LA ISLA – Xtra.3 Ángeles
Una vez más la isla hace de las suyas con la frágil sexualidad de sus habitantes….
El padre Thomas revisó el manojo de cartas que tenía en sus manos y se percató de que una de ellas había sido colocada por error en su buzón. Entonces salió del recibidor y caminó por el patio interior del Seminario rumbo al despacho del legítimo dueño de la carta; sólo que en la austera oficina no había nadie, y como él contaba con el tiempo y prefería entregarla en persona, se dirigió hacia las habitaciones de su compañero sacerdote.
Tocó a la puerta varias veces, pero no hubo respuesta del otro lado. Y justo en el momento en que se decidía a girar para marcharse, escuchó un leve y peculiar ruido, como jadeos. Él supo al instante que podría ser aquello que producía esos característicos sonidos; así que intentó rotar despacio la manija y por suerte esta no tenía el seguro puesto. Dio unos cuantos pasos dentro del cuarto y notó que estaba a media-luz, iluminado apenas por los pocos rayos que se colaban por la oscura tela de las cortinas cerradas.
Y con un par de pasos más, el hombre logró divisar sobre la cama la figura del padre O’Brian, desnudo por completo, y a pesar de la poca luz, el cura pudo ver la espalda y los anchos hombros de su compañero, y como éste movía sus caderas de atrás hacia adelante con gran arrojo. Otros cuantos pasos más le permitieron al padre Thomas espiar el perfil del otro clérigo, su prominente panza y aquellos fornidos brazos que sujetaban de las caderas a alguien más pequeño, a uno de los jóvenes seminaristas. Y cuando él pudo enfocar mejor en la penumbra, se dio cuenta de que se trataba de Isaac, uno de los nuevos ingresados en el Seminario, y que si bien recordaba tenía apenas 11 añitos de edad.
El padre O’Brian lo tenía sobre su cama, desnudito del todo, con las rodillas y codos sobre las sábanas blancas, la cabecita apoyada en una de las almohadas y con el culito bien levantado al aire; mientras el maduro de 49 años lo embestía duro. Y ya con sus ojos acostumbrados a la poca luz, el intruso pudo apreciar perfectamente como el niño estaba recibiendo un gran y grueso trozo de carne viril; entrando y saliendo a buen ritmo por su hoyito tan tierno, a la vez que gimoteaba de gusto y mordía la almohada para no gritar a todo pulmón.
En cuestión de segundos la verga de Thomas estaba erecta bajo su sotana negra. Que sin dudar o sentir vergüenza alguna, se desabrochó varios botones a la altura de su entrepierna y hurgando bajo la tela sacó su miembro masculino en toda plenitud. Aquel falo era largo, de 19cm o quizás un poco más, que se curvaba hacia abajo a medida se acercaba al glande circuncidado. Él le dio un par de jaladas, botando al piso unos cuantos hilos seminales que ya le colgaban.
– Buenas tardes, hermano Thomas. —Dijo el descarado padre O’Brian, pues no se inmutó por la presencia de su compañero, y en lo que seguía dándole verga al pequeño Isaac– ¿En qué puedo ayudarle? ¡Aaahhh…qué apretado está! ¡Es una maravilla de Dios este niño! ¡Aaahhh!
– Eh…por error me pusieron una carta suya y vine a… —Entonces el hombre levantó con la mano izquierda la dicha carta, mientras con la derecha no soltaba su chorreante instrumento.
– Gracias. Puede dejarla en la mesita. —Y bajando la mirada, O’Brian sonrió al ver al otro clérigo masturbarse viéndolo a él cogerse al menor– ¿Por qué mejor no se pone más cómodo, hermano Thomas? El putito puede con otro buen rabo como el suyo, ¿no es así putito?
En ese momento el chiquillo levantó la vista; la cual parecía algo perdida, como si estuviera en algún tipo de trance, y volteándose a ver al otro sacerdote respondió.
– Sí, padre. Deme verga y leche usted también… Ooohhh…se lo ruegooo… ¡Agh…! ¡Agh! ¡Agh!
Dicho eso, el invitado se regresó a cerrar bien la puerta y presuroso se quitó del todo sus hábitos. Al acercarse nuevamente su compañero le sonrió con malicia, como si con ese gesto le confirmaba que tuviera la suficiente confianza y que se uniera al placer. El padre Thomas ya había abusado de muchos menores en todos esos años que él trabajaba en el Seminario; escogiendo para ello a los niños huérfanos y más retraídos, para estar seguro de que no dirían nada; sólo que él nunca pensó que otros curas compartían su mismo perverso pasatiempo.
El padre O’Brian lo invitó a subirse a la cama y ahí Thomas pudo observar mejor como la verga del otro hombre entraba y salía, una y otra vez, del pequeño Isaac. Aquel pedazo de carne viril era de muy buen tamaño, y en especial grosor comparado con el de él, y tenía un frondoso matojo de pelos púbicos negros, que al momento de cada clavada completa, esa franja espesa y oscura sobresalía de las tersas nalguitas del nenito.
– Hermano, ¿qué espera? Ya oyó al putito. —Y las embestidas del panzón y fornido sacerdote se tornaron más fuertes y rápidas– ¡Dele verga! Sólo mire como la pide con la boquita abierta.
