La próxima vez que vengas me acuesto contigo, pero como soy virgen, lo haríamos por detrás, es que quiero llegar así a mi noche de bodas, pero nada de
Un tipo llega a visitar a sus compadres, y ve que una de sus siete hijos le llama la atención, al retirarse la chica le mama la verga y le ofrece acostarse con él pero que no diga nada. .
La próxima vez que vengas me acuesto contigo, pero como soy virgen, lo haríamos por detrás, es que quiero llegar así a mi noche de bodas, pero nada de decirle a mi viejo.
Desde hace algún tiempo estaba por visitar en el campo, a un viejo compadre mío, por lo que aproveché un almuerzo de negocios con un socio de esa región, para de paso hacerle la visita a mi compadre.
Después del almuerzo, me dirigí a casa de mi compadre, desde que llegué me atendieron a cuerpo de rey.
Mi compadre y su esposa, mi comadre desde luego, se alegraron mucho de verme, hasta me hicieron de cenar.
Pero mientras nos tomábamos un café en la sala de la casa, comenzaron a llegar sus hijos, entre ellos mi ahijado, un mozo de unos veinte años, que al igual que su padre se dedicaba a la agricultura a tiempo completo.
La mayoría de ellos me saludaron afectuosamente, todos menos una jovencita, ella entró a la casa, mi compadre la vio de manera muy seria y ella sencillamente, desapareció en una de las habitaciones.
La verdad es que me impresionó su belleza, no es que fuera una Mis Universo, pero su rostro y delgado cuerpo, llamaron mi atención.
Su abundante cabellera castaña que le daba por los hombros se movía tentadoramente, al igual que su lindo traserito, que se encontraba bien apretado dentro de unos pequeños pantalones cortos de vaquero, dejando ver sus lindas y bien torneadas piernas y muslos.
La corta camiseta que usaba dejaba ver su plano vientre y llamativo ombligo, además pude notar que no usaba sostén, aunque sus senos eran pequeños o más bien discretos, la corta camiseta permitía apreciar claramente, las pequeñas elevaciones que, a mi juicio en ese instante, pensé que eventualmente se convertirían en un par de hermosos y esponjosos senos, como los de mi comadre.
Aunque un poco delgada para mi gusto, la joven me cautivó, por lo que no pude reprimir mi curiosidad, y le pregunté a mi compadre, quien era la joven.
A lo que él me respondió, repitiendo parte de mí pregunta. “¿la joven?” y tras un corto silencio, me comentó. “¿Sabes que entre varones y hembras tenemos siete hijos, ¿verdad?”.
Por lo que entendí que era una de sus hijas, pero por razones, que por lo visto no me quería explicar, estaba muy molesto con la chica.
Después de compartir como por una hora más decidí marcharme, cuando manejaba por el camino de tierra que me conducía a la carretera principal, me encontré a la joven caminando sola en medio de la noche, aunque la veía de espalda, enseguida la reconocí.
Me detuve a saludarla, fue cuando le pregunté qué hacía fuera de su casa a esas horas de la noche y la chica, me pareció que iba a llorar, por lo que detuve mi auto, y me bajé para charlar con ella.
En pocas palabras me dijo que mi compadre era un dictador, que no la dejaba salir para el pueblo, y que ella después de que se acostaban, lo único que hacía era caminar por esa carretera de tierra, para no sentirse tan mal.
La senté a mi lado dentro del auto, y comencé a tratar de explicarle que su padre hacía eso por el bien de ella.
Al principio mi intención fue la de apoyar a mi compadre, pero su lindo rostro, sus hermosas y bien torneadas piernas, el sutil aroma de su delicado cuerpo, la manera tan sensual que me miraba y me hablaba, poco a poco hicieron estragos en mi manera de pensar originalmente.
Y de momento sin que me lo hubiera propuesto, sencillamente la tomé entre mis brazos y apretándola contra mi cuerpo le di un beso profundo y largo.
