Los descuidos de mi hijo p3d0f1lo IV: Unos consejos de su padre, y su primer novio
Después de haber logrado seducir a un pequeñín adorable, mi hijo me pide unos consejos para dar el siguiente paso y los pone en práctica .
Estuve ausente por un tiempo, pero ya es momento de volver. Estuve con mucho trabajo ultimamente y unos descuidos de mi parte (Mi hijo no es el único) hicieron que tuviera que dejar las conversaciones con mis amigos lectores, y hasta borrar algunas. Tampoco pude escribir relatos por un tiempo. Sin embargo, ahora estoy de vuelta, listo para contar qué ocurrió con mi hijo mayor y el pequeño Benjamín, el pequeño de 7 años al que conoció gracias a su genial trabajo de vacaciones de verano como asistente del entrenador del equipo de fútbol de niños, de la categoría de menor edad.
La relación de Max con Benjamín iba viento en popa. Max seguía invitando a Benjamín de vez en cuando a la casa, y yo aliviado de que entendió que no debe traer al niño todos los días para no levantar sospechas. El pequeño no parecía que le fuera a decir algo a los padres, gracias a su excelente manejo de la situación. Lo mejor de todo fue lograr grabar unos videos suyos con los que podía darme unas pajas espectaculares mirando a mi retoño con el pequiñín angelical.
Un día, mientras nos masturbábamos a mano cambiada viendo como Max insertaba suavemente la punta de su miembro en el pequeñísimo ano del niño, me dijo algo que pensé que podía pasar. «Creo que me estoy enamorando, papá.». Su voz era tímida, pero sabía que lo que sentía era ese clásico amor adolescente. «Benjamín es muy lindo y me pone caliente, pero ahora creo que siento más. Cuando me habla de sus dibujos animados y de sus jugadores de fútbol favoritos, siento que mi corazón se derrite. Mi estómago siente un cosquilleo. Dicen que eso es estar enamorado ¿Cierto»
La ternura de ver a mi adolescente abrirse a sus sentimientos me conmovió. Era el reflejo de mi propia vida, de mi lucha por amar a alguien que la sociedad no entendería. Aprecié su sinceridad y me di a la tarea de guiarlo por el delicado camino del amor prohibido. «Sí, Max,» le dije con una sonrisa suave, «esos son los signos de un amor puro, incluso si es incomprendido por los demás.»
«¿Y tú crees que le puedo pedir a Benjamín que sea mi novio?» Dijo con unos ojos llenos de ilusión.
-«De cierta forma, sí. Pero no es algo fácil de entender para un niño de siete, Max,» le respondí con precaución, evitando que se ilusionara demasiado. «Debes ser paciente y darle el paso a paso. El secreto es ser su amigo, su confidente. Hacerle sentir protegido y amado. A esa edad, él no tiene tan claro lo que implica un noviazgo. Recuerda lo que hablamos. Debes ser cuidadoso con las palabras que usas. Los niños las repiten y eso es un peligro que no podemos correr.»
Max asintió, absorbió cada una de mis recomendaciones con la seriedad que le correspondía. Parecía que por fin empezaba a darse cuentas del terreno delicado que iba a recorrer. «¿Y qué hago para que sea mi novio?» Preguntó con ojos ansiosos.
-«Lo primero es tener claro la base para poder estar con niños sin que sospechen. A ver, campeón, pregunta de examen sorpresa para ver si recuerdas lo que te he enseñado ¿Cuáles son los dos entornos más críticos donde un niño puede contar lo que ocurre?» Le hice la pregunta con la seriedad de un maestro ante un alumno.
Max respondió con confianza. «La escuela y la la casa.»
Asentí, satisfecho de que mi educación estuviera surtiendo el impacto deseado. «Muy bien. Ahora, imagina que Benjamín te dijera que quiere contarles a sus padres que son novios. Qué harás?» Le acaricié el muslo, haciéndole saber que mi apoyo era incondicional.
Max se ruborizó y tragó saliva. Su rostro se nubló por la inseguridad. «No sé, papá. Tal vez… no debería.»
-«Yo me esperaba que le costara responder,» continué, «Por eso es fundamental que no te presiones. Tienes que ser astuto. A ver, vamos viendo ¿Recuerdas que te dije que no digas palabras como pene o sexo frente a él?
-«Sí, claro. Por eso digo paleta, juegos, cosas de niños, para que no se asuste y no repita palabras sospechosas. Eso lo entendí bien y lo he cumplido,» Max replicó, entendiendo la complejidad de la situación.
-«Entonces, si quieres ser su novio, lo primero es…» dije esperando que complete lo que iba a decir.
