La vida (10)
La creación del Dr. Frankestein era un monstruo, pero sus partes antes fueron humanas y en su forma seguía la estructura que esas partes requerían. Así son los relatos; no mera ficción, sino retazos de realidades escondidas tras el cambio de nombres, lugares y momentos; un collage que las disimula…
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Este relato es solo una parte de una historia mayor. Si no ha leído las partes anteriores a esta, y le interesa mantener la secuencia cronológica y la integridad de la historia, puede buscar la primera parte (https://sexosintabues30.com/relatos-eroticos/gays/la-vida-1/) en mi perfil, y comenzar desde allí. Consta de 27 partes, de diferente extensión.
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(10ma. parte)
Se dirigió hacia la punta de la colchonetas, desde la cual colgaban mis piernas; de reojo alcancé a verlo apreciando mis nalgas, para después hacerme separar un poco mis piernas con sus pies. Cuando consideró que mi posición era la que él quería, colocó una mano a cada lado de mi cuerpo, se apoyó en ellas y sosteniéndose así, comenzó a mover sus caderas frotando sus genitales contra mis nalgas de arriba a abajo. Me sorprendió un poco, pero a esas alturas yo ya estaba, sin casi darme cuenta, dispuesto a colaborar para que todo fuera lo más aceptable posible para mí, con lo que levanté un poco mis propias caderas, aumentando el contacto con las de él, y las moví a mi vez de lado. Lo vi mirarme y sonreírme mientras continuábamos la frotación mutua unos momentos más. Luego se arrodilló a mis espaldas y comenzó a frotar su pija contra mi zanja y mis nalgas, comenzando a separarlas con la cabeza.
“Poneme bastante saliva, por favor”, le pedí, porque había notado con Javi la diferencia que hacía. “Dale, ya te escupo, no te preocupes” respondió. Cunado sentí sus manos abriendo mi zanja levanté el culo, acercándoselo para facilitarle la escupida. No me escupió, sino que apuntó su boca sobre mi culo y aunque no pude verlo, supe que había dejado caer abundante baba por la humedad que sentí. Con sus dedos la distribuyó alrededor y sobre mi agujero, tratando de hacerla penetrar en mi interior. “Tu culo está bastante mansito ya…” dijo, al notar que no lo fruncía mucho al contacto con sus dedos, “…te va a entrar fácil, no creo que te duela” cerró.
“Bueno, mejor, ojalá…”, dije suspirando con cierto alivio.
“¿Cómo querés que hagamos…?” me preguntó enseguida.
Sin entender, repregunté “¿Que hagamos que…?” mientras trataba de mirarlo de reojo.
Vi que sonreía, y apretando un poco una de mis nalgas me dijo “Estos virgos, que no saben nada…”. Luego me explicó, “Me tenés que ayudar. Tengo dos manos nomas, no puedo abrir bien tu zanja y apuntar mi pija a la vez”.
¡Claro! Al decirme esto caí, las cogidas anteriores yo estaba sujeto y a disposición, otros me abrieron las nalgas y enfilaron la pija, ahora era uno a uno la cosa, estaba aceptando ser montado.
“Bueno, ¿qué querés?” procuró concluir el gemelo, “¿Vos te abrís la zanja y yo apunto la pija? ¿O yo te abro la zanja y vos acomodás mi pija en tu culo?”.
Sopesé las alternativas, sin poder determinar si alguna era más ventajosa para mi que la otra. “Bueno, lo hago ahora de una manera,…” pensé “…y después pruebo la otra con el hermano. Seguro va a preguntar lo mismo”, concluí para mis adentros.
“Yo me abro la zanja y vos guía la pija”, le informé.
“Dale, pero abrite bien si no querés que te duela” indicó.
Llevé mis manos al culo y trate de abrirlo para él lo mejor posible.
“Un poco más”, rezongó, disconforme con mi resultado.
