LA ISLA – Cap.05 Machos de mar
¿Pero y qué ha sido del par de machos marineros? Veamos que es de ellos….
—2 días atrás…
Roberto tomó sus lentes, los que había dejado junto con el resto de su ropa en la hermosa playa de Bahía Medialuna, y esperó a que su piel y blanca trusa (slip), que era lo único que llevaba puesto, se secaran con el calor producido por los rayos del sol tropical que ahora bañaban su fornido cuerpo. Clavó en la arena su lanza de pescar y contó los peces que había logrado capturar esa mañana. En eso Gerardo salió del mar, igualmente en calzoncillo nada más y con un saco de redecilla lleno de muchos más pescados; el cual arrojó junto al del médico y se quedó en la misma actitud que su compañero, esperando a que su recio y velludo cuerpo terminara de escurrirse sobre la suave arena.
– Parece que nos hemos hecho de un buen botín. —Comentó el viejo marinero, al tiempo que se colocaba sobre su pelona cabeza su infaltable gorra de capitán.
– Sí, pescado para la cena… ¡Otra vez! —Respondió el doctor en son de mofa, pero con cierta frustración por el repetitivo menú al que debían someterse en esa isla desierta.
– Me temo que así es… ¡Je! ¡Je~! Todos nos estamos cansando de lo mismo; por lo que creo que sería buena idea ir a probar suerte en el acantilado.
El médico de poco más de 40 años, que era el que tomaba las decisiones del grupo junto al capitán, estuvo de acuerdo con ese plan; así que acordaron ir el día después de mañana. Y en lo que platicaban de los preparativos, el marino veterano no puedo evitar el bajar su mirada y notar la ceñida ropa interior de Roberto y como por efecto de lo mojado ésta se trasparentaba un poco, mostrando así unos descomunales y peludos genitales masculinos; que el viejo tragó en seco mientras sentía como su propia entrepierna se iba calentando por alguna extraña razón.
– De lo que no podemos quejarnos Doc es de la buena vista. —Y señaló a la paradisiaca playa que tenían enfrente para tratar de distraerse.
– La verdad es que este es un lugar de ensueños… A veces pienso que Santi y yo estamos aquí de vacaciones… —Y en eso recordó la noche que fornicó con su pequeño; pero de inmediato descartó esos terribles pensamientos.
– Sí, diría que nos pasa a todos. Es mejor eso a acordarnos que hemos naufragado–
– Y que parece que nadie nos encontrará jamás. —Lo interrumpió el desalentado doctor.
– ¡Vamos mi Doc! No se me desanime. —Y le dio unas palmadas en la ancha espalda.
Roberto entonces tomó su camiseta y la empleó para terminar de secar su musculoso torso; secó después sus axilas y también pasó la prenda por el gran bulto entre sus piernas, haciendo que éste se sacudiera visiblemente por efecto de los enérgicos frotes. Eso no pasó desapercibido para el morboso del capitán, que carraspeó un poco para liberar su garganta y se aventuró a sondear a su camarada y tratar de averiguar algo más sobre el crío de éste.
– Además, usted tiene a su nenito bonito, bien y sano. Nada mejor que eso, mi Doc.
– Bueno, sí. Es cierto. —Concordó el médico con una leve sonrisa. El problema es que cada vez que pensaba en su hijito, las imágenes sexuales de él dentro de la tienda penetrándolo y llenándolo de su leche masculina lo atormentaban.
– Santiaguito es un buen niño y ahora usted lo puede disfrutar todo el tiempo…
Esas últimas palabras resonaron en la cabeza del doctor, agobiándolo todavía más en vez de servirles de consuelo.
– ¿A qué se refiere con ‘disfrutarlo’? —Preguntó el padre en tono defensivo.
– Y, no sé… En cosas que hace un padre con su hijo… —Contestó Gerardo– Yo no sé lo que es eso, pues no tengo uno propio. En cambio, usted Doc es un hombre afortunado.
Oír esa normal contestación calmó la psicosis del médico y con ello se dio cuenta de que el otro hombre no sabía nada de la noche que tanto lo afligía.
– Una vez más tiene razón, capitán. Tener un hijo es algo maravilloso y yo amo mucho a Santiago… Es sólo que a veces creo que no soy un buen papá para él.
– ¡Tonterías! —Soltó el viejo de mar– Usted es un excelente padre, mi Doc. Yo lo he visto y he observado también cuanto su pequeñín lo adora… Si le diré que el niño es algo mimado; pero verlos juntos y tan unidos es un gusto.
– Gracias, capitán. Honestamente necesitaba escuchar eso.
Y sin aviso el doctor le dio un fuerte y cándido abrazo al marinero; que sus robustos cuerpos se estrecharon mucho e incluso sus paquetes varoniles se conocieron muy de cerca, apretujándose el uno contra el otro, tanto que el de Gerardo ya empezaba a endurecerse.
Pero por suerte para él, el grumete de Miguel se acercaba a donde ellos dos estaban.
– Fiu~! —Silbó el chico– Se han mandado tremenda pesca.
Y se quedó viendo como esos machos estaba aún sólo en interiores, exhibiendo sus voluminosas entrepiernas a causa de los poderosos rabos y abultados testículos que ambos tienen.
– ¡Nos daremos un festín esta noche, muchacho! —Le dijo el oficial naval a su tripulante, colocándole su brazo sobre los descubiertos y sudados hombros al adolescente; ya que éste llevaba su camisa celeste sobre la cabeza para protegerse del intenso sol.
