LA ISLA – Cap.09 Paraíso
Aborígenes, ritos tribales, la caverna llena con una extraña luz…. ¿Qué está pasando en la isla?.
La caverna se iluminó por completo con un deslumbrante destello, tan intenso que incluso era más brillante que el fuego de las antorchas; era tan impresionante aquel fulgor, que ninguno de los náufragos podía ver nada, sólo a esa abrumadora luz blanca que pronto lo cubrió todo.
Y así de repentino como fue ese extraño fenómeno, así de rápido terminó el mismo. Entonces Miguel pudo abrir sus ojos verdes y ver que se encontraba de vuelta en el campamento, tirado en el suelo de la huerta junto a su amigo asiático. Long y él se incorporaron desnudos, sintiéndose algo aturdidos y ciertamente muy confundidos; los dos se preguntaban para sus adentros si habían soñado todo lo ocurrido en el santuario tribal.
– Bro, no entiendo qué está sucediendo… ¿Qué fue lo que pasó? —Habló el delgado muchacho, cuyo cuerpo estaba todo traspirado y tenía ese fuerte hedor a sobaco sudado.
– Ahm…yo no sé bien… Estábamos otro lado…y acá ahora… —Le respondió el musculoso filipino, tratando de ordenar sus pensamientos, y en eso bajó la mirada para inspeccionar su entrepierna y notó que su flácido falo estaba muy hinchado, colorado y sensible al tacto.
Al mismo tiempo, en otra playa de la isla, los tres supervivientes restantes se levantaban de la arena en las mismas condiciones, desconcertados y sin nada de ropa.
– ¡Carajo, ¿qué está pasando aquí?! —Exclamó el capitán al darse cuenta de que estaban de regreso en el sitio donde los nativos los habían capturado– ¿Dónde están esos negros condenados?
– No lo sé. Lo último que recuerdo es esa extraña luz… —Contestó Roberto– Por un segundo pensé que era un sueño, pero si usted también lo recuerda… Francamente no entiendo nada.
– Papi…me duele mucho el culito… —Dijo Santi, mientras se sobaba sus nalguitas normalmente pálidas, pero ahora muy rojas y con marcas de varias manotadas.
Y cuando el papá médico se arrodilló para revisar a su pequeño, observó cómo éste tenía su esfínter totalmente dilatado, un poco lacerado y muy enrojecido. Luego le introdujo dos dedos y al retirarlos éstos salieron embadurnados con un semen espeso y amarillento.
Al volver al refugio, el consenso general fue que aquella experiencia tuvo que ser real; aunque todavía no entendían como habían aparecido fuera de la caverna. Quizás el destello luminoso los atontó hasta desmayarlos y después los aborígenes los movieron; pero ¿por qué harían eso? Nada tenía mucho sentido. Lo único que sí estaba claro, era la preocupación que todos sintieron los días subsiguientes al suceso, pues no sabían si aquellos invasores regresarían o no.
Entonces el grupo prefirió salir a la búsqueda. En varias ocasiones exploraron las costas tratando de encontrar algún indicio de cómo los cazadores habían llegado, pero no hubo suerte. También buscaron la ladera donde estaba la inusual Caverna Calavera; pero ni rastros de la misma o el área de la jungla por la que aquellos morenos salvajes los habían hecho caminar cautivos; parecía como si todo el lugar hubiera desaparecido del mapa.
Lo que sí encontraron fue otro de esos misterios que contiene esa remota isla. En un valle hallaron tres montículos de tierra uno a la par del otro, cubiertos por completo de hierba y sobre cada uno se erguía una cruz de madera; las cuales tenían talladas una inicial distinta, J. W. y T. respectivamente. No cabía duda de que eran tumbas de personas que habían estado antes que ellos y no de los nativos (puesto que éstos no se veían muy cristianos que se diga); por lo que decidieron llamarlo el “Valle de las Cruces” y no visitar ese sitio otra vez.
Y así pasaron seis meses más en la isla, en ese paradisíaco destino que por el infortunio nuestros náufragos ahora habitaban; aunque con todo ese tiempo trascurrido, ahora ellos eran unos verdaderos isleños, ya muy bien acostumbrados a su nuevo estilo de vida.
Esa mañana Long trabajaba en la cosecha de su fructífera huerta, sudando bajo el sol tropical y con el torso descubierto; exhibiendo su cuerpo ahora de piel bronceada, lo que le daba más definición a su impresionante musculatura. Cuando se levantó con la canasta llena de plantas de hoja verde, raíces y tubérculos, vio venir de la playa oeste al capitán y su grumete. El par de marineros traía cargado al hombro sacos de malla llenos con cangrejos; los que dejaron junto a la fogata del campamento, y luego se quitaron las camisas y con ellas se limpiaron la traspiración de sus velludos sobacos de machos. Miguel en todo ese tiempo había engrosado, se veía menos delgado y mucho más fornido, además de que tenía más barba y bigote, y un tupido puñado de pelos negros en el pecho que lo hacía sentirse más viril.
Mientras tanto en la playa opuesta, en Punta Coco para ser exactos, el alto doctor de lentes estaba debajo de una palmera atrapando los cocos que su hijo le lanzaba desde arriba. Santiago era sorprendentemente ágil, parecía un mono albino trepado en ese cocotero. Y cuando terminó, descendió lo suficiente y se lanzó a los fuertes brazos de su padre. Roberto lo atrapó y abrazándolo lo llevó contra su pecho peludo; y al estar los dos cara a cara, contempló como su primogénito ya no se veía tan chiquillo, éste ahora era un puberto de 13 años. Para la satisfacción de Santi, él había crecido varios centímetros y finalmente tenía un brochazo de finos vellos castaños en sus axilas. Además, en ese corto lapso había desarrollado una linda espesura de pelos púbicos sobre unos genitales más masculinos y ya no tanto de niño.
– Ya pesas más, hijo. —Le dijo el papá a su crío con orgullo en la voz– Aún no me creo lo mucho que has crecido en estos meses… ¡Ya eres todo un hombrecito!
– El Capi’ tenía razón, papi. Como todos ustedes tienen tanta testosterona, su lechita me ha hecho hacerme más grande. ¡Ji! ¡Ji! ¡Ji~! —Respondió el chico de apariencia mayor, pero siempre con cierta inocencia infantil, y seguido besó en la boca a su padre; quien también era su macho favorito en todo la isla y el mundo.
