La sombra de mi familia
Un granja apartada, deseos reprimidos, historias calladas.
Mi tío era severo y rígido y extremadamente religioso; era sacerdote, pero, cuando mi madre murió, se vino a vivir con nosotros a esa granja aislada y lejana en la que me pasé mi infancia sin apenas contactos con otros seres humanos que no fueran mi padre, mi hermano y él. Mi padre aceptó su venida con alivio, puesto que el ganado y las fincas requerían su atención casi exclusiva y necesitaba alguien que le ayudara con nuestro cuidado y con las tareas domésticas. No íbamos a la escuela, el pueblo estaba a más una hora de distancia en camioneta y solamente se iba allí para comprar las provisiones y atender las necesidades administrativas y legales. Mi tío se ocupaba de nuestra educación, de alimentarnos y vestirnos, lo que le producía bastante amargura y le hacía más duro con nosotros. Cuando mi hermano marchó a un internado para continuar sus estudios superiores me quedé muy solo y con nuestro perro y los otros animales como únicos compañeros de juego.
Precisamente esos días que voy a rememorar yo andaba feliz y contento puesto que se acercaban las vacaciones y mi hermano pasaría una larga temporada con nosotros.
La noche era cálida anunciando ya el verano y mi tío, después de mis lecciones, se puso a cocinar la cena. Mi padre se estaba retrasando más de lo habitual y mi tío me pidió que fuera a comprobar si mi padre estaba ya en el cobertizo donde se solía asear al final de su jornada. Al legar allí jugando con mi perro, oí dentro ruido de chapoteo. La puerta del cobertizo eran cuatro tablas mal ensambladas y desde las ranuras se veía perfectamente el interior. Cuando iba a empujar la puerta vi que mi padre se estaba lavando completamente desnudo. El duro trabajo en el campo le había hecho fuerte, con amplio pecho, un cuello de toro, grandes manos y piernas robustas. Dudaba si entrar, puesto que mi tío nos había inculcado un pudor hacia la desnudez, como una de las mayores fuentes de pecado. Por otro lado, confieso que la curiosidad era muy poderosa en mí y me quedé al otro lado de la puerta contemplando culpablemente la espléndida desnudez de mi padre que me daba la espalda. De pronto me percaté de que estaba haciendo algo extraño que, al principio interpreté como si se estuviera lavando con vigor. Su brazo se movía rítmicamente como si estuviera agitando algo en su frente que yo no veía. Lo que me resultó extraño es que echaba su cabeza hacia atrás como si estuviera sintiendo una especie de extraño dolor físico. De repente se dio la vuelta y pude ver claramente que lo que estaba haciendo era agitar su pene moviendo su mano arriba y abajo de él. Entonces con la otra mano se sujetó los testículos y unos chorros blancos y espesos salieron de su pene mientras gemía y doblaba su cuerpo hacia delante.
Yo me quedé estupefacto; no sabía interpretar qué era aquello. Mi primera impresión fue que se trataba de pus procedente de una herida invisible. Especialmente cuando vi que, después, se relajaba por completo y sonreía débilmente, como su hubiera aliviado todos sus males.
Marché corriendo hacia la casa fuertemente perturbado por lo que había contemplado. Yo nunca había visto a mi padre desnudo del todo. Era el primer pene que veía que no fuera el mío propio y nunca había pensado que un pito podía ser tan grande y gordo. Durante días y días aquella imagen no se me fue de la cabeza,
Por fin llegó mi hermano y todo fue una fiesta, Fuimos al pueblo de compras y hasta cenamos allí un pollo asado en el bar. Mi hermano me contó mil cosas sobre el internado y los estudios. Yo estaba fascinado y por un día olvidé aquellos pensamientos obsesivos.
Por la noche, mi hermano desde su cama siguió contándome las increíbles cosas que había en la ciudad. Pero, cuando se hizo el silencio, los pensamientos volvieron a mí y decidí compartir con mi hermano mis tribulaciones.
– ¿Te puedo contar una cosa que me preocupa mucho? -Dime. -El otro día fui a buscar a papá al cobertizo y vi algo que me dejó angustiado. -¿Qué pasó?
No sabía por dónde empezar y la vergüenza me puso colorado.
– ¿Qué pasó? Dime – Creo que papá está enfermo. Vi cómo echaba pus por su pito. -¿Quéeeee? -En serio, lo vi. Estaba agitándose el pito con mucho dolor y al final echó pus.
Mi hermano se quedó pensativo un rato, y de repente se puso a reír como un loco…
-¿Por qué te ríes? Lo digo en serio. -Tranquilo, no te preocupes. No pasa nada de nada. No está enfermo para nada, Duérmete y no pienses más en eso.
