LA ISLA – Xtra.2 Voluntad divina
El pasado del pequeño Daniel es revelado y William sucumbe cada vez más….
El pequeño Daniel se despertó de súbito. Por la tenue luz de la ventana tendría que ser de madrugada, en lo que oyó ruidos provenir de la cocina. Bajó de su cama con sólo su pantaloncito largo del pijama y salió a ver que había sido lo que escuchó. Cuando entró en la cocina vio que se trataba de su padre, que recién regresaba de una de sus habituales salidas nocturnas.
El hombre tendría unos treinta años de edad y estaba de pie en medio de la deteriorada y oscura habitación, tambaleándose un poco y sosteniendo en una mano una gran botella de licor. Éste se giró y se dio cuenta de que había despertado a su crío de 4 añitos.
– ¿Estás bien, papi…?
– Vete a dormir, hijo… ¡Hic~! —E hipó al tiempo que con la otra mano se sostenía de la mesa. Y el niño miró a su papá desplomarse en una de las sillas de madera de la cocina.
Su padre traía la camisa toda traspirada y totalmente desabotonada, revelando su velludo torso, y como siempre el resto de su ropa estaba sucia y llena de negruzcas manchas de aceite, pues él trabaja con maquinaria en una fábrica.
El borracho hombre le dio un gran trago a la botella, chorreándose de licor los enmarañados pelos de su pecho, a lo que él no le dio importancia y sólo se limpió la boca con el dorso de su mano libre. Danielito no hizo caso; no regresó al cuartito que era suyo en esa vieja casa donde sólo vivían ellos dos, ya que su madre murió el mismo día en el que él nació; y más bien se acercó a su fornido progenitor, quien cargó a su retoño y lo sentó en una de sus piernas.
– Los niños buenos deberían de estar en cama a esta hora.
– No tengo sueño. —Contestó Dani, en lo que se impregnaba del olor que emanaba de su padre; una mezcla de alcohol, grasa de engranajes y el característico hedor a sobaco sudado de macho.
– ¿Quieres hacerle compañía a papá? —Le preguntó; al mismo tiempo que le pasaba con ternura paternal, una de sus callosas manos por la suave mejilla sonrosada a su pequeñín.
Daniel afirmó con un leve movimiento de cabeza. Él quería mucho a su padre, aunque éste no era el mejor de los papás. Casi no pasaba en casa, salía desde muy temprano a trabajar arduas horas en la fábrica y regresaba ya muy tarde por las noches, bebido después de visitar la taberna local. El chiquillo pasaría todos los días solo si no fuera por doña Dolores, la señora mayor que vivía a la par, que se compadecía de la situación de sus vecinos y se hacía cargo de Dani.
– ¿Le das un besito a papá? —Habló de nuevo el apestoso y sucio hombre.
El niñito no contestó; simplemente se estiró para alcanzar el rostro de su padre y darle un beso en el costado, sintiendo el áspero roce de la rasposa sombra de barba de su progenitor.
– Ahí no lo quiero. —Le dijo a su pequeño viéndolo fijamente. Aún en la poca iluminada habitación, él podía ver las lindas facciones de su vástago; las que le recordaban tanto a su difunta y hermosa esposa– Quiero que me lo des en la boca… ¡Así!
Y acto seguido él se agachó para besarle apasionadamente la boquita a su hijo, metiéndole toda la lujuriosa lengua y arrebatándole suspiros. Aquel alcoholizado hombre prácticamente le estaba devorando la inocente carita a su nene; mismo que no podía hacer nada más que dejarse.
Cuando su padre terminó y se apartó, un delgado hilillo de saliva conectó sus bocas hasta que se estiró tanto que se rompió, y el infante se quedó perplejo viendo a su padre relamerse los labios.
– Hijo, tú eres un niño bueno, ¿cierto? —Y se acomodó su abultada entrepierna– ¿Y amas mucho a papá, no es así?
– Sí papi… Yo te quiero mucho-mucho.
Con esa respuesta el perverso macho se bajó la cremallera y se sacó la verga ya enteramente erecta; la cual él sostenía entre sus dedos y la estrujaba despacio, retrayendo el venoso prepucio y descubriendo el glande, del que brotaban gotitas viscosas y brillantes.
– Esta es la ‘Cosota’ de papá, hijo. Y para que seas un niño bueno tienes que darle besitos.
Por supuesto que el nenito en su inocencia no lo dudó; además, aunque no entendía muy bien para que su padre le había pedido eso, él quería demostrarle que sí era obediente y lo amaba. Así que Daniel se bajó de aquel grueso muslo y, de pie en medio de las piernas de su papá, tomó con sus dos manitos ese gran y duro miembro masculino.
