La vida (12)
La creación del Dr. Frankestein era un monstruo, pero sus partes antes fueron humanas y en su forma seguía la estructura que esas partes requerían. Así son los relatos; no mera ficción, sino retazos de realidades escondidas tras el cambio de nombres, lugares y momentos; un collage que las disimula…
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Este relato es solo una parte de una historia mayor. Si no ha leído las partes anteriores a esta, y le interesa mantener la secuencia cronológica y la integridad de la historia, puede buscar la primera parte (https://sexosintabues30.com/relatos-eroticos/gays/la-vida-1/) en mi perfil, y comenzar desde allí. Consta de 27 partes, de diferente extensión.
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(12da. parte)
“¿Que si me molesta?; ¿a mí?” se rio al decirlo. “Ayyy Betito, que boludito que sos, mirá si me va a molestar… con razón Joaco te defiende tanto”. La última parte me confundió, “¿Joaco me defiende…? ¡Si casi me mata cuando me rompió el culo hace un rato…!”, dije. Pareció molesto del rumbo que tomaba la charla porque, haciéndome una seña para que no levantara la voz, dijo “Podría haber sido mucho peor para vos”. Miró de reojo hacia el grupo, como tratando de ver si alguien estaba interesado en nosotros, pero tomaban mate atentos a lo suyo, en apariencia. “No te puedo explicar ahora. Joaco a vos te defiende”, cerró. “Bueno, ¿la querés ver o vas a seguir hablando?” se impacientó. Todavía confundido, pero sin ganas de hacerlo enojar, volví mi atención nuevamente a su pija. Me fascinó ver como se hinchaba y ponía más rígida al contacto con mis manos, sin entender como lograba crecer tanto. Corrí el cuero de arriba hacia abajo y viceversa, varias veces, maravillado al ver esa cabeza morada aparecer y desaparecer bajo del mismo. Le palpé los huevos de a uno, y ambos a la vez, traté de calcular su peso. Mis manipulaciones le arrancaba suspiros al gemelo, hasta que me interrumpió diciéndome “Bueno, ya la viste suficiente, ¿no?, es hora de coger, ¿no te parece?”. Sin saber el porque, volví a ponerme colorado, pero cumplí con la orden que con esa observación me estaba dando, y retomé mi posición anterior, boca abajo sobre la pila de colchonetas, ofreciéndole mi cola, con mis brazos hacia atrás y ambas palmas hacia arriba, esperando el momento de apuntar su pija. Tomándome de mis caderas, me tiró un poquito hacia atrás y dejó mis rodillas un poco más adelante que mis nalgas, sobresaliendo estas más a su gusto.
“Levantá un poco más el culo”. lo escuché ordenarme. Arquee mi espalda, tratando de obedecerle, y él separó mis cantos poniendo sus dedos pulgares a ambos lados de mi agujero y tirando hacia afuera. Dolió un poquito, pero pensé que parecía saber lo que hacía, porque sentí un poco de frió en mi culo al darle el aire, muestra de lo bien que lo había expuesto.
Estuvo un largo momento observándome, creo, porque no parecía hacer nada allí detrás mio. Probablemente, así como yo sentía curiosidad por lo que iba a meterme, también él la sentía por el lugar por donde iba a penetrarme. Supongo.
Volví a sentir caer abundante saliva en mi zanja, luego de lo cual lo escuché decirme “Acomodala en el culo”. Llevé ambas manos hacia sus caderas y, esta vez, tuve más puntería para encontrarla. La sujeté bien y enfilé hacia mi, mientras el acercaba su cuerpo hasta que la punta rozó mi piel algo más arriba del agujero. Mientras la bajaba para ponerla en posición, la cabeza rozó suavemente mi piel, arrastrando también la saliva que el gemelo había regado por mi zanja. La sentí sobre el blanco y procuré centrarla bien sobre el mismo, moviéndola hacia uno y otro costado mientras él comenzaba a ejercer presión hacía adentro muy lentamente. Sentí caer más saliva sobre el final de mi espalda y traté de distribuirla moviendo en pequeños círculos su pija, que sentía comenzaba amoldarse bien a mi entrada. El gemelo me dejaba hacer sin decir palabra, solo el levísimo aumento de la fuerza que ejercía entre mis cantos me indicaba que estaba muy atento a como avanzábamos.
Levanté mis nalgas, buscando una buena posición y mejor contacto, y las menee despacio empujando mi orificio contra la cabeza. Sentía su pija hincharse y pulsar en mi mano cuando yo hacia estos movimientos, y que el empuje adquiría más fuerza. De cuando en cuando caía algo más de saliva, cosa que yo agradecía porque mostraba que él estaba atento a mi comodidad también.
