Los demonios de Yahir, capitulo 5, Raúl
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Diosdelagua.
Detesto la vida del campo, siempre lo hice y nunca me sentiré mal al respecto.
Cuando era niño, mi abuelo solía llevarme con él de paseo a los campos que él tenía y a pesar de que me gustaba pasar tiempo con él, aquello jamás fue de mi agrado, la vida del campo simplemente no es lo mío, sin embargo, uno puede divertirse mucho con las cosas que se encuentran por ahí.
Aún estaba en mis 16 amaneceres (no encontré otra manera de decir años) puedo decir que es la época que más extraño y en la que más me divertí, a veces me gustaría poder charlar con mi yo del pasado porque había algo en aquel pequeño Yahir que era más fuerte y astuto que el que soy ahora, puedo decir que si me tuviese enfrente me abrazaría y luego me golpearía repetidas veces.
Esto sucedió en el mes de Diciembre, aunque mis padres y yo nos llevamos bien, las navidades se habían tornado monótonas y un tanto aburridas, ya no teníamos a esa parte de la familia que nos visitaba y que de cierta manera creaban un ambiente más ameno.
En ocasiones nos reuníamos con los vecinos o amigos de mis padres pero como podrán saber, no era lo mismo.
Por esa razón, decidimos visitar a mi abuela.
— Te pareces tanto a tu abuelo ¿Cómo decía siempre? Tú siempre lo recuerdas— Dijo mi abuela mientras me abrazaba— “Si quieres conocer a Inés vive con ella un mes” (Dicho mexicano que hace referencia a que solo con el diario vivir se conoce a una persona)— Dije con una sonrisa— Te aprendiste todos los dichos de tu abuelo, tendrás que escribírmelos porque yo no.
Y era cierto, mi abuelo tenía un refrán o un dicho para todo y fue algo que aprendí de él pero que casi no uso ya que no muchos pueden entenderlos, sin embargo, en ese viaje no me molestó usarlos en lo absoluto.
Aquella tarde, frente a mí desfiló un hombro, uno que cumplía todas mis expectativas, uno que siempre estuvo en mis sueños más perversos y sádicos, uno que siempre quise tener entre mis brazos y que siempre quise que me hiciera experimentar aquellas sensaciones que eran para mí quizá prohibidas pero también tan anheladas.
— Buenas tardes- Dijo ese sensual hombre refiriéndose a mi abuela, la había saludado dejándome con la boca abierta pues mi abuela lo conocía, de pronto al levantar mi mirada y verlo antes de que se alejara podría jurar que me guiño un ojos aunque por el reflejo del sol no podía ver por lo que no estaba completamente seguro
Chaleco de mezclilla abierto que dejaba ver su velludo y musculoso torso, la vida del campo le había dado un cuerpo exquisito, sus brazos enormes, su cabello rizado y algo largo, su sombrero, su rostro, sus sombrero, todo, era el hombre que provocaría los instintos más salvajes no solo en mujer, sino también en hombres.
Debía conocerlo, debía ser mío.
Se llamaba Raúl, mi abuela lo había confirmado, un hombre así solo podía tener un nombre así.
Esa noche lo conocí mientras mi abuela nos presentaba, era curioso, cada vez que veía a Raúl me ponía erecto, quería tocar su pecho, besar su vientre, besar sus labios, pedirle que me estrujara entre sus imponentes brazos, pero debía controlarme, mis deseos eran tan grandes que no me importó arriesgarme frente a mi familia.
— Raúl, quiero que conozcas a mi nieto Yahir.
— Mucho gusto joven, me llamo Raul, bienvenido a mi pueblo— El sujeto estrujó mi mano con más fuerza de la que la educación lo permite, yo soporté el dolor para no demostrar debilidad.
— Yahir.
Mucho gusto— Dije nervioso y con la cabeza agachada
Luego del incomodo encuentro, Raúl y yo solo nos encontramos una vez más para pelear, el tipo era engreído, grosero, creído, arrogante y el problema es que ¡Me encantaba! Odiaba al sujeto por ser tan petulante pero me encantaba por el simple hecho de ser él, era difícil de explicar.
