Las Filias de Mr. Monster… La Filia del Vecino
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Eventualmente_Sexual.
<< Guardaré silencio sobre lo que, en mi consulta o fuera de ella, vea u oiga. >>
(Fragmento del juramento hipocrático)
Después de haber leído el relato de Santiago, termine con una erección atrapada en mi pantalón. Pero no dejaba de pensar en todo lo que he leído, y compararla con la información que una vez, su madre me proporciono. Debería yo, dejarlo hasta aquí.
<< ¿Quizás esta terapia fue demasiado para un psicólogo joven como yo? >>.
Desde que he tratado a Santi, ha sido como una adicción. Esperaba un caso como este, desde que estaba estudiando en la universidad. Y ahora que lo pienso, yo debería ir a mi terapeuta, y hablar todo lo que esta manía ha provocado, que lleve una relación nada profesional con un paciente, tan inestable mentalmente.
II
Debí reprimir esa pregunta tan directa. Ahora capaz el chico se cierre y comience a mentir. Pero después de palidecer, se reincorporó y con esa altivez ignora la pregunta.
– Le he dicho que tengo mucho más que decir –.
– Disculpa, por ser tan directo –le exclamo.
– ¿Se te puso dura con lo que leíste? –
Sonrió y lo miro fijo a esos ojos color ámbar. Le sostengo la mirada, y a cada rato a Santiago le cavilaba. Cuando se mordió el labio, mi verga palpito.
No es que me gusten los hombres, pero es lindo. El flequillo grueso casi esta por cubrirle la vista, y esta tarde ha venido con las mejillas rosadas, como si el sol hubiera maquillado su piel pálida.
Estaba mal lo que iba hacer, pero no podía o no quería detenerme. Con él, he disfrutado esto y sin pensarlo más, me puse de pie, Santiago sigue mi mirada y viéndonos a los ojos, desabrocho el pantalón y me lo bajo hasta los muslos. Él se queda viendo la erección dura que tengo, luego le digo: – así se me puso –…
Tenía en mi mano el relato impreso que él me ha enviado. Ya lo había marcado, y ya tenía las preguntas pautadas para este día.
– Después de ver, como tu vecino había muerto; ¿Qué sentiste? –
– ¿A quién se refiere? –
– Al chico que cayó de la mata de mamón –
– Sé que tienes tus preguntas. Sabía que mamá te había dado esa información. Claro, ella jura que yo estoy aquí por eso. Pero solo hemos hablados de las perversiones sexuales que he hecho.
– ¿Cuáles perversiones? –.
– Las que hemos hablados; tocar a hombres ebrios y dormidos, las veces que he drogado a mis compañeros de clase, solo para tocarle la verga dormida, y jugar con ellos como si fuese unos muñecos.
– Pero no son perversiones. Claro, lo que haces, usar droga para dormirlos, es un delito y es abuso. Y creo que unas de las cosas más inquietantes que tienes. Ahora lo demás fue cuando tú era un chico; tocar hombres dormidos, y el abuso de tu vecino, eso no fue tu culpa, y debido a eso es lo que tú haces hoy en día.
<< Intento saber el origen de tres cosas que me preocupa de Santiago. Pero si sigo dejando que él me fastidie la sesión, no voy a lograr nada. Y mi inexperta experiencia quedara en ridículo >>
III
Opte por dejarlo hablar. Santiago prometió decirme todo, había llegado hasta el punto, de hacerle saber que él tenía un problema sin resolver, un pasado oscuro, que se negaba a creerlo. Ahora tal vez me diga que paso en el incendio y si fue él, que lo ha provocado…
A veces creo que nunca pasó. A veces pienso que solo fue una pesadilla, pero cuando hago todo lo que hago, es como si fuera debido a eso.
Sebastián, te voy a decir sin mentira alguna, todo lo que te voy a relatar. Lo único que te pido, es que de verdad me ayudes con esto, y me digas la verdad… si todo lo he imaginado y así tan mal estoy.
IV
Antes de todo lo malo, siempre había disfrutado ir a la casa de la tía Adela. No solo era por la casa, sino el barrio, la calle en sí.
