Los descuidos de mi hijo pedófilo, Tercera parte: Aplicando las lecciones
Le permito a mi hijo adolescente ser el asistente del entrenador del equipo de fútbol de niños de primer grado. Bajo mi supervisión, aplica mis lecciones para tener sexo con un jugadorcito de 7 años y manipularlo correctamente para que no lo termine delatando.
Saludos, amigos. Voy a continuar esta historia acerca de lo que ocurrió con mi hijo Max de 16. Como les conté antes, Max quería ser asistente del entrenador del equipo de futbol del primer grado, lo que me llenó de orgullo y preocupación al mismo tiempo.
Su entusiasmo era evidente, y sus hormonas adolescentes se agitaban con fuerza ante la idea de pasar el rato con niños inocentes que que desconocen la vida sexual. Sin embargo, tras haber visto que no tuvo el cuidado suficiente para silenciar a un amiguito de su hermano menor, tuve que darle una lección acerca de como hacerlo responsablemente.
Le hablé lo más que pude acerca del grooming, de la importancia de ser sutil y de no dejar rastros que pudieran delatar sus juegos. Al final acordamos que Max podía ser el asistente del entrenador, siempre y cuando me mostrara que era capaz de manejar bien a un niño por su cuenta.
Así llegó su primer día, una mañana de sabado. Como siempre, le pedí a mis hijos que me ayudaran a preparar el desayuno. Max, quien normalmente anda en las mañanas con una cara enorme de sueño y sin ganas de que nadie le hable, hoy se movía por la cocina con un brillo en los ojos que no era habitual. Su excitación era palpable. Mientra que yo freía huevos, Javier se encargó de preparar el pan tostado y Max ponía la mesa. Ya que con la llegada del verano, empezaba a hacer calor, los cuatro andabamos en calzoncillos. Mi pequeño Pedro de 5 años en el suelo jugando con sus autos de juguete era todo un espectáculo.
La entrepierna de Max se movía inquietante en sus boxers. La anticipación se leía en cada uno de sus gestos. Lo abracé por detrás y le di unos besos en el cuello a los que respondió con una pequeña risa cómplice y un suave gemido «Ya me imagino que estás pensando en lo que vas a pasar con tus amiguitos del equipo hoy, ¿no?»
«Claro que si, papá», respondió Max con un tono que denotaba un cierto nerviosismo. «Ando tan caliente que apenas vea a los niños jugando con esos pequeños pantaloncitos de fútbol me voy a correr en la boca del primer que se me acerque». Le di una palmada en la espalda, «Tranquilo, Max, hoy vas a aprender a manejar la situación ¿Recuerdas nuestro trato?»
«Sí papá, recuerdo el trato. Por ser el primer día, solo mirar y elegir», Max murmuró, con un dejo de deseo en su tono.»La próxima semana, puedo traer a uno a la casa. Pero no sé cómo voy a aguantar. Mira cómo la tengo», me dijo, tocando su paquete.
«No es bueno que vayas a la práctica con la verga tan dura, Max», le dije con ternura, «Ven acá, mi niño». Le dije a mi bebé de 5. «Pedro, ven acá y dale un beso a Max «. El chico, que ya se ha acostumbrado a mis pedidos inusuales, se acercó a su hermano, quien lo tomó en brazos y le dio un beso en los labios. «Si la tienes dura, la gente sospechará que te excitan los niños, Max. Y no queremos que eso pase», le expliqué. «Ahora, siéntate en la silla y sácate los calzoncillos que te voy a ayudar a que te bajen los humos».
Max se sentó en la silla, su miembro aun en erección, y se abrió las piernas. «Ven, Pedro, ayúdame con la leche de tu hermano», le pedí. Con un brinco, mi niño de 5 se acercó a la silla y bajó sus boxers. Yo lo tomé en brazos para que quedara sentado en la verga de Max. Mi pequeño, a pesar de su corta edad, ya sabía lo que su hermano mayor quería. El calor del culito de mi bebé se fundió con la dureza de Max, y pude ver en la cara de mi adolescente la alegría que le producía sentir a su hermano tan obediente.
