LA ISLA – Cap.08 Secretos y rituales
Ahora sabremos quienes son los que llegaron a la isla en esos botes….
Y volvió la normalidad a la pequeña y paradisíaca isla, excepto que el grupo se había reducido a cinco miembros nuevamente; ya que Ahmed realmente se había marchado del campamento, viviendo él solo en una parte retirada de la isla, como un desnudo y velludo ermitaño.
Por fortuna la cocina no se vio muy afectada por la pérdida del turco, pues Long tomó esa tarea y resultó ser mucho mejor que su tosco predecesor. Además, las habilidades culinarias del filipino se extendían incluso a la adquisición de nuevos ingredientes, como tubérculos y hierbas que daban mayor sabor a las comidas. También comenzó a cosechar sus propias plantas en una modesta huerta; empleando para ello los conocimientos que aprendió de niño, puesto que él proviene de una larga línea de machos campesinos, como su padre y abuelo; y parte de su fornido físico lo debe a que por muchos años labró la tierra, hasta que después se enlistó en el ejército.
Pero Long no era el único que trabajaba en la huerta, Miguel se había entusiasmado con la idea y le ayudaba regularmente; sobre todo porque después se ejercitaba con el militar. Entre los dos habían creado su propia pesa para desarrollar y definir sus masas musculares; a partir de una barra de acero (que obtuvieron de los restos del fuselaje del barco), a la cual le ataron a cada extremo un envase de 7 galones lleno de arena, que equivalían entre ambos a unos 100Kg. Ese activo adolescente estaba decidido a volverse tan musculoso como su nuevo amigo asiático.
Una de esas mañanas en las que ambos entrenaban, el joven grumete estaba recostado sobre un tablón de madera apoyado entre dos grandes rocas, como una banqueta, a modo que les sirviera para hacer el ejercicio ‘fuerza en banca’ (o Press de pecho); y mientras él levantaba la pesada barra, sudando copiosamente de sus peludas axilas, de pie a la altura de la cabeza su compañero le servía de apoyo en caso de que ya no pudiera seguir con las repeticiones.
Los dos llevaban sólo su ropa interior, ya que traspiraban mucho, el chico estaba con su ceñido bóxer gris y el otro hoy si traía su ajustado calzoncillo verde pálido; que le dejaba ver a Miguel claramente la forma del enorme glande de Long. Y desde esa posición inferior, el muchacho podía contemplar no sólo la abultada virilidad del piloto, sino también su esculpido cuerpo; lo que le causaba morbo, al punto que su curvo y largo falo ya se dibujaba erecto en el bóxer.
– Se puso tu verga dura. —Dijo tranquilamente el hombre de ojos rasgados y quijada cuadrada, al tiempo que tomaba del otro la pesa de barra y la hacía a un costado.
– ¡Sí, maldición! —Exclamó el adolescente de barbita de chivo, mientras se incorporaba y se frotaba hombros y bíceps– Es que el sentir que me estoy poniendo más fibrado me pone a mil.
El nervudo asiático sonrió, respondiendo que muchas veces le sucedía igual, y en eso él también empezó a frotarse sus ahora relucientes músculos a causa de todo el sudor y la luz del sol; para luego flexionarlos y que se le marcaran, viéndose todavía más impresionantes.
– Bro, tú eres un toro… —Y Miguel se acercó a su compañero y con una mano trató de cubrir del todo uno de esos macizos bíceps– ¡Diablos, si ni puedo abarcártelo todo!
Long no habló, sólo continuó sonriendo a la vez que veía como el chico ahora le pasaba las manos por todo su torneado torso, diciéndole lo increíble que es su físico. Aquello era una clara adoración a su masculinidad, misma que él estaba disfrutando; tanto que su rabo se le estaba poniendo igual de rígido y tieso como la barra de acero.
– A ti ya se te paró también, Bro. —Notó el muchacho y con su palma derecha descendió por el labrado abdomen, hasta que alcanzó aquel erecto paquete y se lo estrujó.
El ávido aviador se bajó el calzoncillo, haciendo que su circuncidada y cabezona verga saltara, y arrojara en el proceso un buen chorro de líquido seminal al suelo. Miguel al ver eso también liberó la suya; que ambos estaban ya pajeándose uno a la par del otro.
– Sí, yo tengo muy dura. —Dijo el filipino, en lo que se restregaba sus jugos masculinos por todo aquel venoso miembro viril de unos 16cm.
– Lástima que no está el Capi’ para que nos de unas mamadas, ¿eh Bro? —Y el joven marino se descapuchaba su lanza, para luego volverla a cubrir con su carnoso prepucio de base peluda.
– Ahm…o Santi…
Miguel de inmediato se giró para ver a la cara a su compañero, puesto que no esperaba jamás oírle decir eso. Entonces Long miró fijamente al muchacho a su par y continuó hablando.
– Sí. Santi mama también muy rico. Sé que también te chupa a ti. Los vi una vez en cascada.
Así fue como el caliente tripulante se enteró que su secreto y el de su hermanito ya eran del conocimiento de ese otro hombre, y además ahora él sabía que el bandido de Santiaguito no sólo se había comido la vergota del turco, sino que también la del recio asiático. Para este punto los dos sementales se estaban masturbando a gusto, mientras comentaban y compartían lo sabroso que fue follarse al putito niño y a su apretujado culito infantil.
– Ahmed tiene verga enorme… ¿cómo entra toda en Santi?
– No sé, Bro. Mi Manito tiene un culo bien tragón. —Y en eso el chico vio otro traslucido y viscoso hilo seminal escurrir colgando del gran glande de Long, que se le hizo agua la boca– Sabes, no sólo Santiago la chupa rico; yo también aprendí con el capitán.
Diciendo esto último, el calenturiento grumete se arrodilló ante el macho militar y sin esperar respuesta se puso a felársela; demostrando lo bien que lo hacía. Miguel acompañaba sus succiones a la jugosa cabeza, con habilidosos pajazos al tronco de ese macizo rabo asiático, en una perfecta sincronización de boca y mano; haciendo que el filipino gimiera agradecido.
