La vida… (13)
La creación del Dr. Frankestein era un monstruo, pero sus partes antes fueron humanas y en su forma seguía la estructura que esas partes requerían. Así son los relatos; no mera ficción, sino retazos de realidades escondidas tras el cambio de nombres, lugares y momentos; un collage que las disimula…
*
*
***************************************
Este relato es solo una parte de una historia mayor. Si no ha leído las partes anteriores a esta, y le interesa mantener la secuencia cronológica y la integridad de la historia, puede buscar la primera parte (https://sexosintabues30.com/relatos-eroticos/gays/la-vida-1/) en mi perfil, y comenzar desde allí. Consta de 27 partes, de diferente extensión.
***************************************
*
*
(13ra. parte)
Se levantó de encima mío, sentí un leve tirón cuando su pija, ya fláccida, produjo efecto de ventosa al salir de mi agujero. Abrió un poco mis nalgas y dio una mirada al culo que acababa de coger. Luego se detuvo al lado mio, que continuaba echado boca abajo y me miró. Pude apreciar su pija, pequeña ya, montóncito de cuero entre el matorral rubio. “¿No te levantás un poco, te cansaste mucho?”, pareció interesarse por mí. “No es eso, me faltan dos todavía, así que descanso acostado” le respondí sonriendole. “Ahh, bueno, me hiciste preocupar un poco. Me alegro que estés bien”, cerró sonriéndome ampliamente a su vez, para iniciar el camino hacia los demás a continuación.
Esta vez no había discusión por el siguiente turno, por edad le correspondía a Juanjo sin duda alguna. Me pareció que debía haberse estado preparando para avanzar desde que notó que el último gemelo había acabado, pero respetó escrupulosamente el derecho del otro a estar tranquilo conmigo hasta el último minuto, pues solo cuando este se desprendió de mi lado inició su propio avance en mi dirección.
Me intrigó ver que un paso atrás lo seguía Joaco.
Sus catorce años y todo lo que estaba sucediendo ante sus ojos en la tarde lo hacían estar evidentemente muy excitado. Cuando alcanzó mi lugar, venía con su pija morada de tan parada que la traía. Aunque no tenía la misma calma que los gemelos para alternar conmigo antes de cogerme, fue capaz de mostrar que no me consideraba solo un culo charlando un poco. “¿Cómo estás Beto? ¿Muy cansado?”. “Un poco, Juanjo” respondí.
Joaco me dirigió un “¿Estás bien?”, que respondí con un simple “Sí”. No quería darle el gusto de verme aflojar. También me intrigaba saber porque acompañaba al otro. Pero no dijo nada más en ese momento. Tampoco pregunté.
Juanjo se dirigió al extremo de las colchonetas por donde sobresalía mi cuerpo y me observó unos momentos, separando él también mis nalgas un poco. Luego volvió hasta la altura de mi cabeza y, mirándome, se interesó “¿Te duele el culo? Ya son cuatro polvos…”. “Me molesta un poco, apenas. Sí, ya son cuatro cogidas… y con vos van a ser cinco, ¿no?” le respondí sonriéndole. No quería darle el gusto de quejarme y traté de pasarle por la cara que me preguntaba por mi culo, pero pensaba penetrarme sin lástima a través del mismo. Creo que él no captó mi intención.
“Sííí, van a ser cinco polvos, siguió, y te va a faltar todavía el sexto…” se rió por lo bajo mirando en dirección a Pedro. “Pero esa es la más fácil…” volvió a reír como antes, “…es la más chiquita. ¿Se la miraste?”. Un poco incómodo, dije “Sí, hoy más temprano. No es tan chiquita, a mi me regana”, confesé sin ninguna necesidad de hacerlo.
“Ya te va a crecer, no te preocupes” me consoló. “Pero Pedro va a tener que esperar un rato largo, ya le avisé que tome mate tranquilo nomas”. Desconcertado, trate de averiguar “¿Porque va a tener que esperar…?”. Riéndose, me informó “Es que anoche me hice varias pajas. Cinco o seis, no se, perdí la cuenta. Después de varias pajas me cuesta un rato largo acabar…”.
