Las Artimañas de Don Gonzalo (Parte 1)
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Eventualmente_Sexual.
En una mesita, a la esquina de la sala, hay una fotografía. Gonzalo la coge, y ve a una viejecita, con su carita arrugada. Recordó que esa foto se la tomó a su madre, unos años antes de que muriera. Se dijo así mismo; Por ti, aprendí a leer y me gustó tanto que me abriste tantos mundos en aquellos libros de ficción.
Cerca del sofá, hay una pila de libros; novelas que ya Gonzalo ha leído desde hace mucho años. Cogió uno, el que ha empezado a leer desde esta semana. Una novela detectivesca.
Fue al baño, se sentó en el excusado, e hizo sus necesidades. Después de cagar, antes de limpiarse el culo, rasga un pedacito de papel tóale, y lo usa como un marca libro, dejando a mitad el capítulo de esta noche que ha comenzado a leer mientras cagaba. Después de limpiarse, baja el escusado y sale del baño.
A los 58 años, Gonzalo se sentía más que viejo. Estaba fatigado, hay un calor pegajoso, esa noche. Sale al porche de la casa a terminar de leer el capítulo. El frescor de aire afuera le refresca el sudor que tenía en la frente y en las sienes. Terminando de leer el capítulo y ya cerrando el libro, en el frente de la casa, ahí en la reja principal, aparece Maikel. Un joven de unos 24 años, delgado y con el cabello un tanto largo. Se veía que había venido caminando rápido, Gonzalo sin preguntar va y abre la puerta, y cuando ya entra el muchacho, le pregunta: muchacho ¿Qué haces tú aquí? –.
Ay nada, don Gonzalo, solo que quería venir hablar con usted –
Pero es tarde, tardísimo –le dice Gonzalo. Vio que el chico estaba acelerado, como si hubiera venido corriendo. Después de un breve silencio, revienta, y unas lágrimas le caen en las mejillas.
Ay don Gonzalo. Es que sabe usted. Yo estaba saliendo con un malandro de por la casa, precisamente amigo de mi hermano. ¿Y qué cree usted? Nos pillo cogiendo, cuando me estaba dando por el culo.
Ahora me tiene amenazado. Que lo va decir a nuestros padres.
Maikel… tú no crees ¿Qué ya tu mamá los sabe? – le pregunta Gonzalo.
¿Saber qué? –
¡Que tú eres maricón! –les responde Gonzalo, haciendo ademan todo afeminado.
El chico no era tan plumífero, pero tampoco un machito. Gonzalo lo hizo pasar adentro de la casa, hizo batido de fresa para ambos y se sentaron en la mesa comedor de la sala.
Yo te voy a comentar algo. Mi comadre debe saber lo tuyo desde hace tiempo. Y no me vengas que no. Se te nota mi querido ahijado. Pero ahora, lo que me interesa y me has dejado en ascuas. ¿Cómo le hiciste para estar con un malandro?
No es que sea un malandro; no se la pasa robando. Yo que le digo así, don Gonzalo. Porque es un macho, de esos de verdad. No un maricón como nosotros dos.
Ay don Gonzalo, y lo peor, es que mi malandro también me amenazó. Me dijo que si mi hermano regaba el cuento, ambos íbamos a llevar bala.
¡Uy no! Como han cambiado los tiempos –le dice Gonzalo – claro te entiendo. Yo también era devoto de un buen macho heterosexual. Pero no te creas Maikel, si hay gay que son machitos, e incluso hasta machista. Porque, aunque tú no te lo creas, el machismo no solo es de hombres, sino de mujeres y maricones también.
Si verdad don Gonzalo. Este malandro que me estaba cogiendo, fue pura suerte. Dígame padrino, ¿Cómo le hizo usted para estar con puros machos de verdad? De esos que nos derriten, y que se vuelven como un trofeo difícil de alcanzar para nosotros.
Todo tiene su táctica mijo –dice Gonzalo con paciencia. Como sabiendo de que iba hablar, porque bastante experiencia tenia de eso.
¿Te vas a quedar? –le pregunta.
Si claro que sí. No quiero verle la cara a mi hermano.