– ¡Vamos! ¡Dale un beso! ¡Pásale la lengua!
El chiquillo hizo eso. Acercó su carita; percibiendo el fuerte hedor que tenía ese falo paternal, éste apestaba a orina, sebo y semen secos; y le dio un tímido besito justo en la punta, donde escurrían ese dulce jugo que le gustó al instante. Gracias a eso el crío le dio varias lamidas, cada vez con más confianza, saboreando bien toda la carne viril de su progenitor.
– ¿Te gusta, hijo?
– Sí papi…mucho… —Y el pequeñín le pasó otra vez la lengüita, juntando con ella un gran borbotón de pre-semen y se lo comió con deleite.
– Entonces abre bien la boca y dale unas chupadas.
El nene una vez más obedeció y sin saber bien lo que hacía; ya se encontraba prácticamente mamando el rabo de su padre, del mismo que él había nacido cuatro años y medio atrás.
Pablo; ese es el nombre del morboso macho que estaba sentado en aquella silla y recibía una deliciosa mamada por parte de un ingenuo infante, no otro que su propio hijo pequeño; le dio un último trago a su botella de licor y continuó viendo complacido como su tierno retoño estaba sosteniendo su tremenda verga con las dos manitos y con su boquita se comía todo su glande, chupándolo y succionándolo con una cierta destreza innata.
Él llevaba semanas sin haber podido follar alguna puta o mujer del barrio; por lo que estaba increíblemente excitado, que con ambas manos tomó la cabecita de su nenito y le empujó su macizo miembro bien adentro, hasta la faringe, atragantando así al pobre chiquillo; al cual no soltó ni por un instante y con feroces movimientos de su pelvis, empezó a embestir oralmente al estupefacto Danielito.
Resoplando como una verdadera bestia embramada, Pablo comenzó a correrse ahí mismo, largando toda su cuantiosa y caliente esperma dentro de la boca y garganta de su niñito; quien no podía contenerla toda y, la que no entraba directo en su pancita, se salía por las comisuras de sus labios en torrentes espesos de leche de macho. Y cuando hubo terminado de expulsar hasta la última gota, el saciado hombre le sacó la verga de las magulladas fauces a su pequeñín.
Luego el padre cargó en sus fibrados brazos a su hijito y nuevamente le dio un feroz beso de lengua en la boquita, caminando rumbo al cuarto de Dani, en donde lo acostó y se volvió a dirigir a él con su hediondo aliento a alcohol.
– Ahora papá va a meterte su cosota, hijo… ¡Hic~! —Y le removió el pantaloncito del pijama; dejándolo desnudito, con todo su lindo, terso y pálido cuerpecito al descubierto.
Daniel no dijo nada. No entendía lo que había pasado hacía unos minutos, qué fue eso que salió y él tuvo que tragarse, y mucho menos a que se refería ahora su padre con que le “metería su cosota”. Pablo se subió en la cama, con todo su fornido y sudoroso cuerpo sobre el niño; y de ahí comenzó a pasarle la salivosa lengua por el pechito, sintiendo aquella suave piel con un olor casi floral, y luego se entretuvo chupándole las rosadas tetillas a su crío.
A Dani eso le gustaba, que con sus manitos estrujaba las sábanas de su cama y soltaba leves suspiros, confundido y con la carita colorada. En eso el macho progenitor se incorporó un poco, tomó de los tobillos las dos piernitas de su retoño, se las abrió bien y contempló aquel diminuto y adorable anito de poco menos de 5 años.
– ¡Qué culito tan lindo tienes, hijo! —Le dijo su papá y después le arrojó un buen escupitajo directo en el esfínter, se lo regó con un par de dedos y, tomando con la otra mano su palpitante y macizo rabo, el degenerado de Pablo se la comenzó a empujar dentro del culo a su nene.
El agudo grito de dolor del pobre de Danielito no se hizo esperar; pero el hombre que tenía encima no se detuvo, ni mostraba señal de hacerlo en su rostro lleno de lascivia.
– Siempre había querido hacerte esto, hijo. —Y justo en ese momento, el perverso macho logró introducirle por completo su carnoso y gran glande.
– ¡¡AY PAPI!! ¡NO! ¡YA NO! —Protestaba el pequeño, pataleando y sollozando; pero sin poder hacer nada, puesto que estaba plenamente sometido por su propio padre– ¡¡AAAGHH!!
– Tienes que aguantarla toda como un niño bueno. —Y con más fuerza se la empujó, abriéndole más el virgen anito y metiéndosela más por todo ese increíblemente estrecho rectecito infantil.
– ¡AGH! ¡TU COSOTA, PAPI! ¡AGH! ¡¡ME DUELE!! ¡¡YA NOOO!!
