Los demonios de Yahir. Aventuras en Monterrey, el regreso de Eduardo Part 1
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Diosdelagua.
— Me parece una idea fantástica, yo se lo diré y lo hablaremos en familia, que estés bien, hasta pronto— Dijo mi madre desde la cocina, caminando con el teléfono de un lugar a otro, desde la sala yo podía escucharla.
— Yahir, por favor ven, tengo algo que decirte— Me puse de pie y caminé hasta la cocina no muy intrigado— ¿Qué pasa?— Pregunte sin muchos ánimos— ¿Adivina con quien acabo de hablar?— Preguntó mi madre vacilando¬— ¿Con algún despistado que se equivocó de numero?— Respondí con una sonrisa— No, con tu primo Eduardo — Y en ese momento la sonrisa se borró y un suspiro se hizo presente ¿Por qué llamó a mi madre y no respondió la llamada que le había hecho tres meses atrás, justo antes de que el año empezara— ¿Y qué?— Respondí apretando los puños sin que mi madre se diera cuenta y con un desdén de indiferencia que había practicado desde hace tiempo.
— Bueno deja que te cuente, siéntate… Eduardo me llamó porque tiene algo que proponernos a los tres, le gustaría que pasaras las vacaciones de semana santa en Monterrey con él, al principio creí que estaba bromeando pero después dijo que quiere verte y convivir contigo después de todo es tiempo que no ha podido regresar, hay cosas que tiene que contarte, a mí me parece una buena idea y estoy segura de que para tu padre también, solo faltas tú, tú decides si quieres ir o no¬— Oh no, otro golpe más a mi estado de ánimo.
— Wow, wow, wow, espera, Eduardo se desaparece durante cinco años, no viene, no me llama, ni siquiera en mis cumpleaños, los únicos que mantienen relación conmigo son mis tíos y de pronto ¿Una mañana te llama y te dice que quiera pasar unos días conmigo? Ese hombre tiene problemas muy serios, pues no, no pienso ir, en primera porque no tengo nada que hace allá, no quiero importunarlo y segundo, no creo que sea lo mejor— Respondí mientras me cruzaba de brazos y le daba la espalda a mi madre, pero lo cierto era, que mi corazón estaba demasiado alegre y emocionado, pero mi razón me decía como debía actuar, no era momento de perder la cabeza por ilusiones o esperanzas vanas.
— No voy a obligarte, piénsalo unos días y nos dices, las vacaciones aun no llegan, pero por nosotros no hay problema, sería fantástico que hablaras con él y se pusieran al día, después de todo, tú ya no eres un niño y Eduardo ya es un adulto, pueden ser los amigos que solían ser— Dijo ella dejándome ir a mi habitación
Cuando cerré la puerta, por un minuto, ocurrió una especie de recuerdo.
En un color sepia, pude ver algunos días del pasado, mi primera vez, mi primer beso, mi primer llanto por culpa de un sentimiento que se sentía tan vivo dentro de mí y que me entregaba a la muerte cada vez que golpeaba mi pecho.
Recordé la primera vez que le dije a alguien que lo amaba, las cosas que fueron concebidas dentro de esas cuatro paredes, tantos sonetos, poemas, versos y canciones, todo a raíz de un sufrimiento perpetuado por el orgullo, la culpa y el rencor, todo eso había pasado en ese lugar, estaba allí y en ese momento podía sentir todo al flor de piel.
Caminé hasta el closet y busqué en el rincón, en el último cajón y debajo de algunas camisas, casi escondida, oculta de cualquier contacto con el exterior, una playera negra que solo buscaba cuando las cosas en verdad estaban mal, hacía mucho tiempo que no la requería, hasta había pensado tirarla a la basura pero justo cuando la tuve en mis manos, la olí y suspiré su aroma, era la playera que había sacado de la maleta de mi primo el día en que se fue para no regresar, Eduardo estaba allí, era como un abrazo, como un te quiero que estaba atrapado en esa tela y en mi corazón, este empezó a latir de una forma que hasta me dolía y yo solo podía cuestionarme ¿Por qué a mí? ¿Por qué no pude tener una vida “Normal”?
Si mi bisexualidad estaba destinada ¿Por qué no me enamoré de alguien más? De algún extraño, de algún amigo ¿Por qué tenía que amar a ese idiota de esa manera tan intensa? O mejor aún ¿Por qué Eduardo no me amaba ni siquiera un poco de cómo lo amaba yo?
