La historia de Ángel, solo era un muchacho 40
Tiró de mis pantalones bajándomelos hasta la rodilla, tuvo el detalle de aflojarme el culo metiéndome los dedos antes de perforarme con su verga dura como un garrote de madera seca..
Cuando desperté, la mortecina luz de un día nublado alumbraba débilmente la habitación, permanecí un momento pensativo, orientándome hasta darme cuenta del día en que vivía. Domingo, y entendí que Álvaro siguiera tendido a mi lado, luego fui recordando el pasado día y rememorándolo todo.
Seguía en su placentero sueño y hasta sonreía por un agradable sueño que quizá tuviera en la mente. Yo estaba cubierto solamente con un ligero edredón de tela blanca y mi delgado pijama, él como lo recordaba del momento de haberse metido en la cama, solamente con el slip de rayas verticales azul claro y blancas.
Admiré su varonil cuerpo y el hermoso perfil de la romana nariz. Ahora me daba cuenta del aspecto aristocrático que Álvaro derrochaba a raudales. Volví a cerrar los ojos y me quedé traspuesto, hoy no tenía prisas y tampoco tenía ganas de levantarme.
El ligero movimiento de algo moviéndose a mi lado me sacó del letargo. Tenía su hermoso rostro a escasos centímetros del mío. pero solo podía enfocar con precisión sus ojos.
-Bésame. -exclamó rompiendo la magia. -Será mejor que lo haga yo para despertar al bello durmiente. -bajó la cabeza y me hizo perder la visión que tenía al pegar sus labios a los míos, cuando se hubo separado, después de unos segundos de deslizar las suaves pieles una sobre otra, pude responderle.
-Llevo despierto mucho tiempo.
-No hables, solo bésame como te pido. -volvió a poner en contacto nuestras bocas a la vez que me subía el faldón de la chaqueta para colocar una mano sobre mi tetilla jugando con ella entre sus dedos.
-¡Ohh, Álvaro! ¿Que te sucede hoy?
-Deseo amarte, ¿sabes el aspecto tan dulce que tienes? -se elevó y metió los dedos en mi cabello enredándolo, y luego se colocó sobre mi aplastándome, y siempre entre sonrisas besándome repetidamente la cara.
Elevó el pecho para tener fácil acceso a los botones de mi chaqueta y los fue desabrochando, ese acto unido a la erección de su pene sobre mi vientre me demostró con claridad las intenciones que tenía. Cuando dejó mi pecho descubierto lo rozó ligeramente con los vellos del suyo haciéndome cosquillas, mi sonrisa le animó a repetir su acción hasta lograr que los pequeños pezones se me pusieran duros.
-¡Ohh! Álvaro, estas loco. -coloqué mis manos en su nuca y cuello y lo atraje hacía mí para morderle el labio inferior.
-Te deseo Ángel, ¿puedo…? cerré su boca apretándola contra la mía y ofreciéndole la lengua en un mudo consentimiento a lo que no terminó de pedirme.
Álvaro era así, pedía permiso para tomar lo que era suyo y le pertenecía. Conseguí meter la mano por la cinturilla del slip para cogerle el pene, lo tenía duro y potente, húmedo de presemen. Con dificultad se lo acaricié deslizando el cuero y sacándole la cabecita.
-La tienes muy dura. -reí con cierto jolgorio y sentí un impulso de sangre bombeándole la verga endureciéndosela más aún.
-Tu la pones de esta forma. -le veía muy excitado y nervioso intentando retirarme la ropa, se puso arrodillado tirando de los pantalones, poco más tenía que hacer para tenerme completamente desnudo, y él mismo se quitó el slip que le quedó enredado en un tobillo sin terminar de salir.
Su verga vibraba apuntando al ombligo y los testículos le colgaban en la bolsa estirada por el calor, tenía el capullo muy rojo por las caricias que mi mano le había prodigado.
Me sujetó las piernas y me las elevó abriéndolas. Después de una sonrisa traviesa escondió la cara sobre mis huevos lamiéndolos, metiéndolos en la boca y tirando de ellos, me hacía sentir un delicioso dolor y placer al mismo tiempo, deseando que me los siguiera chupando y a la vez que los dejara.