Poco a poco, mi culo y su pija se amoldaron bien; ya no se resbalaba hacia afuera pese a la cantidad de saliva que (me parecía) había alrededor. Con un tono de voz que delataba la excitación que sentía, el gemelo me preguntó “¿Estás listo? Creo que ya está bien…”. Preparándome para lo que seguía, respondí “Sí, dale si querés…”.
“Bueno, ahí va. Tenela derechita y firme” me instruyó. Pellizcando una de mis nalgas, siguió “Aflojate, así no te duele”. “Sí. Tratá de metérmela despacito si podés…” pedí. “No tengas miedo. Sostenela bien…” me tranquilizo mientras yo sentía como aumentaba el empuje sobre mi culo. Encontró muy poca resistencia a su intento de penetrarme antes de conseguirlo. Después de apoyarse muy bien sobre mi agujero, empujó más fuerte un par de veces y, a la tercera, sentí una puntada que me indicó que había conseguido entrar.
“Ya entró la cabecita…” me avisó, “¿Te dolió…?”. “Sí, la siento adentro y no, no me dolió casi nada”, acepté. “Bueno, me alegro,…”, dijo y continuo “… soltame la pija nomas… y no te vayas a mover, así no se te sale”. Retirando mis manos y llevándolas hacia la parte de la pila de colchonetas donde apoyaba mi cabeza, respondí “No me muevo hasta que vos me avises, quedate tranquilo…”.
“Bárbaro. Así me gusta” comentó mientras me amasaba las nalgas un poco. Retornó a separarlas bien nuevamente, ya sin necesidad de usar sus pulgares después de haber vencido mi agujero, y fue introduciéndome el resto de su pija lentamente mientras se recostaba sobre mi. Ya tendido encima mío, dio algunos empujones, como para evitar desperdiciar algún último centímetro que pudiera quedar fuera de mis entrañas. Logrado su objetivo, lo sentí relajarse sobre mi y preguntarme, hablándome al oído “¿Y, quién de los dos te la metió mejor? ¿mi hermano o yo?”. Eso me desorientó, y me quedé pensando unos momentos. “No se…” dudé “… ninguno de los dos me hizo doler mucho, entró medio fácil…” continué “… pero vos te diste cuenta que yo tenía ganas de ver tu pija”, acepté. “¿Viste? Yo soy más vivo que él…” se ufanó, “… y cojo mejor, ya vas a ver”. Extrañamente, para ese momento tenía curiosidad por comprobar si también cogería como el otro.
Volví a acomodar mis piernas para el coito, abriéndolas y ubicándolas a los lados de las colchonetas, para poder avanzar las rodillas y exponer bien mi cola, la cual levanté hasta sentir juntarse nuestras pieles y me tomé de la manta que cubría nuestro lecho. Al ver y sentir mis movimientos, el gemelo rio despacito y me dijo al oído “Me parece que ya tenés muchas ganas de probar si es cierto lo que digo. Bueno, date el gusto…” y comenzó a retirar y volver a introducirme su pija mientras terminaba la frase.
Realmente tenían un parecido tremendo, hasta para bombear mi culo. Para mi beneficio, su ritmo era calmo como el del hermano, nada parecido a las brutales embestidas de Javi. Y después de haber sido cogido ya tres veces, dos de ellas por pijas más grandes y largas, sus movimientos durante el acto sexual no me incomodaban demasiado. Yo estaba bien sujeto entre la manta y su cuerpo, y nuestra completa desnudez aseguraba que cada uno de sus movimientos sobre y dentro de mí me provocara sensaciones múltiples. Que todavía no podía clasificar. Pero que tampoco me producían un rechazo inmediato y tajante. La cercanía de nuestros rostros, que permitía que nos miráramos a los ojos y nuestras respiraciones se mezclaran, las palabras que él me decía de cuando en cuando al oído, sus manos sujetando mis hombros cuando avanzaba dentro de mi cuerpo, todo creaba un ambiente que no podía descifrar aun pero me había atrapado. Supongo que la experiencia previa y el parecido con su hermano ayudaban, porque casi me parecía que podía anticipar algunos de sus movimientos y gestos antes que los hiciera. Así, sin siquiera darme cuenta de lo que hacía, comencé nuevamente a tratar de participar más activamente en la cogida, de forma similar como había hecho con el hermano. Cuando notó lo que yo hacía, sonrió apenas y siguió disfrutando de mi por unos momentos más de la misma manera. Luego me ofreció, con la mirada y el cambio en su ritmo, la posibilidad de sincronizar nuestros cuerpos buscando mayor satisfacción para ambos. No lo comprendí inicialmente, cuando retiro toda su pija hasta que casi sentí que se me salía del culo, para luego volver a meterla de un solo golpe, creí que hacía lo mismo que su hermano y me preparé para eso. Luego, cuando noté que al completar la primer penetración se me quedaba mirado un instante antes de iniciar la segunda, y luego de esta nuevamente, creo que entendí el mensaje mudo. Cuando inició una nueva embestida, no traté de solo soportar el embate sino que procuré ir al encuentro de este. No me salió muy bien, me dolió algo y el espacio que pude mover mis nalgas fue bastante escaso, creo que no más de un centímetro. Pero el gemelo percibió mi intento, y me sonrió con gesto alegre, impulsándome a seguir. Luego de dos o tres bombeadas más en las cuales mis intentos seguían siendo frustrantes, algo me hizo ampliar mis movimientos, alejando mis nalgas de sus caderas cuando el retiraba la pija de dentro mío. Casi consigo que la cabeza abandonara completa mi culo, pero nos detuvimos a tiempo ambos. Después de un segundo de pausa, sentí como avanzaba hacia mi interior y retrocedí con mi culo a su encuentro, con toda la fuerza que me fue posible. La fricción y el golpe me arrancaron un quejido, pero su mirada y la sonrisa complacida compensaron.