Me recosté en la cama mientras no dejaba de suspirar y esas preguntas daban vueltas en mi cabeza, entonces supe que necesitaba ir a Monterrey a verlo para aclarar tantas cosas, para poner los puntos sobre las íes y quizá para darle fin a toda esa tonta y absurda historia que ya se había prolongado demasiado tiempo y que solo dejaba estragos en mi alma y en mi diario vivir.
Estaba dispuesto a ir hasta allá solo para verlo, pero ¿Qué haría? ¿Lo besaría, le diría cuanto lo amaba? O ¿Sólo iba a lastimarme más? Tenía que correr el riesgo.
Me acosté en la cama con esa playera en mi rostro y diciendo “Te amo más que a mi propia piel Eduardo” Y entonces, me quedé dormido.
Los días siguientes a la confirmación a mis padres de que sí iría a Monterrey fueron demasiado extraños y difíciles, cada vez se acercaba más el día, era como si mi piel estuviera recortando todo y al mismo tiempo preparándose.
En las noches no podía dormir porque una desesperación y nostalgia se apoderaban de mi a tal grado de impedirme descansar y la única manera de apaciguar todo eso era, escribiendo y llorando algunas veces, las líneas que salían de mi eran tan apasionadas que tocaban los puntos vulnerables de mis sentimientos.
Finalmente, el día llegó, esa mañana debía tomar mi avión hasta la casa de Eduardo, un departamento lujoso donde había toda clase de profesionista y para que lo sepan, Eduardo no mantuvo contacto conmigo ni siquiera al saber que iría a visitarlo, sólo habló con mis padres con quienes acordó la dirección y los detalles que a mí me aburrían demasiado.
Debía tomar un taxi desde el aeropuerto hasta su casa.
— ¿Es la primera vez que vuelas?— Dijo la sobrecargos, porque me veía muy nervioso desde que abordé el avión—No, pero es la primera vez que lo hago con emoción por llegar a mi destino— Dije con una sonrisa entrelazando mis dedos y poniendo los puños entres mis piernas mientras temblaba por la espera— Todo saldrá bien, sólo serán dos horas de viaje.
Cuando bajé del avión y me dirigí a la salida para tomar un taxi, me sorprendí quitándome el indicio de una lagrima en mi ojo izquierdo cubierto por mis lentes de sol, ya no había marcha atrás, estábamos en la misma ciudad Eduardo y yo, quien diría que todo era tan sencillo, pero necesitaron pasar algunos años para darnos cuenta que la distancia era tan corta pero el orgullo tan grande, tanto como para separar nuestros corazones.
Abordé un taxi que me llevó a la dirección escrita en el papel que llevaba en la mano y en el camino iba ensayando que decirle a Eduardo cuando lo tuviera en frente, la tensión me estaba matando y los nervios me hacían casi tartamudear ¿Seguiría siendo el mismo? O ahora sería estricto, era un abogado, tenía que ser astuto y convenenciero, pero yo deseaba que el Eduardo que yo conocí estuviera allí esperándome con los brazos abiertos, para estrujarme como tanto lo hacía y me dijera que nos íbamos a divertir jugando en la calle como cuando yo tenía diez y el veinte.
Llegué a ese inmenso edificio donde vivía Eduardo y cuando me dirigí a la recepción, el recepcionista, un joven de unos veinticinco años, con un acento muy gracioso dijo— ¿Usted es Yahir verdad?— Su pregunta me había dejado demasiado sorprendido— Así es… ¿Nos conocemos?— Dije algo extrañado— Es que el señor Eduardo lo describió muy bien, aquí tiene— Dijo el chico entregándome una llave— ¿El señor Eduardo?— Pregunté con una sonrisa y después pensé “Es cierto idiota, ya tienes casi treinta”— Sí, él llega como a las cinco de la tarde, me dijo que vendría un chico muy guapo y que iba a llegar como a esta hora, aunque eres más alto de lo que él describió, en fin, es en el tercer piso, puedes subir por el ascensor— Sonreí cuando el joven me dijo todo eso y me recordó los halagos que casi siempre recibía, pensé que entones Eduardo esperaba verme convertido en todo lo que él me prometió que sería— Gracias— Dije sonriendo y empezando a caminar.