– ¿Te dolió mucho, Dani? —Quiso saber Jesús, quien había estado escuchando bien atento a la extraordinaria historia que Daniel le contaba.
Los dos se hallaban bajo el resguardo de su refugio improvisado, hecho con varas y ramas de palmera a modo de techo. El musculoso marinero estaba acostado boca arriba sobre la arena y tenía al crío sentadito sobre la ingle. Y éste, mientras narraba como había sido la primera vez con su papá, jugaba con los rizados vellos negros de la panza de Chuy.
– Sí me dolió… Pero luego las otras veces me dolía menos. —Contestó la inocente criatura.
– ¿Después de esa vez tu padre te metía la verga seguido?
– Sí, todos los días que volvía a casa.
El pequeñín tenía una linda sonrisa de satisfacción, como si se sintiera orgulloso de sí mismo por ser un buen niño y complacer a su querido papi. En eso Jesús vio como los ojitos cafés del nenito parecían más brillantes por el efecto de unas cuantas lágrimas, que ya se asomaban entre sus encrespadas y largas pestañitas. En ese instante el marino supo que Daniel extrañaba a su papá y seguramente también al miembro masculino que le había dado la vida y le partía el culito a diario. Eso excitó todavía más a Chuy; el cual sentía como su descomunal y fornido falo estaba duro bajo su trusa, y se le sacudía solo a modo de protesta.
– Pero ahora Dani yo soy tu nuevo papá, ¿te acuerdas?
– ¡Sí! ¡Ahora tu eres mi papi-Chuy! —Respondió contento.
– Bien. Entonces recuerda que yo también tengo una cosota que necesita tu atención.
Y el rudo hombre de piel trigueña y espeso mostacho, se desabrochó el pantalón azul oscuro del uniforme y liberó así su impresionante vergota erecta; misma que comenzaba a babear exageradamente. El niñito al darse cuenta de lo que su nuevo machote quería; se puso en cuatro entre las piernas de Jesús y abrió la boquita ofreciéndole su húmedo paladar, hambriento por el abundante líquido seminal que veía como le escurría hasta las enormes y peludas bolas.
El hombre agarró su instrumento viril y acercó el glande a los rosados labios de Danielito; quien sonriendo comenzó a besarlo, lamerlo y chuparlo, y después empezó a mamárselo, tratando de tragar lo más que podía de ese trozote de carne de varón. Ese desesperado esfuerzo reflejado en la dulce carita del infante y lo bien que el pequeño comía verga; hizo que el tatuado y musculoso macho se pusiera tan caliente que su traspiración ya tenía toda la arena alrededor de su cuerpo mojada por el apestoso sudor.
– La mía es más grande y gorda que la de tu padre, ¿no es así bebé?
– Mmmm… ¡Sí…! Mmmm… La de papi-Chuy es ¡GIGANTE!
Y mientras el nene mamaba con experiencia (gracias a las enseñanzas paternas de su progenitor Pablo), Jesús se bajó hasta las rodillas el pantalón junto con su trusa blanca, y de inmediato sintió las pequeñas manos de Daniel en sus rugosos huevos. Se los acariciaba, manoseaba y estrujaba como si quisiera exprimirles toda la rica leche; en lo que con su boquita y lengua no dejaba de succionarle el glande y varios centímetros más de su macizo miembro masculino.
El cielo afuera de la choza se estaba aclarando más, lo que indicaba que ya había llegado el alba de ese día; así que Chuy detuvo a su pequeñín come-vergas y le dijo que era hora de que su culito fuera el que devorara ahora su rabo venoso e hinchado. El niño hizo caso y parado sobre la arena, con cada piecito puesto a un costado de la cadera de su macho, éste empezó a sentarse despacito sobre el formidable falo que se erguía como mástil de los tupidos pelos púbicos del marinero. Éste agarró al crío de las nalguitas redondas y respingaditas, se las frotó un poco para luego separárselas lo más posible y seguido él apuntó su vergota contra el agujerito infantil que se aproximaba, y con un par de roces por aquel tierno esfínter, se lo lubricó con su pre-semen.
