar a duda sabía lo que hacía y lo mejor de todo es que lo disfrutaba, mientras yo estaba recibiendo mi primera mamada a los 13!!, tal y como vi que se las daba a ese par de chicos en su cama. Mi verga entraba cada vez más profundo, estaba valiendo la pena dejarlo seguir a su ritmo. Sentí como mis huevos empezaban a rebotar contra su mentón. Empezaba a sentir cómo se acerca esa explosión de placer, empecé a encorvar mi espalda, tome a Mario para apartarlo de mi verga, pero parecía que sabía lo que se aproximaba, que se aferró más a ella y se sujetó de mis caderas, evitando así que me apartara
—Ahhh -, solté un gemido que juraría que se oyó hasta el dormitorio. Mi verga estaba explotando dentro de la boca de Mario, mientras el succionaba más fuerte y parecía tenerla hasta la garganta. Uno, dos, tres… No sé cuántos tiros más de leche eche, pero el éxtasis de placer me hizo perderme por un momento.
Miré a Mario y parecía estar recibiendo sin asco toda la leche que me salía. Esa imagen se quedó grabada en mi memoria. La primera vez que me la mamaban.
En cuanto me dejó de salir leche Mario se apartó, tenía sus ojos llorosos. Pero una sonrisa pícara.
—Si tenías mucha leche. —
—Te gusto?-
—Si. Pero no le digas a nadie-
—Ok.
Ambos nos acomodamos el pijama y volvimos a nuestra cama. Desde entonces, empezamos a llevarnos un poco más, pero especialmente nos escabullíamos de vez en cuando a las regaderas para darle lo que más le gustaba. Incluso otras ocasiones, esperábamos a ser lo últimos en las regaderas, para bañarnos juntos. Mientras lo hacíamos, él me sobaba mi verga sobre la tela mojada de mi trusa o frotaba su cuerpo, especialmente su culito contra mi verga, y si veíamos que no venía alguien, dejaba que me la mamara por unos instantes. Mario me regaló mis primeras sesiones de sexo oral que fueron increíbles en esas regaderas. Aunque yo no era al único que se lo hacía…



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