El alto y flaco padre sentía su miembro más tieso que nunca, se le sacudía salvajemente en el sofocante aire de esa habitación (ésta apestaba a sudor de macho y sexo); luego lo acercó a la carita colorada de Isaac y se lo ofreció de mamar. El putito no más la tuvo a su alcance se la devoró todo lo que pudo, lamiéndola y chupándola como si aquello fuera un manjar y el nene no hubiera comido en días. No parecía que ese niñito de 11 años pudiera mamar una verga tan bien. Se notaba que el padre O’Brian lo había educado a la perfección en esos pocos meses.
– ¡¿Te gusta que te demos verga, eh putito?! —Dijo follando con más agarre, que el golpeteo de sus caderas contra aquel culito infantil resonaba en todo el cuarto.
– Mmmm…sí, padre…Mmmm… —Respondió entre succiones– ¡Agh…! Denme verga… ¡Agh!
Thomas sentía como los castaños pelos de su pecho y sobacos se le pegaban al cuerpo por todo lo que estaba traspirando ya. Resoplaba de gusto con aquella espectacular atención oral por parte del chiquillo. Que no se pudo contener más y se puso a cogerlo por la boca, sujetándolo por la cabeza con las dos manos, bombeándole la garganta al mismo tiempo que el otro cura le partía el culo. Ahora el angelical Isaac tenía arcadas, pero aun así el macho que tenía enfrente le continuaba empujando su hombría por la faringe, haciéndolo tragar toda su carne masculina.
Por su parte, O’Brian veía toda la escena con morbo y satisfacción, que empezó a bufar como una autentica bestia y, con unas cuantas estocadas más, se dejó eyacular dentro del niño.
– ¡Oh…Dios…qué pecado más maravillosoOOHHH!! —Exclamó el robusto y sudoroso clérigo, soltando uno a uno sus chorros de leche de macho en los intestinos del putito.
Luego éste se la sacó del todo a Isaac y a su traserito todo roto, y fue allí que el rubio de larga barba pudo contemplar el rabo del otro maduro; tan grueso y cabezón que parecía más la verga de una bestia que la de un hombre. Entonces el propietario de la habitación tomó al nenito y lo acostó en la cama sobre su espaldita, lo giró y le levantó bien las piernitas, dejando aquel culito colorado por el constante abate bien expuesto y exhibiendo un agujero rojizo, increíblemente ensanchado y escurriendo muchísima espesa y blanquecina leche.
– Vamos hermano Thomas, venga y pruebe el culito de este putito. ¡Es celestial!
Con aquel hoyo infantil a su disposición, el velludo sacerdote no hizo esperar la increíble invitación y, poniéndose de rodillas en posición, le introdujo todos sus 19cm hasta el fondo; sintiendo el chapoteo de esperma que se producía cada vez que él la metía y sacaba durante ese delicioso bombeo que ya comenzaba. El padre Thomas sentía el interior de Isaac sumamente caliente y lleno del semen de su compañero clérigo; notando como aquella corrida tuvo que haber sido colosalmente abundante, tanto que él también sentía como la leche de O’Brian le salpicaba y manchaba sus castaños pelos púbicos e incluso sus colgantes huevos.
El putito pujaba cada vez que se la clavaban, gimoteando y babeando de placer; en lo que el hombre robusto le sujetaba las piernas en el aire, para que el otro delgado macho pudiera taladrarle con más energía, dejando sobre su carita aquellas inmensas bolas apestosas, que él se puso a lamer y chupar mientras lo volvían a follar por el culo; disfrutando a pleno a esos dos sementales como si el mismísimo Dios los hubiera puesto ahí para que lo usaran y se saciaran con él. Y en cuanto a Thomas, este no pudo aguantar más y finalmente se corrió dentro.
– ¿…padre? ¿Padre Thomas? —Habló la voz de William– ¡¿Está bien, padre Thomas?!
El sacerdote se despertó de su ensimismamiento, recordando su nueva realidad; que había naufragado en una isla y ahora se encontraba junto a su pupilo tratando de pescar en el estuario.
– ¿En qué estaba pensando, padre? —Prosiguió el chico, al tiempo que volvía a soltar la cuerda de la caña de pescar improvisada que habían hecho con los restos del naufragio.
– Eh…en nada Willy… —Y el viejo se movió un poco sobre la roca en la que estaba sentado, tratando de disimuladamente acomodar su erección– Sólo divagaba. Recordaba el Seminario.
Y después de que no tuvieran suerte en atrapar un tan solo pez, el chico pelirrojo se levantó y le dijo a su superior que iría mejor a recolectar cocos y frutas para comer.
– Trae también algunos de esos raros calabacines, que asados son bien tiernitos. No sé cómo no te cansas de esos pingos.
A lo cual el muchacho sólo esbozó una sonrisa, recordando la tarde anterior bajo el árbol frutal, y se marchó. Entonces el padre Thomas pensó en calmar su deseo carnal y él también se marchó, pero en busca de Chuy y Danielito.
…
El marinero caminó bordeando la alta ladera de piedra que había a su lado izquierdo, pasando la mano por la húmeda roca y siguiendo el rastro formado por toda la ropita regada de Daniel. Primero encontró la camisetilla de tirantitos celeste a rayas, luego el corto pantaloncito color marrón y un par de metros más adentro del selvático sendero, halló la pequeña y sugerente trusita blanca del niño. Jesús levantó esta última prenda y la llevó a la altura de su rostro, frotándola contra su tupido mostacho, y olfateó ese delicioso y dulce aroma a culito infantil.