«Mmhh… qué rico…», susurró Max, cerrando los ojos y soltando un suspiro profundo. El calor del culito de Pedro se extendía por su miembro, y su piel se erizó por la sensibilidad que le provocaba. El niño, a su vez, se movía un poquito adelante y atrás. Había recibido la verga de su hermano desde que era un bebé, y sabía que Max disfrutaba de la sensación. «¿Te gusta, Max?» Le dije con un tono suave, mientras me acerqué y le di un suave mordisco en su oreja izquierda, uno de sus puntos débiles.
«Sí, papá, me gusta. Gracias por dejarme que lo haga», respondió Max con la respiración acelerada. Su verga ya se movía por si sola, adentro y afuera del culo de su hermano, que cada vez se tensaba mas y mas. «Oh mierda!», gritó Max, y su rostro se torció de placer, «Me voy a correr…» El gemido de Max se oyó por toda la casa y en su cara se podia ver la emoción. Yo quedé con la verga dura y el corazón acelerado, disfrutando la escena. «Cuando Max se vaya, voy a darle duro a Pedro», pensé, «Qué mejor que un culito de niño con leche de adolescente adentro para batir».
Después de eso, Max fue a ducharse rapidamente y se vistió. Gracias al calor y la acción, el aire quedó impregnado de una leve esencia de sudor adolescente que se mezclaba con el olor a comida. Rápidamente, Max apareció en la entrada, vestido de una ropa deportiva en la que se veía muy sexy, listo para salir, con la cara y el cuerpo aun algo húmedos por la ducha. «Ojalá fuera así de rápido en las mañanas cuando tiene escuela», pensé con una sonrisa.
Me levanté de la silla y lo abracé, «Ten cuidado, Max. No te vayas a tentar. Recuerda, hoy solo observas, no tocas. Y si sientes que vas a perder el control, vas al baño y te haces una paja», le dije, con la seriedad de alguien que ya ha pasado por ello. «Saca fotos de los niños mientras juegan. Nadie va a sospechar y te dará ideas de quién podria ser tu proximo juguete. En la tarde me los tienes que mostrar». Max sonrío y me besó en la mejilla, «Gracias papá, lo entiendo». Nos dimos un apasionado beso en la boca que fue la despedida de un orgulloso papá. Cuando Max cerró la puerta, tomé a mi niño menor en brazos y lo llevé a mi habitación (por ahora me quiero concentrar en Max así que les dejaré esa escena a su imaginación).
En la tarde, mis hijos menores, que ya habian tenido sus dosis de acción en la mañana, disfrutaban de su fin de semana permanente llamado vacaciones de verano, como todos los niños de su edad. Javier sentado en el suelo con uno de los controles de la consola en sus manos, tenía la cabeza de pedro apoyada en su entrepierna, mientras jugaba con el otro control. El perro dormía una siesta al lado de ellos, sin hacerle caso a los ruidos del televisor y a los gritos de Javier frustrado cuando perdía. Probablenente, recuperándose aún de las embestidas de su novio de 12 años que recibió en la mañana.
De repente escucho el sonido de la puerta abriéndose y siento a Max llegando con una enigmática sonrisa. No pude evitar ocultar mi emoción por saber cómo mi hijo se había desempeñado y le pregunté inmediatamente. «Hola Max. Te veo contento ¿Cómo resultó todo?
Pese a nuestra relación cercana, Max no podía evitar seguir siendo como cualquier adolescente «Bien, supongo». Dijo algo cortante. «¿Eso es todo lo que tienes que contarme?» le insistí, saboreando la intriga. «Bueno. Todo bien, creo…»
Puse mi mano en su hombro mientras la emoción crecía. «¿Pero no vas a contarme nada?» Le dije. «No seas tonto. Saquémonos la ropa y vamos a mi cama. Quiero saber todos los detalles.» Max sonrío y asintió. Comencé a desnudarlo lentamentes.
Max llevó su teléfono a mi habitación. Me acosté boca arriba y acto seguido, mi hijo se acostó con su cabeza en mi pecho, mirando hacia mí, en una posición que permitiera fácilmente que yo viera la pantalla de su celular.
«Este es Antonio», dijo señalando a un hermoso muchacho de ojos negros y cabello rizado, de no más de 8. «Y aquí, este que está al arco es José. Tiene un culo que me puso loco». Max me mostró las imágenes en su celular. El calor empezó a subir en mi pantalón, no podía negar que me excitaba ver la pasión de mi primogénito. Así me fue mostrando a varios jovencitos de entre 7 y 8 años, cada uno más espectacular. Claudio, un pelirrojo pecoso, y el flaquito y vociferante Alejandro, que se quitaba la camisa al celebrar un gol.