Por su parte el chiquillo se sentaba solito, introduciéndose lentamente el enorme madero del marino; mismo que le ayudaba empujándoselo hacia arriba, que con gran facilidad toda la protuberante y amoratada cabeza entró de una. Danielito soltó un prolongado suspiro, pero continuó su descenso por la carne de semental de su nuevo papi. En cambio, Jesús experimentó un inmenso placer, sintiendo como su oscura verga estaba siendo comprimida por ese diminuto culito y como poco a poco éste comenzaba a ceder más. Y sabiendo que el nenito podía montarlo sin más de su ayuda, Chuy aprovechó para toquetear el delicado cuerpo de su criaturita. Le frotó la espaldita traspirada y con la otra mano le acarició la barriguita, notando como le iba creciendo a medida que más de su miembro morcillozo se le introducía por el recto, hasta el colon y más profundo. Dani gimió otra vez; ya tenía la tercera parte de aquella virilidad bien adentro suyo. Y de pronto el macho de mar observó cómo todos sus colosales 21cm desaparecieron dentro.
Entonces Jesús empezó a bombear al mismo tiempo que su infante jinete lo cabalgaba, subiendo y bajando despacio, en lo que él se la sacaba un poco y la volvía a meter rítmicamente. Aquello era un espectáculo que valía la pena poder presenciar. Los sobacos de Chuy sudaban a chorro, apestando toda la reducida choza; mientras él veía como el pequeñín daba sentones a gusto, con la tierna carita colorada, gimoteando de dolor y placer, y con su penecito de apenas unos 5cm bien durito y brincándole con cada empotrada.
Aquel semental estaba en las nubes. Jamás antes habría creído que cogerse a un niño de esa corta edad fuera posible o sobretodo tan delicioso. Él aumentaba la potencia de su pelvis, sujetando de la cinturita al chiquillo para poder clavársela mejor. Jesús lograba sentir como el interior del niño se expandía cuando él la metía toda y seguido se relajaba al sacársela, sólo para luego volver e iniciar el placentero ciclo una y otra vez, y más rápido y más fuerte.
Y al cabo de un buen rato así, el macho notó como sus pesados testículos se subían en señal de que se preparaban para soltar su carga seminal. De inmediato aceleró sus viciosas estocadas, empujando más a fondo y finalmente comenzó a soltar su leche dentro del crío. Fueron muchos chorros, ocho o nueve, o quizás más; él perdió la cuenta porque estaba casi alucinando del éxtasis.
– ¡Oh Santo Cielo! Cogerte a ti Dani es más rico que hacérselo a una mujer. —Confesó el hombre heterosexual, al tiempo que se limpia el sudor de la frente con el dorso de su mano.
Después de eso él ayudó al pequeño a desmontar su satisfecha y semierecta vergota; en lo que Daniel se acostaba boca abajo sobre el fornido y traspirado torso del marinero, con la barbilla apoyada en medio de esos recios pectorales; quedando así bien de cerca y cara a cara.
– ¡Te quiero mucho papi-Chuy! —Le dijo sonriendo de oreja a oreja, y estirándose un poco llevó su boquita hacia los labios bajo ese denso bigote negro y el niño besó a su nuevo macho.
…
Con el amanecer, los cuatro náufragos ya habían entrado en actividad. Jesús y su inseparable niño fueron a la playa junto al estuario, para tratar de atrapar unos cuantos cangrejos para comer; mientras el padre Thomas y su pupilo, William de 22 años, estaban arrodillados afuera de su choza rezando las laudes. Al terminar de orar, los dos se incorporaron y fue ahí que el joven seminarista aprovechó para expresar su preocupación; ya que con cada día que pasaba, temía más que nunca fueran rescatados; confesando también su frustración por no poder comprender por qué les había pasado eso a ellos, que estaban en una misión evangelizadora.
– Oh hijo mío, no debes dejarte caer en la desesperanza, ni cuestionar a nuestro Señor.
– Padre, es que no entiendo cómo esta calamidad puede ser obra de Dios.
– Todo es parte de su Voluntad, Willy. ¿O acaso lo has olvidado? —Y el tono de voz del sacerdote se volvió confortante, casi paternal– Todo es por una razón, hijo mío, y sólo Él la sabe.
Entonces su superior alzó la biblia que tenía en sus manos y la abrió, pasando rápidamente varias páginas a la vez; hasta que quedó abierta en la sección donde había por separador una fotografía del actual Papa Pío XI.
– Y cómo puedes dudar Willy… —Continuó el alto y delgado hombre de larga barba rubia y prominente calvicie– …cuando hay señales. ¿O no es verdad que esta biblia apareció en la playa, de entre todas las pocas cosas que el mar trajo de los restos del barco, completamente intacta?
– Tiene toda la razón, padre. Perdóneme por flaquear. —Y el joven seminarista agachó su pelirroja cabeza por la vergüenza; pero en eso recibió un fuerte abrazo del padre Thomas.
– No es a mí a quien le debes pedir perdón. —Dijo el maduro sacerdote de 57 años, al soltar al chico y sonreírle dándole unas palmaditas en la espalda descubierta.