Max me miraba a los ojos, ansioso por saber qué debía responder. «¿Lo primero es… no usar la palabra «novio»?», propuso tímidamente.
«Muy astuto, Max. Eso es exacto. Debes ser sutil. En su mente, ser novios es lo que hacen las personas mayores. Debes convertirlo en un lenguaje que Benjamín pueda entender y que no les haga sentir incómodos a los adultos. Hay palabras muy buenas para usar, que no son extrañas para un niño. «Amigo favorito», «Compañero de aventuras». Nada enorgullece más a un niño que tener de amigo a alguien mayor de la escuela. Úsalo a tu favor.»
Max asintió, y su sonrisa se ensanchó. Parecía que el rompecabezas empezaba a encajar. «¿Y si queremos darnos un beso o algo?», me consultó con un tono casual.
«Tal como ha sido hasta ahora. Debes ser sutil con tus acciones. Un beso en la mejilla, un abrazo cariñoso, la palmada en la espalda, todo eso son muestras de afecto que la gente da por sentado entre amigos. Así que no te preocupes por eso, Max. Solo asegúrate de que es en momentos en que no haya nadie alrededor que pueda malinterpretar tus intenciones,» le expliqué, evitando que se desanimara. «Tienes la coartada perfecta. Benjamín es un niño al que le despertaste admiración por lo del fútbol y tú eres un adolescente simpático con los niños. Nadie de tu edad hacia arriba cree realmente que un niño de 7 y uno de 16 son mejores amigos, pero a esa edad se lo creen en serio.»
Max me escuchaba atentamente, su rostro se iluminó con la comprensión. «Entonces, solo tengo que ser su amigo y demostrarle que me importa, que soy su confiable. Y si un beso en la mejilla o un abrazo es lo que quiere, pues, no es malo, no?»
«Eso es correcto, Max. Sigue la corriente natural de la amistad. La vida es un ciclo de momentos. Debes saber cuándo dar y cuándo recibir. Y, por supuesto, la paciencia es clave. Benjamín aún no sabe lo que es el amor romántico, no sabe lo que es sentir atracción por alguien, no sabe que existen cosas que los adultos no les cuentan. Con el paso del tiemp, lo irás introduciendo a este sentimiento,» le dije con la seguridad de alguien que ya ha recorrido este camino.
Max asintió, su cara reflejando la emoción que sentía al imaginarse a Benjamín en su vida de la forma en que ahora deseaba. «¿Y qué pasa si la gente se da cuenta?»
«Eso es lo que debemos evitar, Max. Nunca permitas que la gente ponga en duda tus intenciones. Tienes que ser astuto. Involúcralo en actividades que sean apropiadas para su edad. Ve a la biblioteca, al parque, a la cancha de futbol. Lugares comunes y visibles. Hacerlo en la sombra solo atraerá sospechas. Benjamín no tiene hermanos mayores, así que tú tienes que hacer como si lo fueras. Una de las mejores situaciones es cuando tienes la oportunidad de tener una relación en las narices de todos, sin que se den cuenta. Es contraintuitivo, pero funciona.
«Ahora, la clave es no ser demasiado apasionado. Tienes que ser sutil, casual. Un beso en la mejilla, un abrazo cariñoso, nada que llame la atención. Nunca te acerques a su boca, al menos no delante de nadie. Eso podría ser confundido con un gesto inapropiado,» le expliqué.
Max me escuchó en silencio, asimilando cada detalle. «Pero, papá, yo quiero que Benjamín sepa que lo amo de verdad. Quiero que sepa que soy su novio.»
«Lo sé, Max,» le dije, poniendo mi brazo alrededor de sus hombros. «Pero ten en mente que el camino que estás eligiendo no es el más sencillo. Debes ser paciente y astuto. Tus sentimientos son genuinos, eso no lo pongo en duda. Pero la sociedad no entenderá. Tienes que ser inteligente en la forma que lo presentas. Enséñale a amar la intimidad, la cercanía, sin que piense que hay nada raro en ello. Que se sienta protegido, no presionado.»
Max me miraba a los ojos, agarrando mi brazo con ternura. «Gracias por entender, papá. No sé qué haría sin ti.»
Sentí que mi corazón se llenaba de orgullo y amor al ver lo que mi propio aprendizaje se reflejaba en los ojos de mi hijo. «Yo estoy aquí para apoyarte, Max,» le aseguré. «Ahora, tienes que ser valiente y continuar adelante con Benjamín. Tienes que mostrarle lo que es el cariño, la amistad y la lealtad. Ahora ven y dale un beso a tu viejo, que te quiere,» le dije, abriendo mis brazos.