– Bien, yo me iré adelantando. —Habló Roberto a la vez que se colocaba el pantalón; el cual encontró dificultad al llegar a la altura del protuberante paquete del médico, quien tuvo que ayudarse con una mano y empujar su prominente virilidad adentro de los pantalones cafés. Luego agarró su carga junto a la lanza y emprendió el camino al campamento él solo.
Así que el par de hombres se acobijaron bajo la sombra de unas palmeras y continuaron con su charla antes de recoger todo y marcharse al refugio. Gerardo a decir verdad había quedado bastante excitado, que su rollizo falo ya estaba erguido y estiraba su apretado calzoncillo.
– Vaya mi capitán, parece que ya tiene el mástil bien parado. —Dijo Miguel con una sonrisa.
– Lo sé muchacho, ya sabes… Esta condenada isla que nos pone locos. —Respondió el maduro macho, a la vez que se sobaba por sobre la tela su marcada erección– Y dime, ¿te gustaría que también te pusiera tu verga así de firme?
El adolescente sabía bien a lo que se refería su oficial de marina, recordaba muy bien la tarde en que ambos se dejaron llevar por la lujuria desenfrenada, y lo cierto era que el chico también estaba caliente; por lo que la idea le pareció estupenda. Entonces se bajó la cremallera y hurgando dentro sacó su larga verga y peludos huevos; a lo que el capitán respondió con ponerse de rodillas frente a su grumete y seguido se metió a la boca esos jóvenes genitales, comenzando a mamarlos como sus libidinosos instintos le ordenaban.
Pronto el miembro masculino de Miguel se endureció del todo y creció hasta sus prolongados y curvos 18cm de carne viril, que su glande ya atravesaba la campanilla de Gerardo, haciendo que éste se atragantara de gusto; en lo que no paraba de hacerle una estupenda felación al chico, mientras él se jalaba su mazote ya por fuera de su estirada trusa.
Después de un buen rato así, deleitándose con el poder chupar de nuevo el rabo del enérgico marinerito y lamerle las velludas bolas, el robusto viejo se levantó y, sin dejar de pajearse, le propuso al joven que ahora era el turno de él para recibir placer oral.
– Anda muchacho, ahora te toca a ti mamármela bien rico.
– No lo sé, mi capitán… Es que yo nunca… —Titubeaba el adolescente que siempre se había considerado 100% ‘hétero’, o hasta que llegó a esa isla– A mí me gustan las muje–
– Tranquilo, ya te lo he dicho antes. Es cosa entre machos, nada de mariconadas.
El obediente tripulante se hincó, de forma que su rostro ya tenía bien de frente el grueso falo de su capitán y veía como de aquel ojete fálico escurrían hilos tras hilos de baba seminal.
– Entonces… Sería una mamada entre machos, ¿no? —Miguel todavía dudaba.
– ¡Así es! —Y su superior le sonrió desde arriba– Es sólo para que me des una ayudadita.
El grumete abrió la boca y sacó su lengua áspera; la cual usó para darle unas tímidas lamidas al jugoso glande del veterano capitán, a quien sabemos considera como a un padre. Y como ese sabor no le resultó para nada mal, el chico continuó con más confianza y ánimos, que pronto se encontraba comiendo hasta la mitad de ese gordo chorizo masculino. Deteniéndose sólo cuando tenía violentas arcadas y sus ojos se le nublaban a causa de las mismas.
– Tranquilo, muchacho. —Le aconsejó el hombre– Primero cómetela despacio.
– Mmmm… ¡Sí mi capitán! Mmmm… —Y prosiguió con recato y una mejor destreza que antes.
Rápidamente las mamadas del intrépido lobo marino eran más las de una sirena. Y a todo esto, Gerardo deliraba de placer, pues su hijastro ahora podía con casi todo su recio rabo y ya con menos arcadas entre chupadas. Pero la mayor sorpresa para ambos vino un poco después; cuando el deseo de Miguel por mamar, la que era su primera verga, crecía con cada succión y tragada de los espesos y deliciosos jugos seminales del maduro macho, que sin darse cuenta el joven machito ya estaba con ese trozote de carne viril todo metido hasta la garganta; que los pelos púbicos canosos del capitán se frotaban contra su nariz, al tiempo que su barbita de chivo acariciaba los tremendos testículos arrugados y velludos del viejo de mar.
Parecía que la isla estaba haciendo nuevamente de las suyas; ya sea por causas de un raro fenómeno sobrenatural o simplemente porque todos esos hombres eran demasiado calientes y la falta de mujeres los obligaba a recurrir a todo esto que ahora estaban dispuestos a hacer. Pero fuera lo que fuese, lo que sí estaba claro era que Miguel felaba con frenetismo, pajeándose su miembro igual de enérgico como eran sus mamadas al capitán; al punto que en un momento la voracidad del chico por comerse la verga veterana de su superior, lo hizo abalanzarse contra éste y así ambos terminaron cayendo sobre la blanca arena.
Instintivamente esos dos vigorosos varones se desnudaron del todo y se enrollaron el uno con el otro, de forma que acabaron en lo que sería un inequívoco ‘69’. Ambos tenían hambre de la hombría del otro, grumete y capitán por igual, saciándola con lamidas y chupadas descontroladas al membrudo y peludo pedazote de carne que tenían en sus respectivas bocas.
