La historia de Ángel, solo era un muchacho 44
Apoyé la cara sobre mis brazos y sonreí embelesado, sintiendo el goce profundo de la polla de mi hombre horadando mi vientre..
Si para Álvaro había sido un duro y traicionero golpe saber lo que pretendía, no lo fue menos para Victoria y su marido aunque en el fondo lo entendieron mejor que él.
En el desayuno de ese viernes todos se dieron por enterados.
-Angel ha decidido marchar, tiene que adelantar en sus estudios y le resultará más fácil en la ciudad que aquí. -así de escueto resulto su comentario, Victoria se levantó pretendiendo hacerse a mi lado y él se lo impidió, primero con un gesto y luego…
-Mamá no le pongas en un aprieto, Ángel lo ha pensado bien, solamente le queda saber que aquí tendrá siempre su casa.
Álvaro tenía que realizar alguna visita al estar de guardia esos días y después del desayuno se marchó, Pablo se acercó a la hacienda de don Ernesto para cambiar su coche por la ranchera, quería sacarme a pasear y enseñarme sobre el terreno los planes que tenía para la hacienda.
Y aquí estaba yo, sentado sobre una piedra, mirando el bello y primaveral paisaje ahora sin nieve, Pablo de pié pateaba unas pequeñas piedras, dejó de dar patadas y se puso delante de mi.
-¿Realmente te marchas por lo que dijiste?
-Son algunas de las razones, del resto no me preguntes por favor.
-De acuerdo, yo me alegro de que regreses, estaré mejor contigo allí.
-¿Tu crees que Eduardo me querrá tener? -le miré y le vi asombrado.
-No lo dudes, en realidad lo está deseando, tu le serás muy útil y además Eduardo te aprecia.
-Tendré que volver a mi antiguo trabajo. -Pablo me cogió la cabeza y la colocó pegada a su estómago.
-Tu ya sabes cual es la máxima de Eduardo, “Nada es gratis en esta vida”, pero también es generoso. Tampoco estarás tan mal, tendrás que atender a algunos privilegiados miembros de la sociedad, a él no porque ya no puede y no se le levanta, pero le gusta mirar, disfruta viendo como otros tienen sexo y tocar un poco para excitarse.
No me descubría nada nuevo, ya había podido constatar cual era el vicio de Eduardo ahora que no podía practicarlo él. Pablo continuó.
-Lo demás todo serán ventajas, tus clases, la universidad, la escuela de danza, poder salir con amigos de fiesta, coches y todo el lujo que acompaña vivir con Eduardo, además de que no lo pasabas mal acompañando a esos señores.
-¿Te importaría pedírselo tu? -me acarició la cabeza y me la separó para besarme la frente.
-Eso esta hecho, me voy a poder colgar una medalla sin méritos. Sería mejor que fueras tu, no tienes nada que perder. -me debió de ver la mirada asustada.
-Lo haré, no te preocupes, el lunes viajaras a mi lado de vuelta. -me abracé a sus piernas y así estuvimos unos minutos mirando al infinito en aquel abrupto paisaje. Luego me ayudó a levantarme y unimos nuestros labios en un dulce beso.
-Estas noches dormiré en la casa de mi tío, creo que debo apartarme para dejar que Álvaro esté contigo y podáis despediros, ambos se lo debemos. -me quedé sorprendido y me aparte para mirarle.
-Se que Álvaro es tu amigo y que te ayuda, ¡pero le amas? -volvió a apretarme entre sus brazos y a besarme la cabeza.
-Por raro que te parezca así es, tu nos has enseñado, antes nunca hubo nada entre nosotros y tu has sido la chispa que nos ha encendido, quizá lo hubiera pero se mantuvo oculto y sin prenderse hasta que apareciste uniéndonos. -estuvimos unos minutos abrazados, envueltos en el frío aire de la primavera.
Después todo consistió en mostrarme los valles circundantes propiedad de don Ernesto, algunos vecinos a los de Álvaro.