-¡Dios! Me los vas a romper. -me electrizaba los vellos, y sentía cierto temor cuando tiraba de ellos metidos en la boca y apretándolos con los labios. Cambió a lamerme el perineo hasta llegar al ano. Este día Álvaro era diferente, había dejado su cordura para convertirse en puro macho.
No podía hacer otra cosa que agitar las piernas apresando su cabeza y con las manos le impelía empujándole para que su lengua me entrara más. Así me tuvo unos minutos de inenarrable placer, jugando con la lengua y la boca comiéndome el culito. Me tenía a mil de tensión y con un fuerte deseo de ser penetrado, poseído y destrozado.
Él debió darse cuenta al sentirme el culo bien abierto y sin más preámbulos se dispuso a dármela por el culo.
-Abrete precioso, te la voy a meter. -elevé la cabeza sujetándome las piernas en el aire, dejándole expedito el camino para que me diera la verga por el ano, y la vi apuntándome y como se la masajeaba para ponerla en su máxima dureza.
Fue en el momento de empezar a penetrarme cuando sentí un estremecimiento de tal placer que me hizo eyacular un poco de semen, gritando a la vez que me contorsionaba y retorcía. En un primer momento se quedó quieto, pero reaccionó enseguida sujetándome las piernas y empujó la cadera deslizando toda la polla dentro de mi.
-¿Te he he hecho daño? -le dije que no moviendo la cabeza, con los ojos extraviados, no podía hablar aún y seguía temblando.
No dejó que me recuperara y empezó a entrar y salir de mi cuerpo sin parar, pero muy lento, mirándome fijamente y sonriendo al verme morderme los labios por el intenso placer que sentía.
Descansó apoyando el pecho sobre el mío y aproveché para rodearle la cintura con las piernas haciendo un nudo tras él, mis manos envolvieron su espalda apretándolo contra mi, deseando que todo él se me metiera dentro, tenerle todo él en mi vientre.
-Mi amor Álvaro, ¡qué grandioso momento me has dado! -como respuesta me mordió la oreja respirando fuerte, y volvió a elevarse sobre las manos a mi costado para retomar la tremenda follada que me estaba dando.
Fueros minutos inolvidables de sentir el roce su duro falo perforándome, hasta que, como todo tiene un final, se dejó caer sobre mi, ondulando su bello cuerpo follándome sin parar, sudando por el esfuerzo hasta eclosionar un fuerte orgasmo que me permitía sentir como su semen salía inundándome por dentro.
Apreté los talones de mis pies en sus nalgas atrayéndole, y sin que él terminara de vaciarse volví a eyacular tan fuerte que mi culo se convirtió en un cepo atrapándole la verga.
Estábamos empapados en sudor y respirando con dificultad, inmensamente felices y satisfechos, hasta que la dureza granítica de su polla fue perdiendo consistencia y a resbalar saliendo de mi culo junto con parte del semen.
Nunca, nunca me había hecho el amor con tanta fuerza, tesón y bravura, y mientras le acariciaba la espalda, sudada de la transpiración, tuve que reconocer que yo era el receptor de su pasión, pero que a quien terminaba de hacer el amor, de tan increíble manera, era a otra persona, y no podía ser otra que Irina, poco después mis sospechas se confirmarían.
Sin prisas nos habíamos duchado y vestido para bajar a comer, conversando sobre aspectos relativos de la fiesta pasada y sobre algunos de nuestros amigos.
-¿Sabes algo de lo que le pasa a Eduardo? -le pregunté observando su reacción. -Parece que David se quedó para analizar las pruebas que le habían hecho. -le vi dudar antes de darme una respuesta.
-No he hablado con él y no se nada, pero si te inquieta podrías llamarle para enterarte. -no entendía que dos médicos, que se hablaban entre ellos con frecuencia, no se comunicaran un hecho tan importante.
-Lo haré si seguís ocultándome lo que pasa.
-No te estoy engañando Ángel, cuando David me diga algo lo sabrás, no tengas dudas. -y cambió rápidamente de conversación a la vez que se sentaba en la mesa del ordenador revolviendo unos papeles. Tenía otras dudas que deseaba conocer además del estado de salud de Eduardo.
-¿Piensa Irina en vivir en la hacienda de sus padres o se quedará en la ciudad? -levantó la cabeza para mirarme, le sentía nervioso y que buscaba la respuesta mejor que darme.