— Oye disculpa— Entonces me detuve— Crees que tú y yo podríamos ir a algún lado está noche, ya sabes, a divertirnos un rato— Dijo el joven y travieso recepcionista guiñándome un ojo— Vaya, veo que los del norte no son nada cohibidos, pero lo siento, estaré muy ocupado estos días, quizá en otras circunstancias— Dije mientras me iba hasta el ascensor para llegar hasta donde vivía Lalo.
Cuando abrí la puerta, experimenté un miedo tan grande que ni siquiera me he podido explicar, sabía que Lalo no iba a estar ahí, pero de cualquier manera, el ver su casa, sus pertenencias, me daba demasiado miedo, eran las 3:55 pm, faltaba un poco más de una hora para que mi primo llegara.
Metí la llave en la perilla y la giré lentamente como si esperara encontrarlo adentro, entonces mientras suspiraba y tomaba valor para entrar, por alguna razón, experimenté un mareo y un dolor de cabeza intenso, quizá el viaje me había aturdido un poco, tantas emociones y mi desdén hacia el desayuno y la comida por culpa de la emoción, me estaban haciendo sentir mal
Cuando estuve adentro me sentí de nuevo como un niño que llega por primera vez a una juguetería, examiné el lugar con minuciosidad, la sala, la concina, el comedor, todo era tan lujoso y al mismo tiempo tan del estilo de mi primo, la sala tenía una alfombra, sillones y cortinas color verde en diferentes tonalidades “Vaya, vaya, vaya, miren quien es el que está obsesionado con sus ojos” Dije mientras sonreía e inspeccionaba todo.
El lugar tenía un aroma a pinos que iba acorde con la decoración, tenía muchos cuadros, su título universitario, diplomas, reconocimientos, Eduardo sí que sabía ser humilde a la hora de mencionar sus logros, pero justo cuando giré la cabeza, a unos cuantos pasos de mí, había un buró con un portarretrato color plata encima, lo tomé entre mis manos y lo pegué a mi pecho, así es, era nuestra foto del día que cumplí catorce años, la esperanza de que Eduardo me esperaba y me quería tanto como yo a él, volvió a nacer en un instante “Entonces nunca me olvidaste, ahora solo necesito averiguar por qué nunca te atreviste a decírmelo.
”
Me di cuenta que había 3 habitaciones, una donde había toda clase de aparatos para acondicionamiento físico, el de huéspedes y el de Eduardo que al parecer estaba cerrado con llave, rayos, sí que sabía que iba a llegar antes que él y no me dejó husmear en sus cosas.
Luego de revisar casi todo el departamento, me senté en la sala con un pequeño dolor de estómago, no había estado comiendo muy bien y los nervios no ayudaban nada en mi estado de salud, pensé que ojalá Eduardo cocinara igual que siempre.
Puse mi maleta en un rincón y comencé a ver por la ventana de la sala toda la ciudad, miré las casas, los autos y pensé si había alguien por allí tan nervioso como yo en esos momentos.
En ese instante escuché un ruido que me heló la espalda, la puerta se estaba abriendo.
Ya era más de las cinco y yo no había sentido pasar el tiempo, cuando estuve seguro de que mis sospechas eran ciertas, la puerta se estaba abriendo, me quedé paralizado y con el cuerpo frio, pensé que iba a morir por causa del miedo, apreté los puños y contuve la respiración unos segundos, cuando de pronto escuché como la puerta se cerraba, como puso sus llaves en una repisa y el sonido de sus zapatos de oficina al caminar, de pronto solo preguntó.
“¿Yahir?”
Su voz.
Su voz volvió a mí causando estragos en mi alma.
No voy a mentir, me costó mucho voltear, como si me estuviese esperando un ajuste de cuentas del cual no saldría vivo, pero lo hice, no sé cómo ni de dónde saqué las
fuerzas, solo giré lentamente mi cuerpo para encontrarme con Eduardo.
Y allí estaba él, mis ojos se encontraron con los suyos y en ese instante un terremoto de emociones y sentimientos se generó entre nosotros, como si en esa mirada nos estuviésemos contando todos los años que no estuvimos juntos.
