Los dos chavales de la sesión golfa (y 5)
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por hector.richvoldsen.
Siento haber tardado unos días en seguir contando mi historia, la verdad es que me resulta difícil sacar tiempo para escribir, entre que Álvaro no deja de llamarme y que ando como loco buscando un nuevo curro.
He echado montones de curriculum por todas partes, y de momento no he recibido ninguna respuesta.
En fin, tendré que tener paciencia.
Vamos al grano, que no crea que lo de si encuentro curro o no le interese demasiado a nadie.
Estos días he seguido quedando varias veces con Álvaro, y que decir, cada vez estamos más compenetrados y le veo bastante pillado por mí, aunque todavía no me ha dicho que me quiere ni nada por el estilo.
Pero vamos, que se le nota.
No sé si seguirá pillado también por Mario, pues llevaba varios meses detrás de él y esas cosas no se olvidan tan pronto, pero no es consciente de que anda metido en un juego a tres bandas.
Ayer por la tarde estando con Álvaro me llamaron al móvil, y era Mario.
Por lo visto había quedado con él a las 7, y como no aparecía pensó que estaría conmigo.
Le pasé con él, y en cuanto colgaron, Álvaro me confesó que le había contado a Mario que nos habíamos seguido viendo para darle celos.
Me ha copiado la estrategia, pensé yo, pero decidí sacarle partido a la idea.
Esta mañana, aprovechando que iba por el barrio de Mario a echar un par de curriculum, y sabiendo que ni sus padres ni Abraham iban a estar por allí, decidí hacerle una visita.
No nos habíamos vuelto a ver desde lo del otro día y en el fondo me estaba arriesgando un poco, pero las veces que habíamos hablado por teléfono había estado muy correcto conmigo, como si sintiera que su reacción había estado fuera de lugar.
Claro que por su culpa me habían despedido, aunque bien mirado, casi me ha hecho un favor pues no me viene mal un cambio de aires.
En cualquier caso, si estaba enfadado conmigo era por celos, bien hacia mí o hacía su amigo Álvaro.
Se sentía atraído por uno de los dos, ¿pero por quien? Tenía que descubrirlo.
Como sé que el telefonillo de su casa está jodido, he llamado al piso de arriba identificándome como "cartero comercial", y he llamado al timbre de su puerta directamente.
No debía esperar a nadie, pues solo llevaba unos pantalones vaqueros cortos algo dados de sí, la típica ropa de estar por casa.
Me dejó entrar con una expresión entre sorprendido e fastidiado, pues se acababa de levantar y no debía tener ganas de visitas, especialmente si se trataba de la mía.
Siguió desayunándose unas tostadas en la mesa del comedor, mientras yo me senté en el sofá y comencé a soltarle mi rollo.
Tenía el plan trazado de antemano: debía sincerarme con él, decirle que estaba empezando a pillarme por Álvaro pero que sentía que él no me correspondía del todo, pues había una tercera persona que yo no sabía quien era.
Asintió con la cabeza, sin confirmarme que se daba por aludido, pero dando por hecho que era él.
Era su mejor amigo, así que le pedí consejo, pues no quería hacer daño a Álvaro ni que él me lo hiciera a mí.
Su recomendación fue le dejara en paz, pues Álvaro llevaba mucho tiempo enamorado de esa persona, y no le iba a olvidar a las primeras de cambio por haber conocido, textualmente "a un chuloplayas como yo".
Le di la razón como a los tontos, diciendo que era verdad, que había demasiada diferencia de edad, que si casi no nos conocíamos, y que lo mejor era que no me entrometiera entre ellos.
Pregunté si esa tercera persona le correspondía y él dijo que no lo sabía, pero que pensaba que no.
"¿Por qué no es gay?" dije yo, "porque le gusta otro", contestó Mario.
Seguí interrogándole, y no era ningún amigo suyo, ni un compañero de clase, ni un vecino.