Gerardo se atoraba con la larga lanza curva de su muchacho, que la sentía claramente hasta la faringe, produciéndole unas arcadas que le quitaban el aliento y hacían que sus ojos lagrimearan sin control; pero aun así no paraba de mamar con deleite. Caso similar fue el de Miguel, quien sentía que las comisuras de sus labios iban a desgarrarse por el tremendo ancho del mazo de su maduro padrastro; pero a pesar de eso lo disfrutaba, que quería más y más.
El Adolescente estaba extasiado recibiendo una espectacular mamada, mejor que ninguna otra que había recibido de las distintas mujeres y putas con las que había estado, y a la misma vez se deleitaba con la rica vergota, venosa y cabezona, del macho que más admiraba en la vida. Que sin poder contenerse más inició su tremenda descarga testicular, disparando sus múltiples chorros de esperma caliente directo en el esófago y estómago del velludo viejo. Sólo que esa eyaculación fue tan colosal que su semen no podía pasar por completo y, acumulándose, también comenzó a desbordarse hacia la boca de Gerardo; quien al sentir de nuevo el exquisito sabor de la leche del joven, lo hicieron también venirse ahí mismo.
El capitán tenía sus rugosos huevos muy duros y repletos, que cuando alcanzó ese gran orgasmo empezó a vaciarse con tal arranque, que sus disparos seminales tomaron por sorpresa a Miguel; pero éste al no más darse cuenta de lo que pasaba y saborear aquella exquisitez masculina, se apresuró a hábilmente recibirlos y tragarlos uno tras otro, sin desperdiciar ni uno tan solo. Él no podía creer lo que hacía; estaba mamando a otro hombre y ahora incluso estaba encantado probando la leche de ese otro macho, con un placer que lanzó un par de borbotones más de su esperma dentro de su superior de marina.
Cuando al fin ambos completaron sus impresionantes descargas de cremoso y tibio semen en las fauces del otro, se incorporaron para quedar hincados. Gerardo tenía ya su pesado rabo balanceándose entre sus torneadas y peludas piernas, goteando todavía un poco; en lo que vio a Miguel y se percató como éste seguía con su curvada verga bien firme y apuntando a las nubes, con un espeso hilo pegajoso colgándole del rojo glande hasta casi tocar la arena.
– ¡Epa, muchacho! Veo que la tuya sigue parada como mástil principal.
– Sí, lo sé mi capitán… —Y se rascó la nuca en señal de genuina incredulidad– Nunca me había pasado que después de semejante corrida siguiera así de erecto…
– Sea lo que sea debemos remediarlo. —Contestó el maduro macho, mientras aún podía sentir el sabor del semen del chico en su paladar– No querrás terminar con las bolas azules.
Entonces el viejo marinero se volteó y se colocó en cuatro patas, en un evidente ofrecimiento de su ancho, velludo y redondo culo de hombre.
– ¿Por qué no vienes y usas este agujerito para sacarte el resto de la leche? —Le dijo Gerardo sin pensarlo y sin saber muy bien de dónde le vino esa propuesta.
– Es… ¡¿Es en serio, capitán?! ¿Quiere que se la meta…?
– ¡Sí, vamos muchacho! Ven y párteme el culo virgen, ¿o no quieres?
Pero claro que ese calenturiento adolescente quería. El pobre tenía semanas pensando sólo en eso, en poder volver a meterla y si no sería en un buen coño, ese hoyo masculino no se veía para nada mal, al contrario; que la implacable verga de Miguel se sacudió sola y soltó en el proceso más jugo seminal en señal de lo ansiosa que estaba por poder follar otra vez, aunque fuera a ese otro hombre, a su tan respetado y admirado capitán.
Así que el lujurioso chico se acercó por detrás, que su glande ya rozaba el peludo perineo del viejo, y con sus dos manos abrió aquellas firmes y anchas nalgas velludas, para luego dejar caer un buen escupitajo de su baba justo en ese arrugado ano. Después, con su índice junto al dedo medio, comenzó a regar su saliva por ese maduro esfínter y de ahí empezó a meterlos y tratar de dilatar ese agujero de más de 60 años.
– No hagas tanta cosa, muchacho. —Habló Gerardo– ¡Sólo métemela y ya!
– Pero le va a doler, mi capitán…
– ¡Tú sólo cógeme! —Le respondió el aparentemente desquiciado hombre– Yo la aguantaré como el macho de mar que soy.
Miguel dejó de cuestionar las ordenes de su oficial naval y se puso a la tarea de penetrar a su primer varón, y no otro que su principal figura paterna, quien ahora le insistía que se la encajara de una por el trasero; por lo que sin más dilaciones el delgado, pero fibrado grumete, inició la ardua faena. Con mucha fuerza su miembro masculino empezó a hacerse paso por el ano del maduro marino, abriéndolo con pujanza y cizaña, que éste se rasgaba con cada intenso empujón; pero aun así su capitán le pedía que no se detuviera, que siguiera hasta metérsela.
– ¡Agh~! ¡Eso es cabrón! ¡Agh~! ¡Rómpeme el culo! No te detengas… ¡¡OOGH!!
Entonces con un potente movimiento de caderas, el joven machito logró abrir a desgarrones el esfínter del veterano y logró así introducirle la punta de su lanza viril.
– ¡Agh~! ¡Ay…sí! —Balbuceaba Gerardo mientras sentía un hilillo cálido salir de su adolorido ano y escurrir hasta sus colgantes testículos– Ahora toda… ¡Métemela toda, cabrón!