Max se acercó a mi con timidez, sus ojos brillando de la emoción que sentía. Nuestros labios se unieron en un beso apasionado que transmitía todo el afecto que un padre podía sentir por su progenie. Era un beso que no solo era una muestra de afecto, sino que representaba la conexión que compartíamos, la complicidad que teníamos al saber que entendíamos la vida tal como yo le enseñé.
Mis manos no pudieron resistirse a la tentación de acariciar la tierna piel de Max. Sentía la dureza de su miembro adolescente que se alzaba en su pantalón. Con nuestros cuerpos desnudos, no tenía como ocultar esa erección gigante que ya superaba la mía. «De tanto pensar en Benjamín», dijo Max, «no puedo evitarlo.»
Mi lengua se dirigió inmediatamente a la erección de Max, ladeando por la base de su miembro con delicadeza. Sentía la vida que palpitaba en su joven carne, el calor que emanaba, el sabor salado de la excitación. Mi propia verga se erguía al ver la de mi hijo, que ya era mayor que la mía. La envolví con cuidado con mi boca, adorando cada centímetro, cada vena. Max jadeó suavemente, su respiración acelerada en mi oído. Era un sonido que me encantaba escuchar, la evidencia de que lo que le hacía sentía placer.
«Mhh papá. El chico jadeó al sentir la humedad de mi boca. Sus manos se movieron por mi espalda, hasta llegar a mi nuca, presionando mi cara contra su miembro. Era algo que lo hemos venido haciendo por años, pero nunca me aburre. El sabor del precum era delicioso, una muestra de la excitación que sentía al imaginarse con su adorado Benjamín. Con una especie de ladrido, Max hizo notar con fuerza que llegó al orgasmo y me dejó la boca llena de su semen. Me lo tragué con gusto, saboreando cada gota.
«Cada vez tu leche es más rica, campeón. Estás creciendo,» le dije, sonriendo, con la boca aún llena de su semilla. Le di un beso para que probara su propio sabor en mis labios, y su respiración se aceleró. La excitación se desvanecía lentamente, su verga se ponía flácida poco a poco y sus hormonas adolescentes parecían calmarse un rato, aunque sabía que no sería por mucho tiempo».
A partir de aquí, relataré cosas que no presencié, sino que estan basadas en lo que Max me contó después de su noche de romance y pasión.
Al día siguiente, Max invitó a Benjamín a la casa. Se preocupó de cada detalle, con el romance que se le puede dar en secreto a un ingenuo niño que no dimensiona bien lo que está ocurriendo. «Mira lo que tengo para ti, Benjamín,» dijo, con un brillo en sus ojos que no pasó desapercibido. Le pasó una figurita de bolsillo de Bluey. Al tener confianza, Benjamín le confesó una vez que aun le gusta, aunque todos sus amigos dicen que es para bebés. Todo pedófilo sabrá que no hay nada más preciado que el secreto de un niño. Esos secretos que para los adultos son inocentes, pero para ellos sería el fin del mundo si sus compañeritos se llegaran a enterar.
Max sonrió, su corazón se llenó de alegría al ver la iluminación en los ojos de Benjamín. «Esto es solo para ti, Benja. Yo se que te gustan y que no deberíamos decírselo a nadie. Será nuestro secreto,» le dijo, acercando su mejilla a la del niño. «¿Sabes que yo nunca se lo diré a nadie, cierto?
Benjamín asintió con la inocencia propia de su edad, su sonrisa amplia y despreocupada. «Claro que no, Max. Y yo no diré que me das todas esas paletas de helado que me gustan tanto.» (Se imaginarán ustedes a qué paletas de helado se refería).
«Eres un muy buen amigo, Benjamín,» dijo Max, suavizando la transición. «¿Alguna vez has oído hablar de amigos favoritos?»
El niño de siete años negó con la inocente curiosidad que le era propia. «¿Un amigo favorito? No, no sé.»
Max se acercó aún más, sus ojos brillando con la astucia que su padre le había inculcado. «Un amigo favorito es alguien a quién le dices tus secretos más bonitos, a quién le permites que te abrace y te de besos, alguien que te quiere de verdad.»
«Ah, si,» dijo Benjamín, sus ojos brillando. «Eso me gusta. Me gustas tú, Max.»
«Y yo a ti, Benja,» respondió Max, apretando suavemente el hombro del niño. «¿Te gustaría ser mi amigo favorito?»
Benjamín asintió con entusiasmo. «Sí, Max. Sí, quiero.»
