Los años de la finca
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Nací en un pueblo humilde de campo con clima tropical a mis ocho años ya tenía la costumbre de ir por las tardes solo o con mis amigos a recoger frutas de los árboles por las fincas aledañas, la preferida por nosotros era la finca de don Cayetano pues tenía muchos árboles de mango, guayabas, naranjas, en fin, el señor era muy bueno con nosotros y nos dejaba tomar algunas, supimos tiempo después que vendió la propiedad, su nuevo dueño vivía en la gran ciudad venía a los fines de semana con sus dos hijas y esposa, muy pocos niños nos atrevíamos a caminar por esa propiedad y subirnos a los árboles
Me acompañaba mi amigo Eulogio de seis años que desde el suelo recogía en talega las frutas que le lanzaba, aparece un chico blanco, Lenin, sobrino del dueño, de quince años, viendo lo que hacíamos, sentí miedo pero nos demostró amistad dejándonos recoger frutas, en ese tiempo estaba de vacaciones e hicimos amistad.
Con el tiempo solo a pocos nos dejaba entrar a la finca a recoger frutas, Lenin y yo subíamos al mango perdiéndonos entre lo tupido de las ramas me arrimaba al tronco, por mi detrás se apegaba rozándome de la cadera primero pensaba que era por la recogida pero después me pedía que me quedara quieto y él se movía sobre mi trasero, cuando Eulogio no podía vernos desde el suelo por las ramas aprovechaba Lenin para bajarme despacio mi pantalón corto el pene de Lenin se deslizaba por mi trasero algo descubierto, cuando bajábamos del árbol Lenin le decía a Eulogio que fuera llevando las frutas que seguiríamos con más, estando solos nos metíamos por el monte quitándonos los pantalones cortos la primera vez fue con recelo pero después ya me gustaba y me dejaba llevar por Lenin, nos agitábamos los penes hasta ponerlos duros gruesos Lenin se acostaba sobre los pantalones con las piernas abiertas me hacía señas para que me acueste sobre su pecho acomodándonos de las caderas para que nuestros penes se muevan yo cerraba mis ojos para sentir ese movimiento y eso era por descubrir esa sensaciones nuevas que me estaba gustando, después Lenin se acostaba sobre mi espalda y el pene se deslizaba en mi trasero los movimientos eran bruscos luego su semen quedaba sobre mi piel, eso cada vez lo hacíamos rápido.
A veces Lenin me llevaba a las parrilladas familiares que hacía su tío en la casa de la finca, yo por ser tímido me mantenía a distancia ellos vestían bien Lenin me daba comida, me sentaba a comer y después caminamos al lugar donde lo hacíamos Lenin me mostraba el pene blanco acercándolo a mis labios, hubo momentos en que me ponía como perrito haciéndome sentir incomodo porque su pene trataba toscamente de meterse por mi ano,
En otras veces me hacía abrir las piernas para arriba apoyándolas sobre sus hombros, Lenin arrodillado con el pene rozándome el trasero, mi pene y testículos, le gustaba mucho besar y morder mi trasero y la espalda, cuando estábamos desnudos me pedía que lo abrace y le bese el pecho también rozábamos las piernas, siempre dejaba su semen alrededor de mi trasero de todo eso nunca me olvido.
Mi amigo Eulogio tomaba la delantera hacia la finca donde ya me esperaba con algunas frutas recogidas a veces estaba Lenin acompañándolo eso se hizo costumbre y ya Lenin rara vez me hacía sexo en el monte me di cuenta que más le atraía mi amigo Eulogio por eso llegaba primero que yo a la finca, cuando Eulogio y yo nos quedábamos solos en mi casa corríamos a mi cama a desvestirnos frotándonos los penes y le hacía lo que Lenin me había hecho esto es que lo ponía en posición perrito frotándole el pene en el trasero y en su pene así lo tenía por ratos imitando un imaginario mete y saca, después Eulogio me hacía lo mismo, yo también eso le hice a dos amigos más pequeños, nos quedábamos completamente desnudos entre las sábanas frotándonos la piel con los pies para que nuestros penes frotaban.
Una tarde fui a la finca pensando encontrar a Eulogio recogiendo frutas como de costumbre pero no estaba se me dio por recorrer el lugar cerca de donde Lenin me hacía sexo pude darme cuenta que Eulogio gemía fuerte y la voz de Lenin diciéndole que ya mismo terminaba que se aguantara que sintiera lo rico de eso, los dos estaban desnudos el pecho y el estomago arqueado de Eulogio acostado sobre la ropa puesta sobre un tronco grueso en posición perrito y por detrás de Eulogio el cuerpo de Lenin que se movía con el pene tratando de metérselo totalmente por el ano la piel trigueña de Eulogio contrastaba con la piel blanca de Lenin, ese trasero pequeño soportaba las embestidas de un pene peludo con cabeza poco gruesa entrando en el ano, Eulogio le suplicaba que lo soltara pero Lenin neceaba lo agarró fuerte de las manos y lo apoyó más al tronco con el peso de su pecho, su cara mostraba entumecida el dolor que sufría, Eulogio lloraba y Lenin con los ojos cerrados pujaba y se movía más rápido con su mete y saca yo miraba escondido desde el monte cuando de repente Lenin dejó de moverse encima de Eulogio su pecho estaba agitado por la respiración apoyado sobre la espalda de Eulogio que seguía llorando estuvieron así por un ratito hasta que Lenin se quitó y fue a orinar entre el monte Eulogio se limpió la espalda y el trasero manchado de semen se vistió sentado pensativo sobre el tronco que antes había servido de cama para el sexo, Lenin lo tomó del brazo levantándolo, al caminar le dio un carrito de juguete Eulogio lo miró y lo guardó en la talega yo corrí sin que me vean me subí a un árbol de guayaba y cuando llegaron yo ya tenía unas pocas en mi talega, eso mismo que vi me hacía Lenin y me ha quedado grabado en la mente.
Al tiempo llegué a recoger frutas casi al caer la tarde vi solo sentado muy pensativo a Eulogio había llorado mucho porque sus ojos estaban bien rojos no quería levantarse pues le dolía mucho el trasero, me puse a recoger mangos desde arriba miraba a Eulogio que se corría el pantalón corto y se pasaba la mano por el trasero desvestido viéndose y oliéndose los dedos ya para irnos fui a orinar vi sobre la tierra huellas de dedos y marcas de haber enterrado algo abrí la tierra y vi un calzoncillo grande y otro pequeño ambos manchados de sangre me imaginé que eran de Eulogio y Lenin que recién los enterraron se los mostré a Eulogio que al verlos se fue en llanto los enterré y salimos de la finca, Eulogio cambió de carácter se puso más belicoso, bajó de peso y ya no quería ir a la finca, mis padres me prohibieron rotundamente que fuera a la finca, supe que los padres de Eulogio hicieron un reclamo al dueño de la finca y nunca más Lenin se apareció en el pueblo.
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