Por unos instantes pensé que me rechazaría, o que saldría corriendo para su casa, a darles la queja a sus padres.
Pero no fue así, mis dedos jugaron con su larga cabellera a medida que la continuaba besando, mientras que ella también me apretaba contra su delicado cuerpo.
Cuando al fin dejamos de besarnos, me dijo, que mi compadre, le espantaba todos los novios que ella tenía.
Que su hermano, mi ahijado, la chantajeaba con decirle a su padre, que ella había salido con un chico del pueblo, en una ocasión.
Cuando lleno de curiosidad le pregunté “¿De qué manera, mi ahijado, te chantajeaba?” ella se tapó el rostro, y bastante avergonzada, y me dijo casi llorando que él la tocaba, y la obligaba a que ella lo tocara a él.
Cuando le pregunté de la manera más discreta que pude, a que se refería con que ella lo tocaba a él.
Me respondió. “Se saca su cosa, del pantalón y me obliga a que se la manosee, hasta que después de un rato me ensucia toda mi mano con lo que bota”.
Para buen entendedor pocas palabras bastan, por lo que pensando ponerme mi oxidada armadura de caballero, y salir en defensa de la joven dama, le dije que hablaría con su padre, y que todo eso se arreglaría.
Que, de ser necesario, le propondría que la dejase ir a mi casa, para que continuase los estudios en la ciudad, cosa que de sobra sabía yo que mi compadre no aceptaría, ya que me conocía lo suficiente como para saber, que lo primero que haría al estar en mi casa solo con su hija, era acostarme con ella.
Pero al decirle eso, se puso más nerviosa, y me pidió que por lo que más quisiera no dijera nada.
Eso no me pareció raro, pero por unos instantes seguí en mi papel de defensor de la desamparada joven, insistiendo que debía hablar con su papá al respecto.
Fue cuando ella me dijo. “Por lo que más quieras no se lo digas a mi viejo, si quieres te lo hago a ti también, pero no se lo digas a mi viejo, nos mataría a todos”.
Esas palabras me dejaron confundido, al tiempo que ella casi sin perder tiempo, con sus delicados dedos me bajaba la cremallera del pantalón, en cosa de segundos ella me estaba masturbando divinamente.
Yo estaba a punto de decirle que se detuviera, que no hacía falta que hiciera eso, cuando se inclinó sobre mi erecto miembro, y de manera tan sublime comenzó a mamarlo.
El sentir la caliente humedad de su boca, tragándose mi verga, fue como un tapaboca que me hubiera puesto, de inmediato me quedé en silenció disfrutando de lo que sus labios lengua y boca le hacían a mi verga tan divinamente.
Me costó un poco de trabajo, mientras contemplaba como su cabeza subía y bajaba sobre mi verga, mi mano derecha la pude introducir entre su apretado pantalón corto, y comencé a tocarle sus suaves nalgas.
Mi mano izquierda la puse sobre su abundante cabellera, y con sus cabellos entre mis dedos le fui marcando el paso de la mamada.
Hasta después de un buen rato, y ya no pudiendo aguantarme más, me vine dentro de su linda boquita, la hija de mis compadres siguió chupa que chupa, hasta que extrajo de mis bolas, hasta la última gota de semen.
Al terminar, esperaba que ella escupiera o que le dieran nauseas, pero no creo que sencillamente se tragó todo, lo que me extrajo en ese momento.
Cuando finalmente se separó de mí, me dijo a manera de ruego nuevamente. “Por lo que más quiera, no le diga nada a mi papá”.
Eso me hizo sentir que en cierta forma tenía un poder sobre ella, por lo que le respondí. “Veremos, no puedo permitir que sigan abusando de ti, de esa manera”.
