La vuelta de Sekou
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por elalcalde.
Suena el teléfono.
– Sí… dígame.
– Hola, putita.
El corazón me da un vuelco, el estómago se me encoge y el culo se me abre cuando reconozco la voz de Sekou.
– ¿Sekou?
– El mismo, putita.
Estoy unos días por Madrid y he pensado que tal vez quieras polla…
– Uffff… Sekou… ahora no puede ser.
Tengo pareja.
– ¿Y antes no? Cuando te conocí también la tenías.
– Pero no es lo mismo… ahora es distinto.
– Venga, putita.
¿No te apetece verme?
– No puede ser.
Ni tengo dinero ni la situación es la misma.
– Seguro que algo tienes para tu Sekou… Venga, ven a verme.
Tengo ganas de follarte…
– No puede ser.
No puede ser.
– La tengo bien dura esperándote…
– Que no, Sekou, que no puede ser…
– Te doy media hora para que me llames.
Seguro que encuentras algo para poder disfrutar un poco.
Aún me acuerdo de cómo gritabas, putita…
Cuelga.
Jesús me mira no sé si intrigado o divertido.
– Te has quedado impactado con la llamada.
¿Ese Sekou es el negro del que me has hablado?
– Sí.
– ¿No se había ido a Francia?
– Sí.
Pero dice que va a estar unos días en Madrid.
– Y quiere verte.
– Sí.
– ¿Y te apetece?
– ¡Joder, Jesús, no me jodas!
– Venga, cariño, que todos hemos echado nuestras canitas al aire…
– ¿Has follado a otros estando conmigo?
– Pues sí, un par de veces… amigos antiguos.
¿Tú no?
– Pues no.
Obvio a Dita y a Malena.
– Pues si te apetece, a mí no me importa.
En serio.
Una canita al aire recordando viejos tiempos.
– No tengo dinero, Jesús.
Ya lo sabes.
Ni ganas.
– Lo del dinero no es problema.
Puedes coger lo que quieras del cajón.
Las ganas ya son cosa tuya.
Pero creo que deberías darte el capricho.
Me quedo en silencio.
Finalmente me decido.
– ¿Quieres que le diga que venga?
– Como más cómodo estés tú.
Si viene, me puedo ir a tomar unas copas con los chicos.
Devuelvo la llamada.
Sekou me reconoce por el número.
– Hola, putita.
¿Quieres?
– Sí.
– Al final has encontrado algo para Sekou.
– Sí, pero solo te puedo dar 100 euros.
– Los vas a disfrutar, ya lo verás.
– ¿Vienes a casa?
– Claro.
¿Cuándo estás sola?
– Cuando quieras.
Eres un regalo de mi marido.
– ¿Ah, sí? Vaya, vaya.
¿Él también quiere?
– No, no…
– ¿Y quiere mirar?
– Eso no lo sé.
Si quiere mirar, que mire.
Y si no, se irá…
– Hmmmm… me gusta.
Dame una hora.
– Perfecto, te espero en una hora.
Te doy la dirección.
Le doy la nueva dirección.
Jesús ha estado atento a la conversación y espera que le confirme.
– Viene en una hora.
100 euros, ¿te parece bien?
– Sí.
Es razonable.
– Si quieres te puedes quedar.
A Sekou le gusta que le miren…
– No.
Le veo llegar y cuando empecéis me voy.
– ¿De verdad que no te importa?
– Claro que no.
Si no, no te lo hubiese dicho.
Anda, prepárate un poco.
Me doy una ducha y me pongo una camiseta larga y un tanga.
Recojo la habitación para que no quede nada por medio.
Jesús me ve trajinar y me suelta algún cachete cariñoso cuando paso a su lado.
– Estás apetitoso.
Le respondo con una par de besos.
Apenas termino, suena el timbre del portero automático.
Jesús lo atiende.
Es Sekou.
– Ya le abro yo.
– No, no.
Deja.
Ya le recibo yo y le paso al salón.
Oigo a Jesús darle la bienvenida y a Sekou contestar.
Cuando entran al salón, me levanto para saludar a Sekou.
Sekou no se anda con tonterías y me enlaza por la cintura para darme un beso en la boca mientras con la otra mano me soba el culo subiendo la camiseta sin preocuparse de Jesús.
– Hmmm… te has puesto tanguita.
Como siempre que estoy con Sekou, no puedo evitar el ponerme “femenina”.