No podía hablar, por más que intentaba decir algo no puede, mi boca estaba sellada y mi cuerpo paralizado, él estaba igual que yo, me vio de pies a cabeza, miro mi estatura, era más alto que sus expectativas, mi cuerpo delgado y marcado, mi cabello, mi sonrisa, mis ojos, mi boca, todo.
Parecía que no creía lo que estaba viendo.
Yo también lo miré con detalle, seguía igual, hermoso, sus labios carnosos, sus cejas pobladas, sus pestañas, su cabello un poco más largo peinado hacia atrás, su semblante, su sensual cuerpo y esa barba de candado que lo hacía ver tan maduro.
Debieron pasar unos instantes cuando él finalmente reunió las fuerzas para decirme algo.
— Has crecido tanto que.
Casi no te reconozco— Tartamudeó, en ese momento me lancé en un abrazo contra él, me recibió como debió hacerlo hace mucho tiempo, me fundí con él por ese instante, en su pecho, en sus brazos, el corazón estaba tan acelerado que podía escucharlo en mis oídos y también escuché el suyo, en su calidez me perdí y lo estrujé al igual que él a mí, las pequeñas lagrimas emanaban por mis ojos y las suyas igual— Te extrañé mucho.
— Le dije con la voz cortada y respirando su aroma a canela que me hizo sentir más vivo que nunca— Y yo a ti enano.
— Puso su mentón en mi cabeza y me abrazó fuerte para sentir su cariño.
Luego de eso nos vimos a los ojos, él enjuagó mis lágrimas, me sonrió como si quisiera tranquilizarme pero era imposible, me sentía tan emocionado, tan furioso, tan feliz y tan triste, era una mezcla de sentimientos que me atacaban en ese momento, él también estaba llorando y emocionado que me costó separarme de él.
Seguimos abrazados hasta que nos tranquilizamos y entonces pudimos separarnos.
Él me vio a los ojos en ese instante, quiso encontrar en ellos los restos de mis sentimientos e inconscientemente estos resucitaron en un segundo, lo miré, le dije con mi mirada cuanto lo amaba, cuanto me hizo falta y él me dijo con los suyos que había estado tan solo, que su vida estaba vacía y que me había extrañado tanto, nos fuimos acercando poco a poco, cada instante un poco más, como si por instinto supiéramos lo que debíamos hacer, en ese momento nuestras bocas se acercaron hasta casi tocarse, cerramos nuestros ojos y nos entregamos a ese sentimiento, íbamos a besarnos como hace mucho tiempo debimos hacerlo, como si nuestros labios se extrañaran y quisieran volver a sentirse vivos.
Pero no, no lo hicimos porque él se apartó de mí y rompió esa atmosfera maravillosa.
— ¿Y cómo están mis tíos?— Preguntó con curiosidad apartándose de mí y aclarándose la garganta, yo casi caigo de frente al descubrir que ya se había apartado y que no me había besado, recibí un golpe en mi corazón como cuando me rechazó por primera vez— Están bien.
Eso creo— Me costaba asimilar todo eso tan rápido, estaba por fin con Eduardo, después de tantos años, luego de tantas noches de añorarlo y de tantos sentimientos reprimidos, después del drama del siglo XXI, él solo me preguntó por mis padres.
— ¿Quieres comer algo? Debes estar muy cansado por el viaje— Dijo Eduardo quitándose su saco y colgando en el perchero que estaba cerca de la puerta— Estoy bien gracias, estoy aquí porque.
La verdad no sé por qué estoy aquí ¿Puedo preguntarte algo? ¿Por qué llamaste a mi madre para pedirle que viniera?— Traté de sonar lo más maduro posible a pesar de que quería romperle todas sus sillas en la cabeza— Pues porque te echaba de menos, somos primo y eres como mi hermano menor, necesitaba saber de ti y que nos reuniéramos para hacer algo— Un tic nervioso apareció en mi ojo izquierdo, me había traído para “Reunirnos y hacer algo” ¡Reunirnos y hacer algo! Eso era todo, Eduardo seguía igual que siempre, mantenido lo nuestro en las sombras y fingiendo que no existía.
— Estoy muy bien, me las he arreglado para que no me falte nada— Dije adoptando una aptitud fría, la que se suponía un joven como yo debía tener para que no se diera cuenta de lo herido que me sentía— ¿Tienes novia?— Mejor pregunta no se le pudo ocurrir— He tenido algunas, pero no me gustan esos temas, me he divertido mucho estos años, después de todo, alguien como yo no puede quedarse solo para siempre pero, es algo en lo que no he tenido buena suerte, debe ser de familia.