Era una calle recta, casi parecía un callejón al final. Pero cuando uno veía que los carros cruzaban, se daba cuenta que había un cruce a la izquierda. Pero no solo era eso, las casa eran de dos plantas, de ambos lados seguían una recta casi perfecta. Aun así, era un barrio humilde, las fachadas de muchas casas, estaban con el concreto rustico sin frisar. Ahora, todos los porches, tenía columnas ornamentadas, pero no era eso lo que más me gustaba. Era el tono de luz, que en el ambiente se figuraba. A lo mejor era por la posición de las casas, pero el sol nunca llegaba a tocar el suelo por las tardes, era como que si solo pasaba por encima de los techos. Todo era gris, como una sombra cobijadora, daba la impresión de un día gris de lluvia.
Y dentro de la casa mucho mejor…
Estaba acostumbrado al vecino, pensaba en él, y descubrí que ya eyaculaba, cuando una vez me tocaba en casa, pensado en todo lo que él me hacía en su casa.
Fue un jueves si no estoy equivocado. Como a las dos de la tarde llegamos a la casa de la tía Adela. Los primos y los demás que vivían ahí, estaban en el porche, sentado casi en el portón de la casa. Ya el sol no podía tocar el suelo, y estaba ese tono grisáceo que tanto me gustaba.
Cuando he disimulado, he entrado a la casa. Salí corriendo por el pasillo recto, cruzando la sala, la cocina y el baño, y luego salir al patio.
Estaba solo, quizás otros primos mayores dentro de la habitación, pero nunca salieron al patio. Al menos no me daba cuenta de eso.
Me acerco a la pared que divide el patio con el del vecino. Como todas las veces subo la mirada a la mata de mamón, el viento la hacía moverse y recordaba todo de nuevo, cuando el vecinito cayó al suelo.
Esperaba que el vecino apareciera, pero esa tarde no apareció. Pero yo no me quede con eso, trepe a la pared, y ahí arriba oía cuando mis primos, mi mamá y mi tía, reír de los cuentos que echaban.
Si bajaba al patio del vecino, al menos sabía que ellos estaban entretenidos y eso nos daba chance…
El patio estaba lleno de hojas secas, y cuando las pisaba crujían debajo de mis zapatos. La casa del vecino estaba en abandono, la puerta trasera era de madera; rayada y toda maltratada. Estaba abierta, y al fondo de la casa se veía oscuro.
Tenía miedo, claro que sí. Pero si mi corazón latía fuerte, mi verga estaba que reventaba el short que tenía puesto. Hacía tiempo que el vecino no me tocara, y yo lo estaba buscando para eso.
Llegue a la puerta, y el piso de la cocina era un parqué, sucio y descuidado. La estufa estaba renegrida, y de los gabinetes de abajo, se oyeron cuando los ratones salían disparados por mi presencia.
Intentaba llamar, pero no lo hacía. Lanzo la mirada a la sala, y la puerta principal estaba cerrada, las cortinas eran blancas de dopiovelo, y el aire que entraba las hacía danzar solas.
Llego el olor a gas, pero no puse atención, hasta que sentía que me ahogaba. Todo parecía un sueño. Las cortinas de la sala, y la de los cuartos, estaban levantándose por la brisa atrapada. En eso, del primer cuarto, aparece el vecinito; con una mirada helada, y una expresión de espanto.
Apenas di con todo, sentía como mi cuerpo se hizo grande, sintiendo la penetración del miedo en mi piel. Al abrir la boca, debía gritar, pero todo era como si me faltara el aire. Y no podía respirar. Hasta que todo se hizo oscuro y sentí cuando he caído al parqué envejecido…
Al abrir los ojos, encima de mí, una nube blanca se disipo. Aún estaba turbado, pero entre más pestañaba, más iba viendo mejor. El olor del gas, no se apreciaba en el aire. Pero mis oídos estaban dormidos, y cuando hacia el intento de oír, el sonido se iba como un pitido.
La habitación próxima a la cocina, adentro estaba oscuro, pero había un televisor prendido; podía oír un poco el ruido que emitía, y veía como la luz resplandecía en tonos azules.
El estómago lo tenía echo un nudo, el sabor de mi boca era amargo. Y un dolorcito de cabeza que no quería pasarme. De rodilla al suelo, voy a gatas arrastrándome hasta la puerta de la habitación. Había alguien ahí adentro y a lo mejor el vecino que veía televisión.
