La vida (24)
La creación del Dr. Frankestein era un monstruo, pero sus partes antes fueron humanas y en su forma seguía la estructura que esas partes requerían. Así son los relatos; no mera ficción, sino retazos de realidades escondidas tras el cambio de nombres, lugares y momentos; un collage que las disimula…
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Este relato es solo una parte de una historia mayor. Si no ha leído las partes anteriores a esta, y le interesa mantener la secuencia cronológica y la integridad de la historia, puede buscar la primera parte (https://sexosintabues30.com/relatos-eroticos/gays/la-vida-1/) en mi perfil, y comenzar desde allí. Consta de 27 partes, de diferente extensión.
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(24ta. parte)
Luego de Daniel, el último turno era para Miguel… ¿o habrá sido Daniel después de Miguel? Solo ellos lo saben. Pero en aquellos encuentros los gemelos tuvieron para conmigo algunas atenciones que los diferenciaban de Pedro y Juanjo (ni que hablar de Javi). Lograban que sintiera que, en alguna medida, estaba participando con ellos. El gemelo restante había quedado al borde del grupo y, en lugar de acercarse a mi, me pidió que fuera junto a él. “Acá vamos a estar más cómodos…” me dijo “…y ellos van a poder conversar tranquilos.”
Tratando de no pisar a nadie, pasé sobre los demás del grupo que se interponían entre nosotros y me ubiqué donde me indicaba, al costado de su cuerpo que daba contra la pared de la carpa.
Cuando estuve ya tendido allí no demostró tener gran apuro en ir al grano, sino que comenzó a acariciarme y conversar conmigo en voz muy baja, como procurando que nos abstrayeramos del resto. Ellos también pusieron su parte, porque los más cercanos nos dieron la espalda y conversaron entre si, como ajenos a nuestras actividades. Me gustaba el contacto suave de sus manos a lo largo y ancho de mi cuerpo, acaricié el suyo tratando de evitar sus partes íntimas para dejarle la iniciativa. En un momento se volvió hacia mi, con lo que pensé que se preparaba para penetrarme, pero no era esta su intención, sino que me condujo a ponerme también de lado y de frente a él. Pasó una mano sobre mi, comenzando a acariciar mis nalgas, así que decidí avanzar mis propios toques hasta su pija y huevos. Me abrazó pasando su otra mano por debajo mio, y pudo así recorrer toda mi espalda cómodamente, mientras nuestras caras estaban casi pegadas. Estar así, rodeado por los brazos fuertes de un muchacho mayor, que manejaba bastante hábilmente los resortes de mi cuerpo, me hacia sentir bien, lo admito.
Luego de un rato de acariciarnos mutuamente me obligó suavemente a volver a la posición boca arriba y, en el mismo movimiento se acostó sobre mi. Sus piernas se colaron entre las mías, separándolas un poco, y nuestros genitales quedaron bien en contacto. Sentía su pija caliente y rígida mientras el movía sus caderas pausadamente, frotando mi pito y bolitas con ella, al mismo tiempo que me succionaba suavemente el cuello.
Lo estaba abrazando con todas mis fuerzas, mientras echaba mi cabeza hacia atrás ofreciéndole mi cuello en toda su extensión, cuando lo escuché murmurar junto a mi oído “Vamos a coger patitas al hombro”. Sin la menor idea de que significaba eso y, además, en ese momento solo deseando que siguiera con lo que me estaba haciendo, le contesté también muy despacio “Bueno, dale”.
Continuo un poco más con sus caricias, después sentí que comenzaba a apartar las mantas que nos cubrían. Sin saber que debía hacer, quedé a la expectativa. Se quitó de encima mío, quedando arrodillado entre mis piernas, también él como esperando algo; creo que entonces se dio cuenta que yo no sabía como seguir, así que se acercó a mi cabeza para decirme muy quedo “Levantá bien las rodillas, Betito”. y volver luego a acuclillarse. Obedecí, aun sin entender; cuando puse mis rodillas en alto, él las tomó por debajo y me fue haciendo levantarlas hasta que mis piernas casi se apoyaron en mi estomago. Entonces, cuando se arrimó a mi, comprendí un poco al sentir su miembro rozando sobre mis nalgas, bien separadas por la posición en que me había colocado.
