La vida… (11)
La creación del Dr. Frankestein era un monstruo, pero sus partes antes fueron humanas y en su forma seguía la estructura que esas partes requerían. Así son los relatos; no mera ficción, sino retazos de realidades escondidas tras el cambio de nombres, lugares y momentos; un collage que las disimula…
*
*
***************************************
Este relato es solo una parte de una historia mayor. Si no ha leído las partes anteriores a esta, y le interesa mantener la secuencia cronológica y la integridad de la historia, puede buscar la primera parte (https://sexosintabues30.com/relatos-eroticos/gays/la-vida-1/) en mi perfil, y comenzar desde allí. Consta de 27 partes, de diferente extensión.
***************************************
*
*
(11ra. parte)
Ambos nos relajamos, yo disfrutando de la calma del momento y él del placer que acababa de conseguir conmigo. “¿Cómo estás?” se interesó. “Bien. Creo…”, dije con no mucha seguridad.
“¿Te gustó coger conmigo?” trató de averiguar. “No se…” dudé. “Me pareció que sí. Cuando me agarraste con las manos…” insistió. “No se… un poco…puede ser…” seguí dudando.
Del centro de mi confusión mental brotó la pregunta, recordando algo dicho por Joaco. “¿Ahora soy tuyo también, no…?” traté de averiguar. Me miró sorprendido, y riéndose respondió “¿Mio…? ¡No, ojalá pero imposible, vos ya sos de Joaco!”; dejándome pensando porque, si tres muchachos me habían cogido ya, yo “era” solo de uno de ellos. Nada extraño, después de todo, considerando que mi viveza sexual no iba más allá de decirle a algún compañero de escuela “¡Repetí rápido y muchas veces “lápiz japonés”!”.
Desde el grupito formado por los demás, llegó la pregunta/reclamo; “¿Terminaron ya? ¡Ahora me toca a mi!”, dijo en voz alta el gemelo que perdiera la elección un rato antes.
“¡Ufaaa, sí, dale, que tanto apuro! ¡No se te van a reventar las bolas por cogerlo un rato antes o un rato después!”, lo provocó el hermano, levantándose de arriba mío y sacándome la pija fláccida en un mismo movimiento. Se acuclilló a mi lado sonriéndome, y dándome un beso en la mejilla se despidió diciendo “Decidí tranquilo si te gustó, Beto. A mi me gusto, y mucho, estuviste muy bien. Gracias por dejarte conmigo”. Dicho lo cual, se paró y se alejó de mi caminando hacia los demás.
Sus últimas palabras se sumaron a mi confusión de esa tarde. “¿Yo me dejé con él?”, pensé. Repasé en mi cabeza el rato que acabamos de compartir, y me di cuenta que, si no me había dejado, tampoco había opuesto ninguna resistencia. Claro, me preguntó si estaba listo y le dije que sí. Me preguntó si me tenían que sujetar, y le dije que no. Me pidió ayuda para clavarme, y colaboré de bastante buena gana…
Mientras estaba en mis cavilaciones, el otro gemelo había llegado al lado mío y me observaba pensativamente. Yo seguí acostado boca abajo sobre la pila de colchonetas, ¿para qué me iba a levantar, si sabía que enseguida iba a tener que acostarme con otro…?
Se acuclilló a mi lado y dijo “¿Querés que conversemos un ratito; Beto? Así te aflojás y descansás un cachito antes de volver a coger, digo…”. “Sí, dale, gracias” acepté. Realmente sentía ganas de reponerme un poco antes de empezar otra vez. Mientras con Joaco y Javi había quedado más dolorido que cansado, la cogida con el primer gemelo me había cansado.
Miguel/Daniel (dudo de si ellos mismos sabían quien era cada cual) se sentó en el suelo junto a las colchonetas, a la altura de mi cabeza. Al igual que anteriormente su hermano, parecía preocupado por que me sintiera cómodo con él y lo que íbamos a hacer. Eso me caía bien, dadas las circunstancias de esa tarde. Conversamos en voz baja un poco sobre mi escuela, sobre lo que hacía los fines de semana y alguna tontería más. Pero desde mi posición tenía un campo visual perfecto hacia su pija, y me encontré pensando en que era igualita a la de su hermano. ¿Cuánto demoraríamos en conseguir que quedara blandita y chiquita, como estaba la del otro cuando se fue de mi lado?
Perdido en mis pensamientos, no noté que él había dejado de hablar y me miraba, sonriendo al notar donde estaban fijos mis ojos.
“¿Qué pasa, Betito, te gusta?” me dijo. “Parece que te la estás comiendo con los ojos, jajajaj”
Sentí que mi cara ardía de vergüenza, sin poder responderle, y siguió “No te pongas colorado, es normal que la mires”. “¿Por qué es normal…?” quise saber. Él amplió lo que había dicho. “Por que sabés que en unos minutos vamos a estar cogiendo. Aunque no quieras, pensás en que la vas a tener adentro, Beto. A todos les pasa lo mismo”. “Ahhh, supongo que sí…” Me intrigó saber cuantos serían esos “todos” que mencionaba, pero no me animé a preguntarle. “Es igualita a la de tu hermano”, agregué. Rió por lo bajo y dijo “Sí, ¿viste? Pero ya vas a ver que yo la uso muchooo mejorrr, jejejejjj”. Volví a sonrojarme cuando entendí el significado de su frase para mí.
Apoyó una de sus manos en la parte superior de la pila de colchonetas y me preguntó “¿Descansaste un poco ya…?, ¿comenzamos?” No necesité que me aclarara que era lo que íbamos a comenzar, así que respondí “Sí, dale…, cuando vos quieras”.
