LIBERTAD CONDICIONAL 6
Sexta Parte .
Sexta Parte
(Traducción del inglés)
Al día siguiente nos fuimos muy temprano a casa, a buscar algo de ropa para cambiarnos y comenzar a trabajar en el taller, yo no es que tuviera experiencia en reparar vehículos, pero tenía la disposición de aprender y ganar dinero. Dylan tampoco es que era muy diestro, pero sí tenía más idea que yo al respecto, por lo menos sabía diferenciar entre un carburador y un alternador… Jajajaja…
En lo que respecta a la construcción, yo sí tenía experiencia, porque en el campo había hecho una que otra casa y había ayudado a reparar algunas otras desde niño. En cambio, Dylan, tuvo que ir aprendiendo porque no sabía meter un clavo sin estropearse los dedos con el martillo.
Los días se fueron haciendo bastante predecibles, pasaban tranquilamente, sin mayores novedades, de lunes a viernes nos manteníamos ocupados durante el día, de jueves a sábado, en las noches, nos íbamos a trabajar donde Kate, al bar.
Yo detrás de la barra, Dylan como encargado de seguridad, en verdad que estábamos bien, el sexo no era un inconveniente, porque siempre había tiempo para eso. Así fuera un manoseo rápido, pero siempre nos ocupamos de mantener la llama de la pasión encendida.
Hubo algo que siempre supimos, que desde que decidimos poner fin a la vida que llevábamos, no iba a ser sencillo, otro pueblo, otra gente, otra manera de pensar. Eso, cuando decidimos asumir nuestra sexualidad, nos asustó. Pensamos que iba a ser motivo de escarnio público, e incluso, que la situación sería insostenible para nosotros y deberíamos volver a San Francisco, lo cual no estaba en nuestros planes, no para vivir.
Una tarde, ya tres meses después de haber pasado esos días con Ferdinand, llegamos a la casa y estaba Papá Harris con un caballero que apestaba a abogado, la ropa, el corte de cabello, el porte. Todo indicaba que era abogado, y no era para nada barato, mucho menos de andar haciendo trabajos pro-bono.
Buenas noches mis hombres hermosos, dijo Papá Harris.
Buenas noches papá, dijo Dylan. Yo miraba sin saber quién era ese sujeto que estaba en nuestra casa.
Muchachos, él es Oswald, Oswald Hartshorne, es un excelente amigo.
Un placer conocerlos, dijo Oswald estirando la mano y sonriendo.
Igualmente, dijimos cuando fuimos estrechando su mano.
¿Y… A qué se debe esta visita? Preguntó Dylan.
Bueno hijo, ya yo llevo muchos años casado con tu madre, pero hay asuntos que quiero oficializar, quiero darte mi apellido, para que cualquier eventualidad que pudiera pasarme, no quedes desamparado, quiero que pases a ser legalmente mi hijo, y eventual heredero. La otra razón, es que Oswald trae consigo los documentos de sus divorcios ya firmados, a ellas les va a ser otorgada una excelente pensión, la cual va a ser suficiente para que vivan tranquilas durante el tiempo que duren en contraer matrimonio con alguien más. Y por último, pero no por esto menos importante, los documentos para el matrimonio entre ustedes, después podremos hacer la celebración con amistades, pero de momento vamos con el trámite legal.
Wow… No me lo esperaba…
Es abrumador… Dije yo.
Entiendo, dijo Papá Harris, pero es una forma de que tengan más seguridad social.
¿Cuánto tiempo se demora en hacerse efectivo todo? Preguntó Dylan.
Lo que puede demorar un poco más es el cambio de apellido, pero lo demás, sólo espera por su firma señores y una vez introducido en el tribunal, ya sería cuestión de días. Ya para la semana que viene usted sería hijo del señor Harris, llevaría su apellido, no sólo el hijastro. Además, sería un hombre casado con el hombre que lo hace feliz. De pronto para eso tendrían que ir a San Francisco a hacer acto de presencia delante del juez, pero sería una formalidad meramente.
Bueno, ¿dónde firmamos entonces? Pregunté.
Excelente, firmen aquí, aquí, y usted señor Dylan, firme aquí también.
Firmamos, y a la semana fuimos a San Francisco. Listo, felizmente casados, y ya Dylan era un Harris.
Así pasamos bastante tiempo, dos años en total, prácticamente no nos percatábamos del tiempo transcurrido viviendo en Austin, trabajando con Ferdinand en el taller, las construcciones y remodelaciones, con Kate en el bar, vivíamos en la casa, las provisiones seguían llegando sin variación, de vez en cuando mi suegro nos hacía una visita, se quedaba unas dos semanas y luego se ausentaba durante un mes, tenía que volver a San Francisco, algunas veces uno de nosotros se quedaba con Ferdinand a pasar la noche, generalmente Dylan. Estábamos muy contentos a decir verdad. Y todo iba sobre ruedas.
