La historia de Ángel, solo era un muchacho 38
Pregúntale a Irina que tal de joven soy, tu amante nos la ha quitado, y es justo que yo tome lo que es de él, una pequeña pero dulce venganza..
Era jueves, habían pasado unos días desde que conversé con Irina y algo me inducía a pensar que a Victoria y don Mateo ya les había llegado la noticia de que su hijo tenía el camino libre para hacer lo que deseara, sin embargo Álvaro no me había hecho ningún comentario y se comportaba como siempre.
Victoria continuaba visitando a la abuela de Oriol, lo hacía solamente los días que en que yo impartía las clases, estaba claro, para mi, para Eliseo y Marcos que la señora sospechaba algo y vigilaba, asegurándose de que yo llegara a la hacienda como ella quería: sano y salvo.
Ni Eliseo ni Marcos me habían hecho el menor comentario, los dos se reservaban evitando hablar de ese tema, hasta cuando hacíamos el trayecto del viaje solos, no se atrevían a tocarme o insinuarse, si no era con la mirada. Sus deseos eran palpables y notorios para mi que los observaba, deseando que tomaran la iniciativa y buscaran la manera de poder estar con ellos para volver a ser follado, lo prohibido y pecaminoso excitaba más mi libido.
Esa tarde ya de vuelta, los dos solos en el coche, con el cristal que separaba el habitáculo del chófer del nuestro, cerrado para tener intimidad, cogí la mano de Victoria, se la acaricié y me la llevé a la boca.
-No tengo donde ir y estoy obligado a seguir abusando de vuestra hospitalidad, lo siento Victoria, será mejor que dispongas una de las habitaciones de invitados para que la ocupe, la que no debí dejar cuando llegué a vuestra casa. -la buena mujer me sujetó de la cintura abrazándola y me miró con los ojos nublados.
-Gracias Ángel, gracias por tu sacrificio, y no tienes que preocuparte, estás en tu casa y siempre serás como un hijo para nosotros. Intentaremos hacer las cosas lo mejor que podamos por el bien de todos. -luego me recostó sobre su pecho y pude sentir la sinceridad del cariño que me brindaba.
Aún pasaron dos días para que notara que Álvaro también era conocedor de lo que hablé y acordé con Irina, y al instante de verle la mirada, cuando el sábado llegó más temprano que otras veces a casa, supe que a su pesar, en algún aspecto, había aceptado la situación y estaba conforme con lo que la chica quería.
No hubo el beso acostumbrado a su madre, fue un saludo breve antes de sujetarme la mano y tirar de mi para que le siguiera escaleras arriba, cerró la habitación y se me quedó contemplando con la cara seria.
-¿Qué es eso de que quieres dejar esta habitación? -me cogió las manos colocándolas en su pecho.
-Ya sabes el motivo, ¿no has hablado con Irina? -se le pusieron las mejillas de un color rojo intenso.
-¿Y qué tiene eso que ver?, vamos a hablarlo despacio, ella está dispuesta a que sigamos como estamos, sabe que te amo y que no voy a renunciar a ti aunque tenga que dormir alguna vez con ella. -para ese momento me hallaba entre sus brazos y me besaba la frente y el cabello.
-Por favor Álvaro, se razonable, ¿qué vida marital vas a llevar si me tienes a mi en tu cama?, esto se convertiría en un hervidero de murmullos y chismorreos, más de los que ya hay ahora. Podremos seguir estando juntos pero no tan próximos, piénsalo bien.
-Gatito mío, mi lindo nene, te causo daño y no quiero que sufras. -nos besábamos con frenesí, desesperados hasta que alguien tocó a la puerta sin identificarse.
-Tenemos que bajar para la cena, tus padres nos esperan.
Esa noche resultó una de las mejores en el sexo, Álvaro volvía a sentir la misma pasión que al principio, y al entrar en la habitación me arrancó la ropa para tenerme desnudo y luego penetrarme como si fuera la última vez que pudiera hacerlo, al principio sus besos eran mordiscos en mis hombros.