El tipo prácticamente pensó que era un niño estúpido solo por venir de la ciudad, me llamó débil y se jactó de ser mejor que los demás solo porque.
Me daban miedo los caballos.
Lo desprecié tanto que juré que solo habría una manera de cobrar venganza.
Hacerlo mío.
“Disfruta tu abril Raúl.
Que ya va a llegar tu agosto” pensé mientras lo veía embrutecerse con sus amigos los machos en la fiesta del pueblo en la que estábamos.
Al día siguiente mi abuela nos invitó a la laguna del pueblo para pasar el día, llegamos al lugar en cuestión de minutos y en menos de lo que canta un gallo estuve en el agua, nada siempre me ayudo a relajarme y por ende me alejé de los demás para explorar un poco el lugar.
No muy lejos de donde todos estaban había una especie de acantilado, donde asumo los nadadores gustaban de lanzarse al agua, me senté en una de las rocas y contemplé el lugar.
Unas cuantas personas pasaron por encima del acantilado y uno de ellos era mi sexy vaquero quien luego de despedirse de todos comenzó a quitarse la ropa.
Me lancé enseguida al agua y me oculté mientras veía aquel espectáculo, esos pectorales y esos brazos se desnudaron para mí.
Entonces se lanzó al agua desde lo alto y cayó a unos metros de mí, yo sufría de una erección descomunal y solo gracias al agua fría pude aguantar.
— ¿Quién anda ahí?— Pregunto Raúl pues creo que escuchó uno de mis movimientos, cada vez se acercaba más a donde yo estaba hasta que me vio.
— Hola.
No te había visto
— Hola.
Lo siento ya tengo que irme
— Espera.
¿Yahir verdad?
— Sí, yo soy Yahir el tonto y débil chico de ciudad.
— Disculpa pero ¿Acaso yo te llamé así?— Yo asentí con un poco de vergüenza— Te pido disculpas de verdad, a veces suelo ponerme mal, no era mi intención llamarte de esa manera.
Yo soy Raúl, mucho gusto.
¬— ¿Eres nieto de la señora de la casa grande verdad?— Pregunto intrigado el vaquero Sexy mientras el agua mojaba todo su viril cuerpo y yo solo me dedicaba a ver su reflejo en el agua.
— Sí ella es mi abuela no pensé que la conocieras.
— Todos se conocen en este lugar, ya sabes lo que dicen
— Pueblo chico infierno grande.
O así solía decir mi abuelo
— Todos aquí lamentamos su muerte, si hay algo en lo que te pueda ayudar, bueno, solo dilo.
Qué era aquella magia que sentía al estar con Raúl, un apenas treintón con aires de grandeza, un cuerpo exquisito, una vida llena de placeres y excesos, quizá nunca se hizo las preguntas que el resto del mundo debe hacerse y solo asintió a todo lo que la vida le dije que debía hacer, sentir y saber.
— ¿Tienes novia? Bueno lo digo porque bueno se ve que debes de tener mucha suerte con las mujeres.
— No.
Bueno tuve, pero no tengo tanta suerte como crees, bueno al menos no tanta como tú— Mis palabras lo impresionaron, me acerqué a él y en un arrebato de locura, tomé su mano, me levanté mi playera y lo hice recorrer mi cintura con lentitud.
— ¿A qué edad te salió el vello en el pecho? Yo soy por completo lampiño— Dije sonriendo con inocencia, el tipo estaba desconcertado, confundida pero no apartó su mano de mi piel, su aspereza me excitaba cada vez más, su rudeza, tenía al hombre de mis sueños antes mí, casi desnudo, tocando mi cuerpo, tuve que hacer un gran esfuerzo para no cometer una locura.
— Fue cuando estaba en la prepa— Dijo él y yo solté su mano, Raúl comenzó a sudar y a respirar con dificultad, volví a arrogarme a la laguna para que el agua fría apagara el fuego que comenzaba a crecer dentro de mí.