Tragué saliva, pensando en que yo iba a tener que aguantar su pija ese “rato largo” y solo pude decir “Ahhh…”. Entonces intervino Joaco “Por eso vine yo, Betito. Para ayudar a que no se haga aburrido de tan largo”. Otra vez solo me salió un “Ahhh….”, porque no me imaginaba como podía ayudar él a que Juanjo terminara antes.
“Bueno, ¿empezamos ahora, querés?” me preguntó Juanjo. “Dale, yo estoy preparado” confirmé. “Ok, acá voy…” completó él encaminándose nuevamente hacia el extremo de la pila de colchonetas. Lo siguió Joaco. Por el rabillo del ojo lo vi ubicarse en medio de mis piernas, observando atentamente mis nalgas y sobandomelas un poco. Supongo que tenía una mano sobre su pija, por el angulo que seguía su brazo, pero no podía verla. “¿Me ayudas abriéndole el culo…?, así se la puedo meter más fácil…” le pidió a Joaco. “No…” respondió este “…cojan como si yo no estuviera. Yo solo ayudo más tarde” lo cortó. “Bueno…” concedió Juanjo.
Cada vez más desorientado acerca de las intenciones de Joaco, escuché que Juanjo me pedía ayuda.
“¿Me podés ayudar hasta que entre, Beto?”. Moví un poco la cabeza para poder ver su cara y le dije “Sí, ¿que querés que haga…?”. Pensó un instante y con cara de confusión dijo “No se, podés ayudarme a metertela…?”. Casi con ganas de reírme por su pedido, le dije “Sí. ¿Me abro yo el culo y vos apuntás la pija, o vos me abrís y yo la acomodo?”. Nueva duda. “No se… ¿que preferís vos?”. Sonaba desorientado. “La más fácil…” le dije “…vos separame las nalgas y yo apunto tu pija hasta que entre la cabeza, ¿te parece?. Pero escupime bien el agujero antes de meterla, por favor”. Aliviado del peso de decidir, respondió sonriendo nuevamente “De diez, hacemos así. Te voy a escupir bastante, no te asustes que no te voy a hacer doler”. En realidad, creo que la curiosidad me hizo aprovechar la ocasión de tocar otra pija con mis manos. Pero jamás se lo hubiera pedido a él.
De reojo pude ver que, siempre de rodillas entre mis piernas, volvía a acomodarse, esta vez más cerca mio. Mientras yo llevaba mis manos hacia atrás, preparándome para tomar su pija en ellas, sentí que él abría mis nalgas, apuntaba y escupía varias veces. Con sus dedos desparramó la saliva, volvió a escupir y creo que se aseguró que todo mi culo y sus alrededores estuvieran bastante mojados. El contacto de los dedos me hacía sentir una corriente eléctrica que partía de mi agujero.
Entonces volvió a abrir bien mis cantos y me dijo “Dale, acomodala”. Busqué en el espacio entre nosotros hasta tocársela con la punta de mis dedos y luego la agarré con ambas manos. No pude resistirla tentación de explorarla un poco con mis manos y al sentirlo, inclinó un poco la cabeza para ver mejor mi cara y dijo riéndose muy bajo “¿Te gusta?”. Ya descubierto, sonreí un poco diciendo “¡Está bien dura!”, también en voz baja. “¿Viste? Tengo una calentura que no te podés imaginar” agregó. Acercándose apenas e inclinándose hacia mi, musitó “Tocala más, si querés…”. Se acercó un poco más, y calculé que su cuerpo tapaba para Joaco, que se había apartado un poco, lo que mis manos hacían, por lo que aproveché la oportunidad “Bueno, pero un poquito nomas…” Comencé a explorar, ya sin disimulo, su pija y sus huevos. Aunque no podía verlos, me fascinaba sentir como respondían a mis movimientos. La curva que tenía me llevó a tratar de enderezarsela, aunque no pudiera verla. La piel de su pija, abundante, se sentía muy suave al tacto, sus testículos, rodeados de algo de vello, parecían subir y bajar dentro de su bolsa cuando yo la rodee con mis dedos. También sentía como él suspiraba y jadeaba con mis manipulaciones en sus genitales. Suponiendo que nuestra aparente inactividad iba a llamar la atención, le dije despacito “Bueno, sigamos…”.
“¿Ya…?” dijo suspirando fuerte, “…sí, tenés razón, sigamos” aceptó.
(Continuará)
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!