-Suave mi amor, más despacio, quiero tenerte mucho tiempo. -empezó a lamerme las orejas, el cuello, y pasaba la lengua por mi espalda, él aún seguía vestido y empezó a quitarse la camisa.
Sentía la piel y los vellos de su pecho pegado a mis espalda y me hacía sentir escalofríos.
-No, no voy a perderte, serás siempre mi gatito, es a ti al que amo. -fue bajando con la lengua por el cuello y siguió hasta abrirme las nalgas pegando la cara en mi culo, yo temblaba.
-¡Ahh! mi bebé, te gusta. -y seguía chupándome el ano y toda la hendidura entre las nalgas, su lengua era un prodigio y disfrutaba al arañarme el ano con la barba. No podía soportarlo y empecé a gemir, uno tras otro se me escapaban profundos suspiros de gozo.
-Sí, sí te gusta gatito, ronroneas de gusto bebé, te quiero. -se subió y otra vez me comía las orejas, metía la lengua en mi oido matándome de placer.
-Dime que te gusta, bebé, necesito oírtelo decir. -no dije nada pero mis gemidos eran suficientemente expresivos del gusto que me daba.
Sentía que de mi polla manaban ríos de jugos y la tenía para reventar. Elevé el culito poniéndolo en pompa, él estaba encima de mi y de mala forma se quitaba el pantalón, le ayudé con la mano que tenía libre hasta que liberó la verga.
Estaba caliente y dura, tiesa como una estaca y se la agarré estrangulándola.
-Quiero chuparla, se la ve tan rica.
-Chúpala rico como tu sabes. ¡Ahhhh! tu boquita mama delicioso. -me sentía muy excitado y el sabor de su pene era delicioso como siempre, quizá me sabía mejor por el deseo de verga que llevaba conmigo desde hacía días. Se la chupaba como un bebe goloso su caramelo y permitía que me la metiera hasta el fondo aunque me ahogaba, pero gemía de gusto.
-Te gusta mi polla y a mi me gustas todo tu, no voy a dejar de follarte nunca. -se la mamaba sin cesar hasta que sentía como mi culito se abría pidiendo la ración de carne que tenía en la boca.
-Ya Álvaro, métemela por el culo ya. -saqué la polla de la boca y me tendí boca arriba en la cama, sujetándome las piernas sobre el pecho con una mano, con la otra me abría el ano metiéndome un dedo.
Se arrodillo preparándose, pero bajo la cabeza y retirándome la mano del culo empezó a meterme la lengua.
-¡Me vas a matar mi vida! No quiero correrme sin tener tu verga dentro, estuvo lengüeteándome el ano unos segundos más.
-Prepárate gatito, ahora si que te la meto. -tanteaba con su verga mi entrada a la vez que me besaba y tuve que agarrársela para llevarla directamente a la entrada del culo.
-¡Empuja Álvaro! Fóllame mi vida, dame tu rica verga. -dejé escapar un grito cuando empujó y sentí media polla atravesarme el anillo del ano.
-¡Ayyy! Rico, que bien sabe, dame más, hasta el fondo mi amor. Rómpeme el culo y párteme en dos. -sin detenerse continuaba empujando haciendo que todo su pene se deslizara en mi vientre.
Comenzó a follarme entrando y salido acompasado, ayudado por mi que rotaba las caderas lo que podía, para sentirlo más y que el pudiera disfrutarme a su gusto.
Cerré los ojos gozando el placer que mi macho amoroso me prodigaba, y para poder sentir el roce de la dura verga entrando y saliendo del culo, gimiendo más de la cuenta.
-Mi vida, tu culito me encanta, esta calentito y mi verga resbala deliciosamente.
-Dame duro Álvaro, llévame al cielo amor. -mi hombre se dejaba caer enterrándose en mi cuerpo una y otra vez, gozándome y disfrutando de mi hasta que.