-Se quedará en la ciudad, tiene que seguir con sus estudios… -se detuvo un momento indeciso. -Quiere venir los fines de semana para estar aquí, no desea estar sola en la hacienda sin sus padres y hermanos. -rápidamente volvió a ocuparse de atender los documentos que tenía en las manos.
Supe que la conversación había sido suficiente y que debía de ser yo mismo quien sacara las conclusiones. Le dejé en la habitación y bajé para ir a la cocina a tomar un zumo, era la hora de comer y al pasar por la puerta vi el comedor vacío.
Me encaminé al salón con el vaso de zumo que me habían entregado en la cocina.
Victoria y su marido se encontraban viendo la televisión, pasaban en ese momento, antes de las noticias, el reportaje del cumpleaños de Irina y el compromiso con Álvaro. Me detuve en la puerta mirándoles y viéndoles sumamente felices por lo que estaban viendo.
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Victoria fue mejor receptora que su hijo, y entendió a la perfección mis razones para desear cambiarme a una de las habitaciones de invitados. Sin mucho que comentar mandó prepararla y el jueves siguiente trasladábamos a ella mis cosas, mando también comprar e instalar un ordenador para que pudiera continuar mis clases.
Cuando Álvaro lo supo no lo discutió, seguramente su madre le habría explicado las razones y se hizo comprender, de alguna manera y de esa forma dábamos por concluido nuestro compromiso, tenía libre el camino para iniciar su relación con Irina.
Un día de esa misma semana, en lugar de Marcos, llegó Eliseo a buscarme, cuando bajé a la planta inferior estaba hablando animadamente con Victoria, no era exactamente una discusión pero se le parecía.
Se despidieron apresuradamente y avanzó delante de mi, sin esperarme, hasta llegar a su ranchera, tampoco me abrió la puerta como en otras ocasiones donde aprovechaba para rozarme con la entrepierna mientras entraba haciéndome sentir su necesidad y deseo.
En medio del páramo detuvo el vehículo, permanecía el campo de un blanco impoluto, no porque estuviera nevando, era el viento que arrastraba la nieve de unos lugares a otros, solo denunciaba la existencia del ser humano las rodaduras de su vehículo en el asfalto. Se volvió hacia mi y su voz sonó descontrolada y brusca.
-Se acabó. -le miré indeciso adivinando a lo que se refería.
-Tenías razón, soy el tío de Pablo, solo espero que me disculpes por lo que te hice. -su voz sonaba dura y autoritaria, como una solicitud de perdón sin llegar a serlo.
-A partir de ahora intentaremos mantener las distancias. -relacioné sus palabras con la conversación que yo había interrumpido unos minutos antes. No dije nada y él puso de nuevo la ranchera en marcha.
Aunque yo deseaba que se diera ese resultado, al final sentí pena por él, era un hombre solitario, necesitado de cariño que no tenía por que ser el que buscaba en mi, y por otra parte también yo me sentía culpable por haber gozado cuando me follaba.
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Iba pasando el tiempo, Alberto cumplió su palabra y cada dos días me llamaba, lo que no hacía Pablo que pudiera ser que estuviera ocupado con Eduardo, o pensándolo peor que Ana María fuera suficiente para él, los celos volvían a mi y me esforcé para apartarlos.
Las conversaciones con Alberto eran muy simples, me contaba sus cosas relativas al trabajo, no me hablaba de sus probables encuentros con David y Oriol, y tampoco de Rubén si yo no le preguntaba. Luego todo eran preguntas para que yo le refiriera lo que hacía, solo le hablaba de lo agradable que me sucedía y para nada mis amarguras.
Reía con sus ocurrencias y no me decía que me quería o algo parecido. Era una charla de amigos sin más problemas. Cada dos días esperaba su llamada deseándola hasta hacérseme necesaria.
Con Eliseo había finalizado toda nuestra relación, se hacía invisible para mi y lo veía de lejos, al contrario que con Marcos. Adivinó desde un principio que algo había pasado y el gallinero se lo quedaba para su uso exclusivo.
Victoria, ocupada ahora en pensar en Irina y lo que representaría para su familia, dejó de ir a buscarme y Marcos retomó su obligación con alegría, solo le puso la condición de que me devolviera pronto a la hacienda.