Pero un día las cosas cambiaron radicalmente. Una noche, luego de trabajar en el taller durante todo el día nos bebimos unos tequilas con Ferdinand, quien invitó a unos amigos y unas amigas porque estábamos celebrando su cumpleaños. Entre ellos estaba Kate, con su esposo.
La cosa es que entre tragos, bromas, y baile sucedieron algunos eventos imprevistos. Kate le presentó a Dylan su hermana Mary Lou. Una muchacha muy hermosa, ojos grises, cabello castaño, blanca de piel, linda figura. Cuando Kate los presentó le dijo a Mary Lou que Dylan y yo éramos esposos, y era cierto, nos habíamos casado en San Francisco. Ella se mostró muy curiosa, le conversamos de nuestra vida previa, donde hasta casados estábamos, que luego nos fuimos enamorando y decidimos poner fin a nuestros matrimonios para casarnos nosotros.
La cosa no debió de pasar a mayores, pero sí, como les decía, entre tragos y baile se fueron poniendo calientes los motores y al terminar la fiesta nos fuimos con Mary Lou a la casa.
Llegamos muy borrachos y no hay recuerdos claros de lo que ocurrió, lo que sí recuerdo es que Dylan y yo le hicimos una doble penetración por ese coño hambriento de verga que tenía. Y la dejamos llena de nuestras leches.
Al día siguiente ella se había ido para volver dos semanas después, diciendo que estaba embarazada y que uno de los dos era el padre. Yo le pregunté si eso era una broma y me dijo que no, que teníamos que hacernos cargo del niño y que ella no pensaba abortar. Luego se fue y volvió con la panza visible, ya estaba en el quinto mes, y la vimos del brazo de un hombre, cuando lo vi, el corazón se me detuvo, era uno de los que conocí en prisión. Él había estado preso por violencia familiar, casi mató a su esposa y a su cuñado a fuerza de golpes.
Hola muchachos, dijo Mary Lou. Les presento a mi esposo. Amor ellos son los amigos de los que te hablé. Jacobo y Dylan.
Humm… Tienes amigos negros… Dijo el sujeto. Pensé que era el único, aunque mi viejo era como él, dijo señalando a Dylan.
Entonces, dijo Dylan, el niño puede ser un afroamericano o posiblemente irlandés.
Yo espero que salga lo mas parecido a mí, dijo Mary Lou.
Bueno caballeros, fue un placer haber conocido los amigos de mi mujer, dijo el marido de Mary Lou.
¿Qué fue eso? Preguntó Dylan cuando estuvimos solos.
El que se hizo cargo del muchacho, dije yo.
Pero… Le tienes miedo… ¿Por qué?
Porque estuvo en la misma prisión que yo, por violencia intrafamiliar, casi mata a golpes a su esposa y a su cuñado. Yo salí y a él le quedaban diez años, no sé cómo le redujeron la pena.
Bueno, lo importante es que no hay problema con el niño.
Pasaron los meses y supimos que Mary Lou había dado a luz a una niña hermosa, idéntica a Kate. Le dieron por nombre Katy Lou.
Las cosas transcurrieron de la manera más normal. Había una cierta sensación de paz. Un día viernes, por una fuga de agua en el local de Kate, no teníamos que trabajar, en realidad estaba todo inundado, pero ya Ferdinand había puesto a los más expertos a trabajar y nos dijo que nos fuéramos a descansar, llegamos a casa temprano como a las 19h00, y nos encontramos con Oswald, el abogado. Fumando un cigarrillo en el porche de la casa.
Hola Oswald, bienvenido, ¿qué te trae por aquí? Le pregunté.
Vengo a hacerles una visita, a ver cómo van las cosas en casa.
Excelente, dijo Dylan, pasa.
Le sirvió un bourbon, y sirvió uno para cada uno de nosotros.
Veo que han ido cambiando el mobiliario, incluso, han mejorado la estructura de la casa. Dijo el abogado.
Sí, ya sabe cómo es eso, dos hombres con mucha energía y creatividad… Jajajaja dije riendo.
Ya veo…
¿Cómo se dividen las tareas domésticas? Lavar,, cocinar, planchar, el aseo de la casa…
Una semana uno, la siguiente el otro, pero nos colaboramos en las tareas, dijo Dylan.
Perfecto, ¿y en cuanto a al trabajo?
Ambos trabajamos, ambos ganamos bien, nos colaboramos en todo lo que podemos, hemos tenido una que otra discusión, pero lo hemos solucionado de manera civilizada. Ahora, si no es molestia, ¿podemos terminar de llegar a casa? Dijo Dylan ya molesto, porque veía que la visita estaba extendiéndose.