-Me voy a correr gatito, no aguanto más.
-Córrete, hazlo mi vida yo también estoy a punto, va a ser los dos a la vez. -para acelerar mi venida me acaricié el glande envuelto en mis jugos y sentía llenarse mi mano de semen caliente que salía de mi polla, a la vez, Álvaro temblaba vaciando los testículos dentro de mi y llenándome de semen,
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-No quiero volver a escucharte hablar de dejarme, seguirás en mi habitación. -le dije que estaba de acuerdo sabiendo que no sería por mucho tiempo, que al final debía dejarle mi lugar a la guapa muchacha, o por lo menos alejarme un poco para que ellos pudieran hacer su función de macho y hembra.
La fecha de su cumpleaños se acercaba y teníamos nuestras ropas preparadas para la fiesta, ya se hablaba abiertamente, y yo participaba, de que ese día se formalizaría el compromiso de Álvaro e Irina, ya lo tenía asumido y me dolía menos.
La celebración se retrasó al sábado siguiente del día de su cumpleaños, para que hubiera más asistencia de invitados. Sería en la casa que los padres de Irina tenían en la capital de la provincia, a la mayoría de los invitados les venía mejor para poder tener alojamiento en los numerosos hoteles.
Estábamos a poco más de una hora en automóvil, Álvaro madrugó y partió antes, tenía que estar presente en una sesión fotográfica acompañando a Irina, nosotros tres saldríamos después para llegar al mediodía.
Esperaba ilusionado que Pablo estuviera en la fiesta, pero cuando hablé con él me dijo que no podría, que estaba preocupado por la salud de Eduardo, debía hacerse unas pruebas en el hospital y tenía que estar presente para ayudar.
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Sinceramente se sentía satisfecha del trabajo laborioso que había realizado con la imprescindible ayuda de su equipo. Cuando dos días antes, su jefe la llamó a su despacho para hacerle el encargo, con tan solo cuarenta y ocho horas de antelación, pensó que sería imposible reunir a todo su equipo disperso en otros trabajos, preparar los escenarios donde se harían las tomas de video y las fotografías, y que acabaría resultando un desastre.
Ahora, Anabel Segura, una de las mejores fotógrafos del país, se sentía feliz y contenta del resultado de la labor de su equipo, sin importarle estar bañada en sudor que eliminaría con una placentera ducha después de entregar el trabajo.
-Quiero lo mejor que puedas dar de ti Anabel, llévate el mejor equipo y usa los medios que necesites, irá en las noticias de las cadenas a nivel nacional y las fotos se las diputarán las revistas rosas, el trabajo lo tenemos en exclusiva para nosotros.
Estudió detenidamente la reseña del trabajo que debería hacer: la celebración del cumpleaños de la única hija-mujer de una aristocrática familia reconocida en la ciudad, y además, la formalización del compromiso con el único hijo de los Bergara-Artázcoz, heredero de dos inmensas fortunas, la de sus padres y la de su multimillonario tío.
Una pareja algo dispar en su edad, el hombre cumpliría en breve treinta años y la señorita en cuestión dieciocho. Una vez en su casa y presentada a la hermosa chica protagonista del evento, eligió cuidadosamente los vestidos que llevaría la muchacha, principal personaje del trabajo, también la ropa de sus hermanos varones que aparecerían en algunas fotos y sus padres, estos y el aspirante a novio no resultaban tan importantes para el propósito del reportaje.
No le pasó desapercibido el hecho de que los padres del novio no estuvieran programados para grabarles, pero lo achacó a que probablemente sería muy reservados queriendo guardar su intimidad a ojos de los extraños.
Los dos días anteriores los había dedicado a estudiar los lugares más idóneos para hacer las mejores tomas, paseado por los majestuosos salones del palacio del Arcipreste, residencia habitual de la familia Laurenti, y al final, una vez hecho el trabajo preliminar, se dijo que podría salir bien con algo de suerte.