Bueno, vamos a preparar otros batidos y comemos unos canapés que hay ahí en la nevera. Por fin Maikel, se te va dar. Que yo te relate, así como los cuentos infantiles que te contaba cuando eras un chico. Claro ahora no son cuentos infantiles, te voy a enseñar, mis artimañas para acostarse con un buen macho hetero…
II
Primero debo comenzar como fue mi primera vez. Mis inicios, la primera vez que vi un hombre desnudo, y esa primera vez que tuve una erección con solo mirar los vellos gruesos de un pecho masculino.
Por allá en el año 1968, yo tenía once años. Aun estábamos en ese pueblo, que tanto detesté en la adolescencia. Hoy en día solo quedó sepultado con los recuerdos de los que llegamos habitar. Solo volvería a pisar esas tierras, si me concedieran un deseo; que yo joven y mi madre viva, vayamos a coger nuestras penas y vergüenzas enterradas allá. En fin, yo tenía once años. Ya casi era mediodía, por encima de la casa, habían tantas matas, que cobijaban y daba sombra, hasta dejar a oscura los cuartos, en ese entonces la casa era de adobe. Imagínate tú, era frio a pleno mediodía, cuando el sol calentaba bastante.
Mis hermanos mayores ya habían salido al conuco, casi a la madrugada se iban. La vecina que vivía en la colina, no estaba y mi madre mortificada, porque tenía que ir al pueblo, a no sé qué hacer…
En eso por el patio, llego Florencio, estaba ebrio. Hermano de mi madre, tío mío.
El macho de esos tiempos, era macho porque estaba por encima de la mujer. Él era un año mayor que mi madre, pero mi mamá le tenía un miedo, como si fuese su padre. Le hablo ella, con cuidadas palabras, ve, Florencio… ¿tu podes quedarte un momento aquí con gonzalito? Es que ahora voy para el pueblo. Yo vengo rapidito.
El no dijo nada, a regañas asintió. Estaba ebrio, balbuceaba y resoplaba, yo veía como esos bigotes se movían. Sin decirle que se iba, mi madre salió en silencio, solo me hizo una mueca y un gesto; eso quería decir, que me desapareciera de su vista, pero que al mismo tiempo, que no saliera de casa.
Primero estuvo un rato en la cocina, yo en la sala oía como raspaba las ollas, buscando que comer. Luego se hizo un silencio, un silencio triple. Silencio de la naturaleza, silencio de mi tío, silencio mío.
Me sobresalto cuando lo veo, apenas el me ve, y entra a la habitación continua que está cerca de la cocina. Y después el silencio triple fue rasgado y todo se hizo una bulla en mis oídos.
No sé cuánto paso el tiempo, pero lo recuerdo como una eternidad. Quede ahí sentado en una silla de madera, y no sabía si ir al patio o salir al frente de la casa. La madera me estaba marcando por debajo de mis piernas, y cansado de estar sentado me levanto y pienso salir por el patio. Iba en silencio, previniendo el ruido de mis pasos. Cuando alcanzo la puerta de la habitación, donde mi tío estaba acostado, giro la cabeza y me quedo mirando hacia adentro. La cama estaba de frente y ahí, él se había acotado. Antes se quitó la camisa, y todo su cuerpo estaba pesado en la cama. Mi tío era un hombretón, grande, lo que ahora llamaría tu generación Maikel –un oso –.
Pero era un oso machote, es blanco y el contraste con los pelos negros, era evidente. Ya antes, yo sabía que era diferente a los demás.
La doctora Nancy dice, que uno no nace gay, pero bueno yo creo que nací siendo gay. Mi madre lo supo, porque bastante que me dijo; tienes que ser fuerte, porque las personas como tú, le hace daño. Tienes que estudiar, porque si no vas a terminar como miguelito…
Coño padrino, yo si he oído cuentos de ese miguelito –dice Maikel.
Ese un cuento muy remoto, creo que eso viene de la gente de antes. Luego te echo el cuento de miguelito. Vamos a seguir con lo que te estoy diciendo.
No sé porque, pero me tuve que quedar ahí, parado en la entrada de la habitación. Viendo como ese macho iracundo dormía con un ronquido pasible. El estómago, bajando y subiendo, el jean holgado a la cintura, dejando entrever, un poco de pelos negros, que yo, con mi imaginación, complementaba la imagen, que estaba tapada. Recreando esa verga, llena de pelos. Claro ya antes había visto algunas, sobre todo las de mis hermanos, cuando se bañaban y se iban al vestir al cuarto, ni siquiera con mi madre les daba vergüenza que los viera desnudos.
