Los demonios de Yahir (Diario de pasión) Capitulo 1 "Eduardo"
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Diosdelagua.
Mamá por fin terminó de recoger todo el confeti del suelo con la aspiradora, mis fiestas de cumpleaños siempre eran así de desordenadas, niños corriendo por todas partes mientras rompen todo lo que está a su paso, creo que ella pensó que al cumplir trece yo querría algo más serio y menos alocado, pero no, la seriedad no es algo que vaya conmigo, es mi cumpleaños así que es la oportunidad perfecta para hacer lo que yo quiera sin meterme en problemas.
Mi madre se tardó dos semanas en quitarle al suelo lo pegajoso por el pastel y yo no tardé ni una semana en romper la mitad de los regalos que me dieron, pero a pesar de eso el mejor estaba por llegar pues papá me había dicho que mi primo Eduardo vendría de vacaciones otra vez como cada año, venía con mis tíos y se quedarían en casa todo un mes hasta que las vacaciones de verano terminaran.
Me gusta que Eduardo venga a mi casa sobre todo porque nos divertimos como hermanos, al ser yo hijo único, busqué alguien que pudiera ser esa figura de hermano mayor, ese alguien que me enseñaría a amarrarme los zapatos, que me enseñaría los secretos y trucos para conquistar chicas, que me daría dinero cuando quisiera comprar cualquier cosa, con quien podría contar mis secretos y resolver las dudas vergonzosas que no podía decirles a mis padres, todo eso era mi primo Eduardo.
Mi tía Virginia y su esposo Alejandro, tenían un hijo llamado Eduardo, diez años mayor que yo, vivían al norte del país, para ser más preciso en Monterrey Nuevo León. Hace muchos años tuvieron que irse debido al trabajo de mi tío, eso paso exactamente por la época en que yo tenía dos años, sin embargo ellos han mantenido contacto con todos nosotros y seguimos siendo una familia unida, sobre todo Eduardo y yo.
Hay muchas cosas que puedo resaltar de Eduardo, su habilidad para pescar, sus dotes en el baloncesto y futbol, sus chistes tan elocuentes pero, creo que si lo conocieran, sabrían que su mayor virtud, es que es sumamente atractivo, desde que era joven, poseía los rasgos de la familia de mi padre, una piel dorada, cabello obscuro casi tan negro como el mío y ojos tan verdes que dejaban a las esmeraldas completamente irrelevantes.
Eduardo era como una especie de súper estrella o al menos eso era lo que todas las personas alrededor decían y es que en el fondo desarrollé cierta envidia al compararme con mi primo, fuerte, varonil, simpático, era todo lo que yo no era pero a pesar de eso, puedo decir que era mi mejor amigo.
Cuando venía a mi casa en el verano y para navidad, éramos inseparables, yo era como su hermano menor, ese ser que lo llenaba de alegría y a quien guiaba sobre lo que había allá afuera.
Con el paso del tiempo Eduardo le sacó provecho a su atractivo, adquiriendo un cuerpo esculpido, deseado por las mujeres y perseguido por ellas, siempre fue una especie de galán a donde quiera que iba, recuerdo como siempre obtenía lo que quería, como él tenía todas las ventajas, las facilidades únicamente por su rostro y eso a pesar de no querer aceptarlo, me molestaba bastante pero claro eso a él le encantaba.
El atractivo de Eduardo me hacía sentir a veces incomodo pues siempre trataba encontrar algún defecto en él. Sin embargo, en otras ocasiones llegaba a ser como un modelo a seguir y lo cierto es que era una mezcla de sentimientos que daban vueltas en mi cabeza y que me costaba mucho trabajo entender.
Ese verano Eduardo apareció en la puerta junto con mis tíos ya que al vivir tan lejos solo nos visitaban dos o tres veces al año. No obstante cuando había llegado el momento de marcharse debido a que las vacaciones habían terminado, Eduardo no se despidió, anunció con mucha emoción que habida decidido mudarse para terminar la su carrera en leyes en una de las universidades de la ciudad y la verdad yo no pude estar más feliz, mi hermano mayor iba a estar conmigo todo el tiempo, como siempre lo había querido.
Mis padres le ofrecieron que se quedara a vivir con nosotros pero aun con su orgullo Lalo – Como siempre lo he llamado- Prefirió quedarse en un departamento que rentaba cerca de la universidad, aun así nos visitaba siempre que podía y puedo decir que aunque nuestra diferencia de edades era muy grande, nunca tuvimos problemas para compartir intereses o tener cosas en común.
Como dije antes, Eduardo era un huésped frecuente, cosa que me gustaba mucho, aunque debo decir que algo estaba pasando conmigo, algo fuera de lo usual y que era desconocido para mí. De pronto, cada vez que veía a Eduardo todo se me olvidaba, el ambiente se tornaba apacible y relajado, como si me administraran un sedante, no importaba que tuviera en mi cabeza, si Eduardo llegaba y me hablaba a los dos segundos ya no tenía idea de lo que estaba pensado, no sabía por qué me pasaba eso, pero la realidad es que me gustaba mucho sentirlo, porque también olvidaba mis preocupaciones y complejos.