Las primeras tomas y fotos fueron plenamente satisfactorias, tanto Irina como sus hermanos parecían haber nacido para estar delante de las cámaras. A media mañana se tomaron un descanso y les sirvieron un aperitivo preparado en las mismas cocinas del palacio.
Cuando el novio llegó estaban para finalizar la sesión, Anabel, mirando a través del objetivo se dijo para si misma que, a pesar de la diferencia de edad, formaban una bonita pareja y que el novio aparentaba ser más joven de lo que realmente era, se pasó de tiempo en la observación hasta que su ayudante, Alejandro, la tocó discretamente el brazo, en algunas otras fotos participaron los padres de la chica y se dispusieron a recoger dando por concluida su labor.
La nieve había sido la causa de que los padres de Álvaro, acompañados de Ángel, llegaran con algún retraso, aunque consiguieron llegar antes de que comenzaran a hacerlo los demás invitados. Alejandro fue el primero que observó entrar a los tres nuevos personajes, y sin esperar la orden de su jefa comenzó a grabarlos, había quedado impresionado por la armónica belleza del chico que acompañaba a los señores mayores que intuyó eran los padres del novio.
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Cuando revisaron el trabajo, estudiándolo en detalle para seleccionar los mejores planos, metrarlo y montarlo a los minutos que necesitaban para la televisión, Anabel se encontró la sorpresa de la escena captada por Alejandro, necesitaban treinta segundos más para que quedara completo el reportaje y no vio nada que se opusiera a que, como colofón y en los últimos segundos, apareciera la pareja de los señores y el hermoso muchacho acompañándoles.
Cuando a las cinco de la tarde realizó la entrega, algo nerviosa, miraba la expresión de su jefe que observaba detenidamente las imágenes realmente interesado.
-¡Magnifico, enhorabuena!, saldrán en las noticias de mañana a las 15 horas. Un buen trabajo Anabel, felicita a tu equipo, tendrás que regalarte un descanso, tu aspecto no es el mejor. -la chica pensó que indudablemente habían sido dos días y medio donde prácticamente no había podido dormir más de dos horas seguidas.
Cuando bajó a la sala de recepción del estudio, le sonrió a su ayudante y este se puso rápidamente en pie para ir a su encuentro y pasarle el brazo por el talle.
-Eres la mejor. -ella apoyo la cabeza en el pecho del hombre y musitó en voz queda.
-Llévame a casa, necesito un tranquilo baño y dormir veinticuatro horas seguidas. -Alejandro la sujetó del brazo para dirigirse a la batiente puerta de cristal que rotó sobre si misma abriéndoles el paso.
Cuando Alejandro fue admitido en la productora de audiovisuales, junto con otros aspirantes, Anabel en seguida se fijó en él, por la calidad de los trabajos presentados y también por la impresión personal que le causó.
No era un adonis, ni estaba tan cachas, pero podía presumir de no serle indiferente a las mujeres, su estatura sobresaliente, su bien formado y atlético cuerpo, la sincera y alegre sonrisa que inspiraba confianza, y los enigmáticos ojos verdes, eran algunos de sus más relevantes rasgos y atributos físicos.
Anabel le solicitó para algunos trabajos como prueba y terminó, unos meses más tarde, por ser su cámara en quien confiaba y el hombre que, esporádicamente, compartía su cama. Igual que congeniaron en el trabajo les sucedió en el lecho donde pasaban largas horas haciéndose el amor.
Había dejado de caer la nieve, pero el frío mantenía las calles semi vacías a pesar de ser un sábado, también porque aún anochecía muy temprano. El hombre detuvo el automóvil enfrente de la vivienda e hizo intención de bajarse.
-No, por favor, estoy deseando recuperar estos días pero me siento muy cansada.
-Puedo ayudarte a bañarte y llevarte luego a la cama. -era una simple broma para distender el ambiente que se había enfriado y logró arrancar una sonrisa en el cansado rostro de la mujer que le ofreció los labios para que los besara.