Cuando he alcanzado, estiro el cuello para ver hacia dentro. Y rápido eche de nuevo hacia fuera, cerré los ojos muy fuerte e intente pegar un grito, pero mi boca estaba sellada, y encima mío un peso empujaba mi cuerpo al suelo, si poder regresar y salir de esa casa.
Ahora doctor, escuche bien. Le voy a decir que vi en esa habitación, y dígame si fue una imaginación o una revelación.
V
Preludio
Eran las dos de la tarde. Era un caluroso día, y Eduardo estaba calmando la emoción que traía por dentro. La hermana de este estaba saliendo al centro de la ciudad, junto con una prima que también vive ahí con ellos, en la casa de la abuela que les dejo por herencia.
Tenía 25 años en ese entonces, su sobrino ese año había cumplido los diez. Ya se había ido su hermana y la prima. Ahora que estaba solo, sabía que el niño estaba en la última habitación, viendo televisión.
No había cruzado aun la sala, cuando ya iba con la verga parada, tocándosela por encima. No era la primera vez que lo iba hacer, pero nunca dejaba de sentir remordimiento por lo que hacía. Eduardo había servido al ejército, no estaba mal de cuerpo, tampoco tenía la necesidad de eso; tenía una novia por ahí cerca del barrio. Pero lo prohibido, era un majar que se lo iba a comer, como una adicción misma…
Un año antes…
Tenía dos meses de haber dejado el ejército, Eduardo había salido de ahí, con un verano intenso. Cada vez que pudo, en el campamento se hizo la paja. También vagamente recuerda haber tenido encuentros con otros compañeros. Pero eso no era algo que le interesaba, sucedió y ya.
Para aquel entonces estaban alojados en la casa de la madre; ahí vivía Eduardo y Ana, está ya con Reinaldo de nueve años.
Aquello era en un campo metido, el cual llamaban “monte oscuro” Eduardo estaba todo el día en la casa, sin hacer nada. La señora julia salía temprano, y luego Ana también bajaba al pueblo, y Eduardo le dejaban a Reinaldo.
Pero no fue en el día que todo empezó. Fue una noche…
El más joven estaba desnudo, era moreno y su piel brillaba bajo la luz de la noche.
<< Pero si apenas es un chico >> piensa Eduardo, que veía escondido detrás de un matorral. El capitán veía a todos lados, se podía ver que estaba respirando todo agitado. No se ha quitado la ropa, solo se bajó el cierre y se veía como la tenía dura, gruesa y larga. El chico de piel oscura, levanto el culo, mientras apoyaba las manos a un árbol. Eduardo vio como ese mazo de carne tiesa, taladraba ese pequeño culo; abriendo paso y marcando un dolor en el rostro del muchacho. Pero una vez que el capitán la tenía adentro, con ambas manos le manoseaba el cuerpo. Luego le besaba las mejillas, y las lágrimas que brotaba el chico, el las limpiabas. Y al rato el chico lo disfrutaba.
A todo esto, Eduardo no se dio cuenta que se ha sacado la pija del interior. Veía todo eso, como el capitán apretaba esas nalguitas, y a la vez, como la empujaba hasta meterle todo el miembro en un culo tan chico.
El roce que hacia su mano en el glande, estaba a punto de hacerlo acabar. Eduardo puso los ojos chiquitos, siseaba suavecito, e imaginando que él, era el capitán, penetrando el ano del muchacho. Sintió que acabo, y se estremeció el cuerpo completo. Eduardo cerro los ojos, ya no era el, sino que él era el capitán, eyaculando en el culo del chico, sentía que le dejaba todo el semen adentro…
¡Despertó!
Caía un aguacero a cantaros, la oscuridad de la noche se partía por los rayos de la tormenta, cuando Eduardo despertó de ese sueño erótico, se sentó en la cama y respiraba entrecortado. Se llevó una mano a la entrepierna, verificando que estaba húmedo, pero no era así, estaba seco con erección a punto de estallarle.
Se puso de pie, y salió a la sala. Con esta lluvia que caía, era extraño que julia no estuviera despierta, mirando por la ventana; preocupada por el chaparrón de agua.