-Si estas tierras fueran mías estarían ya dando dinero. -le escuchaba y descubría la ambición contenida en sus palabras. Adivinaba que Pablo no se conformaría con preparar aquellas tierras y hacerlas productivas, él necesitaba que algo fuera suyo para descargar toda su pasión en moldearlo como deseaba.
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Me llevó a comer al pueblo después de llamar a Victoria, disculpándose por no avisarla con tiempo, era un pequeño bar con comida simple aunque deliciosa, y luego paseamos por el pueblo hasta la tarde, ese día no había tanto movimiento salvo en los bares y de gente que se acercaba hasta la iglesia como si fuera una peregrinación penitente.
Cuando llegamos a la hacienda Álvaro estaba de regreso, por la forma en que se hablaron me di cuenta de que a Pablo le daba pena su amigo aunque ninguno se opusiera a que me marchara. No quiso quedarse a cenar y lo hicimos los cuatro, comentando algún suceso del pueblo y sobre el trabajo de Álvaro.
Subimos para acostarnos y Álvaro no me pedía que durmiera con él, o no se atrevía o estaba enfado aunque no daba muestras de lo último.
Después de tomar una ducha en mi baño, salí silenciosamente y entré en su habitación, tenía la luz apagada y solamente las luces del jardín proyectaban algunos reflejos encendiendo el techo blanco.
Me acerqué y sin hablar dejé caer el batín que llevaba puesto quedándome desnudo al contraluz que entraba por la ventana, sin palabras corrió la ropa ofreciéndome que entrara en la cama a su lado. Él se aproximó abrazándome y colocó los labios en mi cuello.
-Te quiero Ángel, y pase lo que sea, esto no va a cambiar, aunque estés lejos seguiré amándote. -nos abrazamos mirándonos de frente, adivinando nuestros gestos en la oscuridad que nos cubría.
-¡Álvaro, te quiero tanto! -nos besamos, primero lentamente y con amor, hasta que la pasión nos invadió abrasadora e imparable.
Metía la verga en mi en largos movimientos, gozando de todo el recorrido por mi vientre, musitando palabras de amor, y también las sacudidas eran algo fuertes por la excitación.
-¡Ahhh!, así me gusta, que seas suave amor. -parecía que era mi primera vez y me estuviera enseñando a sentir las delicias del placer anal.
Apoyé la cara sobre mis brazos y sonreí embelesado, sintiendo el goce profundo de la polla de mi hombre horadando mi vientre.
-¿Te gusta?
-Me vuelves loco.
-Sabía que te gustaría así…, ¿notas mi verga?
-La siento muy dentro acariciándome la tripita, sigue así, no te detengas.
-Me encanta tu culito Ángel, el más bonito que he visto y te lo comería todo.
-Dame mi amor, dame por el culo mi rey, así, así, que bien te siento, sabe tan rico…
Me tenía en el cielo y se esmeraba en que lo pasara delicioso.
-Mira que culo, que sabroso Dios mío. -dejó de hablar y solo le escuchaba la respiración agitada y mis propios grititos y sollozos, al cabo de unos minutos empezó a bombearme con más fuerza hasta que cayó colapsado en mi espalda bufando fuerte.
No sentía la leche que vertía en mi vientre, pero si sus contracciones y como me abría más el culo al hinchársele la verga, eso me gustaba mucho.
Repentinamente me la sacó dejándome vació el culo, saliendo de él un chorro del semen que me terminaba de meter, sin dejar que me levantara se colocó al frente de mi y se cogió la polla envuelta en el semen y los juegos de mi culo.
-¡Chúpamela!
La metí en la boca hasta el fondo y la lamí hasta dejarla limpia y brillante, Álvaro me miraba hacer y se estremecía cuando le chupaba con fuerza el glande queriendo que volviera a correrse en mi boca y me la llenara de leche.
La verga no se le bajaba, mejor aún, creo que se le agrandaba y se le endurecía más.
-Túmbate otra vez. -me ordenó y le temblaba la voz.
Él se colocó sobre mi, con su cuerpo cubriendo el mío y empezó a morderme el cuello y la nuca.
