Lo bueno se hace esperar
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Una noche de fiesta en bar de ambiente viví un episodio desagradable. Yo iba con un íntimo amig mío que es como un hermano para mí (Marcelo) y con otro chico , llamado Ernesto, amigo de Marcelo que a mí no me caía del todo bien, por su forma de ser y actuar.
Al salir del bar vimos a un turista inglés alto y guapo, que andaba borracho perdido, dando tropezones. Tambaleándose de un lado a otro.
Ernesto al que he hecho referencia empezó a reírse de él y el inglés, que parecía muy susceptible con el alcohol a punto estuvo de romper a llorar.
Entonces apareció un personaje mucho más terrible que el que iba conmigo esa noche. Supe, por la gente que había por allí que se llamaba Leonardo.
Era muy atractivo. Corpulento. De piel morena y ojos verdes. Aspecto muy varonil.
Le gritó a Ernesto:
-¡A ver si te queda claro, de un conocido mío nadie se ríe!, te voy a partir la cara, hijo de puta.
Había algo en su tono de voz, en su aspecto y el modo de moverse que lo hacía parecer temible.
El inglés lo miraba con devoción, como si se tratase de un héroe.
Ernesto le metió la pesada como decimos aca en mi país y Leonardo sacó una navaja.
Entre Marcelo y yo agarramos a Ernesto, que no atendía a la lógica y nos lo llevamos de allí. Arrastrándolo como pudimos.
Ambos se gritaban.
Con el tiempo olvidé ese incidente y otra noche de fiesta conocí a un chico maravilloso, Alejandro, el protagonista de este relato.
Era un chico muy jovencito, que probablemente iría a la secundaría todavía. Tenía el pelo castaño y rizado. Los ojos azules. Era delgadito y con la piel blanca. Tenía un halo de dulzura y de inocencia encantador.
En cuanto nos conocimos congeniamos genial. Era un chico con el que se podía hablar de todo. Alguien listo y sensible. A la par que guapísimo a mi parecer. Todos los hombres le miraban con ojos depravados, pero apostaría a que él no se daba cuenta de nada. Sonreía a todo el mundo con simpatía. Contento de hacer amigos.
Tras una interesante conversación sobre estudios y literatura intercambiamos nuestros teléfonos. Todo se mantuvo alejado de cualquier intencionalidad sexual por cualquiera de las partes.
Aunque yo esa noche regresé a mi casa sin poder quitármelo de la cabeza y dispuesto a averiguar más cosas sobre ese chico tan encantador y especial. Desde el primer momento comencé a enamorarme de Alejandro.
Al día siguiente, charlando con unos amigos, recibí como un cachetazo, la noticia de que Alejandro era el novio del pesado de Leonardo.
La pareja no me cuadraba nada. Un tipo tan vulgar como Leonardo, que debía rondar los treinta y tantos. Que era un vicioso, cocainómano según supe. Y un guarro que tenía sexo con quien le daba la gana traicionando al inocente Alejandro.
Me dijeron mis amigos que Alejandro era algo así como el trofeo de Leonardo. Que era su protegido y vigilado. Que nadie que no fuese él se atrevería a tocarlo.
Alejandro aguantaba pacientemente todas las humillaciones de Leonardo. Que alardeaba ante todo el mundo de que Alejandro era su putita y lucía por el ambiente sus conquistas con descaro mientras Alejandro permanecía en el apartamento que ambos compartían, sin salir casi nunca y siempre vigilado por Leonardo o alguno de sus amigos.
La noticia me entristeció enormemente. Deseaba ayudar a Alejandro. Enseñarle que podía encontrar a alguien mejor que Leonardo. Pensando, tal vez ingenuamente, que podría mostrar a Alejandro que yo era mucho más idóneo para él.
Pasó una semana y yo me encontraba de juerga con mi amigo Marcelo. Estábamos tomando unas cervezas, disfrutando de la amistad cuando sonó mi teléfono. Mi corazón se aceleró cuando vi el nombre de Alejandro en la pantalla:
-¿Sí?
-Hola Lucho, soy Alejandro.
Su voz sonaba muy triste. Inmediatamente me di cuenta de que estaba llorando.
-Ya lo sé. Por favor dime que te pasa.
-Es que…es largo de contar. Es por mi novio Leonardo. Necesito hablar con un amigo. No tengo amigos en la ciudad. Pero no…no quiero molestarte Lucho.
-¿Estás solo?
-Sí.
-Si quieres me paso por tu casa y me lo cuentas todo.
-Es que…
-No te preocupes. Solo quiero que te desahogues y que no estés solo. Iré con un amigo que es un encanto. Estaremos los tres allí. Me cuentas lo tuyo y te hacemos compañía.
Me dio su dirección y en un momento estábamos en su apartamento. Era un lugar realmente bonito. Cerca de la playa. Los tres nos acomodamos en el living. Alejandro nos recibió con gran amabilidad. Tan dulce y cariñoso como es propio de él. Puso música de relajación.
Mi amigo quedó pronto impresionado con una planta de marihuana de flamante verde que había en la terracita y Alejandro le ofreció fumar. Marcelo aceptó encantado y muy pronto estaba a lo suyo deleitándose en una punta del sofá mientras nosotros hablábamos en la otra.
Alejandro me contó muy emocionado su vida:
-Estoy muy enamorado de Leonardo. Por eso convencí a mis padres de que me dejasen venir a estudiar aquí y vivir en este apartamento, que es de ellos. Aquí estaría cerca de Leonardo. Sin él me moriría.
Él no quería atarse a nadie, pero logré que aceptase venir aquí, a gastos pagados.
Aunque desde el principio puso sus reglas.