– ¿Quieres que te parta el culo, eh puto? —Resopló el cada vez más excitado chico.
– ¡Joder, que sí! ¡Dámela toda, cabrón!
Y con eso el maduro macho se meneaba de adelante atrás, tentando más a su regio muchacho.
Aquel adolescente ya estaba totalmente traspirado por el calor de la mañana y los altos niveles de testosterona que emanaban de ambos. Sus axilas sudaban a chorros, al igual que su velludo culo y huevos igualmente cubiertos de rizos negros. Luego agarró impulso con su pelvis y con una salvaje embestida terminó de penetrar al capitán, introduciéndole todos sus curvos 18cm.
El viejo marinero soltó un alarido que hasta sacudió los cocos de las palmeras que los cubrían. Él podía apreciar todo el largo y tieso falo de ese joven semental en todo su recto y colon, aquello se sentía algo incómodo y muy doloroso; pero por extraño que parezca, entre más era la agonía, era mayor el placer de Gerardo, puesto que su gordo rabo estaba nuevamente erecto y mucho más grueso y nervudo que su estado normal (8cm de espesor), que se veía hercúleo, con las venas todas brotadas y escurriéndole muchísimo; que con su mano derecha comenzó a jalársela mientras se sostenía con la otra y las rodillas bien empotradas en la arena.
Miguel por su parte sintió deliciosas esas estrechas entrañas de hombre; tanto que ya no extrañaba a las vaginas y mejor se concentró en ese cálido y prieto agujero que ahora le estrujaba la verga. Así que pronto empezó a bombear y taladrar el culote de su nuevo puto maduro, con la energía y velocidad que él acostumbra, que más hilitos de sangre salían del estropeado ano de Gerardo; mismo que entre resoplidos y jadeos le continuaba pidiendo a suplicas que lo partiera en dos más duro.
– ¡Joder! ¡Qué ricooo…Ooohhh~! ¿Te gusta darme por el culo, cabrón?
– ¡Aaahhh…sí! ¡Tienes un puto culo deliciosooo…Ooohhh~!
– Es todo tuyo, muchacho… ¡¡OOGH!! —Gritó cuando sintió toda esa lanza fálica hasta el pegue, junto al roce de los ásperos pelos púbicos del chico– ¡¡AY!! ¡Así! ¡Así! ¡Más fuerte, cabrón!
– ¡Diablos! ¡Qué hoyo más sabroso! —Decía Miguel entre jadeos y bufidos– ¡Te voy a reventar!
Con cada brutal estocada del aguerrido adolescente, el maduro de Gerardo temblaba de sus fornidas extremidades, y su tatuado y sudado cuerpo se sacudía de adelante atrás con cada ‘mete y saca’ del joven machito de mar. Hasta que fue demasiado para el marino veterano y por segunda vez esa mañana se vino en una explosión de esperma; la cual hasta dejó una gran mancha de arena húmeda en la playa. Pero lo mejor de ese intenso orgasmo anal del capitán, fue que los espasmos que experimentó en todo su macizo cuerpo, afectaron también su recto y esfínter; los cuales se constriñeron y apretujaron tanto al miembro masculino de Miguel, que parecía que se iban a fusionar, y toda esa intensa e inmensa presión hicieron que el ano y culo del hombre ordeñaran por completo al grumete, que éste también se corrió otra vez.
– ¡Oh…diablos! No puedo más… ¡Me vengoOOHHH!!
– ¡Sí! ¡Sí lléname el culo de leche, cabrón! —Le pedía el viejo macho al tiempo que sentía como ese abundante semen juvenil lo llenaba por dentro– ¡Préñame como a una de tus putas!
– ¡Maldiciooón…Ooohhh~! ¡Este es el mejor sexo de mi vida! —Le confesó Miguel a su mentor y casi padre, en lo que las últimas gotas de su esperma colmaban los intestinos de Gerardo.
Después, el lozano tripulante sacó su verga cansada y embarrada de semen, y notó que tenía algo de sangre en sus pelos púbicos. Eso le causó cierta preocupación, pues nunca pensaría en hacerle daño intencional a su capitán; pero éste simplemente se incorporó y actuó como si nada, apenas y se sacudió la arena de las rodillas y piernas, con su pedazote de carne viril colgando entre los muslos otra vez y junto a sus ya vacíos testículos.
– Vaya corridas nos hemos dado, muchacho; pero ya tenemos que volver.
Entonces le hizo señas a su pupilo para que éste le alcanzara la ropa y se vistió. Y Miguel también se puso de nuevo su uniforme sobre el traspirado cuerpo.
– ¿Capitán…? —Inició el dubitativo chico.
– ¿Dime, Miguel? —Respondió el otro en lo que se acomodaba su gorra blanca de capitán.
– ¿Haremos esto otra vez?
– Todas las veces que nos den ganas, muchacho. —Y le estrujó por sobre el pantalón el bulto a su grumete, lo que le permitió sentir como aquel rabo todavía palpitaba su poco– Que por lo que veo van a ser muchas… ¡Ja! ¡Ja! ¡Ja~!
Y los dos rieron y juntos se encaminaron al refugio como si en verdad no hubiera pasado nada especial entre ellos.