En ese instante cambió de estrategia y me dijo de manera bastante seductora y abiertamente. “Sí quieres la próxima vez que vengas de visita me acuesto contigo, pero como todavía soy virgen, lo haríamos por detrás, es que quiero llegar así a mi noche de bodas, pero nada de decirle a mi viejo”.
Casi como un autómata, mientras ella se bajaba del auto le respondí de manera afirmativa, durante el resto de la semana, en mi casa, no hacía otra cosa que pensar en el lindo culito de esa niña, por lo que apenas pude, visité nuevamente a mi compadre y su familia.
Como la vez anterior, mi compadre y su mujer me atendieron a cuerpo de rey, después llegaron los chicos, se quedaron un rato en la sala charlando conmigo, todos menos ella.
La que pasó como rayo en dirección a su habitación, por lo visto con la desaprobación de su padre.
Pero en lugar del pequeño pantalón corto, que usaba la primera vez que la vi, tenía únicamente puesta una larga camiseta de esas XXL a manera de bata.
Por la rápida mirada que me dio, me hizo entender que me esperaba donde nos encontramos la primera vez.
Después que oscureció, los chicos se marcharon, mi compadre me indicó que debía revisar la jaula de los pollos y el corral de los puercos, por lo que me quedé a solas temporalmente con mi comadre.
Fue cuando ella me dijo casi en secreto, sin que se enterase su esposo, que durante la semana deseaba hablar conmigo, que pasaría por mi casa o por mi bufete.
Eso me dejó algo intrigado, la verdad es que mi comadre y yo hace algunos años fuimos amantes, cuando yo estudiaba de noche derecho y de día daba clases en la escuela del pueblo, pero eso había sido hace bastante tiempo.
Después de que regresó mi compadre, yo me despedí dando tiempo para encontrarme con su hija, en el camino a la carretera.
En el mismo lugar de la vez anterior la encontré parada, esperándome, en lugar de la larga camiseta que usaba cuando la vi en la casa, vestía una falda corta a cuadros rojos y negros, y una pequeña y ajustada blusa de color blanco, de hecho, parecía una inocente colegiala, con medias tobilleras, zapatos negros y para rematar en su cabeza tenía dos hermosas trenzas o crinejas, que se movían a cada paso de ella.
Apenas detuve el auto ella entró y me indicó que siguiera un poco más adelante, donde me señaló un claro que permanecía oculto a posibles miradas indiscretas.
Ya al apagar el auto, de inmediato nos comenzamos a besar ardientemente, en cosa de segundos le había quitado la blusa no usaba sostén alguno, sus pequeños senos, me provocaba chupárselos hasta el cansancio.
Lo que hice por un buen rato, mientras acariciaba sus divinas nalguitas, consciente de su comentario de que deseaba llegar virgen a su boda.
Por lo que entre besos abrazos y caricias me fui quitando la ropa, por unos instantes traté de meter mi mano bajo su corta falda y agarrar su coño, pero rápidamente me la retiró, diciéndome bien seria. “Sino cumples con lo que hablamos, me visto y me marcho”.
Por lo que me centré en a lo que fuimos, y en el asiento trasero de mi auto, se acostó boca abajo, su blanco y bien formado culito, me atraía como un imán al hierro, por unos instantes se lo acaricié, se lo besé y hasta enterré mi lengua entre sus bien formadas nalgas.
Cosa que cuando hice, ella gimió de placer, ya mi verga estaba más que deseosa de taladrar su apretado huequito.
Por lo que, dirigiéndola con mi mano derecha, la comencé a penetrar, la chica se quejó por el dolor, que le producía la penetración anal, hasta que finalmente nuestros dos cuerpos se unieron, dando tiempo a que su esfínter se fuera dilatando lo suficiente como para que se acostumbrase a mi verga.
Ella continuó quejándose, pero de manera bien diferente, ya no de dolor, sino que sus gemidos eran de placer, su apretado culo, lo movía de un lado a otro como si fuera una rumbera, mis manos apretaban sus pequeños y parados pechos, y mi boca mordía su cuello y orejas una y mil veces.
