Los futbolistas
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Yo trabajo en la villa deportiva, y esa vez me tocaba atender
la parte del complejo en donde se estaban concentrando los jugadores de fútbol.
Mala suerte porque a mí no me gusta ese deporte, a pesar de que estoy estudiando
para recibirme de profesor de educación física.
El trabajo tampoco me gusta mucho, pero para mis dieciocho
años esta bien. Me ayuda a pagar los estudios, y además me permite entrenar en
mis ratos libres dentro de la villa.
Entre los sectores a mi cargo estaban los vestuarios. Yo
siempre dejaba todo listo antes de que los jugadores terminaran de entrenar,
pero ese día me retrasé porque tenía mucho trabajo y recién pasé a terminar de
ordenar apenas después de que ellos llegaran.
Cuando entré, todos los muchachos estaban desnudos. Algunos
se estaban bañando, otros conversaban en voz alta.
Parecían muy alegres, pero también se notaba que estaban muy
excitados porque se hacían bromas pesadas y no perdían oportunidad de toquetear
a todo aquel que se descuidase. Seguramente era porque llevaban casi tres
semanas concentrados.
Ya me iba cuando vi al arquero que recién había salido de las
duchas, y me quedé mirándolo, o más bien admirándolo. Era un lindo ejemplar de
macho, y además tenía una tranca impresionante.
Fue un instante, pero el tipo me vio y me gritó:
"¡Eh! ¿Que miras?"
Y después, sonriendo maliciosamente agregó:
"¿Te gusta lo que ves?"
Yo me puse rojo, y me encaminé a la salida. Pero entonces él
gritó más fuerte:
"¡Hey muchachos, parece que tenemos un puto por aquí!"
Entonces otro de los jugadores, uno muy alto y grandote que
tenía puesta una toalla en la cintura, se paró delante mío cortándome el paso y
me miró frunciendo el ceño.
Yo traté de esquivarlo, pero me sujetó de un brazo y me
preguntó si era cierto lo que había dicho su compañero.
Me molesté, y sin pensar en nada le contesté que más puto
sería él ¡¡No debí haber hecho tal cosa!! El tipo se amoscó, y sujetándome de
los brazos me arrastró hasta donde estaba su compañero.
El arquero se acercó, y mirándome fijamente me dijo:
"¿Así que eres un marica? ¿Te gusta que te den con la
polla por la boca y por el culo?"
Yo negué con la cabeza, pero el arquero y todos los demás se
rieron. Francamente estaba nervioso, porque si hablaban muy alto alguien podía
llegar a escucharlo, y lo que menos quería era que me pusieran en evidencia.
¡Bah! Yo podía negar todo, pero tendría que aguantar las bromas de mis
compañeros quien sabe cuanto tiempo.
Ellos debieron notar mi intranquilidad y habrán querido
divertirse a costa mía, porque entonces el arquero se subió al banco que había a
un lado y empezó a sobarse la verga delante de mis narices mientras me
preguntaba si no se me hacía agua la boca.
Todos los jugadores se rieron nuevamente, aunque algunos
dijeron que me dejaran tranquilo. Pero yo notaba como la verga del arquero se
estaba hinchando con tanto manoseo, y que la tranca del que me sujetaba los
brazos también había crecido bajo la toalla y se estaba incrustando entre mis
nalgas.
Y lo peor de todo era que mi propia verga también se estaba
empalmando.
Realmente pensé que la situación no pasaría de ahí, y que
después de esa humillación me dejarían ir. Pero entonces unos de los jugadores
notó el bulto en mi jogging, y después de bajarme los pantalones y el boxer
dejando al aire mi tranca totalmente dura dijo riéndose:
"¡Bueno bueno! Parece que al mocoso le gusta lo que le
están haciendo!"
Yo traté de zafarme, pero el grandote que me sujetaba los
brazos me apretó más fuerte hasta hacerme doler.
Entonces el arquero se bajó del banco y me miró de una manera
que no me gustó. Los ojos le brillaban de un modo extraño, y sonriendo mientras
me acariciaba la cabeza me dijo:
"¡Pero entonces es cierto, realmente te gusta la verga!
¡Uy bebé, no sabes que buen rato podemos hacerte pasar! ¿No es cierto muchachos?"
Vi como otros jugadores se acercaban, algunos con la polla
hinchada y medio erguida. Ya no se reían, y todos me miraban como me había
mirado el arquero.
Alguien dijo que cerraran la puerta, y después me rodearon.
Entonces el arquero me hizo arrodillar mientras el otro me seguía sujetando los
brazos, me agarró del pelo, tiró hacia atrás hasta hacerme abrir la boca, y me
metió su carajo totalmente duro de una.
Yo traté de levantarme, pero entre los dos tipos me
mantuvieron arrodillado. Casi no podía respirar porque la verga era enorme y me
llegaba hasta la garganta. Entonces el arquero me sujetó la cabeza con las
manos, y empezó a meter y sacar su polla cada vez más rápido, prácticamente
cogiéndome por la boca.
