La historia de Ángel, solo era un muchacho 47
Etel no se hizo de rogar y siguiendo mis indicaciones me follaba con viveza hasta que él tomó el control, a veces se le salía la polla y con rapidez la agarraba para volver a meterla.
La noticia llegó durante la cena, al menos para mi, posiblemente Ana y Eduardo la supieran por la reacción que tuvieron al escucharla de Pablo, no interrumpieron la comida cuando a mi se me cayeron los cubiertos de las manos.
-Estoy recogiendo mis cosas, las más necesarias para marchar. -aunque sabía que eso tenía que producirse mas pronto que tarde, me asombró la forma tranquila de decirlo.
-¿Cuándo piensas partir? -era la primera pregunta tonta que se me ocurrió, que importancia tenía un día antes o después, como dije Eduardo y Ana siguieron con la rutina de escarbar entre la comida con sus tenedores.
-Recibiré las últimas notas de la universidad uno de estos días e inmediatamente emprenderé el camino, en realidad ya estoy recogiendo lo imprescindible. -nos quedamos sin hablar, se me había ido el apetito.
Después le esperé en vano en mi habitación y me desplacé a la suya, la tenía con maletas en el suelo, con calzados y ropas desechadas para tirar al reciclaje, alguna maleta estaba ya cerrada y otras preparadas para terminar de llenarlas.
En ese momento estaba clasificando carpetas de apuntes y libros, con una caja de cartón donde los iba metiendo, parecía como si preparara su marcha para siempre, dejó lo que tenía en las manos sobre el escritorio y se volvió.
-¿Qué sucede contigo, piensas desaparecer? -le señalé el barullo de objetos que tenía repartido por toda la habitación. -soltó una corta carcajada y se me acercó, me sujetó de la cintura y me acercó a él para darme un beso.
-¿Vienes a ayudarme? De verdad lo necesito, no se donde meter todo lo que he ido almacenando.
-Responde a mi pregunta, vas a esfumarte en el aire como si no existiéramos. -me soltó para reanudar su tarea.
-Cuando venga, alguna vez, tendré suficiente con una bolsa o maleta, la habitación quiero dejarla vacía y que otros puedan usarla.
-Esta será siempre tu habitación, hay sitio de sobra en la casa. -entonces se me quedó mirando, creo que con miedo.
-¿Quieres venirte conmigo, vivir a mi lado en la hacienda? -no había pensado que me llegara esa pregunta y me quedé callado.
-Pero Eduardo…, está enfermo…
-Él tendrá quien le cuide, Ana María por ejemplo, y también tiene cercanos a Oriol y David, a Tomás y todos los médicos que necesite.
Me había quedado petrificado, sin saber que responderle, deseaba decirle que si guiado por mi corazón y que pasara lo que fuera, pero por otro lado no deseaba marchar y dejar esta casa, mis estudios que empezarían en Septiembre, también estaba Eduardo. Todos mis intereses estaban en juego y yo no lo había meditado, valorado, tenía que jugármelo todo en un segundo.
Pablo me volvió a abrazar y puso la boca sobre mi pelo dándome pequeños besos.
-Ven aquí, perdona mi petición, no tengo ningún derecho a comprometerte pidiéndote que renuncies a la vida que de verdad va contigo. Tu estarás mejor aquí que allí entre barro y caminos polvorientos.
-¡Ohh! Pablo, no puedo dejarlo ahora, sabes que deseo marchar contigo pero también voy a serte sincero. Tú eres igual que Álvaro, lo que os impele a vivir es vuestro trabajo…, ¿yo quedaría para atender la casa?, ¿serviros a ti y a tu tío? Tú todo el día ocupado en el campo.
-Calla, no digas más, ya te he dicho que tu vida está aquí, en la ciudad, al abrigo de problemas, ha sido mi egoísmo el que me ha hecho hablar y pedirte que te sacrifiques. -me puse a llorar como un niño abrazado a él, Pablo estaba echándose todas las culpas para que no me sintiera mezquino y ruin.
No eran lágrimas las que resbalaban por mis mejillas, se habían formado ríos que él aparaba de mis mejillas humedeciéndose la mano, o absorbiéndolas con sus labios.