Yo me quedé pensativo. Creía a mi hermano, pero me dormí molesto porque no me diera más explicaciones. El día siguiente fue también muy feliz. Mi hermano ayudó a mi padre en el campo y mi tío me eximió de las lecciones, a cambio de ayudarle a preparar una comida especial en honor de mi hermano.
Pero al llegar la noche mis tribulaciones volvieron.
-Quiero que me digas por qué sabes que papá no está enfermo. No soy un crío. Estoy harto de que no me contéis las cosas. -Duerme y calla. ¿No ves que está bien y que no le pasa nada? -Ya no, pero ese día le pasaba y estoy harto de que no me creas. -Te creo, pero te juro que no le pasaba nada. Esto es por culpa del tío, que es un puritano y un reprimido y no ha dejado que sepamos las cosas normales de la vida.
Dudó un momento…
-Está bien. Papá se estaba haciendo una paja, masturbándose y la cara no era de dolor, sino de placer. Es algo normal, lo hacemos todos y tu debieras hacerlo también. ¿Nunca has tenido un sueño… de ese tipo.., en el que te mojaras… ?
Mis mejillas ardían de vergüenza.
-Dime, sin miedo. -Sí, a veces me meo un poquito, muy poquito, en sueños… -¿Te meas un poquito?
Se rió.
-¿Te da gusto esa meada, es como una meada cualquiera? -No, no, da un cosquilleo muy bueno, sí, y es muy poquito. -Eso no es meada, es semen y es lo mismo que echó papá. ¿No lo has mirado después o te has limpiado? -No, lo dejo en los calzoncillos hasta que se seca. Me da vergüenza mirarlo y el tío se daría cuenta de que me cambié los calzoncillos por la noche. -¿Nunca has tenido ganas de tocarte el pito cuando se te pone duro? -Sí, pero el tío ha dicho que el pito solo se toca para orinar. -No hagas caso de lo que dice el tío, ninguno. Eso es lago normal.
Entonces me explicó lo que era el semen, todo lo que nadie me había explicado hasta entonces.
– ¿Tú también te sacudes el pito? -Claro. -¿Y lo tienes tan grande como papá?
Entonces se destapó, se bajó el pijama y me enseñó su pito que estaba duro y enorme, aunque no tan gordo como el de mi padre.
-¿Ves? Enséñame el tuyo. -No, no.
Se levantó de su cama, se quitó el pantalón del pijama y el calzoncillo y se acostó a mi lado.
-Te voy a enseñar a masturbarte. Bájate el pantalón y el calzoncillo. -No, no. -O te la bajas tú o te lo bajo yo.
Mientras me lo bajaba, el se reía sin parar. Mi pene estaba duro y los testículos encogidos.
-Pero si ya tienes una buena polla. Mira, imítame.
Empezó a deslizarse la mano por el pene, arriba y abajo, se bajó la piel que lo cubría por arriba. Yo intentaba imitarle, pero era muy torpe y en lugar de deslizar la mano, apretaba y me hacía daño con los movimientos.
-Así no, hombre. Suelta la mano y déjate llevar.
Entonces puso su mano sobre la mía y la guiaba a lo largo de mi pito, tieso como una piedra. Pero yo instintivamente volvía a apretar e impedía el movimiento.
-Quita la mano, déjame a mí.
Me agarró la polla y empezó a masturbarme.
-¿Qué haces?
Intenté quitarle la mano.
-Calla y aprende. Trae tu mano y prueba sobre mi polla.
Me cogió la mano y la puso sobre mi polla.
-Con cuidado, hermanito. ¡Qué gusto sentir una mano que no es la tuya! ¿Verdad? Yo hago esto muchas veces con una amigo en el internado. -¿En serio? – Sí, es muy gustoso. Mmmm,.. ¿Por qué te paras? ¡Ah, ya veo, ja ja, ja!
El placer que empezaba a sentir me hacía retorcerme. Un cosquilleo mucho más placentero que el de los sueños me recorría la espina dorsal y como una corriente eléctrica me sacudió desde los testículos hasta la punta del pene. Y entonces estalló y unos chorros salieron disparados mojándolo todo, mi chaqueta del pijama, la cama y el puño de mi hermano, que seguía insistente arriba y abajo, hasta que unas punzadas medio dolorosas en la punta de mi pito me obligaron a pararle.
Entonces mi hermano cogió mi calzoncillo y se limpió la mano con él.
-¡Qué gusto! ¿eh? Ahora me toca a mí.
Me llevó mi mano hasta su polla y guiándola la deslizó hasta que el mismo eyaculó dejando que el semen resbalara por mi mano. Me dio mi calzoncillo para que me limpiara con él. Limpié mi mano.