Ehhhh… Noto cierta tensión aquí, dijo el abogado. ¿Seguros que todo está bien? ¿Incluso en lo que se refiere al sexo?
¿Qué preguntas son esas? Pregunté yo.
Pues, en realidad, vine a ver qué tan cierto era eso de lo que presume William, tu suegro, porque no sé cansa de presumir lo bien que la pasa con «sus muchachos». Respondió acercándose a mí.
Entonces, ¿todo este interrogatorio era para simplemente tener sexo con nosotros? Preguntó Dylan muy extrañado, en esa pose de sospecha que siempre asume, con un brazo flexionado a la altura del pecho y el codo del otro descansando sobre este a la vez que se agarra la barba.
¿Me invitan otro trago de bourbon? Preguntó Oswald.
Desde luego, dije yo. Tomé su vaso y noté que su mano estaba fría, lo cual era inusual, e inesperado, porque él andaba todo trajeado y la chimenea estaba encendida.
¿Estás nervioso? Le pregunté.
Ehh… Yo… Ehhhh… ¿Por qué? Fue lo que respondió.
Dylan se sonrió con malicia, se aproximó de tal forma a Oswald que casi podía ver con claridad los poros de su piel.
Oswald es un hombre canoso, de unos 50 años, ojos color miel, siempre que lo hemos visto tiene el cabello bien peinado y hasta engominado hacia atrás y un lado. Estilo Rock Hudson. De hecho, tienen un gran parecido, con la salvedad de que este es completamente canoso. Una estatura entre Dylan y yo, digamos que mide 1,90. Se ve que se ejercita, y su figura es imponente, por lo menos a través del traje se vislumbra de esa manera.
Su voz es bastante grave, su andar es muy sereno, al igual que su hablar, pausado y sereno, como para que no haya una mala interpretación de lo que diga.
Nunca lo hemos visto con barba, siempre bien rasurado, en contraste con su cabello, las cejas son de un tono similar al caramelo. Podría decir que marrones.
Dylan tomó la corbata de Oswald atrayéndolo hacia sí, si aún se podía más. Sus narices se rozaban y Oswald sudaba frío ante el ataque intimidante de Dylan. Mira como tiemblas, pareces un niño asustado, y eso que no estás ni siquiera desnudo. Le dijo Dylan moviendo su cabeza de lado a lado sin quitar la vista de sus ojos. Oswald agachó la mirada y esto hizo que Dylan le dijera en un tono autoritario que lo mirara a los ojos.
Desde donde estaba, parecía como que Dylan lo fuera a golpear a muerte, es más, ya veía en mi mente al abogado tirado en el suelo y nosotros descuartizándolo para echar los restos en la chimenea. Habría que borrar toda evidencia de su presencia en casa.
Yo haré lo que ustedes deseen, sólo no me golpeen, por favor, dijo Oswald como previendo lo que podía avecinarse.
Dylan lo tomó de la entrepierna y apretó fuertemente, Oswald dejó salir un quejido, pero estaba como inmóvil, como si hubiera cedido plenamente su voluntad, ya no se veía el hombre autoritario y determinado que conocíamos, el que todo el mundo voltearía a mirar apenas pusiera un pie en un salón. Parecía que lo había quebrado.
De rodillas, dijo Dylan liberando la entrepierna de Oswald pero sin soltar la corbata, como si de la correa de un perro se tratara.
Este asumió la posición que le había sido indicada. Yo me senté en un sillón a ver el espectáculo.
En ese momento Dylan le ordenó que le quitara los zapatos.
Oswald acató la orden sin demora. Fue desatando los zapatos de trabajo de Dylan, quien lo miraba desde arriba y le decía cosas como: Buen chico, buen perro…
Luego le ordenó sacarle el pantalón, permaneciendo de rodillas, así mismo hizo, Dylan tomó la botella de bourbon y le ordenó que abriera la boca, sacara la lengua y jadeara como un perro sediento. Cuando Oswald hizo eso, Dylan vertió un chorro de licor en la boca de su mascota humana.
Jamás había pensado que tuviera esa faceta, llevamos todo este tiempo juntos y nunca lo había visto hacer esas cosas, ni conmigo, ni con nadie.
Después de sacarle el pantalón y quedar en unos slips ajustados de corte ancho que le destacan las nalgas y la entrepierna de color negro que cargaba, Dylan le ordenó que lo doblara y lo colocara sobre una silla. Así mismo hizo Oswald, llevando el pantalón aprisionado entre los dientes, cuando volvió donde estaba su amo se posó en dos patas y jadeó nuevamente, Dylan le acarició el cabello y le dio más bourbon. Buen chico, buen chico, le decía.