El hombre continuó el camino y pronto escuchó el sonido característico de caída de agua. Apartó unas cuantas ramas y finalmente quedó parado frente a una formación rocosa, de la cual se precipitaba un torrencial chorro de agua dulce, asemejando una ducha, cuyo piso era de piedra natural y debajo del cual estaba Dani desnudo, mojándose y jugando alegremente.
– Papiii~! ¡Vente a bañar conmigo! ¡Ji! ¡Ji! ¡Ji~! —Dijo el nene entre risitas cuando lo vio.
– Ahora mismo, bebé.
Y el macho se quitó toda la ropa, dejando ver su musculoso cuerpo trigueño, cubierto de tatuajes religiosos, así como sus fornidos brazos y ese estomago cubierto de densos vellos negros que subían de lo que era una tupida mata de pelos púbicos; de la cual emergían unos majestuosos órganos masculinos. Aquellos testículos colgaban enormes y pesados, envueltos en un escroto lleno de más pelos negros. Y su verga, ya completamente erecta, era tan venosa y maciza con 21cm.
Al pequeñín se le pelaron los ojos, puesto que siempre se asombraba de ver ese miembro que parecía ser tan músculo como su dueño. Y cuando miró como del amoratado e hinchado glande ya escurrían espesos hilos seminales, Danielito se relamió la boquita en anticipación.
Chuy aprovechó y también se puso bajo el chorro de agua fría, sintiendo como su cuerpo sudoroso se limpiaba y se energizaba al mismo tiempo. Y en eso también sintió las manitos del niñito agarrar su rabo, manoseándolo y estrujándolo con una experticia que no se espera en un crío de 5 añitos; pero éste sí que la tenía. Bajó la mirada y vio cómo su nuevo hijito abría la boquita y se metía toda la cabeza de ese formidable falo, comiéndose todo su pre-semen y comenzando a mamársela mucho mejor de que lo hacía su esposa (a quién ya había olvidado) o cualquier de las centenas de mujeres que ese varonil marino había follado en sus 33 años de vida.
El chiquillo engullía más y más con cada chupada y succionada que le daba a esa vergota. Se la sacaba para tomar aire y seguido volvía a devorarla, degustando nuevamente todos esos ricos jugos seminales que parecían no acabarse nunca. Jesús por su parte suspiraba en éxtasis al sentir la lengüita de Dani tratar de abrirle el ojete de la uretra y luego como éste regresaba a meterse toda su carne viril hasta la garganta, tratando desesperadamente de tragar lo más posible.
Los suspiros pasaron a resoplidos y jadeos, en lo que el marinero estiró uno de sus brazos y empezó a acariciar las apretadas nalguitas del nenito. Luego y con ayuda de la espumosa agua, el macho metió un dedo en el delicado anito y sintió como éste se relajaba, abriéndose como si estuviera pidiendo le introdujeran otro más, que con uno no bastaba; así que de inmediato el hombre lo hizo y embutió otro más de sus callosos dedos dentro de ese tibio recto, haciendo que el niño gimiera con la boca llena de verga.
Todo eso era tan espectacular y excitante que Jesús en ningún momento se dio cuenta de que, en varias de las rocas a su alrededor, éstas tenían imágenes dibujadas. Había palmas humanas marcadas con pigmentos rojos y otras figuras como espirales en blanco, y muchos otros dibujos estaban hechos con carbón y mostraban simples siluetas humanas, todas de hombres, pues entre lo que serían las piernas tenían sobresalientes rabos.
Entonces el caliente semental retiró sus dedos del interior del pequeño y detuvo las voraces mamadas que éste le estaba dando, para poder suspenderlo y girarlo, de modo que la espaldita quedó contra su torso. Acto seguido, lo acomodó en posición para poder sentarlo en su falo erecto, mismo que apuntaba al cielo tropical. Danielito simplemente se dejó maniobrar a voluntad de su macho y cerrando los ojitos cafés comenzó a sentir como aquel gran glande se abría paso por su esfínter, adentrándose en todo su coloncito.
A pesar de la corta edad del crío, sorprendentemente su culito se relajaba por puro instinto al mero contacto con una verga; lo que permitió que Chuy pudiera fácilmente hacerlo descender por todo su miembro masculino, hasta tenerlo empalado por completo. El marinero sostenía a su nene con sus dos musculosos brazos, y con ellos lo hacía subir y bajar por toda su tiesa virilidad; aumentando el placer con fuertes empujones de su pelvis, lo que causaba que sus clavadas fueran tan profundas que Daniel gimoteaba mucho.
Era verdaderamente impresionante ver como un cuerpo tan pequeñito pudiera contener una vergota como esa en su totalidad, soportándola sin quejarse; al contrario, el chiquillo pujaba y meneaba sus nalguitas pidiendo que su macho aumentara la potencia y velocidad de la cogida. Y por supuesto que el semental cumplió la petición; haciéndolo subir y bajar más rápido, y empalándolo con más fuerza, que las venas y músculos de Jesús se brotaban en lo que follaba a su nenito con maña, como si no le importara rasgarlo.