— ¿Qué pasa Enano?¬— Preguntó mi primo mientras entraba, él me llamaba enano por mi baja estatura cosa que por extraño que suene, en verdad no me molestaba. Nuestras diferencias eran obvias, Eduardo era alto y prácticamente perfecto, yo en cambio no lo era mucho, con un cabello negro que a veces se negaba a cooperar conmigo, piel demasiado sensible al sol y que no me permitía gozar de la playa y unos ojos amarillos que a la gente le costaba creer que eran reales y es que como ya dije, me era imposible no comprarme con Eduardo y es allí donde yo salía perdiendo.
Él apareció con una mochila pues acababa de llegar de la universidad, caminó hacia mí para alborotarme el cabello como le gustaba hacerlo y se sentó junto a mí, ambos estábamos en la sala de la casa intentando ver televisión.
— Pues respiro así que creo que todo está bien ¿A que debemos el honor de su visita?— Pregunté mientras reía y con cierta emoción en mis palabras— Mis tíos quieren que me quede a cenar y esta noche dormiré aquí, espero que no te moleste hospedarme en tu habitación, este sillón no es tan cómodo como una cama— La voz de Lalo no podría compararla o tratar de describirla, era… Hipnotizante, era un tanto grave y varonil, reflejaba autoridad y seguridad pero además, tiempo después me di cuenta de que también denotaban una sensualidad que me costó llegar a comprender.
Allí estábamos los dos, hablando en la sala mientras yo trataba de distraerme de las sensaciones que provocaba en mí— Eduardo… ¿Estudiar leyes es difícil?— Interrogué con una sonrisa en mi rostro, la verdad es que no me importaba en lo más mínimo las leyes pero solo necesitaba escuchar su voz. De pronto esa típica sonrisa apareció para contestar.
— No es difícil enano, nada es difícil si lo haces con empeño y si te gusta, el problema es cuando hay muchas distracciones, como los amigos, las fiestas o cuando las mujeres no te dejan en paz— Eduardo hablaba del asunto con una sonrisa mientras apretaba los músculos de sus brazos, eran imponentes, por momentos creo que él me sorprendía viéndolos y eso me daba aún más vergüenza, porque no importaba cuanto tratara, no podía dejar de verlo pero también me irritaba su vanidad, yo nunca hubiese podido hablar del tema sin sonrojarme.
— ¿Tú crees que algún día, las chicas también me perseguirán a mí?— Pregunté eso con algo de vergüenza en mis palabras y ese color rojo apreció en mi rostro otra vez, Eduardo vio la expresión en mi cara como si yo quisiera que me diera una esperanza o al menos algo que me levantará el ánimo pues las cosas en mi vida comenzaban a despertar al mundo real y me daba cuenta que el mundo no era un cuento de hadas.
— Estoy seguro de que sí Yahir, porque serás el mejor de todos y todo el mundo querrán ser tu amigo— Eduardo inspeccionando mi rostro, cuando nuestros ojos se encontraban, parecía que entrabamos en una especie de batalla, el color amarillo de mis ojos peleaba con el verde de los suyos, como si quisiéramos ver quien lograba intimidar a quién y por supuesto, yo terminaba derrotado en esa contienda pero al mismo tiempo en esa pelea podíamos explorar nuestras palabras calladas, sin tener ninguna mala intención.
—Gracias Lalo, pero la verdad no creo nunca llegar a ser como tú, pero sabes, te quiero mucho— Después de expresarle mi cariño lo abrasé, Lalo y yo nos llevábamos tan bien que no se mal interpretaba nuestro afecto, así que nadie podía decir que nuestra relación era extraña, cuando lo abrasé mi cara toco su abdomen porque obviamente Eduardo era más alto que yo, en ese instante percibí su perfume que me provocaba una especie de calor por todo mi cuerpo, canela, su aroma natural, de manera inconsciente restregué mi cara en sus músculos para sentirlos, solo una tonta tela me separaba de su cuerpo, me sonrojé mientras experimentaba aquellas sensaciones, pude haberme quedado embobado con el calor de su piel pero él comenzó a reír causándome mucha vergüenza.
Me despegué de inmediato y fingí ver la televisión como si nada hubiera pasado, él siguió riendo mientras yo estaba muy inquieto, a veces solo sentía ganas de abrazarlo, solo porque sí, porque me nacía y aquello era agobiante, algo que me sonrojaba y me hacía sentir muy apenado. A veces me sentía muy triste otras feliz pero no sabía que era todo eso, no tenía conocimiento de cómo lo llamaban las personas, creo que era eso a lo que llaman amor, amor de primos o algo así…
Después de ese incomodo momento Eduardo se fue a la cocina donde estaban mis padres, los fue a saludar y hablar sobre cualquier cosa y yo me quedé allí, culpándome y cuestionándome por tener esos sentimientos que no sabía ni cómo se llamaban.