Dylan dejó la botella sobre el suelo y procedió a quitarse la camisa, se la tiro a la cara a su perro y este la dobló y la llevó donde estaba el pantalón, volvió a jadear para que le dieran más bourbon. Una vez que Dylan le dio su recompensa, sujetando la corbata a manera de correa, lo acercó donde yo estaba, y le dijo que hiciera lo mismo.
Me desnudó de la misma forma que hizo con Dylan, recibiendo los premios en forma de chorros de bourbon que yo iba vertiendo en su boca, yo quedé en un slip azul naval con medias en juego, el slip marcaba muy bien mi entrepierna y Oswald se quedó atónito viendo la de Dylan y la mía. Movía su cabeza de un lado a otro sin saber cuál era la que probaría primero. Dylan me dijo que lo ayudara a quitarle la ropa y decidimos dejarle la corbata. Cuando estuvo Oswald completamente despojado de su traje, quedó en un suspensorio blanco y negro. Le dejamos la corbata puesta para halarlo donde quisiéramos.
Dylan le dijo: De ahora en adelante te llamarás Oz, ladra una vez si entendiste.
Woof… Fue su respuesta.
Y Dylan le dio otro trago de bourbon.
Cuando estuvo completamente desnudo, Oz, mostraba un cuerpo hermoso de verdad, como cincelado por los dioses. Una musculatura bastante desarrollada sin ser exagerada, brazos fuertes, nalgas grandes y firmes, igualmente sus pectorales y las piernas muy bien trabajadas. Lo que más resaltaba eran sus tatuajes, los cuales estaban bien ocultos bajo el traje de tres piezas que llevaba, podría decir que tiene un sweater de tatuajes, que luego se interrumpe hasta la entrepierna dejando la piel de nalgas, caderas y pubis sin entintar y de ahí se extiende hasta los tobillos.
A ver Oz, vamos a darte un baño. Le dijo Dylan. Su reacción fue bajar la cabeza y gemir como un perro asustado. Vamos, has sido un buen perro, vamos a darte un baño y luego jugamos. Le dijo Dylan tratando de convencerlo. Oz se resistía, y lo acaricié por la espalda (lomo), con eso cedió y se dejó llevar al baño. Le quitamos la corbata y entró a la ducha, le quitamos el suspensorio y nos terminamos de desvestir nosotros. Al ver lo acosados que estábamos, Dylan le dijo a Oz: Vamos a necesitar a tu YO humano, porque así no cabemos… Y se puso de pie. Los tres reímos a carcajadas.
En verdad se te da bien eso de ser amo, dijo Oz. Y me gusta el nombre que me colocaste. De ahora en adelante seré Oz para ustedes. Dios, pero esto parece un sueño hecho realidad, todo un helado de tres sabores, fresa, chocolate y vainilla… Uffffff…
Dylan y yo reímos, abrí el chorro del agua y calibré la temperatura. Nos bañamos, con agarrones de vergas, culos, chupadas de tetillas, uffffff…
Que buena verga tienes Oz, le dije tomando su erección en mi mano. Igual que la mía, pero blanca, y de cabeza rosa intenso. Por supuesto, a él se le marcaban las venas de un tono azulado verdoso. Provocaba ponerme de rodillas a mamar de una vez.
Tú tampoco estás mal Jacobo, me dijo, y agarrando la de Dylan dijo: Diossss… Cómo será tenerlos al mismo tiempo dentro de mí.
¿En serio quieres eso? Pregunto Dylan
Es algo que nunca he probado, pero con ustedes me encantaría hacerlo.
Si estás de verdad dispuesto, no veo problema alguno, le dije agarrando sus nalgas con la derecha, de paso metiendo dos dedos en su culo que pedía verga a gritos, porque los logré introducir sin problemas, aún cuando estaba de pie, y apretando su tetilla izquierda con mi mano izquierda.
Ahhhh dejó salir Oz al sentir lo que le hacía…
Te gusta, ¿verdad? Dijo Dylan pellizcando la otra tetilla de Oz mientras lo masturbaba.
Uffffff… Esto es demasiado para mí… Ahhhh… Siento que… Ahhhh… Y sin más, en menos de dos minutos, se corrió con espasmos y escalofríos que le recorrían todo el cuerpo. Casi cae desmayado entre nosotros, lo atrapamos y lo sacamos con cuidado de la ducha. Dylan apoyó la cabeza de Oz en el suelo y le levantamos las piernas. Poco a poco fue reaccionando.
Oz, Oz… ¿Estás bien? Le pregunté palmeando suave sus mejillas
Abrió los ojos y dijo: ¡Es la mejor paja que me han hecho en mi vida!