-No llores Ángel, lo siento, lamento haberte hecho llorar. -me salían hondos suspiros que expandían mi pecho, me dolía tanto que tuviéramos que separarnos que se me encogía el pecho.
Me tuvo abrazado muchos minutos, hasta que consiguió que me calmara, que el ruido de la tormenta que bramaba en mi interior se convirtiera en mansa y suave lluvia, me besaba diciéndome apelativos cariños y bonitos.
-Bebé querido, mi niño hermoso, siempre estaremos unidos aunque vivamos alejados, vendré a visitarte y tu puedes ir cuando quieras, allí tienes dos casas, la de Victoria y la mía, y si alguna vez piensas de otra manera puedes ir a vivir allí definitivamente. -consiguió que sonriera haciéndome ver que todo era sencillo y restando importancia a su partida.
-Venga, ayúdame a recoger un poco esto para que no parezca una leonera. -no sabía exactamente el tiempo que Pablo llevaba viviendo en está casa pero había conseguido coleccionar increíbles recuerdos, y almacenar ropa que no usaba, calzados viejos. A pesar de todo, nada parecido a lo que yo tenía en mis armarios.
Cuando terminamos, o dio por finalizado la labor era muy tarde.
-Mañana no tenemos prisa para levantarnos, ¿qué te parece si estrenamos la piscina? -llevaban más de dos semanas preparando el pabellón de verano y la piscina exterior, bajo las órdenes de Tomás, que a su vez las recibía de Ana María, y hoy la habían aditivado con los productos químicos para empezar a usarla.
-Los que la cuidan han dicho que no se use hasta mañana, lo que le han echado necesita estas horas para emulsionarse en el agua. -de momento no me respondió y sacó un bañador del armario, empezó a desnudarse para cambiarse ropa.
-Venga miedoso, ¿vas a quedarte mirándome?, ve a tu habitación y coge un bañador, no te va a pasar nada, como mucho que tu delicada piel se te ponga roja. -mi tiró a la cara el slip que se había quitado y marché a mi habitación para hacer lo que me pedía.
Corrimos descalzos sobre las baldosas frías, Pablo reía divertido por nuestra travesura de niños, solamente lucían encendidas las luces bajas del césped y las altas farolas que se alzaban a lo lejos sobre los muros, en el pabellón busco los mandos de encendido pero solo conectó el interruptor de las luces que estaban dentro del agua.
No podía contener la risa cuando le gané, con holgura, en la carrera que hicimos. A pesar de que hacía meses que no practicaba la natación no había perdido mis facultades y ritmo. Soplaba una ligera brisa que venía del mar pero el agua estaba más caliente y con el ejercicio no notábamos el frescor.
Cuando nos cansamos jugábamos en el agua, meciéndonos tendidos con los brazos extendidos, mirando el cielo con bastantes nubes que no conseguían cubrir todas las brillantes estrellas y la media luna.
Pablo extendió una mano para coger la mía y seguir mirando las extrañas figuras que se formaban en el cielo.
-Es hermoso Pablo, me gusta. -apretó mi mano.
-En el campo las noches también son hermosas y el cielo inmenso.
A la salida del agua teníamos que volver corriendo, no habíamos llevado toallas, y una cosa era estar inmersos en la calidez del agua, a estar al fresco aire, bajaba la temperatura muy rápido para castigarnos nuestra nocturna travesura.
Mientras me secaba me abracé a él y me llevó a la cama, cogido como a un niño pequeño que no le pesara en los brazos.
-¿Me dejas dormir contigo?
-Va a ser algo más que dormir gatito. -unimos nuestras bocas para caer revueltos en su cama.
Me folló divino, con mil posturas, puro “kamasutra”. Me daba por el culo con su polla dura y soñaba que le tenía a todo él metido en mi vientre, me chupó la polla y yo hice lo mismo, me comió el culito y yo se lo chupé menos tiempo.
Hizo que me corriera y fueron varias las veces, pero recuerdo su semen escurriendo de mi ávida boca, y como él buscaba con la lengua en los recovecos de mis dientes, y como me lamía la cara para que no se perdiera nada. Esto lo recuerdo muy bien porque fue lo últimos que hicimos antes de dormirnos rendidos.