A pesar de todo el día transcurrió de forma normal, Lalo estaba siempre conmigo, me ayudaba con mis tareas e incluso a veces yo inventaba que no entendía nada solo para que él viniera en mi auxilio. Otras ocasiones Lalo jugaba conmigo sin importar que mis juegos fueran un tanto infantiles para él, compartía mi gusto por la literatura y por dibujar, ambos nos sentábamos en el escritorio de mi habitación para desaburrirnos, a veces yo llegaba a escribir cosas en verdad extrañas que Eduardo llamaba hermosas pero que me daba morbo compartir con los demás, algunos era cuentos de horror, terror y misterio con una muy mala redacción, pero al fin de cuentas no pensaba vivir de eso así que solo era diversión y una de las cosas que compartía con mi primo.
Ya entrada la noche, mi madre me mando a dormir pues al día siguiente debía ir a la escuela, con algunas protestas y excusas de mi parte subí a mi cuarto para prepararme, mientras me ponía mi piyama, me interrogaba sobre lo que sentía cuando estaba con Eduardo, ese anhelo y necesidad de estar con él, de verlo, de escuchar su voz, lo quería tanto que llegaba a dolerme el pecho cuando lo imaginaba, incluso sentía ganas de llorar, pero él jamás debía saberlo o podría tratarme de forma diferente, tal vez le parecería demasiado extraño y yo lo quería mucho como para que las cosas cambiaran entre nosotros. Yo admiraba a Eduardo porque siempre sabía qué hacer, que decir, era justo la persona que yo quería llegar a ser.
Terminé de ponerme mi piyama y después entré en las sabanas para dormir tranquilamente hasta que escuche que la puerta se abrió, Eduardo salía de bañarse y solo llevaba una toalla alrededor de su cintura, estando el baño cerca de mi cuarto, no le importó pasearse semidesnudo hasta mi habitación, mil cosas pasaron por mi cabeza al verlo allí a unos cuantos metros de mi escurriendo agua con su torso descubierto, sus brazos eran tan fuertes que de solo verlos me hacían sentir débil, imaginaba que era capaz de doblar el acero y que su pecho parecía que podría recibir mil balas y ninguna lo iba a lastimar.
Lo primero que hice fue voltearme de manera de quedar acostado mirando hacia otra dirección mientras el nerviosismo se apoderaba de mi cuerpo ¿Qué me estaba pasando? ¿Por qué sentía eso con solo ver a Eduardo semidesnudo? Logre escuchar algunas risas de su parte lo cual me hizo sentir aún más incómodo.
— No tienes por qué voltear Yahir, somos hombres, imagino que en la escuela te han enseñado sobre sexo y esas cosas— Dijo Eduardo para tratar de quitar la tensión en el ambiente— Si pero no me gusta hablar de eso, la verdad es algo que me incomoda mucho— A pesar de las lecciones en la escuela y sobre todo lo que mis compañeros hablaban, el tema del sexo era una especie de tabú para mí, como si del simple hecho de hablar de él estuviese haciendo algo que estaba mal y por ello siempre huía del tema para no terminar sintiéndome avergonzado.
Me armé de valor para voltear pero cuando lo hice, Lalo ya se había cambiado. El gustaba de usar playeras pegadas para presumir su cuerpo, cosa que odiaba tanto de él, su pretensión y egocentrismo— ¿Nunca te han dicho que eres un poco raro? Conozco niños de tu edad que solo hablan de sexo y que son demasiado precoces— Agregó mi primo quizá para hacer conversación— Tal vez, pero yo no soy como los demás niños, yo no soy así— Lalo se metió en las sabanas para dormir no sin antes apagar la luz, la verdad la oscuridad me daba un poco de miedo, casi siempre dejaba prendida mi lámpara de noche pero si Eduardo estaba conmigo pues, no tenía nada que temer.
La luna alumbraba mi habitación con una tenue oscuridad azulada mientras Lalo conversaba conmigo, me contó que su vida era fácil, gustaba de salir de fiesta y estar con montones de chicas a la vez pero que nunca había conocido el amor, yo por mi parte le conté que no me iba muy bien en la escuela pues muchos chicos solían molestarme por no ser como ellos, las niñas constantemente murmuraban lo singular de mi persona y eso despertaba la envidia de mis compañeros, pero yo nunca me sentí superior a nadie.
— Entonces… ¿No eres muy popular?— Preguntó Lalo entre risas— No te burles, a veces me dicen cosas que en verdad me duelen, incluso he llegado a pensar que tienen razón y que no soy nadie, que no soy nada— Agregué con un poco de nostalgia, mis padres no sabían nada de lo que me ocurría en la escuela ni tampoco que mi manera de socializar era pésima, siempre solitario, callado, tímido, era etiquetado como un niño extraño a quien hay que evitar y de cierta manera el recordar todo eso cuando Eduardo estaba conmigo, sentía que podía ponerme tan triste como quisiera sin miedo a su reacción, sentía que no había problema al sincerarme con él.
— No quiero oírte hablar así, eres muy importante, más de lo que crees, hay muchas personas que te quieren, yo por ejemplo, verás que un día crecerás y podrás entender que solo es un momento de vida y que pasará rápido, nada de lo que ellos digan puede definirte, pero recuérdalo, yo siempre estaré cuando me necesites, no importa cuánto crezcas o cuanto cambien las cosas, tú siempre puedes contar conmigo— Eduardo estaba demasiado cerca de mí y mientras decía eso me miraba directo a los ojos acariciando mi cabello, por un segundo se me olvidó por completo la tristeza que el tema traía consigo y solo lo miré como se mira una obra de arte.
