LA HISTORIA NO CONTADA DEL BOMBERO CARLITOS
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Mi primo Fede contó hace como dos años la segunda parte de la historia, la parte en que los dos terminamos cogiendo con el “Bombero” Carlitos. Ese relato fue publicado el primero de noviembre de 2010.
Mi nombre es Jorge y les quiero contar la primera experiencia que tuve con el Bombero. La historia de cómo fui garchado por primera vez y mi culo desvirgado por una poronga increíble. De cómo me dolió pero de cuánto lo disfruté y cuánto sigo disfrutándolo de vez en cuando. Esta parte mi primo no la sabe y por eso dice que nunca más hicimos nada entre nosotros.
Estaba viviendo en la casa de mi primo Fede (13 años igual que yo, en realidad casi 14 ambos) por un problema familiar. Los amigos de Fede me habían recibido muy bien, entre ellos el Bombero que tenía en ese entonces 16 años y era famoso por las aventuras sexuales que contaba. Según él había cogido con un montón de mujeres y para todos nosotros que ni siquiera habíamos debutado era una especie de super héroe del sexo.
Una tarde muy calurosa, en que mi primo había ido con su madre al dentista en el centro de la ciudad (como dos horas de viaje ida y vuelta), muerto de aburrimiento y calor salí a dar una vuelta por el barrio y me encontré con el Bombero sentado en la puerta de su casa, tan aburrido y acalorado como yo, estaba vestido sólo con un pantalón corto, descalzo y con el torso desnudo. Yo estaba también en pantalones cortos pero con una camiseta y ojotas.
– Hola Carlitos.
– Hola Jorge, que andás haciendo?
– Boludenando. La verdad, aburridísimo.
– Yo también. Estoy solo en casa. Querés que vayamos al garaje a ver una revista que le encontré a mi hermano?
– Dale! Qué revistas?
– Unas porno fabulosas. Hay cogidas y chupadas para tirar para arriba.
– Dale. Vamos, nunca en mi vida vi una revista porno.
– En serio? Bueno, tenés que verla y de paso nos hacemos una paja. Qué te parece?
– Dale. Vamos a verlas, pero lo de la paja dejame pensarlo.
Entramos al garaje de su casa que también era un lugar de reunión del grupo de amigos. Carlitos fue y trajo la revista.
– Vení, sentémonos en el colchón que está detrás del baúl. Ponete más cómodo. Sacate la camiseta y tirá las ojotas allí al costado.
Lo hice y me quedé igual que él sólo con mis pantalones cortos.
La revista era increíble, yo estaba hambriento de ver, y de ver más y más. Estábamos sentados juntos en el colchón y Carlitos iba pasando las páginas con fotos en colores con todos los detalles de garches increíbles con mujeres y machos en todas las posiciones imaginables, chupando, cogiendo y haciendo de todo.
Me calenté muchísimo. Mi pija se puso al palo, y presionaba en mi pantalón. Carlitos también tenía un poderoso bulto que comenzó a acariciarse por encima del pantalón.
– Dale. No tenés ganas de hacerte una paja?
– Si que tengo, pero me da no se qué. Nunca me hice la paja delante de otro.
– Mirá, empecemos sacándonos los pantalones y dándole libertad a nuestras pijas que están por reventar. Después, si da, nos sacamos la calentura con unas buenas sacudidas.
– Me da vergüenza que me veas la pija parada. Comparada con la tuya debe de ser muy chica.
– Qué importa el tamaño.
En este momento lo que importa es la calentura que los dos tenemos. Me imagino que tu pija será más o menos como la de los demás pibes. Es la mía la que es un poco grande. Dale nos sacamos los pantalones a la cuenta de tres. Parate y contemos.
Nos paramos. Uno, dos, tres… y nos bajamos los pantalones. Cuando vi lo que saltó entre las piernas del Bombero no lo podía creer. Ahí estaba la famosa manguera del Bombero, larga, muy gruesa y casi negra. Ya desnudo, me volví a sentar muy rápido para que no se viera mi “pequeñez” (en realidad mi pija era una pija común y corriente, no era grande pero tampoco era chica).
– Dale Jorge, no te hagas el estrecho, yo tengo unas ganas bárbaras de hacerme la paja, porqué no nos pajeamos juntos.
Comenzó a deslizar su mano ensalivada por su poronga. Yo me animé e hice lo mismo. Al rato yo había perdido la vergüenza y estábamos los dos haciéndonos una soberana paja. Carlitos me enseñó algunas posiciones de la mano que eran totalmente nuevas para mí. Era muy excitante estar ahí juntos pajeándonos.
– Que te parece si yo te pajeo a vos y vos a mí – dijo de pronto Carlitos.
Y sin decir más soltó su pija y agarró la mía y me empezó a pajear. Yo no sabía que hacer, no quería sacarle la mano porque se sentía muy lindo pero no me atrevía a poner mi mano sobre la manguera de Carlitos. Él agarró mi mano y la llevó a su pija, me hizo que se la agarre y mantuvo su mano encima haciéndome pajearlo muy lentamente.
– Qué parece? Viste que linde que otro te la sobe? Se siente fantástico!