«¿Pero sabes qué fue lo mejor? Los camarines. Era como tener el mejor video porno en vivo y en directo», dijo Max, su respiración acelerada y su cara sonrojada. «Papá, no sabes lo que es ver a todos esos culos sacándose la ropa interior y los escuchando hablar de cosas inocentes. Andaban desnudos hablando de dibujos animados y de quién tenía el papá más fuerte. Fingí que escribía un whatsapp y les saqué algunas fotos. De ahí fui corriendo a donde estaba la tasa del baño para hacerme una feroz paja mirando las fotos, mientras se escuchaban las conversaciones de los niños».
Max deslizó la barra de desplazamiento de su teléfono, mostrando foto por foto a los niños desnudos que había tomado a escondida en los camarines. La emoción se palpaba en la habitación, su respiración se agitaba, la mía no era la excepción. Mis manos se fueron automáticamente a acariciar mi creciente erección. La adrenalina que emanaba de mi hijo al contarme su experiencia era tan potente que ambos sentíamos la tentación que se apoderaba de la atmósfera.
Las sacudidas que le daba a mi verga se hicieron mas intensas a medida que Max me contaba cada detalle de su primer dia en el equipo de futbol. Las imágenes en su teléfono me tenian al borde del orgasmo. Ni siquiera podía imaginar la tentación que debió sentir el, rodeado de tanta inocencia y carne fresca. Ambos aumentamos la velocidad de nuestros movimietos, intentando sincronizarnos con la emocion del relato. Nos dimos un rico beso en la boca, con nuestras lenguas luchando por dominar la del otro, un preludio del control que Max deseaba ejercer con sus futuros amigos. No tardamos en acabar, la leche salio disparada de mis huevos, empapando el cuerpo de Max. Él no se detuvo, su verga se movió mas rapida, y con un sonido parecido al de la tierra al romperse, Max soltó su semen por todo mi pecho.
Una vez que ya estábamos descargados, le hice la pregunta que faltaba ¿Y cuál crees que será tu primer juguete? Max se sonrojo levemente, su sonrisa enigmática me dijo que ya lo sabia. Me acerque a el, le quite el teléfono de las manos, y le di unas palmaditas en la cara. “Dime, mi niño, con quién piensas empezar a jugar?”.
Sin perder la sonrisa, Max me dijo que se le había fijado en un niño con la piel morena, un pene que parecía atrasarse un poco en desarrollarse, y un culo pequeño pero redondo como un balón. Tuve que admitir que mi corazón se aceleró un poquito mas. Se notó que compartíamos los mismos gustos porque mi verga empezó a palpitar de solo pensarlo. Su foto desnudo en el camarín era la foto de un angelito. Pero lo que mas me calentó fue una foto que habían tomado de todo el equipo después de jugar Ahí ese querubín llamado Benjamín aparecía sonriendo de oreja a oreja exhibiendo dos lindas brechas indicando que aun no le crecían los nuevos dientecitos. Le faltaba el colmillo inferior izquierdo y la paleta superior del centro. Siempre me han dado una calentura particular esas dentaduras en transición.
«Excelente elección, hijo,» le dije a Max, con una sonrisa maliciosa. «Es una belleza.» Max se acurrucó un poquito mas a mi, su miembro ya endureciendose otra vez. «Bueno. Ya sabes lo que tienes que empezar a hacer ahora. Tienes que acercarte a Benjamín, ser su amigo. Hacer que te quiera y que confíe en ti. Que piense que eres la persona mas genial del planeta.»
Sin pensarlo más, nos quedamos dormidos y no quedó más que esperar hasta el miércoles para el nuevo partido. Durante esos tres días seguí ayudando a Max respondiendo a sus dudas y discutiendo acerca de posibles situaciones que podrían ocurrir Incluso un par de veces hicimos un juego de roles en los que yo fingía ser el niño.