La enorme verga de Roberto de inmediato estaba tan dura e inyectada en sangre, que parecía que iba a reventar el botón y la cremallera de su abultado pantalón marrón. Así que él bajó sobre la fría arena a su vástago y éste se arrodilló para liberar el instrumento paterno que contenía a todos sus deliciosos hermanitos de leche. Santi en segundos ya estaba mamando el macizo miembro de su progenitor, saboreando los suculentos y cuantiosos jugos que siempre emanaban del mismo; cuando escuchó la voz de su hermanastro mayor hablar.
– Siento interrumpirlos, Doc. Pero Long dice que ya está el almuerzo.
– Gracias, Miguel. Ah…sí, así hijo… Cómetela toda… —Contestó el médico sin inmutarse, pues ya no había más secretos en el grupo– Si ayudas a Santiaguito, te aseguro que acabaré más rápido.
Miguel sólo sonrió y se hincó a la par del pequeño; quien se sacó de la boca aquel vigoroso rabo para compartirlo con el recién llegado, mientras él se ponía a succionar las sudadas y peludas bolas de su varonil papá.
– ¡Eso es Miguel…Ooohhh~! —Suspiraba Roberto con ese par de chicos deleitándose con toda su hombría– Métetela toda como hace mi hijo… ¡Justo así…Aaahhh~!
El muchacho de 20 años trataba de hacer pasar todo ese trozo de carne viril por su garganta, chupando incansablemente para poder complacer al padre de su hermanito putativo; en lo que con una de sus manos hurgaba en el pantalón para desfundar su rígida lanza fálica. Santi también hizo lo mismo, sacó de su calzoneta el erecto miembro masculino que ahora poseía, uno que en ese tiempo había crecido varios centímetros más y ya contaba con unos 12cm, y que le escurría tanto como los del par de adultos con los que se encontraba en ese momento.
Miguel ya usaba su mano derecha para pajearse, a la vez que relamía y ensalivaba bien toda la descomunal verga del doctor, ayudándose con la izquierda para masturbarla y mamarla al unísono; cosa que hacía suspirar y traspirar todavía más a Roberto. Por su parte, el vástago de éste último se la jalaba de igual forma, mientras no cesaba de exprimir con su boquita los tremendos testículos de su padre; hasta que de reojo vio el largo y curvo rabo de su hermanastro, y entonces prefirió soltar los huevos de su papito y pasar a mamar ese otro apetitoso falo.
Y así era aquella cadena de felación. El joven marinero se comía el rabo del médico, al tiempo que el suyo era devorado por el más pequeñito del grupo. Esos dos chicos realmente demostraban toda la experiencia que habían adquirido en la isla, lamiendo y chupando con una destreza e intensidad que pondrían en ridículo a cualquier prostituta experta.
– ¿Te gusta mamármela, no es así Miguel? —Le preguntó Roberto, y luego empezó a embestir la boca y faringe del muchacho, comenzando una viciosa y formidable follada bucal.
– ¡Mmgh~! ¡Mmmm…sí! ¡MMGH~! ¡BLUAGH~! —El grumete trataba de responderle con la boca bien llena y recibiendo esas cogidas hasta la garganta, lo que le causaba enérgicas arcadas.
Todo eso era tan morboso, que Miguel estaba a mil por hora y al cabo de un buen rato así, sin poder controlarse, eyaculó dentro de las hambrientas fauces de su hermanito; mismo que al sentir la tibia y rica lechita de su hermanastro, no se permitió desperdiciar nada y la tragó chorro tras chorro. El alto, atlético y velludo semental que se encontraba de pie en el trío, se percató de lo que pasaba y, con un apretón de amígdalas del chico sobre su vergota, tampoco pudo contenerse más y él también se corrió como era su costumbre, con muchísimo semen.
Los disparos de aquella espesa esperma fueron demasiados para el tripulante; por lo que gran parte de los mismos se desbordaron de su boca y escurrieron por su barba de chivo, hasta caer y desparramarse por todo su nuevo y rizado pelo en pecho. Y como para ese punto Santiago ya había terminado de exprimir la prolongada virilidad de Miguel, al mirar para arriba y ver toda la leche de su papá en aquel lozano torso peludo, no se pudo resistir y de inmediato se puso a lamerla y comerla toda, dejando limpio a quien era como su hermano mayor.
– Vaya, parece que ustedes dos se comieron el postre antes del almuerzo. —Dijo el doctor una vez que acabó de vaciarse por completo y luego se la sacó de la boca al sexy joven.
Ambos chicos rieron, aún con los labios pegajosos y el sabor a semen en sus lenguas y paladares. Y después de ese complaciente tentempié, los tres marcharon cargando los cocos de regreso al refugio, donde el capitán y el piloto los esperaban para almorzar.
Los cinco estaban sentados en las bancas hechas de troncos, alrededor de la fogata y las brochetas de pescado que se cocinaban a las brasas; mientras comían el delicioso guiso de calabacín que Long había preparado (así es, los mismos calabacines que ahora sabían eran utilizados por los aborígenes como fundas para sus vergas). Las charlas siempre eran amenas y en camaradería, pero más que eso, ellos ya eran como una familia muy unida; lo que hacía entristecer un poco a Santi, pues él extrañaba mucho a su macho turco, al gorilón de Ahmed.
El chico en una oportunidad comentó lo que pensaba y sentía del exilio del sexto miembro del grupo; con lo que su padre coincidió, diciendo que debían de hacer algo para hacerlo volver con ellos. A decir verdad, el único que todavía actuaba con algo de renuencia al posible retorno del comerciante, era el capitán; pero si hacían una votación, Santiago estaba seguro que el grumete, y muy probablemente el filipino, apoyarían al maduro marino. Entonces el astuto puberto ideó un plan para salirse con la suya.
Esa tarde, minutos después de que Gerardo se retirara a su tienda para hacer su habitual siesta, el sigiloso crío se escabulló dentro de la misma. Allí encontró al viejo roncando profundamente, acostado boca arriba y sólo vistiendo su ajustado calzoncillo; el cual se veía como un descomunal bulto blanco entre aquellos macizos muslos peludos. Santi gateó hasta llegar a la entrepierna de aquel tatuado macho de mar y lentamente bajó aquella prenda interior, toda sudada y apestosa a sebo de hombre, lo suficiente como para descubrir aquel arbusto púbico negro-entrecano y milímetros después sus colosales genitales; que consistían en ese gordo rabo e inmensos testículos.