El fornido falo de Long sabía delicioso, tanto que cuando el lozano marinero se lo sacaba, aprovechaba para frotarle su lengua, pasándola desde los erizados pelos púbicos hasta la punta; donde con rápidos movientes circulares estimulaba el frenillo de la verga del otro hombre y de una manera que el piloto pensaba qué si eso seguía así, él acabaría pronto.
Y como si le hubiera leído la mente, Miguel se puso a chupar una por una las redondas y lampiñas bolas de Long, para evitar así que el otro semental se viniera. Estaban muy sudadas, por lo que eran saladas al paladar, y dentro de su boca se sentían tan calientes y llenas de esperma, que el adolescente colgado de aquel escroto se jalaba frenéticamente la lanza de su entrepierna.
Luego el chico optó por subir, pasando sus labios y lengua por aquel abdomen de dos hileras de cuatro cuadritos, ascendiendo más, hasta llegar a lamerle todo el poderoso pecho de mármol blanco. Y cuando vio los oscuros y duros pezones, el grumete se puso a morderlos y mamarlos, que el aviador jadeaba pidiendo que no parara, que siguiera. El macho filipino estaba perdiendo el control de la poca heterosexualidad que le quedaba; que levantó sus musculosos brazos para exponer sus sobacos velludos, atrayendo con el fuerte hedor a testosterona al joven, haciendo que éste también se los devorara uno por uno. Y cuando tuvo cerca el rostro de Miguel, no pudo evitar besarlo en la boca; que ambos se comían con besuqueos agresivos de dos viriles varones.
Después Long agarró al muchacho y lo llevó al suelo, poniéndolo en cuatro, le quitó del todo el bóxer y con sus dos callosas manos le separó las sólidas y redondas nalgas, no tan bronceadas como el resto de aquel delgado y definido cuerpo. El ano que apareció en ese perineo era muy velludo, todo cubierto por rizados pelos negros, el asiático nunca se había comido uno así; pero ya no le importaba (así como tampoco se lamentaba por haber perdido la fotografía de su prometida, ya no la necesitaba), estaba tan excitado que de lleno le pasó su lengua, ensalivándolo todo, y seguido le dio chupadas a ese esfínter masculino, metiéndole la lengua, dilatándoselo de una forma que lo sorprendía a él y al dueño, mismo que gemía y se retorcía de satisfacción.
Pasó un rato así, hasta que el militar se chupó dos dedos y los comenzó a introducir poco a poco por el abierto ano de Miguel; al tiempo que con la mano izquierda le sujetaba la larga verga, jalándosela como si estuviera ordeñando a un semental vacuno.
– ¡Oh…diablos qué ricooo…Ooohhh~! ¡Métemela, Bro! ¡Ya no aguantooo…Ooohhh~!
Long cumplió con la suplicante petición. Hincado se colocó desnudo detrás de ese redondo y firme culo juvenil, y tomando su rabo por la base, llevó el prominente glande a la abertura anal del muchacho, introduciéndolo con impulso y determinación. El grumete soltó un alarido, pero pidió que no parara, que se la empotrara entera; de todas maneras, el piloto no iba a detenerse con lo caliente que se encontraba en aquella situación, que continuó penetrando al joven marinero en una demostración de las fuerzas áreas actuando sobre las navales.
Pronto esa verga estuvo toda dentro del recto ardiente y estrecho del chico, y las embestidas tampoco se hicieron esperar. El filipino fue tan viril con el culo de Miguel, como lo fue antes con el de Gerardo y Santiaguito; él siempre clavaba su formidable falo con potencia desmedida.
– ¡Aaahhh~! ¡Cógeme duro, Bro! ¡Sí! ¡Así! ¡¡AAAHHH!! —Gimoteaba el lobo de mar por ese placentero dolorcito que sentía, sumado a las olímpicas ordeñadas que Long no dejaba de darle, acompasadas con sus enérgicas estocadas pélvicas.
– Siento muy rico tu culo… ¡Oh…ito ay napakahusay!
El asiático se convencía cada vez más que coger el culo de otro hombre era mejor que una vagina; tanto así que ya no extrañaba a su novia, ni pensaba en ella cuando se masturbaba. Ahora eran esos machos, y el hijo de uno de ellos, los que lo hacían acabar como nunca antes. Y para el hormonal adolescente era lo mismo; desde que llegó a esa isla pudo descubrir perversiones y placeres más grandes a todos los que hasta ese momento había probado; incluso el tener bien ensartada esa erecta verga, bombeándole bruscamente sus entrañas a la vez que la mano de ese otro hombre lo pajeaba, lo estaban llevando al límite. Así que con un intenso suspiro empezó a eyacular en el suelo de la huerta, fertilizando la tierra con su leche masculina.
Cuando Long recobró su mano izquierda, vio como entre los dedos y la palma tenía muchos ligosos y espesos hilos del semen del grumete; entonces se la limpió en su pecho y ahora con las dos manos sujetó las caderas de su joven amigo, continuando con sus atroces cogidas; que sus pesados huevos revotaban y golpeaban contra los del chico, lo que ayudó a que sus sacos seminales se aflojaran y él también comenzó a correrse, sólo que dentro del colon de Miguel.
– ¡Eso es, Bro! ¡Vacíate todas las bolas en mí! ¡Préñame el culo de macho!
El sudado y musculoso militar expulsaba disparo a disparo toda su hirviente esperma, escuchando todas las morbosidades del muchacho, que con un fuerte jalón de cabello llevó la boca del grumete a la suya y lo besó; mientras todavía lo tenía bien empalado y sin saber que varios pares de ojos desconocidos los observaban desde las sombras de la densa jungla.