Sólo se escuchaba el ruido del chorro de agua sobre sus cuerpos, que no era suficiente como para opacar los sonoros jadeos del hombre, ni los intensos gemidos del infante. Y al cabo de un prolongado rato, Chuy sintió como sus huevos se elevaban, anunciándole que pronto inundaría el interior de su nuevo hijito de 5 años con todo su semen de semental.
– ¡Oh Dios! ¡Aquí te va toda mi leche, bebé! ¡¡OOOHHH!! —Y comenzó a largar chorro tras chorros de hirviente esperma dentro de las profundidades de Danielito; mientras continuaba empujándosela duro y lo hacía sentarse en su vergota una y otra vez sin parar.
En lo que el niñito sentía como lo estaban llenando, que su propio penecito estaba muy durito.
– ¡Wow…my goodness! ¡Vaya corrida de macho te has dado, hijo mío! —Se escuchó la voz del padre Thomas, quien los había estado observado desde hacía bastante.
– Padrecito…es que este culito sí que es una delicia para ordeñarse bien. —Y desencajó al niño de su verga. Y justo en el momento que el culito quedó libre y completamente abierto, varios borbotones de espesa esperma blanca escurrieron de Dani al suelo rocoso.
– Lo sé, por eso él es un angelito enviado del cielo para nuestro deleite…
Y con esas palabras el sacerdote se desnudó, dejando ver cómo su propio miembro masculino estaba al tope, sacudiéndose ansioso en medio de aquellas delgadas y peludas piernas. Ya en el piso de piedra, el pequeñín se aproximó a donde estaba el otro macho erecto y automáticamente le agarró el largo falo y se lo empezó a masturbar. El padre Thomas complacido le acarició la linda carita y lo detuvo, pues él tenía otra idea en mente. Un poco retirados de la caída del agua, el clérigo puso al crío en cuatro y se dispuso a manosear todo ese menudo cuerpecito.
La piel de Danielito estaba toda cubierta por gotitas, tornándola aún más suave al tacto. El depravado cura se relamía la lascivia que sentía por la criaturita ante él. Pronto sus manos se posaron en aquel trasero redondito y en lo que separó las nalguitas, vio como el agujerito estaba dilatado al extremo. El padre Thomas se agachó todo lo que pudo, lo suficiente para que su rostro quedara al alcance del culito que ya lamía frenéticamente. Metió toda su lengua; sintiendo el interior húmedo y caliente, el cual sabía a semen; y cuando la sacó, se percató que tenía hilos de la leche de Chuy. El viejo se los saboreó y regresó por más. Aquel maduro macho tenía pegada su boca en el hoyito del nene, lamiendo y comiendo todo lo que podía.
Jesús otra vez ostentaba un rabo bien hinchado y firme, observando al otro hombre actuar. Este último luego se incorporó y sin perder más tiempo, le metió en el culito al niño la cabeza de sus 19cm de hombría. Más leche viril escurrió por los costados, mientras Thomas empujaba más de su verga dentro. Y como es tan curva, entraba de una forma que hacía que Dani gritara nuevamente de gusto, pidiendo más; así que el clérigo le dejó ir toda su tranca hasta el fondo.
Las mejillas del chiquillo se ruborizaban cada vez más, señal de que estaba gozando cada centímetro de ese segundo semental; quien ya estaba embistiéndolo, embobado por la celestial sensación de ese culito infantil lleno de esperma envolviendo su propio miembro.
– ¡Eso es, padrecito! —Lo alentaba Jesús a la vez que se pajeaba viéndolo todo– ¡Bendígale bien el culito con su leche!
El delgado y velludo cuerpo del cura pronto se empapó de sudor, puesto que sus estocadas eran cada vez más enérgicas. Y entre las paredes de piedra alrededor de ellos, resonaba el constante golpeteo de aquellos colgantes huevos rebotar contra el trasero del nenito. Hasta que el padre Thomas no pudo tolerar más todo ese placer, que comenzó a vaciarse en las entrañas del niñito, empujando lo más que podía de su verga para que no se escapara nada y su semen se lograra mezclar con la leche del otro macho; el cual se acercó a Danielito y con furiosas jaladas acabó también, bañándole toda la inocente carita al sonriente pequeño.
…
Al día siguiente, William fue el primero en levantarse y por ello no quiso despertar al padre Thomas, quien aún roncaba plácidamente; así que el joven salió de su rudimentaria choza sin hacer el menor ruido. Afuera le recibió la suave brisa del mar, haciendo que su cabello cobrizo ondeara como auténticas llamas. Aquella era una mañana fresca y al momento en que se estiraba de brazos, le pareció oír gemidos provenir de la choza del marino, la que comparte con el niño.
No le prestó mayor importancia y decidió ir a orar a su lugar favorito; que no era otro que un vasto valle que estaba cerca del refugio. Le gustaba mucho pues el pasto era muy verde y cubría varias lomas que asemejaban el oleaje de un océano verde; pero que ahora también tenía otros colores. De un día para el otro, el valle se había llenado por completo de flores color amarillo y rosa, lo que creaba la ilusión de un hermoso entramado.
Sin darse cuenta, Willy estuvo horas inmerso en ese apacible paisaje; hasta que sus azules ojos observaron otra de esas extrañas mariposas blancas que vio el otro día. Ésta también brillaba incluso bajo el intenso sol, el muchacho podía ver como el insecto también tenía su propia luz, e igual que la vez anterior el chico se incorporó y la siguió de regreso en la densa jungla.