– Sí, mi amor… para que disfrutes.
Me quita la camiseta y me da la vuelta para sobarme las tetas mientras me aprieta contra su pantalón.
Luego me echa un poco para delante y se baja el pantalón dejando que su polla se libere.
Se la está mostrando a Jesús, estoy seguro.
Miro a Jesús y le veo con los ojos abiertos de sorpresa.
Aún está de pie en la entrada.
Me hace un gesto de conformidad.
Sekou se ha vuelto a apretar contra mi cuerpo y ha pasado su polla entre mis muslos.
Inicia un pequeño vaivén para hacérmela sentir mientras me lleva hacia Jesús.
– Venga, putita, dale un beso a tu pareja, que te voy a llevar al dormitorio… ¿quieres?
Le doy un beso a Jesús, que me come la boca durante un buen rato mientras Sekou se sigue moviendo.
Viendo que Jesús sigue entretenido con mi boca, me baja el tanga y tira de mis caderas para que ahueque el culo.
Separo mi boca de la de Jesús.
– Jesús, me va a encular…
– Lo estás deseando, ¿no?
– Siiiiiiiiiiiiii
– Pues abre el culo y disfruta, cariño.
Vuelve a comerme la boca mientras Sekou empieza a meterme su polla y empieza a hacerme gemir.
– Vamos, putita, abre bien tu culo… así, así… ¡ahhhhh, has aprendido a moverte mejor, cacho puta! Así, así… ya está, ya está toda dentro… ¿te gusta?
– Siiiiiiiiiii
– ¿Quieres que siga aquí?
– No, id al dormitorio, que estaréis más cómodos.
Yo me voy a ir.
Sekou me suelta una palmada en el culo y me empuja, sin sacar su polla, hacia el dormitorio.
– Venga, putita, vamos… llévame.
Antes de empezar a andar, me aprieto contra su cuerpo e intento girar la cabeza para ofrecerle mi boca.
Lo consigo.
Empiezo a andar con su lengua en mi boca y su polla en mi culo, totalmente encendida.
Cuando llegamos, me empuja para que me apoye en la cama y empieza a follarme.
A la segunda o tercera embestida, ya consigue que empiece a gritar.
– ¡Ayyyyyyy….
Sí, sí….
Ayyyyyyyyy!
Como siempre, pierdo el control.
Me oigo gritar sin freno.
– ¡Ayyy, dios mío, qué polla! Sí, sí… así… fóllame, fóllame…
No dejo de gritar cuando me tumba en la cama y me empieza a follar con mis piernas en sus hombros.
Sólo cuando sus labios me comen la boca se escucha un silencio roto por el movimiento de la cama y los aplausos que hacen sus huevos contra mi culo.
Cuando noto su leche, no puedo reprimir mi grito.
– ¡Ahhhhhhhhhhhh!
Sekou se deja caer a mi lado, sudoroso y me abraza por detrás.
– Descansa un poco, putita.
– ¡Ayyyy, Sekou, me vuelves loca!
– Pues dentro de un ratito, otro polvo… ¿O no quieres?
– Siiiiiii, claro que quiero…
Nos quedamos quietos.
Cuando, más tarde, Sekou empieza a prepararme, le pido un rato.
– Espera…
Me levanto y voy al salón.
Jesús ya no está.
Vuelvo a la habitación.
– Tu putita ya está preparada…
Me vuelve a enloquecer.
Cuando Sekou se va me tumbo en la cama boca abajo, esperando que mi culo recupere el frescor perdido.
Me quedo dormido.
Cuando despierto, Jesús está a mi lado, leyendo.
Miro la hora.
Son las once de la noche.
La mano de Jesús se desliza por mi espalda.
– Lo has pasado bien, ¿eh?
– ¡Joder!
– Vaya polla que tiene el pollo.
Yo no puedo competir con eso.
– No tienes que competir.
Tú eres mi hombre.
Me doy cuenta de que tiene una erección.
– Me voy a dar una ducha y a limpiarme.
¿Me esperas?
– Claro.
Me hace el amor suavemente, pero muy excitado.
Me lo dice al oído.
– Verte la cara mientras te enculaba me ha puesto a mil.
– Hmmmmm, cariño…
– Te deshacías.
Se te han puesto los ojos en blanco.
– Lo he disfrutado mucho.
Siempre me vuelve loca…
– Pues cuando vuelvas a necesitarlo, dímelo…
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