Los descuidos de mi hijo pedófilo
Veo a mi hijo siendo mamado por un delicioso amigo de su hermano menor. Sin embargo, su poco esfuerzo para convencer al niño de que no hable demás, hace que tenga que tomar medidas por mi cuenta.
Como habrán visto antes, soy un padre que ha decidido caminar por un sendero que no todos entienden. Creo en la libertad sexual sin prejuicios, en permitir que la vida fluya en cada ser humano sin las cadenas que la sociedad pone en cada paso. No existe para mí ningun acto sexual reprochable y comparto esa filosofía con mis hijos Pedro (5 años), Javier (12 años) y Max (16 años). *Los nombres son falsos para proteger nuestra identidad*
Este relato se trata principalmente de mi hijo mayor, su debilidad por los más pequeños y cómo noté que le falta mucho para ejercer la pedofilia de manera responsable. Estaría de lo más feliz si este relato es de ayuda para todos aquellos que sienten la dificultad de satisfacer sus deseos más prohibidos.
Hace algunos meses, llegué a la casa agotado del trabajo. Todo lo que quería era recostarme en el sillón y mirar unos videos que me ayuden a jugar con la verga un rato para liberar tensión.
Pero al entrar, mi oido atento detectó la risa de mi niño de 5, mi tesorito. Estaba en la sala jugando con sus autitos. Me acerqué y me saludé con un suave besito en los labios. «¿Cómo está mi campeoncito», le dije con una sonrisa, ¿Cómo fue en la escuela?»
«¡Jugué a la pelota en el recreo!», exclamó mi hijo de 5 con ojos brillantes, «Después la maestra nos contó un cuento de un dragón que escupía fuego».
«Así que lo pasaste muy bien hoy» dije, acariciando su cabecita. Noté que me miraba un poquito raro. «¿Todo estuvo en paz en la tierra del cuento?»
Pedro rió alegremente al ver mi cara de preocupación, «No te preocupes, papá. El dragón era bueno y protegía al reino». La ternura que emanaba de mi hijo me derretía y no pude evitar agacharme y acariciar su cuerpito. Sin darme cuenta, mi mano se deslizó dentro de su ropa interior, acariciando suavemente la tierna piel de su entrepierna. «¿Y cómo estuvo el regreso a casa hijito? ¿Max te acompañó como el buen hermano mayor que es? (Hace casi un año que decidí encargarle a Max que acompañe a su hermano de regreso, ya que su sentido de la responsabilidad me ha dado mucha confianza)
«¡Sí papá, Max me acompañó!», asintió mi querido Pedro, «Me dijo que invitara a Lucas a casa para que juguemos todos».
Lucas es el mejor amigo de Pedro en el jardín de infantes. Una preciosura por donde se le mire. Un morenito de ojos brillosos y sonrisa inocente que me pone la verga dura cada que lo veo. Le he dicho a Pedro que Lucas siempre es bienvenido a la casa (ya se imaginarán por qué) y sus padres están siempre al tanto de dónde está su hijo, y no tienen problemas en que Max los cuide mientras estoy en el trabajo.
Si fuera por mí, le reventaría el anito a Lucas apenas lo vea en mi casa. Sin embargo, los niños ajenos son un terreno resbaladizo. Hay que ser cuidadoso. A mis hijos los he educado en la importancia de mantener lo nuestro en secreto y que otras personas pueden ser muy malas con nosotros si se enteran. Ellos saben que lo que pasa en nuestro hogar se queda aquí. En cambio, el resto de los padres no comparten mi visión. Sé que si Lucas le cuenta cosas a sus padres, podrían ocurrir cosas malas. La gente no entendería que solo estamos explorando la vida y que la sexualidad no debería ser un tabú. Podría terminar en la cárcel y no ver a mis hijos nunca más.
Sin embargo, me las arreglo para satisfacer en pequeña parte mi lujuria por Lucas. Lo que hago es que cada vez que viene a la casa, le propongo a los chicos que jueguen al aire libre en el pasto del pátio en ropa interior. Ya con verlos revolcándose en la tierra, mostrando sus dulces partes me pongo a mil. Pero lo mejor de hacer eso, es que al final del juego, terminan todos sucios y llenos de tierra. Y a quién le toca lavarlos? Pues claro, a mi, el papá atento.