Se ve que estaba muy caliente, porque después de unas cuantas
bombeadas empezó a descargar trallazos de leche en mi boca mientras jadeaba y me
decía que la tragase toda.
Cuando terminó de correrse el arquero sacó su tranca, y yo
empecé a toser por la leche que tenía en la garganta. Entonces me pusieron de
pie, me desnudaron en un abrir y cerrar de ojos y me arrastraron hasta un banco
que estaba frente a las duchas.
Yo quise gritar, pero uno de los jugadores me tapó la boca
con una media. Después me pusieron en cuatro patas arriba del banco, me
sujetaron de las piernas y los brazos, me sacaron la media que me amordazaba, y
sin darme tiempo a nada otro de los jugadores me metió su verga completamente
erecta en la boca y empezó a cogerme como lo había hecho antes el arquero.
Mientras el jugador me sujetaba la cabeza y me hacía mamarle
la tranca – advirtiéndome que ni se me ocurriera morderla – alguien me puso una
especie de crema fría en el ojete, y después sentí un dedo tratando de abrirse
camino. Yo apreté las nalgas, pero un par de manos me las abrieron permitiendo
que el dedo trabajase con total libertad.
A este dedo le siguieron un segundo y hasta un tercero,
dejándome el ano dolorido y bien dilatado.
Después sacaron los dedos, y en su lugar uno de los jugadores
apoyó la cabeza de su verga y empezó a empujar.
Imaginándome lo que vendría traté de zafarme nuevamente, pero
me tenían totalmente inmovilizado y dominado. ¿Qué podía hacer? Me superaban en
número y edad, y algunos en fuerza.
Entonces sentí como la pija empezaba a entrar muy lentamente,
no sé si por consideración hacia mi o porque el tipo gozaba más haciéndolo
despacio.
Yo empecé a quejarme, y eso debió excitar tremendamente al
que me la estaba dando por la boca porque apenas comencé a gemir se corrió,
largando tanta cantidad de lefa que parte se escurrió por la comisura de mis
labios.
Después de largar hasta la última gota, el jugador me sacó la
tranca de la boca. Enseguida otro se puso en su lugar y me metió un carajo más
corto pero terriblemente grueso, con una cabeza enorme.
Mientras tanto, el tipo que me estaba dando por el culo
empezó a bombear cada vez más rápido, dando gritos ahogados de placer.
Entonces, perdí el control de mi mismo. No voy a negar que
estaba excitado desde que había visto la tremenda verga del arquero, pero en
ningún momento hice algo que ellos pudieran haber interpretado como un
consentimiento de mi parte a lo que me estaban sometiendo. Pero las vergas
calientes y totalmente duras que me taladraban la boca y el culo, las otras
vergas enhiestas que me rodeaban esperando su turno para cogerme y vista de las
piernas musculosas de los futbolistas pudieron más que mi resistencia a lo que
estaba pasando, y me descontrolé.
Y empecé a mamar voluntariamente la polla que tenía en la
boca, recorriéndola goloso con la lengua desde la cabeza a la raíz, babeándolo
hasta dejarla brillante como si fuera un caramelo.
Ellos se dieron cuenta del cambio en mi actitud, y la
aprobaron con exclamaciones y caricias en la cabeza.
Entonces los dos que me estaban cogiendo aceleraron sus
embestidas, y en medio de los gritos y aclamaciones de sus compañeros acabaron
juntos llenándome de leche el culo y la boca.
Después me hicieron dar vuelta, pusieron toallas en el banco
y me acostaron de espaldas, y mientras un jugador se ponía a mi lado y me
llenaba de nuevo la boca con su durísima tranca otro se puso mis rodillas en los
hombros y empezó a cogerme por el culo.
Algunos estaban demasiado calientes y no pudieron esperar su
turno para penetrarme, y en medio de jadeos entrecortados acabaron en mi pecho y
en mi estómago llenándome de leche todo el cuerpo.
No sé cuanto tiempo estuvimos cogiendo porque algunos me
dieron verga más de una vez, como el arquero, que no quiso dejarme de meterme su
descomunal tranca por el orto. Sólo sé que al terminar todos se veían exhaustos,
y yo estaba completamente lleno de leche por dentro y por fuera.
Después me levantaron, me hicieron dar una ducha bien
caliente y me dieron los masajes que a ellos les dan para relajar el cuerpo tras
un entrenamiento duro.
Salí del vestuario casi dos horas después de haber entrado,
pero antes de irme todos los jugadores me palmearon y me dieron las gracias por
haberlos "relajado" de esa manera. Y yo . . . bueno, yo también les di las
gracias. Después de todo, no se tiene todos los días un equipo de futbolistas
alzados al alcance de la mano. Además le hablaron muy bien de mí a mi jefe (no
era para menos), y le dijeron que mi disposición para "satisfacer sus
necesidades" había sido excelente.
El fútbol sigue sin gustarme. Pero ahora estoy más atento a
las fechas de los partidos, y trato de que me toque atender la zona de
vestuarios cuando los jugadores están concentrados . . . para que estén bien
atendidos . . .
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