…
El cielo estaba de un hermoso azul celeste; adornado con esponjosas nubes blancas, dispersas por aquí y allá; varias gaviotas sobrevolaban arriba de su cabeza y los brillantes rayos del sol calentaban todo su desnudo cuerpo, el cual estaba recostado sobre la húmeda y suave arena, sintiendo como la espuma del mar lo bañaba con cada gentil ola. Santi se aferraba con su bracitos y lampiñas piernas de aquel hombre de espalda y hombros anchos que tenía sobre él; mirando a la cara del macho que le había dado vida 12 años atrás; ese varonil hombre de cabello y ojos castaños oscuros, que ahora le veía con genuino deseo carnal.
Roberto se encontraba penetrando las redondas y abundantes nalgas de su hijo, de ese niño de cuerpecito delgado y algo femenino, quien ahora era su devoto amante y el único que podía contener en sus celestiales y cálidas entrañas todo su miembro masculino, uno de impresionantes 20cm de sólida y venosa carne. Aquel papá se estaba enamorando de su primogénito, de ese chiquillo que él había cargado desde bebé y al que ahora follaba fervientemente.
– Te amo hijo… —Confesó el padre, mientras sus lentes se empañaban debido al vapor de sus jadeos; los que surgían con cada uno de los bombeos anales que él le propinaba a su pequeño.
– Yo mucho más, papi… —Le contestó su retoño, mirándolo fijamente con esos deslumbrantes ojos color miel, en esa linda carita pecosa y gimiendo entre sus seductores labios rosas.
– ¡Oh…Dios que pecado más placentero! ¡Me vengooo…Ooohhh~!
El macho de 42 años soltó su fecunda leche dentro de su crío, chorro tras chorro y regándose por todo el interior de su vástago, embarazándolo con su hombría.
– ¡Sí papi, préñame! ¡Amo cuando me llenas con tu lechita! —Exclamaba Santiaguito, sintiendo como la espesa esperma de su papito querido lo colmaba por completo.
– ¡Joder, pero que buen espectáculo!
Y tanto el papá como el hijo, giraron sus cabezas para ver quién era ese otro que había hablado. El espectador estaba sentado en un tronco junto a la playa, con su uniforme de marino y su pipa vacía, sujetada en su boca cubierta por el tupido bigote y la barba blanca. Gerardo se incorporó y con confianza comenzó a sacarse la camisa de mangas cortas, la que usaba siempre del todo desabotonada, y le mostraba al par de incestuosos su maduro cuerpo (de joven fue muy fornido, aunque todavía se conservaba muy bien), todo cubierto de tatuajes y canosos vellos.
– ¡Capitán! —Fue lo único que pudo decir el médico y aún con su verga dentro del niñito.
– Tranquilo mi Doc. —Y el viejo marinero se quitó el pantalón, quedando con su corto y ajustado calzoncillo, donde ya se marcaba la erección de su gordo rabo– No es algo que no sospechara. Además, Miguel al fin me contó lo que él y Santi han hecho juntos…
Esa isla tiene un área de unos 20Km2, lo suficientemente grande como para poder tener un poco de privacidad, pero aun así todos estos hombres se seguían encontrando una y otra vez en esas comprometedoras situaciones; era casi como si la propia isla lo planeara.
El doctor a pesar de las palabras de Gerardo se sintió algo mortificado; que le sacó el semierecto falo a su chiquillo y se puso en pie para tratar de explicar lo innegable. Y en eso cayó en cuenta de lo que había escuchado segundos atrás.
– ¡Hijo, no sólo dejaste que Ahmed te la metiera, ¿también Miguel?!
– Lo siento papi… —Y el pequeñín se levantó con arena pegada por todo su pálido cuerpecito, mientras el semen de su padre le escurría entre los muslitos.
– ¡Vaya, así que hasta el turco le ha dado por el culo a Santiaguito! —Se asombró el veterano al enterarse de otro secreto.
– Y Long también… —Soltó el crío con un hilillo de voz.
– ¡¿También Long te ha cogido, hijo?!
– Es que me gusta mucho cuando me la meten…e igual cuando las chupo…
– ¡Entonces ven y chúpate ésta! —Y el robusto y bronceado capitán se bajó la trusa blanca, y le ofreció al ninfómano niño su morcillozo mazo viril.
Para evitar defraudar más a su papá, el putito se volteó a ver a su progenitor, mirándolo con carita tierna, tratando así de obtener el permiso que tanto quería; pues Santiago al ver ese otro gordo instrumento inseminador, sintió no sólo como su boquita se le llenaba de saliva por la anticipación, sino que también su culito se abría y cerraba, como si éste fuera una segunda boca hambrienta que anhelaba comerse esa otra venosa verga. El paternal macho de pelo en pecho una vez más sucumbió ante los ojitos de su retoño y con un leve gesto de cabeza, le dejó al niño arrodillarse ante el miembro de Gerardo; mismo que se puso a mamar sin retrasos.
El viejo de mar observaba lo asombrosas que eran las chupadas de aquel infante; el cual parecía que podía desencajar su mandíbula y atragantarse con todo ese rollizo rabo de 8cm de espesor. Santi hasta se lo metía entero, que el ya sudoroso capitán enloquecía de placer; sintiendo como las amígdalas del pequeñín le exprimían todo el falo cada vez que se lo succionaba. Después el lujurioso descendiente del médico se puso a lamer los peludos y arrugados testículos del maduro tripulante; al tiempo que jalaba su pijita rígida y miraba al vigoroso marino con deseo propio de una puta y no de un crío de apenas 12 añitos de edad.
– ¡Oh…joder! ¡Pero qué buen mariconcito tiene, mi Doc! ¡Uff~! Si sigue así me hará correrme…
– Pues hágalo, capitán. —Contestó Roberto– A mi putito le encanta tragar leche de macho.
Entonces el semental sesentón no se contuvo más, relajándose y dejando que el hambriento niño continuara comiéndole la verga; hasta que notó que las aceleradas succiones del crío le drenaban sus pesadas bolas. Y cuando sintió que estaba alcanzando el orgasmo, Gerardo tomó bruscamente al chiquillo por la cabellera ensortijada y de un jalón hizo que el pequeño abriera su boquita de par en par, sacando la lengüita en señal de lo sediento de esperma masculina que ya estaba.