— Yahir.
¿Eres?— No lo dejé preguntar, sabía lo que quería saber pero no dejaría que una etiqueta arruinara todo.
— ¿Citadino? Supongo que sí, muchos me han llamado así aquí, aunque es solo un nombre y.
Yo no le tengo miedo a los nombres.
— ¿A qué le tienes miedo?— Preguntó Raúl otra vez aturdido.
— A los caballos.
Lo sé, suena tonto, pero todos tenemos miedo en esta vida, algunos le temen a algunos animales, a las personas o.
A lo diferente.
Yo, bueno, me gusta pensar que no le tengo miedo.
A nada.
Raúl parecía convertirse cada vez más en otra persona, como si no tuviese miedo de hablar conmigo, como si por un momento olvidase que yo tenía 16 y el 32.
Pero supongo que todos encontramos a alguien así alguna vez para conversar.
— ¿Eres casado?
— Sí, mi esposa y yo estamos juntos desde hace mucho
— Ya veo.
¿Y eres feliz?
— Supongo.
Bueno, nunca me pregunté si en verdad quería quedarme con ella, solo lo hice, aunque tal vez hubo muchas cosas que no viví o experimenté.
— Nunca es tarde para eso.
— En ese instante, me acerqué a él, me senté juntó a Raúl y nuestras rodillas se tocaron, él no se apartó ni un momento, yo aún sonreía de esa manera inocente que me ha sacado de varios aprietos en mi vida y justo cuando creí que algo iba a pasar, alguien gritó mi nombre.
— Ya tengo que irme, mi familia me espera.
— Espera.
¿Puedo verte otra vez?
— Mis padres y yo estaremos aquí hasta año nuevo, supongo que nos veremos después.
— Muy bien ¿Pero cuándo?
— Dijiste que si necesitaba ayuda en algo te lo dijera, me gustaría aprender a montar.
Te veré después— Luego de eso me arrojé al agua y me alejé de él a toda velocidad, rogándole a mi suerte que mis encantos hubieran surtido efecto mientras decía “Al paso de la carreta, las calabazas se acomodan”.
Por la mañana, Raúl estaba fuera de la casa de mi abuela, llevaba una playera de cuadros color azul con dos botones desabrochados, su cabello algo largo peinado hacia atrás y ese sombre que llevaba a todas partes.
Detrás de él estaba su caballo el cual se llamaba Canela.
Me costó acercarme al animal, di algunos pasos temeroso pero pronto Raúl tomó mi mano y la puso sobre el pelaje y piel de su caballo, el sentir su mano sobre la mía me hizo sentir cosquillas en el pecho y en otras zonas que es mejor no explicar.
Él no decía nada, es como si nuestro mero contacto fuese algo que disfrutaba pero que le daba pena admitir y yo solo tenía algo seguro, iba a comerme a ese hombre.
Tuve una pequeña discusión con Raúl más tarde, me jugó una broma con su caballo lo cual me asustó mucho, me molesté y quise darle fin a todo eso pero él se comportó arrepentido, me pidió disculpas y me dijo que quería ser mi amigo, que le agradaba mucho igual que todos en mi familia, yo le di la mano y luego lo abracé como amigos pero con aquel abrazo quise darle a entender que me moría por estar con él, porque me hiciera suyo no importara nada.
Respiré su aroma, a licor, a hombre de campo y él el mío a duraznos por la loción que tanto me gustaba usar en mi adolescencia.
Ya estaba, ambos nos deseábamos, era más que obvio, lo había que romper el hielo o salir de nuestra zona segura para decirnos todo a la cara.
Montamos toda la tarde, él cabalgaba y yo iba detrás de él, en momentos cuando tenía miedo de caer, tocaba uno de sus costados y eso lo hacía suspirar, luego de un rato quise cambiar los roles, yo monté y él iba detrás de mí, me pegué más a él para que sintiera mi cuerpo, para que respirara en mi espalda y muriera de deseo por mí.