Cuando llegó la tarde del miércoles ,Max apareció en la casa con el pequeño Benjamín, que se veía toda una delicia. Aun mejor que en las fotos. Max ya me había enviado un WhatsApp diciéndome que tuvo éxito en traerlo. En general los adolescentes no despiertan tantas sospechas en los padres y era facil que Max se aprovechara de eso. Me había contado en un audio de WhatsApp mientras venía en camino que habló un poco con el en el medio tiempo del partido, y descubrió que siempre quizo jugar a un videojuego que resultaba tener en nuestra casa, así que Max no vaciló en invitarlo a probar ese juego.
Cuando Max y Benjamín entraron en la sala, les di la bienvenida con un tono natural. Max se acercó a mi con su sonrisa perversa que me encantaba. Me dijo al oido: “Papá, te lo prometo, no haré nada sin que me des el ok, no quiero que suceda lo de Lucas de nuevo. Te lo prometo por mi verga que ya se me pone dura solo de pensar en su culito.” Le di unas palmadita en la espalda, “Eso es mi buen chico, Max. Confío en ti. Recuerda, el arte del grooming es pacienca y astucia. Vamos a ver que tal lo haces.”
Max se dirigió a Benjamín con una sonrisa entusiasta y lo llevó hacia el el sillón frente al televisor y encendió la consola. Benjamin sacó esa contagiosa sonrisa de oreja a oreja al tener la oportunidad de jugar a ese juego en el que unos personajes corrían con unas pistolas extrañas, el cual yo, que no he pasado de los de Mario y Donkey Kong, no entendía nada.
«Que calor hace, Benjamín. Será que no teníamos que jugar este juego con la ropa puesta, no?» Sugirió Max con dulzura. El niño lo miró con ojos curiosos y asintió sin entender mucho. Max sonrió internamente. Su primer paso en el camino del grooming era lograr que Benjamín se sienta a gusto con la idea de la desnudez casual. «Lo está haciendo bastante bien», pensaba mientras estaba mirando desde una silla cercana, fingiendo que leía un libro.
La imagen del niño en su ropa interior, con mi hijo en la suya que no disimulaba el tronco de árbol que había por debajo, me excitó. Era la oportunidad perfecta para que Max pusiera en práctica lo que le había enseñado. «Te propongo un juego», dijo Max. «El que pierde la proxima partida, tiene que sacarse la ropa interior.
«¿Pero no se me va a ver la cosita?», dijo Benjamín, ruborizado.
«Aquí estamos solos, Benjamín. Y es un juego solo entre amigos», respondió Max con calma, «Además, si pierdo, yo me la saco, y si gano, tú te la sacas. Así nadie se siente mal, y es divertido, no?»
Me costó que no se me soltara la risa al ver a Max descaradamente siendo derrotado a propósito por Benjamin en el videojuego. Mi chico se movía con tanta torpeza que parecía que la consola se le iba a salir de las manos. El niño no se daba por enterado, sumergido en la emoción de la partida. Max sabía que la clave del grooming era la paciencia y la habilidad de ser el amigo ideal, alguien en quién se pudieran confiar. Benjamin se rió al derrotarlo fácilmente «Qué mal juegas, Max», dijo. «¿Entonces te vas a sacar los calzoncillos?»
Max sonrio, «Claro que si, Benjamín. Yo soy un buen perdedor». Se levanto y se deshizo de la poca ropa que lo cubría, mostrando su miembro ya erecto. Benjamin lo miro con ojos enormes, asombrado y confundido por el tamaño. «Qué grande es la tuya, Max», dijo, su inocente tono lleno de admiracion. «Sí Benjamín. Cuando los mas grandes estamos contentos se nos vuelve grande y es como una paleta de dulce ¿Te gustan esas paletas?»
«Excelente forma de expresar lo sexual en términos infantiles» pensé. «Va a confundirse bien». Max se acercó a Benjamin con la verga en la punta y la movió con suavidad, «¿Ves Benjamín? ¿Quieres probar mi paleta?»
La cara de Benjamin era un poema. La confusión se transformó en curiosidad. Con la inocencia que solo la edad le permitía, Benjamín asintió con la boca semiabierta. Max le acercó la verga. «Pruébalo. Es rico». «Pero de ahí sale el pipí» dijo Benjamín con un poco de asco. «No te preocupes Benja. La tengo bien limpiecita».