Después de eso el muchacho se marchó a orar a su lugar favorito en la isla (o de lo poco que habían explorado hasta ese momento); pero en el camino algo lo hizo tomar otra ruta. Una rara mariposa blanca llamó su atención, pues ésta parecía emitir una tenue luz de sus alas, cosa inusual e insólita; por lo que su curiosidad lo hizo seguirla, revoloteando entre la jungla hasta que lo condujo a un pequeño claro, donde en el medio había un único y prominente árbol.
Era uno de esos árboles frutales que encontraban esporádicamente por la isla, de donde extraían esos extraños frutos fálicos que habían apodado ‘Pingos’; sólo que éste era mucho más alto que cualquier otro que él hubiera visto antes. La luminosa mariposa se posó en una de las frutas, al tiempo en que William sintió como su estómago rugió por la súbita hambre que lo albergaba.
Arrancó varios y sentándose a la sombra del frondoso árbol, Willy se dispuso a devorar cuántos de esos peculiares frutos tropicales pudo. Por fuera eran de color naranja-rojizo y alargados, mucho más gruesos acercándose a la base de donde cuelgan de las ramas y se encorvaban bastante en la punta. Por dentro eran muy carnosos y dulces; tanto que rápidamente el joven ya estaba todo chorreando por los jugos, que decidió quitarse la ropa manchada.
Y mientras su apetito cedía, algo bajo su largo bóxer comenzó a despertar. De pronto su macizo rabo de 17cm ya estaba del todo firme y como él ya contaba con la bendición de su superior para poder calmar estos constates deseos, se removió la floja prenda y, quedando desnudo y recostado como estaba contra el tronco, inició su masturbación; mezclando los melosos jugos de sus manos pegajosas con los viscosos líquidos seminales que ya bañaban su verga, hasta sus pálidos testículos cubiertos por esos rizos pelirrojos que hacen juego con su flameante pelo púbico.
William con una mano pajeaba de base a punta todo su circuncidado miembro, mientras con la otra masajeaba sus bolas. Pero en eso sintió un nuevo impulso; así que instintivamente bajó un poco la mano izquierda y encontró su esfínter igualmente velludo; y sin pensarlo mucho pasó sus dedos por éste, hurgándolo brevemente, hasta que casi de manera involuntaria uno de sus dedos entró en su virgen ano y así exploró el interior de su cálido recto varonil.
Eso resultó sumamente placentero para Willy, quien ya se introducía por el culo dos dígitos, y los metía y sacaba rítmicamente, casi sincronizados con las jaladas de su verga. Entonces vio de reojo un par de pingos en el suelo junto a él, de los que no se comió antes, y una descabellada idea surgió en su mente. La imagen era cada vez más clara y se fijaba más en su psiquis, a medida él suspiraba más y su placer también aumentaba.
– ¡Qué Dios me ayude…! —Habló en voz alta para sí mismo, en lo que con la mano que había estado sujetando su rabo, tomaba uno de esos grandes y gruesos frutos.
El joven seminarista estaba tan excitado que parecía haber perdido la razón. Se abrió bien de piernas y con la zurda ayudaba a abrirse bien el dilatado esfínter, al tiempo que con la derecha sujetaba firmemente el pingo que ahora estaba apuntando a su agujero de macho. Poco a poco comenzó a metérselo, sintiendo como ese duro objeto de forma fálica se abría paso dentro de él. Cuando la curva punta entró a pleno, soltó un grito que era entre dolor y placer; pues todo eso era nuevo y extraño para él, pero no podía detenerse, algo lo impulsaba a seguir. William empujaba más, tanto que los músculos de sus brazos y pecho se marcaban y definían, ahora cubiertos por sudor; al mismo tiempo que su verga se sacudía erecta, soltando más chorros seminales en su abdomen de lavadero. Y en el momento que ya sus entrañas no podían contener más de ese viril fruto, lo empezó a meter y sacar con frenesí, follándose así mismo con él.
Sus gimoteos y jadeos reverberaban en el pequeño claro, traspirando y sintiendo como ese delicioso y firme pingo le cogía y ordeñaba la próstata. Que, sin tocarse la verga, ésta acabó en una intensa e impresionante explosión seminal; que hasta alcanzó su rostro y boca abierta.
Willy se retorcía de gusto con aquel objeto dentro de su desvirgado culo y con su miembro masculino palpitando cada vez que soltaba otro chorro de esperma. Al cabo de unos segundos el chico quedó bañado en sudor y semen, y sin sacarse la protuberante fruta de su interior, se puso a juntar con los dedos de ambas manos toda su tibia leche para devorársela como postre.