Con un ronco resoplido el capitán empezó a eyacular en toda la boca y lengua de Santi. Espesos y tibios borbotones le entraban uno tras otro y luego se deslizaban por su garganta, alimentando al putito con leche de marinero.
– Mmmm… El capitán tiene mucha lechita como tú, papi… —El niñito ahora se relamía sonriendo y con su manito juntó un poco que quedaba colgando de la cabeza fálica de aquel macho y se chupó los dedos a cuál manjar– Mmmm…es saladita! Yico~!
– Yo todavía tengo mucha más para darte, hijo. —Dijo su padre con la enorme verga que posee nuevamente erguida y apuntando al cielo caribeño.
– ¡Joder, Doc! Usted sí que tiene tremendo pijón… Hasta a mí me dan ganas de mamársela…
Roberto se sorprendió un poco, pues no se esperaba un comentario de esos salir de un rudo y robusto navegante como es Gerardo; pero lo cierto fue que no se opuso a la idea.
Así que Santiago sólo se giró y, siempre hincado sobre la arena, tomó aquel órgano paterno y se puso a felárselo frenéticamente. Y en cuanto al capitán, éste también se puso de rodillas a la par del prepúber; y como aquel rabo eran tan grande y grueso, era más que suficiente para que ese par de bocas y lenguas se entretuvieran con el mismo. El doctor de pie en aquella hermosa playa, ahora veía como un niño y un viejo se turnaban para chuparle su vergota. Mientras uno de los dos le besaba y succionaba el carnoso glande, el otro le lamía toda la peluda base junto al fibroso tronco; y en lo que uno de ellos trataba de meterse todo lo posible de ese formidable falo hasta la faringe, el segundo se deleitaba devorándole los suculentos y sudados huevos.
Hasta que, en cierto punto aquel par de chupa-vergas parecía pelearse por tener el protagonismo de las mamadas a ese miembro masculino, ahora más venoso y nervudo que antes por todo ese nuevo y excitante morbo. El varonil médico se sentía tan macho con ese par de mamadores, ambos bien prensados a sus viriles genitales; uno siendo su pequeño y adorado retoño, y el otro el maduro capitán del barco del que habían naufragado ya dos meses atrás.
– ¡Vamos, no se peleen! —Les dijo el semental doctor con su habitual tono paternal– ¿Por qué no mejor tratan de comérsela al mismo tiempo?
Gerardo y Santiaguito se miraron a los ojos y con pícaras sonrisas pactaron la tregua; que al unísono los dos comenzaron a pasar sus lenguas por todo ese imponente instrumento copulador, uno de cada lado, ensalivándolo tanto que su baba escurría hasta los rizados vellos de los testículos. Y seguido se pusieron juntos a chupar aquel ensanchado y enrojecido glande, que sus bocas casi se besaban; mientras del híper estimulado ojete del rabo médico no cesaban de brotarle hilos tras hilos de dulce y viscoso líquido seminal.
– Mmmm…Slurp~! ¡Qué rica pijota tiene, mi Doc! Mmmm…Slurp~! —Y el calenturiento capitán se masturbaba su nuevamente dura hombría.
– Mmmm…Slurp~! ¡Sí, la verga de mi papi es la mejor! Mmmm…Slurp~! —Estuvo de acuerdo el pequeñín, a la vez que él también pajeaba su pijita con esmero.
Viendo, escuchando y sintiendo todo eso Roberto no pudo más y estalló. Literalmente detonó en una explosión de cremosa y blanca leche viril, directo en el lindo y adorable rostro de su hijo, embarrándole toda la carita. El macho de mar al darse cuenta de esto, y con esa nueva e intensa obsesión por el semen que había contraído en la isla, se abalanzó contra el chiquillo y se puso a limpiar a Santi; lamiéndolo, chupándolo y hasta besándolo, arrebatándole con la rugosa lengua la preciada esperma de su padre del interior de su boquita infantil.
Definitivamente todos ya estaban fuera de control y actuaban sin ninguna reserva; por lo que el crío putito se puso de perrito, justo donde rompen las olas, de espaldas al par de sementales con los que se encontraba, y meneando su precioso y respingado culito les pedía que lo penetraran, expresándoles que ya no podía estar ni un minuto más sin uno de esos colosales falos de hombre adulto dentro de él y sus ardientes entrañas.
Así que el lujurioso y añejado marino de barba y pelo en pecho canoso, escupió sobre su morcillozo miembro y se posicionó detrás del niñito, llevando su engrosado mazo ante el delicado esfínter infantil; mismo que al sentir el contacto de ese carnoso glande, casi que se abrió por si solo como una flor en primavera y así fue que fácilmente dejó entrar del todo en el interior de su recto, aquel robusto rabo de marinero.
– ¡Oh…joder qué culo más sabrosooo…Ooohhh~! Con razón todos ya lo han usado. —Y el viejo capitán empezó a embestir ese culo, sintiendo la esperma del doctor dentro, caliente y pegajosa.
– ¡Agh~! ¡Qué gorda se siente…! ¡Mmgh…! ¡Métala toda! ¡Ay…sí! ¡Así!
Pero esta vez Roberto no se quedaría de brazos cruzados, viendo como otro de los hombres de la isla usaba a su pequeño vástago sin pagar un precio. Además, él siendo todo un dotado y viril machote, ya tenía otra vez una recia erección en ese corto intervalo de tiempo, ya la tercera. Entonces se puso detrás del ancho y velludo trasero del capitán, y mientras con una mano sujetaba su verga por la base, con la otra le separaba las nalgas al veterano; quien, al darse cuenta de las intenciones del masculino médico, de inmediato aceptó y soltó las caderitas del chiquillo, y con ambas manos se abrió más su hoyo peludo para ese otro macho.