— Siempre sabes que decir Lalo, te quiero muchísimo, eres mi súper primo hermano y por eso ¡Tú también me gustas!— Al decir eso entre cerré mis ojos de la manera más tierna e inocente posible y por mi inocencia no supe cómo se podía interpretar aquel comentario, para mí era algo común.
Él se quedó serio durante unos segundos analizando todo lo que le había dicho y después me sonrió de la forma que siempre lo hacía con esa perfecta sonrisa. Seguimos conversando hasta que la noche avanzo, yo no tenía sueño y por lo visto Eduardo tampoco.
— ¿Enano no tienes calor?— Preguntó Eduardo quitándose la sabana y sentándose, lo cierto es que aquella noche hacía algo de frio y quizás él hizo aquello como una excusa para que el asunto avanzará más rápido.
— No, para nada, de hecho yo tengo frio— Dije mientras me abrazaba a mí mismo
—Pues yo sí, así que…— Después de eso, Eduardo comenzó a quitarse su playera. La mandíbula comenzó a temblarme mientras unas pequeñas gotas de sudor corrían por mi frente, el corazón empezó a latirme tan rápido que creí que algo malo me ocurriría, una vez que se la había quitado, la lanzó al cesto de la ropa sucia que se encontraba en la esquina de la habitación y después se recostó con las manos en su cabeza, la respiración me faltaba y en mi pecho sentía un pequeño cosquilleo que me hacía desvariar, el centro de mi pecho me dolía de tal manera que pensaba que quizá algo se me había atorado ahí y solo cerré mis ojos lo más fuerte posible para no ver el cuerpo de mi primo.
El cuerpo humano me parecía por demás interesante, su anatomía, su forma, había tantas maneras de moldear esa vasija, algunos preferían mantenerla enorme y otros pequeña y frágil, pero Eduardo la había convertido en una hermosa, una que siempre llamaba la atención, que producía algo que tiempo después descubrí que se llama “deseo” y que desde ese instante me hizo experimentar al ver sus músculos y su sensualidad.
Después de unos minutos comenzó a llover, era una tormenta no muy fuerte, de esa que rara vez aparecen en agosto, aunque sí con muchos rayos y truenos, no les tenía miedo pero su sonido me aturdía bastante haciéndome saltar del susto.
— No me digas que aún le tienes miedo a los truenos— Dijo Lalo entre risas al verme temblando.
—No es eso, es solo que el sonido me molesta mucho— Justo cuando dije eso creí que un rayo golpeó la casa pues se escuchó tan fuerte que me hizo saltar y comenzar a temblar, Lalo entre risas me observaba pero de pronto dijo
— Ven aquí niño tonto— Entonces me tomó del brazo y me acostó sobre su pecho en un intento por quitarme el miedo, mi cara tocaba su piel sintiendo el calor que esta emanaba, me decía que no tuviera miedo, que nada me pasaría, que siempre estaría allí para cuidarme, pasaba su mano sobre mi cabello como si fuese su propio hijo al que debía proteger, me di cuenta de que pequeñas lagrimas se asomaban por mis ojos al sentirme tan bien, sentirme seguro, pero al mismo tiempo sufría de una nostalgia por mis sentimientos confusos hacia él, sentí una presión extraña en mi pantalón, algo que nunca había sentido antes, pensé que probablemente Eduardo estaba sintiendo lo mismo que yo, que también experimentaba ese cosquilleo en el pecho y que se sentía tan confundido como yo lo estaba. Mientras podía escuchar su respiración y los latidos de su corazón en aquella tenue oscuridad azulada me sentí tan relajado que no importó caer rendido ante él y dormir con tranquilidad, como pocas veces en mi vida he podido dormir. Después de quedarme mudo ante su gesto con mi brazo rodeé su cintura tocando su perfecto cuerpo mientras le decía “Te quiero Eduardo.”
Me quede dormido en los brazos de mi primo, pero a la mañana siguiente desperté solo en mi cama pues él se había ido a la universidad, debo confesar que casi me pongo a llorar al saber que ya no estaba, la noche anterior había sido tan especial, tan única que dentro de mí no quería que terminara, que se prolongara noche tras noche, nunca quería separarme de Eduardo y me fui a la escuela con esa sensación en el pecho que iba creciendo más y más, como si mi corazón con sus latidos quisiera decir su nombre.
No pude poner atención en ninguna de las clases porque no paraba de cuestionarme sobre lo que Eduardo provocaba en mí, quise decírselo a alguien, tal vez a algún maestro pero no pude, tuve demasiado miedo de que aquello fuese algo malo y me trajera problemas o que las burlas de mis compañeros hacía mi persona aumentaran.
Después de mi día tan tortuoso en la escuela, me fui a casa aun con aquella preocupación encima, pero algo salió mal, dicen que la única razón por la que un humano molesta a otro es porque le tiene envidia y si eso era cierto, la encarnación de la envidia sería Martin, Martin Olivares, grosero, soez, malcriado y sobre todo insoportable, había sido mi verdugo desde mi primer año de secundaria, nunca supe la razón, simplemente sé que siempre me odió.
