Los comienzos de un adolescente gay.
Dios, el cabrón estaba empalmado, se notaba un rabo duro y muy abultado debía de ser una polla de grandes dimensiones, efectivamente tenía una polla bien grande. Noté como la punta de aquel rabo rozaba mi culito sintiendo como una descarga recorría desde mi ano subiendo por toda mi columna vertebral.
Cuando transcurren estos sucesos, en España, los adolescentes podíamos comenzar a trabajar a los 14 años, lo hacíamos de aprendices o chico de recados. Yo por aquel entonces, trabajaba en unos almacenes, había empezado de chico de recados, hasta que al poco tiempo me pasaron como aprendiz, colocar mercancía, preparar pedidos, etc.
Yo sabía que mis gustos sexuales no eran como los de muchos de mis amigos, vamos que sabía que era homosexual, pero no lo quería reconocer. Pero… la realidad es terca, cada vez que miraba una revista de sexo, me fijaba más en los hombres que en las mujeres, me excitaba ver aquellos enormes penes y no las tetas de las chicas. Con los amigos me pasaba lo mismo, me atraían más los chicos que las chicas.
Cuando entre la pandilla de amigos, nos reuníamos a masturbarnos en grupo, yo me solía fijar en los penes de los amigos, y eso me excitaba y ponía caliente. No decía nada para que no me llamaran maricón y me dieran de lado, hasta que vas descubriendo que eso que te pasa a ti, también les ocurre a otros.
En la empresa que trabajaba, prácticamente todos eran hombres, había mujeres, pero estas eran una minoría. De los hombres que había, al menos unos 10, éramos adolescentes.
Había una costumbre entre los hombres hacia los adolescentes, de meterse con nosotros, tocándonos el culo y nuestros órganos genitales. Nos decían cuando nos solían tocar, haber si dejas de pajearte, y cosas parecidas, metiéndose con nosotros. Por supuesto esto no era generalizado, si no que solía ser entre un grupo y siempre hacia los más jóvenes, sobre todo a los nuevos que entraban, y era en plan de broma.
Hacía un mes más o menos, que había entrado un adolescente, era el chico nuevo de los recados. Era hermano mellizo de otro adolescente que trabajaba en una tienda del mismo grupo que el almacén. Estos hermanos habían nacido en Burgos, como el padre tuvo que desplazarse por trabajo a La Coruña, toda la familia había recalado viviendo en dicha ciudad.
El chico, le llamaremos Javi, para no revelar su verdadero nombre, era delgadito y muy pero que muy guapo, tenía un culito redondito y muy sexi. Cada vez que lo veía con aquellos pantalones tejanos, y ver aquel culito redondito como se le marcaba sobre ellos, no podía resistir tocarle con mi mano. La primera vez que lo hice, quedó sorprendido, pero como luego vio que otros compañeros solían hacer lo mismo, tanto a él como a otros, pues las siguientes veces, ya no se sorprendía, aunque al igual que me pasaba a mí, se ponía colorado y procuraba escapar. Lo que nos pasaba tanto a él como a mí, es que aquello nos calentaba haciéndonos empalmar, y para que no vieran los demás, solíamos escapar para que no descubrieran el empalme que aquello nos producía.
Yo de aquellas ya había tenido varias experiencias sexuales, una había sido con el viejo marinero que alquilaba lanchas en la dársena del puerto de La Coruña, otra cuando aún estaba en el instituto, un día que iba para casa, había abusado mía un hombre, y las últimas siempre habían sido en los aseos públicos, que desde el día que, saliendo del fútbol con mi padre, descubrí lo que se hacía en aquellos lugares. Después de aquel día del fútbol, había vuelto en varias ocasiones, donde me pajearon y chuparon la polla, siempre habían sido viejos, menos en alguna ocasión, en el que tuve que chuparle yo la polla a hombres maduros, los cuales me hicieron tragar su corrida, y en una ocasión, se había corrido en mi cara y boca, haciéndome sacar la lengua. Realmente aquello cada vez me gustaba más, aunque luego me arrepentía, además de que temía ser descubierto.