Los «vigilo» mientras se sumergen juntos en la tina de baño, riendo y chapoteando, la espuma del jabón cayendo por sus hermosos y delicados culitos. Y la mejor parte, tomar una toalla y frotar suavemente cada rincón de su piel, disfrutando cada detalle del anatomía de mi propio hijo y de su amiguito. Ahí es fácil «accidentalmente» dejar que mi mano se deslice por la suave piel de Lucas, «para estar seguro si se secó bien».
Max, mi adolescente de 16, comparte mi atracción por Lucas. Muchas veces, discutimos con detalle cada uno de los gestos, cada movimiento de Lucas que a nuestros ojos son insinuantes. Nos pajeamos mutuamente, imaginando la deliciosa sensación que sería poseerlo, penetrar su dulce y apretado agujerito. Esos momentos invaluables entre un padre y su primogénito.
En fin. Despuése de que Pedro me dijo que Lucas estaba en mi casa, deduje que Max lo había llevado su habitación. Esbozando una sonrisa, me acerqué sigilosamente a la puerta y puse la oreja contra ella. Pude escuchar suaves gemidos y jadeos, y mi corazón se aceleró al imaginar lo que estuvieran haciendo. Sin dudarlo un instante, abrí la puerta disimuladamente y me puse a mirar sin que se dieran cuenta. Esta vez quise respetar su intimidad y ver cómo mi hijo se desempeñaba sin mi guía.
Allí estaba Lucas, con la boca llena de la verga de mi Max. Sus ojos cerrados, tragando con un poco de torpeza ese excelente pedazo de adolescente. Max, por su parte, movía rítmicamente, con la cara de alguien que se entrega por completo a la sensación deliciosa que le brindaba la boca del niño. Sus manos agarraban la melena del morenito con deseo, guiando sus movimientos. La escena era tan hermosa que no pude contenerme y comencé a masturbarme en silencio en la puerta.
Tras unos minutos de espectáculo, Max soltó un gemido gutural y se corrió, arrojando su semilla caliente y abundante directo en la boca de Lucas. El sonido de su eyaculación resonó en la habitación, haciéndome estremecer de excitación. Como buen principiante, Lucas tragó con dificultad, haciendo muecas de asco y a punto de vomitar. Unas tiernas lagrimitas resbalaron por sus mejillones al sentir la salada leche de mi adorado adolescente bajar por su garganta. «Sabe feo, Max», murmuró con rostro enrojecido mientras aun le corría por su boca la leche.
Max, que ya se vestía, se acercó a Lucas, sonriente y satisfecho, y lo abrazó suavemente. «Lo sé, lo sé, mi lindo. Pero la vida es dura y a veces tenemos que probar cosas que no son del todo agradables», le susurró en el oído. Con un pañuelo de bolsillo que traía para tal fin, limpió la cara del chiquillo y lo acunó.
«Hasta ahora lo está haciendo bien», pensé, observando a Max limpiando la carita de Lucas con el pañuelo. La escena era un espejo de mi propia experiencia al descubrir la sexualidad con mi papá (ya relataré eso pronto). Max parecía saber manejar la situación, tranquilizando al niño asustado.
Sin embargo, la paz duró solo un instante. «Recuerda que este es nuestro juego secreto, Lucas. No se lo cuentas a nadie, de acuerdo?» Max dijo eso con tanta seriedad que me preocupó que su inocente amiguito pudiera sentir que le hacía daño. «Esto es solo entre nosotros, y si no lo dices, será nuestro secreto, y podremos jugar más. ¿Ahora por qué no vas donde Pedro y te lavas la cara?»
«¡Mierda!» pensé para mi, «¿Eso es todo lo que sabe Max de silenciar a un chico? Necesitamos asegurarnos de que este secreto se quede aquí.» Me preocupaba que Lucas, por la inocente edad que aun conservaba, pudiera hablar de lo que pasaba en mi hogar. Necesitaba intervenir ante la seriedad de la situación.
Lucas salió de la habitaciónbcon la cara aun sonrojada por la reciente experiencia, y se topó conmigo en el pasillo. La preocupación se dibujó en mi rostro al ver sus ojos llenos de confusión. «¿Estás bien, Lucas?» Pregunté mientras me abotonaba el pantalón, escondiéndome la erección que la escena me había causado.
«Max me puso su cosita en la boca», dijo Lucas sin inmutarse. La confusión aun nublaba su rostro. «Y salio una cosita calientita que no me gustó».