Y no tengo por qué ocultarlo, Marcos se convirtió en el macho que yo necesitaba para atender mis necesidades en el sexo. Álvaro me visitaba algunas noches al principio, casi siempre para que yo hiciera de activo, luego su prometida se encargó de que estuviera suficientemente servido. Pero ese era un capítulo que desea cerrar cuanto antes.
Todo había cambiado, Victoria y don Mateo seguían siendo los mismos, atentos y amables conmigo, pienso que agradecidos de que hubiera sido yo el que renunciara a seguir con su hijo. Con Irina me llevaba bien el poco tiempo que estábamos juntos. De alguna forma me dio a entender que sabía lo que había hecho con su hermano Robert y que estábamos en la misma situación de compromiso, eso se pensaba ella.
A mediados de Marzo tuve una charla larga y extensa con don Ernesto el abuelo de Oriol, se interesaba por los avances en el estudio de sus jornaleros y me apremió para terminar en poco tiempo. Las labores del campo en la primavera cercana se incrementaban exponencialmente y su personal tenía que atender sus otras obligaciones. Me agradeció lo que estaba haciendo y decidimos seguir las clases hasta que llegara la Semana Santa.
Ese día, después de la conversación que mantuve con don Ernesto y cuando regresé a la habitación que hacía de aula, Marcos permanecía solitario y pensativo esperándome sentado ante mi mesa.
-Ya se termina esto. -o bien sabía, o adivinaba lo que su patrón y yo habíamos hablado. Se levantó al verme llegar y cerró la puerta colocándole el cerrojo de seguridad.
Me abrazó con cierto grado de desesperación en sus modales.
-Nos alejaremos sin remedio y seguramente no volveremos a tener oportunidad de estar solos. -me besaba como él lo hacía siempre, con brusquedad y fuerza, como un macho garañón que desea llegar con rapidez al momento cumbre de montar a su hembra.
Tiró de mis pantalones bajándomelos hasta la rodilla, tuvo el detalle de aflojarme el culo metiéndome los dedos antes de perforarme con su verga dura como un garrote de madera seca.
-¡Ahhhh! me haces daño Marcos, me duele. -solo le importaba el acto de la cópula y no se detuvo hasta tenerme empalado totalmente en su dura verga.
Me aplastaba el pecho sobre el tablero de la mesa, empujando con bravura, venciendo cualquier resistencia que tuviera y me golpeaba el pubis y la base de mi polla con el filo de la mesa.
-¡Por favor!, ¡por favor! me lastimas Marcos. -pero no me escuchaba ni quería atender mis ruegos y súplicas.
-Ya no voy a poderte tener más, ¡joder! ¿por qué? -tiró de mis hombros y por fin el dolor que tenía en la base del pene se vio liberado, así estaba mejor aunque continuaba follándome como un demente, haciéndome sentir como un objeto utilizado para obtener su placer, y dejé de oponer resistencia, y abrí el culo para que me penetrara a su placer pleno, hasta que sus deseos se desbordaron y abrieron el manantial de sus huevos llenándome de leche.
En el trayecto de vuelta a la hacienda de Álvaro no hablábamos, parecía avergonzado y no me miraba a la cara. Cuando iba a salir de la ranchera, queriendo correr a mi habitación para limpiarme la sangre que manchaba mi culo y el slip, me dirigió la mirada.
-Perdóname, no sabía lo que hacía. -bajé del vehículo sin responderle.
Aquella noche durante la cena pedí a don Mateo que me dejara usar uno de los automóviles de la casa, para utilizarlo los últimos días que me quedaban de ir a las clases.
Álvaro estuvo de acuerdo, las nevadas eran ahora más suaves y no llegaba a cuajar salvo en zonas muy concretas, eran casi benignas para el campo, también había más horas de luz, los días eran más largos y la primavera se anunciaba con la llegada de los primeros gorriones, y de las primulas que rompían la capa endurecida de nieve buscando los cálidos y primeros rayos de sol.
Lo que pensaba que iba a resultar difícil no lo fue tanto, era la primera vez que cogía el volante de un coche sin alguien al lado que me dirigiera, pero fueron los primeros minutos, luego me convencí de que lo sabía y podía hacer igual que cualquier otro.