Con la excitación que solo la ilusión de la inocencia permite, Benjamín se abrazó fuertemente a Max. Su sonrisa se ensanchó al sentir la calidez del abrazo del niño. Era un paso adelante en la dirección correcta. Un paso que se sentía natural y genuino, incluso para Benjamín.
«Ahora que somos amigos favoritos,» continuó Max, «tenemos que cuidarnos el uno al otro. Podemos darnos besos en la mejilla y abrazarnos sin que nadie piense que es raro.»
Benjamín asintió con la seriedad de un adulto en miniatura. «Claro que si, Max. Tú cuidarás de mi y yo de ti.»
Mis ojos se posaron en el espejo, observando a mi adorable niño. Estaba orgulloso de lo lejos que mi educación lo había traído. Era hermoso ver a Max ser sutil y cariñoso, sin asustar al corderillo que era Benjamín.
«Ahora que somos amigos favoritos,» Max dijo en un susurro, «tenemos que cuidar de nuestros secretos, Benja. Nuestros besos y abrazos solo son para nosotros, no para que la gente se entere.»
Benjamín asintió, su rostro lleno de confianza en Max. «Te prometo que no diré nada,» le prometió, y se sentó en el regazo del adolescente.
Lentamente, Max pasó su dedo por la mejilla de Benjamín, acariciando la suave piel del niño. Sus ojos se fijaron en los del niño, buscando la aprobación, la confianza que su «papá» le hablaba de. Benjamín cerró los ojos, y Max supo que era el momento. Sin que el niño se diera cuentan, el adolescente se acercó a la boca del niño y le dio un beso suave en la comisura. Benjamín se estremeció, y Max sonrió, sabiendo que su plan iba en la dirección correcta. «Eso es solo para amigos favoritos,» le susurró al oído, y el niño asintió, sin entender del todo.
Con el corazón acelerado, Max continuó. Su dedo se deslizó por el cuello del niño, y Benjamín se acurrucó a su pecho. El olor dulce de la inocencia le envolvió, haciéndolo sentir más excitado. Sus labios se posaron de nuevo en la mejilla, mas no por la excitación, si no por el placer de sentir la piel suave del niño. Benjamín no se oponía a ello, y Max se sentía cada vez mas seguro.
Poco a poco, los besos se hicieron mas profundos, mas apasionados. Max saboreaba cada centímetro de la cara del niño, su sonrisa, su nariz, sus ojos. Benjamín se sentía seguro, amado, en los brazos de Max. Su corazón latía acelerado, no por el miedo, si no por la emoción que le producía el cariño del adolescente.
Max continuó acariciando el cuello de Benjamín, bajando por su pecho. Sus dedos se detuvieron en la cintura del niño, que se tensó un instante. «¿Te gustan las caricias?» Max le susurró, y Benjamín asintió. Con la precaución de un ladrón en la noche, Max desabrochó lentamente el pantalón del niño, liberando su inocente miembro. Benjamín no se dio cuanta, tan absorto estaba en el ciclo de besos que le llenaba la mente de mariposas.
Max se detuvo un instante, observando la reacción de Benjamín. El niño no se movió, confiando en el cariño que sentía. Con cuidado, Max acercó su dedo a la punta del miembro del niño, y la acarició. Benjamín jadeó suavemente, y Max sonrió. La excitación crecía en el aire.
«¿Te gustan las caricias, Benja?» Max le susurró, y Benjamín asintió, sus ojos cerrados y la cara roja. Max continuó, sus dedos masajeando la tierna piel del niño. Sentía la vida que palpitaba en la verga de Benjamín, la excitación que se apoderaba de su ser.
Con la suavidad de la seda, Max acarició la verga de Benjamín, que empezó a crecer en su mano. Benjamín jadeó mas fuertemente, y Max se acercó a su oído. «¿Sabes que si tienes un secreto, puedes contarmelo?»
«¿Un secreto?» Benjamín abrió un ojo, curioso.
«Si,» Max continuó, «si sientes que alguien te lastima, si tienes miedo, si te gustan las caricias, si te gustan los besos.»
«¿Me darás un beso mas?» Preguntó Benjamín, abriendo el ojo, su rostro iluminado por la inocente excitación.
Max sonrió y besó al niño en la boca.
Benjamín no reaccionó con miedo, solo con sorpresa. El adolescente sabía que no era lo normal, que no era lo que le pasaba a todos los niños, que no era lo que la gente decía que debía sentir. Max sabía que este era un paso crucial. Debía ser lento, delicado. Debía ser paciente.