Hice un esfuerzo poco satisfactorio, por lo que tomó una de mis manos y me hizo introducir los dedos más dentro de la zanja. “Hace lo mismo con la otra”, ordenó.
“Mmmm, mejor. Pero falta…”, me dijo, “…tenés que poner los dedos bien junto al culo, así lo estirás y te entra más fácil, Beto”.
Metí mis dedos en la zanja hasta que tocaron mi culo, y entonces tiré de costado con fuerza, aplanando mis cantos a la vez que los abría.
“Biennn esaaa; ¡un kilo y dos pancitos!”, dijo a la vez que me sonreía, demostrando que le gustaba lo que veía. “Aguanta así, que te ensalivo más y te la meto”. Lo vi escupirse abundantemente los dedos de una mano y, aunque no pude verlo cuando la bajó, imaginé que estaba humedeciendo la punta de su pija. Luego sentí un par de escupidas sobre mi culo, seguidas por el calor de la cabeza de su pija apoyada contra mi agujero, masajeándolo y distribuyendo bien la saliva. Fue aumentando lentamente la fuerza con que la apoyaba, al mismo tiempo que la movía dando un suave masaje en mi entrada. Notaba a medida que mi resistencia iba cediendo, y en poco tiempo sentí una puntada y supe que la punta se había alojado en mi interior.
“Ya te entró la cabecita…” informó, “¿te dolió mucho?”
“No… bueno, un poco, pero no mucho…” le contesté.
“¿Viste? Si vos hacés caso y ayudás, en poco tiempo te va a gustar” comentó mientras se recostaba sobre mi espalda. “Mantenete el culo bien abierto, no aflojes las manos” me instruyó mientras se acomodaba para, una vez bien ubicado, mover lentamente sus caderas hasta penetrarme completamente. Cuando sentí que sus caderas se apoyaban en mis manos, las retiré de entre nuestros cuerpos, pero sin dejar de tensar mis nalgas lo más que me era posible, para evitar que le impidieran entrar su pija hasta el fondo. Iba aprendiendo rápidamente el arte de coger entre varones…
Desde que Joaco eligiera para montarme a aquel de los gemelos que lo estaba haciendo en ese mismo momento, nadie parecía habernos prestado especial atención. Pese a que compartíamos la misma habitación con otros cinco muchachos, estos últimos se habían apartado a un rincón, donde conversaban en voz baja, dedicándonos solo alguna mirada que parecía casi accidental. Eso, sumado a que el salón era espacioso más el ruido de la lluvia sobre las chapas del techo, me permitía cumplir mi papel sin sentirme demasiado avergonzado. El único que solía desafiar ese acuerdo tácito de dejar coger tranquilos a los que estaban en turno, Javi, parecía haberse ensimismado y no producía líos desde un rato antes.
Al parecer satisfecho con el trozo de su pija que había hundido dentro de mi, el gemelo se tendió sobre mi espalda y me abrazó. “¿Estás cómodo, Beto?” inquirió. “Sí, bastante”, acepté a pesar mío. “Bueno, si te hago doler avisame” pidió mientras comenzaba a moverse en mi interior.
Cuando la sentí salir volvió esa sensación de vacío que había tenido con Joaco, al volver a introducirla el roce y el empuje me arrancaron un leve jadeo. Casi cara contra cara, podía ver en detalle los ojos claros del gemelo mientras me cogía. Levanté mis caderas, en busca de un mejor contacto entre nuestros cuerpos y, al sentirlo, él me lo agradeció con una sonrisa, al mismo tiempo que metía su mano bajo mi cuerpo hasta mis bolitas y pito, los cuales comenzó a sobarme suavemente. Su mano me mantenía en posición sin casi ningún esfuerzo de mi parte, así que toda mi atención se concentró en lo que estaba viviendo. Nuestros jadeos, gemidos, gruñidos y suspiros seguían el ritmo de sus caderas contra mis nalgas, su cuerpo me parecía que despedía cada vez más calor, ambos transpirábamos por igual aunque fuera él quien parecía estar realizando el mayor esfuerzo.