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Pablo se marchó. El tiempo, a veces, corre como la luz y otras se vuelve eterno. Para los dos días que le quedaban de estar aquí cogeremos el primer supuesto.
Volvía a sentirme, de alguna manera, solo, pero no me duro la sensación mucho tiempo. Eduardo me pidió que invitara a mis amigos, y Alberto junto con Oriol llegaban casi día sí, día no para satisfacción de Ana María, y mía. David casi no venía. A veces era yo el que iba a la casa del doctor Salvatierra, que era también la de mis amigos.
Por otro lado tenía que continuar atendiendo los compromisos de Eduardo.
Una vez fue con un hombre de estatura pequeña, era más bajo que yo, no llegaba al metro sesenta, junto con su cuerpo de talla adolescente gozaba de una verga muy grande para su tamaño, me la dio por el culo dos veces, me hizo gozar de su bella verga, como siempre cuando sentía un glande apretando en mi ano no importaba de quien fuera, mi culito no cambiaría nunca y seguía funcionando independiente, él seguía unas pautas que no le marcaba mi cabeza.
La siguiente se trataba de un abuelo con su nieto, el señor, elegante y algo altivo, quería complacer a su nieto, o sería a él mismo, para mostrar a su joven descendiente como se puede follar a un puto sin perder la dignidad y seguir siendo muy macho.
Era una excepción en la regla, sentía curiosidad cuando entraron en mi habitación donde los esperaba preparado y tomando un refresco. El señor sin saludar, me ordenó que me desnudara, solo tuve que que dejar caer la bata que me envolvía para quedar desnudo a su vista.
Miré la cara del chaval, más joven que yo, mientras su abuelo me analizaba y pasaba las manos por mi cuerpo. Estaba algo aturdido sin perder detalle de las manos de su abuelo cogiéndome la verga aún floja, metiendo las manos entre mis nalgas hasta llegar al ano y ordenarme que me inclinara para tener a la vista mi fruncidito agujero.
-Este es un puto, ¿lo ves? Te voy a enseñar como se le da por el culo y luego lo harás tu. No quiero volver a saber que tu primo te la mete a ti, no quiero que seas un puto maricón.
Si te gustan los hombres que sea para darles verga, tienes que ser un hombre, ¿me entiendes? -el chico no le respondía solo se encogía sobre si mismo temeroso y asustado, no sabía si el miedo se lo producía yo o aquel abuelo iracundo.
La intención del vejete estaba clara, sin preámbulos me ordenó arrodillarme al borde de la cama y abrir las piernas.
-Quítate la ropa y vete sobando la polla para calentarla. -le ordenó altanero a su nieto, el momento no resultaba agradable, ni erótico por supuesto. Se fueron desnudando, el señor mayor a toda prisa y al chico le costaba librarse de los botones de su camisa.
El abuelo esperó desnudo a que su nieto se quitara toda la ropa mientras se masajeaba una verga ni muy grande ni muy corta, el chico me inspiraba lástima, se cubría con las manos una pollita casi inexistente y bajaba la cabeza intentando ocultarla sin atreverse a mirarme. Aquello, más que un premio para el chico resultaba un castigo.
No me lo esperaba, el señor se inclinó detrás de mi y me preparé para recibir su miembro de golpe, no fue así y lo que hizo fue comenzar a lamerme el culo e intentar meterme la lengua en el ano.
No era su primera vez, aquel abuelo había comido mucho culo y su boca y lengua estaban experimentadas en la labor que me hacían, un minutos después conseguía que gimiera, agradecido por no resultar como yo esperaba, al contrario sentía muy rico como quería meter la barbilla en mi culo y luego eran sus labios húmedos besándomelo y la lengua penetrando.
Veía al chico de abajo arriba, invertido como me tenía el abuelo, él miraba ahora curioso la mamada de culo que su familiar me daba, eso llamaba su atención, el pobre chaval era más pasivo que yo y lo que le gustaba era precisamente lo que me estaba haciendo su abuelito.