Benjamín acercó la lengua a la verga de mi hijo lenta y tímidamente, su carita se contrajo y sus ojos se cerraron en la experiencia. Max se detuvo por un instante, conteniendo la respiración. La imagen de esa belleza probando a mi adolescente era todo un espectáculo. Max tomó la cabeza de Benjamin y empujó suavemente, la punta de su verga deslizando en la boca del niño.
«Lo estás haciendo muy bien campeón, sigue adelante,» Max dijo con suavidad a Benjamin, sonriendo al ver la inocente dedicación con la que el niño chupaba su miembro. «¿Te gusta mi paleta?». Me enorgullecí del buen uso del elogio para que el niño tenga más confianza en que no hay nada malo en lo que está haciendo. Efectivamente, eso hizo que empezara a atreverse a comérsela con mayor profundidad. Al ver Max que el niño estaba más calmado, comenzó a acariciar la entrada de su anito con cautela y suavidad mientras seguía chupando. El niño sacó la boca del pene y le dijo entre risas que le hacía cosquillas.
«Puedo hacer unas cosquillitas más ricas aun,» dijo Max con una sonrisa picara. Se levantó de la cama, su miembro aun erecto y lleno de saliva, y fue a buscar las toallitas húmedas que suelo dejar en un mueble cercano (nunca hay que olvidar que los niños rara vez se limpian bien). Volvió con la caja en la mano y se puso detras de Benjamin. Con la suavidad de un gato, limpió el culo del niño, que se reía al sentir la toallita en su piel sensible. Una vez listo, sumergió su lengua en la entrada del culito del niño. Benjamin se movió incómodo al comienzo, sin entender que sensación era la que le recorría el estomago, pero rapidamente se rindió al placer que sentía.
Mi corazón latia acelerado, sabía que este era un paso crucial. Max me miraba por encima del hombro de Benjamin, su cara reflejando la excitación que yo ya sentía en mi propia verga. Solo me limité a mover mi cabeza en señal de aprobación. Ambos sabíamos qué venía. Con la punta del dedo, Max se acercó al agujerito del culo de Benjamin. «¡Ay!», gritó el niño al sentir la invasión, sin saber que eso era solo el comienzo.
Max sonrió con ternura, «¿Te duele, campeón?» Preguntó, su dedo ya adentro del culo de su amiguito. «Solo un poquito», respondió Benjamin con la cara roja y una pequeña lágrima escapando de un ojo. Max metió el dedo lentamente, asegurandose que cada centímetro de la penetración no fuese demasiado para el niño. La experiencia de Max se hizo notar, ya que el acto fue suave y cuidadoso, minimizando el daño. » Esto se llama el juego del dedo ¿Sabes por qué se llama así?» Preguntó Max con astucia.
«¿Por qué se llama el ‘juego del dedo’, Max?», respondió Benjamin, jadeando levemente por la intrusión. Max, que ya se encontraba acariciando suavemente el cuello del niño con la otra mano, respondió: «Porque es divertido meter un dedo en el culito de alguien que te quiere». Benjamin, aún sin comprender totalmente, asintió con la cara enterrada en la almohada.
Una vez que el niño estaba relajado, Max puso otro de sus dedos y notó que el niño ya había cedido por completo. Normalmente aconsejo no meter la verga la primera vez, pero confiaba en que Max ya sabía bien como manejar un anito infantil aunque fuera virgen.
Con la delicadeza que el deseo y la experiencia le daban, Max levantó las nalgas de Benjamin. La postura en la que lo pusó era la adecuada para que su verga entrara sin obstáculos, a la altura que mi adolescente pudiera penetrar al niño sin dificultad. La cara de Max era una combinación de concentración y hambre animal. Su miembro ya no podía aguantar mas y con un movimiento fluido se metió en el agujerito del pequeño.
Los ojos de Benjamin se pusieron en blanco y de nuevo emitió unos quejidos. Max continuó con suave firmeza, empujando lentamente, permitiéndole al niño acostumbrarse a la sensación. Con cada pulso, la tensión se iba diluyendo y la respiración de Benjamin se volvía cada vez mas jadeante. Max sabía que la clave era ser paciente. Hay que ir despacio si quieres que la experiencia no sea traumática.