En verdad parecía que la luminosa mariposa quisiera que la siguieran, revoloteando con un rumbo fijo, sin detenerse o cambiar de dirección. Detrás William caminaba esquivando ramas y trataba de no tropezarse con alguna piedra, y de repente la misteriosa mariposa atravesó una densa cortina de vegetación. Y cuando el seminarista como pudo se hizo camino por ésta, se encontró que al otro lado estaba Chuy frente a él, con la cremallera abajo y su gran miembro masculino de fuera; del cual salía un poderoso chorro amarillo de orina.
– ¡Oh! ¡Lo siento! —Se excusó de inmediato el avergonzado muchacho. Sintiendo como las mejillas se le ponían del mismo color que sus pelos.
– Tranquilo, No pasa nada. —Le respondió tranquilamente el varonil marinero, al tiempo que con una mano se sacudía el rabo; el cual es de buen tamaño y grosor aún flácido, cosa que no pasó desapercibida por los inquietos ojos del misionero de 22 años.
Después de ese incomodo momento, el joven le ofreció a Jesús su ayuda para recolectar leña. Y así Willy aprovechó para compartir con el otro hombre, que desde que naufragaron no habían pasado tiempo a solas para conocerse mejor. Los dos platicaban con soltura, congeniando en varias cosas para sorpresa de ambos; pues son muy diferentes a simple vista. Y de entre las cosas que tenían en común, era que para ese momento ellos ya estaban traspirando mucho y los penetrantes olores de sus sobacos sudados se entremezclaban en ese caluroso y denso aire tropical.
Lo cierto era que al muchacho le gustaba esta nueva camaradería con ese macho; ya que él a pesar de haber pasado gran parte de su vida con otros del mismo sexo, nunca había hecho amigos de verdad. Del Seminario sólo el padre Thomas, su mentor, era con la persona que él más trataba y compartía. Ni con su familia, una muy numerosa y de varios hermanos varones; pero con los que nunca se llevó muy bien, puesto que ellos eran del tipo más brusco y agresivo, y él era más sensible. Es por todo esto que el chico estaba encantado de sentir como Jesús rápidamente lo trataba como si fueran amigos entrañables de años.
Lo raro estaba que William parecía no poder dejar de ver al otro hombre de forma involuntaria. Notando como éste realmente tenía el aspecto de todo un macho, con su espeso mostacho negro y ese cuerpo fornido y tatuado. Que cuando Chuy sintió las constantes miradas del joven, este último trató de disimular preguntando por todos los tatuajes de motivos religiosos. El marinero con gusto se los empezó a enseñar uno por uno, hasta casi exhibiendo sus músculos marcados en el proceso, y de tan cerca que el muchacho podía percibir toda la testosterona que emanaba de Jesús; la que le estaba provocando una notoria erección.
– ¿Qué es eso? —Preguntó el trigueño de los músculos y tatuajes.
– ¡Ah…sorry! No sé porque se me puso así… Yo… —Comenzó el balbuceo del otra vez avergonzado misionero. Hasta que se dio cuenta de que el otro no había visto su verga erecta bajo el pantalón, sino que señalaba una gran roca a unos cuantos metros de donde ellos estaban.
Ambos se acercaron y vieron como en la sobresaliente piedra gris, esta tenía una inconfundible marca en forma de ‘X’, grabada con lo que tuvieron que haber sido cientos de golpes constantes con algo afilado, como por ejemplo una espada.
– ¡No way! —Exclamó el pecoso chico– ¡No se tratará de una marca de… ¿Piratas o sí?!
– No sé me ocurre otra explicación.
– Entonces… ¿Crees que haya un tesoro escondido?
– No lo sé. Lo que sí sé es que ahora de nada me serviría un montón de oro pirata. Prefiero volver al refugio y comer algo. ¡Muero de hambre!
Y así se marcharon de vuelta a donde los otros náufragos, a quienes le contaron sobre el nuevo hallazgo. El más entusiasmado fue Daniel; el cual estuvo todo el resto de ese día jugando y hablando de piratas, cuya emoción era avivada más porque William le contaba todo lo que él había leído sobre ellos en libros.
Esa noche comieron temprano alrededor del fuego y cuando el niño cabeceaba por el sueño, Jesús lo llevó a su choza para que durmiera. Pero sólo habrá pasado como una hora, cuando de repente los tres hombres vieron a Danielito, envuelto en una rasgada manta, regresar hacía el fuego y frotarse con los puñitos sus ojos cafés claros de encrespadas pestañas.
– ¿Qué pasó, bebé? ¿No puedes dormir? —Lo interrogó Chuy con tono paternal.
– ¿Quizás estábamos hablando y riendo muy fuerte? —Sugirió Willy.
– No… —Y el nene soltó un gran bostezo– Es que estaba soñando con piratas… Había tiburones también… Y después me desperté.
Los tres soltaron una carcajada al ver como la obsesión del pequeño hasta le había seguido en sueños y no lo dejaba dormir.
– Bueno, ahora que estás despierto te puedes quedar otro rato con nosotros. —Le dijo Jesús y lo sentó en una de sus gruesas piernas, abrazándolo y a la vez acercándolo a su pecho descubierto.