Se mantuvo en el coche con el motor apagado hasta que observó como se encendían las luces, primero en el salón de la vivienda y luego las del dormitorio, Anabel estaba segura en su casa, y entonces encendió el motor para llegarse a su apartamento, frío y despejado de muebles, y de los detalles femeninos que proliferaban en la casa de su jefa.
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El viaje no había resultado tan tranquilo como esperábamos, nos salvaron los quitanieves trabajando intensamente en la autopista abriéndonos camino. Escuché el suspiro de alivio de Victoria al traspasar las puertas que daban al inmenso parque de la residencia donde vivía la familia de Irina, la fachada de la casa me recordaba a la de don Manuel, el tío de Álvaro, pero esta resultaba más coqueta y delicada, su estilo arquitectónico no mostraba la robustez y fuerza de aquella casona.
En amplio hall de entrada nos recibieron dos sirvientes que nos recogieron los abrigos y nos guiaron a una puerta que daba a otro salón más grande. Un grupo de cinco o seis técnicos se afanaban en recoger los focos, trípodes y cámaras, aún pude ver el piloto rojo de la última que manejaba un tipo joven alto y apuesto.
Irina, Álvaro, y otras personas que desconocía, saludaban despidiéndose de una bella mujer, aún joven, vestida de pantalón vaquero y chaqueta corta de la misma tela. Al vernos entrar se dirigieron hacia nosotros.
Me presentó a sus padres y hermanos, los tres varones de distintas edades, desde el mayor de unos treinta años, un segundo que aparentaba veinticinco, y el tercero más joven que ella, todos apuestos, guapos y elegantemente vestidos, hasta el más joven resultaba más alto que ella. Con los padres de Álvaro se saludaron entre ellos y los chicos besaron a Victoria.
Resultaba un conjunto de personas atractivas, agraciadas por la suerte de la fortuna, alegres celebrando el encuentro y la situación familiar que se daba. A la vez que los técnicos terminaban su trabajo y salían llevándose grandes maletas, otro ejercito de personas apareció portando mesas, manteles y vajillas, disponiendo el salón como si fuera un comedor.
Pasamos al gran hall de recepción cuando empezaron a llegar los primeros invitados, pronto se convirtió en un torbellino de gente circulando a nuestro alrededor.
-Robert, te encomiendo a Ángel, cuida que no se pierda. -Irina hablaba mientras era arrastrada por un grupo de alborotadas chicas jóvenes en compañía de Álvaro.
-Descuida hermanita, seré su perro guardián. -Robert era su hermano pequeño, y entonces me fijé más en él, en ese momento me sonreía aviesamente, desmintiendo lo que prometía a su hermana.
Era un chico delgado y fibroso, de pelo castaño cortado en capas que le caía sobre la frente y él apartaba con gesto rápido y descuidado. Se parecía a Irina como los demás hermanos, pero con rasgos alargados, varoniles del hombre que empezaba a formarse en él, tenía los labios de un rojo fuerte, y los ojos algo hundidos le brillaban como si los tuviera empañados en lágrimas.
Desvié mi atención hacia las personas que entraban, don Ernesto y doña Martina los abuelos de Oriol, y me acerqué para saludarlos. Parecía que Robert cumplía con la orden que recibió y me acompaño hasta ellos. Poco después llegó Oriol acompañado de sus tíos y primos Erico y Rubén, también llegaba con ellos Alberto.
Nos saludamos dándonos abrazos y besos.
-¿David y tu mamá no han venido? -Oriol eclipsaba la belleza de Irina y el publico se fijaba en él, y quise suponer que en mi también.
-Tenía que analizar los resultados de las pruebas que le han hecho a Eduardo. -sus palabras me inquietaron, resultaba sospechoso que Pablo y David no vinieran por el mismo motivo y que tampoco lo hiciera Ana María.