Yo no puedo salir si no es con su permiso y tengo que hacer todas las tareas domésticas, comprar etc.
Él en cambio se va de viaje constantemente con otros chicos. Le llaman al celular a todas horas. Y yo sé que se va con sus amantes y eso me hace sufrir. Pero sé que es el único modo de conservarlo a mi lado.
Muchas veces llego de comprar o hacer otras tareas necesarias y me encuentro condones en nuestra habitación, o en el baño.
Otras veces encuentro ropa interior que no es suya.
Él ni siquiera se molesta en esconder nada.
Si le pido explicaciones se encoje de hombros y me dice que no le caliente la cabeza.
Ahora se ha ido de viaje con un chico y sé perfectamente a lo que va. Le supliqué que no se fuese, que se quedase a mi lado y llevásemos una relación de confianza y lealtad.
Pero se ha burlado de mí y se fué en el coche. Incluso escuché como acordaba una cita con su amante por teléfono.
A estas alturas del relato Alejandro estaba muy afectado y se le saltaban las lágrimas de esos maravillosos ojos azules. Mi amigo se había quedado dormido en el sofá. Yo me aproximé a él y le abracé contra mi pecho.
Él seguía llorando mientras decía mi nombre.
A mí aquello me enternecía y deseaba ayudar a aquel chico que a pesar de ser inteligente era demasiado joven. Claramente estaban abusando de su inocencia.
Le besé dulcemente en la frente.
Él me abrazó más fuerte. Aferrándose a mí. Buscando protección.
Su calor comenzó involuntariamente a excitarme y mi pene comenzó a endurecerse.
La idea de besarle en los labios hizo que mi miembro diese pequeños saltos. El pantalón me oprimía. No me atrevía porque yo lo que quería era ofrecerle mi ayuda y no aprovechar la ocasión para tener a Alejandro.
Pero él seguía llorando y abrazándome. Comenzó a introducir su mano bajo mi camisa, tocándome el pecho.
Aquello fue demasiado y le besé con furia en los labios.
Respondió apasionadamente a mis atenciones.
Dirigió su mano hacia mi bragueta y le dije que me sacase la verga.
Pero él miró a mi amigo que dormía y me condujo de la mano a su habitación.
Parecía un santuario de Leonardo. Estaba llena de fotos suyas y el suelo también repleto de ropa suya. En un rincón había preservativos usados tirados.
Alejandro me aclaró que eran los que usaba Leonardo con sus amantes.
Se agachó y me bajó los pantalones y los boxer. Me senté en la cama.
Cuando me la agarró con su cálida mano sentí una indecible excitación.
Se situó de rodillas en el suelo. Mientras me miraba sus labios entreabiertos me sugerían placeres escondidos.
Dirigí, con mi mano sobre su cabeza, su boca a mi verga.
En el último momento parece que se fijó en una foto de Leonardo que había junto a la cama y pareció reacio a metérsela.
Pero yo le presioné la cabeza preso de la excitación y abrió la boca.
Mi pene comenzó a entrar lentamente. Deslizándose por su lengua.
Empezó a subir y bajar con calma. Lamiéndolo entero. Probando el sabor. Parecía deleitarse. Suspiraba.
Con una mano me masturbaba mientras la chupaba. Y a veces dejaba de agarrarla y se la metía hasta el fondo.
Yo sentía que me iba a acabar.
Así que le aparté y me puse de pie. Rápidamente le bajé las bermudas y los calzoncillos que llevaba y le puse de espaldas a mí. Lanzándolo sobre la cama. Tenía un culo precioso. Con curvatura y piel tersa. Propio de su juventud.
Le separé las nalgas y acerqué mi pene a su agujerito.
Lo restregué por su entrada.
Me exclamó que antes le lubricase para no hacerle daño.
Escupí en mi mano y le introduje de golpe un par de dedos.
Gritó.
Le dije que no hiciese ruido para no despertar a mi amigo.
Me hizo caso y le pegué un pequeño chirlo mientras lo penetraba con los dedos. Me ponía caliente la idea de que a Alejandro le iba la joda. Quería ser mejor que Leonardo. Me puse un condón .
Se la metí con cierta brusquedad. No pudo reprimir un alarido de dolor.
Le entró hasta el fondo. Le culeaba rápido y sin compasión.
Él gemía. Más de dolor que de placer.
Sabía que estaba perdiendo el control. Que el modo en que me estaba comportando no era correcto ni propio de mí.
Le tomaba de la cintura mientras se la clavaba.
Me suplicaba que no lo hiciese tan duro.
Pero yo estaba enajenado. Sentía que me acababa. Tenía el culito muy apretado.
El cuerpo entero de Alejandro rebotaba contra la cama. Me iba a acabar inminentemente.
La metía y la sacaba violentamente y mis huevos chocaban contra sus nalgas.
En aquel momento oí claramente como la puerta principal se cerraba bruscamente. Con los gritos no habíamos reparado en que la puerta se abría.
Todo esto ocurría en solo unos segundos, y mi orgasmo ya comenzaba.
Yo estaba con el pene dentro de Alejandro, descargando leche. Unos pasos se precipitaron por el pasillo.
Escuché la voz de mi amigo alterado, hablando con alguien.
Alejandro estaba con el culo en flor, preso de pánico, miraba hacia la puerta.
Yo le embestía mientras escupía un último chorro. A pesar de mi mirada perdida por el orgasmo descomunal que estaba teniendo podía ver la cara de Leonardo. Alucinada. En el umbral de la puerta.
El muy estupido de Leonardo que presumía de ser un conquistador y un vicioso estaba viendo como penetraba delante de sus narices a su inocente novio.
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