…
Y del otro lado, Jesús y Daniel ya habían terminado su faena de atrapar cangrejos para la cena, por lo que ahora se refrescaban y relajaban un rato dentro del estanque. El hombre se recostaba de espaldas contra unas rocas de la orilla, con los brazos extendidos y sentado cómodamente en la parte menos profunda, como si aquello se tratara de una bañera de hidromasaje natural; mientras el pequeño chapoteaba cerca de él, ambos completamente desnudos.
Chuy veía como el niño jugaba inocentemente con las dos figuras de madera que él le había tallado, usando para ello la fiel navaja que siempre llevaba en su pantalón. En eso él empezó a acariciar a Danielito, pasando su pesada mano por todo el mojado y menudo cuerpecito del chiquillo; por sus hombros, luego por la delicada espaldita hasta llegar a aquel terso trasero, y cuando hurgando entre las nalgas encontró el tierno agujerito, el macho le metió entero uno de sus nudosos dedos. Y como era de esperarse, el nene no reaccionó a eso, como si estuviera bien acostumbrado a cosas como esa a su corta edad.
– ¿Te gusta que te metan cosotas por el culito, no es así bebé? —Y él le introdujo fácilmente un segundo dedo en el hoyito; puesto que todavía lo tenía bien abierto por lo de la madrugada.
– Sí papi-Chuy, ¡Mucho! —Exclamó el niño como si nada, aun jugando con sus figuritas talladas en el medio de la fresca y trasparente agua.
Al escuchar esa respuesta, la enorme verga del semental se engrosó y enderezó a tope, que se le veía tan fibrosa como uno de sus antebrazos.
Entonces Jesús se movió y se sentó en una de las piedras del costado del estanque, dejando al aire libre su monumental miembro; todo surcado de gruesas venas, desde el gran y oscuro glande, por toda la ancha base, hasta perderse entre los tupidos pelos de su ingle y sus colosales huevos trigueños. Y cuando el crío miró aquel pedazote de carne masculina, dejó sus juguetes de madera flotando por el agua, y de inmediato se acercó y comenzó a mamar.
Se la comía como en la mañana, con ansias de por poder engullirla entera; sólo que aquello era anatómicamente imposible, pero aun así el nenito lamía y chupaba aquella verga de una forma que hacía resoplar a su macho. Éste no se contuvo y con ambas manos sujetó al pequeño Dani de la cabecita, dejándolo inmóvil, para ser él quien, con movimientos de su pelvis, metiera y sacara de aquella boquita y garganta todo lo que se podía de su robusto rabo.
Al momento que el inmenso glande pegaba al fondo de la faringe del niño, éste daba arcadas, lo que prendía más la calentura del semental marinero. Incluso cuando las lágrimas resbalaban por aquellas coloradas mejillitas, él se excitaba todavía más; que Chuy no se detuvo, todo lo contrario, éste comenzó a usar aquella boca a modo de coño con más lujuria.
En el momento que el pobre de Daniel casi vomita por las brutales embestidas bucales de Jesús, éste se apiadó del infante y lo soltó; sólo para tomarlo como a un muñequito y ponerlo en cuatro entre las mohosas piedras de la orilla. Ahí el hombre se agachó e inició la placentera labor de besarle y lamerle el suculento y tierno agujerito al chiquillo; el cual gemía y meneaba su colita a la voluntad de aquel morboso macho, empujando hacia atrás su traserito para que Chuy pudiera comerle mejor el culo, ensalivándole todo el anito y metiéndole toda la carnosa lengua dentro de su caliente y estrecho recto de escasos centímetros.
– Mmmm…Slurp~! ¡Qué delicia! Mmmm…Slurp~! ¡Uff…cómo te voy a romper todo el culito!
– Sí…papi-Chuy… Yo soy niño bueno… ¡Méteme toda tu cosotota!
El rudo marino se colocó en posición detrás del nene de 5 añitos, y con un único y bien fuerte empujón, le logró clavar todo su gran glande. A él le importó poco que el niñito gritara y los pudieran oír, estaba demasiado caliente ya; que, con un segundo empujón, le metió la mitad de sus 21cm de sólida virilidad. Y justo en lo que Jesús estaba bombeándole el culito a Danielito, metiendo más y más de su vergota en aquellas reducidas y estrujantes entrañas, escuchó el inconfundible ruido de pasos entre la maleza. Alguien se acercaba.
Maldiciendo por lo bajo, el semental de mar no tuvo más remedio que sacar su enorme miembro masculino y con destreza regresar al estanque junto con el crío. El problema estaba en que por más que el agua le llegaba arriba de la cintura, era tan cristalina que claramente se podía ver erecto su falo de tremendas proporciones.