Cuando terminamos de cabalgar, dijo que había que guardar al caballo en el establo, Raúl caminaba raro y luego entendí que los pantalones ajustados y las erecciones no se llevan.
— Raúl, te puedo preguntar algo
— Claro Yahir, para eso somos amigos qué no
— ¿Qué piensas de mí?— Lo pregunté con inocencia, porque ne verdad quería saberlo
— Pues eres un chico muy buena onda, agradable, simpático, gracioso, no le tienes miedo a decir lo que piensas
— No pensé que creyeras eso de mí
— Yahir.
Eres gay verdad— Su pregunta me tomó por sorpresa
— ¿Por qué? ¿Sería diferente si lo fuera? ¿Te molestaría si lo fuera? Ya no seriamos amigos de ser así.
— No, perdona, claro que no, es que.
— Soy Bisexual Raúl ¿Sabes lo que es eso? Me gustan las mujeres y los hombres y no le tengo miedo a nada.
Raúl se apartó para cerrar la puerta del establo y supe lo que estaba por pasar, era mi momento, el que tanto había esperado pero también tenía miedo, miedo de que se me saliera de las manos pero ya no había marcha atrás.
— Y yo.
¿Te gusto Yahir?— Me acerqué a él poco a poco y tomé el cuello de su camina, desabotoné el primero y lo miré mientras las piernas me temblaban y mi erección me lastimaba— Me gustas mucho Raúl.
Raúl puso sus manos en mi espalda y comenzó a acercase— Me encantas Yahir, no sé qué tienes, pero me encantas— Formé una sonrisa atrevida en mi rostro por las veces que había escuchado eso antes, Raúl ya era mío, era otro que se sumaba a la lista de los hombres que darían todo por mí, yo no respondí nada solo lo bese en los labios con desesperación, como si fuese a escapar, él pasaba sus manos por mi espalda, metía sus manos porosas dentro de mi playera y suspiraba cuando yo me movía en su ingle estimulando su erección.
Puse mis manos en su pecho sintiendo sus pectorales velludos, Los apretaba y me excitaba aún más, Pasaba mi lengua por su pecho sintiendo un cosquilleo en mi ser al escucharlo gemir, saboree sus pezones y después regresaba a sus labios, él me mordía haciéndome gemir, su cuello era mi perdición con su aroma, le jalé el cabello cuando el pasó sus manos por mi pecho y la porosidad de sus manos estimulo mis pezones— Raúl… Hazme tuyo Raúl, te lo suplico, de una manera que nunca olvide— Le dije jadeando y probando sus labios, él de inmediato me tomo de los hombros y me cargo hasta una mesa que estaba al fondo, me quitó mi camisa y me mordió el torso, yo le tocaba su bulto y su pecho para volver más caliente la situación.
Mi cara me ardía por lo caliente que estaba y no podía respirar bien, me volteó de modo que quede dándole la espalda, me quito mi pantalón poco a poco como si lo disfrutara, después mi ropa interior la bajó de golpe para encontrarse con mi colita, se acercó a ella y comenzó a morderla, a pasar su lengua por todas partes, las apretaba con sus manos y después me dio una nalgada que me hizo soltar un gemido.
Él al darse cuenta que me gustó me dio otra, yo volví a gemir mientras apretaba mis manos, sé que debía dolerme pero se sentía muy bien, yo estaba erecto y al sentir el ardor en mi piel a causa de los golpes de Raúl se me paraba más, me dio otra y otra hasta que seguramente se cansó, yo solo me mordía los labios y decía su nombre por el castigo que me estaba dando, nadie me había dado unas nalgadas como él— ¿Te gusta que te traten mal?— Me pregunto Raúl muy cerca de mi oído mientras jadeaba—- Sí, sí, me encanta, pégame más— Le dije y entonces lo hizo más fuerte, mi trasero estaba completamente rojo al igual que mi cara y en el rostro de Raúl solo se veía la desesperación por penetrarme.