Lo que hacía que ella se retorciera bajo mi cuerpo divinamente, por lo visto no era la primera vez que, debía tener relaciones anales.
Por lo que, en cierto momento, a medida que le metía y sacaba mi verga de su adorable culito se lo pregunté.
Con una risa de traviesa, me dijo a medida que la penetraba nuevamente, que, sí que ya era una experta, en que le dieran por el culo, lo que más me sorprendió, fue el saber que quien la había desvirgado el culo, por decirlo de alguna manera, había sido mi propio ahijado, su hermano mayor.
Al enterarme de lo morboso de la situación, me excité más todavía, y con mayor fuerza la penetraba, mientras que más divinamente mi amante movía sus nalgas.
No sé cuánto tiempo estuvimos metidos en el asiento trasero de mi auto, pero lo que sí sé es que lo pasé divinamente bien dándole por el culo a la hermana de mi ahijado.
Los embates de mi cuerpo contra el suyo hacían mover el auto con fuerza, finalmente me ha dado una clase de movida de culo, que no pudiendo más me vine dentro de sus nalgas, apretándola con más fuerza contra mi desnudo cuerpo.
Cuando terminamos, yo quedé molido extasiadamente agotado, mientras que ella debió ser por su juventud, rápidamente, se volvió a vestir, poniéndose sus pantys, su falda y su pequeña blusa de manera muy discreta, casi se podía pensar que le daba vergüenza el que la viera completamente desnudita.
Mientras que yo después de salir del asiento trasero de mi auto, me tiré sobre la húmeda hierba, donde permanecí del todo desnudo, recostado boca arriba en el suelo, mirando el estrellado cielo frente a ella.
La hermana de mi ahijado tomó de mi auto una pequeña toalla y una botella de agua, se sentó a mi lado sobre la hierba y sin decir nada, me limpió la verga.
Sin perder tiempo comenzó a lamerla con su lengua, desde la raíz del tallo, hasta culminar en el glande, mientras ella me pasaba la lengua de manera rítmica, yo la observaba con detenimiento, pensando para mis adentros, que era tan puta, como lo fue su madre en sus buenos tiempos.
En par de buenas lamidas que le dio a mi verga, esta se volvió a poner dura y parada como el mástil de un velero.
Al tiempo que ella seguía lamiéndome, desde las bolas hasta la cabeza de verga, de cuando en cuando levantaba la vista para verme a la cara.
Cuando lo creyó pertinente, dejó de lamer, para comenzar a chupar divinamente, pero algo que yo no me esperaba y que nunca había disfrutado, fue que, con las yemas de sus dedos, me agarró la piel del escroto, y al tiempo que continuaba mamando, comenzó a apretar la piel de mis bolas, sin pellizcarlas.
No soy dado al masoquismo, pero la reacción que me generaba era indescriptiblemente sabrosa.
Con los dedos pulgar e índice, de ambas manos se dedicó a seguir apretándome únicamente la piel de mi escroto, de manera sistemática, al tiempo que seguía mamando.
El tiempo dejó de existir para mí, mientras que la diablita esa me mamaba la verga, y con sus dedos continuaba apretando sabrosamente la piel de mis bolas.
En mi vida, nunca había disfrutado de una mamada como esa, aparte de que ella estaba completamente vestida, y yo del todo desnudo, tirado sobre la húmeda hierba.
Eso como que hacía mucho más morbosa y excitante la situación, cuando finalmente volví a acabar dentro de su picuda boquita, se enjuagó la boca con el agua que todavía quedaba en la botella, tras escupir y nuevamente enjuagarse, se agachó y me dio un divino beso, se despidió de mí y tras lo cual desapareció entre los montes.