Regreso a la habitación, y sobresaltado un poco, Eduardo vio un tumulto arropado en la cama donde él estaba durmiendo hace un rato. No recordaba que durmiera acompañado, poco a poco se fue acercando y cuando toco por encima, se dio cuenta que no era solo trapo.
Destapo al desconocido, y rápido se dio cuenta, quien dormía a su lado era Reinaldo. El chico estaba sudando, por eso quito todas las sabanas que lo arropaba y vio que el chico, solo en ropa interior, dormía.
Respiro intensamente, pausado y nervioso. Frente a su mirada, estaba expuestas unas nalguitas, blancas, redonditas y apenas cubiertas con una trusa trasparente y degastadas.
Lo volvió arropar, y se acostó a su lado. Eduardo creyó que había borrado ese pensamiento malo, pero no era así; su verga palpitaba. No solo se contraía ese fiero candente, por pensar en esas nalgas blancas, también porque recordaba el sueño de hace un rato. Y luego cuando ambos pensamiento se fusionaron. Se veía el, penetrando el culito de su sobrino de tan solo nueve años.
Se engañó así mismo. Tapado con la misma sabana, estaba piel a piel con su sobrino. Luego, solo iba abrazarlo, así lo hizo. Sintió como la piel del chico estaba caliente, al igual que la de él; recorrió el cuerpecillo del muchacho con una mano, y al detenerse en las nalgas, las apretó suavemente. La verga le brinco deseosa de estar en el medio de ellas. Eduardo quería sentir la piel tersa de su sobrino, introdujo los dedos por debajo del interior; el dedo índice se metió por la raja, y llegado más fondo, tanteo la entrada del upite cerrado. Luego la saco de nuevo, y olio su dedo. Y al olerlo, ya era tarde, no se iba a detener. Iba llegar más lejos…
VI
Como le dije antes. Lo que vi, hizo que echara atrás. Pero me carcomía la curiosidad, no solo eso, también oía el respirar tenso del vecino, y un gemido quedito del vecinito.
El parqué olía a moho y estaba lleno de polvo, pero era lo menos que me preocupaba. Estaba con la mejilla apoyada al suelo, mis ojos no se agrandaron, todo lo veía como un ensueño. Yo era participe, los espiaba como tiraban…
Cerró la puerta del frente, ya su hermana y su prima habían salido. A paso lento llego a la habitación que está cerca de la cocina. Eduardo se tocaba por encima, la tenía dura, a punto de reventarle.
Primero se quedó viéndolo, el chico estaba acotado en la cama. Boca abajo, viendo la televisión. Eduardo se queda viendo el perfil de Reinaldo, nariz respingada y boca rosada.
De solo imaginarse como se la ha mamado otras veces, la verga le brinca, se la saca del short y entra a la habitación.
Renaldo ve por el rabillo del ojo, y luego pone su mirada fija en la televisión. La habitación estaba oscura, solo el televisor les alumbraba en tonos azules.
Llego por detrás, y le sobo las nalguitas. Luego se trae el short junto con el interior, Reinaldo sube un poco el cuerpo para darle el chance de dejarlo desnudo de la cintura para abajo. Se acomoda de nuevo y sin decir nada, siente como su tío se monta encima de él. Colocando el mástil duro en toda su raja, y frotándolo como si lo estuviera cogiendo. Eduardo abre las nalguitas del muchacho, ve el rosado culito, se estremece y apunta la verga al botón arrugado del culito tierno, presiona y el chico brinca. Eduardo sabe cómo calmarlo, monta todo su peso encima, y le besa la mejilla. Susurrando al oído del chico, coge su falo con la mamo y lo aprieta contra el culito cerrado. Reinaldo no dejaba de ver fijo el televisor, apretó los ojos y los dientes también, sintió como le pasaba ese trozo de carne hacia dentro. Por instinto apretó el culito, lo que no sabía es que al tío eso le gustaba, y con más ganas, lo sacaba y se lo volvía a meter. Eduardo no tardo mucho y se vino dentro del culo del muchacho, se lo dejo todo llenito de leche, se levantó y con la verga aun afuera va al baño y se lava. Aún hay tiempo, y también quiere una mamada de su sobrino como las otras veces.