– ¿Molesta si me les uno? —Preguntó el padre Thomas asomándose al claro, a la vez que con un par de dedos estiraba un poco su alzacuello blanco– ¡This heat is unbearable!
– No, para nada padrecito. —Contestó Jesús y trató de disimular su persistente erección, pero era tarea imposible. Y mientras el nenito volvía a entretenerse con sus juguetes en el agua.
Entonces el clérigo se dispuso a remover su ropa, viendo a los otros dos de reojo y percatándose de que éstos estaban completamente desnudos; así que él también se quitó su bóxer, quedando como Dios lo trajo al mundo, y empezó a meterse al estanque.
Estar así, desnudo con otro hombre, era usual para Jesús que compartía con otro montón de machos de mar; pero quien sí estuvo más atento fue Dani, el cual en todo ese tiempo no había visto al sacerdote de esta forma. El pequeño entre juegos contemplaba todo el cuerpo del padre Thomas; delgado, pero bien marcado, y todo cubierto por una fina capa de vellos rubios, los que eran más oscuros en el medio de su pecho, en la hilera del ombligo, las axilas y en toda la espesa mata de su entrepierna; de la que colgaban unas pesadas bolas y una larga verga circuncidada.
El misionero se sentó junto al fornido marinero, en lo que le sonrió al crío. Éste le devolvió el gesto, aunque prefirió acercarse más a donde estaba recostado Jesús y continuó jugando; sólo que en ocasiones pasaba una de sus manitas y toqueteaba bajo el agua la constante erección de su macho, mismo que ahora sudaba esperando no ser descubiertos por el clérigo.
– Es un niño adorable… —Dijo el padre Thomas– ¿No seguirá triste por perder a sus padres en el naufragio, I hope?
– No padrecito. —Respondió Chuy– Dani viajaba con una monja que lo llevaba con unos parientes lejanos. Su mamá murió cuando él nació y el padre… Pos, creo que está preso.
– I see… Pero ahora te tiene a ti, ¿no? Veo que eres como su padre.
Al oír esto Dani se giró y habló por primera vez desde la llegada del sacerdote.
– ¡Sí! ¡Papi-Chuy es mi nuevo papá y yo lo quiero muuucho…!
El tosco y tatuado marino se avergonzó un poco, que no supo que decir. En lo que el sonriente padre Thomas hizo que el chiquillo se acercara más, interrogándolo, haciéndole preguntas como: ¿qué tanto quería a su nuevo papá? o ¿si era un buen niño para con su papi? El nene contestaba a todo entusiasmado, ya casi en el regazo del sacerdote; quien lo comenzaba a acariciar con ternura. A todo esto, Jesús todavía tenía su macizo miembro bien empalmado y cuando bajó la mirada, pudo ver bajo las distorsionadas ondas del agua que el rabo del maduro a su par también esta totalmente erecto, y parecía que las manitos de Danielito lo habían encontrado y le estaban dando el mismo trato grato que el recibió momentos atrás.
– ¡Good! Veo que ya tienes muy bien enseñado a tu nuevo hijo. —Le dijo el clérigo al marinero.
– Padrecito yo… Le juro que el niño fue qui–
– ¡Tranquilo! No es como que esto es pecado. —Y el libidinoso sacerdote pasaba una de sus manos por las nalguitas respingadas del crío y con la otra le frotaba una tierna tetilla.
– ¡¿No lo es…?! —Quiso saber el perplejo hombre que contemplaba como Dani se dejaba tocar por el padre Thomas y éste disfrutaba de las manos del niñito sobre su duro falo.
– No, claro que no. La inocencia de un niño es el regalo más preciado…
Y después de decir eso, el viejo anglosajón de larga barba rubia se incorporó, dejando su verga de 19cm expuesta y fuera del agua, curva y goteando de la rosada cabeza. En cuanto el pequeñín, este de inmediato se puso a mamársela como si se tratara de un becerrito (o corderito). Jesús quedó atónito por aquella escena y sobretodo porque jamás habría esperado algo como eso de un sacerdote; pero aun así todo fue muy morboso y excitante, ver como el maduro clérigo estaba disfrutando de la misma boquita y lengua infantil que a él ahora le volvían loco; que ya estaba también de pie y se acercó para ofrecer su virilidad al nenito de 5 años.
Danielito nunca había tenido dos cosotas al mismo tiempo; pero eso no fue un impedimento para que él felizmente jugara con ambas como todo niño bueno. Estaba en medio de ambos y en lo que mamaba la del padre Thomas, con sus dos manitos manoseaba la de Chuy. Los dos sementales resoplaban de gusto, hasta que el Sacerdote detuvo al chiquillo y con ayuda del otro macho se salieron para colocar nuevamente al pequeño en cuatro sobre las piedras. Éste, hambriento de carne viril como estaba, se puso a chuparle los huevos y la verga al marino; mientras el maduro misionero ya estaba detrás de aquel redondo y pálido traserito, y le apuntaba directo en el anito. Seguido apoyó el glande contra ese dilatado agujero y se lo empujó con arrojo, que la mitad del rabo entró de un solo en el cálido y angosto recto de Dani.