En eso el joven seminarista observó como el chiquillo debajo de la haraposa frazada, sólo llevaba puesta su corta y ajustadita trusa de color blanco.
– Es un angelito con mucha suerte. —Habló el padre Thomas– El que haya encontrado a alguien que lo cuide y quiera tanto como tú, Chuy.
– Diría padrecito que yo, bueno, nosotros somos los afortunados, ¿no cree?
Y para el asombro de William, el marinero empezó a manosear con una de sus grandes y rudas manos todo el cuerpecito de Dani bajo la manta; acariciando toda esa tersa y pálida piel infantil. Pasó sus dedos por el cuellito del niño y luego le acercó la boca, y rozándole con su mostacho comenzó a darle tiernos besos; lo que hacía que Danielito cerrara los ojitos y gimiera.
El chico quedó perplejo, pero aún más cuando se giró para ver el rostro de su superior y vio al viejo de 57 años relamerse su propio bigote rubio, y como con una mano se estrujaba la entrepierna; la cual ya marcaba una prominente erección. ¿Acaso el padre Thomas estaba viendo lo mismo que él; pero no lo veía como algo malo, como algo claramente pecaminoso? Entonces el estupefacto joven continuó mirando como ahora el macho besaba en la boca al crío de apenas 5 añitos y como éste con sus manitas frotaba los músculos del marino, para después bajarlas y alcanzar aquel asombroso bulto en la ingle de Jesús; ya que él también tenía una descomunal erección que parecía le rompería el pantalón.
Aunque lo que dejó más atónito al aspirante al sacerdocio, fue que él empezó a sentir como su propio miembro masculino se despertaba y se desplegaba en todos sus 17cm, en lo que seguía viendo aquella sorprendente escena; en donde ahora el niñito se había bajado y arrodillado en la arena y le desabrochaba el cinturón a Chuy y después el botón del pantalón. La presión que esa enorme verga ejercía, hizo que la cremallera comenzara a ceder por sí misma y de súbito todo aquel duro rabo quedó libre; macizo y venoso en todos sus impresionantes 21cm.
– ¿Papi-Chuy puedo comerme tu cosota? —Daniel le preguntó a su macho, pues como buen niño siempre pedía permiso con esa sonrisa a la que no se le puede decir que no.
– Claro que sí, bebé. Sabes que siempre que quieras lechita tienes mi verga… —Y volteándose a ver a los otros dos hombres– Y también tienes la del padrecito y William.
Danielito también se volteó y le lanzó al par una entusiasta mirada.
Luego el crío, abriendo lo más que podía su boquita, metió completa la amoratada cabeza de la vergota de Jesús; el cual sólo resopló de placer al sentir esos dulces labios infantiles y como esa hábil lengüita le saboreaba y comía todos los fluidos seminales que chorreaban. Y entre más lamía y chupaba Dani, más carne viril le entraba, que ya le llegaba al fondo de su faringe.
El padre Thomas fue el primero en desvestirse y liberar su larga y curva verga, llena de risos rubios; de la cual le colgaban sus pesados huevos, cargados de bendita esperma. Al presenciar esto, el pupilo del sacerdote hizo lo mismo, imitando a su superior sin decir palabra alguna; ni siquiera quería pensar en lo que estaba pasando, fuera lo que fuese, era muy excitante para él.
Entonces los dos se acercaron desnudos, jalando sus vergas circuncidadas, viendo como el pequeñín continuaba devorado la virilidad del macho de Chuy, pegado a su fornido falo como un becerrito o corderito que busca leche. El clérigo fue quien le removió la trusita a Dani, dejando al descubierto ese diminuto traserito; pero con unas nalguitas tan respingaditas y redondas que hicieron que las vergas de ambos misioneros brincaran, soltando hilos de pre-semen al suelo.
El cura le dijo al muchacho que aprovechara y manoseara al nenito, diciéndole al oído que esa era la voluntad divina, puesto que les había enviado a ese angelito. William tragó en seco y con cierta timidez estiró su mano y con ella le acarició poco a poco el culito al niño; mismo que se sentía tan bien, que su macizo miembro parecía estar más tieso e hinchado que nunca. Casi instintivamente el chico le dejó ir dentro del suave anito uno de sus dedos, sintiendo lo estrecho y caliente que era el interior de Danielito; quien meneaba la colita como si pidiera más.
Jesús observaba todo con morbo, al tiempo que tomaba de la cabecita a su pequeño y con movimientos de pelvis empezaba a follarle por la boca y garganta. Daniel daba arcadas y los sonidos guturales que provocaba el rabo del macho al entrar y salir con violencia de sus fauces resonaban en aquella playa iluminada por la luna, las estrellas y la fogata. En ese momento Willy aprovechó y le deslizó un segundo dedo, maravillado de cómo el chiquillo aguantaba con tanto gusto el ser usado así por un par de machos; tanto que él, el sacerdote y el marino ya sudaban de la excitación y lubricaban tanto que sus falos parecían grifos mal cerrados, donde un constante hilo seminal se escapaba y les escurría por la base de sus miembros y palpitantes bolas.
El joven seminarista se animó y metió un tercer dedo dentro de aquel dilatándolo esfínter infantil; en lo que Chuy dejó de coger al crío oralmente, permitiéndole recobrar el aliento, y lo tenía lamiéndole y chupándole el escroto cubierto de rizos negros.