Jajajaja jajajaja… Reímos.
Pero nos pegaste un susto infernal perro. Le dijo Dylan aún riendo.
Perdonen, a mí me da una especie de apagón cuando llegó al orgasmo, debí haberlo dicho antes.
Habría sido bueno saber eso. ¿Has ido a un médico? Yo no sabía que eso sucedía. Le comenté.
Si, de hecho me tomo unas pastillas antes del sexo, pero hoy no me las tomé.
¿Y puedes tomarlas ingiriendo licor? Pregunté.
Sí, no hay problema alguno con eso.
Señores, muy interesante la plática, pero tengo hambre ¿Qué les parece si nos vestimos y vamos por unas hamburguesas donde Lucy? Hasta los momentos son las mejores que he probado.
Vamos, yo invito, dijo Oz.
¡Excelente! Dijo Dylan.
Nos vestimos y nos fuimos donde Lucy, ya estaban casi cerrando porque se les había acabado casi todo, casualmente quedaba como para preparar unas seis hamburguesas y fue lo que pedimos. Con sus respectivas papas y gaseosas. Nos fuimos a la casa a comer, al llegar, Oz se acordó de las pastillas y se tomó una.
¿Vieron que había un local de pizza junto al de Lucy? Preguntó Oz.
¿Te gusta la pizza? Le pregunté.
Jajajaja… Por lo menos tres veces a la semana la como, respondió Oz.
Debes tener excelente metabolismo, porque no lo pareces, dijo Dylan.
Lo que pasa es que mi entrenamiento incluye grandes cantidades de carbohidratos. Por eso no me engordo.
¡Genial!
Al terminar la cena salimos al porche a tomar un café, de pronto vemos una camioneta que se acerca.
Hola vaqueros… Dijo Ferdinand al bajarse de la camioneta. ¿Me dan una mano aquí?
Fuimos a ayudarle, había llegado con unos seis packs de cerveza, cuatro botellas de vino y mucha carne y embutidos a la barbacoa.
Jajajaja… ¿Vamos a hacer una fiesta?
Me dijeron en el pueblo que tenían un amigo nuevo, así que vine a conocerlo. Mucho gusto señor, Jameson, Ferdinand Jameson. pero mis amigos me dicen Fer.
Oswald Hartshorne, pero puedes llamarme Oz.
Bueno Oz, dijo Ferdinand abrazando a Oz por detrás del cuello, creo que la vamos a pasar muy bien. Por cierto, hermosos ojos…
Jejejeje… G, g, gracias… Jeje…
Jajajaja el abogado implacable quedó mudo, dije riendo.
Ahora sí he visto casi todo, dijo Dylan sonriendo.
Metimos la comida en la cocina y las cervezas las colocamos en la nevera.
Ya dentro de casa Ferdinand se quitó la camisa y la dejó colgada del espaldar de una silla. Oz lo miraba atónito, no esperaba que alguien que fuera de visita actuara de esa forma, pero luego recordó que él era nuestro perro. No podía creer tener tan cerca ese pecho amplio, voluminoso, con amplias aureolas rosadas esos pezones largos y gruesos, esa espalda muy bien desarrollada y ancha, tanto esta, como el pecho cubiertos de una capa de vellos negros densa que baja hasta su entrepierna, pero aún cuando eso se insinuaba, Oz no lo sabía y mucho menos que el matorral de pelos se extiende hasta los dedos de los pies, ese abdomen que gracias a los entrenamientos que habíamos estado realizando los tres, ahora parecía esculpido con cincel mostrando orgulloso su eigth pack.
Fer asumió una posición con ambos pulgares en los bolsillos de sus jeans y los índices apuntando hacia su entrepierna. Miró de reojo a Oswald, quien no dejaba de ver ese semental, y ya su erección lo delataba. Ven acá muchacho… Le dijo Fer a Oz, Oz se acercó dubitativo, y cuando estuvieron a dos pasos de distancia, le dijo que se acercara, Oz se acercó más y Fer le dijo que aún más, de pronto, cuando lo tuvo lo suficientemente cerca, le dijo al oído:
Hoy te voy a hacer llorar, pero de placer con mi verga en tu culo…
Pero… Pero… ¿Cómo es eso? Quién te dijo que…
Shhh… Tú sólo prepárate para disfrutar de tres machos. Le dijo Ferdinand colocando dos dedos sobre los labios de Oz. Quien temblaba como gelatina ante la estampa de ese macho que había leído su lado sumiso nada más de verlo. Se sentía desnudo, expuesto, vulnerable, pero muy excitado como para decir que no. No tenía argumentos para contradecir lo que intuía había descubierto Fer.