Le desabroche su pantalón mientras le hacía cara de niño excitado, Le bajé el cierre y después me encontré con su ropa interior la cual con mis dientes se la baje, allí estaba su herramienta, Un pene vigoroso, grueso, con venas marcadas listo para ser devorado por mi boca, para mi sorpresa no era tan velludo como su pecho, era normal, lo tome en mis manos y comencé a masturbarlo un poco, después le di pequeños besos de la base hasta la punta, luego pase mi lengua de la misma manera en que la bese y cuando me detenía veía el rostro de Raúl, él ponía su mano en mi cabeza para indicarme que quería que se lo mamara pero yo quería torturarlo más, pellizqué uno de sus pezones y el soltó un gemido.
— Anda Yahir, hazlo que ya no aguanto— Me dijo y después lo introduje en mi boca, lo succione con desesperación, sintiendo cada parte de el en mi boca, soltaba ese líquido saladito que me gustaba, me daba arcadas al llegar hasta mi garganta pero Raúl estaba en el paraíso y yo también, él me jalaba el cabello mientras me decía que se sentía muy bien, que lo hacía mejor que su esposa, Eso me hizo reaccionar algo confundido.
Después de casi hacerlo venir le dije que debía usar protección, que yo me quería mucho, Tanto como para no cuidarme, él traía como casi todos los hombres un condón en la billetera, yo mismo se lo puse mientras me imaginaba todo lo que haríamos, todas las ideas que guardábamos en nuestras perversas mentes que estábamos por desahogar
¬— Raúl… Ponte tu sombrero, quiero que seas mi vaquero— Le dije él de inmediato comprendió lo que quería.
Lo senté en la silla en donde hace un rato estaba y me senté sobre él, tomé su herramienta para sentarme en ella pero era gruesa tanto que me costaba introducirla en mi ser, cuando toco la entrada de mi ano suspiré y respire con dificultad, se sentía muy bien pero también doloroso, fui introduciendo más y más hasta que estaba toda adentro, me quede quieto un momento para terminar de disfrutar todo eso, Raúl gruñía al sentirse dentro de mí, mi colita palpitaba por las sensaciones que experimentaba.
Abracé a Raúl y hundí mi cara en su pecho, de mis ojos salían lágrimas y le pedí que se quedara quieto, tenía que acostumbrarme pero el fuego seguía creciendo dentro de mí— Anda, Cabalga a tu vaquero, hazlo— Me decía Raúl mientras movía mis piernas para aumentar la fricción, Yo comencé a moverme mientras le decía lo bien que se sentía, mientras pasaba mi lengua y mis manos por su pecho sintiendo esos vellos que me mataban de la excitación, me estaba matando a mí mismo porque sentía un cosquilleo cada vez que brincaba, me mordía los labios y cerraba mis ojos al sentir todo eso dentro de mí.
— Se mi bestia Raúl, vamos cómeme, por favor— el deseo podía más que yo, solo veía estrellas mientras Raúl me penetraba, al sentir sus labios, sus velludos pectorales, sus brazos— Por favor estrújame, ven, tómame, hazme tuyo— Era todo lo que le decía cuando me envestía con más fuerza.
En un instante cayó rendido sobre mí y yo termine varias veces sobre su torso, estábamos agotados y solo nos dedicamos a besarnos hasta que nos recuperamos, nos vestimos y decidimos irnos.
— Sé que no será la última vez, te estaré esperando— Me dijo mientras me ponía mi playera— Raúl.
¿Te puedo preguntar algo?— Dije con timidez— ¿Estuve bien?— Luego de eso él se acercó a mí otra vez y me besó— Eres la mejor tentación que he tenido en mi vida— Me dijo y yo sonreí.
Luego de esas vacaciones volvía a casa con mis padres y no volví a ver a Raúl, solo supe que se mudó a la capital del país y que tiene una buena vida con su esposa y su hija, supongo que al final decidió sentar cabeza y convertirse en un padre de familia, para mí, fue una de las mejores experiencias que he tenido en la vida, una de tantas que ya les contaré.
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Cap 1.
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Cuento 1.
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Cuento 2.
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