-Estas buenísimo, voy a volver a meterla en tu culito. -sentía la tremenda dureza en mis nalgas y abrí las piernas para que metiera el cuerpo entre ellas.
Busco con la polla dirigida con la mano mi entrada y empujó, entraba con facilidad, resbalaba dentro de mi cuerpo como su lugar natural, y además apretada entre mis nalgas, algo cerradas al estar pegado con todo el cuerpo en la cama, se apretaba con fuerza para perforarme profundamente.
Estaba totalmente pegado a mi, la follada no resultaba profunda pero si deliciosa, además, tumbados de esa manera sentía su aliento con olor de fresa en la nuca, en mis orejas mordidas por los dientes y tirando de ellas.
-Ángel, precioso, me gusta follarte, me encanta que tu también me la metas.
Todo se desarrollaba muy lento y yo gozaba como una zorra follada por su semental, sin prisas, sin pausas, animándole a veces moviendo el culo y las caderas para el que él también me gozara.
Debajo de mi verga la humedad de la sábana iba en aumento, estaba soltando cantidad de líquido seminal que era absorbido por la ropa, la verga nadaba en esa humedad resbalando en ella.
Llevaba muchos minutos con la verga dentro de mi culo, sin cambiar de posición y follándome sin detenerse, hasta que no lo pude soportar más.
-Me voy a correr amor, tu verga me vuelve loco… No puedo aguantar más mi vida. -giré la cabeza y el alargó el cuello para comerme los labios.
-Córrete, quiero sentir como me la aprietas y te comes mi verga. -y lo hice sintiendo como el semen salía manchando más la sábana y mi bajo vientre. Salté moviendo el culo para arriba y aprisionándole la polla hasta que él se corrió otra vez con fuerza, la leche no dejaba de manar de su verga y al menos fueron cuatro fuertes disparos los que me llenaron la tripa, ahora si podía sentir el gusto de notarme lleno de su simiente caliente y espesa.
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A la mañana siguiente estaba a mi lado, despierto y sin prisas para levantarse, comenzó a besarme al verme abrir los ojos.
-Buenos días amor. -me quedé un momento indeciso recordando lo de la noche pasada.
-Estuviste increíble Álvaro. -adivino a lo que me refería y se puso rojo.
-Nunca es tarde para aprender gatito, pero a tu lado y contigo es un placer. -le sujeté por el cuello y le obligue a bajar la cabeza para besarle los labios.
Bajamos a desayunar agarrados de la mano, como si acabara de llegar a su casa y no hubiera pasado nada en todo ese tiempo, Victoria nos sonrió satisfecha al venos felices y que las nubes de tormenta había desaparecido, o al menos se habían convertido en algodones blancos salpicando el azul del cielo.
Desayunamos esperando a Pablo que había llamado avisando su llegada.
-Mamá, tendrás que encargarte de que vayan empaquetando las cosas de Ángel, marchará el lunes con Pablo y no queda mucho tiempo. -volví a agradecerle con la mirada que fuera tan amable y complaciente y me lo pusiera tan fácil tomando él la iniciativa, que estaba seguro, le estaba rompiendo el corazón, ¿pero qué se podía esperar de Álvaro salvo que hiciera lo correcto?
Ese día lo pasamos fuera de casa los tres, comimos donde el día anterior me llevó Pablo y que me gustó, recorrimos las carreteras de montaña, reímos, también nos abrazamos y nos mostramos el cariño y amor que sentíamos entre nosotros. A la tarde en el pueblo encontramos a Germán y Carlos en el bar que acostumbraban a estar, tomamos una ronda con ellos y luego fuimos al bar donde podías pedir algo para comer, yo no tenía hambre y ellos sí.
Lamentaba no haber tenido oportunidad de conocer mejor a aquellos dos agradables chicos, desde el principio resultaron ser encantadores y me agradaba hablar con ellos.
La vuelta a casa la hicimos en silencio, Pablo se despidió sin entrar, con un beso que nos dio a cada uno, y cogió su coche para ir a la otra hacienda, quería que siguiéramos solos y que Álvaro me tuviera a su gusto, sin saber que los dos hubiéramos preferido que se quedara.