Con la suavidad que la experiencia le permitía, Max deslizó su dedo en el interior del pantalón del niño, acariciando suavemente el precioso y aterrorizante botón de su sexo. Benjamín se estremeció, sin saber que eso era la puerta que abriría a un ciclo de placer desconocido. «¿Te gusta, Benja?» Max susurraba. «¿Sí?»
El niño asintió, sus ojos brillando con la emoción de la novedad. Max se movió con la lentitud de un gato acercando su dedo al agujero que el destino les había negado. Benjamín se tensó, y Max supo que era el instante perfecto. Su dedo se adentró lentamente, y el niño jadeó. La tensión se transformó en suave resignación, la inocencia se desvaneció.
Con cuidado, Max empezó a moverse. Su dedo se deslizaba en círculos, explorando, acariciando cada rincón. Benjamín no entendía que le sucedía, solo sabía que se sentía raro, que sentía cosas que no sabía que pudieran existir. «¿Te sienten rico?» Max le susurró, su propia excitación al borde del clímax. «¿Sí?»
Benjamín asintió, sus ojos se cerraban y se abrían, intentando entender. Max tomó su verga, la acarició lentamente, impregnando la piel del niño con su propia saliva. «Ahora,» dijo con un tono suave, «Vamos a que te guste aún mas.»
Con un empujón suave, su dedo penetró el apretado agujero del niño. Benjamín gimió, su cara una mascara de confusión y placer. Max sonreía, su corazón latía a mil por hora. Esto era lo que quería. Esto era lo que soñaba. Su dedo se movía adentro, la tensión del niño se desvanecía. «¿Te gusta, Benjamín?»
«Sí,» jadeó el niño, sus manos aferrando la camisa de Max. «Sí, me gusta.»
Max se bajó el pantalón, mostrando su erecto miembro. Benjamín lo miro, sus ojos se abrieron. «¿Y ahora?» El niño tembló de emoción.
«Ahora, mi amigo favorito,» Max dijo, «Vamos a que te sientas protegido.»
Con suavidad, Max se acercó a Benjamín, que ya no se resistía. Abrió el cajón del mueble donde estaba el lubricante y le echó una cantidad muy generosa. Insertó lentamente la punta de su dedo índice que ya entraba con más facilidad porque el niño estaba familiarizado con el proceso.
«Ahora, Benja, respirando hondo,» le susurró, guiando al niño a relajarse. Benjamín obedeció, sus ojos cerrados y la cara roja. Max se maravillaba de la confianza que el niño le daba. «Eso es,» continuó, «¿Quieres jugar de nuevo a que somos como los legos?»
Con un movimiento lento y suave, Max empujó su verga en el culo del niño. Benjamín gimió, sus manos aferradas a la ropa del adolescente. «¿Sigues conmigo?»
Benjamín asintió, susurando un tímido «Sí». Max se movió con cuidado, la emoción del niño se podía sentir en cada fibra de su ser. El calor, la humedad, la inocente resistencial del anillo que rodeaba su pene, lo hacía sentir vivo.
Con cada movimiento, la respiración de Benjamín se hacía mas agitada. Max acariciaba su espalda, sus caderas, bajando suavemente por su vientre, jugando con sus partes intimas. Benjamín jadeaba, sin saber que era lo que sentía, si era bueno o malo, solo que le gustaba. «¿Te gusta, Benjamín?» Max le susurraba al oído, susurros que se transformaron en gemidos.
«Sí,» decía Benjamín, «Sí, Max.»
Con cada movimiento, Max se enamoraba aun mas del niño. Cada gimoteo, cada espasmo, era la confirmación que Benjamín se sentía seguro, que confiaba en el. El placer que sentía era inmenso, la sensación tener a su amado peque
Muy bueno, síguenos contando. También cuentanos sobres tus aventuras. 🤤
Amo como cuentas tus historias, sube más de ti hijo zoofilico
gran relato como sigue
Cómo puede ser posible. Que lo cortes en lo más interesante. Ufff Benjamin tan tierno y frágil que delicia. Espero la próxima entrega
Muy buen relato como siempre buenos consejos gracias por escribir de esa manera ya que muchos hombres que compartimos esos gustos podemos ser más discretos es un trabajo de paciencia y dedicación… Me dejaste nuevamente la verga dura.
Mis disculpas. Por no poner atención, subí el relato cortado y faltó el final donde mi hijo baña a su nuevo noviecito y se duerme abrazado a el. 😅
En cualquier caso, mi usuario de telegram es lfgdrs.
Saludos!
Como te agrego en telegram?
Eres quien sube los relatos ??
Yo quisiera ser tu hijo eres muy buen padre como puedo conversar contigo?