Mis ojos no podían dejar de ver el espejo al otro lado de la habitacion que me permitia ver la escena por detrás. El reflejo de Max entrando en Benjamin era una imagen que no me cansaria de ver. La pureza del acto contrastaba con la suciedad de la situación, creando un cuadro que me excitó aun mas. Benjamin, que aun no podia entender lo que sentia, me miraba con ojos pendientes a mi reacción. Solo sonreí como si lo mirara jugando inocentemente y Benjamín agachó la cabeza dejándose llevar.
Max empezó a acelerar, sus embestida se hicieron mas fuertes. Benjamin jadeaba, su cara se contraía y a veces soltaba un quejido. Su culito se movía al ritmo de la verga de mi adolescente que se movía adentro suyo. El sillón crujía al compás de la penetración y el sonido se unía al de la respiracion agitada de los dos. Max se detuvo por un instante y me miro, buscando mi aprobación. Le di otro gesto afirmatorio. Ya era el momento final Con un tenaz gemido, Max soltó su semen en la apretada cavidad de Benjamín y la sacó suavemente. La cara del niño se relajó y su respiración volvió a ser normal. Unas gotitas de semen y sangre escurrieron del ano del niño, lo cual me hizo pensar que iba a tener que acordarme de cambiar los cojines otra vez.
Con una sonrisa astuta, Max le susurró al oído a Benjamin. «¿Te gustó lamer la paleta, Benjamín?»
«Sabía raro, pero creo que sí» dijo Benjamín con un tono que más excitación real, parecía señalar que buscaba la aprobación de Max. Ver que le interesaba esa aprobación era una excelente señal. «Y después me dolió cuando jugaste con mi traserito pero me hizo cosquillas».
Max rió dulcemente «La próxima vez vamos a hacernos más de esas cosquillas entonces» (Tomé como nota mentam que mi hijo ganó otro punto por usar el mismo lenguaje que el niño). Su tono sugería que no era la ultima cosquilla que iba a sentir. Le acarició la cara a Benjamín y le dio un beso en la mejilla. «Fue tu primer ‘jueguito’ de grandes. No todos los niños lo saben jugar, Benjita, solo los que son valientes e inteligentes».
Benjamín sonrió con orgullo. «Pero sabes algo, supe que a tus papitos no le gustan los juegos de grandes. Me lo dijeron cuando te fueron a dejar al partido».
«¿Entonces me van a castigar?» Dijo Benjamín preocupado.
«Yo creo que sí. No quieres estar sin poder salir a jugar mientras estás de vacaciones ¿Cierto?»
«Mmhh no» dijo Benjamín con un aire de inseguridad.
«Entonces este será nuestro secreto. Además, la proxima vez te tendré un regalo ¿Te gusta Bluey?»
«¡Bluey es para bebés!» dijo Benjamín un poco enojado.
«Mmhh ¿Y qué tal de tu futbolista favorito?»
«¿De Mbappé?» Gritó con los ojos brillando «¿Vas a regalarme la camiseta autografía de Mbappé?».
«Quizás no la camiseta autografiada», rió, pero puedo regalarte una figura genial», dijo acariciandole el cabello. «Y quizás si te sigues portando bien, podría ser la camiseta».
«¡Genial, Max!», exclamó Benjamín con emoción. «Me encantaria que me traigas una figura de Mbappé. Prometo ser bueno».
«Así será, campeón. Ahora ¿Por qué no vamos al baño a lavarnos? Y no digas nada a nadie de lo que pasó aquí, recuérdalo. Sólo somos tú y yo que sabemos de este secreto. Ven que te acompaño». Sentí que ahí le faltó algo más de sutileza, pero no se veía como suficiente para arruinar el trabajo.
Max guió a Benjamín al baño y se oyó cómo comenzaba a correr el agua de la ducha. La imagen de mi adolescente, con su pene aun erecto por la excitación, enjabonando con ternura la entrepierna del niño, me puso a mil. Me fui a mi habitación a tenderme a la cama con mi verga dura como piedra. Me la sacudí un un rato y estaba tan caliente que rapidamente me vine encima de mi estómago. Sentí cómo mi adolescente y mi hijo salían del baño y conversaban con inocencia acerca del videojuego que jugaban.