El escurridizo chico tomó entre sus manos aquel falo y se puso a pasarle la lengüita por toda la venosa base y en especial por el glande, justo en el frenillo. Rápidamente ese somnoliento miembro masculino empezó a despertarse, hinchándose y tornándose cada vez más grueso y duro; hasta que llegó al tope y permaneció erguido por si solo, apuntando al techo de la tienda, a la vez que segregaba gotitas de pre-semen; mientras su propietario continuaba bien dormido, resoplando y roncando entre placenteros sueños sexuales.
Santi pasó de sólo lamer aquella palpitante verga a chuparla entera, cada vez con más ímpetu y deseo; lo que por supuesto terminó despertando a Gerardo.
– ¡¿Qué pasa?! —Dijo el capitán al abrir los ojos abruptamente– …Pero si eres tu Santiaguito. Acaso tienes ganas de mi verga, ¿es eso?
– Mmmm…Slurp~! ¡Sí, Capi’! Mmmm…Slurp~! —Le contestó el pequeño felador con complicidad en su mirada y sonrisa picaresca; al mismo tiempo que seguí dándole besos y tiernas chupadas al jugoso glande que tenía ese marinero veterano.
– ¡Uff~! Entonces sigue cabroncito, ¡y no te detengas! Ooohhh~!
Y con sus dos pesadas manos, Gerardo empujó hacia abajo la cabeza del chico, para que éste se metiera todo el mazo y que el tupido pelambre púbico se restregara contra sus labios rosaditos.
Así fue como el viejo semental se estuvo saciando por un buen rato, cogiendo la boquita del cabroncito; clavándole su rabo cada vez que movía para arriba la pelvis, a la vez que empujaba hacia abajo la cabecita de Santiago, atragantándolo; hasta que el macho comenzó a correrse.
El puberto aguantó todo aquello y gustosamente ingirió completamente toda la corrida del maduro capitán, y cuando al fin éste lo liberó de su agarre, el pequeñito siguió con su plan. Santi se desnudó sensualmente frente a Gerardo, a quien él miraba como a un abuelito, provocándolo y excitándolo nuevamente. Luego, sin dejar que éste se moviera de donde estaba, se le sentó justo en el arrugado, sudoroso y barbón rostro, para que el sucio abuelo le comiera todo su culito; cosa que el viejo hizo con gusto y sin vacilar.
– Hmmm…siento cosquillitas… Aaahhh…que rico… —Gemía el chico cada vez que la carnosa lengua de ese perverso pasaba por su anito dilatado y entraba en su cálido recto.
La virilidad de Santiaguito se sacudía sola gracias al espectacular ‘beso-negro’ que ese macho de mar le estaba haciendo; le escurrían muchos hilillos seminales, que caían en los canosos pelos del pecho de ese robusto hombre de 61 años de edad. Y cuando el crío notó que el fuerte falo del navegante volvía a estar duro y erecto como mástil de vela principal; se levantó de la ensalivada cara del abuelo y se posicionó sobre sus caderas, y con la mano derecha tomó aquella gorda verga y poco a poco se fue sentando en ella, penetrándose él solito como buen nietecito.
– ¡Oh…joder! ¡Eres un mariconcito increíble! ¡Ooohhh…insuperable! —Exclamaba el gozoso marino, mientras iba sintiendo como el suave y esponjo esfínter del que podría ser su nieto, se deslizaba poco a poco por todo su macizo miembro, hasta embutírselo entero dentro.
Lo cierto era que para Gerardo el culo de ese varoncito es lo más delicioso que hay en toda la isla; de hecho, es lo más exquisito que su madura vergota ha follado en toda su vida. Y en cuanto a Santi, éste ya subía y bajaba rítmicamente por ese rabo, tan rollizo y nervudo que su ano y recto se abrían y estiraban de par en par.
– ¡Ay…sí! ¡Qué rica se siente su vergota dentro de mí, Capi’! —Confesó el chico, cabalgando sin cesar a ese veterano semental– Quiero que me preñe como lo hace mi papi…
– ¡Joder! ¡Sí cabroncito, te voy a llenar de mi leche! —Respondió el sudoroso capitán, postrado como estaba y ahora con sus dos ásperas manos sujetando por las caderas al hermoso y apetitoso Santiaguito; para luego pasárselas por toda la tersa piel de su pálido cuerpecito y de allí estrujarle las lindas y paraditas tetillas al pequeño.
– Aaahhh… ¡Qué rico…! ¡Aaahhh~! —Decía el crío a la vez que soltaba sus chorritos de esperma blanquecina sobre la panza del perverso abuelo.
Ese asombroso orgasmo hizo que su esfínter y entrañas se contrajeran tanto, que Gerardo sintió el aumento en la placentera presión sobre su miembro, llevándolo casi al extremo; en lo que el ninfómano de 13 años seguía saltándole enérgicamente sobre su mazo de carne masculina.
– Aaahhh… Capi’, ¿me promete algo…? —Continuó el sagaz chico, moviendo su culito de forma circular, como si se tratara de un exprimidor; pero no de cítricos, sino de vergas.
– Ooohhh… ¡Lo que sea cabrón…! ¡¡OOGH!!
– ¿Dejará que Ahmed vuelva? —Y ahora el puberto subía y bajaba con fuerza sus redondas nalgas por todo ese morcillozo rabo, ordeñándolo como si fuera una máquina de bombeo de leche viril.
– ¡Ooohhh…sí! ¡Sí…joder…! ¡Me vengoOOHHH!!
Todo el salado semen de ese maduro marinero inundaba los intestinos de Santi, fecundándolo y uniendo de una manera muy especial a ese par, quienes podría ser un abuelo con su nietecito.
Cuando Gerardo al fin acabó por completo; el pequeño desmontó el fatigado falo y de nuevo se fue a sentar en el rostro del viejo, para que de su ensanchado agujerito anal cayera toda la esperma de aquel macho, directo en la boca y lengua de su dueño.
– Recuerde su promesa, capitán. —Y el crío empujó fuera de su recto el contenido seminal.
– ¡Sí, lo que tú quieras…! Mmmm…Gulp~! Gulp~! Gulp~! —Aquel marino tragaba sin cesar.