—2 días después…
Ya era media mañana; en lo que Miguel y su hermanito ‘putativo’, Santiago, jugaban en el mar en la parte menos profunda junto al campamento, nadando únicamente en ropa interior. El joven y bronceado marinero se sumergía para poder atrapar al desprevenido Santi, a quien tomaba por la cinturita y, con sus delgados pero fibrosos brazos, lo lograba lanzar afuera del agua. El niño trataba de esquivarlo; pero siempre terminaba volando por los aires hasta caer metro y medio lejos del chico, quien se burlaba como parte del jugueteo.
– ¡Ya vas a ver! —Le amenazó el pequeño después se resurgir del agua y escurrirse su clara cabellera castaña con ambas manitos.
– Quiero ver que lo intentes, Manito… ¡Ja! ¡Ja~! —Le provocaba más el adolescente con gestos de mofa– Recuerda que yo soy más rápido y fuerte que tú. Lero~! Lero~
Y al decirle eso, el grumete flexionó sus bíceps y luego con las manos detrás de la nuca marcó los seis cuadritos de su abdomen de lavadero; confirmándole al chiquillo su superioridad física.
– ¡No es justo! —Protestó el prepúber y se cruzó de brazos en señal de uno de sus ocasionales berrinches de 12 añitos.
Miguel le pidió que no se pusiera así y se acercó a Santi; pero todo eso fue una trampa de este último, quien empezó a salpicar con agua salada a su hermano mayor y después se le abalanzó al joven macho, atrapándolo por la cintura. Pronto terminaron en una luchita, cuyo claro ganador fue el Grumete de 19 años; pero todo ese roce y forcejeo hicieron que el chico acabara con su miembro bien erecto, el cual se dibujaba evidente en su ceñido bóxer gris.
– ¡¿Se te ha puesto dura la verga?! —Le señaló el niño algo asombrado y ya serio.
– Sí, Manito… ¡Je! ¡Je~! Es que a veces ella sola se pone así.
– La tienes bien grande, ‘Mano’… ¿Me dejas tocártela…?
Al chico luego de haber cogido con su capitán se le habían calmado un poco las hormonas y por esa razón también había comprendido al comerciante cuando lo vio con Santiago aquella mañana en que todo cambió; ahora entendía que el turco sólo había estado tratando de calmar su calentura de macho, de igual forma que él y su superior habían hecho ya en dos ocasiones. Y por todo eso él adolescente había retomado su función normal de ‘hermano mayor’ para con el pequeñín; sólo que esa petición por parte del crío no se la esperaba y tardó unos cuantos segundos en decidir que responderle.
– Claro que sí puedes, Manito.
Entonces Santiago puso sus manitos en la entrepierna de Miguel, y comenzó a tocar y estrujar por sobre la mojada tela del bóxer, toda el largo y curvo falo del viril muchacho.
– ¡Se siente enorme, Mano…!
– Bueno, comparada con la tuya claro que la sientes enorme. —Le dijo en lo que él sentía como su erección más que una respuesta-reflejo, era a debido a que estar así con su pequeño hermanito realmente lo excitaba mucho.
Lo que no sabía ninguno de ellos dos, era que Ahmed los observaba desde una de las orillas; puesto que desde su tienda podía mirarlos muy bien e incluso a esa distancia, que también su enorme vergota estaba bien erguida; tanto que se le salía por fuera del pantalón y le sobrepasaba la altura de su peludo ombligo. Aquel corpulento y muy velludo hombre de piel trigueña espiaba a ese par de jóvenes tocarse, que él también empezó a hacer lo mismo con su rabo. Se desabrochó los pantalones y dejó del todo libre su monstruoso miembro masculino, mismo que ya pajeaba con sus dos ásperas manos llenas de anillos de oro.
Con el agua por debajo de la ingle, Miguel continuaba dejando a Santi manosearlo; mientras el niño ya tenía también su pijita bien parada, atrapada en su lindo calzoncillo de Superman.
– ¿Me la dejas ver, Mano? —Pidió ahora el pícaro chiquillo– ¡Anda, di que sí!
Su hermanastro en esa isla, simplemente se bajó un poco el bóxer y con ello liberó su firme prolongación fálica, la cual se sacudió contenta en la cálida brisa marina. Cuando de repente vieron acercarse al capitán y al padre de crío; por lo que el chico ágilmente se guardó su erección, pero como ésta era tan obvia, se sumergió un poco en el agua para poder ocultarla.
– Muchacho, basta de juegos. Ponte el pantalón y trae tu resortera. —Le habló Gerardo a su grumete desde la orilla, rascando su peludo y ancho pecho descubierto puesto que siempre lleva la camisa de su uniforme desabotonada– Nos vamos a Pluma Roca.
Los ojitos miel del Santi brillaron, ya que se entusiasmó al pensar que su papá ya lo quería junto con él, como antes, que olvidando que tenía su bultito duro comenzó a salir del mar.
– ¡Tú te quedas aquí, Santiago! —Le ordenó el doctor a su hijo con cierta severidad– Sólo iremos nosotros tres, tú te quedas en el campamento… Y te portas bien.
– Sí, papá. —Contestó el niñito, en lo que se quedaba quietecito dentro del agua.
Miguel le lanzó una leve sonrisa a su hermanito y le alborotó cariñosamente el cabello. A este punto la situación le había ayudado a calmar su verga, ya semierecta en su entrepierna peluda; por lo que pudo salir y tomar su ropa de la playa y vestirse, mientras los otros dos machos continuaban su conversación a la espera del chico.