Pocos minutos despues, Max me interrumpió mis pensamientos al entrar a mi cuarto. Su rostro, aun rojo por la excitación, me contó que Benjamin se durmió en su cama. Su respiración se agitaba aun y sus ojos me miraban buscando respuestas. «¿Qué tal papá?¿Cómo lo hice?», me dijo con una sonrisa de oreja a oreja mientras se sentaba al borde de mi cama.
Le di la palmada en la espalda, «Muy bien, Max. Tuviste un desempeño increíble. Si tuviera que ponerle una calificación sería un 9,5 de 10. Sólo falta que seas un poquito mas delicado con los detales». Le sonreí, «Pero no te preocupes, mi niño. Con la práctica, seguro que subes la puntuación».
Max se rió, «¿Un 9,5? No es justo, papá. Creo que fui perfecto» ¿Qué tengo que corregir para la próxima?»
Le acaricié el cabello mojado, «Solo tienes que aprender a ser un poquito mas sutil, mi vida. Tienes que ir paso a paso. No te precipites. Recuerda que los niños son frágiles, no quieres asustarlos. Tienes que ser paciente. Tienes que ser su amigo, su confiable. Alguien en quién puedan contar sus secretos y sentir que no van a ser juzgados. Pero no te preocupes. En ningún momento le causaste mucho miedo, y se ve que quiere tener complicidad en el secreto.»
«¿Entonces, voy a poder tener sexo con el resto de los niños del equipo?» Max me miraba con ojos brillando de emoción. «Es que todo el equipo me encanta, papá. Son todos tan tiernos con sus shortcitos y su piel suave.»
«Sí, Max, claro que podrán ser tus amiguitos sexuales en el futuro», le dije con una sonrisa, «Pero por ahora, céntrate en Benjamín. Tienes que ir despacio. Conocerlos, saber quiénes son tus mejores opciones. Anda tocando sus verguitas en el vestuario, una que otra vez y ve a quién parece que le gusta o quién se ruboriza al ver tu erección. Tú ya sabes, cosas de esas.»
Max me miraba con una cara algo decepcionada.»Sé que eres un jovencito que quiere ir a toda velocidad. Pero la paciencia es la clave. Y recuerda, si alguno se siente asustado, no lo fuerces. Tienes que ser su amigo. Alguien que les da seguridad. No quieres que se sientan presionados. Eso es lo que los hará volver por más. Pronto vas a ir entendiendo mejor la psicología de los niños y hacer cosas más difíciles como causar miedo o dolor, si quieres, pero vamos con calma. Tienes todo un futuro por delante, le dije mientras le agarré una mano.
Max se rió, «No te preocupes, papá. No quiero ser un violador. Al menos, no por ahora». Me alivió saber que entendía la importancia del grooming responsable. «Ya tengo la idea, crear un vínculo, que se sientan a gusto. No seré brusco, lo prometo».
Le di un abrazo cariñoso y lo acaricié en la espalda, «Lo sé, Max. Eso es lo que te hará un buen pedófilo». Max me miró con una sonrisa y me dio un beso en la mejilla, «Gracias por entenderme, papá. No sé que haría sin ti». Lo lindo del momento compartido hizo que no pudiera evitar darle un delicioso beso en los labios. Nuestros lenguas se enredaron con la complicidad que habíamos construido con el paso de los años. Nos tendimos en la cama y mi hijo se puso a jugar con el semen de mi estómago, pasando por ahí los dedos.
Bueno, mis lectores. Así fue cómo mi hijo dió ese lindo paso mostrando toda la madurez y sentido de la responsabilidad que me hacen sentir tan orgulloso. Espero pronto hablarles de cosas calientes por las que han pasado mis dos más pequeños a quienes he tenido un poco dejados delados últimamente.
¡Hasta la próxima!
PD: Me pueden contactar al tl:lfgdrs. Ojalá puedan compartir en los comentarios sus consejos y experiencias para contribuir en la seguridad de mi hijo. Uno nunca termina de descubrir nuevas técnicas.
Siguiente parte
Que morbo 🔥
Puta diva, adoro estos relatos, aunque quisiera conocer más de algún momento donde tuvieran una orgia con sus otros familiares hombres como el abuelo o los tíos de sus hijos, me encanta ver la libertad sexual que tienen y como todo podría ser posible
que morbo, tengo la misma edad que tu hijo y sería genial poder ser como él
Que bueno que quieras seguír tus deseos. Ojalá que logres satisfacerlos 🙂