Y una vez que Santiago se salió con la suya, la búsqueda se planeó para el día siguiente; para la cual Long se ofreció a acompañar al chico, quien tenía que ir, no sólo porque era el promotor de la iniciativa, sino porque todos sabían que él era el único que podría convencer a Ahmed.
El militar filipino se anudó a la cintura su overol caqui y en su mochila negra (donde venía el paracaídas), empacó por precaución algunas cosas como agua y comida. Y ya listos, ambos emprendieron el viaje hacia el extremo suroeste de la isla; que era la zona que ellos no visitaban y por esa razón estaban seguros de que ahí hallarían al turco ermitaño.
Primero revisaron la costa, pero en las playas no había nada que indicara que Ahmed viviera por ahí cerca; entonces exploraron la jungla, siguiendo un riachuelo de agua pura, confiando que este los llevaría a encontrar su objetivo. Long blandía el machete, destazando toda liana y maleza que se interponía a su paso, y Santi caminaba detrás muy de cerca; tanto que las gotas de sudor que recorrían los voluminosos músculos del asiático aviador, saltaban de éste y terminaban salpicando la cara del crío, transportando consigo el intoxicante olor de los sobacos traspirados de ese macho, haciendo que el puberto empezara a excitarse y su anito pidiera verga.
Pero en eso vio algo que lo distrajo de su creciente lujuria. Entre la vegetación había una columna de piedra cubierta en ciertas partes por musgo. El pequeño hizo que el otro mirara lo mismo y juntos se acercaron para confirmar sus sospechas; aquello no era algo natural, estaba hecha por personas, y cuando avanzaron varios metros más, hallaron más vestigios de lo que claramente eran ruinas de una antigua civilización.
Entre más caminaban, la selva se volvía más dispersa y ellos se topaban con más escombros; como paredes desmoronadas, otros pedazos de columnas e inclusive restos de lo que debió ser una enorme estatua de piedra; pero ahora lo único que quedaba era un par de pies conectados a unas marcadas pantorrillas masculinas.
– ¿Piensas que todo esto sea de los nativos? —Preguntó el chico a su compañero.
– No lo creo. De cierto modo este lugar se ve más evolucionado.
– Sí, tienes razón Long. Pero todo está en ruinas y– ¡Hey, mira eso!
Y los dos se dirigieron hacia lo que Santiago había divisado. Era un gran abrevadero tallado en un sólo bloque de roca y que todavía funcionaba, pues de una canaleta superior caía un chorrito de agua que creaba ondas en la película de agua cristalina.
– Estoy seguro de que Ahmed vive aquí. —Dijo el ilusionado crío sintiendo una corazonada.
– Así es. —Habló la profunda voz detrás de él– ¿Qué hacen aquí?
Al girarse, los exploradores encontraron a quien buscaban. Ahí estaba Ahmed, parado frente a ellos, completamente desnudo; excepto por la gruesa cadena dorada en su cuello y los múltiples anillos de oro que lleva en sus nudillos peludos. El turco continuaba siendo un gorila; de piel trigueña, corpulento y excesivamente velludo, y ahora su espesa y enmarañada barba era tan larga que parecía unirse con aquel tupido pelo en pecho. Lo que no había cambiado era su semblante serio y su rostro tosco, con esa gruesa uniceja y la cicatriz que le surcaba desde el pómulo derecho hasta la frente.
Después de las incómodas presentaciones, el peludo grandulón le pidió al par que lo siguieran; así los tres marchaban por lo que habría sido una próspera ciudad civilizada, pero ahora era nada más que pilas de escombros tras otros. Aunque, Long notó que entre más avanzaban al centro del lugar, había estructuras más completas, como arcos y fuentes secas, y si él alzaba la mirada, podía ver por sobre la copa de los árboles ruinas de edificaciones más grandes.
Cuando llegaron a la morada del turco; que eran restos de cuatro paredes de piedra erosionada, sobre las cuales el náufrago había colocado un techo hecho de hojas de palmera; el piloto prefirió esperarlos afuera y dejar al chico hablar. Entonces Long se quitó la mochila y tomó un poco del agua que llevaba. Sus axilas traspiraban tanto, que él ya tenía los costados de su esculpido torso todos mojados, y otro montón más de gotitas escurriéndole por sus pectorales y abdomen de lavadero. Por la posición del sol tendría que ser cerca de mediodía, además el calor sofocante era otra prueba de ello, y Santi se estaba demorando; que el impaciente asiático se limpió el sudor de la frente con el dorso de su mano y brazo.
Justo en ese preciso momento, escuchó provenir de adentro del albergue de Ahmed un sonido inconfundible. Sin ninguna duda eran los gemidos del pequeñito; por lo que Long decidió entrar. Y tan sólo pasó por el umbral del marco de piedra, y que sus rasgados ojos se acostumbraran a la tenue luz interior, el filipino encontró al fortachón turco de pie clavándosela muy duro a Santiaguito; quien ya estaba desnudo y bien coloradito de tener todo aquel descomunal miembro masculino, todo ensartado hasta el fondo de su culito pueril.
Por supuesto que el ávido aviador no vaciló en quitarse la poca ropa que llevaba y unirse a la acción sexual. Con su verga ya erecta se acercó a la carita del crío, y le ofreció su circuncidado y grandioso glande; éste de inmediato comenzó a comérselo, pasándole primero su lengüita y luego chupándoselo completo hasta la base velluda. Long soltó varios suspiros de placer y fue jadeando más a medida que aquella mamada se tornaba en una de sus colosales cogidas; usando la boca y garganta del chico como si fuera su ‘coñito de puto’.
Así fue como ese par de machos sementales se follaban a Santi por ambos extremos, utilizando los orificios opuestos del putito para saciarse; embistiéndolo con brusquedad y pujanza, lo que hacía que a Santiago le lloraran los ojitos y entre arcadas tratara de respirar, a la vez que sentía como todo su pobre interior era engarzado por el desmesurado rabo de Ahmed, que media unos impresionantes 23cm de largo por 7cm de espesor.
– ¡Uff~! ¡Qué ricura de nenito! —Resopló el gorilón, mientras no paraba de abatirlo con sus caderas y de darle azotes con su peluda entrepierna– ¡Como extrañaba esto…Ooohhh! Este culito es hasta mejor que el de una niña.