– ¡Oh God…this feels so wonderful! —Exclamó el padre Thomas– ¡Qué bien le entra! Mira, ya le entró la mitad y no se queja. ¿Tú lo desvirgaste?
– No padrecito, el nene ya venía así, todo rotito. La mía también le entra toda facilito.
– ¡Es obra de la Voluntad divina!
Y el depravado clérigo le terminó de introducir los centímetros que faltaban al niñito; en lo que el marinero podía sentir como el crío gemía y balbuceaba con la boca llena de su vergota, que se la empujó más hasta la faringe; follándole la garganta con el mismo ritmo que el sacerdote le cogía el culo, y con una energía más propia de un jovencito y no de un hombre de esa edad.
Ambos machos estuvieron así por un buen rato, gozando oral y analmente de la criaturita, hasta que el padre Thomas se comenzó a correr dentro de ese tierno culito; alabando a los cielos con cada chorro de esperma que depositaba dentro del nenito. Eso excitó más a Jesús, que él también acabó, soltando toda su carga seminal directo en la pancita de Daniel, su nuevo hijito.
Luego, y ya un poco más calmados de la calentura carnal, los dos hombres se la sacaron al pequeño y por turnos lo besaron en la boca. Después de eso los tres volvieron al agua del estanque; ambos adultos hablando relajadamente de esa nueva y morbosa situación de la que podrían disfrutar en esa desolada isla, en lo que el dulce y adorable niño jugaba inocentemente, ahora con toda su panza y culito llenos de la leche de esos machos.
– ¡Oh…my goodness! —Dijo el clérigo– Ya estoy duro otra vez.
– Yo también, padrecito. —Y dirigiéndose a Danielito– ¿Bebé, quieres que te demos más?
– ¡Siií~! —Contestó el ansioso infante.
Continuará…
Joder como me ha puesto el relato, espero con ansia otra entrega llena de morbo,
Gracias y Salu2 😉
Excelente relato y excelente saga, eres un gran escritor.
Mil felicidades!
Gracias, al menos trato de serlo 😛
Salu2!!
Muy bueno, mucho morbo, me gusto
Gracias, ya falta poco para terminarlo
Salu2 😉
Qué placer volver a leer tus relatos. Gracias por compartirlos.
Y qué placer es saber que vuelves a ser uno de mis lectores.
Salu2, amigo 😉
Perdón lo directo, pero hasta ahora no me ha gustado nada esta nueva saga… Se me hace igual a la anterior solo cambiando los nombres de los personajes y sus oficios o profesiones… Daniel es el mismo Santi pero más pequeño, abusado y usado por todos… Un niño de 5 años como puede aguantar todo eso?… William y Thomas un vinculo similar al de Miguel y Gerardo y la misma trama en su historia… Y Jesús el macho vergón que inicia a Daniel, el mismo turco Ahmed que inicia a Santi… Dentro de poco veremos un avión caer con un «nuevo» personaje… Solo faltó Roberto! Esperaba más, la verdad…
Gracias, toda crítica es buena. Y claro que todo lo que dices es cierto; pues es justo eso. Es sólo una precuela de 3 entregas para llenar los vacíos que dejé en la otra y remarcar los efectos inusuales de la isla, nada más. Así que lo reitero, estás en lo cierto en todo.
Y por eso te doy un avance, todos mis relatos futuros tendrán los mismos elementos: hombres velludos, incesto padre e hijo, menores siendo abusados, etc… Y justo por eso mismo, no creo que nada de lo que venga de mi parte te va a parecer bueno o novedoso jejeje 😛
Salu2 😉
Gracias, toda crítica es buena. Y claro que todo lo que dices es cierto; pues es justo eso. Es sólo una precuela de 3 entregas para llenar los vacíos que dejé en la otra y remarcar los efectos inusuales de la isla, nada más. Así que lo reitero, estás en lo cierto en todo.
Y por eso te doy un avance, todos mis relatos futuros tendrán los mismos elementos: hombres velludos, incesto padre e hijo, menores siendo abusados, etc… Y justo por eso mismo, no creo que nada de lo que venga de mi parte te va a parecer bueno o novedoso jejeje 😛
Salu2 😉
Oops~! 😛
No sé como, pero este se me fue repetido. Es es respuesta al comentario de anonimas jeje