Y una vez listos los tres emprendieron su camino al risco, dejando detrás al acongojado niño.
– Oiga, Doc. ¿Pasa algo con usted y su pequeñín? —Preguntó el viejo marinero.
– No, nada. Es sólo que pienso que es bueno que él se haga un poco más independiente.
– En eso no se equivoca mi buen Doc. —Concordó el capitán y abrazó por sobre los hombros a su muchacho– No es bueno que los niños sean tan mimados, se pueden hacer maricones.
El adolescente no dijo nada, sabía porque Gerardo había dicho eso; pero aun así sintió pena por su hermanito, el cual estuvo a punto de darle placer; entonces el grumete giró la cabeza y le dio un último vistazo al chiquillo de pie en la playa ya lejos de ellos tres.
Ya en el acantilado Pluma Roca; el trío de machos se encontraba en la labor de recolectar los huevecillos de los nidos vacíos y en lo que algunas de las aves regresaban, Miguel con su resortera trataba de derribarlas para la cena; por suerte el diestro tripulante logró cazar dos. Pero luego de un rato, Roberto les expresó que no se sentía del todo bien, que mejor se regresaría al refugio. Ambos marinos se mostraron algo preocupados, pues el atlético médico en todas esas semanas siempre había mostrado una salud propia de un semental; pero como éste les aseguró que no era nada grave, lo dejaron marcharse por el camino de la jungla (el cual pasaba por la Cascada) y era la manera más corta para regresar al campamento.
Los dos hombres siguieron trabajando por más tiempo; hasta que llenaron sus canastas hechas con hojas de palma y acordaron que para ellos también ya era hora de volver. Miguel se puso al hombro los dos pájaros muertos que atrapó y siguió a su capitán, quien quiso cambiar un poco la ruta y terminaron cruzando por una vasta pradera.
En ese lugar la temperatura se sentía un poco más templada, que el maduro macho le propuso a su joven lobo de mar descansar ahí y refrescarse un poco. El chico por supuesto estuvo de acuerdo y sobretodo porque la principal condición era que se desnudarían del todo, para luego acostarse sobre el verde pasto.
Así estuvieron tranquilos, recostados boca arriba uno a la par del otro, sintiendo el fresco aire y charlando de cosas sin importancia; inclusive empezaron a tratar de ver figuras en las nubes.
– Esa tiene forma de esos extraños calabacines que cocina Ahmed. —Señaló el grumete.
– ¡Y mira esa, muchacho! ¿No me digas que no parece un coño? ¡Ja~! ¿Ja~!
– Sí que lo parece. Y esa otra se ve como una verga… Como la suya, mi capitán. —Le dijo en lo que volteaba su rostro para ver al viejo a la cara– Es igual de gorda que la suya…
– ¿Me la quieres chupar, cabrón?
Y sin hablar más, Miguel ya estaba agachado sobre su superior y con ese grueso, cabezón y maduro rabo en la boca, dándole una suculenta mamada.
El lujurioso adolescente ya sabía muy bien cómo debía felar a otro macho, a su macho oficial naval. Mientras con su mano derecha se la sujetaba de la venosa base, el chico le pasaba su rugosa lengua por todo el tronco, juntando los dulces y viscosos hilos de savia fálica que le escurrían sin cesar, y con la izquierda masajeaba las macizas y sólidas bolas de su padrastro.
Gerardo gemía de gusto, sintiendo y viendo como su fiel y querido muchacho le atendía tan bien sus tremendos genitales. El grumete hasta se puso a comerle los testículos, cosa que el veterano disfrutaba con locura, a la vez que lo masturbaba con experticia; haciendo que el pelón de barba canosa resoplara y jadeara sin parar.
Después, el lozano chico de cabello negro y ojos verdes retomó la tarea de chupar el hinchado glande de aquel tosco trozo de carne viril, introduciéndose a la boca cada vez más, acostumbrándose nuevamente a ese impresionante espesor. Gerardo quería todavía más, que pronto empezó a mover sus caderas, empujando hacia arriba su pelvis para meterle más su vergota al tripulante mamador. Hasta que ya se la tenía incrustada hasta la faringe y, con sus manos sobre la nuca, obligaba a su muchacho para que éste se atorara completamente.
Entonces con todas sus fuerzas, y músculos y venas marcadas, Miguel logró liberarse de esa brutal follada bucal que su capitán le propinaba. Que se apartó, y tosiendo y con arcadas logró recuperar el aliento, pues casi se sintió desmayar segundos atrás.
El maduro macho le quiso devolver el favor a su pupilo, por lo que invirtieron los papeles; sólo que ahora el grumete estaba hincado sobre la alta grama y el viejo frente a él le comenzaba a saborear todo el lindo y fibrado cuerpo adolescente. Gerardo primero se puso a chuparle los peludos pezones al chico. Se los succionaba frenéticamente, como si esperara sacarles leche, y luego se los mordía; a lo que Miguel respondía con leves gemidos de dolor y placer. Seguido el descontrolado machote le levantó un brazo al muchacho, para descubrir aquella axila llena de rizos negros, totalmente traspirada y expidiendo el hedor típico a sobaco de un verdadero hombre; y así se puso a lamérsela y chupársela también, tragando todo el exquisito y salado sudor. Hasta que se la dejó seca y repitió la tarea con la otra deliciosa axila.