“¡Ahora es cuando!” dijo, sonriéndome mientras se ponía de pie. Su pija se balanceó de uno a otro costado con sus movimientos. Pensando en lo que había hecho con su hermano, esta vez me puse a mirar apreciativamente sus nalgas, redondas y firmes, mientras él se dirigía hacia su “sector de trabajo”. Pensé si me atrevería a agarrárselas como había hecho con el otro…
De reojo, pude ver como se detenía entre mis piernas y observaba atentamente mis nalgas, tal como yo había hecho con las suyas momentos antes. Claro que él las miraba desde una posición y con unas intenciones completamente diferentes a las mías.
Era evidente que a ambos hermanos les gustaban cosas muy parecidas, porque también se entretuvo un rato jugando antes de ir al grano. Arrodillado entre mis piernas, comenzó a masajearme y mordisquearme los cantos con suavidad, lo que me provocó una sensación placentera. Me hizo cosquillas en el interior de las piernas, separó mis nalgas y observo mi agujero un largo momento, luego de lo cual comenzó a subir sobre mi cuerpo, besando mi espalda mientras lo hacía. Cuando nuestras cabezas comenzaron a estar a al misma altura, y su pija rozaba ya contra mis piernas, me dijo “Sos muy lindo, Beto. Espero que te guste cuando te coja”. Sin entender porque, sentí un estremecimiento leve en todo mi cuerpo y calor en las mejillas. Siguió frotando su pija un poco más contra mis piernas y nalgas, luego dijo “Supongo que no querés que te sujeten, ¿no es así?”. “No, ¿para qué…?” le contesté. “Me imaginaba por como los vi antes. Pero por las dudas preguntaba…”, me dijo despacito.
Se levantó de encima mío para ubicarse arrodillado a mis espaldas, separando más mis piernas y preguntó “¿Cómo querés que hagamos…?” Me causo gracia que hiciera la misma pregunta que el anterior, y sonriendo para mis adentros le contesté “Quiero probar al revés que con tu hermano”. Un poco desorientado, pidió ayuda “¿Cómo al revés…? No se como hicieron… ¿qué querés decir…?”. ¡Bien! ¡Había ganado un triunfo desorientando al gemelo! No era mucho, pero dado que esa tarde todas eran pérdidas para mi, esa pequeña victoria me llenó de satisfacción.
“Con tu hermano yo me abrí el culo, y el apuntó la pija. Ahora hagamos al revés, vos separame las nalgas y yo pongo tu pija contra el agujero”, le expliqué. “¡Ah, buenísimo!, no entendí a la primera, dale, dale”, me contestó riéndose. Mi efímero triunfo ya se disipaba en el aire y se lo llevaba el viento: al final, después de su brevísimo momento de confusión, quien iba a ser cogido por atrás seguía siendo yo…
Volvió nuevamente su atención a mi trasero, frotando su pija a lo largo de mi zanja, separando mis cantos un poquito más en cada pasada. Sentí sus manos sobre mis nalgas, las sujetó y comenzó a separarlas. “Escupime bien el agujero, por favor…”, le pedí. “Sí, antes de metértela lo escupo…” me respondió. “Igual lo tenés mojado de los otros…” agregó. Apoyó un dedo, lo empujó un poco hacia adentro, logrando que me estremeciera, y siguió “…está flojito; te va a entrar fácil, no te preocupes”. Extrañamente, ya no sentía vergüenza de que los muchachos inspeccionaran mi culo.
Por un par de minutos más continuó jugando allí, frotaba su pija y huevos contra mi, me masajeaba y acariciaba las nalgas, pasaba sus manos por mi espaldas. Entonces detuvo estos juegos y pasó a lo concreto. Lo sentí avanzar sobre sus rodillas acercándose hasta pegarse casi a mi cuerpo, abrió bien mis cantos y escupió en el orificio abundantemente. Sentía deslizarse su saliva entre mis nalgas, cuando él dijo “Bueno, agarrala y ponela en el agujero que te la meto”. Me moví un poco sobre la pila de colchonetas, preparándome inconscientemente para recibirlo, y llevé mis manos hacia atrás buscando sujetarla. Lo escuché reírse bajito cuando mis dedos buscaron por el espacio entre nosotros sin encontrar su pija. Me agarró por la muñeca y llevó mi mano hacia el objetivo, siempre riéndose, hasta que la toqué y pude agarrarla. Sentí su calor al contacto, y como se endurecía e hinchaba al apretarla yo levemente. Comencé a investigarla con mis dedos, recorriendola y palpándola, sujeté uno de sus huevos entre mis dedos.
“Es la primera vez que le agarrás la pija a otro varón”, afirmó el gemelo. La certeza con que lo dijo me hizo poner colorado y no pude evitar preguntarle avergonzado “¿Cómo te diste cuenta?”.
“Se te nota mucho la curiosidad, Beto” aclaró. “¿Querés tocarla bien y verla de cerca?” me ofreció. No logré disimular mi excitación al decirle “¡¿Puedo…?! ¡¿Me dejás…!? ¡¿No te molesta…!?”, mientras giraba hacia él…
Si alguno de mis compañeros de primaria me hubiera sugerido esa misma mañana tocarle el bulto, aunque solo fuera por encima de sus pantalones, estoy seguro que le hubiera largado un sopapo sin más trámite. Y ahora, apenas unas horas más tarde, estaba ansioso por mirar y tocar la pija de un muchacho que sabía me iba a garchar en pocos momentos más…
(Continuará)
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!