– Ahh…sí… ¡Eso es, macho! ¡Dale duro! —Jadeaba el piloto ya todo sudando, viendo aquel espectáculo excepcional y oyendo la sucia confesión del exprisionero; al mismo tiempo que su falo follaba la angosta y tibia faringe del pequeño puberto.
– ¿Te gusta ver cómo parto a este putito con mi vergota, eh chinito?
– ¡Sí! Tienes tremendo vergón… Ahh… ¡Cógetelo bien duro al muy putito!
Y para impresionar más al filipino, la bestia turca empezó a embestir más rápido y fuerte al ya apaleado traserito de Santi; quien, entre arcadas y sollozos, se deleitaba con todo lo que esos hombres le estaban haciendo, y que su verga se sacudía sin control entre sus muslitos; hasta que comenzó a soltar chorros de esperma al piso. Pero no solamente él eyaculó, Ahmed también se corrió; largando incansables chorros de semen uno tras del otro, rellenando de leche al crío.
– ¡Oh…sí joder! ¡Qué deliciosooo…Ooohhh~! —Resoplaba el trigueño, velludo y viril gorila, en lo que su monstruoso miembro soltaba hasta la última gota– Chinito, ahora es tu turno.
Entonces cambiaron de puesto; dándole un respiro a Santiaguito, pero uno muy breve; ya que Long estaba ahora detrás de ese culo roto y le arremetía con todo su rabo, metiéndoselo entero hasta que sus erizados pelos púbicos se embarraron con la esperma del turco, pues ésta escurría y se desparramaba en borbotones blancos cada vez que él clavaba su miembro macizo y cabezón.
– ¡Oh…cuanta leche le dejaste dentro! —Dijo el militar, sorprendido y excitado de cómo su verga sentía más delicioso el interior del pequeño puto que estaban disfrutando juntos.
Por su parte, Ahmed se colocó delante de la carita del crío y, sujetando su forzudo falo por la venosa base, el dotado gorilón le lanzó todos los cuantiosos chorros de su amarilla y apestosa orina; bañándole por completo el tierno rostro y hasta el ensortijado cabello castaño quedó empapado; en lo que Santi abría su boca con la lengüita de fuera, tratando de recibir todo ese salado y amargo jugo masculino, y así poder bebérselo todo. El hecho de haber meado al chico hizo que el exprisionero se calentara de nuevo, que no más terminó de orinarlo todito se la embutió en la boca y garganta de una estocada, empezando a follarlo oralmente; mientras el otro macho musculoso le cogía despiadadamente el culito.
Una vez más Santiago estaba siendo penetrado por delante y detrás simultáneamente; como si él fuera un lechoncito atravesado por esos dos enormes fierros fálicos, suspendiéndolo en el aire por ambos extremos, en lo que el calor corporal de esos sementales lo estaban asando.
– Agh… ¡Cuidado con los dientes, putito! —Espetó el turco.
– ¡Mmgh! Bluagh~! ¡MMGH! BLUAGH~! —Era lo único que salía de aquella sodomizada boca.
Hasta que Ahmed le retiró su vergota para darle golpes en la carita, a modo de castigo por usar los dientes, usando su pesado y sólido rabo como garrote. El chico los recibía con agrado, con esa mirada de lujuria y deseo tan extraña de ver en el rostro de un puberto de apenas 13 años.
– ¿Quieres más verga, putito? —Interrogó el rudo y tosco gorilón al pequeñito.
– ¡Siií~! ¡Quiero más verga! ¡Más! ¡¡DENME MÁS!! —Suplicaba entre gimoteos.
Con una gran sonrisa de satisfacción Ahmed le dijo a Long que levantara al crío. Éste, sin sacar su miembro masculino, suspendió a Santi agarrándolo por los muslos con cada mano; de manera que la espaldita quedara apoyada contra su esculpido y traspirado torso. Y al tenerlo en esa posición, el turco pudo apreciar mejor el cuerpo del nenito que conoció en la isla ocho meses atrás, observando cómo ese firme falo había crecido su poco y tenía pelitos que antes no.
– Veo que ya estás más grandecito… Eso quiere decir que ya aguantas más, puto.
Y después de decir eso el turco se paró más cerca, quedando frente a frente con Santiaguito, haciendo que éste quedara en medio de los dos hombres como en un emparedado de machos.
Luego Ahmed se agarró su gigantesca virilidad y con el moreno glande buscó aquel usado anito, y en el instante que lo encontró, empezó a forzar su entrada por el ya ocupado orificio.
– ¡AGH! ¡¡AY!! ¡¡AAAGHH!! —Gritó a todo pulmón el pequeño al ser doblemente penetrado por esas dos vergas; una asiática, fuerte y cabezona, y la otra turca, descomunal y desgarradora.
– ¿Y no era qué querías más, eh puto? ¡Ahora te jodes! —Le soltó el gorilón, que ya había logrado introducirle su gran glande junto al macizo miembro de Long e iba empujando más para metérsela entera, sus 23cm bien empalados hasta el tope de aquel colon.
El filipino no podía creerlo, ese pobre culito estaba siendo atravesado por ambos rabos; lo que era muy morboso, y sentir el roce de su falo contra el del otro adentro de aquel apretado y ardiente interior era tan placentero, intenso e increíble que comenzó a correrse ahí mismo; mientras Ahmed terminaba de incrustar todo su instrumento inseminador en Santi.
En ese momento hubo varios flujos; primero todos los borbotones de semen de Long se inyectaban en los intestinos del chico, escurriendo por aquel recto y ano roto, que el otro semental los podía sentir embadurnándose en su vergota y después gotear por sus voluminosas bolas. Y segundo, la vejiga del crío estaba siendo tan machacada por esos dos recios miembros, que sus chorros de orina salieron sin poder ser contenidos; bañando el trigueño torso del turco y mojando toda esa exagerada cantidad de vellos corporales que éste tiene.
Pero lo mejor fue que ninguno de ellos se detuvo. La lujuria era tan extrema como el sofocante calor del ambiente y de sus cuerpos; que los sobacos sudados de esos machos apestaban tanto a testosterona concentrada, que Santiago estaba drogado y ya no experimentaba dolor alguno, sólo placer; así que todo ese depravado sexo entre dos hombres adultos y un puberto continuaba sin interrupciones e inclusive con más potencia que antes.