Creo que me vine a vestir ya a eso de las cuatro de la madrugada, llegué a mi casa, me di un buen baño, y durante el resto del tiempo no hacía otra cosa que pensar en la putita esa, hasta llegué a contemplar el pedirle la mano de ella a mi compadre, pero desistí de la idea, ya que eso y entrar al club de los cornudos, entiendo que hubiera sido la misma cosa.
No por gusto mío, que les quedé claro, sino por su edad, y lo putita que se veía que es, aún con la idea entre ceja y ceja de tener a la chica, pasé el resto de la semana esperando la visita de mi comadre.
Quería aprovechar y ofrecerle, que me mandase a su hija, que yo la pondría a estudiar y le cubriría todos sus gastos.
Finalmente, mi comadre se presentó, pero acompañada de su hija y una maleta, aunque vestía de manera poco femenina en esos momentos.
Mi comadre entró sola en mi oficina, y me dijo te debo decir dos cosas, yo me adelanté un poco y le pregunté si se trataban de su hija, ella me respondió que sí, pero que no era su hija sino su hijo.
El escucharla decir eso me sorprendió, y mi comadre se dio cuenta, y continuó diciéndome. “Como te habrás dado cuenta ahora él es un chico, y ese es uno de los problemas en los que quiero que me ayudes.”
Para mis adentros me decía a mí mismo. “Caíste como un verdadero pendejo, en el truco más viejo de los travestis. Con razón el cuento de que deseaba llegar virgen a su noche de bodas.”
Pero mi comadre no dejó de hablar, y continuó diciéndome. “Mi esposo ya no lo quiere en casa, dice que primero lo quiere muerto a seguir viéndolo, actuando como una mujer. Y haciendo quien sabe que cosas, que por pudor no se atreve a decir delante de mí”.
Yo comprendí que mi comadre deseaba que me hiciera cargo de su hijo, realmente en el fondo no tengo nada en contra de los homosexuales, y reconozco que en más de una ocasión les he metido mano y otras cosas desde luego.
Por lo que antes de que siguiera hablando, le dije. “No te preocupes, me haré cargo del joven, siempre y cuando quiera estudiar por mí no hay problema”.
De inmediato mi comadre, dijo. “No esperaba menos de ti, lo que me hace más difícil lo que te debo decir ahora”.
Esas palabras me sonaron como a sentencia de un juez, y de inmediato continuó diciendo. “Él, es hijo tuyo.”
La cara que debí poner debió ser de lo más expresiva, ya que mi comadre continuó diciendo. “¿Te acuerdas de lo que pasó entre nosotros, después de que nació tu ahijado?”.
Que, si me acordaba, desde luego que sí, mi compadre fue hospitalizado por casi tres meses, a consecuencia de tuberculosis.
Tiempo que yo pasé mayormente en su cama con su mujer, ella continuó diciendo. “Nunca dije nada, a nadie, pero entiendo que debes saber la verdad, para mi esposo el chico es su hijo, de no estar pasando lo que ha pasado, te aseguro que jamás te ibas a enterar”.
Después de eso mi hijo se acomodó temporalmente en casa, el primer día parecía estar algo avergonzado, pero cuando regresé a casa lo encontré vestidito de nena, cosa que, aunque quise no pude evitar, como tampoco pude evitar el volver a darle por el culo.
Una de las cosas que he hecho fue, lo primero un examen genético, por aquello de que no me fueran a agarrar de tonto.
El resultado fue 99.99 por ciento de probabilidades de que fuera mi hijo, en otras palabras, no cabía la menor duda de nuestra filiación, lo otro que hice apenas pude fue ubicarlo en un apartamento, se inscribió en un curso de diseño de ropa en la universidad, y al parecer es tan bueno para eso como para pasar por chica, ahora entiendo porque dicen, que uno las paga todas las que debe, aquí en la tierra.
Buena historia y el desenlace final le dio el toque.
Ay qué rico y morboso relato.
Me hubiera gustado que continuará el relato con el cojiendo a su hija