— Dije acercándome a la ventana y sonriendo al recordar mis años de aventuras.
— ¿Por qué hablas así? Suenas.
Diferente— Dijo Eduardo sentándose en otra parte de la sala, entonces comencé a caminar hasta estar cerca de él mientras decía— No creo haber cambiado en lo absoluto, soy el mismo de siempre— Dije un poco melancólico— Pero ya hablaremos de mí, quiero saber que ha pasado contigo, la vida de un abogado treintón debe ser muy emocionante— Sarcasmo, cómo te había extrañado— Pues.
Es divertida, es lo que siempre quise hacer, además de que gano muy bien y pude independizarme hace unos años— Mientras Eduardo relataba su vida yo caminaba de un lado a otro como si quisiera demostrar que no me sentía intimidado por nada.
Eduardo se pasó la mano por la cara y comenzó a relatar la vez que casi se casa, las tardes de fiestas y de mujeres, sus aventuras, sus experiencias y sus conquistas, por un segundo pensó que aquello me iba a molestar pero no, en lo absoluto, porque desde hace mucho tiempo me había resignado a que él era un completo imbécil y que eso no se le iba a quitar jamás.
Eduardo me mostró mi habitación la cual ya conocía por haber estado husmeando, dijo que iba a dormir allí y no sé por qué no me sorprendió el descubrir que no iba a dormir con él y que esa idea ni siquiera le cruzo por la cabeza.
¿Acaso ya no le gustaba? ¿Por qué no quiso besarme? ¿No le resultaba atractivo? Miré a su pantalón y me di cuenta de que estaba erecto entonces ¿Por qué no pasaba nada?
Por un segundo mientras acomodaba mis maletas me mareé y sentí como si el edificio estuviese moviéndose, por poco caigo pero Eduardo me sostuvo para evitar que me cayera— ¿Te sientes mal? ¿Te ocurre algo?— Preguntó alarmado— No, estoy bien, es solo que estoy un poco cansando por el viaje— Cuando intenté reponerme no pude y mi cabeza cayó en su hombro, allí traté de recuperar mis fuerzas que al parecer ya estaban regresando, cuando me di cuenta, mi cabeza estaba sobre uno de los hombros de Eduardo y su mirada estaba inerte en mí.
— Por favor.
Ayúdame a recostarme en la cama— Prácticamente llevaba casi dos días sin comer y ya me estaban pasando la factura, pero no tenía cabeza para nada, solo le pedí a Eduardo que me ayudara a recostarme para más tarde continuar con nuestra platica, pero.
Cuando me ayudó, puso sus manos en mi espalda y me depositó en la cama con cuidado, cuando miré hacia arriba, él estaba casi sobre mí y con un parpadeo me teletransporté a nuestro primer beso, a ese que me había dado sobre mi cama algunos años atrás.
Cuando él se percató de nuestra cercanía quiso alejarse pero lo tomé de sus hombros, mi miré a los ojos y pude ver como en aquel verde esmeralda que me mantenía despierto en las noches, pude ver que el viejo Lalo aún estaba allí.
Le toqué su rostro como aquella vez, admirando todas sus facciones y sus rasgos masculinos y comencé a acercar su boca a la mía.
Finalmente nuestros labios se tocaron, al principio con resistencia, como si un pequeño roce invernal tocara mi boca y sin embargo, solo le tomó unos segundos liberar sus culpas y besarme, besarme como me besaba antes, como si tantas veces había que soñado que pasaría algún día.
Las lágrimas corrían por mi rostro, se escurrían por los costados de mis ojos y mi corazón explotaba de felicidad.
Eduardo parecía querer sacar de mi boca oxígeno, algo que lo mantuviera con vida, sé que había estado esperando ese beso mucho tiempo al igual que yo.
Nuestros corazones eran bombas de tiempo, temí morir allí sin poder haberle dicho nada pero en un instante se despegó de mí, puso su rostro en mi pecho y me abrazó.
Yo lo abracé también y allí debido a mis débiles fuerzas, me quedé dormido.
Cuando desperté, me di cuenta que apenas y podía levantarme, estaba demasiado débil.