– Y ahora ¿qué hago con el calzoncillo? – Ponértelo, se seca enseguida, no te preocupes.
Me puse el calzoncillo empapado de las dos corridas y me dormí con esa sensación húmeda que, curiosamente, no me resultó tan desagradable como había pensado. El día siguiente transcurrió muy raro para mí, feliz por lo que había descubierto, pero sintiéndome culpable cada vez que veía a mi tío.
La noche siguiente fui yo el que le dije a mi hermano si no íbamos a repetir lo del día anterior. Mi hermano se rio y abrió sus sábanas en una invitación para que fuera, Allí fui, nos desnudamos del todo y empezamos a acariciar nuestras pollas que ya estaban duras. Cuando estábamos así, un ruido suave nos sorprendió, miramos a nuestras espaldas y vimos una sombra que se mantenía rígida en el umbral de la puerta. Era mi padre y debía llevar ya un rato allí. Nos cubrimos rápidamente con las sábanas sin decir nada. Mi padre, entonces, se dio la vuelta y marchó, Nosotros nos miramos, nos vestimos apresuradamente y cada uno se fue a su cama, muertos de miedo y vergüenza.
Al día siguiente, sin embargo, mi padre actuó como si no hubiera pasado nada y el día transcurrió tranquilo. Cuando nos acostamos, cada uno en su cama y sin intención de hacer nada, mi padre apareció en por la puerta en calzoncillos y camiseta, como solía dormir. Se sentó al borde de mi cama en silencio, mirando muy seriamente a mi hermano. Entonces yo, en un arrebato, me puse a hablar:
-No le riñas, es que yo te vi un día hacer eso en el cobertizo y le pregunté, él no tiene la culpa de nada.
Mi padre me sonrió, me hizo la señal de silencio y se metió en mi cama, me cogió para que reposara en su brazo e hizo a mi hermano para que se metiera él también, le rodeó con su otro brazo y, así, apretados en mi estrecha cama nos dormimos sin hablar.
Me desperté sudoroso en mitad de la noche, yo estaba vuelto contra la pared y mi padre me tenía cogido en cucharita. Me di cuenta, entonces, que eso que notaba duro contra mi culo ere el pene de mi padre, desnudo, y eso hizo que se me pusiera tieso el mío. Notaba el aliento de mi padre sobre mi cuello. Y me di cuenta de que él también estaba despierto. Una mano empezó a deslizarse por dentro de mi pijama y empezó a acariciarme el culo. Yo decidí seguir haciéndome el dormido. Entonces me quitó el pantalón y el calzoncillo poco a poco y también la camiseta del pijama, Estaba muy oscuro y apenas se veía nada. Mi padre me besaba y me acariciaba por todo el cuerpo. De repente se separó ligeramente de mí, me di la vuelta y vi entre las sombras que mi estaba acariciando a mi hermano que ya estaba desnudo también. Entonces mi hermano se puso de rodillas y llevó su polla hasta los labios de mi padre, que para mi gran sorpresa, abrió la boca y empezó a chupársela. Yo me quedé de piedra mientras mi hermano gemía y mi padre lamía y chupaba la polla con pasión. Entonces mi hermano empezó a respirar fuertemente, jadeando, hasta lanzar un fuerte gemido. Me di cuenta de que estaba eyaculando en la boca de mi padre. Mi padre se apartó y se tumbó boca arriba limpiándose los labios con el dorso de la mano, mientras se sacudía su pene enorme y grueso: y yo, con un impulso irresistible, bajé y le besé aquel rabo enorme sin atreverme a meterlo en la boca, Mi padre incorporó su cabeza sorprendido. Yo seguía besando y algunos pelos se quedaban entre mis labios. Mi padre recostó de nuevo la cabeza y con su manos me guio para que se la chupara. Yo le chupaba solo la punta, cubierta por su pellejo, por miedo a ahogarme y así seguí un rato hasta que su polla estalló dejando que su semen resbalara por la comisura de mis labios. Mi hermano mientras estaba recostado sobre le pecho de mi padre mirando atentamente y con su polla morcillona reposando sobre el muslo de mi padre.
Yo me limpié la boca con la sábana y con un atrevimiento que no había imaginado en mí, llevé mi pito a la boca de mi padre que se lo comió entero jugando a la vez con su lengua de tal modo que mi cuerpo se retorcía de gusto. Pero entonces, cuando estábamos así, yo a horcajadas sobre la cara de mi padre y mi hermano, todavía recostado sobre él, batiendo su polla mientras miraba, la puerta se abrió de repente, con la silueta de mi tío recortándose sobre la luz del pasillo….
Wey, me encantó el relato. Necesito que continúe pronto.
Como sigue?