– Mmmm…Slurp~! Ya quiero que me metan una cosota… Mmmm…Slurp~! —Pedía el nene.
– Ya le oíste. —Le dijo Jesús al asombrado chico– Métele la verga por el culito.
– ¡¿Pe…pero sólo tiene 5 años?!
– No te preocupes, Willy. —Habló ahora el cura– Este angelito ya aguanta la mía y esa enorme que tiene el Chuy. ¡Come on, just do it! Ya es hora de que te desvirgues, hijo mío. Y qué mejor que en el culo de este pequeño enviado del cielo.
Por su parte, Danielito arrimó sus nalguitas contra la hombría de William, que justo su hoyito quedó contra la rosada cabeza fálica del atlético muchacho. El joven estaba aturdido por todo lo que estaba pasando, no entendía ni la mitad; pero el estar así con esos otros dos machos y viendo como el chiquillo lo pedía con tanto anhelo, no pudo más e inició su primera penetración.
Los otros machos cruzaron miradas y se sonrieron con malicia, observando detenidamente como el agujerito de Daniel poco a poco se iba comiendo todo el rabo del seminarista; quien jadeando también se lo iba empujando, experimentando la celestial sensación de entrar por primera vez en unas estrechas y cálidas entrañas.
El anito y recto del niñito se iban acomodando casi instantáneamente, envolviendo el miembro masculino de William; el cual, enloquecido por eso nuevo y tan placentero, de un brusco empujón se la clavó por completo, que sus pelos púbicos pelirrojos parecían llamas quemando las blanquitas nalgas de Dani. Éste gemía de gusto, mientras con sus manitos masturbaba el poderoso mazo de Jesús; pero este último quería más, que retomó su faena de embestirle la boquita y garganta.
– ¡Bien hecho, hijo! Ahora cógetelo con fuerzas, no tengas miedo. —Le dijo el padre Thomas casi al oído, a la vez que jalaba su larga verga de 19cm, contemplando como el nene ahora recibía dos trozos viriles por ambos extremos.
– ¡Oh God! Se siente deliciosooo…Ooohhh… —Confesó el joven, al mismo tiempo que acataba el consejo de su mentor y con sus recias caderas le comenzaba a bombear el trasero al tierno crío.
– ¡Eso es, Willy! Me llenas de orgullo, hijo mío. —Y casi abrazándolo por la espalda, el sacerdote le chupó una oreja al muchacho, para luego besarle todo el cuello.
William aceleró sus estocadas, que se podía oír cómo sus huevos chocaban con el culito del nenito. Mientras tanto el perverso clérigo continuaba; ahora usaba su mano izquierda para estrujarle los pezones al chico y con la derecha le hurgaba entre las duras nalgas. Y cuando le encontró el esfínter, el viejo le introdujo un dedo, haciendo que el muchacho jadeara más y le pidiera otro.
Entonces el padre Thomas le metió el segundo, y ya se los sacaba y metía acompasados con el mismo ritmo con el que el chico sodomizaba al angelito de Daniel. Aquello era el cielo para Willy, que no pudo más y se dejó venir dentro del intestino del niñito; escuchando un coro de ángeles con cada una de sus eyaculaciones.
– ¡Oh God… Fuck… YeaAAHHH!!
Danielito sintió ese rico calorcito que tanto le gusta cada vez que la cosota de un machote le llena de leche; mientras Jesús resoplaba y le trataba de meter por completo ese morcillozo pedazote de carne masculina, pero hasta que ese vicioso macho redujo la intensidad de sus cogidas bucales, el chiquillo entre gemidos pudo pedir más.
– Yo soy niño bueno… ¡Quiero más…! ¡Quiero las cosotas de todos!
Los tres se miraron; William estaba sorprendido, pero los otros dos sabían cómo era ese angelical nene y sus tremendas ganas de satisfacer a los machos.
Así que fue el turno del padre Thomas, que una vez el muchacho se la sacó al crío, el cura se puso en posición detrás de aquel ardiente y hambriento traserito. Y como aquel culito ya estaba bien abierto y lubricado por el esperma del primero, el clérigo comenzó de inmediato a meterle la verga. Él sentía como ese hoyito se pegaba a su curva carne y como pareciera que ese sofocante interior infantil le suplicara ser follado a fondo.
El viejo estuvo dándole duro por un buen rato. Al tiempo que el nenito gimoteaba con cada embestida y restregaba su colorada carita en los peludos y sudorosos genitales de Chuy, pajeándole a la vez el tremendo rabo. Y William ya volvía a tener una erección de ver todo eso, jalándosela al compás de las caderas del padre Thomas; mismo que también se corrió en el interior de Danielito, soltando todo su cremoso semen sacerdotal en aquel tierno colon.
Y cuando el chiquillo fue liberado por esa segunda verga, éste se levantó y le dio un beso en la boca a quien ahora era su papá. Luego se subió a los muslos de aquel hombre, que todo ese tiempo había estado sentado sobre un tronco, y el nene solito buscó a sentarse en la verga más enorme de la isla; la cual después de todo ese tiempo parecía haberse puesto más grande y gorda si aquello era anatómicamente posible. Entonces Jesús ayudó a su hijito y le acomodó el glande en la entradita, la que resbaló fácilmente y engulló todo hasta topar con la peluda pelvis.