– ¡Ay…sí! ¡Cójanme duro! ¡Denme más…! ¡Sí…más! ¡MÁS! ¡¡AGH!! —Clamaba el ninfómano crío.
La verga del macho militar permanecía firme, aún después de eyacular una abundante carga seminal; pero el estar frotándose contra esa otra tan grande y gruesa, ayudaba a que la de Long se mantuviera bien irrigada y venosa. Ahora Ahmed y su cómplice en conjunto hacían subir y bajar al pequeñito como si éste fuera un juguetito de goma; sacándoselas del culo hasta la mitad y luego de un solo sentón volvían a clavárselas completas con arrojo desmedido.
– Ooohhh… ¡Eso es puto! Ves como sí las aguantas juntas… ¡Uff~! —Dijo el exprisionero follándose al pequeño de una forma que jamás hubiera podido con una niña.
– ¡Oh…Diyos ko! —Jadeaba el asiático al tiempo que sus huevos se hinchaban con más esperma.
– ¡Sí~! ¡Denme su leche…Eeehhh~! ¡Quiero más lechitaaa…Aaahhh~! —Suplicaba el puto.
Entonces los dos rabos acabaron en perfecta sincronización y el chico pudo obtener lo que tanto les había estado pidiendo entre gemidos; mientras el par de machos le enterraban bien adentro sus formidables falos (el crío creía que los tenía a la altura de su estómago), y soltaban cada uno una segunda y cuantiosa corrida de cremoso semen, que la plana pancita de Santiaguito se infló como si en verdad lo hubieran embarazado.
El grotesco turco, en lo que largaba los últimos chorros de leche caliente dentro de ese insuperable trasero, no se pudo resistir y tomó entre sus manotas ásperas la dulce y tierna carita de Santi, llevándosela a la boca para darle un ardiente y violento beso, que casi se devora a ese puberto que lo hacía comportase como una autentica bestia en celo.
– Mmmm… ¡Eres mejor que una puta hembra! —Confesó Ahmed cuando su lengua salió de la boquita del crío; quedando ambos conectados por un hilillo de saliva entre esos rosados labios y la greñuda barba negra de eso feo gorilón.
Y después bajaron al puto y éste de rodillas en el piso se puso a limpiarlos; lamiendo y chupando las agotadas y satisfechas hombrías de esos dos sementales que le habían preñado bien el culo.
…
Una vez que los tres regresaron al campamento, fueron bien recibidos por los otros; puesto que no hizo falta que ninguno de ellos se disculpara ni nada de eso, simplemente todos actuaron como si nada hubiera pasado. Borrón y cuenta nueva. Así que Ahmed se reinstaló en su vieja tienda y la dinámica del grupo volvió a ser la misma, o casi; ya que el cocinero oficial seguiría siendo Long, y el turco prefirió utilizar la fuerza de sus músculos para otras tareas más pesadas.
Los días siguientes, la noticia del descubrimiento de las ruinas antiguas fue el tema más hablado por todos; donde Ahmed era el encargado de contarles más en detalle todo lo que había visto durante el tiempo que vivió ahí, a la vez que él escuchaba de la presencia de los salvajes y dotados aborígenes. Y fue así que conforme comentaban sobre ambas, la existencia de una y otra no coincidía; por lo que definitivamente tenían que ser misterios distintos de la isla.
– …y hay también una especia de templo, con forma como de pirámide. —Continuó diciendo el comerciante, al tiempo que se frotaba su voluminosa y muy velluda panza.
Los seis se encontraban sentados alrededor de la fogata después de un sustancioso desayuno.
– ¡Fascinante! Me encantaría poder ver esas ruinas. —Expresó el doctor y luego se empinó el resto del contenido del coco que tenía en la mano, derramando un poco en su pelo en pecho.
– Long y yo te podemos llevar, papi. —Y Santi se sentó en las piernas de su padre y comenzó a chupar la dulce agüita de los vellos castaños de esos torneados pectorales paternos.
– Sí, no sería problema. —Dijo el asiático en lo que veía excitado esa morbosa escena– Igual a mí me gustaría volver y ver mejor los símbolos gravados en las columnas de piedra.
El chico ya había acabado toda la rica agua de coco; pero aun así seguía lamiendo y comiendo todos los pelos del pecho de su progenitor, que incluso se puso a mamarle los pezones.
– Yo también quisiera ir. —Coincidió Miguel, mientras sentía como su verga se estaba poniendo muy dura de ver esa imagen incestuosa; que se la tuvo que acomodar por sobre el pantalón.
– Podemos ir todos… —Habló el veterano de Gerardo, y se estrujó su notoria y muy abultada entrepierna– ¡Joder, miren como el cabroncito mama de la teta del papá! ¡Uff~! Santiaguito, ¿porque no nos muestras cuanto quieres a tu papito y le das un beso?
Ya los cinco machos estaban calientes y erectos, y eso incluía al padre, a Roberto; quien recibió el apasionado beso de su vástago frente al resto del grupo. Entonces él le metió las dos manos debajo de la calzoneta a su crío y le manoseó las redondas y tersas nalguitas, para después con un dedo hurgar ese tierno y rosadito agujerito de puto.
A todo eso, los otros se quitaron la escasa ropa que usaban y sentados en los troncos opuestos al del padre y su hijito, los cuatro empezaron a hacerse pajas viendo el excitante espectáculo. Como Miguel estaba a la par de su amigo Long, ambos cruzaron sus fornidos brazos y se pusieron a masturbar al otro; a la vez que ellos también se besaban y de reojo veían al médico desnudar a su retoño. Y en la otra banca leñosa, el capitán ahora observaba como el turco usaba sus dos manos para pajear su monstruoso falo, tan inmenso que ni aun así lo abarcaba todo.
– ¡Joder, cabrón! Sí que tienes tremendo leviatán por rabo. —Admiró el maduro marinero, sintiendo como se le hacía agua la boca por ese enorme pedazo de carne masculina.
– ¿Te gusta, puto? —Replicó el gorilón de Ahmed; mientras retraía el venoso y velludo prepucio trigueño, exhibiendo ese gran glande jugoso– ¿Quieres probar a ver si la puedes comer entera?
– ‘A barco nuevo, capitán viejo’. —Contestó Gerardo, y se hincó ante el otro macho y emprendió la misión de mamársela toda, o al menos intentarlo, pues eran 23cm de descomunal verga.