-¿Qué es lo que le sucede a Eduardo? -debió ver reflejada cierta angustia en mi cara y me cogió la mano apretándola entre las suyas.
-No te preocupes, si fuera algo importante nos lo dirían. -le veía confiado y eso me tranquilizaba, Oriol era una de las personas a las que Eduardo más quería y éste también le devolvía el mismo cariño por todo lo que había hecho por él y su madre, más incluso que sus abuelos.
En un momento le tenía cogiéndome del brazo y apartándome hacia un costado del salón, una nube de camareros proliferaba portando bandejas de pequeños bocaditos y bebidas ofreciéndolas a los invitados, muchos había pasado al salón contiguo donde habían dispuesto una mesa alargada atendida por dos chicas, con bebidas que preparaban según les pedían.
Robert nos dejó un momento para acercarse a la mesa y hacer un pedido.
-Ese chico tan mono no te deja tranquilo sin perderte de vista en todo momento. -Oriol se reía observando la varonil figura del muchacho hablando con las camareras.
-Cualquiera pensaría que él es tu enamorado en lugar de Álvaro. -me miró un poco asustado. ¡Ayy perdona! Soy tan torpe.
-No te preocupes, Álvaro cumple con su obligación y Robert es hermano de Irina, le ha encargado mi custodia, quizá piense que pueda perderme en su inmenso palacio. Todos hacemos lo que las circunstancias nos demandan.
-Si que es cierto, y tienes razón, pero algunos con más fortuna que otros. Tu y yo pertenecemos a este grupo y somos de los afortunados. -sentí su cálido abrazo en mi cintura cuando Robert llegaba con la bebida, me confortaba que Oriol me colocara a su nivel y compartiera su situación con la mía, aunque bien sabía que eran diferentes.
A partir de aquel momento la alegría del ambiente se me contagió, saludé a mucha gente que Robert me iba presentando, muchachos y chicas jóvenes, desinhibidos por el efecto de las bebidas que generosamente se servían y por su juventud, hacían que me encontrara a gusto entre ellos.
Pude hablar con Rubén, Alberto y Erico, y reír por las anécdotas que contaban de cuando vivían con Pablo a su lado. Para la comida teníamos nuestros lugar asignado, eran grandes mesas redondas para unos quince comensales, la familia se repartía teniendo un miembro en cada mesa, yo estaba a la derecha de Robert y a mi otro lado se encontraba Victoria.
Antes de comenzar a servir la comida los padres de Irina se encaminaron hasta una tarima más alta, improvisada en un extremo del salón, y Victoria junto con don Mateo se pusieron en pie para llegarse donde ellos les esperaban con Irina y Álvaro.
Sabía que ese sería el momento de anunciar lo más importante de la fiesta y se me contrajo el estómago, sentí la presión de la mano de Robert en mi brazo.
-No vayas a echarte a llorar. -para enseguida añadir. -Disculpa, ha sido una mala broma. -le miré casi sin verle y con los ojos empañados.
-Es el momento más de grato de nuestras vidas anunciaros el compromiso de Irina y Álvaro…
De la boca de su padre iban saliendo las palabras que me herían, hubo un instante que el sonido se acopló, dejando oír un agudo grito por los altavoces que consiguió tapar el que se escapaba de mi boca.
-Celebrar dos acontecimientos que nos alegran, y a la vez, no es fácil que se produzca, anunciaros la buena noticia el mismo día que celebramos su mayoría de edad… -se detuvo para abrazar a su hija.
-Todos nos alegramos y esperamos que sean muy felices y que todos lo veamos… -los aplausos culminaron con el abrazo que les prodigaban sus progenitores y el romántico beso en la boca de los novios.
Jugué con la comida que Robert iba pasando a mi plato sin probarla, escondido en el barullo de las ruidosas voces que nos rodeaban. Cuando terminó la comida, en una zona libre de mesas, inició el baile la pareja.
-Por favor Robert, tengo que ir al baño, dime por donde lo encuentro.