Intentamos subir las escaleras sin hacer ruido, era imposible con Álvaro, estaba muy juguetón y me subía los escalones casi en volandas empujándome del culo. Estuve a punto de perder el equilibrio y me sostuvo abrazado dándome un profundo beso.
-Espera, no seas impaciente, puede levantarse cualquiera y vernos. -resultaba imposible contenerle y me cerro la boca con la suya.
Conseguimos llegar a la habitación y me iba desnudando por el pasillo, dejando mis chaqueta y camisa tiradas sin pensar que al día siguiente las chicas lo encontrarías esparcido por el suelo. Me gustaba su cambio, ¡ojalá! hubiera sido siempre igual.
-Tengo que limpiarme, lo necesito amor.
-Yo también…
No duchamos entre risas y toqueteos, teníamos nuestras vergas henchidas de sangre y duras y procuré darme prisa para no terminar follando debajo del chorro de agua, prefería que fuera en la cama y que durara toda la noche.
Me sequé y pasé a la habitación sin esperarle, me comportaba como un chico pequeño y juguetón y me escondí debajo de la sábana y el edredón tapándome hasta los ojos. Sus ojos me miraban malévolos y entre risas se metió entre las sábanas conmigo, estaba húmedo y no se había terminado de secar del todo.
Nos abrazamos y nos miramos a los ojos antes de que nuestras bocas se encontraran en un beso y mientras me introducía su golosa lengua en la boca busqué con la mano su verga, él hizo lo mismo y nos las acariciamos masturbándolas y también nos cogíamos de los huevos.
Su impaciencia le llevó a buscar mi culo y comenzó a pasar la mano por las redondez de mis nalgas hasta llegar con la punta de los dedos a mi ano.
-Hagamos un sesenta y nueve. -no se si lo dijo o lo insinuó, pero fue suficiente para que retirara la ropa que nos cubría y me tendiera boca arriba, él se colocó sobre mi apoyado en sus rodillas y dejando sus partes viriles sobre mi cara.
Bajó el cuerpo hasta que le sujeté la dura polla y me la llevé a los labios para besarle la punta, él hizo lo mismo imitándome, luego me la introduje y pensé que continuaba creciendo. El sabor era muy rico, y yo, un come pollas goloso y deseoso de verga, lo disfrutaba saboreando el líquido que le extraía aspirando con fuerza.
Primero le contenía sujetándole las caderas para que no entrara toda, para envolverla en mi lengua rodeándola, lamiéndola, y poco después era yo el empujaba de sus nalgas para que me la metiera entera, hasta el fondo sin sentir molestias, sin embargo notaba sus arcadas intentando imitarme en la mamada.
Me encantaba mamar polla y sentir la boca llena de carne caliente y rica, jugosa y tierna, la bolsa de sus cojones parecía un balón cubierto de pelos sobre mis ojos hasta que caía y los aplastaba sobre mi frente.
Estuvimos un buen rato chupando, mamando nuestras vergas y tocando los ojetes hasta que sentí que me correría si seguía sintiendo su boca que ahora chupaba de polla queriéndomela arrancar. No obstante fue él quien impuso la parada, tenía que estar en las mismas condiciones.
-Déjame o me corro. -me habla con la boca aún llena de mi verga y se la sacó, yo hice lo mismo pero su polla y sus peludos huevos quedaron pegados a mi cara. Se estiraba queriendo llegar con su mirada al ojete que ahora abría con sus dedos y me introdujo la punta de la lengua.
-¡Ayyy! Eso es muy rico, continua amor. ¡Ay! ¡Ay! ¡Ay! ¡Ay! -gemía como todo un puto cada vez que me metía la puntita.
-¡Ay! Álvaro, dámela ya amor, métela en mi culo. -me coloqué tumbado de espaldas y él me puso las piernas en sus hombros, con la punta de la polla en la entrada de mi agujero y no la metía, solo me miraba con una intensidad que me mataba. Empujé mi cuerpo hacia él para ser yo quien me la ensartara.
