Los dos chavales de la sesión golfa (4)
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por hector.richvoldsen.
Desde que quedé con Álvaro hace tres o cuatro días, las cosas han vuelto a dar un giro inesperado.
Como ya dije, vino con sus padres al cine, y después de la peli se quedó hablando conmigo.
Yo salía a esa hora y estuvimos cenando algo en el McDonalds que hay justo enfrente.
Antes de ir a por el postre reuní las fuerzas necesarias para contarle lo ocurrido con Mario, pidiéndole que no le dijera nada a él.
Se suponía que Álvaro y yo no habíamos vuelto a vernos, así que incluso tenía coartada.
Se sorprendió de su reacción, claro, pero me dijo que tampoco le extrañaba mucho, que siempre había sido imprevisible y algo bestia.
Me contó que en el instituto un chico le escondió el móvil para gastarle una broma, y cuando fue a devolvérselo Mario le partió la nariz de un cabezazo.
En vista de esos antecedentes, tampoco me resultó rara su respuesta, pero la cosa no podía quedar así, sobre todo teniendo en cuenta que entre él y su hermano podían seguir puteándome hasta que les diera la gana.
El buenazo de Álvaro se ofreció para intentar ayudar como pudiera, aunque no quiso explicarme lo que iba a hacer.
Al día siguiente hablé con él por el Messenger y me contó que se había sincerado con Mario: le había dicho que llevaba tiempo queriendo ser algo más que su amigo, y que después de lo del otro día en el cine se había dado cuenta de que podía llegar cualquiera y quitárselo.
La respuesta fue algo sorprendente, y dura de aceptar para Álvaro.
A Mario también le gustaban los chicos, aunque no sentía nada por su amigo.
No se muy bien si lo hizo por hacer daño, pues simplemente con decir que era hetero las cosas hubieran seguido un cauce más normal.
Álvaro le preguntó si estaba con alguien, y Mario contestó que no, aunque le gustaba un chico mayor que él y se habían liado un par de veces.
Cuando me lo contó ninguno de los dos nos lo creímos, pues no tenía mucha lógica.
El caso es que la cosa se quedó así esa noche, y al día siguiente todo dio un nuevo giro.
Me despertó el teléfono, y cuando descolgué me encontré con quien menos esperaba, con Abraham.
Me explicó que sentía mucho lo del otro día, que se habían pasado un huevo conmigo, pero que tenía que comprender que Mario era su hermano pequeño y le había sentado muy mal que me hubiera aprovechado de él.
No quise defenderme, pues tenía las de perder, y aunque estuvo algo frío, parece que arreglamos el asunto.
Ellos no me denunciarían siempre y cuando dejara en paz a Mario.
Un trato justo dadas las circunstancias, pensé yo.
Puse al día a Álvaro, y vino corriendo a mi casa para decirme cuanto se alegraba, y de paso, desahogarse un poco conmigo.
De la risa pasamos al llanto, y tuve que consolarle durante el largo rato que me explicó entre lagrimas cuanto quería a Mario.
Por primera vez me arrepentí de lo que había hecho, en cierto modo me había metido entre los dos y por mi culpa se habían precipitado los acontecimientos.
Cuando ya estaba más calmado después de un par de tilas, sonó su móvil.
Era Mario.
No sabía si cogerlo o no, pues poco antes le había estado explicando que lo mejor en esos casos era poner tierra de por medio para olvidar cuanto antes, pero al final respondió.
Debió notarle que estaba llorando, pues Álvaro le dijo que no pasaba nada, al tiempo que comenzaba a llorar de nuevo.
Se negó a decirle donde estaba y Mario debió preocuparse hasta el punto de pensar que Álvaro haría alguna tontería.
En cuanto colgó sonó mi teléfono, y de nuevo era Mario.
Muy preocupado, me preguntó si sabía donde estaba su amigo, pues se temía que se hubiera ido a la estación a tirar a las vías o algo así.
No me quedó otra que decirle que estábamos juntos, y que yo cuidaría de él hasta que estuviera mejor.
Sin decir nada más me colgó, y en ese mismo momento todo encajó.
Mario había rechazado a Álvaro porque era yo quien le gustaba.
Nos conocíamos de vista desde que era amigo de su hermano, y aunque no habíamos hablado mucho, siempre había notado que me miraba raro, sin darle demasiada importancia.