A menudo Martin tenía preparados comentarios despectivos hacia mi persona, buscaba la oportunidad para dejarme en mal ante todos, se burlaba de mí, les decía a todos que yo era… Homosexual y todos reían o hacían comentarios sobre el asunto, no tenía muy en claro lo que aquel termino pues en la escuela pocas veces se tocaba el tema, solo decían que estaba mal y que no sabían más sobre eso.
Martin quería que su mentira se convirtiera en realidad y ya no se conformaba con destruir mi autoestima pues aquel día fue cuando se atrevió a pasar al contacto físico.
Me siguió a casa sin que yo pudiese darme cuenta y varias cuadras lejos de la escuela me abordó con un grupo de amigos, Martin estaba celoso porque su novia- sí, un niño de su calaña tenía novia- Lo tenían cabreado por sus buenos comentarios hacia mí, alagaba mi sonrisa, mis ojos, mi personalidad y lo atractivo que yo era para ella, eso hacía que Martin ardiera en cólera y me odiara aún más de lo normal.
De la nada el rebelde sin causa comenzó a golpearme, me lanzó contra el suelo mientras me pateaba, me cubrí la cara para que no me lastimara y me coloqué en posición fetal recibiendo sus golpes, los amigos de Martin sacaban fotografías y me cubrían de lodo que había en la calle mientras reían y me gritaban “Eres un maldito maricón, una nena que le gusta que le revienten el culo.”
Mientras Martin me golpeaba y sus amigos reían me sentía el idiota más grande de la tierra, llorando allí en el suelo como un perdedor al no saber defenderme, por suerte minutos después pasó uno de los profesores en su auto y detuvo todo ese espectáculo callejero.
Me fui a casa corriendo mientras Martin era severamente reprendido por lo que había hecho, pero aun así seguí llorando, solo pensaba ¿Qué haría Lalo en una situación así? Pensé que jamás sería como él y siempre sería un niño débil, un alfeñique que no sabía defenderse.
Una cuadra antes de llegar a casa, traté de limpiar mi ropa y secarme las lágrimas para más tarde inventarle a mis padres que me había caído jugando futbol porque si no irían a la escuela a defenderme y quedaría como un idiota aún más grande.
Para mi sorpresa al abrir la puerta a la primera persona que vi fue a Lalo, estaba en la sala mirando la televisión, me sorprendió mucho encontrarlo allí, mis padres trabajaban y llegaban hasta la noche, solía cuidarme una vecina pero imaginé que Eduardo se había ofrecido hacerlo. En cuanto me vio se paró de su asiento para interrogarme que me había pasado, al mirarlo no pude aguantar así que me puse a llorar sin frenesí porque no podía fingir ante él.
— ¿Qué te pasó Yair?
— No es anda, me caí jugando Futbol— Dije secándome las lágrimas
—No puedes aparecer así llorando y decirme que fue por una caída— Eduardo me tomó fuerte de los hombros para que le contara la verdad.
— Ya te dije que me caí eso es todo— No podía dejar de llorar al ver a Eduardo allí frente a mí, me hacía sentir mal mentirle de esa manera pero de pronto sin esperarlo, me abrazó y a pesar de que eso era normal entre nosotros, aquello me tomó por sorpresa, me causó una nostalgia tan grande que solo podía ser liberada por las lágrimas.
— ¡Suéltame, Ya te dije que solo fue una caída! ¡Suéltame que debo aprender a ser fuerte como tú!
— Tú no necesitas ser como nadie más, solo tienes que ser tú mismo y aunque no quieras decirme que pasó, yo lo averiguaré
— Solo fue un chico en la escuela, no es nada, no quiero tener más problemas
—Créeme que quien tendrá problemas será él— Eduardo apretó los dientes y los puños del coraje. En ese momento creí escucharlo llorar mientras volvía a abrazarme y no podía creerlo, no recordaba haberlo visto llorando, jamás.
— ¿Por qué lloras? A ti no te paso nada
— Porque te prometí que te protegería de todo y de todos y te fallé, soy el peor hermano del mundo
— No digas eso, Lalo, tú no podrías fallarme nunca, no llores que me haces sentir mal— Lalo quitó las lágrimas de mis mejillas diciéndome que todo estaría bien, pero me partía el corazón verlo llorar por mí, él era fuerte y valiente, que pensé que aquel que lo hiciera llorar sería alguien más fuerte que él y eso era algo imposible.
Después de hablar un poco y de sacarme toda la verdad me mandó a bañar para quitar todo rastro de lodo y después metió mi ropa en la lavadora, al salir del baño me puse mi bata y como un gesto de broma, Lalo me cargó hasta mi habitación en sus hombros mientras decía chistes para hacerme sentir mejor, me dio vueltas de tal manera que nos mareamos y caímos en mi cama a lo ancho. Mi primo quedó encima de mí y aun entre risas mis ojos amarillos se encontraron con los suyos, con ese contraste verde que hacía suspirar a todas, lo miré con demasiado detalle, como si estuviésemos atrapados en un trance hipnótico, él también me veía, sus ojos verdes inspeccionaban los míos como si quisiera encontrar algo en ellos, algo que no había encontrado en otros ojos, algo que solo él y yo sentíamos, en ese instante sus carnosos labios fueron humedecidos por su lengua mientras me miraba como si con eso pudiese decirme todo lo que su boca no podía pronunciar, en un momento de ternura lleve mis manos húmedas a su rostro mientras lo tocaba como si estuviese admirándolo, era tan masculino, con sus mejillas marcadas y con una mirada que derretía a cualquiera.