Y al cabo de unos días disfrutaba de la libertad de poderme mover por mi mismo, podía ir a impartir mis clases sin depender de otros, también al pueblo para pasar por el salón de belleza y que me cortaran la puntas del pelo. Era el primer paso hacía mi independencia y eso me ponía contento y me enorgullecía.
La llamada que Pablo me hizo anunciando que vendría a pasar la semana santa me puso muy contento. Por fin iba a volver a estar con él, este trimestre había pasado muchas cosas que marcaron mi vida. Sus exámenes habían sido notables y excelentes y el próximo, si tenía suerte, prepararía su proyecto fin de carrera. Él lo ponía en duda y yo estaba seguro de que lo conseguiría.
Ese año la semana santa empezaba la última semana de Marzo, faltaban pocos días que desde ahora contaría de uno en uno deseando que pasaran con rapidez. Álvaro me comunicó que Irina estaría esas mini vacaciones en la casa, pero ya no me preocupaba tanto, yo tendría a Pablo a mi lado y sería mi consuelo después de tanto echarle en falta.
El martes de esa semana dimos por concluidas las clases en la hacienda de don Ernesto, prepararon una pequeña fiesta como despedida y me emocionaron hasta hacerme llorar por el agradecimiento que los humildes hombres me expresaban, y así mismo el abuelo de Oriol me dio las gracias por lo todo lo que había hecho.
Al final no había sido tanto, pero lo importante era que, aquellas personas, aunque no hubieran aprendido a leer y escribir muy bien se sentían interesadas y atraídas para continuar aprendiendo. Con eso me daba por satisfecho, había podido colaborar en ayudar a alguien.
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Había sido costoso pero al fin tenía todos los datos que necesitaba para dar cumplido fin a su venganza. Sabía que tenía contraída una importante deuda por el favor, pero no pensaba pagarla.
Había pensado mucho y lo había dado muchas vueltas, se las ingenió para retrasar la entrega de los sobres del impuesto recogido una semana, y poder tener en su poder lo recaudado ese medio mes. No era mucho pero si lo suficiente para ir tirando.
Luego no sería difícil encontrar, en cualquier ciudad o pueblo algo importante, quien le comprara parte de los cinco kilos de coca que hábilmente escamoteó. Había tenido la suerte de que le pidieran participar en recoger y transportar aquella partida de mercancía más abundante de lo habitual.
Con premura y rapidez recogieron de la playa los paquetes que lazaban al borde del agua desde las veloces motoras que no se detenían ante el temor de conocer la inminente llegada de la policía.
Había escondido aquellos cinco valiosos paquetes debajo del habitáculo de las herramientas, bien guardados a la vista de la revisión que posteriormente le harían en el lugar de entrega.
Los días posteriores escuchó los rumores que circulaban sobre el extravío de parte de la mercancía, el jefe estaba sumamente cabreado y había pedido los nombres y señales de todos los que habían participado en la operación.
No sería muy difícil que llegaran a la conclusión de quien pudiera ser el responsable de la falta una vez descartado que se hubiera perdido u olvidado en la arena de la playa. Supo que no podía retrasar más su marcha de la ciudad si no quería que terminaran cogiéndole, aceleraría la recogida de todos los sobres que pudiera y el miércoles, aprovechando la salida masiva de vehículos, y camuflado entre ellos, se esfumaría.
A partir de ese momento todos sus esfuerzos se centrarían en consumar la venganza que había planificado con detalle minucioso. No tenía duda alguna de que conseguiría hacérselo pagar al putito aquel, y desde ahora disfrutaba al considerar lo que le haría.
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Había tenido una larga conversación con Eduardo después de recibir su felicitación por las excelentes notas que había obtenido. Estaba otra vez en casa y eso era lo mejor para todos, en ella tendría los cuidados que necesitara y estaría mejor en ese ambiente. A pesar de no tener familia cercana a él, Eduardo se había rodeado de personas que por uno u otro motivo le apreciaban y querían, pero a los que no hacía caso cuando le pedían que estuviera en la cama.
-No estoy tan mal, muy bien diría yo para mi edad, y el tiempo que este vivo quiero hacer mi voluntad como ha sido siempre. -elevaba la voz para imponerse, y a la vez le encantaba sentirse querido, por Ana María, y por aquel hermoso muchachote que había venido como paquete acompañando a la hermosa mujer hija de su viejo amigo.