-No te preocupes, te acompaño. -nos levantamos sin que nos prestaran atención, los ojos de todo el mundo estaban puestos en las evoluciones de la feliz pareja bailando.
Salimos del salón y al llegar al hall me sujeto del brazo.
-Subamos al piso superior, allí tienes mi baño para lo que necesites. -le seguí sin resistencia pensando que era lo mejor para poder llorar a solas.
No tuve tiempo de mirar la habitación donde entramos, solo le escuché hablar para decirme cual era la puerta del baño, abrirla y apoyarme en ella una vez cerrada para comenzar a llorar.
Me sentía desgraciado, Álvaro me iba a dejar tarde o temprano y no podía contar con Pablo cuando más lo necesitaba a mi lado, después de muchos minutos me fui calmando, reconociendo además que no tenía motivos para ponerme así. Había sido consentidor de que esto sucediera.
Me miré en el espejo para verme los ojos rojos contrastando con la blancura de la piel, me lavé la cara y salí al encuentro de Robert intentando sonreír. Estaba tumbado sobre la cama fumando un cigarrillo, su mirada me seguía a través de las volutas del humo.
-Duele pero luego se pasa, o se amortigua, ven túmbate a mi lado y descansa. -se apartó hacía un costado dejándome sitio a su lado, se había quitado la chaqueta y lucía un chaleco de la misma tela abierto, me quedé de pie pasando la vista por el cuarto.
Miré desconcertado la habitación, parecía la reproducción de un camarote de barco antiguo, salvo los detalles tecnológicos que no faltaban, como un enorme televisor sobre la pared y una portátil sobre su mesa de escritorio demás de una torre de sonido.
En las paredes abundaban los adornos marineros y muchas fotografías, un gran banco de madera, como si fuera un arcón, corría a lo largo de la pared debajo de los ventanales y de extremo a extremo de la habitación.
En las fotografías se le podía ver a él en el monte, en la nieve, en la playa, acompañado de sus hermanos y amigos, y casi en todas ellas, siempre presente Irina su hermana. Por el rabillo del ojo le había visto levantarse y se acercaba a mi lado hasta que le tuve a unos centímetros, cogió un porta retratos de la estantería, estaban él e Irina en un primer plano, ésta le besaba la mejilla. Pasó lentamente la yema de un dedo acariciando el óvalo de la cara de su hermana.
-Creo que puedo saber lo que sientes, pero tienes que ser fuerte, por esto no terminan nuestras vidas ni nos vamos a morir. -dejó el marco donde estaba y me cogió las manos mirándome a la cara, estábamos muy próximos, casi pegando el cuerpo de uno al otro, me abrazó llevando cogidas mis manos a mi espalda, intenté soltarme, alejarme de él, pero resultaba imposible cogido como estaba, me desestabilicé y terminé apoyando la espalda en la pared de madera.
Las manos me dolían al sentirlas presionadas y Robert metió una rodilla entre mis dos piernas apoyándola sobre la pared obligándome a abrirlas. Sentía su irritación en la forma forzada de la respiración, acercó la cara hasta hacer contacto con la mía y buscó mis labios, yo movía la cabeza de un lado a otro para evitar lo imposible hasta que sus labios hicieron contacto con los míos.
Sus labios le abrasaban de calor y tenía la cara roja y sofocada. lentamente sucumbía a la presión que ejercía con la lengua y abrí los labios permitiéndole que me la introdujera, fue disminuyendo la fuerza que ejercía en mis muñecas hasta que me soltó para agarrarme de las caderas y hacer más intenso el beso.
-Déjame Robert, esto no está bien, además eres muy joven. -me respiraba en la boca queriendo repetir el beso.
-En todo caso soy mayor que Irina. Pregúntale a Irina que tal de joven soy, tu amante nos la ha quitado, y es justo que yo tome lo que es de él, una pequeña pero dulce venganza.
Seguirá…
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