Sonreí, «Ah, eso es lo que pasa a veces en los juegos que solo los mayores juegan. Max solo quiere que seas su amiguito secreto». Me agaché y tomé las manos del niño, «Max es muy simpático ¿Verdad? ¿No te gustaría que se meta en problemas por ti?»
Lucas miró hacia abajo, sin saber qué decir. Estaba confundido. «¿Max no fue malo entonces?» Su inocente cabecita tenía mucho que procesar. Y mi experiencia me decía que era el momento de dar el paso siguiente para evitar que nos meta en problemas. «¿Por qué lo sería, cariño?» Le respondí con suavidad.
«Porque puso su cosita en mi boca», dijo Lucas, balbuceando.
«¿Seguro que puso su cosita en tu boca? Lucas, a veces la imaginación de los niños juega travesuras», le sonreí, acariciando su mejilla suavemente. «¿Te acuerdas de la vez que dijiste que el perro hablaba? Pues, a lo mejor fue eso. A veces las cosas no son tan malas. Pueden ser solo un malentendido».
«Pero… yo vi que…», tartamudeó Lucas, sus ojos brillando de confusión. «Lucas, lo que pasa es que tú eres un niño muy inteligente, a veces demasiado inteligente. Y los niños inteligentes tienen mucha imaginación», le expliqué, apretando suavemente sus manos. «Piensa en el cuento que la maestra te contó hoy. El dragón escupía fuego, y todos sabemos que eso no pasa en la vida real. Así que, si dices que Max puso su ‘cosita’ en tu boca, la gente podría pensar que estás inventando historias. Y eso no sería bueno, ¿verdad?»
Lucas asintió lentamente, su rostro aun confundido, «¿Que tal si ahora vamos a la cocina a tomarnos un helado?» Le propuse, intentando cambiar de temá. La idea era que el niño se distraiga y se olvide un poquito de lo que pasó. «¿Te gusta más chocolate o vainilla?»
«Vainilla», dijo el, siguiendo mis pasos sin rechistar. Me sentí un poquito aliviado. Al parecer mi táctica de distracion con el helado le estaba sirviendo. Fuimos a la cocina y saque del freezer un par de helados. Comenzamos a saborearlos con cuidado, el silencio solo roto por el crujir del helado. Lucas parecía de a poco olvidar lo ocurrido, su sonrisa se iba dibujando de a poquito.
Unas horas más tarde, me sonó el WhatsApp de la mamá de Lucas. Ella quería que su niño se vaya a la cama temprano, por lo que vendría a recogerlo. Era el momento de recurrir a uno de mis trucos favoritos para confundir a los padres por si Lucas a pesar de todo hacía un comentario que pudiera ser peligroso para mí.
Cuando llegó la mamá de Lucas a recogerlo, abrí la puerta de calle con toda tranquilidad «¡Hola Laura!», le dije con una sonrisa, «¿Cómo estás? ¿Día largo?». Ella me devolvió la sonrisa, cansada. «Ni te imaginas. El jodido tráfico y la explotadora de ni jefa me van a matar ¿Cómo estás tú?»
«Yo buen, pero tengo que decirte un cosa que te va a molestar y lo siento mucho Laura, es que Max olvidó cerrar el computador y… bueno, Lucas accidentalmente vio un video que no debería ver», mentí con una sonrisa forzada. Ella frunció el ceño, «¿Qué clase de video?»
«Ah, ya sabes, esos que no queremos que los niños miren. Me siento avergonzadísimo. Por supuesto que Max va a estar castigado por mucho tiempo. Lucas quedó un poco perturbado. Te pido un millón de disculpas Laura. Ojalá que no se ponga a hablar de cosas que no son para su edad»
Laura, la mamá de Lucas, suspiró. «¿Es broma? Lo que me faltaba». Me miro a los ojos que pedian disculpas por mi supuesto descuido y suspiró. «No pasa nada, ya hablaré con mi marido y veremos que hacemos con el tema. Gracias por decirmelo».
«¿Sabes? Me dio la sensación de que estaba un poco avergonzado. No quiero meterme en cómo crías a tu hijo, pero creo que lo mejor sería no hablar del asunto», le dije a Laura. «Si no, Lucas se va a sentir mal».
«Creo que tienes razón», dijo Laura con la preocupación aun dibujada en su rostro, «Lucas ya se pone a pensar demasiado en las cosas. No querría que le traiga un mal recuerdo.»