De repente ¡despertó! Vi como su mirada veía al techo, como buscando saber dónde se encontraba ahora. Asustado, doy la vuelta, y cuando ya iba a pasar por el pasillo de la cocina, con esa voz gruesa y gutural, me hace un llamado.
Quedo congelado, y sin pensar tanto, doy la vuelta de nuevo entro al cuarto. Se sentía un ambiente helado, unido con el olor de mi tío borracho. Me dice que le quite las botas, yo voy y con dificultad se las quitos. Cuando creía que solo era eso, él se está desabrochando el cinturón. Y casi balbuceando me dice que le quite el pantalón. No lo podía creer, y mis manos tampoco. Estaban heladas y temblaba sin poder controlarlo.
Ya mi tío se había desabrochado el botón, se bajó el cierre y solo debía jalar el pantalón. Tome el pantalón por la cintura, levemente toque su piel. Yo estaba caliente, nervioso, y menos mal, que no veía mi cara, él estaba con los ojos cerrados. Jalando voy sacando el pantalón, en ese tiempo los hombres usaban eran calzoncillos (tipo short). Mi tío tenía uno de esos puestos, fue impactante, ver aquello, veía una verga pálida. Enmarañada con los pelos negros, a pesar de estar dormida, se veía un trozo de carne gruesa. Como un bollo, me provoco apretarlo, y saber que iba crecer, todo eso hizo que mi mente se nublara e imaginara de todo.
Estaba lento en sacar, el pantalón. Mi tío abre los ojos, y me ve; ¡sácalo pues! –dijo. Quedo bloqueado ¿a qué se estaba refiriendo? Patalea las piernas y termino de jalar el pantalón. Cuando fui a poner el pantalón en un sillón cercano, al voltear, jamás imagine que él iba hacer eso. En un solo movimiento, se quita el calzoncillo, le veo esas bolas pesadas, rebotando y posándose en la cama, abrió las piernas cuando se acostó de nuevo. No me miraba, pero esa escena, estoy seguro que era para mí.
Se quedó un momento así, desnudo ante mí. Como si tuviera dando aire a sus bolas sudadas. Después se arropo, pero no todo, solo un poco la piernas y la entrepierna. Se colocó un brazo por encima de los ojos, y así se quedó dormido de nuevo.
Yo quería seguir ahí, viendo como dormía y luego con ganas de quitar la sabana, para quedar viendo el güebo de mi tío.
Sin hacer ruido salí de la casa, en el patio quería ir a un escondrijo y tocar mi güevito. Pero eso no era suficiente, yo tenía ganas de seguir viendo. En mi estaba unas ganas de ir, al cuarto y tocar la verga de mi tío Florencio.
Fui y de nuevo en la puerta me quedo viéndolo dormir. Roncaba y veía como su pecho ascendía u descendía con cada respirada.
Está durmiendo, anda y tócalo>>, pensé. Con el corazón en el cuello, y un frio que no dejaba en paz a mi cuerpo, fui hasta la horilla de la cama. No sabía si sentarme, o que hacer. Me senté, no hubo movimiento por parte de mi tío. Iba estirando poco a poco mi mano, hasta llegar por encima de la entrepierna cubierta por la sábana blanca. Al estar, a punto de descender mi mano, supe que era una mala idea. Mejor me bajo dela cama, pienso. Lo hice, y con las rodillas en el piso frio, iba jalando poco a poco la sábana. Logro destapar su entrepierna, estaba igual como la vi hace ratico. Par de pelotas peludas, y un trozo de carne dormido, blandido hacia un lado y hacia abajo.
Ahora las ganas de tocar ese güebo, era más grande. Ya no había contención en mí, que no hiciera eso. Era una pésima idea, pero tampoco me iba a quedar tranquilo. Sin tan solo, mamá hubiese llegado a tiempo, tal vez ahorita no tuviera contando esto.
Pero padrino… ¿su tío abuso de usted? –pregunta Maikel.
No chico, bueno… quizás ahorita se vea así. Pero como te cuento, yo mismo lo buscaba, yo busque aquello.
Mejor dicho, ¿usted le gusto el incesto? –
Umm… fue mi tío. Con el único que lo hice. Pero no me veas así ahijado. Esto todo el mundo lo ha hecho, y creo que en mis tiempos, y allá en ese pueblo olvidado, más se hacía. Es como, lo que se cogen a una burra, todo eso son cosas del campo. Digo yo, pero cada persona oculta un secreto, que no sería capaz de decirlo ¡a nadie!