Yo veía como el vecino, montado sobre el chico, le metía todo el pene dentro del culito. El vecinito solo veía el televisor fijo, y una lágrima le caía en la mejilla. Tirado sobre el parqué, mi erección se afincaba duro, me dolía, pero aun no podía moverme del sitio. El vecino se está cogiendo a su sobrino, sudado y afincando con en su colita. El chico dejo ver la televisión, y lentamente va girando la cabeza, mira fijo mis ojos, y los ojos de él, era afilados y oscuros. Expresión sombría y muda, sin esperar que viniera, el chico grito fuerte. Fue su grito metálico, estridente y sórdido…
Cuando he despertado, abro los ojos y abocanando el aire, intento respirar controladamente. Parecía que mis vista fuese cegada, y ahora podía ver todo, nítidamente.
No había entrado a la casa del vecino, ni siquiera había saltado la pared. Seguía ahí, de pie, en el patio de la casa de mi tía Adela. Fui presa del pánico, pero no hallaba que hacer, si gritaba iban a salir corriendo del frente de la casa, y tal vez me pidan explicación. Y como podía decirle, que yo creía haber cruzado la pared, y entrar a la casa del vecino, para simplemente ver, como el vecinito que ha muerto hace como tres años atrás, ha sido abusado por su propio tío… no había explicación.
Esa tarde nos fuimos a la casa, yo iba pálido y mi madre pensaba que yo había enfermado. Esa noche tuve pesadilla. Desde esa vez, esto me lo pregunto cada vez, doctor. ¿Fue esto real o solo imaginación mía?
No sabía que responder. Santiago se veía sincero, en su expresión había confusión total. Temo que sea paranoico, y sufra de esquizofrenia. También puede ser un trauma por el abuso. Él ha dicho que le gustaba, pero de esa manera se da cuenta que le hicieron mal, imaginando algo que pudo ser probable…
Después de esa vez ¿llegaste ir de nuevo a la casa de tu tía? –le pregunto.
Aún no he terminado –dice Santiago –. Lo dejo continuar, el persigna en el diván, y se adentra de nuevo al relato que esta por culminar…
Después de esa vez, era muy poco lo que iba a casa de la tía Adela. Pero llego el momento, aquello que hice, porque Reinaldo me lo había pedido –veo a los ojos de Santiago y se afinca, haciendo énfasis en lo que dice. Demostrando que no fue el culpable, sino Reinaldo –.
Antes he tenido un sueño, en ese sueño he despertado. El cielo era gris, pero había resolana y la luz atravesaba la cortina. Desperté en ese sueño todo sudado, y con la boca seca. Estaba todo perdido, no sabía dónde estaba y lentamente, al paso que iba levantándome de la cama, sabía que estaba en la casa de mi madre. Cuando salgo a la sala, el resplandor de afuera, enceguece mis ojos, y siento que las venas de mis sienes palpitan por un leve dolor de cabeza. Me cubro con la mano y voy saliendo al porche de la casa, cuando estoy afuera, la vista se aclara, y ya no estaba en mi casa, sino donde la tía Adela. Hacia al portón, estaban todos mis conocidos afuera, sentados, riendo, echando cuentos, y no notaban mi presencia. Había como una fuerza en el ambiente, yo sabía que si entraba de nuevo a la casa, no iba ver vuelta atrás, pero era la única realidad que iba ver en ese sueño.
Ya no estaba ni el porche, ni dentro de la casa. Estaba arriba, montado en la mata de mamón. A mi lado estaba Reinaldo, el vecinito. Le veía fijo a la puerta de su casa, como si esperara que alguien saliera, y el temiera. No me veía, y eso que estaba su lado. Yo intentaba interactuar con él, pero no podía, era como si yo no existía en ese momento.
El chico cogió con sus dedos un mamón, quebró la cascara con los dientes, lo chupo, me vio a los ojos, y luego escupió al suelo la pepa del mamón… subió la mirada de nuevo, y en sus ojos había tristeza, desesperación, angustia. Sin más, su cuerpo dejo de tener fuerza y se dejó caer al suelo. Quise gritar y no me fue posible, cuando iba cayendo al suelo, yo era el, apreté los ojos y espere sentir el golpe, pero cuando estuve a punto de tocar el suelo, en ese momento desperté, desesperado y todo asustado. Había mojado la cama, y era las 3:00 de la mañana.