Él que siempre impactaba nada más con verle, acostumbrado a ser el que prácticamente volteaba de cabeza un tribunal a su antojo, haciendo gala de su conocimiento del caso en cuestión, sabedor de todas las jurisprudencias que aplicaren en pro de su cliente y siempre con ese don de palabra que lo había mantenido como un triunfador en su carrera, estaba mudo, impresionado por ese obrero, ese hombre que poco estudio tendría, pero que había hecho que se sintiera atraído y rendido a sus pies como nadie, nadie jamás, ni siquiera podía decir: Objeción.
En su cabeza se creaba todo un panorama que jamás se habría imaginado, él estaba acostumbrado a ser atendido, mimado, que consintieran hasta el más absurdo de sus caprichos, siempre haciendo que la gente hiciera su voluntad, se imaginaba tantas cosas a la vez que no podía articular palabra. Hasta se imaginaba esperando a Ferdinand para que llegara a casa, usando él sólo un suspensorio, para que su macho no tuviera que perder tiempo al llegar de trabajar si deseaba usar su culo para bajar el estrés del día, procurando mantener la casa limpia, la comida a tiempo y la tina de baño lista para cuando su macho decidiera darse un baño, desde luego que él le estrujaría la espalda y todo el cuerpo, estando de rodillas junto a la tina.
Dylan se me acercó al ver a Oz tan evidentemente rendido ante Ferdinand y me dijo que como que la comida iba a tener que esperar para más tarde… Porque tenía hambre, sí, pero de sexo intenso y perverso.
Mi verga dio un respingo dentro de mi pantalón, lo tomé entre mis brazos y lo apreté contra mi pecho para fundirnos en un beso. Las manos de Dylan sujetaban mis nalgas por encima de la tela del jean, lo cual me vuelve loco… Y él lo sabe. Por mi parte, yo con una mano acariciaba sus nalgas también y con la otra masajeaba su verga, que se iba sintiendo más hinchada y caliente a cada caricia que le iba dando. Uffffff no pares, me decía Dylan, más excitado que nunca. Yo seguía acariciando, aplicando más fricción. La ropa era un estorbo desesperante, comenzamos a quitarnos todo, ahí, a pocos pasos de los otros dos, que no perdieron tiempo de nada, ya estaban los dos desnudos, Ferdinand estaba sentado cómodo en un sillón junto a la chimenea, y Oswald de rodillas, ante él, comiendo esa enorme verga oscura.
Yo empujé a Dylan contra la puerta de la nevera, en posición de cateo, manos tocando la nevera, piernas abiertas y con una espumadera de acero iba azotando sus nalgas, las cuales quedaron rojas. Dylan sólo succionaba aire entre los dientes, después lo fui acariciando como si estuviera buscando un arma en su cuerpo desnudo, él miraba de reojo mordiendo su labio inferior. Cuando «encontré» sus bolas le pregunté de quién era eso, y su respuesta fue: De mi esposo oficial, es de mi esposo y sólo él sabe lo que me pasa cuando me las chupan desde atrás. Me puse de rodillas y acomodando mi cabeza para poder tener acceso a sus bolas, comencé a lamerlas, Dylan gemía de placer, pasaba mi lengua por su perineo, y luego volvía a lamer sus bolas, él se retorcía de placer, cuando se las comencé a chupar su verga comenzó a lubricar copiosamente, ese néctar espeso, con cierto sabor salario, me vuelve loco, y abrí la boca para lamer lo que iba goteando. Después de cinco minutos de comerle las bolas me ubiqué justo detrás de su culo, el cual estaba completamente expandido, eso es lo que le pasa cada vez que se las chupo, se le abre como una flor el culo y mi verga encaja sin problemas. Me dediqué a arrancarle gemido tras gemido, lamiendo su culo con pasión, hasta que me podio que lo llenara de carne negra… Me puse de pie y de un sólo movimiento, mi pelvis pegó contra sus nalgas. Ahhhh… Se quejó… Ahhhh… Dije al mismo tiempo cuando lo tenía ensartado con mi negra, gruesa y cabezona aguja de carne. Comencé a apretar sus diminutos pezones y Dylan gemía.
Junto a nosotros estaba Oz siendo penetrado por Ferdinand, quien pudo acomodar con mucho trabajo su gran verga dentro del culo de nuestro amigo, el perro abogado… Oz aullaba como un perro ante las embestidas de su macho, quien no tenía intención alguna de acabar, estaba sentado de espaldas a Fer y él lo agarraba de la cintura para hacerlo rebotar una y otra vez. Ahhhhhhh… Me vengo, gritó Oz.