Se hartó de preguntas y se levantó de su silla, dejándose el vaso de leche a medias.
Pensé que intentaría pegarme, e hice amago de sujetarle, pero me sentó de nuevo en el sofá, y subiéndose sobre mí, me besó en los labios de una manera salvaje.
"Eres tú, gilipollas", me dijo, "¿o es que no te has dado cuenta de cómo te miraba cuando venías a ver a mi hermano?".
Yo esperaba que me confesara que estaba por Álvaro pero tenía miedo a salir del armario, pero de pronto todo encajaba.
Siempre que iba a casa de Abraham su hermano no hacía más que entrar a su habitación para dar por saco, que si déjame esta revista, que si dejadme jugar un rato, que si a que hora os vais.
El destino había querido que le pillara con las manos en la masa en el cine, y vengarse de mi había sido su oportunidad de acostarse conmigo, aunque fuese por las malas.
Después de todas las guarradas que había hecho yo, no podía guardarle rencor por las que me había hecho él a mí, así que le devolví el beso, esta vez agarrándole del culo y acercándole aun más a mí.
Sin ganas de perder el tiempo, Mario me arrancó la camiseta y comenzó a besarme el pecho, centrándose en mordisquearme los pezones.
Luego fue bajando muy despacio, me bajó el pantalón y comenzó a chupármela por encima de la tela de los boxers.
No tenía demasiada experiencia, pero sabía lo que se hacía.
Cuando me la puso dura a más no poder, me quitó los calzones y se la metió en la boca, empapándola bien en saliva primero.
Yo tenía la sensación de que en cualquier momento Mario iba a dejarme a medias o a hacerme cualquier otra putada, así que decidí aprovechar todo lo posible.
Le metí la mano dentro del pantalón y comencé a pajearle mientras me la comía.
La tenía empapada en líquidos preseminales, lo cual evidenciaba que a él también le excitaba aquello.
Cuando hizo una pequeña pausa, me tumbé en el sofá, haciendo que se pusiera sobre mí pero al revés.
Así, mientras seguía chupándomela, podía a la vez follarse mi boca.
Que ganas de sentir de nuevo su polla, tan dura y jugosa.
Cada vez parecía tenerla más grande, casi dejándome a mí en ridículo, y eso que le saco cinco años.
Le busqué el ano y él se dejó hacer, pero en cuanto le metí el primer dedo, él me introdujo dos de golpe, haciéndome un poco de daño.
Los roles de pasivo y activo estaban sin repartir, y aunque a mi no me importaba ofrecerle mi culo, también tenía ganas de romper el suyo.
Cuando fui a ponerle en posición, dijo que valía, pero que él me follaría primero.
Levanté las piernas y le dejé que marcara el ritmo.
A fin de cuentas, ya me había demostrado que sabía hacerlo, y tenía ganas de disfrutar con sus embestidas.
Se untó un poco de la mantequilla del desayuno en el rabo, y me la metió con cuidado de no hacerme daño, y preguntándome varias veces si me dolía.
Su cambio de actitud era increíble, pese a que seguía actuando impulsivamente, era capaz de demostrar algo de ternura, lo cual terminó de conquistarme.
Iba más despacio que el otro día, pero tardó algo menos en correrse (o quizá la otra vez se me hizo más largo).
Le pedí que me la sacara y así lo hizo, echándome su leche sobre el abdomen.
Se sentó junto a mí para reponer fuerzas, lo cual aproveché para besarle de nuevo, esta vez con más calma.
Creo que me gustan más los labios de Álvaro y su piercing, pero Mario tampoco besa nada mal.
No podía evitar pensar en él, pues de nuevo estaba traicionándole, liándome con su chico en lugar de hacer lo que había venido a hacer, convencerle para que salieran juntos.
Dejé de torturarme y pasé de nuevo a la acción.