-Acércate, mira bien como se trata a un buen puto, hay que mimarlos para que nos abran el culo y nos den placer. -al abuelito le gustaba ser muy macho y también el sabor de un buen culo.
Poco después me tenía muy caliente, era un genio, uno de los mejores comiendo culo que me había encontrado, no desmerecía de los mejores, tampoco había perdido la rigidez del pene, y después de castigarme las nalgas con pequeñas e indoloras palmadas, y golpes en el ano con el pene, lo apuntó en mi culo hambriento de ganas de verga en ese momento, me lo metió de una tirada sin detenerse, en un segundo tenía sus huevos pegados a los mios.
También sabía como follar, o era mi agradecido culo que no sentía escrúpulos ante cualquier polla generosa, afincó las manos, grande manos, en mi cintura y me llevaba y atraía enterrándome la polla con mucha fuerza, no duro lo suficiente para que me corriera sin tocarme y cuando se vaciaba los cojones me cogí la polla y la meneé para correrme tras él.
Bufaba y gruñía tendido sobre mi espalda hasta que me desplomé sin poder aguantar su peso.
-¡Ohh! Que rico culo, que rico.- daba los últimos estrincones al perder profundidad por estar tumbados y mis nalgas cerradas. El pese se fue saliendo y le costaba poder levantarse.
-Ahora te toca a ti, fóllatelo y hazte un hombre. -inmediatamente me dispuse para que el chico me la metiera y me puse arrodillado con el culo subido, se colocó como su abuelo y empujó para entrar, no tenía la vega dura y se le torcía sin poder penetrarme.
-Hasta para esto no vales, solo vas a servir para que te la metan. -el mayor estaba enfurecido y a cada momento al muchacho, asustado, se le bajaba la polla. Su abuelo se la cogió y le apretaba la punta enchufándola en mi culo, pero ni por esas.
-Eres un inútil.
-Por favor abuelo, no puedo. -el chico lloriqueaba.
-Señor, es mejor que lo deje a mi cuidado, le pone nervioso y así es imposible. -el hombre me miró con desconfianza, yo me había sentado en la cama con el culo bañado en su semen y le iba a rogar que me dejara hacer.
-Está bien, espero que le enseñes y le hagas ser un hombre, voy a confiar en ti. -pasó al baño para limpiarse y me dirigí al chaval cogiéndole la mano retirándosela de su pene.
-¿Como te llamas? -le hablé con suavidad y sonriéndole, con la mano que tenía libre se limpió los ojos.
-Etel. -me miró por primera vez a los ojos, los suyos estaban cubiertos por unas pestañas largas que se enredaban, las de arriba entrelazándose con las de abajo.
-Un bonito nombre Etel, el mío es Ángel. ¿Sabes? Yo si creo que lo puedes hacer, a mi me pasaba lo mismo. -tiré de su mano y lo acerqué hasta tenerlo entre mis piernas y coloqué los labios sobre la blanca piel de su pecho, le besé y el chico se estremeció, su piel era muy sensible a los toques, mi polla se apoyaba en su pierna y bajó la mirada hasta ella.
No dio tiempo para más cuando su abuelo salió del baño.
-Espero que sepas lo que haces y me lo devuelvas hecho un hombre. -el señor se dirigía a mi y sin esperar respuesta salió de la habitación.
Me tendí en medio de la cama, el chico me miraba azorado, perplejo y también sin miedo al encontrarse a solas conmigo.
-Ven Etel, túmbate a mi lado. -me obedeció y se subió a la cama colocándose mirando hacia mi.
-¿Qué te gusta que te hagan o a ti qué te gustaría hacerme? -el chico se puso rojo y calló, pensé que tendría que emplearme a fondo.
-Mira Etel, eres un chico muy guapo, me gustas, (su nariz era un poco grande pero a su rostro le sentaba bien), tu abuelo te ha dicho lo que yo soy, un puto que estoy para darte gusto y hacer lo que te apetezca, ¿de acuerdo? Responde a mi pregunta.
-No lo se, Miguel solo me la metía igual que el mayordomo del abuelo, me hacían daño y me dolía, también me gustaba y no les decía que no, yo los buscaba a veces, luego el abuelo echó al criado.