Poco a poco acerque su rostro al mío con las manos temblorosas y frías hasta que sentí como su boca tocaba la mía, como sus labios me besaban de una manera lenta y suave, mis manos acariciaban su cabello mientras yo correspondía torpemente a sus besos, tenía mis ojos cerrados pero el corazón me latía tan fuerte que me dolía demasiado, no podía pensar, no podía imaginar ni ver nada, solo quería quedarme allí con él mientras me besaba, sentía su calor, su protección, su virilidad, pero entonces en ese instante se levantó de la cama de un salto mientras abría sus ojos y se limpiaba los labios, se apartó de mi como si fuese un monstruo o como si fuese a matarlo mientras decía.
— ¡No puedo hacer esto, lo siento Yahir pero no puedo, no es correcto!— Entonces salió a toda prisa de mi cuarto dejándome como un idiota mientras me faltaba tanto el aire como para pedirle que no se fuera. Eduardo me había dado mi primer beso pero todo pasó tan rápido que no pude ir detrás de él. Me quedé tumbado en la cama por unos minutos tratando de regresar a la realidad, solo sentía esos labios en los míos mientras sonreía como un imbécil y una erección me lastimaba debajo de mi bata ¿Acaso habíamos hecho algo malo? Si ambos nos queríamos mucho no creo que un beso haya sido para ponerse así, yo estaba muy feliz al punto de escuchar campanas en mis oídos.
No dejaba de suspirar ni de reír al darme cuenta de lo que había pasado, mi primer beso, con mi primo, en ese instante supe que lo amaba, que me gustaba como a las chicas les gustan los chicos y a los chicos las chicas, no sabía si estaba bien o mal pero era algo que sentía y no podía reprimirlo, pero por otra parte me sentí triste por la reacción de Eduardo, me dejó completamente aturdido y confundido ¿Por qué me besó si iba a reaccionar así?
Después de unos minutos bajé hasta el primer piso donde me encontraría con él, no sabía que decirle, si pedirle disculpas o pedirle que me besara otra vez. Entré a la cocina con nerviosismo y allí estaba él, mirando por la ventana del lavamanos, estaba de espaldas y por momentos ponía sus manos en su cabeza como si le doliera, con todo el nerviosismo del mundo lo toqué en la espalda para que supiera que allí estaba yo, al verme se sorprendió pero de pronto su cara se tornó seria.
Me indicó que me sentara en el comedor, me sirvió la comida que había preparado, yo no dejaba de sonreír con solo verlo, pensé que se sentaría conmigo a comer pero se dio media vuelta y se fue a la sala, creí que Lalo no tenía hambre así que lo seguí hasta la sala para sentarme junto a él. Al ver mi gesto Eduardo se levantó sentándose en otra parte, comprendí que me estaba evitando como nunca antes lo había hecho y así paso toda la tarde, cada vez que quería acercarme se alejaba o buscaba la manera de evadirme, estaba siendo muy injusto conmigo pues yo no merecía que me tratara de esa forma tan fría.
Un rato después sonó el timbre de la casa, Lalo abrió la puerta y allí estaba una chica muy hermosa, de cabello rubio y ojos castaños, era muy linda, pensé que se había equivocado de dirección pero mientras yo la veía, Eduardo se acercó abrazarla y la beso en los labios, no le importó que yo estuviera a solo unos metros de él, no le importó la reacción que yo tendría, hasta parecía que lo hacía a propósito.
Sentí un dolor muy fuerte en el pecho al ver a mi primo con su posible novia, ella me sonrió para saludarme lo cual me desconcertó, la cara se me caía de vergüenza, los gestos de Lalo me cayeron como un balde de agua fría así que me di la vuelta y corrí a mi habitación a toda prisa, al llegar azote la puerta a causa del coraje y la tristeza, me tumbé en la cama a llorar como nunca lo había hecho, había arruinado mi relación y amistad con Eduardo y no solo eso a partir de ese día ya no me vería como a su hermano sino como a un acosador al que hay que evadir.
Mis llantos fueron ahogados por mi almohada hasta que después de unas horas de dormir me levanté de la cama, eran las 10:00 pm, bajé al primer piso a ver quién estaba en casa, me encontré a mis padres, me preguntaron lo de siempre ¿Cómo me había ido? Y esas cosas.
— Yahir dormiste toda la tarde ¿Pasó algo? Rara vez lo haces— Preguntó mi madre al verme con los ojos hinchados
— No mamá, estoy bien, trataré de irme a dormir sí
— Está bien pero te tenemos una gran noticia, ayer Eduardo aceptó quedarse a vivir con nosotros mientras termina sus estudios— Cuando mi madre dijo eso se abrió la puerta principal y allí apareció él, el tipo que me había desairado solo por un simple beso, no le presté atención pues en realidad no quería verlo.