– ¡Uff~! ¡Sí, mi Doc! ¡Cójame! Con las ganas que tengo de que me rompa duro el culo.
Al oír eso, Roberto perdió la diminuta onza de duda que le quedaba, y sin más se la dejó ir toda de una sola estocada; sólo que ese añejo agujero no estaba acostumbrado aún a una herramienta sexual de esas dimensiones, por lo que inicialmente sólo pudo contener la mitad de una clavada.
Así era como se encontraba ese trío en medio de esa calurosa playa tropical. Santi en cuatro en la arena, sonrojado, sudadito y babeando de gusto con todo el robusto rabo del marino dentro de su traserito; sintiendo como su pijita se bamboleaba con cada bombeo del viejo. Gerardo detrás y dentro del crío, gozando de ese suculento culo infantil que lo estrujaba con cada mete y saca que le daba; a la misma vez que experimentaba dolor y placer por las folladas del padre del putito, el cual ya lo cogía completamente, con todos sus 20cm bien metidos. Y el buen doctor traspiraba al final de la hilera, embistiendo ese ano y recto de macho maduro; donde cada vez que él arremetía contra el capitán, éste hacía lo mismo con su hijito, en una cadena de acción y reacción, todos conectados en un auténtico tren de deseo sexual.
– ¡Ay que rico! ¡Más! ¡Más duro! Mmmgh~! —Y con ese último gemido el pequeño Santiago soltó un par de chorritos de espesa lechita; estremeciéndose desde la punta de sus sonrosadas tetillas, hasta su tierno y goloso culito de niño-puto.
– ¡Joder como aprieta! —Exclamó Gerardo al sentir los espasmos anales del infante y con ello él también alcanzó su segundo orgasmo; ahora adentro del chiquillo– ¡Me vengooo…Ooohhh~!
Y del mismo modo Roberto apreció como su vergota era estrujada por el esfínter del capitán.
– ¡Oh…Dios mío qué delicia! ¡Yo también me voy a venir! ¡Aaahhh!
El semen del médico no se hizo esperar, y a pesar de que esa era la tercera eyaculación en ese par de horas, la cantidad no disminuía en lo absoluto; regándose por todos los intestinos del maduro navegante, al mismo tiempo que éste vaciaba su carga seminal dentro de su primogénito.
Pero en el momento en que los tres acababan y se separaban levantándose del suelo, entraron en shock al darse cuenta que cinco hombres extraños estaban observándolos entre las palmeras de la costa, caminando hacia a ellos rápidamente y apuntándolos con armas.
Evidentemente esos hombres eran aborígenes, y por su semblante y acercamiento eran hostiles; que de inmediato Roberto se puso enfrente de su pequeño, protegiéndolo, y el capitán se puso a la par del doctor, también sirviéndole de escudo al asuntado Santi.
Los cinco hombres eran parte de un grupo mayor, que llegaron en tres canoas y remando por varios días, puesto que habitan en otra isla remota; pero en cierta época del año ellos viajan a este lugar para realizar una ceremonia muy importante, y por eso fue una sorpresa para estos nativos de piel morena encontrarse ahora con nuestros náufragos.
Utilizando sus largas lanzas hechas de afiladas varas y un par de arcos con flechas rudimentarias, los extraños aborígenes intimidaron y sometieron fácilmente a los desnudos e indefensos hombres y su niño; atándolos uno por uno con lianas a modo de sogas y una vez que fueron capturados, los hicieron caminar en fila a un destino desconocido. Tanto el capitán como el doctor trataron de acordar un plan en esa situación; pero los nativos los silenciaron con un par de golpes, hablándoles en una lengua desconocida, aunque evidentemente por el tono eran amenazas de que debían permanecer en silencio y acatar sus órdenes.
Esos rudos invasores son cazadores y navegantes pertenecientes a una tribu melanesia; todos ellos son hombres de piel negra, con una musculatura desarrollada y bien marcada por su estilo de vida, y con barbas y cabello crespo característico de su raza. Su vestimenta consiste solamente en una corona de plumas rojas y blancas, unas cabuyas de fibras vegetales amarradas alrededor de sus macizos bíceps y muñecas, y otros adornos de cuentas, conchas y colmillos que usan en sus orejas y cuellos; pero lo más llamativo y notorio es lo que llevan en sus entrepiernas.
Estos aborígenes usan ‘Kotekas’, que son una funda fetiche hecha con un calabacín seco y hueco, en el que introducen su miembro masculino, y lo atan con cabuyas a la cintura y pelvis para mantenerlo siempre erguido y apuntando hacia arriba. Santi notó que las kotekas de algunos de ellos les llegaban hasta el pecho y eso le hacía pensar que entre más grande era aquel calabacín, seguramente así de enorme debía de ser el falo que tenían esos dotados negros.
Todos marchaban callados por un sendero que los náufragos no habían visto antes; caminaban por un área de la selva desconocida para ellos hasta ese momento, muy espesa e inhóspita. Y cuando al fin la atravesaron, sintieron que iban en subida, sobresaliendo de la jungla y avanzando por un camino de piedra en una ladera. Los tres secuestrados estaban muy cansados después de todo el sexo que habían tenido; ahora sumado a lo que parecían horas de caminata bajo el calor de la jungla, traspirando todavía más, que apestaban tanto o más que los sobacos sudados de sus machos captores. A Santiago le dolían las plantas de sus pies por caminar por ese pedregoso suelo, lleno de piedrecillas, y en lo que volteó a mirar hacia adelante, al alto peñasco que se alzaba frente a ellos, vio como éste tenía la forma de una calavera humana y como lo que parecía la boca era una enorme abertura en la roca; a la que esos nativos los estaban conduciendo.