-¡Por favor! ¡Por favor! Necesito tu polla que me llene. -gozaba sintiéndome necesitado y que le suplicara la verga.
Su sonrisa me hechizaba pero le sujeté la verga y volví a empujar hasta que el glande me penetró.
-¡Ahhhh! Empuja, empuja, métela toda amor. -se colocó sobre mi y solo tuvo que dejarse caer para sentir como la verga me rompía entero entrando de golpe hasta que su pubis golpeo en mis huevos.
Hoy me follaba de otra manera diferente a la de ayer, con mucha y contenida fuerza, hasta que dio un grito y estremeciéndose se clavó con ímpetu en mi barriga enviándome la verga hasta el estómago.
-Me hacía sentir su mujer mientras se vaciaba en mi vientre y empecé a mover la cadera, a frotarme su dura verga en el culo hasta que yo también estallé.
-¡Ahhh! Álvaro, mi amor, mi vida. -no sabía los chorros de semen que tiraba, solo sabía que mis contracciones eran muchas y repetidas mientras él me ayudaba, ahora moviéndose para que mi dicha no terminara nunca.
Sus besos me sabían dulces, sus caricias delicadas pasando la mano por mi rostro retirándome el sudor.
-Mi rico gatito, que gusto estar dentro de ti amor, te amo mi vida. -sacó la polla dura como un hierro me di la vuelta, más que nada para que la ropa empapara la leche que tenía en el pecho y el abdomen y descansar un momento.
Álvaro se montó sobre mi, creí que deseaba volver a meterla en mi culo, pero no era así, solo me besaba el cuello, la nuca, las orejas me las lamía y mordía, y fue bajando por la espalda dándome besos, pasando la lengua hasta llegar a mis glúteos, me besaba los hoyitos de las nalgas logrando que los pronunciara más al encoger el culo. Me los abrió con las manos y pasó la lengua para lamerme el ano y comerse el semen que me escurría.
Me la dio a probar subiéndose hasta mi boca, me gustaba la combinación de sabores de su semen junto con los flujos de mi culo.
-Te irás pero siempre serás mío, no quiero que me olvides, recuerda lo mejor de mi y continúa amándome.
-Nunca te voy a olvidar Álvaro, eres muy importante para mi y te amo aunque las circunstancias nos obliguen a alejarnos. -me besaba con ternura la boca, metía la lengua y lentamente me la iba dejando seca
-Es tu turno mi amor.
-¿Qué?
-Quiero que ahora me la metas tu y me hagas tuyo. -para confirmar lo que deseaba me cogió la verga, sus besos habían vuelto a ponerla empinada.
-Yo también la quiero, márcame como última vez, o por lo menos por un tiempo. -sus palabras, sus manoseos y caricias me tenían con la polla durísima, la suya estaba para explotar.
Se colocó de espaldas como yo estaba y presentía que deseaba que el coito se alargara, se abrió las nalgas tirando con las dos manos y su oscuro ojetito se me ofrecía palpitante, deseoso de recibirme la verga. Me incliné para lamérselo y que se aflojara.
-No, escúpele y luego métela fuerte, con ganas, se un puro y duro macho, destrózame el culo Ángel, quiero tener tu recuerdo para siempre.
Sabía que le iba a doler, mi polla no era tan grande como la de Pablo pero tampoco estaba manco, y le escupí un chorro de saliva que quedó pendiendo de mis labios, uniendo su culo y mi boca por aquel hilo de saliva, le pase los dedos e intenté meterle uno, se resistía.
-No, quiero la verga, deseo sentir dolor cuando me penetres. -entonces me incliné, y sin más contemplaciones, se la metí de una estocada hasta los huevos, le entró muy fácil o yo la tenía muy potente, llegó hasta el centro de su vientre, un culito que solo había tenido la verga de Pablo y la mía dentro de él, era ahora atacado con fuerza, con toda la rabia que en el fondo me hacía sentir. -soltó un grito que ahogó mordiendo la sábana.