– La verdad que sí. Pajeame más suave porque estoy a punto de acabar.
– Yo también. Acabemos y después te enseño algo nuevo para que nos podamos pajear otra vez.
Acabamos los dos casi al mismo tiempo. Fue la mejor acabada que hasta ese momento había tenido. Largué unos tres o cuatro lindos chorros de leche. Los de Carlitos fueron como seis o siete. La leche cayó sobre nuestras panzas. Los dos nos tiramos sobre el colchón, a descansar un ratito. Después de un rato Carlitos se sentó y me dijo
– Te voy a enseñar algo que te va a hacer calentar de nuevo. Tanto que te vas a hacer la segunda mejor paja de tu vida. Me imagino que la que nos hicimos recién habrá sido la mejor hasta ahora. No?
– La verdad que sí. Nunca había acabado tan lindo y tanto.
Yo ya me había sentado. Lo miré a Carlitos y le dije
– Bueno, que era lo que me ibas a enseñar para calentarnos de nuevo.
En un movimiento rápido Carlitos se dio media vuelta, se puso en cuatro y abriéndose el culo con las dos manos me dijo
– Chupame el culo, que después te lo chupo yo a vos.
– Estás loco!
– No! Vas a ver como te calentás cuando te chupan el culo.
– Ni soñando que te voy a chupar el culo. Yo me bañé justo antes de salir de casa pero me imaginó que vos no te bañás desde ayer. Debés tener un gusto a mierda que ni te cuento.
Carlitos se sentó de nuevo, me miró y dijo
– Bueno, ponete vos en cuatro que yo te chupo. Vas a ver cómo te calienta. Si no te gusta me decís. Pero si te gusta mucho después me chupás vos, tengo el culo bien limpio, me lo lavé en el bidet después de cagar esta mañana.
Me agarró de la cintura y me hizo ponerme en cuatro.
– Dale, abrite el culo con las dos manos y preparate para la mayor sensación de tu vida.
Carlitos empezó a jugar con su lengua en mi culo, la pasaba por toda la raja, se detenía en el agujero, me besaba y chupaba que era una delicia. Lentamente se fue deteniendo en la entrada y empezó a jugar con mi agujerito hasta que su lengua entró. Yo ya estaba a mil, requetecaliente, mi pija nuevamente al palo.
– Cómo se siente?
– Bárbaro, tenías razón. Es genial. Pero, no es una cosa de putos lo que estamos haciendo?
– No seas boludo, hacé de cuenta que es una mina la que te está chupando el culo. Pensá en que después te la vas a coger. En una de esas la mina hasta te mete un dedito o dos como parte del juego…
Mientras decía esto me empezó a meter lentamente un dedo. Era delicioso. Así seguimos hasta que tuve dos y luego tres dedos bien ensalivados dentro del culo. De pronto sentí que era la pija de Carlitos que jugaba con mi culo. La pasaba por la raja y jugaba en el agujero. Carlitos ponía abundante saliva. Escupía, se ponía saliva en la pija con la mano. Me acariciaba con los dedos llenos de saliva… En un momento se detuvo con la cabeza de la pija en la entrada de mi culo y empujó un poquito. Como contó mi primo en su relato la cabeza de la enorme poronga de Carlitos (18×6) no era grande, más bien ayudaba a la apertura para la parte más gruesa de la pija.
– Pará loco! No quiero que me cojas!
Fue en ese momento que Carlitos me agarró fuerte por la cintura y empezó a empujar un poco más y su pija a abrirse paso por mi culo. Me resistí, bueno, no sé si me resistí demasiado, pero me resistí. Carlitos me agarró más fuerte y siguió empujando.
– Dale, dejate coger! Vas a ver qué lindo. Te va a gustar. Y yo tengo unas ganas bárbaras de coger. Es mi primera vez.
Eso era la pura verdad. A pesar de todas las historias que contaba Carlitos me confesó mientras yo lloraba que nunca se había cogido a nadie.
– Dale, aflojá el culito, tratá de abrirlo todo lo que puedas. Te lo voy a hacer despacito. Mirá me pongo más saliva…
La pija seguía entrando, entró la cabeza y luego unos dos o tres centímetros. Carlitos seguía empujando, la sacó un poquito, aunque no del todo, y empujó de nuevo. Así una y otra vez hasta que me dijo
– Tocá, ya tenés como la mitad adentro. Falta muy poco.
– Por favor. Sacámela, me duele mucho, me estás partiendo en dos.
– Por favor aguantá. Mirá me quedo quieto un ratito.
– No. Sacámelá!
– No. Te la vas a tener que aguantar. Te tengo que coger. Te voy a coger. Vas a ver que te va a terminar gustando.
– La tenés muy grande. Me duele. Sacámela.
El último sacámela parecía, aún para mí mismo, tener menos convicción.
La cosa es que al fin la pija entró toda y Carlitos me cogió bien cogido. Largó tanta leche que parecía que me hubiera hecho una enema.
Yo protestaba y le decía que era un hijo de puta, pero la verdad, la pura verdad es que me gustó.
A pesar de que hoy pasaron años y ya estamos todos casados, de vez en cuando todavía nos encontramos con Carlitos y… despacito, despacito, me la mete por el culito.
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