Cuando entraron y dejaron el sol detrás, la oscuridad volvió a hacer que el pequeño Santi se sintiera intranquilo, que instintivamente se pegó al cuerpo de su padre; quien quiso abrazarlo, pero como tenía los brazos atados a la espalda no pudo y sólo le animó entre susurros, diciéndole que todo estaría bien. Después de varios pasos más en el interior de esa “Caverna Calavera”, divisaron luz adelante, que resultó provenir de varias antorchas colocadas en la espaciosa recámara que ahora había delante de ellos.
La extensa habitación rocosa tenía un techo alto y lleno de estalactitas, las paredes tenían figuras pintadas y muchos dibujos sugerentes, y en el centro los náufragos notaron varias cosas a la vez. Primero había otros cuatro nativos esperándolos; dos de los cuales se veían jóvenes sin vello facial y otro en cambio era el más viejo, con la barba y los rizos de su pecho con canas grisáceas. Segundo, que aquello tendría que ser una especie de santuario tribal; donde se erguían cuatro tótems de madera tallada y en el fondo, justo en la parte central de todo el lugar, había un gigantesco ídolo de piedra esculpido para tener la forma de un fornido hombre, hecho de tal manera que de su entrepierna se elevaba una estalagmita con la apariencia de una monumental verga erecta y cabezona. Y tercero, se percataron que en los tótems de la izquierda estaban atados Miguel y Long, ambos desnudos igual que ellos, y sin poder mover manos o piernas, pues estaban fuertemente sujetos con sogas a esos macizos troncos tribales.
Roberto advirtió que el aborigen de más edad era claramente el de mayor rango, el líder del grupo y probablemente de la tribu, y que éste ahora se acercaba a ellos. Una vez más el buen doctor trató de comunicarse con los nativos, intentando expresarle al líder que ellos no buscaban problemas y que todos podían estar en paz. Pero ese moreno de canas no entendía nada de lo que el extraño blanco quería decirle y francamente tampoco le importaba; él simplemente sujetó en su mano el flácido falo del hombre con aros en los ojos y lo frotó un par de veces (para el desconcierto de Roberto), y luego se llevó sus dedos a la nariz, los olfateó y les pasó la lengua.
Después de ese insólito encuentro, el jefe de los aborígenes dio varias órdenes a sus cazadores y de inmediato trasladaron a los dos nuevos prisioneros y los ataron a los tótems de la derecha; pero lo peor fue cuando sujetaron a Santiaguito, al que le temblaban las rodillas y le latía tanto el corazón que pensaba que se le saldría del pechito. El niño pataleó un poco, pero obviamente aquellos negros eran mucho más fuertes y fácilmente lo llevaron a un altar en el medio de la caverna. Éste consistía en una gran roca, plana y pulida, donde lo colocaron boca abajo y le abrieron bien de brazos y piernas, amarrándoselas a estacas en cada esquina con lianas.
Santi estaba aterrado, lloraba descontrolado e incluso se orinó por el pánico; y como su culito sobresalía de aquel duro y frío altar, sus meados cayeron al piso en un chorrito amarillo. Presenciando todo eso, su padre ahora gritaba, y con todas las venas y músculos brotados por la fuerza, trataba de romper sus amarras. El líder se acercó, y viendo al niñito y luego a Roberto, entendió que se trataba de un padre y su pequeño hijo, a lo que sonrió levemente; y después volvió al centro y se volteó para encarar al ídolo de piedra, comenzando con una serie de cánticos tribales (que reverberaban en las paredes de la caverna como si hubiese tambores sonando a lo lejos); y en eso cuatro de los nativos rodearon el altar y al chiquillo que estaba sobre el mismo.
Uno de ellos; de aspecto intimidante y pecho lleno de rizos, que se arremolinaban tanto como los de su espesa barba; se puso justo detrás del pálido crío, en medio de sus piernitas y ese lindo culito que éste tenía; entonces se desamarró su koteka y al retirársela dejó ver su impresionante rabo ya completamente erecto y con lo que tendrían que ser más de 25cm de gruesa, venosa y peluda carne viril. El fornido aborigen separó con sus oscuras y rugosas manos las suaves y blancas nalguitas de su presa, descubriendo así ese rosadito y dilatado esfínter infantil. Así que, sin miramientos el dotado negro ensartó todo su miembro masculino en las entrañas de Santiago; quien gritó a todo pulmón, primero de sorpresa y dolor, pero luego de auténtico placer (recordemos que el niño ya es todo un putito); que cuando su anito y recto estaban siendo bombeados brutalmente por ese salvaje semental, su pijita se paró enseguida y sentía tan delicioso como esa monstruosa nueva verga le perforaba y revolvía todo por dentro.
Los otros tres cazadores se quitaron sus inusuales fundas fálicas y ostentaron también rabos impresionantes. Dos de ellos se acercaron a la carita del pequeñín, notando como éste abría la boquita y sacaba la lengua pidiéndoles poder mamárselas. Claro que los nativos dejaron que Santi chupara y succionara uno a uno esos prodigiosos miembros tribales. Sólo que esos aborígenes querían más, que en poco tiempo se estaban turnando para follarle la boca al chiquillo; maravillados de cómo podían metérsela toda hasta la garganta, que sus tupidos pelos púbicos tapaban el rostro sonrosado y sudadito de ese niñito. Y mientras tanto, el cuarto hombre se masturbaba mirando de cerca como el primero cogía aquel culito, esperando ansioso su turno.
En cuanto a los náufragos, estos no podían creer lo que veían. Pasaron del asombro inicial a la impotencia por tener que presenciar aquella violación; pero después se dieron cuenta que su Santiaguito lo estaba disfrutando mucho, así como lo hacía con todos ellos. Entonces sus vergas empezaron a crecer, a engrosarse y endurecerse por el morbo; incluso Roberto, que conocía bien a su vástago y ahora lo veía feliz siendo penetrado por ambos extremos por esos viriles negros. Y al momento que sus hombrías ya estaban del todo duras y bien erguidas, escurriendo pre-semen al suelo, los otros nativos se acercaron a ellos y se pusieron a masturbarlos, un aborigen y su hábil mano para cada una de esas cuatro ansiosas y excitadas vergas; todo mientras el jefe maduro continuaba con sus cánticos ceremoniales.