-Así Angel, así me gusta no esperes y muévete. -me sentía diferente, increíblemente realizado y completo follándome aquel culo prodigioso de mi hombre. Sentía la fuerza de mi pene abriéndole en canal, ocupando el lugar que era el mío, dominándole a mi placer y haciendo su culo, su cuerpo míos.
Le di la verga que me pedía, la que su culito ansioso necesitaba, hasta que reventé derramando el semen entre contracciones violentas en su interior, tendido sobre su espalda y gustando como aprisionaba mi verga para ordeñarla.
-¡Álvaro, mi amor! -le susurraba conmovido por su entrega a vez que le besaba.
Descansamos tendidos y mirándonos, a veces acercábamos las bocas para darnos un beso suave, otras veces era abrupto y violento, el sueño se nos había ido, mi hombre se recuperaba entre beso y beso.
Esa noche la puedo denominar de prodigiosa, mi macho volvió a follarme otras dos veces, como si no hubiera un final para todo o éste lo sintiera próximo, y no se conformaba con follarme el culo o la boca, también me comía literalmente, comenzando por los pies me chupaba cada dedo, las piernas, el ano cada vez que lo llenaba, recogiendo con los sorbidos de su boca trémula el semen que ante me regalara.
Una noche inolvidable, para recordar siempre, me poseyó hasta que no pudo más y yo tampoco, me dolían los labios del chupeteo y los besos, mi ano me ardía por el frotamiento ininterrumpido de su verga, lo sentía abierto, encorchado por la saliva que me metía para luego recogerla cual néctar delicioso.
Mi Álvaro, que ahora me mostraba la profundidad de su deseo, convertido en el macho que siempre quise, consentidor para dejar que yo fuera igual a él en los últimos momentos.
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Oprimí los labios para evitar llorar. A través del espejo retrovisor de mi costado veía desfilar los grandes árboles del hermoso y ahora naciente jardín, en el fondo a don Mateo y Victoria agitando la mano al pie de la escalinata de su casa, las casas humildes de los empleados con los niños jugando envueltos en el polvo de la calle, las naves agrícolas donde guardaban los aperos y maquinarias, las cuadras de los caballos semi vacías ahora.
Mis ojos no dejaban de mirar el desfile de lo que había sido mi refugio, mi casa durante estos largos meses, hasta que se hizo un punto en la distancia donde no cabían distinciones y todo era una la unidad del paisaje.
La suave loma que conducía a la carretera comarcal ocultó aquel lugar, como si no existiera y hubiera sido una ilusión de mi mente febril.
Los recuerdos de las últimas horas se agolpaban en mi cabeza matilleándome implacable y obsesivos. La despedida de los abuelos de Oriol y el agradecido comentario hacia mi labor de don Ernesto por lo que había hecho por sus empleados. El abrazo de la abuela Martina pidiéndome que cultivara la compañía de sus nietos.
No resultó menor la despedida de don Mateo que me abrazó y tuvo el atrevimiento, la osadía, de plantarme un par de besos en cada mejilla. Pudiera ser que lo hubiera deseado hacer mucho antes, él no se atrevió a traspasar ciertas barreras y yo me sentía demasiado cohibido para mostrarle ese grado de cariño.
Lo de Victoria fue distinto, se comportaba como una madre pendiente de que un paquete, la menor cosa que hubiera tenido en las manos, no se me quedara olvidada, era su forma de comportarse para ocultar sus sentimientos.
Por lo demás no había muchas otras personas que merecieran un especial reconocimiento salvando a German y Carlos, no me despedí de Eliseo, ni de Marcos a pesar de que los tenía en mi pensamiento.
Y Álvaro no quiso estar presente en ese momento, se escabullo con la excusa de sus importantes pacientes.
Al final no pude conseguir que las lágrimas no se escaparan furtivas de mis ojos, pero ya estábamos en camino de iniciar una nueva vida, una etapa nueva en mi camino y esperaba que fuera benigna, al principio seguiría teniendo la compañía de Pablo a mi lado y me sentía confiado. Cerré los ojos hasta sentir en mis oídos el cambio de altura al superar el puerto de montaña.
Seguira…
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