Ahora, viendo la forma en que me había colgado, di por hecho que estaba celoso, pues pensaría que me había liado con Álvaro.
Entonces hice algo de lo que dudo mucho pueda algún día perdonarme a mi mismo.
Por despecho, y con la única intención de devolverle a Mario la jugarreta, abracé a Álvaro y comencé a buscar sus carnosos labios.
Él, que aún no había dejado de llorar, me correspondió el beso, y pronto la ropa comenzó a sobrarnos.
Fuimos a mi habitación, le tumbé en la cama, y le dije que se olvidara de todo, que yo iba a hacerle feliz.
Fue en ese momento, con Álvaro tumbado en mi cama con el torso desnudo y esperando que me tendiera junto a él cuando fui consciente de que le estaba convirtiendo en un daño colateral de la relación de amor-odio que tenía con Mario.
No solo quería quitarle al chico por el que llevaba luchando varios meses, sino que encima le utilizaba para darle celos.
Ya era demasiado tarde para dar marcha atrás, pero me costó mucho centrarme.
Por suerte Álvaro estaba dispuesto a tomar la iniciativa, lo cual calmó un poco mi conciencia, y de paso me sirvió para comprobar que mis lecciones habían servido para algo.
Me desnudó lentamente, y me la chupó muy despacio, sin ninguna prisa, como queriendo hacerme disfrutar al tiempo que me torturaba por lo que le estaba haciendo.
Era realmente una pena que nos hubiéramos conocido así, pues sigo pensando que sin Mario de por medio podríamos ser una pareja casi perfecta.
Incluso en la cama, y con su poca experiencia, sabía leer todas mis reacciones, hasta el punto de que no me corrí hasta que él no lo estimó oportuno.
Se terminó de desnudar y se sentó sobre mí, entregando su virginidad a alguien que no se la merecía, al menos no de esa forma.
Veía en su cara que le estaba doliendo, incluso volvió a soltar alguna lágrima que cayó sobre mi pecho, pero aguantó hasta que no sintió mi descarga dentro de él.
Enseguida me di la vuelta, dándole a entender que era su turno.
Salvo con Mario y Abraham, era la primera vez que le ofrecía mi culo a alguien, pues siempre había adquirido el rol de activo, pero en parte por redimir mis culpas y en parte porque deseaba que perdiera la virginidad completa conmigo, dejé que Álvaro me penetrara.
Y lo hizo sorprendentemente bien, sin aguantar demasiado pero controlando en todo momento la velocidad y la fuerza de sus embestidas.
Acabamos exhaustos, y en cuanto salió por la puerta de mi casa, no pude resistir la tentación de culminar mi vendetta.
Llamé a Mario y le dije que no se preocupara por Álvaro, que ya estaba mucho mejor pues me había encargado de animarle un poco.
Me preguntó que si nos habíamos liado, y yo no quise contestar, pues ya se sabe que quien calla otorga.
De nuevo me colgó, y caí en la cuenta de que había vuelto al principio.
Ahora Mario podía ir a mi jefe y explicarle el asunto, pues yo me había encargado de romper el pacto al que había llegado con su hermano.
No tardó ni un día en hacerlo.
Esa misma tarde, el dueño de los cines me llamó diciendo que le habían contado cosas sobre mí que él no terminaba de creerse (ni tampoco tenía pruebas, gracias a que yo ya había dado el cambiazo a la cinta), pero que aun así tenía que despedirme por miedo a que bajara la taquilla al saberse el asunto.
Hoy ha sido el primer sábado en dos años que no tengo trabajar y se me hace muy raro, la verdad.
Álvaro aún no sabe nada, pues esta mañana estaba tan ilusionado en volver a quedar conmigo que no he podido contárselo.
Me temo que está empezando a pillarse por mi, y algo tengo que hacer antes de que termine de romperle el corazón al pobre chico.
Pero claro, si ahora le dejo y consigo liarme con Mario, tampoco le voy a hacer un favor.
Quizá la única forma de solucionar este asunto sea hacer de celestina entre Mario y Álvaro, y conseguir que se den una oportunidad.
Yo me quedo sin liarme con Mario, pero tampoco creo que me lo haya merecido después de todo.
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