– ¡¿Qué nos hacen?! —Preguntó Long viendo como el moreno que tenía a la par descaradamente le estrujaba y jalaba de arriba abajo su falo circuncidado.
– ¡No me lo creo, joder! —Habló el capitán– Estos negros nos están pajeando.
– ¡Y esos otros desgraciados están cogiéndose a mi hijo! —El médico protestó entre jadeos, pues las masturbadas del joven nativo que le tocó lo estaban haciendo estremecerse.
– ¡Diablos esto está bien raro, pero que rico! —Confesó Miguel al tiempo que miraba como uno de los aborígenes del altar cambiaba de lugar y dejaba que otro follara por la boca a su manito.
En eso se escuchó retumbar por la caverna un sonoro resoplido de macho. Era el primer cazador que estaba eyaculando dentro de Santi, y con su último bufido bestial se la sacó al crío toda embarrada de su esperma y el semen mezclado que el infante aún cargaba de las corridas de su papá y del marinero. Otro de los hombres colocó en el piso y debajo del abierto culo del putito, un ancho y chato cuenco de madera; el cual empezó a recibir la lechada que escurría del niñito.
Pero el pequeño no tuvo descanso. Enseguida uno de los recios negros que no estaba entretenido embistiendo la garganta del chiquillo, remplazó al primero y también empaló de una estocada ese traserito pálido con toda su monstruosa verga, toda hasta el fondo; experimentando lo exquisito y resistente que era ese adorable blanquito niño.
Definitivamente esos nativos tenían planeado emplear a esos náufragos, en especial a Santiaguito, para drenar toda la leche de macho que cargaban es sus oscuros y peludos testículos. Todo eso era indudablemente parte del ritual que el líder estaba llevando acabo y tenía que ver con ese gigantesco ídolo de enorme falo; que debía de representar a su dios de la fertilidad y la virilidad.
Por su parte, los náufragos de la isla no pudieron aguantar por mucho tiempo esas pajas tribales; que también comenzaron a correrse uno tras otro. El hormonal grumete fue el primero, seguido de cerca por el asiático aviador. Luego fue el turno del viejo Gerardo y por último acabó el doctor. Ahora bien, en cada una de estas eyaculaciones, los aborígenes que las habían causado se cercioraron de colectar en otros cuencos toda la esperma de sus prisioneros. Y a pesar de que ya tenían bastante semen las masturbaciones no cesaron, los nativos prosiguieron pajeando a los náufragos; los cuales estaban ya todos traspirados y con los rabos colorados e híper sensibles, pero era obvio que lo que esos machos salvajes buscaban era continuar ordeñándoles la leche de semental, hasta dejarlos completamente secos.
Entonces se escuchó otro fuerte alarido masculino. Era el segundo negrote que se estaba viniendo; lanzando toda su amarillenta y espesa esperma dentro de las machacadas entrañas de su pequeña presa. Y cuando se la sacó, otro dotado cazador enculó al crío; quien seguía atorado por una cuarta vergota hasta el esófago. Santi también sudaba muchísimo y tenía todo su cuerpecito adolorido, en especial su culito, por todas esas fieras folladas que esos machos nativos le estaban dando uno tras otro; pero aun así todo eso de ser sodomizado por esos salvajes le fascinaba, en especial porque sabía que su padre y los demás lo estaban viendo excitados. Él tenía su pijita a mil por hora y a pesar de que no podía tocársela, empezó a eyacular un poco sobre el altar en el que lo tenían sometido. Y en el momento en que el tercer negro se corrió en sus intestinos, el que hacía falta se la sacó de su garganta y boca, y se fue detrás para igualmente metérsela por el trasero. Estaba más que claro que esos aborígenes se estaban asegurando de únicamente acabar dentro del culo del pequeñín, para que después todo el semen mezclado brotara del roto hoyo infantil y escurriera hasta llenar el cuenco en el piso.
Pero la cosa no terminó ahí. Luego de que el semental restante también llenara a Santiaguito, hubo un cambio entre los fornidos morenos. Ahora el grupo que había estado masturbando a los náufragos, pasó a disfrutar del niño y su ultrajado culo, y los otros negros ahora sujetaban en sus manos los empalmados miembros masculinos de los prisioneros, retomando así la faena de ordeñarlos. Long, quien era el que más escurría líquido seminal de su hinchado glande, no resistió más de esas enérgicas pajas nativas y volvió a correrse en el cuenco que su masturbador sostenía.
– ¡Bro, otra vez estás acabando! —Dijo Miguel al ver al amigo de su par– ¡Oh…diablos creo que yo también… Oh…me corroOOHHH!!
Y de la misma manera, el traspirado adolescente llenó su recipiente de madera con una abundante segunda carga seminal; justo cuando el quinto nativo eyaculaba dentro del chiquillo.
– ¡Ah…cabrón! ¡Esto es demasiado para mí…AAAHHH!! —Exclamó el capitán a la vez que tenía otro poderoso orgasmo, gracias a la mano del joven moreno que le había tocado y al excitante espectáculo de ver como el nenito del médico era violado por todos esos indómitos machos.
Ahora el sexto aborigen comenzaba a correrse en el interior de Santi; mismo que estaba tan lleno de leche de negro, que ya exhibía una pancita de embarazado, mientras otra gran parte del semen continuaba brotándole de su anito y recto rotos, entre los breves espacios en que esos salvajes cazadores sacaban y metían sus monstruosos rabos. Ver a su hijo así, hizo que Roberto tampoco pudiera resistirlo más; que dejó que el resto de su esperma emergiera desde sus enormes bolas y saliera a presión por su gran y grueso falo, hasta casi hacer rebalsar su cuenco.
Para cuando el penúltimo moreno dotado se la metió por el reventado y repleto culo a Santiago, y ya lo embestía como una auténtica bestia salvaje; el putito gritaba entre gemidos.