«¡Mamá!» Gritó Lucas al ver a Laura en la puerta, corriendo a abrazarla. La mamá de Lucas me miro con una combinación de agradecimiento y preocupación. «Bueno. Adiós, y una vez más, disculpa por el incidente del computador», le dije, haciendome el inocente.
«Descuida. Fue un accidente. Adios» dijo Laura, apretando a Lucas y apurando el paso, obviando mi ofrecimiento de que se quede un rato mas. Cerré la puerta y me dije a mí mismo «Max fue muy descuidado. Si yo no hubiera estado ahí, Lucas habría dicho suficiente como para meter a Max en la cárcel. Mañana hablaré con él»
Justo en ese momento, Max llegó con una sonrisa de oreja a a oreja. «Hola papá», me saludó con entusiasmo de de decirme algo que le apetecía compartir. «No vas a creer lo que acaba de pasar. Lucas me dio una mamada increíble. No podía creer lo bueno que era, chupando y tragando».
Preferí no decir nada por el momento. No quería arruinar la euforia de Max. Así que, con un tono tranquilo, le dije «¿De verdad, Max? Eso suena fantástico». Veía como Max sonreía y me dio la sensación de que algo más quería decir.
«Y no vas a creer, papá», continuó Max, su cara radiando de emoción, «el entrenador del equipo infantil de fútbol de la escuela me dijo que anda buscando un asistente. Así que me ofrecí. Ahora tendré acceso a todos esos lindos culitos que se mueven en la cancha. ¡Son de primer grado!», reveló Max con un brillo en los ojos.
«¡Guau!» Le dije intentando no ser duro con él por el momento. «Eso suena interesante, Max. Ser asistente del equipo de futbol podria ser divertido. Pero ten cuidado, no queremos que la gente comience a sospechar nada. Tienes que ser astuto». Le sonreí. »
«Claro papá. Se cómo hacer que no me atrapen. A Lucas le dije que era nuestro juego secreto y todo eso», respondió Max con la confianza de alguien que ya lo ha intentado y que sabe que funciona.
Decidí en mi cabeza que no era el momento para darle lecciones. Su entusiasmo por darle verga a esos niños era demasiado y habría sido una crueldad rompérselo. «Muy bien Max. Ojalá que disfrutes a mil todos esos culitos. Pero me gustaría darte algunos consejos. ¿Qué tal sin mañana tenemos una rica tarde de pajas y porno para que tu viejo te de uno o dos consejos? Quizás Javier pueda estar ahí también por si le interesa.
«Claro papá. Tu sabes muchísimo esos juegos», respondió Max con una sonrisa astuta. «Será genial aprender de ti»
«Entonces, no se diga más. Mañana por la tarde será nuestra cita para asegurarnos de que tus habilidades se mantengan al tope», le dije a Max, acariciando suavemente su espalda. «Ahora, ve a poner la mesa para la cena ¿Quieres? Tengo un hambre del terror.»
«Descuida papá, haré lo que sea que tú digas», respondió Max, su sonrisa llenando la habitación de inocente complicidad. Nos dimos un rico beso de lengua y se fue a la cocina. «Tendré que pensar bien en lo que le digo mañana», me dije a mi mismo. «No puedo permitir que se salga de control. Tiene que ser cuidadoso, astuto. En fin, ahora a acostarme un rato antes de cenar. Esa imagen de Max con Lucas me dejó como toro. Quizás me haga otra paja»
Así concluye la primera parte de esta historia. Pronto se vendrá la segunda donde tendré esa importante charla que todas las familias con secretos debemos tene más temprano que tarde. Si les gustó esto y quieren conversar conmigo, comuniquense a telegram lfgdrs. ¡Hasta la próxima!
Uufff… que rico… no sabes como he disfrutado del relato, menudo morbo me ha dado. Ojala continues con la historia.
Qué tal, te quise buscar por telegram pero no me apareces, quisiera platicar contigo me encantó el relato
Que raro. Mi tl es tal como sale lfgdrs
Muy buen relato, una familia así es el deseo de todos. Esa libertad sexual es la mejor forma de vivir la vida. Saludos
Mierda adoro esta família 🥵
Exelente relato espero que los 3 tengan .as experiencias
Excelente. Como quisiera estar asi familia con dos nenas y dos nenes 🥵👍😘❤️
Ojalá que puedas disfrutar a tu familia. Es una experiencia muy bonita conectar con los hijos de uno. Que te vaya muy bien
Porfavor envien mensaje de telegram quiero platicar con quién hizo el relato o alguien de ustedes, ando caliente @Valentino027