V
El incendio
Veía al espejo, que está en el espaldar de la cama. Esos ojos marrones del vecino veían a los míos, que no eran exactamente míos, sino del vecinito. Levantaba la colita, y recibía todo su mástil duro y recto, hasta al fondo de mi anito. Cada prensada, y apretaba el culo, sentía un cosquilleo y creía venirme por el culito. El no dejaba de verme a los ojos, apretaba mis nalguitas, y sentía lo sudadas que estaban.
Afuera llovía, era torrente el aguacero, y el cielo se partía cada vez con los truenos. Deje caer el cuerpo y pongo la cara de lado, levanto más la cola, y él se afinca más a meterla. Yo era ese, pero tampoco lo era, también era Reinaldo; somos uno mismo. A mí me gustaba, a él no le gustaba. Yo quería más verga, el sollozaba en silencio.
Cuando lo oía suspirar entrecortado y tenso, sabía que está anunciando su lechazo. Y así como unas tantas veces anteriores, antes de acabar, la saca del culo, y nos acaba en la espalda. Mi culo quedaba abierto, terminando de acabar, metía sus dedos. Yo sentía lo caliente de su semen, el con la mano lo regaba todo. Luego, cuando ya el éxtasis le pasaba, se achicopalaba, hincado de rodilla, lloraba y él se iba a bañar, sin decir nada…
Siempre hubo una pequeña fuga de gas –me dice Santiago mirando a mis ojos, estaba llorando –continúan diciendo.
Reinaldo la descubrió, y la hizo un poquito más grande. Me señalo donde estaba, pero antes me dijo que el vecino estaba durmiendo en la habitación próxima a la cocina. Luego me mostro donde estaba el yesquero.
Pero no fui tonto, y él lo sabía…
Juntos hicimos una pelota de papel de periódico, seguido terminamos de abrir la llave de paso de la bombona de gas. Cuando el aire se denso de gas, desde afuera, en el patio, encendimos la bola de periódico, y antes de quemarnos las manos, sin más preámbulo, la lanzamos hacia dentro de la casa.
No fue mucho de esperar, agarro fuego rápido, y después de un silencio interno, la explosión estremeció todo el barrio…
No recuerdo más de ahí, solo cuando he abierto los ojos, estaba tirado en la tierra humedad. Me había roto la rodilla y de la frente un poco de sangre tenía.
Como pude fui y subí la pared, cuando ya iba bajando hacia al patio de mi tía Adela, creía yo, que todo estaba solo, pero hubo un primo que no corrió como todos hacia afuera, sino que vino a ver el patio. Yo de espalda terminado de bajar, y cojeando, y el que me dice… ¿Santiago que has hecho?
VII
El doctor, lo comprendió todo. Aunque el relato de Santiago no era del todo cierto, había dejado muchas pistas, para saber cuál era la verdad. Sebastián anoto en la libreta, y por dentro sentía el gusto por haber descifrado este caso, que tanto lo había perturbado, por no sentirse capacitado, por la poca experiencia que tenía en el ámbito. Ya era hora de hablar con la señora, y decirle todo lo que su hijo ha ocultado, Sebastián se encimo en sus papeles, dejo que Santiago siguiera sollozando.
El golpe en la nuca, le apago las luces. El joven doctor no se percató, y sin poder dar el informe, la conclusión de la terapia de Santiago, quedo en las manos del joven agresor…
Presente
En el cerro, el joven deportista, se detuvo cuando me vio con el culo al aire. Primero se tanteo por encima, y luego me afinco la erección en la raja del ano. Seguido se sacó el miembro por debajo del short, la apunto en mi culo, y sin pensar en mi dolor, la metió al fondo. Me cogió duro, y acabó adentro.
Cuando se estaba secando el sudor, y limpiando la verga, por encima me doy cuenta que es un heterosexual vagabundo. Sin darle tiempo de mi bolsillo saco el trapito húmedo y lo ahogo. Desmallado en mis brazos, lo llevo al carro, y de ahí al apartamento. Mi psicólogo me hablaba en la mente, diciendo; no lo hagas más, no lo hagas más…
Continuara.
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