– ¡Más…por favor, más! ¡Agh! ¡Denme más verga! ¡AGH! ¡¡MÁS!! ¡¡MMMGH!! —Y el semental restante lo calló al embutírsela por la boca, hasta el esófago.
No pasó mucho tiempo, en lo que los dos últimos aborígenes se vaciaron también en las cálidas y mullidas entrañas del precioso niño, que afortunadamente habían capturado ese día. Éste por su parte jadeaba agotado, completamente con la carita y pechito colorados, al igual que sus nalguitas rojas, con todo su esfínter tan dilatado que fácilmente le podría entrar un puño.
Y eso fue justo lo siguiente que lo penetró. El infante gritó al sentir como la mano del jefe tribal hurgaba bruscamente en su interior, extrayéndole a puñados el resto del semen de sus hombres y arrojándolo adentro del cuenco principal; el cual era el de mayor tamaño y ahora contenía la cuantiosa esperma de ocho musculosos y vigorosos negros isleños.
Y una vez que el líder recolectó todo ese preciado cargamento masculino, lo mezcló con lo que sus hombres habían ordeñado de los otros cuatro prisioneros, para luego llevarlo hacia el ídolo de piedra y presentarle así las dieciséis eyaculadas como ofrenda. En eso sus extraños cánticos se intensificaron y acrecentaron por la unión de las voces de los ocho morenos, que ahora se arrodillaban y reverenciaban a su dios; entonces el maduro nativo vertió lentamente el contenido del cuenco, toda esa esencia viril pura, sobre la estalagmita que representaba la gigantesca verga erecta de aquel dios tribal.
De repente toda la caverna se iluminó. Aquel destello era incluso más intenso que el fuego de las antorchas; era tan impresionante ese fulgor, que Santi y el resto de los náufragos no podían ver nada, sólo esa abrumadora luz blanca que lo cubrió todo.
Que emocion y morbo santiagito esta todo preñado de semen de todos los nativos es simplemente exitante
Lástima que al final el jefe de la tribu se lo arrebató para darlo en ofrenda jejeje… 😛
Estaba desesperando porque demoro mas tiempo en publicar, pero valió la pena la espera.
Sí, lo sé. Me disculpo, antes me tomaba sólo entre 5 o 7 días; pero tuve contratiempos esta vez… jeje…
Noticas, ya estoy con el Cap.9 😉
Quiero saber que continua por favor no dejes de trabajar en la historia, es de las que vale la pena seguir y que la lleves a la conclusión
Gracias Sexo1992, eres un buen fan de esta Saga.
Salu2!! 😉
Ufffff estoy que no doy mas con tu historia. Es realmente muy morbosa, y es increible como en cada capitulo te las ingenias para hacerla mas morbosa aun! Muero por leer mas! Saludos!
Gracias 😛 No sé ni de donde me sale tanto morbo, si yo soy un angelito 😈
Salu2 mi buen elbotiija10
Me encantan tus relatos. Esperaba ansioso la continuación, que diario entraba a la página para ver si ya estaba publicado. Gracias por escribirlos y compartirlos.
Y gracias a ti por leerlos y comentarme. Lo reitero, es gracias a ustedes que los leen, votan y comentan que mi motivan a seguir… 😉
Salu2!!
Esto se pone cada vez mejor, mira que el putito de santi ya aguanta un puño, fue lo mejor, espero con ansias la continuación de esta gran saga.
P.S
me he jalado como tres veces con este relato ya tengo toda mi ropa interior llena de leche. gracias.
Magnífico relato! Me encanta lo morboso que escribes y el toque de magia que tiene la historia. He regresado a releerlo cada día porque hay muchas escenas con las que me hago buenísimas pajas jeje. Te felicito amigo, continúa el buen trabajo 😉
Wow… y yo no miento al decir que leer ese PD. me levantó la verga jejeje…
Gracias plata por leerlo, comentarlo y hacerte todas esas pajas.
Muxos Salu2!!
Y CanaleroDotado gracias a ti también por comentar y tus pajas, claro, esas también se aprecian y agradecen jejeje…
Salu2!!
Estaría bien, pero no sé si la página lo permita, que entre la historia pusieras fotos que se asemejen con los protagonistas, claro que evitando algunas, por obvias razones.
Como dato, siempre que me pongo a leer los relatos de esta página, siempre uso la ropa interior que ya tengo toda manchada de leche, el olor que desprende a leche seca es lo mejor y me pone bien caliente, sigue con esta saga, que sea más morbosa y puerca.
Gracias por tus relatos Nauj69, cuando la continuación de la saga??? De espera con impaciencia.!-
Gracias a ti sexibisex por leerme, pues ya estoy trabajando en el siguiente capítulo; espero poder subirlo para este finde 😉
Salu2!!
No sabes cómo esperaba este tipo de relatos gracias por escribir como lo haces neta que chido espero leer más de relatos con tribus y niños eyaculados que rico!
Gracias Peludo69 (excelente nick por cierto).
Me alegra que te guste como escribo y como va nuestra historia de los náufragos jeje
Salu2!! 😉
No podía esperar más la continuación de la saga. Enfermo de vicio y lujuria imaginando al pequeño Santi tan deseoso de verga empalandolo. Gracias amigo por mantenerme la pija dura y goteando esperma por toda la casa…..jejeje…. deseoso de encontrar un culito como el de Santi para cogerlo como un semental. Te juro Nauj69 que sí te encontrara de espaldas te sodomizaria sin piedad!!!! Jejeje. Esperaré ansioso el próximo capítulo
De nada amigo. Para mí es un placer mantenerte la pija dura como dices jaja… 😛
Pero y a mí por qué me quieres sodomizar sin piedad, si yo no soy Santi? 😀
Salu2!! Ya pronto subo el Cap.9 😉
Cuando va publicar el capitulo 9 Nauj69 te estas tardando y estoy ansioso, no nos dejes esperando mas… estoy caliente por saber que sigue.
Ya está publicado amigo.