LEO, niño de 8 años
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Y claro, el niño sí era guapo, bastante parecido a Leonardo Di Caprio, y de hecho se llamaba así por él.
Las niñas revoloteaban en torno a él pero, el las rechazaba gentilmente y se apegaba a su madre.
Estábamos en unas termas en la montaña y se me antojó ir a sacar fotos a la caima de una colina, le encargué mi hija a la madre de Leo, y éste me rogó que me dejara acompañarlo.
Ya que su madre accedió, lo dejé ir conmigo.
A la mitad del camino nos detuvimos para descansar en un claro, Leo se sentó encima de mí, presionando su culito sobre mi bulto.
Fue muy extraño para mi, sentir el culito de un niño de 8 años presionando mi pedazo, aunque debo confesar que no había diferencia con el de una niña.
Leo tenía un culito dotado de glúteos gordos, firmes, bien paraditos, tersos al tacto, con la piel blanca y losana, la hendidura semi abierta me permitía ver su orifico anal, el cual estaba muy limpio y hasta con talco, por lo que no tenía mal olor.
Leo refregaba su culito contra mi, hasta que logró producirme una erección.
Y, claro está, mis 20 cms de largo mas el grosor se veían imponentes al lado de sus nalguitas por lo que me espabilé y me hizo para atrás hasta pegarme al tronco; sin embargo el chiquillo insistió, y volvió a pegárseme y refregar sus caderitas contra las mías.
_”Leo, no hagas eso, los niños no deben frotarse asi contra los hombres”, le dije, al tiempo que lo daba vuelta para que quedara frente mío.
_”Pero te gusta … mira como tienes duro el pico … y se siente muy rico además”, me dijo con una sonrisa pícara y sus ojitos color miel chisporrotearon con malicia.
El niño sabía muy bien lo que estaba haciendo.
Estábamos solos, a mucha distancia de su madre, con el permiso de ésta para ausentarnos dos horas, tenía todo a mi favor … entonces… ¿por qué no?
Lo miré directo a sus ojos y agaché un poco la cabeza para ver su reacción, el niño se empinó en sus pies para darme un beso … pero era un beso infantil, tierno e inocente … era el beso de una auténtica puta.
Su boca se abrió para recibir mi gruesa lengua, sus labios masajearon amorosamente los míos, su lenguita jugaba con la mía y después revolotearon como mariposas sobre mi labio superior, el sonido de nuestras salivas era tan morboso que hizo que se me acelerara el corazón y se me endureciera al máximo mi pene.
No erala primera vez del niño.
Sus manitos bajaron inmediatamente hasta mi bulto y empezó a recorrerlo apretando con fuerza, masajeándolo y arañándomelo en el glande por sobre la tela del pantalón, esto último logró hacerme gemir de calentura.
Yo no iba a permanecer ocioso.
Mis manos bajaron, levantaron su polera y se metieron bajo su traje baño … era el primer culo de niño que agarraba … y se sintió … rico.
Suavecito, blando, grande, esponjadito, abierto, … rico, me gustó.
Nos seguimos comiendo a besos hasta que ambos comenzamos a jadear de calientes.
Me quité la polera y exhibí con descaro mis marcados abdominales (trabajé muy duro en el gimnasio para ocultarlos), Leo me miró y sonrió, diciéndome que estaba rico … y aquello me gustó.
Le quité su polerita y la comí las tetillas, el se encogió riéndose por las cosquillas que mi lengua le producían.
Finalmente, me paré frente a él y despacio me bajé el pantalón.
Mi pene saltó por lo duro que estaba y quedó a cms de la cara del niño, que sonrió nervioso y lo miró sorprendido.
_”WOW … es muy grande,… “, susurró mientras lo tomaba tímidamente con ambas manos y lo palpaba con cautela, midiéndolo con su antebrazo.
Con sus dedos lo recorrió, lo apretó y empezó a pajearme lento y rico, estrangulando el tronco todo lo que podía con una manito, y con la otra me ordeñaba y arañaba la punta del glande.
JAMÁS, en toda mi vida ME HABÍAN PAJEADO así de rico, el niño era todo un putito, sabía como hacer gozar a un hombre… y recién estaba empezando.
Cuando me vió gimiendo de placer, abrió su boquita y se tragó todo el glande, sin mucho esfuerzo.
Lo chupaba como toda una diosa.
Su boquita producía mucha saliva, los dientes inferiores me raspaban el frenillo y el paladar me presionaba el glande, mientras que la gulilla me cosquilleaba la punta.
Sus manitos me apretaban el tronco a la vez que me lo masajeaban, ayudados por los hilillos de saliva que brotaban incesantemente de la comisura de sus labios.
Verlo así, con la cara roja, el aliento congestionado, los ojos cerrados, tan concentrado y con muchas ganas … fue lo maserotico y morboso del mundo.
Cuando s ele cansaba la boca, se lo sacaba buscando un poco de aire, lo lamía desde la base hasta la punta, con los labios bien levantados y la lenguita pegada a mi carne, y encima me preguntaba con voz infantil y perversa: “¿te gusta, papito?; después se abofeteaba la cara con mi dureza y la saliva saltaba con cada golpe, se lo paseaba por la nariz, la frente, el mentón, el cuello, susurrando lo rico que era, lo duro que estaba, lo mucho que le gustaban los hombres y se lo volvía a tragar … me tenía loco.
Tras varios minutos no pude aguantar, le tenía que devolver el favor.
Lo tiré al suelo, le abrí las piernas y observé su penecito.
Era el miembro normal de un niño de su edad, pequeño, delgado, la base blanca, la punta de un color casi púrpura, durísimo, erecto y palpitante, .
se me antojó saber que sabor tenía, y se lo chupé tal y como lo había hecho.