El chico, se quedó viendo fijo a don Gonzalo. Quiso mostrar desagrado por el incesto. Pero a ver, ¿cuantos relatos, no ha leído en la internet? >> Se preguntaba Maikel así mismo. Y ahora con este de mi padrino, no puedo negarle a mi verga, que esta dura.
Como te contaba, ya tenía esa verga peluda descubierta. Ahora solo quería tocarla, solo un poquito. Me rodee hacia el costado de la cama, y me previne; que si despertaba, yo de inmediato debajo de la cama me metía.
Estaba temblando tanto, que no pude controlar el movimiento de mi mano. Accidentalmente toque primero la pierna, luego de ese error, veo la cara tapada de mi tío, pero no se movió para nada. Sigo, y toco suavemente el tronco; fue electrizante y solo pensé en tocarlo de nuevo. Esta vez lo toco con más descaro, y no solo eso, sino que también lo cuelgo, viendo como esa tripa, puede causarme un efecto bastante placentero.
Mi error… creer, que se había puesto dura, por solo tocarla, pero nunca imaginar que había despertado. Solo que se hizo el dormido.
Ese tronco viril, se puso duro, era caliente, y palpitaba con vida propia. El glande se puso prensadito y brilloso. Rojo y babeante, cada vena en el trozo, marcadas en la erección. Mi boca se hizo agua, era como ver una paleta de helado bajo el sol, viéndola derretirse, y tu sin poder pasarle un poquito la lengua. ¿Y que haces, cuando ves algo así? Sin poder controlar mis instintos, subo a la cama y paso la lengua, sobre ese glande que escurría un líquido viscoso. Ese líquido se explotó en mi paladar, como un sabor nunca antes probado. Una exquisitez, tan deliciosa que lo único que provoca, es que seguir mamando ese majar tan viril y erecto.
Lamí el tronco, aprecie un sabor salado de una verga sin lavar. Pero igual alboroto esa hambre de verga que tenía. Lo sujeto con mi mano, y todo apuntado hacia arriba, sin pensarlo, lo engullo y solito me ahogo con ese mástil palmado. Lo chupe, como se chupa un caramelo, de mi boca salió con un sonoro ruido de chupado. Lo engullo de nuevo y ahí, es cuando mi mundo se desboronó en un instante…
Apretó mi cabeza, y no me dejo sacar su verga de mi boca. Y moviendo la cintura, me estaba dando un requeté cogido en mi garganta.
Solo oía sus gemidos, de macho iracundo. Solo pensando en su placer, dejándose llevar por una boquita virgen. Presionándola y cogiéndola sin compasión, gimoteo fuerte, y en segundos, siento como va llenando mi garganta de leche masculina. Cada pulsación, cada brinco de esa verga dura, la sentía en mi lengua, y ese sabor de semen, se quedó registrado en mis pupilas gustativas, hasta hoy en día ahijado mío.
Desde ese entonces, hubo otras veces que me daba de tomar su semen. Cada vez, me la daba cuando las bolas las tenía bien cargadas. Me ahogaba en la oscuridad de la habitación, solo un descuido de mi madre, y ya estaba yo, como becerrito chupando, para tan solo recibir un poco de mi ración…
¡Wau! Padrino no le voy a negar, que me dejo caliente. Y cuénteme ¿Qué paso más? –
Tranquilo, hay más. Y además aun no te he contado, como eran mis artimañas, para llevar a la cama a un hombre heterosexual a la cama.
Para mañana en la noche te cuento; ¿Quién me cogió? ¡Quien fue el primero, que abrió mi culito!
III
El joven se acostó en la habitación que le acomodó su padrino. Por un momento se olvidó que su hermano lo ha descubierto, como Jefferson le estaba partiendo el culo.
¿Y si mi hermano me pide guardar el secreto con sexo? >> pensó el chico. Y luego desecha esa idea, con asco. Nunca ha visto a algún familiar con esos ojos. Ahora claro que le hubiera gustado tener sexo con un tío, pero repaso una lista de sus tíos, y a ninguno los vio sexy. A todos les daba asco.
Pero sí ¡ya recuerdo! Mi primo. Con él lo hice, mi primera vez. Ya decía yo, porque me identificaba con el relato de mi padrino. Es el mismo morbo, casi.
El joven acostado y recordando se quedó dormido.
Continuara.
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