Córrete puta, y aprieta duro ese culo, perra… Así… Dale placer a tu macho, dale placer, así. ¿Quién es mi hembra?
Yo, yo soy tu hembra… Ahhhhhhh… No aguanto máaaaaas… Papi… Me… Ahhhhhhh…
Dime, princesa, ¿que pasa?
Ahhhhhhh no puedo masssss… AHHHH… Dijo Oz antes de expulsar cinco chorros potentes de leche hacia el suelo de la sala.
Eso, suelta esa leche, uffffff, como me aprietas la verga perra… Yo todavía no acabo… Le dijo Ferdinand, al tiempo que se iba poniendo de pie sin desocupar el culo de Oz. Luego se fue poniendo a nivel del suelo, y colocó a Oz en cuatro patas, con la cara encima de su leche derramada. Limpia eso con la lengua, le ordenó. Y Oz así hizo, lamió toda su corrida del suelo, al terminar Fer le dio una nalgada que de haberla recibido yo, le partía la cara a golpes, pero Oz estaba disfrutando de ser sometido por su semental.
Jacobo… ¿Te falta mucho? Preguntó Ferdinand.
Depende, ¿quieres que lo llene para después llenarlo tú?
Uffffff me gustaría… Dime cuando estés a punto.
Uffffff… Yo te aviso…
Ahhhh… Coño… Me vengo… Amoooooor… Me veeeeengo… Ahhhh…
Rápidamente lo tome con mis brazos como si estuviera sentado en una silla y lo llevé en volandas hasta donde estaba Oz, lo bajé y colocó su verga en la boca de Oz para dejarle toda su leche dentro. Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, NUEVE chorros de leche espesa y caliente bajaban por la garganta de Oswald. Quien gimió con la verga de Dylan aún en su boca porque se estaba volviendo a correr… Gemía como perro asustado, mientras agitaba con desesperación el culo para su macho, el reguero de leche que dejaba era igual que el anterior, se esmeró en dejar impecable la verga de Dylan y sin que le dijeran nada, se comió su leche del suelo nuevamente. Con las contracciones del culo de Dylan no pude contener más y le dije a Ferdinand que ya estaba a punto, y él me dijo que también.
A mi cuenta, me dijo: Unooooo ahhhhhhh… Que culo tan rico tiene este abogadito diossss… Ahhhh… Dooooos… Ahhhhhhh… Uffffff… Ya casi Jacooooobooo… AAAAAAAAHHH… treeeeeees… Uffffff…
Así se escucharon nuestros conteos a la par: Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, OCHO… Conté yo, Ferdinand siguió: Nueve…. Y… DIEZ… JAJAJA sigo siendo el que más dispara dijo celebrando y colocando sus manos como pistolas.
Sin demora, Dylan reemplazó a Oz y casi al mismo tiempo yo tenía a Oz clavándose mi verga. Luego de estar acoplados, Dylan propuso ir a la cama para estar más cómodos. Yo dije que me gustaba la Idea y así, como estábamos, caminamos hasta el cuarto, poco a poco nos fuimos subiendo, para no perder el acople, hasta que estuvimos tres sobre el colchón, Ferdinand prefirió quedarse de pie, con el culo de Dylan al aire. Uffffff esa posición me encanta, porque Dylan se mueve con toda libertad y el roce de su culo en mi verga me vuelve loco. Entendí perfectamente por qué “el tío Fer” quería coger a su sobrino así.
Uffffff dame más duro tío, le decía Dylan…
¿Seguro quieres que te dé más duro? Respondía el semental maduro.
Jacobo, él lo está pidiendo… Voy a dejarle el culo destruido completamente…
Dale duro, que esos embistes se escuchen en la luna, le respondí.
Uffffff… Tengo luz verde entonces… Ponte más hacia la orilla de la cama, déjame meter mis dedos gruesos y callosos dentro de ese culo tuyo…
Me ubiqué donde Ferdinand me decía, se ensalivó los dedos y los metió en mi culo, ahhhh… Me había metido tres dedos de una sola vez… Luego sacó uno, y con los que tenía dentro buscó mi próstata y comenzó a estimular incesante ese punto especial… Uffffff Oz notaba cómo se iba hinchando más mi gran verga negra y cabezona dentro de él… Dios mío Ferdinand, me vas a hacer acabar… Aún no quiero… Le decía yo suplicante. Pero él hacía oídos sordos. Mierda… Te voy a llenar el culo de leche Oz… Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve, diez, ONCE… AHHHH…. Grité…
¡Jodido Jesús! Mira como se derrama toda esa leche, dijo Dylan, señalando cómo, aún con mi verga taponeando la entrada del culo de Oswald, se escurría por los muslos mi leche mezclada con la de Ferdinand. Pero yo seguía duro, y no me había zafado del agarre de Ferdinand, ni siquiera quería que me soltara. Así que seguí dándole por el culo a Oz… Quien me pedía más fuerza… Que le diera DURO. Que lo partiera en dos. Uffffff. Yo salía completamente y de una vez entraba hasta no poder más, Oz gemía como un perro, y yo le estaba zurrando el culo como nunca lo había hecho. La leche que estaba acumulada se derramaba, salpicando, uffffff… Después de media hora le dije a Ferdinand que cuando él quisiera… Ahora mismo, me respondió.
