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Gays

La vida… (23)

La creación del Dr. Frankestein era un monstruo, pero sus partes antes fueron humanas y en su forma seguía la estructura que esas partes requerían. Así son los relatos; no mera ficción, sino retazos de realidades escondidas tras el cambio de nombres, lugares y momentos; un collage que las disimula…
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Este relato es solo una parte de una historia mayor. Si no ha leído las partes anteriores a esta, y le interesa mantener la secuencia cronológica y la integridad de la historia, puede buscar la primera parte (https://sexosintabues30.com/relatos-eroticos/gays/la-vida-1/) en mi perfil, y comenzar desde allí. Consta de 27 partes, de diferente extensión.

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(23ra. parte)

El gemelo (¿Daniel/Miguel; Miguel/Daniel? ¡Que se yo, uno de ellos era, al final de cuentas!) se tomó su tiempo. Después de todo, si podían hacérsela tocar un rato y prolongar su tiempo de goce conmigo, ¿por qué motivo se iban a perder la oportunidad? Todavía había varias horas de oscuridad por delante. Mientras manipulaba la pija del gemelo, acariciándosela suavemente de arriba a abajo, tratando de vislumbrar sus gestos y escuchando su respiración para comprobar el efecto de mis manos sobre él, sentía que Joaco se había arrimado un poco a mis espaldas y me acariciaba lentamente, a su vez. Creo que era su manera de no permitir que yo y los demás olvidáramos quien había sido el primero en tenerme. Y de cierta forma, me parecía que los demás habían esperados su permiso para tomarme.

Comenzaba a no poder negarme a mi mismo que me gustaba tocar pijas de otros. Y, de las pocas que conocía, las de los gemelos parecían ser las más atrayentes para mí. Tal vez no eran solo sus miembros, sino la manera de ser de los dos lo que les daba mayor atractivo. Parecían ser los más considerados conmigo del grupo, ya aquel terrible primer día se habían tomado tiempo para preocuparse por mi bienestar y hablar un rato conmigo, además de cogerme. Sí, por supuesto, Joaco también me dedicaba mucha de su atención cuando estábamos juntos, pero el era… diferente. Con él sentía que debía someterme, con los gemelos la relación me parecía más pareja, más abierta a que yo participara libremente y de buen grado en mi rol: ellos me cogían y yo era el cogido.

Luego de sentir por un rato las caricias de mis manos sobre sus genitales, el gemelo silenciosamente me hizo girar sobre mi mismo hasta darle la espalda, comenzando entonces a ser el quien me prodigaba caricias por todo mi cuerpo mientras frotaba su pija sobre mis nalgas; era bastante evidente que le gustaba tratar que yo estuviera ansioso por ser penetrado cuando él comenzara a hacerlo. Y lo conseguía con bastante éxito.

Luego de unos minutos, sentí que con uno de sus brazos me acercaba contra él en un fuerte abrazo, mientras con el otro movía su miembro buscando mi entrada. No había necesitado pedirle nada, pues mientras me acariciaba había también pasado sus dedos ensalivados por entre mis nalgas, introduciendo su saliva un poco al menos. La primera vez que pudo ubicar bien su pija sobre mi culo, la movió algo y empujó algunas veces, para enseguida retirarla frotándola a lo largo de mi zanja. Con esto me desconcertó inicialmente, pero cuando lo hizo por segunda y tercera vez ya no pensé que se había equivocado, sino que me convencí que me la iba a hacer desear antes de consentir el permitirme sentirla adentro. Mis clases aceleradas de sexo entre varones seguían tocando temas nuevos y profundizando otros ya vistos (y sentidos), así que me propuse aplicarme en este como para aprobar su examen con un “Muy Bien 10 Felicitado”, si podía. Cuando el intentó nuevamente poner la cabeza sobre mi agujero, moví mis caderas de arriba a abajo, frotando la pija con mis nalgas pero retaceandole el contacto con la entrada. La primera vez volvió a intentarlo sin inmutarse, pero a la segunda que lo esquivé sentí que me miraba, comprendiendo que yo también lo estaba desafiando en el juego. “¿Querés hacerme desear, Betito…?” se rio muy despacito, “…me gusta eso”. Durante algunos minutos nos esquivamos mutuamente; si él encontraba mi agujero yo le escapaba al empujón, y si yo ubicaba mi culo sobre su pija el la alejaba riéndose.