Roberto ya estaba también sin nada de ropa y tenía de perrito sobre el tronco a su primogénito, aprovechando esa postura para pasar su salivosa lengua por el perineo y el esfínter de su pequeño; agujero que parecía dilatarse sólo con la idea de que pronto sería reventado por varias vergotas y lo rellenarían con una cuantiosa dotación de leche viril.
– ¡Por favor papi métemela ya…! Ah… ¡Ya no aguanto!
Entonces el complaciente papá sacó su apéndice bucal del delicioso recto de su hijo y se recostó boca arriba en la suave arena, indicándole al chico que ya podía montar su macizo miembro de macho, todos esos nervudos 20cm de sólida hombría. Santiago casi que se lanzó sobre el rabo de su padre, ensartándoselo por completo con un único y enérgico sentón, todo hasta el fondo.
– ¡Aaahhh…papiii…! ¡Como amo tu verga dentro de miií…! —Gritó el puberto puto, al mismo tiempo que con sus caderitas comenzaba a cabalgar el falo que le dio la vida.
– ¡Miguel! —Llamó el doctor– ¡Ven y métesela a tu hermanito, su culito necesita más vergas!
El joven grumete al oír esa increíble invitación, dejó de besar y masturbar a su amigo, y se fue de una detrás del trasero del crío. Se posicionó de rodillas en medio de las piernas abiertas del médico, y con su curva y larga lanza encontró el ano de Santi; empezando a empujársela dentro, deslizándola sobre la hercúlea herramienta de Roberto, y en el proceso abriendo y estirando todo a su paso; hasta que la logró meter entera y ya empalaba al unísono con el otro macho al ninfómano chico, mismo que gimotea de placer pidiendo más.
Así que Long se paró frente a la cara de Santiaguito y le ofreció su falo circuncidado y cabezón; el cual fue felado al instante por el pequeño puto, para luego pasar más bien a ser follado oralmente por ese musculoso militar filipino; quien le embestía con saña la boquita y garganta, acompasando sus arremetidas con las cogidas por el culo de los otros dos machos.
Ahmed disfrutaba del show desde su tronco, mientras el maduro marino se atragantaba con su virilidad, teniendo arcadas que lo hacían lagrimear; pero le encantaba tanto que no descansaba, y cada vez tragaba más y más de aquella carne hombruna; meneando su peludo trasero como un perro y jalando su gordo rabo en todo ese proceso.
El hijo del doctor estaba en un verdadero paraíso; con toda la enorme verga de su querido padre dentro de sus ardientes entrañas, junto a la de su admirado hermano mayor; a la misma vez que era abusado bucalmente por el varonil aviador.
– ¡Ah…qué ricooo…Ooohhh~! ¡Diablos, me vengooo…Ooohhh~! —El joven tripulante no pudo aguantar todo ese placer entre machos y dejó salir disparo a disparo su carga seminal.
– ¡Oh…ito ay napakahusay! —Jadeaba el piloto, traspirado más y más con cada clavada de su miembro masculino en la estrecha faringe del chico; hasta que– ¡Aaahhh…yo también!
– ¡Eso es! Llenen a mi hijo… —Habló Roberto– Déjenmelo bien colmado con leche… ¡¡OH DIOS!!
Y el progenitor del puto igualmente se corrió; por lo que esos tres sementales vaciaron sus bolas y toda la espesa esperma que poseen en el interior del extasiado puberto; el cual se sentía inmensamente feliz cada vez que lo dosificaban con leche viril, pues con eso él piensa que crecerá más y se hará tan machote como todos sus hombres.
Y el otro par de machos también botaron su semen. Ahmed le dio de comer el suyo al hambriento viejo de mar, quien se lo devoró sin desperdiciar ni una gota, y éste arrojó el de él por toda la arena blanca de esa playa; que era el lugar donde se estaba llevando a cabo esa increíble orgía. Misma que continuaba, ya que como sabemos esa maravillosa isla hace que todos esos varones sean genuinos sementales, con erecciones permanentes y una reserva de semen inagotable.
Entonces el sudoroso y tosco turco se puso en pie, se dirigió hacia los otros e hizo a un lado a Miguel, y con su monstruoso y aun duro rabo se la metió a Santi; en lo que el otro monumental falo paterno permanecía firme y todavía adentro. Se podría pensar que el hecho de que ese pequeño puberto estuviera siendo doblemente penetrado por esas vergas tan enormes, tendría que ser algo, no sólo imposible, sino que increíblemente doloroso; pero en este caso no fue así.
– ¡¡AAAHHH…SÍ!! ¡¡QUÉ RICOOOHHH!! —Gritaba el ninfómano de 13 años; con su lindo rostro todo colorado, con lágrimas en sus ojitos miel y con los chorros de su semen saliendo sin ningún control, embadurnándose en el velludo abdomen de su padre.
Por su parte, Gerardo fue quien aprovechó a que los otros dos más jóvenes se distrajeran viendo todo aquello, y le empotró su macizo mazo al crío por las hambrientas fauces; comenzando a cogérselas al momento que sus canosos pelos púbicos hicieron tope con los labios y nariz de su nuevo nietecito isleño. Ahí el grumete reaccionó y al notar el culo desprotegido de su superior; simplemente se colocó detrás de éste y le asestó un golpe anal con su larga lanza fálica, de un poco más de 18cm. Y para completar la escena, Long se puso tras Miguel y lo penetró; creando una cadena donde cada vez que él embestía el trasero de su sexy amigo, éste cogía a su capitán y a su vez el veterano naval los igualaba, sólo que en la boca y garganta de Santi.
– ¡Ah…sí rómpeme el culo, muchacho! —Decía el maduro macho, sintiendo todo ese placer en su rollizo rabo, y en sus viejos ano y recto– ¡Joder, como me gusta que me partas así de duro!
– ¡Diablos, Long! Si sigues dándome así de rápidooo… ¡Agh! ¡Me harás acabar…!
– ¡Ooohhh…! Es que tu hoyo es tan bueno. —Y el musculoso militar tomó por el cabello a Miguel y con brusquedad hizo que éste girara la cabeza para alcanzar su boca y robarle un intenso beso.
Y mientras tanto, los otros dos sementales continuaban cogiendo al pequeño puto por el esfínter.