Me acerqué a él y le acaricié la mejilla.
-¿Te gusto yo? -me acerqué aún más hasta que nuestras bocas se comunicaban el aliento.
-Si que me gustas, mucho, me gustaba como el abuelo te la metía. -su la cara la tenía roja, los labios le ardían, posé mis labios sobre los suyos despacio para no asustarle, al principio se mantuvo estático pero no me aparté hasta que sentí que se relajaba y suspiró en mi boca.
-Lo vamos a pasar muy bien ya verás, déjame hacer a mi…, soy muy bueno, un puto profesional que hará que este niño sepa lo que es el sexo. -mordí su labio inferior y él sacó una risita nerviosa.
Besaba su rostro pidiéndole que él hiciera lo mismo con el mío, que no se cohibiera.
-Haz lo que tu desees, no hay nada malo y puedes hacer lo quieras conmigo. -el muchacho respondía sin mucho entusiasmo, a la vez que le besaba acariciaba las tetillas que se se le ponían duras, las tenía ligeramente rellenas, como las de una chica pequeña y comencé a chupárselas comiéndole las aureolas.
¡Ahh! -exclamó a la vez que cogía mi cabeza y la pegaba a su pecho. Se las chupe unos minutos consiguiendo que gimiera y comenzará a abrir las piernas hasta ahora apretadas.
-Volví a besarle la boca y me respondía, su lengua se hundía en mi boca buscando con timidez mi lengua.
-Tus tetitas están gorditas, y muy ricas Etel, ¿nunca te las habían chupado?
-¡Ohh! No, nadie lo ha hecho. -juré por lo bajo contra todos esos egoístas que no piensan en los demás, que se dedican a destrozar a las personas pensando solo en su placer.
El pequeño pene del chico se le estaba endureciendo.
-Voy chuparte la polla, tú haz lo que te apetezca, si quieres hacer lo mismo estará bien, pero no estás obligado, ¿de acuerdo? -le coloqué de costado, con mi cabeza entre sus piernas y el con mis virilidades cerca de su cara, por si se animaba.
Su lindo penecito no tendría más de trece centímetros y sus huevitos también eran pequeños, envueltos en la bolsa escrotal blanca como toda la piel de su cuerpo, tenía muy poco vello en el pubis. Se la cogí con dos dedos y la dirigí a la boca , saqué la lengua y le lamí el glande muy rojo, se retrajo haciendo que se me escapara de los dedos y dejó salir un pequeño grito.
-No te la voy a arrancar. -sabía que ese no era el motivo y saqué una risita de placer.
-Perdona, no es por eso, ha sido rico. -el muchacho iba entrando en confianza, lentamente pero se iba entregando al placer y empezó cogiéndome las piernas y acercando la nariz a mi polla.
Ya me había comido todo su polla entera, la tenía dentro de la boca acompañada de sus huevitos, él como máximo se atrevía a darme alguna lamida en el glande y a tantearme los testículos pasando las manos por el escroto, no me extrañaba porque eran muchas las sensaciones nuevas para él que sentía.
Avancé un paso más y dejé de atender con la boca sus partes viriles para lamerle el perineo, lanzó un grito al sentir mi lengua cerca de su rosado anito.
-¡Uuuuuummm! -veía palpitar el anillo de su ano antes de posar mis labios sobre él. Etel ahora gemía sin parar a la vez que se contraía, su culito cedía ante mi exigente lengua que lo hería.
-¡Ahhh! Dios, sigue Migue, chúpame rico primito. -se quedó parado un segundo sin moverse, se había percatado de que me confundía con su primo. Yo continuaba lamiendo su culito adorable, lindo y de un gusto exquisito.
-Métemela Ángel, dame tu verga por el culo, por favor. -esa no era mi idea aunque no la descartaba.
-Primero tu Etel, tu tienes que follarme a mi.
-No voy a poder.
-Lo harás Etel, yo te ayudaré, el trato es: primero me la metes tu y luego te daré por el culito como quieres. -no dijo que no, ni afirmó, solo me agarró la polla que la tenía muy dura y excitada.