— Me voy a mi habitación, hasta mañana— La idea de que Lalo viviera conmigo me hubiera hecho feliz en otras circunstancias pero no en ese momento, porque no quería ni estar cerca de él.
Me fui a mi cuarto, me puse mi piyama y me metí en las colchas pero no lograba dormir, pensé que era a causa de todo lo que había pasado con Lalo aunque también pudo haber sido porque dormí toda la tarde, transcurrieron cerca de dos horas y entonces la puerta se abrió, Eduardo se asomó como si yo fuese un peligro para él y eso me dolía aún más.
— Yahir… ¿Puedo dormir aquí?
— Como gustes, aunque espera… Tal vez deba cubrirse con las sabanas para no tocarme
— Yahir lo siento pero es que eso no está bien entiende…
— ¡Ya no quiero hablar de eso! Déjame en paz.
Me di la vuelta para no verlo, sentí como se metía en las colchas y después apagó la luz.
Otra vez la luna hacia una atmósfera en verdad hermosa, aquella noche podía ver cada parte de mi habitación a pesar de la poca luz y eso la convertía en un lugar casi mágico.
Después de un rato y de dar muchas vueltas en la cama al no poder dormir, decidí levantarme, creí que Eduardo ya estaba dormido pues no hacia ningún sonido y estaba completamente quieto, me acerqué a la venta mientras veía como pequeñas gotas de lluvia golpeaban el cristal, el verano estaba a pocos días de terminar y quizá había tantos besos que aún no se habían dado y tantos amores que no se reunían el valor suficiente para confesarse.
Me estaba volviendo loco, sentía un hueco en el corazón y un nudo en el estómago, la culpa de todo la tenía yo y ni siquiera tenía en claro por qué.
—Yahir ¿Estás bien?— Mi primo me tocó el hombro después de estar muchos minutos en la ventana, me asustó pues pensaba que estaba dormido y no lo escuche cuando se levantó
— Tú ya no me quieres, me odias— Dije muy triste negándome a verlo
— Enano claro que no te odio, al contrario, te quiero como a nadie pero debes entender que es difícil para mí también, no es correcto lo que hicimos
— ¿Por qué no?— Grité muy molesto
— ¡Porque no te haré esto, tú tienes que crecer, casarte, tener hijos, ser una persona normal y yo no te voy a prohibir eso, no te voy atar a los prejuicios de la gente, no te volveré un marica! Te prometí que te cuidaría a toda costa, incluso de mí mismo, no lo hagas más difícil.
Lalo estaba agachado para estar a mi altura, no tenía puesta su camisa, solo un pequeño bóxer, pensé rápidamente que haría y en momento de locura, me lancé sobre él y comencé a besar su boca de esa manera torpe mientras con mis manos acariciaba su espalda, él me apartó de sí mismo y al ser más fuerte que yo, no pude competir contra él.
— ¡Dime que no sientes lo mismo que yo! ¡Que no sientes este dolor aquí en el pecho cuando me abrazas! ¡Dímelo!— Grité rompiendo en llanto
— Yahir yo… — En ese momento me tomó de los hombros de una manera amenazante mientras me miraba fijamente a los ojos— También siento lo mismo.
Sus palabras se metieron por mis oídos causando una emoción inexplicable en todo mi cuerpo, Ese brillo amarillo en mis ojos apareció otra vez mientras veía sus ojos tan verdes y su expresión me hizo saber qué debía pasar. Le toqué su rostro otra vez como si fuese de porcelana, tenía una pequeña barba que al rosarla me causaba escalofríos, no le di tiempo de seguir diciendo nada, simplemente lo abracé y lo besé de nuevo en los labios pero esta vez, Lalo cerró sus ojos.
— Yahir, por favor detente, no voy a poder contenerme y no quiero hacerte daño
— Sé que no me harías daño porque yo siento lo mismo por ti.
Lalo me rodeó en sus brazos apretándome y haciéndome sentir su fuerza, me acostó en mi cama mientras me miraba como si fuese la persona más delicada del mundo, le puso seguro a la puerta para que nadie entrara, me miró inseguro de lo que iba a hacer, quizá no estaba listo o quizá debimos detenernos en ese momento, pero a pesar eso, comenzó a besarme otra vez.
Sus besos comenzaban a ser una especie de adicción para mí, poco a poco bajó hasta mi cuello, donde con pequeñas mordidas me hacía suspirar al punto de sentir escalofríos, con su mano me quitó el pantalón de mi piyama y mi playera, sentí cómo su lengua entraba en mi boca y yo traté de besarlo de la misma manera.
Cuando llegó a mi pecho no tuvo compasión de mí, pellizcó mis pezones haciéndome temblar dándome cuenta de que era la parte más sensible en mí, Lalo me mordía en el pecho y en mi cuello alternando besos en mis labios pero después metió su mano en mi ropa interior, apretó mi pene mientras comenzaba a masturbarme, todo eso era nuevo para mí, solo quería gritar y expresar el inmenso placer que estaba experimentando en esos prohibidos momentos.