En la semioscuridad de la carpa tomó una de mis manos y la pasó sobre la pierna de ese lado, hasta que yo mismo la sujeté firmemente contra mi cuerpo con el codo. Luego que hizo lo mismo con la otra, haciéndome tomar mis manos por sobre ellas, sentí claramente como había dejado mi culo bien expuesto e indefenso para su ataque. Entreví como se agachaba sobre mi, acercando su cara a mi bajo vientre para luego dejar caer abundante saliva en el espacio sobre el agujero, volviendo a levantarse y arrimándose a mí de inmediato. Con sus dedos la distribuyó alrededor y sobre este, procurando que se introdujera algo; “Ya estás bien preparado”, musitó, creo que al notar que mi culo reaccionaba mansamente al contacto con sus dedos. Claro, no era para menos, le habían dado cinco buenas cogidas antes de llegar a él.
Levantó su mano hasta su boca y, aunque no pude verlo casi, comprendí que estaba cargando sus dedos con saliva. Luego la bajó y distribuyó sobre la cabeza de su pija. Volvió a moverse, arrimándose más a mi, sentí el calor de su miembro buscando la entrada, sin poder hallarla. Luego de algunos intentos suyos en vano, le ofrecí en voz baja “¿Querés que la acomode?”. “Bueno, agarrámela, yo te tengo las piernas” contestó en el mismo tono, mientras me tomaba de los tobillos. Solté mis piernas, no me costó encontrar su pija y sujetarla con mis manos, guiándola hacia mi orificio. “Arrimate” le indique, cosa que hizo de inmediato, quedando a la espera del momento de introducírmela. Cuando creyó sentir que yo la tenía con firmeza, preguntó “¿Empujo?”; calmadamente le respondí “Dale, despacito”. No dijo nada, pero supe que me había escuchado al notar como se afirmaba y avanzaba sobre mi, mientras empujaba bien mis piernas contra mi cuerpo, obligándome a mantener mi agujero adelantado y enfilado con su miembro, que no necesito pujar más de un par de veces, a lo sumo tres, antes de vencer la resistencia y entrar en mí.
“Ya te calzó”, me informó innecesariamente. “Síí, la siento,…” le dije, “¿la suelto ya?” quise saber. “Sí, soltala tranquilo. Pero no te movás que se puede salir” me advirtió. Volví a llevar mis manos a mis piernas, para mantenerlas en posición si él las soltaba. Me causaba una extraña sensación el estar en esa posición, mirándonos frente a frente los dos, unidos por su pija. Pero no soltó mis piernas, sino que las tomó con mas fuerza como usándolas de punto de apoyo para inclinarse sobre mí e ir metiendo su carne dentro mío, centímetro a centímetro, hasta que sentí sus caderas contra mis nalgas y su cara cerca sobre la mía.
Me sorprendió, lo admito. Todo yo estaba esperando que comenzara a cogerme, cuando soltó mis piernas y en lugar de eso inició una serie de caricias y cosquillas por todo mi cuerpo. Las sensaciones que me producían sus manos me llevaban a contorsionarme tratando de contener la risa, y cada contorsión me recordaba que tenía una pija firmemente empotrada en mi. Pero no era algo molesto o doloroso, todo lo contrario; sentía muy bien y de una manera bastante placentera la presencia de ese trozo del gemelo dentro mío, cuando las cosquillas me producían contracciones involuntarias. Y creo que él disfrutaba tanto o más que yo de mis movimientos, por como pegaba sus caderas contra mi mientras jadeaba y su pija se tornaba más rígida (si es que esto era posible) en mi agujero. Lo peor fueron las cosquillas en las plantas de mis pies, que me hacían revolver desesperadamente luchando por no reírme a carcajadas. Me hubiera gustado preguntarle luego si le había cogido bien la pija con mi culo, como había dicho Juanjo en el bulín, pero no habría sabido cual de ellos dos era quien me había hecho cosquillas. Aun no comprendo como lograba desentenderme de la presencia de los otros cuatro muchachos.
Luego de unos minutos detuvo las cosquillas, inclinose sobre mi, y me dio un beso en la nariz. Yo estaba totalmente relajado y a su disposición, el juego previo me había predispuesto muy bien y quedé a la espera de ver como continuábamos. Entonces me tomó de las piernas, algo más arriba de mis rodillas, y me las separó forzándome a levantar mi cola a su gusto, con lo que entendí que el momento de las caricias había terminado ya. Me tomé de sus brazos con ambas manos, esperando los empujones que sabía vendrían. Y como vinieron; no eran brutales como los de Javi, pero si firmes y profundos, sus caderas me arrempujaban cada vez que la metía, solo el estar agarrado de su brazos me permitía mantenerme en posición y, aunque él dijera rato antes que “ya estaba bien preparado” sentía claramente en mi culo cada uno de los movimientos de su pija durante el bombeo. Y no puedo negar que, aunque me causaba alguna molestia la cogida, también había algo agradable en las sensaciones de vacío y plenitud que su miembro me causaba, incluso en el arrastre que producía en mi culo durante sus desplazamientos a través del mismo.