Chuy sintió delicioso como le había entrado toda de golpe al niñito, gracias a que por dentro estaba lleno de la leche de los dos misioneros católicos, por lo que un espeso chorro le escurrió por sus peludos huevos. De ahí el macho suspendió al crío con sus fuertes brazos, cargándolo en el aire, pero sin retirarle del todo la punta de su falo, y de ahí lo dejó caer a fondo. Dani soltó un grito, pero pidió más; así que el marinero lo volvió a hacer varias veces. El pequeñín parecía un juguete que estaba siendo ensartado una y otra vez; que de pronto lo comenzó a coger frenéticamente, empalándolo con sus 21cm. El niño rebotaba cara a cara sobre su macho; pero luego éste lo giró sin sacársela, para que su rostro pudiera ver de frente a los otros dos hombres, ambos con erecciones y masturbándose ante el espectáculo final.
El sacerdote y su pupilo acercaron sus vergas a la carita del nenito, ahí Jesús con los dedos le abrió la boquita mientras seguía cogiéndolo con arrojo. Primero se vieron los chorros de leche de William, saliendo uno tras otro de su macizo miembro e iban a dar directo al interior de la boca del pequeño; el cual sacó la lengüita para recibirla y comerla toda. Casi seguido Thomas arrimó su rabo y también se comenzó a correr en la boquita del crío, quien tragaba y tragaba toda esa cuantiosa leche viril, tratando de no desperdiciar ni una gota. Y como todo eso fue demasiado caliente, el semental de Chuy también acabó; pero él dentro del culo de Dani, llenándole las tripitas con una tercera carga seminal, para que al fin el angelito quedara satisfecho.
Pero sólo por esa noche, porque después de eso Danielito recibiría constante uso por parte de esos tres machos; tanto que sin darse cuenta el tiempo pasó volando y el niño pronto se convirtió en un rozagante adolescente y luego en un viril hombre, siempre cuidado y usado por esos hombres, sus ángeles guardianes.
—Unos 90 años después…
Tres montículos de tierra yacían delante de ellos, cubiertos por completo de hierba y sobre cada uno se erguía una cruz de madera, y cada una de estas tenía tallada en el medio una letra distinta, J. W. y T. Se trataban de tumbas de personas que vivieron antes en la isla.
– ¿Creen que sea un cementerio de esos negrotes tribales? —Preguntó Santiago a los dos náufragos semidesnudos que tenía a cada lado en medio de ese valle.
– No creo. Dudo que los nativos sean cristianos y usen cruces. —Respondió Long, el musculoso militar asiático, mientras se agachaba para examinar mejor los montículos.
– ¿Quiénes habrán sido? —Continuó indagando el pequeño de 12 años; a la vez que pensaba en nombres masculinos que iniciaran con esas letras, pues algo le decía que eran todos hombres.
– Ni idea, Manito. —Contestó Miguel, el grumete de ojos verdes y barbita de chivo– ¿Pero lo que yo quisiera saber es quién fue el que los enterró y qué habrá sido de él…?
– Quizás ese sea el esqueleto que encontramos en la gruta de la Cascada. —Especuló el filipino.
– ¡¿Cuál esqueleto?! ¿De qué hablan?
– Mejor regresemos al campamento. –Dijo el joven marinero, ignorando a Santi– Este lugar ya me está dando hasta escalofríos.
Los otros dos estuvieron de acuerdo, pues había algo verdaderamente nostálgico en ese lugar.
– Manito, ¿qué dices si al llegar en mi tienda, Long y yo te partimos duro el culito?
– ¡Siií~! —Respondió el afortunado prepúber.
El Fin…
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Espera próximamente: LA ISLA – El Origen
Había visto esta historia aquí desde hace tiempo y no le había prestado atención empece a leerla hace 1 semana y me lleve una grata sorpresa. Muy entretenidos y calientes.
La historia de Halloween tambien me gusto mucho.
Hablando objetivamente hay bastante repetición en la historia y como la cuentas, pero la reiteración de frases claves y descripciones morbosas funcionan muy bien para excitar. La cantidad de detalles y la extensión de las sesiones de sexo que los personajes son muy agradables de leer. Aunque no se cuanto pueda resistir que la historia siga siendo basicamenre la misma cada vez.
Aun así tienes un lector asegurado para tus próximos relatos.
Gracias por tu comentario. Y ya estoy trabajando en otros relatos; así que te espero leer por ahí cuando los publique 😉
Salu2!!
PD: Existe una razón detrás de esta trilogía tan sencilla y ‘repetitiva’; pero eso no lo discuto por acá 😛
Muy buena trilogía, aunque el final me pareció predecible, lo salva que hayas anunciado el origen de la Isla, sugiero modestamente, que sea el final de toda la trama, pues algunas secuencias aunque daba morbo leerlas objetivamente, eran repetitivas. Mas allá de eso felicidades, por la trilogía.
Gracias amigo, ya veremos que sale de la historia «El Origen», pues aún es sólo una idea general; pero primero quiero hacer otras historias… 😛
Salu2 😉
NOTA DEL AUTOR:
Por la falta de interés en esta historia, La Saga de «LA ISLA – El Origen» se CANCELA.
Seguimos esperando por LA ISLA – El origen…
Lo siento, pero se canceló hace mucho tiempo por falta de interés de la mayoría y comentarios como los anteriores 😛
Salu2 😉