Pero finalmente me venció. En un momento fue subiendo su pija bien ajustada a lo largo de mi zanja, y cuando presintió que estaba por enfrentar mi culo me tomó por sorpresa por la bolas. Mi reacción instintiva fue empujar mis caderas hacia atrás y me afirmé solo en la cabeza, mientras él me inmovilizaba impidiéndome retroceder sin luchar. “¿Y ahora, Betito?” rio, “¿qué hacemos…?”

Yo me reí también, diciéndole “Ahora metémela, que ya conseguiste hacérmela desear…”. Entonces agregó, liberando mis bolitas “¿Sí, Betito? Bueno, afirmate que ahí va toda…”.

Cuando dijo esto, busque enfilar mis caderas con las suyas para lograr que empujara derecho y bien hacia adentro, y traté de aflojarme lo más posible mientras la sentía deslizarse en mis entrañas. Y, sí, fue toda nomas.

Era una sensación extraña pero placentera a estas alturas la que sentía, allí recostado entre las mantas, penetrado por un muchacho mayor que me transmitía su calor al abrazarme fuertemente. Casi podía olvidarme de la presencia de los otros, excepto de Joaco que estaba frente a mi. Pero él era un espectador silencioso la mayor parte del tiempo, que se limitaba a sonreírme o tocarme muy suavemente con los dedos, mayormente en mi nariz. Esto cambió un poco cuando estaba con el último de los gemelos. Luego que este me penetrara, Joaco acercó sus dedos a mi nariz juguetonamente, como había hecho ya varias veces. Pero esta vez no reaccioné simplemente sonriéndole ante el cosquilleó que me producía, sino que tomé su mano y llevé sus dedo a mi boca, comenzando a chupárselos suavemente. Primero pareció haber sido tomado por sorpresa por mi atrevimiento, pero casi de inmediato volvió a sonreírme y comenzó a explorar mi boca muy despacio. Cuando se convenció que yo no iba a soltar sus dedos enseguida, sino que estaba chupándoselos uno a uno muy suavemente, llevó su otra mano amis genitales y comenzó a masturbarme lentamente, consiguiendo que mi pitito se parara al cabo de pocas caricias. Tal como había ocurrido cuando estábamos con Juanjo en el bulín, la intervención de Joaco y su mano llevó el coito a otro nivel de intensidad. Levanté mi pierna, permitiéndole un mejor acceso a mi pijita, y al notarlo el gemelo me la hizo pasar por sobre las suyas y llevar la otra bien contra mi vientre, abriéndome mejor para sus propios fines. Quedé colocado de tal forma entre ambos, que la masturbación que me realizaba Joaco y la posición de mis piernas hacían que oprimiera muy bien la pija del gemelo con mi culo. Paralelamente, la presión de mi agujero sobre el miembro me transmitía con todo detalle cada uno de los avances y retrocesos de este dentro mio, formando un circulo virtuoso en que el placer provocado en un lugar de mi cuerpo aumentaba el recibido en otro y así sucesivamente. Me era imposible imaginarme donde había quedado el chiquitín inocente de séptimo grado que yo era por las mañanas.

Las sensaciones en mi pitito y en mi cola no me permitieron aguantar más. Apreté muy fuerte mis labios para no pedir por favor que pararan como lo había hecho en el bulín, cuando no sabía que me estaba ocurriendo. Pero esta vez aguanté. Me estremecí de gozo, casi que llegaba al dolor de tan intenso, mientras sentía como el gemelo acusaba los movimientos desesperado de mi culo al acabar. Sus jadeos y gemidos, más la intensidad que tomó su cogida, fueron el mejor indicador de que lo estaba pasando muy pero muy bien. Mi pijita tembló entre las manos de Joaco, que siguió masturbándome algún tiempo más, para delicia mía y de quien estaba cogiéndome.

Luego lo vi retirar su mano, pareció palpar entre sus dedos algo y, finalmente, los acercó a su nariz y los olió. Me intrigó en grande, pero entonces el gemelo comenzó la carrera final hacia su eyaculación y mi atención voló hacia la cogida que estaba recibiendo.

 

(Continuará)

24 Lecturas/12 septiembre, 2025/0 Comentarios/por ozkar55
Etiquetas: clases, culo, gays, mayor, pija, primera vez, sexo
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