A él le encantaba aquello, se revolcaba sobre el suelo como una puta caliente, ondulando sus caderas para que su pene se regodeara dentro de mi boca que chupaba con mucha fuerza, imitando todo lo que había hecho….
_”Ahhh …ahhh … ññññhhhh … gha,gha,gha …asi, dale papito, mas rááááápido … ay que rico lo chupas papá … ííííínnnn, me voy a correr, me corrro , me corrroooouuhmmmmnnn”, gimió el niño, y un chorrito de líquido seminal se estrelló contra mi paladar y supe que lo había hecho acabar, el niño se alzó, me abrazó por el cuello y me dio un rico y baboso beso, en el cual intercambiamos nuestras salivas y su flujo seminal.
Era saladito, y me encantó el sabor.
Si alguna tuve dudas sobre mi homosexualidad, éste niñito de apenas 8 años me las había disipado.
Leo se puso duro de inmediato, se puso en cuatro patas, apoyó su cara contra el suelo y con ambas manos se abrió las mullidas nalgas, allí el orificio anal me esperaba, abriéndose y cerrándose rítmicamente.
Yo miré el tamaño de mi pene y no me cuadraba, si se lo metía, lo mataba, me quedaba claro.
Y se lo dije.
_”No tengas miedo, ya lo he hecho antes con muchos ahombres mayores, … un tío quela tiene casi tan grande como tu, me mete la cabezota sin problemas”, me animó el chiquillo.
Yo escupí abundantemente sobre el glande, distribuyendo la saliva con mis dedos, hasta dejarlo bien lubricado.
Apunté y empecé a moverme con suma delicadeza.
Mi pene estaba como un roble y, apenas comencé a presionar el esfínter, Leo comenzó a menear su culito de adelante hacia atrás, hasta que un sorpresivo movimiento, hundió su culito en mi pene y se tragó todo el glande, de una.
Su orificio se sentía seco, rugoso, estrecho y muy caliente, su esfínter apretaba mi glande con fuerza y ritmo, dándome el mejor placer que he tenido en mi vida.
No sabía que los niños fueran TAN buenos para la cama.
Aunque estaba como un toro de caliente, no quería perder el control y dañar a Leo.
Respiré profundo, me calmé y se me ocurrió una idea para que ambos lo pasemos bien.
Se lo saqué y lo dí vuelta, quedando ambos en posición misionero, me acomodé para penetrarlo de mejor manera y se lo volví a mater, milímetro a milímetro, para después comenzar a pajearme el tronco, procurando mover la cabezota dentro del culo del niño.
Leo acusó recibo de la maniobra pues, comenzó a quejarse y gemir muy rico, moviendo el culo al mismo ritmo que yo.
Mi glande dibujaba unos grandes círculos dentro de él, iba de un lado para otro, giraba de media vuelta o vibraba a alta velocidad según los movimientos de mis manos.
Imagino que aquello debió de gustarle mucho pues, se revolcaba como una puta, esforzándose por clavarse un poco más en mí.
_”aaaaAAAAAYYYYYYYyyyyyynnnnn… que rrrRRRRRIICOOOOOOOOHHHH… tu sí sabes … dale, sigue así … me vas acabar printo… ñññhhhh …ghaaaaa… ya… me corrro.
corrro.
Ahhhhhh”, jadeaba, gemía y sequejaba con una vocecita infantil y femenina mientras yo veía como saltaban chorritos de fluido seminal desde su penecito.
_”NO , NO .
NO ME LO SQUES SIGUE CULEÁNDOME POR FAVOR, PAPITO … CULÉAME BIEN RICO, ASÍ… ASÍ … AWWWWW”, me rogó el niño y seguí follándomelo de ésta manera.
Lo hice acabar cinco veces, antes de que mi pene comenzara a dar señales de querer reventar.
_”Leo … me corro … me voy a salir …”, le dije, entre gruñidos.
_”NOOOOO , córrete dentro de mí ,, quiero tu lechita en mi culo … lléname entero … dame leche, papito … lléname el culo con tu lechita”, me dijo con los ojos llorosos.
Yo comencé a pajearme de forma mas violenta, mi glande vibraba dentro de él, … la suma del calor y la humedad del bosque, el sudor de nuestros cuerpos, sus bellos ojos mojados, su culito seco y hambriento, lo morboso y prohibido de la situación … todo, todo tan rico y perverso … estallé dentro de él, tres chorros de semen espeso y caliente llenaron sus interiores y salieron a presión hacia afuera, Leo gimió ronco y fuerte y comenzó a reir como si fuera un loco, abrazó mi culo con sus piernas y se enterró un poco más, absorviendo toda mi carga, hasta que me dejó seco.
Reposamos unos minutos, yo encima de él, con los últimos estertores de mi orgasmo, llenándole el culito de semen, ambos jadeando, medio riendo, medio gimiendo, besándonos como amantes ardientes, agradecidos del placer que nos dimos uno al otro.
Al vestirnos quise limpiarle el culo a Leo pero éste me lo prohibió.
_”Quiero correr, sentarme y acostarme y sentir mi culito lleno con tu lechita, … así te podré sentir mas cerca ahora que te vas a la ciudad”, me explicó.
Y yo le dejé.
Al volver, se lo devolví a su madre (bien usado je,je), sin que ésta sospechara algo en absoluto.
Leo jugó, nadó y corrió por todos lados, con una enorme sonrisa en su carita.
Llegada la hora de la despedida, nos despedimos de mano pero, dentro de la suya había un papelito: su whatsapp y un llámame pronto.
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