Mientras me cogía calmada pero firmemente, el gemelo fue recostándose sobre mí para, luego de un rato, quedar directamente acostado sobre mi cuerpo. Yo lo abrazaba, me gustaba su calor y el estar completamente cubierto por él. Sus manos se habían desplazado de mis piernas hasta mis nalgas y, tomándome firmemente de ellas, me había obligado a arquear mi cintura hasta que mi orificio quedó prácticamente en la vertical bajo su miembro, casi todo el largo de este entraba y salía de mis entrañas al ritmo que marcaban sus caderas. Si antes me hubieran dicho que estar un largo rato en esa posición podía no sentirse como algo incomodo, seguramente me hubiera reído. Sin embargo lo estuve, y no me preocupé por cuanto tiempo más lo estaría.
Perdí la noción del tiempo, mientras me abrazaba a su cuerpo adolescente con todas mis pocas fuerzas, mis brazos y piernas me sujetaban a él, colaborando insensatamente para que obtuviera placer descargando sus instintos de macho joven sobre mí. Nuestras caras se rozaban, la transpiración que nos empapaba producía extraños ruidos de succión cuando nuestras pieles se unían y separaban con los movimientos del sexo. Y sus ojos, sus ojos siempre fijos en los míos, a muy corta distancia, de los cuales no podía despegar mi propia mirada mientras desde entre mis nalgas me invadían las sensaciones que su pija producía en mí al coger mi culo ávidamente. En ningún momento pasó por mi cabeza la idea de cuanto tiempo llevaríamos así, o cuanto más faltaría. Solo era consciente de su cuerpo caliente, al que me abrazaba casi desesperadamente; de sus ojos, que parecían mirar muy dentro mío; de su respiración caliente y anhelante, que se fundía con la mía; de su vientre, que se movía afanosa y regularmente sobre el mío; de su carne, que horadaba la mía vorazmente, sin piedad alguna a estas alturas.
No noté como nos íbamos acercando al frenesí final; seguíamos acoplados como si fuésemos uno cuando alcanzó el orgasmo y su cuerpo se arqueó, procurando entrar más en mí, golpeando impetuosamente mis nalgas con sus caderas al lograr el clímax. Luego se relajó, y sentí como sus manos dejaban de sostener mis caderas en posición. Pero me mantuve abrazado a él, sintiendo como su cuerpo cálido descansaba sobre el mío, como iba perdiendo su dureza en mis entrañas; sentía mi orificio estremecerse, como extrañando al cesar el ¿castigo? que el gemelo le había estado propinando. Su cara descansaba a un costado de la mía, su respiración se normalizaba paulatinamente.
Continué todavía rodeándolo con mis brazos, pero estiré mis piernas hasta dejarlas a ambos costados suyos; al hacerlo sentí como su pija, blanda ya, abandonaba mi agujero dejándome una sensación de infinito vacío al hacerlo.
Así, sin darme siquiera cuenta y si haber alcanzado aun mis trece años, tuve mi primer acto sexual capaz de absorber por completo mi conciencia y separarme del resto del mundo.
Tanta era mi desconexión, que permanecí todavía unos minutos debajo de su cuerpo, mientras ambos nos relajábamos y recuperábamos. Solo entonces recordé a los demás, y volví mi cara hacia ellos. Los encontré semisentados, observándonos con atención, no veía con claridad sus rostros, pero traté de sonreírles.
“¿Cansado, Betito?” preguntó Joaco.
“¡Pucha que cogieron lindo!” exclamó Pedro.
“¡Más que lindo!” agregó Juanjo “¡Lo hizo pedir más pija todo el tiempo!”
“¡Pidió más porque se lo cogió él a mi hermano!” acotó, celoso, el otro gemelo, “¡mirá como lo dejó, ni puede bajarse!”
Al escuchar esto, el que estaba arriba mío se levantó sobre un codo y riéndose dijo “¡Quisieras vos coger como yo!”, y poniéndome de arbitro pidió mi dictamen, “¿No es cierto, Betito, que cogiste mejor conmigo?”