Uffffff comenzamos a descargar, y Ferdinand no soltaba mi próstata… Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve, diez, ONCE… Contamos tanto Ferdinand como yo. Uffffff ya no podía más, me dejé caer encima de la espalda de Oz y con mis brazos lo apreté contra mi cuerpo. Gracias, le dije al oído, en verdad me encantó cogerte. Él sonrió y me dijo que siempre sería mío. Dylan, aprovechando la posición en la que yo estaba, con mis piernas abiertas y encima de Oz, no dudó en clavarme su verga, caliente y dura, uffffff amor, que rico me coges, le dije. Disfruta nené, disfruta de esta verga irlandesa que tanto te gusta… Uffffff. Ferdinand lamía toda la leche que iba escurriendo del culo de Dylan y Dylan gemía. Unos quince minutos después sentí cómo se ensanchaba y se recogía como resorte dentro de mi, uffffff… Ahí te va mi leche amor, me dijo Dylan… Ahhhh… Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueveeee… Ahhhhhhh… Diossss… Dylan cayó encima de mi y con nuestro peso sumado estábamos aplastando a Oz, quien hizo señas como en la lucha grecorromana para que lo dejáramos respirar.
Tal fue la risa que Dylan salió de mi y yo de Oswald.
Uffffff este cuarto apesta a sexo, dijo Ferdinand. Voy a darme un baño, ¿Quién me acompaña?
Dylan le hizo señas a Oz, quería estar a solas conmigo.
Una vez que se fueron a duchar Dylan me dijo:
Lástima que Oswald deba volver a San Fran-puto-cisco. Me gusta compartir con él.
A mí también cariño, pero tenemos a Fer. Y Papá viene de vez en cuando. Oz también puede venir, sin problema.
Sí, claro.
¿Sucede algo que no me has contado?
Pues, Ferdinand parece que está más concentrado en el boricua ese que en tener sexo con nosotros.
Jajajaja… ¿Cómo se llama? ¿Fernando? ¿Alejandro, ¿Roberto?
Jajaja… Jesús Ismael.
Estuve bastante cerca… Jajajaja jajajaja jajajaja
Sí, claro. Dijo Dylan dándome un beso.
Según, es buena persona, y trata bien a Ferdinand, si es así, no veo problema alguno cariño, hay parejas que no comparten con otras personas. Y tenemos a Papá y a Oz… Le dije para cerrar el tema.
Bueno, tienes razón. Pero… ¿Si Oz se enamora de nosotros o de uno de nosotros o si uno de nosotros se enamora de él?
En su momento veremos qué hacer. Vamos a ver el presente. Estamos bien, somos felices, y no nos falta nada para seguir siéndolo.
Tienes razón. Dijo apoyando sus codos sobre mi pecho. Yo lo halé hacia mí y le di un beso al que respondió con mucha pasión. Estuvimos sólo Dios sabe cuánto tiempo besándonos y acariciándonos, lo que nos sacó de esa especie de trance fue escuchar a Ferdinand decir que fuéramos a darnos un baño, que él y Oz se harían cargo de la comida.
Así hicimos, nos fuimos a duchar, con el jugueteo previo en el cuarto, además de el de la ducha, me puse de rodillas ante Dylan y le di una buena mamada. Él iba acariciando mi cabeza rapada, así la llevó últimamente, y me he dejado crecer la barba. El roce de mi barba contra su escroto le encanta. Debemos haber estado en esto unos veinte minutos, aproximadamente, mientras con mi boca, que cada vez se hace más experta en comer verga, le daba placer, con mi mano derecha apretaba sus pectorales y con la izquierda hurgando su hermoso culo. Dylan no pudo contener más sus ganas de acabar, y en voz baja contó: Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, OCHO…
Yo me esmeré en hacer desaparecer los restos de su corrida con mi boca y luego terminamos de ducharnos. Salimos, nos secamos y fuimos a la cocina a comer, ahí estábamos los cuatro, felices y contentos, como si fuéramos una gran familia multiétnica.
Comimos, bebimos algo para bajar la comida, y nos acostamos a dormir. Ya eran las 2h00 del sábado. El l fin de semana aún empezaba.
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!