Con cuidado reuní las fuerzas necesarias para ponerme de pie y caminar fuera de la habitación.
Ya era de noche, miré mi reloj y eran las 9:32 pm.
Había estado dormido por algunas horas.
Me puse de pie y fui hasta la sala, allí estaba Eduardo leyendo, tenía ropa más comoda y al parecer estaba tranquilo, por un momento me sorprendió el que no se comportara como yo esperaba, en mis fantasias él siempre quería estar conmigo, además.
Nos habíamos besado otra vez, después de tantos malditos años nuestras bocas se habían juntado otra vez, maldita sea, no podía estar tan tranquilo en la sala leyendo un libro como si nada de eso hubiera pasado.
— Hola.
— Dije en cuanto reuní el valor suficiente, la cabeza me daba vueltas y sudaba frio— Al fin despertaste dormilón, supongo que debiste estar muy cansado por el viaje, te preparé los fideos que tanto te gustan ¿Por qué aún te gustan verdad?— Dijo Eduardo con una sonrisa y con ese tono amable que usamos todos en la familia cuando queremos ocultar algo o mentimos.
En la cocina estaba la comida que Eduardo me había preparado, me moria de hambre y en verdad amaba esos fideos, el desgraciado los preparaba tan bien que eran exquisitos para mí, pero si empezaba a comer, perdería el hilo de lo que había pasado minutos antes.
Solo tomé un vaso de jugo de naranja que había en el refrigerador y comí un par de galletas de avena que había en una repisa en la alacena.
Entonces caminé hasta Eduardo y me senté junto a él mirándolo fijamente— ¿Qué pasa? ¿Por qué no comes?— Preguntó Eduardo y lo miré inspeccionando sus ojos, él estaba extrañado hasta que hable sin miedo— Soy bisexual, me gustan los hombres y las mujeres— Dije como alguien que revela su color favorito, las mejillas de Eduardo se tornaron rojizas como si fuera un tema prohibido o como si le estuvieran hablando sobre sexualidad por primera vez.
Eduardo no decía nada, solo miraba hacia el techo tratando de encontrar las palabras exactas que decir y yo seguía hablando— A los 14 años estuve por primera vez con una chica y fue genial, ella estaba enamorada de mí pero yo no, luego le siguieron otras.
A los 13 estuve por primera vez con un hombre, el cual me cuesta trabajo reconocer, creo que eres tú.
— En ese momento me acerqué más a él, por el lado izquierdo de su mejilla le dijé unas cosas al oído.
— No sabes cuanta falta me ha hecho ese idiota.
A veces lo sueño en las noches, a veces no puedo dormir por su culpa, a veces lo necesito tanto que me cuesta respirar si no está conmigo— Eduardo cerraba sus ojos, escuchando lo que tenía que decirle— No importa el tiempo que ha pasado, no puedo sacarlo de mi cabeza.
Hace que mi corazón se acelere.
Me quita el sueño, me hace reír.
¿Dónde está él? Dime por favor dónde está.
— Le dije mientras por mi ojos corrían un par de lágrimas.
— Lo siento Yahir.
Siento mucho lo que te hice— En ese momento Eduardo me abrazó con tanta fuerza que todo mi ser vibró.
Allí estábamos los dos, con lágrimas en los ojos y suspirando por tenernos tan cerca.
— Te amo Lalo.
No sabes cuanto te amo.
Nunca he dejado de amarte.
— Busqué su boca pero él se resistía a besarme.
— No Yahir.
Eres solo un niño— Me dijo mientras yo ponía las manos en su pecho y sentía esa fortaleza que me hizo falta tanto tiempo, fue cuando puse mi mano en su pene, fue como recibir un choque eléctrico, la voz de Eduardo se cortó mientras le dije—No, Ya tengo 19 años, ya no soy un niño.
Lo siguiente ya todos lo podrán imaginar.
Eduardo se levantó y apagó las luces, volvió a mí para seguirme besando, su lengua entraba en mi boca y sus dientes mordían mis labios, mis manos acariciaban su espalda y en un instante las suyas se fueron a mi cabello para recorrerlo con sus dedos.
Por momentos me costaba besarlo porque los sollozos por su falta aún querían ser liberados.