Más preocupado por no herir a ninguno que por vencer la poca vergüenza que me quedaba sobre el tema, traté de armar una respuesta “Me parece que con todos cogimos bien…” dije “…claro que con vos duramos bastante más, ¿no?; porque perdí la cuenta del tiempo que estuvimos…” le dije
“¡¿Viste?! ¡Si hasta lo hice olvidar del tiempo que pasaba!” festejó entre risas.
“¡Sí, se olvidó del tiempo porque se durmió…!” le retrucó el otro, logrando que los demás rieran también con su salida.
“¿Dormirse…? ¡Difícil! Si en ningún momento dejó de clavarme las uñas en la espalda. ¡Las debo tener marcadas de como se prendía…!” contraatacó el que estaba conmigo.
“¿Sí?” dijo Pedro, con genuina curiosidad, acercándose con una linterna, “Dejame ver…”
“¡¡Uhhh, síí, miren, le dejó las uñas bien marcadas…!!” exclamó al mirarle la espalda.
“¡Que guacho!” acompañó Juanjo al mirar a su vez, “¡Lo marcaste bien, Beto, ¿no te querías perder ni un pedacito de pija, ehhh?!” dijo riendo y volviéndose hacia mi.
No supe porque, pero me sentí en inferioridad de condiciones ante estos comentarios, y quise ganar algunos puntos, “¡Yo debo tener las uñas de él también marcadas, por como me agarró del culo!”, exclamé a mi vez.
“¡¿Síí?!” se interesó Pedro, “Date vuelta, a ver…”
La espalda del gemelo había dejado de ser el centro de atención, al menos momentáneamente, así que este se dejó caer a mi costado permitiendo que me pusiera boca abajo.
Pedro buscó con la luz y, al encontrar algo avisó “¡Uhhh, síí, miren… tiene los dedos bien marcados en el culo…” hizo una pausa “¡¡Y de este lado también…!!”
“¡Que hijo de puuta…!” aceptó el gemelo que estaba en discordia, “¡Que bien lo sujetaste!”
Juanjo miró y me dijo, riéndose “¡No le ibas a sacar el culo a la pija muy fácil, Beto!” (nuevas risas) “¡¡Aunque me parece que muchas ganas de esquivarla no tenías!!” (más risas). Seguí sin entender porque, pero sentí que las marcas en mi culo, en vez de emparejar algo el puntaje a mi favor, se habían sumado a las de la espalda del gemelo a favor de éste.
“La verdad, cogimos muy bien…”, buscó respaldarme el gemelo desde mi costado, “…Betito se portó de diez, me encantó todo lo que hizo”. “Muy Bien 10 Felicitado entregando el culo, Beto”, pensé yo.
Estando ya todos satisfechos y yo muy cansado, luego de unos minutos Joaco me acompañó al exterior a vaciar mis intestinos e higienizarme para evitar accidentes en la carpa. Mientras tanto, los demás habían ido haciendo a su turno lo mismo con aquella parte de su cuerpo que habían introducido en mí…
Mientras me limpiaba, no pude contener mi inquietud “¿Es cierto que le pedí pija, Joaco? No me acuerdo…”. Este me miró alumbrando mi cara con la linterna. Deslumbrado, lo escuché explicar “No les hagas caso, Betito. Lo dicen porque estuvieron cogiendo un rato largo, y no paraste de gemir. Capaz que te dolía, ¿no?”.
Lo pensé un poco, y volví a la carga “¿Tanto estuvimos?”
“Más de una hora”, afirmó, “Pero lo que se dice cogiendo cogiendo, alrededor de media hora, Betito. ¿No te habías dado cuenta, en serio?”
“No. Con razón estoy tan cansado. ¿y todo ese tiempo me quejé?” traté de saber.
“No se si te quejabas. Los dos hacían ruido. Pero él gruñía y resoplaba, vos gemías bajito y jadeabas, me pareció”, aclaró.
Ninguno se había dormido mientras hubo alguno ocupado conmigo, así que luego de la limpieza general y de ponernos los calzoncillos, conversamos alegremente un rato, con las consabidas e inevitables bromas acerca de quien había durado menos o quien había logrado hacerme gemir más alto; obviamente, en este último punto ganó ampliamente el último gemelo. Todo era con ánimo de broma casi inocente, en ausencia de Javi. Así, riendo y molestándonos alegremente, nos dormimos aquella noche junto al río.
(Continuará)
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