Sentí que sus manos trataban de sujetarme más firmemente aun, y traté de tomarme de ellas con las mías, con lo que él me tomó firmemente de las muñecas mientras me trababa debajo suyo muy bien. A medida que los íbamos practicando, nuestro movimientos se coordinaban cada vez mejor, ambos deteníamos nuestras caderas en el momento preciso para evitar separarnos, yo estaba logrando iniciar mi movimiento hacia él casi en el mismo instante en que retornaba a mi interior, cada vez la pausa era menor entre cada penetración, notaba como el gemelo se concentraba cada vez más en el acto y se desconectaba de mi, confiando en mi colaboración. Si aflojaba mi culo cuando la pija entraba, era algo más aliviado para mi. Pero me di cuenta que, además de tener que concentrarme en eso para hacerlo, a él parecía gustarle más si no lo relajaba, por lo que comencé a fruncirlo en cuanto él se retiraba de mi para que lo encontrara ajustado al volver.
El bombeo continuo subiendo de intensidad, hasta que en un momento erramos en la coordinación de nuestros movimientos. “Se salió…”, dije suspirando cuando la sensación de vacío me invadió. “Sí…”, musitó entre dientes el gemelo, mientras trataba de ubicarla nuevamente. Sentí su pija empujando al azar, mientras él buscaba nerviosamente la entrada. Después que lo intentó en vano algunas veces, intervine “Espera que yo la apunto”. “Bueno, apurate” me contestó en un rezongo. Encontré su pija entre nuestros cuerpos y la dirigí diciéndole “Empujá”. Lo hizo de inmediato y con todas su fuerzas, lo que me arrancó un quejido al sentir como la punta no se centraba bien en mi agujero, pero pujaba para abrirlo igualmente. Un “Aiiiaaaa” ahogado salió de mi boca, pero él ya había llegado a un punto en el cual las gentilezas quedaban a un lado. Reinició sus movimientos con ímpetu, pero me costaba colaborar, me había dejado doliendo. Recordando como le agradaba a su hermano, usé mis manos para acariciar su cuerpo. Aunque me sonrió entre dientes al contacto, siguió concentrado en el bombeo.
Me limité a mantener mi cuerpo enfilado con el suyo, mientras continuaba acariciándolo, porque quería evitar que nuevamente tuviera que metérmela y me volviera a doler. Para suerte mía el dolor desapareció con algo de rapidez, y volvió esa sensación de vacío y llenado que me producía el bombeo y no me desagradaba del todo. Mi atención estaba centrada en absorber y procesar esta y otras sensaciones, cuando él alcanzó el orgasmo.
A falta de cualquier experiencia personal, el momento en que los muchachos acababan dentro mío me resultaba algo especial, sobre todo a partir de los gemelos, con quienes comencé a prestar más atención al acto sexual completo y no solo al dolor que me producían. En eso últimos momentos de frenesí, me parecían decididos a destrozarme, siendo que antes hasta me habían tratado con amabilidad. Y esa manera de apretujarme, como si quisieran metérmela hasta el estomago, sacarla por mi boca si les fuera posible, solo para unos momentos después dejarse caer agotados sobre mi, mientras me parecía sentir que la pija intentaba unos últimos movimientos en mi interior.
Él también permaneció exhausto, aun dentro mio, luego de haber acabado. Me miraba calmadamente, como buscando en mi los efectos de la tarea que acababa de terminar. “¿Estás bien?”, inquirió. “Sí, ¿y vos?” fue mi respuesta. Me sonrió y dijo “Requeterrecontrabiennn. Recansado después de semejante polvo. ¿A vos te gustó?”. “Uhhh, yo también estoy cansado, creo que estuvo bien… pero me hiciste doler al volver a meterla cuando se salió…” le recriminé un poco. “¡Puta madre, perdoná! ¡De la calentura no podía encontrar otra vez el agujero! ¡Estaba desesperado por acabar!” se disculpó. “No es nada, ya pasó” lo tranquilicé, mientras me daba un par de besos en mis mejillas.
(Continuará)
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