Mis traviesas manos pronto buscaron los botones de su camisa y su boca se dirigió a mi cuello para suspirar y besarme aumentando la temperatura de mi cuerpo.
Le quité su camisa y me abalancé sobre él haciéndolo caer en el mueble solo porque necesitaba poner mi cabeza en su pecho como cuando yo era un niño.
Él me dejó hacerlo y suspiraba tanto como yo porque el aire nos faltaba, era como si solo con nuestros besos pudiéramos respirar.
Me cargó entre sus fuertes brazos y me llevó hasta su habitación, no pude distinguir nada porque todo seguí obscuro, no se molestó en encender la luz, pronto estuve tendido en su cama, abrió mis piernas y se puso encima de mí para seguir besando mi cuerpo.
En solo unos segundos se deshizo de mi playera y con sus besos recorrió mi ser, era nuevo para él, ya no era aquel adolescente frágil, estaba camino a convertirme en un adulto.
Lo detuve en cuanto quiso desabrochar mi pantalón, me sentí en una especie de competencia, debía mostrarle todo lo que había aprendido, demostrarle toda la falta que me había hecho, entonces le quité su ropa sin darle oportunidad de resistirse y besando sus labios fui bajando por el camino de su pecho, saboreando sus pectorales, calentando mis manos para ir bajando junto con mis besos hasta llegar a su ropa interior.
Cuando toqué su miembro recibí otra descarga eléctrica, su tamaño, su textura, los suspiros de Eduardo al sentir el calor de mi piel, volví a besarlo mientras lo masturbaba y comenzaba a excitarlo, a llevarlo al fuego que nuestros cuerpos emanaban.
En un instante él no quiso quedarse atrás y me tomó de las manos para detenerme, volvió a echarse sobre mí y con una sonrisa maliciosa me quitó el resto de mi ropa, con su lengua jugó con las partes sensibles de mi cuerpo que aún recordaba y mis géminos fueron una buena confirmación para su vanidad, sabía dónde tocarme, dónde besarme, mi cuerpo le pertenecía y lo estaba reclamando.
Entonces él también tomo mi miembro y me hizo dejar salir un gemido tras otro, sobre todo cuando acercó uno de sus dedos a mi orificio y me hizo ver estrellas— Eduardo.
¿Qué me estás haciendo?— Le dije entre suspiros aprontando las sabanas— Te voy hacer parte de mí.
— Me dijo, él jamás me había dicho eso y luego de escuchar estas palabras, solo me dejé llevar.
Las embestidas de Eduardo eran lentas pero vigorosas, me tenía tomado de las manos y gruñía en mis oídos para demostrarme cuanto placer le provocaba el estar conmigo, yo correspondía diciendo su nombre una y otra vez, gritando y suspirando, recorriendo su espalda y robándole el alma con mis besos.
Por un segundo me sentí en el paraíso, aquel encuentro no asemejaba en nada a los que tuvimos años atrás, en aquel entonces éramos demasiado inocentes y torpes y ahora, sabíamos perfectamente lo que queríamos.
Eduardo no terminaba, yo en cambio llevaba 2 orgasmos, las piernas me temblaban y comenzaba a ver todo de manera distorsionada, solo recibía sus gotas de sudor en mi cuerpo, era como si el treintón tuviera esa lujuria acumulada y con su penetración dolorosa y exquisita quisiera deshacerse de ella.
Cuando se cansó de estar sobre mí, se comportó de una manera más salvaje, se puso detrás de mí y cual semental comenzó a embestirme y a golpear mis glúteos, aquello estaba terminando conmigo, era una especie de bestia que él quería domar y vaya que lo estaba logrando.
Me alaba el cabello, volvía a mis oídos para decirme cuanto tiempo había anhelado estar así conmigo y yo apenas y tenía fuerzas para responderle.
Justo cuando creí que iba a correrse, me cargó de nuevo y me llevó hasta la pared, allí me envistió con todas sus fuerzas, mis piernas al aire y nuestros rostros mirándose.
Fue entonces que la vista se me empezó a nublar de nuevo, solo escuchaba mi corazón y el suyo en una batalla de latidos por demostrar cual latía más fuete, de pronto ya no pude más y mientras Eduardo descargaba su semen como un lunático en mi cuerpo, yo caí desmayo sobre su pecho sintiendo que la vida se me iba del cuerpo.
Continuara.
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