Tumbé a Mario boca abajo, le abrí un poco las piernas y comencé a lamerle la raja del culo, primero centrándome en los huevos y luego en la entrada de su ano.
Tenía algo de vello en esa zona, pero no lo suficiente como para resultar molesto.
Parecía gustarle, pues aunque no emitía ningún sonido, comprobé que estaba volviendo a ponérsele tiesa.
Cogí un poco de mantequilla, y tras extendérsela en el ojete, le metí un par de dedos para que se empezara a dilatar.
No entraron con mucha dificultad, y no tardé mucho en meter un tercero.
Mario empezó a gemir discretamente, y se echó mano a la polla con la intención de masturbarse mientras le comía el culo, pero le dije que se estuviera quieto.
Viendo como disfrutaba con aquello, no iba a ser demasiado difícil hacer que se corriera sin tocarse la polla.
Conmigo lo habían logrado un par de veces, y se había juntado que estaba excitadísimo con un ritmo bastante relajado pero constante.
Es algo complicado de explicar, pero en la práctica no lo es tanto.
Haciendo un poco de esfuerzo, conseguí penetrar con cuidado a Mario.
Le molestaba bastante, y aunque estuve tentado de ponerme a empujar como un poseso y devolverle la jugada, no fui capaz y me estuve moviendo muy despacio hasta que se dejó de molestarle.
Empecé a moverme cada vez más deprisa, y pronto volvió a gemir como cuando le penetraba con mis dedos.
Tenía el culo muy apretado y paraba de vez en cuando para no correrme a las primeras de cambio.
Estaba muy cachondo, pero quería que se corriera él primero.
Le acaricié los huevos para estimularle un poco más, y me pidió que cambiáramos de postura, pues comenzaba a cansarse de estar a cuatro patas.
Me senté en el sofá y él se sentó sobre mí con cuidado de no hacerse daño, pues ahora la penetración era más profunda y era él quien llevaba la voz cantante.
Le agarré del culo para ayudarle a marcar el ritmo y que no hiciera tanto esfuerzo, y comenzó a subir y a bajar sobre mi polla, gimiendo incluso más fuerte que antes.
Debía estar tocando en algún sitio, pues aceleró mucho el ritmo, tanto que yo me corrí dentro de él dejándole casi a medias.
Cuando mi erección fue insuficiente, no me quedó otra que pajearle para que volviera a correrse, y en cuando se la sacudí dos o tres veces, soltó más leche sí cabe que antes.
Nos tumbamos un rato en el sofá a descansar sin dejar de besarnos, y cuando nos quisimos dar cuenta se nos echó el tiempo encima.
Abraham salía de trabajar a la una, y eran cerca de y cuarto, con lo que debía estar al llegar.
No quiero ni pensar en como hubiera reaccionado si nos pilla de esa manera, pero por suerte me largué de allí antes de que apareciera.
Me he pasado toda la tarde pensando que hacer con esta situación.
Me gusta Mario, pero está claro que con todo lo que ha pasado, lo nuestro es imposible, más allá de algún polvo esporádico.
Abraham me mataría si nos descubre, o incluso podría acabar metido en problemas serios si le da por denunciarme.
A fin de cuentas, Mario sigue siendo menor de edad, por mucho que esté de acuerdo.
Es mejor poner las cosas claras desde ya, y no empezar con algo que puede acabar muy mal.
Estuvo bien mientras duró, pero es mejor que acabe así, antes de que nos metamos en problemas.
Y con Álvaro lo mismo, ya hemos jugado bastante con él, y es hora de que Mario le dé una oportunidad.
En cuanto vea que conmigo no hay nada que hacer, debería intentarlo con Álvaro, el pobre se lo merece después de todo.
Debo hablar con los dos, a ser posible por separado, e intentar convencerles para que lo intenten entre ellos y me dejen a mí al margen.
Es lo mejor para los tres después de todo lo que ha pasado.
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