-¡Ohhh! tu verga Ángel, tiene que saber muy rica en mi culito. -ya era mío. Le coloqué sobré mi abrazándole con las piernas por su cintura para tenerlo sujeto, me tenté el culo con los dedos, aún continuaba saliendo el semen de su abuelo, lo tenía suficientemente lubricado y abierto para el tamaño de su verga.
Le miraba directamente a los ojos ahora abiertos como platos, asustado, y le cogí la polla, se le había reducido y comencé a masturbarle.
-Bésame Etel, déjate guiar bonito, me vas a follar y bien rico. -ahora tenía mucho trabajo para hacer, una mano para atenderle la polla sin dejar de movérsela, arrimando el glande hasta rozar con mi ano; con la otra le empujaba de la nuca para que nuestras bocas no perdieran el contacto y mis piernas le oprimían la cintura impidiendo que se retirara.
O los besos…, o mi mano, consiguieron el milagro y su verguita volvió a coger consistencia y crecer hasta su máximo esplendor. La enfoque en la entrada de mi culo que deseaba engullirla, atraparla y meterla dentro.
-Ahora amor, empuja, ya vas a entran. -el chico aplastó los labios en los míos y los talones de mis pies sintieron como encogía el culo haciendo fuerza para penetrarme.
Era una sensación maravillosa, única, sentir la cabecita de la polla entrando en mi culo, como toda ella resbalaba metiéndose en mi interior hasta que sus testículos quedaron en la entrada haciendo tope.
Etel se apartó de mi boca para mirarme incrédulo.
-¿Estoy dentro de ti? -se le encendía la mirada sin terminar de dar crédito a lo que terminaba de hacer.
-¿Te gusta mi culo Etel? ¿Estás bien amor?
-Está calentito y suave. -le abracé entusiasmado y empecé a apretar y a aflojar el ano.
-¿Qué haces Ángel? – me sonreí por el profundo placer que sentía al tener encima de mi aquel chiquillo necesitado.
-Ahora tu, amor, vas a empezar a salir y entrar de mi lentamente, fóllame rico, ahora eres mi hombre, mi macho.
Etel no se hizo de rogar y siguiendo mis indicaciones me follaba con viveza hasta que él tomó el control, a veces se le salía la polla y con rapidez la agarraba para volver a meterla entusiasmado de su hazaña, pero también disfrutaba y gemía dándome besos y dejando caer la baba en mi cara.
Al final el chiquillo se corrió convulso clavado en mi cuerpo, pataleando de gozo, y yo pensaba que era una lástima que su verga no tuviera algunos centímetros más y que fuera más gruesa, pero era posible que sucediera, Etel aún era muy joven.
Yo no me había corrido con él, si con su abuelo, y tenía ganas de metérsela. Se lo hice con suavidad, delicadamente, haciéndole sentir mi polla dentro de su riquísimo culo aun prieto y casi virgen, observaba detenidamente sus gestos para adivinar lo que sentía. El rictus que se le formó en la boca me alarmó cuando aún no le había entrado la mitad de mi verga.
-¿Estás bien Etel? ¿Te hago daño? -abrió los ojos para mirarme.
-Está muy rico Ángel, ¡ohhh!, sigue me gusta, me gusta mucho. -sonreía con la boca abierta mostrando sus pequeños y blancos dientes, bajé la cabeza y le besé la frente.
-Tu si que estas rico Etel. -tenía que contenerme para no entrar de golpe. Continué con mi tarea, procurando seguir sin hacerle daño y que disfrutara desde el principio hasta que llegue al final y todo mi rabo estaba dentro del chico.
Me quedé quieto un segundo y él llevó una mano donde nuestros cuerpos se encontraban en contacto.
-¡Ángel, me la has metido entera!
-Si bebé, ya está, tienes mi polla dentro de ti, voy a parar un momento mientras de adaptas luego quiero follarte con ganas, tu culito esta delicioso.
Momentos después Etel me daba muestras de que se encontraba bien y que su culo necesitaba sentirme más y con lentitud al principio comencé a bombearle.
Seguirá…
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