Un día en el trabajo, estando colocando mercancía en unas estanterías que quedaban muy bajas, uno de los compañeros, era otro adolescente, al verme agachado, se pegó por detrás a mí, y simulando que me cogía, empezó a restregarse por mi culito.
Dios, el cabrón estaba empalmado, se notaba un rabo duro y muy abultado, debía de ser una polla de grandes dimensiones, efectivamente tenía una polla bien grande. Noté como la punta de aquel rabo rozaba mi culito, sintiendo como una descarga recorría desde mi ano subiendo por toda mi columna vertebral. Sin poder evitarlo, solté un gemido a causa de aquella corriente que me había recorrido desde el ano por toda la columna, haciendo que me empalmara al momento.
El compañero que se restregaba a mí empezó a tocarme la polla mientras seguía restregándose, notando como me estaba empalmando.
Maricón, se te está poniendo dura la polla, me decía.
Yo colorado y todo excitado por aquella sensación que había sentido, dejé que siguiera restregándose a mí, deseando volver a sentir aquella corriente que me había recorrido toda la columna vertebral, sin saber que decir o hacer. Gracias que alguien bajaba y dejamos aquello sin volver a hablar del tema, él siguió con lo que había venido a hacer, subiendo luego para la otra planta.
El que había bajado, no era otro que Javi, lo habían mandado para que me ayudara a colocar la mercancía que estaba colocando.
Yo que me había quedado excitado y caliente, a causa del incidente con el otro compañero, al tener delante mía a Javi, no me resistí al ver aquel culito redondito y tan sexi, en el momento que tuve oportunidad, le empecé a sobar y meter mano. Lo había cazado bien, lo tenía sujeto por detrás, tumbado sobre la estantería. Me rozaba la entrepierna a él, mientras le sobaba la polla, y le manoseaba aquel culito redondito y tan sexi.
Al igual que me había pasado a mí anteriormente, este se empezó a empalmar, poniéndose colorado y todo excitado.
Yo al notar como se empalmaba, no paré de magrearlo, intentaba desabrocharle el pantalón, y sacarle la polla para poder vérsela.
Déjame verte la polla le decía, sin soltarlo, mientras intentaba desabrocharle el pantalón.
Quiero ver como estás empalmado, le decía ya con mi mano dentro de su pantalón.
Él al ver que yo estaba a punto de conseguir mi objetivo, me dijo: está bien, deja que me desabroche el pantalón y te la enseñe.
Dejé que se desabrochara el pantalón, mientras seguía sobre él sujetándolo. Cuando lo hubo desabrochado, tiró de su slip hacia abajo, mostrándome una hermosa polla, la tenía dura y tiesa a causa de la situación, y mientras me la mostraba, me dijo: Chúpamela.
Quedé mirándole a los ojos, mientras llevaba mi mano a aquella hermosa polla que me mostraba. Se la acaricié con mi mano, quedando pensando en lo que me había dicho, mientras me relamía los labios.
Se la empecé a menear muy suavemente, mientras le bajaba más el slip, para verle los huevos, mientras él al verme dudar, insistió, ¿Quieres chuparla?
En ese momento, pasaron por mi cerebro miles de pensamientos. Era lo que deseaba, moría por llevar mi boca a aquella hermosa polla, meterla en mi boca, saborear aquel glande que asomaba entre la piel del prepucio, y dejar que se corriera, eyaculando en mi boca.
Yo no me decidía, seguía meneándole suavemente la polla, sin atreverme a dar aquel paso. Los 2 estábamos excitados y calientes a más no poder, el silencio y tensión que había se podía cortar con un cuchillo.
Insistió, ahora con más persuasión, chúpamela, a la vez que tiraba por mi nique, haciendo que me acercara más a su polla.
Tragué saliva, dudé unos instantes mientras iba acercando la boca a su polla, saqué la lengua, pasando la punta por la cabeza que asomaba.
¡Ohhh! Gimió al notar la punta de mi lengua pasar por la cabeza del glande. Se sujetó a mi cabeza, mientras empujaba de ella para que chupara más. Trágala toda me decía.
Le miré a los ojos diciéndole: Luego me la chupas tú a mí, ¿eh?