Luego el veterano marinero le pasó su carnosa lengua a Miguel por el medio de sus pectorales, descendiendo por todos los pliegues de ese esculpido abdomen, hasta llegar a lamerle los vellos que le subían y se le arremolinaban en el ombligo, y de ahí el viejo cerdo bajó más para comenzar a comer los pelos púbicos de su hijastro.
Miguel ya no podía más, le suplicaba a su capitán que se la mamara, y por suerte éste también moría de ganas por volver a deleitarse con esa larga lanza fálica de ricos y curvos 18cm. El maduro macho ya estaba de rodillas felando todo lo que le cabía en la garganta de esa recia verga juvenil. Gerardo a pesar de ser un semental heterosexual, también demostraba saber bien cómo darle placer oral a otro varón. No podría asegurar si eso era algo que ambos ya traían consigo y ese clima tropical se los afloraba, o era algo que la isla les implantaba contra su voluntad y los volvía unas bestias en celo sin control.
Como fuera, el oficial de marina ahora le lamía los huevos sudados a Miguel, se los metía uno a uno a la boca y luego los dos a la vez; sintiendo dentro, entre su paladar y lengua, todo ese escroto velludo lleno de rica lechita tibia. En eso el aroma de los tupidos pelos del perineo atrajeron al viejo a esa zona; que pronto se puso a lamerlos y comerlos por igual, intoxicado por la ‘esencia de macho’ que emanaba de esa entrepierna y trasero del chico.
– Mmmm…Muchacho date la vuelta y déjame comerte el culo… ¡Mmmm~!
– Pero… ¿cómo para que, capitán? —El adolescente todavía tenía ciertas reservas.
– ¡Sólo déjame que lo haga! Verás cómo te gustará mucho. —Le insistió Gerardo, puesto que él había devorado cientos de anitos femeninos; pero aun así el de ese chico lo atraía.
El grumete dudó otro poco, pero al final de cuentas acató el mandato de su superior; así que tal y como estaba se dio la vuelta y de inmediato sintió como el otro hombre le abría sus torneadas nalgas y le metía todo el rostro en medio de ellas. Miguel sintió también el roce de la barba de su capitán, mientras la lengua de éste exploraba su velludo esfínter masculino.
– Mmmm…Slurp~! Lo tienes muy peludo, muchacho. Mmmm…Slurp~! Pero delicioso…
El chico no le contestaba, sólo gemía al tiempo que la hábil lenguota de ese viejo le ensalivaba todo el ano y se lo dilataba rápidamente; que ya hasta tenía aquel apéndice bucal en el recto.
Entonces el calenturiento Gerardo sacó su arrugada cara del peludo y ahora babeado culo de su muchacho, e hincado igual se posicionó detrás de Miguel, le abrió el trasero con una mano y con la otra sujetó bien su leñote de 8cm de grosor y se lo dejó ir en una sola embestida.
– ¡¡AAAHHH!! —Gritó el pobre del grumete cuando aquel morcillozo miembro masculino le atravesaba el ano y le ensanchaba el recto por dentro a medida el viejo se la empujaba más.
– Aguántala como el macho de mar que eres… —Le dijo al oído el marinero, al tiempo que se la metió varios centímetros más; hasta que con otro par de estocadas le clavó todos sus 15cm; que sus canosos pelos púbicos pegaron en la cola del chico.
Los alaridos del adolescente continuaron, en lo que el veterano macho ya comenzaba a bombearle las entrañas con dureza y una vitalidad propia de un potro salvaje.
– ¡Uff~! Qué rico te entró toda, cabrón… —Le susurró al oído, al tiempo que sus caderas pegadas a las del joven se movían de adelante atrás con cada una de sus rudas folladas.
– ¡¡AGH!! ¡Duele! ¡Duele mucho, capitán! —Se quejaba Miguel de dolor, ya que tenía todo ese gordísimo mazo en su trasero virginal. Y tanta era su molestia que su verga se había tornado flácida y ésta se sacudía entre sus muslos con cada cogida del otro semental.
– ¡Joder, muchacho! Tienes un culo que me aprieta como una prensa… ¡Oh…sí!
– ¡¡AGH!! ¡Ya no más, capitán! ¡Por favor! —Continuaba quejándose e implorando que el otro se detuviera. El pobre joven sentía su interior arder junto a su rasgado ano. Se sentía tan lleno que la presión lo hizo comenzar a orinarse allí mismo como estaba.
Los meados amarillos del grumete salían en intermitentes, pero potentes chorros, salpicando toda la grama frente a él. Pero lo interesante ocurrió momentos después, que mientras orinaba y el fornido marino continuaba cogiéndolo, Miguel empezó a tener una erección a la vez que seguía soltando sus meados calientes; que cuando su lanza se irguió a pleno, la orina del chico le bañaba hasta el torso, cuello y la barbita de chivo.
Evidentemente al liberar un poco de dicha presión, su interior se acopló mejor al monumental rabo de Gerardo y las folladas ya le ordeñaban la próstata; que el adolescente ahora deliraba de gusto, sudando sonrojado y pidiéndole más a su respetado padrastro marinero.
– ¡Por favor más! ¡Siga! ¡Más! ¡¡MÁS!!
– Ahora te gusta tener mi vergota en el culo, ¿no cabrón?
– ¡Aaahhh…sí! ¡Sí, capitán! ¡Así! ¡Así! ¡¡AAAHHH!!