– ¡Eso es! Destrózale bien el culito a mi hijo… —Dijo Roberto con sus lentes empañados, debajo de todos, tratando de provocar más a Ahmed– ¡Ah…! Imagina que te estas follando a uno de tus varones… ¡Ah…! Al pequeño de 5 añitos…
– ¡Dios, doctorcito! ¡Es usted un ‘hijueputa’! ¡Le haré sangrar el culo al puto de su hijo!
Pero en eso pasó algo que se creía imposible. El turco divisó a lo lejos, mar adentro y contra el nuboso horizonte, la inconfundible imagen de un barco. Y no, aquello no era una ilusión óptica; en verdad un buque ruso estaba surcando el océano contiguo a la isla. Entonces el filipino detuvo sus penetradas y también lo vio, y luego gritó: “¡BARCO, BARCO A LA VISTA!” Lo que llamó la atención del resto de los desnudos participantes de aquella orgía.
De inmediato los dos marineros dejaron lo que hacían y así como estaban, sudados y con recias erecciones, corrieron hacía la enorme pira de madera y le prendieron fuego. Pronto la hoguera ardió por completo, levantando en el proceso una notoria columna de denso humo; junto con las esperanzas de los demás que contemplaban expectantes y de pie en esa playa paradisíaca.
Santiaguito se percató de que el gran navío cambiaba de curso, definitivamente se estaba acercando a la isla y por consiguiente a ellos. Y en ese momento sintió el contacto del fornido y velludo brazo de su papá, alrededor de sus hombros y espalda, abrazándolo con fuerza. El chico levantó la mirada para ver a su padre e intercambió con él una sonrisa; puesto que después de casi nueve meses de haber naufragado, iban a ser finalmente rescatados…
—1 año después…
Una vez que se terminó el furor de la noticia acerca del rescate de los seis náufragos, y todas las inusuales circunstancias que los llevaron a quedar varados en esa remota y desconocida isla en medio del Océano Pacífico, sus vidas volvieron a la normalidad; sólo que con algunos cambios.
Long regresó al Ejército Filipino y se casó con su prometida, actual esposa y madre de su pequeño bebé (al que bautizaron con el mismo nombre del papá, Luntian); y aunque el varonil y musculoso piloto continuó siendo muy cotizado por las mujeres, él ahora cometía indiscreciones únicamente con uno que otro macho militar, cogiéndoselos muy duro en las barracas.
El turco pudo recuperar su fortuna, pues la popularidad del incidente ayudó a su comercio; nada más que él ya no viajaba junto con la mercancía, prefería mejor enviar a un empleado. Ahmed ahora vivía plácidamente con su mujer y sus tres varoncitos de 15, 10 y 6 años; y gracias a su tiempo en la isla, él empezó a entablar una relación ‘padre e hijo’ mucho más estrecha con todos ellos, en especial con el pequeñito, su nenito consentido.
Por su parte, el marinero Gerardo también hizo dinero con la notoriedad que alcanzó los meses después del rescate; lo suficiente para montar su propio negocio de pesca, siendo el capitán de un barquito pesquero. Y si se lo están preguntando, su fiel grumete Miguel siempre seguía trabajando para él; sólo que ahora ambos vivían juntos en un departamentito cerca del muelle, arriba de su tienda, la que muchas veces tenían que cerrar de súbito; ya que no podían dejar de follarse el uno al otro, como los machos de mar que son.
Y en cuanto a Roberto, pues éste retornó a su rutina en el hospital, trabajo y placer por igual; pero ya no regresaba solo a su casa, ahora todos los días era recibido con los brazos abiertos por su amante, su querido hijo. Santi al inicio volvió con su madre; pero como en todo ese tiempo fuera había crecido y cambiado muchísimo, se hizo tan rebelde que su mamá prefirió dejar que el chico se fuera a vivir permanentemente con el padre, sin saber que éste también era el semental de Santiago; quien ahora era infinitamente feliz, aunque en ocasiones recordaba con anhelo a la isla y extrañaba ese celestial paraíso.
—El Fin.
¿El Fin? No estaría tan seguro,
Aún hay misterios en la isla que quedan por revelarse…
Cada día reviso la página para mirar si algo más a salido de esta saga. Me encantó. Ojalá que continúe así sea con nuevos personajes
Cada día reviso la página para mirar si algo más a salido de esta saga. Me encantó. Ojalá que continúe así sea con nuevos personajes
Me alegra mucho de que te haya encantado hasta el final.
Y quién sabe… Aún hay misterios por resolver en esa extraña isla…
Salu2!! 😉
Ufffff te has pasado. Este último ha sido de los más morbosos y sexuales. Sin dudas de las mejores historias que he leído aquí. Saludos!
Gracias especiales a ti amigo elbotiija10; que me has expresado tu apoyó desde el capítulo 1, ya dos meses atrás.
Salu2!! 😉
Genial… pero queda espacio para contar mas😈😈😈
Así es… 😉
Ojalá hagas otra serie de la isla esta genial. Un reencuentro entre los personajes.
Nunca se sabe lo que nos deparará con esa misteriosa isla…
Salu2!! 😛
Me perdí Capítulos 😭
Cómo te puedes perder capítulos? Sí están todos disponibles en la página jejeje…
😛 😛 😛
Gracias por todos éstos relatos.
Ya estoy esperando las nuevas aventuras de cada uno de ellos por separado y con nuevos compañeros sexuales!
dale!!!!
Y gracias a ti por leerlos 😉
Bueno, no creo que eso que pidas ocurra; pero lo puedes imaginar tú. Lo único que te puedo decir es que aún hay misterios por resolver en esa extraña isla…
Salu2!!
Has un Spin Off de Roberto y Santi por fis
Has un Spin Off del turco y sus hijos, en especial con el de 5 años.
Muy buen relato, como los anteriores. Esperaba con ansias la continuación, y me encuentro con que es el fin de esta historia (Noooo!) Ojalá continúes compartiendo tus relatos (ya sea de esta historia u otras). Gracias por escribir, lo he disfrutado mucho.
Muchas gracias elcliente24 🙂
Aunque si soy sincero, no creo continuar más jeje 😛
Tenía planeado varias cosas para esta saga y otros relatos; pero digamos que me desencanté de esto de escribir (o al menos de momento). De todas maneras reitero las gracias por el apoyo y por el hecho de que te haya gustado tanto (y que no querías que terminara jeje)
Salu2!! 😉