Sí me contestó, empujándome la cabeza para que metiera toda su polla en la boca.
Abrí la boca todo lo que pude, empezando a chuparle la polla. Aquello me sabía a gloria. Mí polla palpitaba en mis pantalones, cada vez la tenía más dura, y más excitado estaba.
Mientras le chupaba la polla, con mis manos intentaba bajarle más el slip para poder acariciarle los huevos, mientras el empujaba mi cabeza, marcándome el ritmo.
Paré de chuparle la polla, diciéndole que mejor fuéramos para el fondo de la planta, así si bajaba alguien, estaríamos más ocultos, y nos daría tiempo a abrochar el pantalón, además que estaríamos más cómodos.
Nos levantamos del estante donde estábamos medio tumbados, yendo al fondo de la planta, quedándonos entre 2 pasillos.
Allí ya le pude bajar el pantalón y slip hasta los tobillos, y desabrocharme mi pantalón y bajar mi slip, liberando mi polla de su encierro.
Agarró mi polla con sus manos y mientras yo agarraba la suya, llevó su boca a la mía, juntando nuestros labios, nos saboreamos mutuamente. La lujuria y excitación, junto al nerviosismo que teníamos, nos hacía jadear y acariciar mutuamente, con una pasión y ardor que nos rebosaba.
Sin dejarle de menear la hermosa polla y acariciarle los huevos, me agaché, volviendo a meterme en la boca y chuparle la polla mientras lo iba pajeando.
Él sujetándose en mi cabeza, la empujaba a la vez que movía sus caderas sin dejar de jadear, ¡ohhh! ¡ooohhh! ¡ohhh! Gemía follándome la boca.
Después de un buen rato chupándole la polla mientras lo pajeaba y acariciaba los huevos, empezó a decir que se iba correr.
Me corro, me corro, gritaba entre jadeos, avisándome de su eminente eyaculación.
Pero yo no aparté la boca de su polla, Abrí más la boca, pajeándolo con más brío, esperando saliera el esperma y poder tragármelo.
¡Ohhh que gusto! ¡ohhh que gusto! Gritaba derramando su semen en mi boca y cara.
Yo sin dejar de pajearlo, fui tragando el semen que salía a borbotones, por aquella hermosa polla que no paraba de escupir semen.
Cuando terminó de eyacular y ya no salía ni una gota de esperma, empecé a chupar aquella rica y hermosa polla, dejándola sin ningún resto de semen.
Me incorporé, diciéndole que ahora me la chupara él a mí.
Se agachó, y al igual que había hecho yo, metió mi polla en su boca, mientras con sus manos acariciaba mis huevos y me pajeaba.
Yo agarrado a su cabeza, empujaba de ella metiéndola todo lo que podía en su boca. Y al igual que él, jadeaba mientras movía mis caderas, enterrándole toda mi polla.
La calentura y excitación que tenía me hizo acabar enseguida. Me corro, me corro, gritaba cuando empecé a soltar toda la leche que tenía. ¡Ohhh! ¡ohhh! ¡ooohhh! Gemía expulsando chorros de leche.
Javi solo tuvo tiempo para sacar la polla de su boca, no quería tragarse la corrida, pero lo que no pudo fue evitar que le cayera por toda su cara y pelo.
Dios, las piernas me temblaban, mientras mi polla no dejaba de escupir semen.
Nada más terminar de correrme, ambos nos subimos el slip y pantalón, nos acomodamos la ropa, luego nos limpiamos los restos de semen que teníamos, y acalorados y con la respiración agitada, seguimos terminando el trabajo que estábamos haciendo.
Aún nos volvimos a meter mano entre ambos, al igual que volvimos a saborear nuestras bocas, jugando con nuestras inexpertas lenguas, y repetimos en otras ocasiones lo que terminábamos de hacer.
El pronto marchó de la empresa, pero nos volvimos a ver en muchas ocasiones, ambos éramos homosexuales, y no tardamos en coincidir en lugares públicos donde nos reencontramos.
La primera vez que coincidimos, fue en los jardines de Méndez Núñez, y ninguno de los 2 nos sorprendimos de encontrarnos en dicho lugar.
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como sigue