Y Miguel no pudo tolerar tanto placer anal, que sin tocarse inició la descarga de sus inflados testículos con una exagerada eyaculación, como ya era costumbre en esa misteriosa isla.
El maduro machote se dio cuenta de que su querido muchacho se corría a torrentes de espesa esperma, pringando de leche viril todo el pasto. Entonces con su mano izquierda le estrujó un pezón al chico y con la derecha lo tomó por la barbilla, girándole la cara lo suficiente para que sus labios alcanzaran los de Miguel y así darse su primer beso, el primer beso que ambos le daban a otro hombre. El lujurioso y satisfecho adolescente al sentir el bigote y lengua del macho a quien más admiraba, le devolvió el beso con la misma intensidad y pasión; que el viejo de mar no pudo más y también se vino con un poderoso orgasmo dentro del culo del grumete.
Y de pronto los traspirados marinos escucharon un estrepitoso sonido en el cielo, y justo en lo que elevaban la mirada, vieron caer en picada una avioneta que sobrevoló velozmente arriba de ellos, dejando trazada su ruta con una larga y espesa cortina de humo negro.
Inmediatamente aquellos hombres se pusieron en pie, tal y como se encontraban, sólo que Gerardo sacó su verga del abierto ano de Miguel (del cual cayeron borbotones de su semen) y sin mediar palabra alguna ambos entendieron lo que debían hacer. Así que los dos corrieron de la pradera a la selva, en dirección a donde la aeronave tendría que haber caído.
Cuando la parte de la jungla se tornó más pantanosa, donde los árboles eran más altos y estaban cubiertos con una densa vegetación; divisaron que entre las copas estaba el pequeño aeroplano que habían visto, del cual todavía salían llamas y humo. Capitán y grumete buscaron por los alrededores señales de quien tendría que haber sido el que piloteaba la avioneta.
– ¡Tulong! ¡Tulong! —Escucharon una voz provenir de cerca– ¡Tulong! ¡Help! ¡Help me!
Al voltear para arriba lo vieron. El piloto estaba colgando de su paracaídas, mismo que se había enredado entre las ramas más altas; pero también había lianas que lo aprisionaban.
– Muchacho, súbete a mis hombros y trata de alcanzarlo. —Le propuso el experto veterano.
El joven se impulsó de los muslos de su maduro oficial y se paró sobre los anchos y firmes hombros del recio macho; lo que le permitió alcanzar al piloto y desenredarlo de las lianas.
Pronto el aviador estaba sano y salvo en el suelo junto con los otros dos hombres; los cuales hasta ese preciso instante se percataron que estaban como Dios los trajo al mundo; excepto porque Gerardo llevaba su gorra de capitán y Miguel traía su fiel pañuelo rojo anudado en su muñeca derecha, y que ambos traían sus miembros viriles semierectos todavía y a pesar de todo lo trascurrido (lo que les daba una apariencia más impresionante).
Y esa fue la segunda gran sorpresa que se llevó ese piloto. La primera fue que momentos atrás los controladores de su aeronave de exploración militar comenzaron a fallar de forma súbita y luego su motor explotó, haciéndolo estrellarse en lo que había visto era una remota y desolada islita en medio del océano. Y ahora se asombraba de que dicha isla parecía estar habitada, al menos por los dos hombres que lo habían socorrido; uno mayor, robusto y velludo que tenía un grueso rabo por sobre un voluminoso escroto canoso, y el otro era un chico, delgado y definido, y con un largo falo que le colgaba mucho, escurriéndole entre las piernas peludas.
– Eh… ¿Estás bien? —Le preguntó Gerardo al extraño, temiendo que no iba a entenderle.
– ¡¿Ah…español?! —Contestó el uniformado al sacarse su gran casco negro y revelar el rostro de un atractivo hombre asiático– Sí sé poquito español. Yo bien. Gracias a vosotros.
Miguel vio en el overol caqui del militar que tenía un monograma de la bandera de Filipinas.
– No ha sido nada. —Respondió el capitán, ahora más consciente de su desnudez y la de su grumete, lo que ya lo avergonzaba un poco; pero aun así ninguno se cubrió.
– ¿Dónde es esto? ¿Vosotros quién sois?
– Tranquilo. Ahora lo mejor es que nos acompañes al campamento. Ahí te explicaremos todo.
Tu hermano centroamericano de nuevo. Sos lo más. Sos un capo. Me encanta como escribís. Cuando querras, conversamos
Gracias hermanazo!
Cuando quieras 😉
Salu2!!
Necesito una Orgia o que el Padre Viole a su Hijo por fis en la Próxima Entrega
Jeje… sorry, no prometo nada. La verdad es que ya tengo trazado como va la historia en general. Lo que sí es que algo de lo que pides se viene en uno de los siguientes capítulos. Espero igual sigas leyendo la saga.
Salu2 amigo 😉
Ufff, como me gusta esta historia! Entro siempre para ver si hay nuevos capitulos! Sigue, sigue!
Gracias, me gusta mucho oír ese tipo de cosas.
Ya estoy comenzando el 6to, a ver como me va 😛
Salu2!!
Cada vez mejor👍
Gracias, sólo espero no terminar decepcionándolos 😛
¡Cómo me gustaría ello! Estar en una isla con varios hombres y me cojan día y noche. Por favor, sube pronto más relatos. Besitos. Marcos.
Me alegra te gusten.
Voy algo atrasado pero de que sale el cap.6, sale jeje 😛
XOXO