Pensó un minuto en los seres que le interesaban por uno u otro motivo, y realmente no eran muchos aparte de los viejos amigos: Ana María que había pasado a ser la señora de la casa y su hijo Oriol, David el líder de la organización y ahora marido de Oriol, el mismo muchacho que tenía ahora delante suyo, y sobre todo Ángel a quien había adoptado como su sobrino y al que echaba mucho de menos, y que sin saber el motivo exacto era su preferido.
-He encargado un regalo para le entregues. -apuntó con un dedo tembloroso a varios paquetes envueltos en lujoso y marrón papel con cintas doradas dispuestos sobre uno de los sofás de la biblioteca.
Pablo echó un vistazo a aquellos elegantes paquetes que sugerían tener un valor considerable, dejó escapar una pequeña y divertida risa.
-Con tus paquetes y los que Ana me ha entregado para él voy a llenar el coche. -Eduardo se río sin demasiadas fuerzas. Hacía ya tiempo que había autorizado a Pablo para hacer uso de los numeroso coches de que disponía en el edificio de garajes, mejor era que alguien los usara y no terminaran por ser chapas inservibles.
-Puedes llevar uno con más capacidad y no los deportivos que tanto te gustan. -el muchacho había comenzado a recoger los paquetes y meterlos en enormes bolsas.
-Tengo que aprovechar el tiempo que esté aquí, luego deberé conducir, como mucho, una ranchera de granja. -el mayor pareció quedar dubitativo.
-De eso también tenemos que hablar, será más adelante después de tu vuelta, ahora vamos a comer antes de que recojas y te marches. -el chico se acercó para ayudarle a levantarse y Eduardo le rechazó con un gesto.
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Aún era temprano y el tráfico iba fluido a esa hora, el peor momento sería de siete a diez de la noche, cuando los quince carriles dispuestos como salida en el acceso a la autopista del sur estuvieran con largas colas, esperando recoger el tique que les permitiera su uso para llegar a sus destinos.
A treinta kilómetros de allí, en pleno monte y en la primera salida de la autopista principal, una vez pasada la cancela de control y pago del trayecto, la explanada se convertía en un único carril hasta el enlace con la autovía secundaria.
La policía había establecido un control como en el resto de las salidas, menos transitadas al dividirse el tráfico de la arteria principal. En algún despacho habían recibido el soplo del probable movimiento de una célula terrorista, se aprovechaban para poder pasar desapercibidos envueltos en el numeroso movimiento de vehículos. Estaba previsto el desplazamiento de cuatro millones de vehículos en todo el territorio, momento idóneo para intentar pasar inadvertidos.
León, un joven agente incorporado hacia unos meses al servicio activo, después de dejar la academia con su diploma, dispuso la cadena con pinchos para poder detener forzosamente a cualquier vehículo que pretendiera escapar al control.
Después de entregar la cuerda, que tirando de ella la activaba, a un compañero, se situó más alejado, en la zona de los conos que marcaban a los autos el camino a seguir si eran desviados ante cualquier sospecha, miró al compañero que unos metros detrás de él le cubría ante cualquier eventualidad y se ajustó el chaleco antibalas, espero con el sub fusil empuñado las ordenes del jefe de la operación para comenzar el control.
Cuando recibió la señal dispuso los conos para cerrar el paso, y a la vez abrirlo hacía donde él quería haciendo que los choches pasaran a su lado.
Desfilaban lentamente y León miraba el interior de los vehículos con detenimiento, la mayor parte eran familias que se desplazaban para pasar unos días de vacaciones en el interior del país, niños que le miraban curiosos y a veces le sonreían, o lo hacían asustados, le señalaba que podían seguir y el proceso se repetía llegando a hacerse cansino, pero él sabía muy bien que debía estar atento por si surgía el peligro.
De vez en cuando mandaba a alguno de los vehículos que se apartaran para que otros compañeros los inspeccionaran con más detalle, él era una persona con excelente memoria y retentiva, podía presumir de recordar la cara de numerosos delincuentes buscados por la policía, y no obstante, aleatoriamente como le habían enseñado, separaba los vehículos ocupados por viajeros que podían encajar con los que buscaban y potencialmente reunían alguna de esas características, como los que eran ocupados por jóvenes varones.
Seguirá…
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