"Lalo, el taxista"
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Yo siempre he sido alto, un poco moreno, delgado y con buen cuerpo. Tengo ojos y cabello alborotado cafés.
Mi mamá siempre pasaba por mí a la escuela. Ella no conducía, así que pedía un taxi. Una vez conoció a este chico llamado Lalo, veintiún años (seis mayor que yo), moreno, con ojos café profundo de esos que enamoran, cabello negro y alborotado y delgado. Yo, como siempre lo veía sentado, calculaba que medía casi lo mismo que él, un poco más bajo. Era casado y tenía un hijo, en es entonces de seis meses. Desde que lo vi sentí algo por él, y sé que él también por mí por cómo me veía. A mi mamá le daba mucha confianza, así que le encargó que la llevara siempre a la escuela para recogerme, nos esperara y nos regresara a la casa. Pero un día a mi mamá le dolía la cintura y me llamó, diciéndome que Lalo pasaría por mí. Desde ese momento comencé a ponerme nervioso y a pensar en lo que podríamos hacer en ese taxi.
Lalo llegó por mí a las dos. Llevaba una camisa azul con rayas blancas y pantalones de mezclilla negros. Se veía muy guapo. Lo saludé, metí mis cosas conmigo en el asiento de atrás y nos fuimos.
Había un hoyo detrás de su asiento donde se asomaba su hermoso trasero. Siempre había estado ese hoyo, pero no quería hacer nada con mi mamá siempre subida en ese taxi. Aproveché para acercar mi rodilla. La clavé en donde debía estar su ano. Sentí un brinquito de su parte al instante. Luego se acomodó, clavándose más mi rodilla, y siguió conduciendo como si nada, pero yo sabía que lo disfrutaba.
En un alto, pasó una persona pidiendo dinero. Él sacó del estuche de las monedas unas cuantas y se las dio al señor afuera de la ventana, pero unas se le cayeron.
-Camilo, hazme un favor. ¿Las recoges?
-Sí.
Me apoyé en su asiento y ubiqué una única moneda: justo enfrente de su bulto. No podía desaprovechar esta oportunidad. Pasé mi brazo por encima de su hombro y puse mi mano frente a su paquete. Mi cara quedó muy cerca de su cuello y él se acercó para acariciarse con mi mandíbula. Eso me puso a mil y comencé a besarle su mejilla, acercándome lentamente para asegurarme de que no malentendía nada. Cuando mis labios tocaron su pómulo derecho él brincó pero se quedó ahí, pegado a mis labios. Ronroneaba mientras lo besaba y me acercaba a su boca; al mismo tiempo buscaba el cierre de sus jeans. Pasaron unos cinco minutos y él gruñó. Estábamos frente a un parque. Se estacionó y volteó.
Con un movimiento ágil me aventó contra el asiento trasero y se pasó a los asientos de atrás, quedando encima de mí. Le sonreí divertida y calientemente. Él me devolvió la sonrisa y se mordió los labios.
-Oye Camilo, quieres besarme, ¿no? -dijo. Tomó el cuello de mi camisa y me jaló hacia él. Posé mis labios en los suyos y lo besé apasionadamente. Me decía cosas como: "besas excelente" o "mucho mejor que mi esposa" o "eres mío, Camilo". Jalaba su cabello corto mientras los dos gemíamos. Él tenía sus manos en mi espalda y metía su lengua en mi boca. Olía a sudor, lo cual me hacía sentirme aún más caliente. Siempre me ha gustado el sexo cuando uno está sudado. Saqué mi lengua de su boca y me lo comencé a comer. Lamí su cuello, que sabía salado a causa del sudor. Le desabroché la camisa y comencé a besar su pecho, que no tenía casi pelos. Él miraba hacia arriba y se agitaba, su bulto contra el mío para masturbarnos. Cuando noté ese roce, bajé su cremallera, sin dejar de morderle el pecho y saqué su pene metiendo mi mano en su ropa. ¡Oh, por Dios! Estaba lleno de líquido pre-seminal y pegajoso. Luego saqué el mío-. Wow. Camilo, lo tienes de caballo. Lástima que hoy sólo haya tiempo para que yo te penetre -dijo con los ojos abiertos. La mano que había tocado su pene me la llevé a la boca y saboreé el sabor salado de su sudor y sus fluidos. Él estaba encantado. Tomó mi pene entre sus dedos y lo masturbó un poco para que se pusiera aún más erecto. Yo sentía hermoso y mi cuerpo sufría muchos cosquilleos, sobre todo en mi trasero y mi entrepierna. Mordía sus pezones y éstos quedaban rígidos tras mis estimulantes.
Bajé a donde estaba su pene y lo metí en mi boca. Fuera del auto, un grupo de chicos nos veía, burlándose de nosotros. No les hice caso y aumenté de calidad mi mamada. Lalo gemía mucho y me empujaba la cabeza hacia las profundidades de su pene.
-Ah, Camilo. Ah, ah. Papi.
Seguí mamándosela. Cuando estaba a punto de eyacularme en la boca, me aventó.
-Basta, Camilo. No quiero venirme… aún.
Me tomó de la boca con una mano, apretándola.
-Pero qué boquita tienes. Es tan perfecta y mágica. Me harás adicto a ella si sigues así.
Me solté de un jalón.
-Calma. Nada de hacerte adicto a mí. Debo vivir más la vida. Pero por ahora…
No acabé de decirle. Lo besé y él comenzó a desabrocharme el pantalón. Lo bajó y yo levanté un poco el trasero para ayudarle. No quiso quitarme los calzones. De un golpe me penetró, traspasando mi ropa interior. Me dolió mucho y grité. Él se quedó inmóvil, mirándome, mientras yo me acostumbraba a su verga. Luego comenzó con el mete y saca y yo comencé a gemir, fuerte.
-Así, Camilo. Quiero oírte. Grita mi nombre.
-Lalo. Ah, Lalo. -Yo era todo sensaciones. Él se inclinó sobre mí y comenzó a olerme.
-Estás sudado, ¿sabes? Hueles muy bien. Quisiera hacer tantas cochinadas contigo. Ahora… -Tomó mi pene entre su manos-. Vente conmigo -dijo y me comenzó a masturbar.
Estiré mis piernas, ya que así sentía que entraba más y apretaba mi colita. Él gemía mucho y me decía cosas sucias siempre, al oído. Su voz era una caricia para mí. Me vine en su panza y él en mi cara. Lamí todo su semen. Él me puso el pantalón, me besó en los labios, se guardó su juguete y se puso al volante. Llegamos unos minutos después de la hora pero mi madre no sospechó.
Si les gustó comenten. Me gustaría contar más. Lo pensaré… XD
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