Eduardo recorrió cada parte de mi cuerpo, a veces mordiendo y a veces deteniéndose por miedo a perder el control, era una extraña manera de conocer el sexo, era sexo homosexual pero para mí solo era sexo, hasta ese entonces no me importaba nada que tuviera que ver con términos o nombres, no me interesaba si pertenecía a algún grupo o si lo que hacía tenía ciertas reglas, solo quería hacerlo y nada más.
Me puse encima de él tocando todo su cuerpo, pasé mis manos por su imponente pecho, su perfecto abdomen y sus imponentes brazos. Mi erección incrementó al escuchar a Eduardo suspirar, me acerqué a su boca la cual bese y mordí de manera suave, su cuello lo recorrí con mi lengua y sus pectorales, me detuve en sus pezones donde yo también lo haría gemir por el placer y así fue, Lalo estaba como loco, incluso gruñía y me jalaba del cabello, poco a poco fui bajando hasta llegar a su ombligo, mi primo apretaba sus puños al saber que estaba dispuesto a hacer, bajé su short y me encontré con su ropa interior, dentro de ella se podía ver su pene, instintivamente comencé a tocarlo y jugar con él como si fuese un juguete.
Gracias a Eduardo descubrí la masturbación, yo se la practicaba de la misma manera en que él en algunos momentos lo hacía conmigo y esa fue la primera vez que lo hice con él. Sus manos fueron más allá de donde debían ir y minutos después fui iniciado en algo que era natural entre los seres humanos.
Su virilidad estaba dentro de mí, haciéndome caer en un delirio tan inmenso que no lograba entenderlo bien. Sus envestidas eran algo inexplicable, doloroso, excitante, nuestro sudor nos cubría mientras me ponía su mano en la boca para no gritar, era tan maravilloso que terminaría convirtiéndome en un ninfomano.
El corazón me latía a mil por hora, las piernas me temblaban y mis ojos estaban cerrados al sellar mi amor por él con ese acto, estábamos teniendo sexo incestuoso y eso- Podría jurar- Lo hacía más delicioso.
Recuerdo como quiso entrar dentro de mí, después de dilatarme bien y de hacer presión contra mí me hizo sentir un dolor en verdad insoportable, pero él me tomo de la mano y me cubrió mi boca para que no gritara, solo dijo que el dolor pasaría rápido, que debía soportarlo unos instantes y para distraerme de mi suplició me besó otra vez la misma manera suave y lenta que tanto me gustaba.
— ¿Lo sientes Yahir? Ahora eres mío ¿verdad?
— Ya no puedo más Lalo, creo que me voy a morir con todo esto— Eduardo soltó una sonrisa al escuchar mis suplicas, me tomó del brazo, se sentó en la cama con su miembro al aire y me miró traviesamente para decirme que apenas venía lo mejor.
Solo puedo recordar el peso de su cuerpo en mi espalda, el peso del mío sobre el suyo, mis contracciones eran involuntarias al igual que sus suspiraros y mis gritos, sus ojos viéndome en la oscuridad mientras experimentábamos un orgasmo al mismo tiempo. Sus manos tocaban mis glúteos y me golpeaban en ocasiones, me jalaba del cabello y me hacía caer postrado dejándole mi espalda y mi entrada a su disposición. No quería pensar en nada, solo disfrutar de la virilidad de Eduardo porque cuando sus suspiros se fundían con los míos, me sentí fuera de este mundo.
Recuerdo como nuestro acto nos dejó cansados y cubiertos por mis sabanas para rendirnos ante el sueño, caímos en la cama después del último suspiro, yo con una sensación de ardor en mi ano y él con un cansancio y una satisfacción digna de un viril. Aquello fue magnifico, más de lo que yo podía llegar a imaginar, sabía lo que era el sexo pero nunca lo había experimentado y con Eduardo… Fue una sensación única. Ese acto se repitió muchas veces más pero aquella vez había sido única porque había sido la primera.
A la mañana siguiente desperté temprano para irme a la escuela, Lalo no estaba pues se había ido a la universidad, sentí mucha nostalgia pero a la vez una felicidad por lo que había pasado la noche anterior y por haber comprobado que no había sido un sueño, las sabanas no estaban así que supuse que las había lavado para borrar toda clase de evidencias y me pregunté si mis padres no habrían escuchado después de tantos gritos y suspiros.
Me fui a la escuela con una sonrisa de idiota en el rostro, me dolía mucho mis glúteos y me costaba un poco poder caminar pero solo contaba las horas para estar con él. En la escuela descubrí que Martín tenía un moretón en su ojo y me trataba con mucho respeto, quizá Lalo le había dado su merecido. Después de esa noche las cosas no volvieron a ser lo mismo, pero me gustaba que fueran así
Mi historia con Eduardo marcó mi vida para siempre y todo comenzó y se desarrolló en un solo día, un día que hasta el día de hoy no he podido olvidar y que me acarreó demasiadas consecuencias, lágrimas y sonrisas, con aquel beso iniciaba una historia quizá sin fin de un chico de casi catorce años enamorado de su primo que descubría su sexualidad cada día de su vida, un poco más, pero no quiero sonar como si esto fuese el final de todo, al contrario, esto es solo el principio.
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