Fue algo no pensado, ni siquiera creo haber tenido realmente conciencia de que lo estaba haciendo, pero busqué sus costados y espalda con mis manos y comencé a acariciarlos mientras se movía. Al sentirlo me miró con los ojos grandes y, volviendo a sonreírme, noté que variaba el ritmo de la cogida, volviéndola algo más lenta y, me pareció, profunda. Mi inconsciente volvió a actuar, desplacé mis manos por su costados hasta sentir sus nalgas, las sujeté lo mejor que pude y se las masajee tratando de acompañar sus embates contra mi. Nuevamente me miró y me sonrió, dándome al mismo tiempo un beso en la mejilla. Casi de inmediato sentí su mentón apoyarse firmemente contra mi hombro y su mano cesó de masajear mis bolitas para pasar a sujetarme firmemente por el paquete completo, obligándome a pegar mis nalgas contra sus caderas. Sus rodillas forzaron a mis piernas a abrirse lo máximo que pudieron. Su bombeo cambió, y comenzó a retirar su pija lentamente para detenerla un instante cuando me parecía que ya se salía de mi culo, para volver a introducírmela de un solo golpe hasta el fondo, una y otra vez. Primero me sorprendió, dolía un poco. Luego comencé a pensar que tal vez el cambio lo habían producido mis caricias en su espalda, que le habían gustado y calentado más. Cambié un poco la posición de mis manos sobre sus nalgas, y comencé a empujarlas hacia mi cuando me embestía, como queriendo ayudarlo a llegar más adentro. Supe que mi prueba estaba funcionando bien, porque volvió a mirarme excitado y su bombeo se volvió más fuerte, lo que me impulsó a continuar. Mientras estrujaba y empujaba sus nalgas, traté de abrir más mis piernas y avanzar las rodillas por ambos bordes de las colchonetas, exponiendo más mi culo a sus penetraciones al hacerlo. Parecía fascinado y encantado por mis torpes esfuerzos, me miraba sonriendo mientras ambos respirábamos agitados por el sexo, y juro que sentía sus huevos golpear mis bolitas cuando nuestros movimientos se sincronizaban bien.
Totalmente desconectado del mundo a estas alturas, solo me concentraba en esas nuevas sensaciones que esta tarde estaba conociendo obligadamente. Descubrí que Joaco no me había mentido, vencido de antemano y sin escapatoria, como yo lo estaba, colaborar y no luchar era la mejor opción. Cuanto más y en mejor posición le ofrecía yo alojamiento a la pija del otro, más fácilmente se desplazaba esta fuera y dentro mío, produciéndome cada vez menos dolor. Como ya dije, comenzaba a conocer los secretos del arte de coger entre varones. Bueno, al menos la parte de entregar el culo.
El gemelo había cambiado un poco su postura. Su mentón ya no estaba sobre mi hombro, no veía su cara, la había colocado derecha a su cuerpo, sobre mi cabeza, y bombeaba concentrado, buscando instintivamente sacar de la cogida todo el placer que le fuera posible. Yo trataba de resistir lo mejor que podía la fuerza de su abrazo, pero comenzaba a sentirme estrujado. Los movimientos de su cadera eran cada vez más veloces, y dejé de tratar de ayudarlo en la penetración, no podía seguirlo. Puse mis manos frente a mi cara y me sujeté de la manta que cubría las colchonetas, me parecía que ese gesto descargaba al suelo parte de la energía que él estaba empleando contra mi. Hubo unos instantes frenéticos de actividad por su parte, me avasalló realmente con su peso y fuerza, luego lo sentí adherirse a mi, irse hasta lo más hondo de mi cuerpo y jadear convulsivamente dos o tres veces.
Luego se desplomó también él sobre mi, respirando pesadamente, mientras daba unos últimos golpes, débiles ya, con su pija en mi culo.
(Continuará)
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