Los gemidos de un virgen
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Me gusta leer, amo hacerlo. Pero el detalle es, que gracias a eso, me he privado de muchas aventuras. Pero un buen libro te hace imaginar cosas. Cosas como viajar, ser un héroe, un fugaz chico aventurero. Pero nada con la realidad.
Dónde vivo, hay una biblioteca serca. Siempre voy por un libro y escudriño hasta encontrar uno que de verdad me entretenga. Era normal, ya hasta era amigo de la señora que estaba a cargo. En verano suelo ir seguido. Pero siempre hay cambios. La bibliotecaria salió de viajes y quedó a cargo un chico desconocido. Pero… No por mucho tiempo.
Fui un día, devolví el que cuatro días antes había tomado y me topo con un chico alto, delgado, con un peinado elevado y unas gafas cuadradas que acentúan su rostro estilizado. Cuando me acerqué, pareciamos un reflejo. Yo igual uso lentes, soy alto y también delgado. Devolví el libro, y fue extraña la sensación. Creó que era demasiado amable, porque me sonrió. Yo me puse algo nervioso. Pero igual lo saludé.
Me quedé tan fascinado que leía más rápido los libros con tal de volver y mirarlo. El cada vez siempre me sacaba plática, pues prácticamente yo era el único que llegaba seguido a la biblioteca. Nos hicimos amigos. Pero no de los amigos comunes. Bueno, un día me dijo que le gustaría conversar más. Quería saber por qué leía tanto. Fue muy directo y me invitó a salir. Lo hicimos, un fin de semana. Para verse tan serio era más elocuente de lo que había pensado. Pero me quemaba en el fondo.
Me pregunto si siempre soy tan serio. Le dije que no. No cuándo agarro confianza. Me miro, el chico me gustaba. Y por lo que a continuación pasó, fue obvio que yo igual a él. Me tomó de las caderas y me besó. Me quedé congelado por un momento. Pero luego igual le respondí. Mi corazón estaba acelerado, mis ganas eran muchas. Y las de él igual. No aguantamos más. Nos dirigimos a su casa.
Llegamos, no había nadie. Subimos a su habitación. Como si ya fuese normal. Ambos empezamos a quitarnos uno al otro la ropa. Lo bese, acaricie su espalda, su cuello, apreté sus nalgas. Me bajé y empecé a practicarle sexo oral. No sabía lo que hacía, pero ahí estaba yo. Chupando mi primer pene. Se sentía raro. No tenía sabor. Pero me exitaba hacer eso. El hizo lo mismo. Me desnudo, me chupo el pene, jamás me lo habían chupado. Estuve a punto de eyacular. Pero aguanté. Me puse frente a él, con las piernas abiertas.
El empezó a penetrarme con sus dedos. Al principio me incomode, me negué pero el volvía a besarme y a acariciarme para que me volviera a exitar. Así que accedi. Metió dentro de mi tres dedos. Yo ya me retorcia de placer. El me dijo al oído, "apenas empieza la diversión". Y yo no aguantaba más. Me pidió que le colocará un condón y lo hice. Fue extraño. Se acostó y me pidió que yo sólito me metiera su pene. No sabía cómo. Pero lo hice. Empecé a bajar. ¡Demonios! Me dolía. No quise seguir. Pero el muy ingrato me tomó de las caderas, me empujó hacía abajo y al mismo tiempo que lo hacía, él mismo se empujó hacía arriba. Me sentí desgarrado. Era horrible el dolor. Casi insoportable. Grité cuándo entró en mi su pene. ¡Diablos! Le dije. Me duele.
Se levantó y me besó. Me dijo que se me pasaría. Esperamos quizá diez minutos y sí. El dolor menguó. Y empezó la acción. Subía y bajaba de de ese pene que me exitaba y me hacía gemir de mucho placer. Lo acariciaba y el me pedía que lo hiciera más rápido.
Cambiamos de posición. El se puso sobre mí. Acomodó dos almohadas debajo de mi cadera y me empezó a penetrar. Lo hacía a un ritmo al cuál yo no pude más y eyacule. Sentía como mis piernas se contraían. Mi corazón se empezaba a calmar. Mi respiración disminuía. Mis ojos se me cerraban. El seguía con su movimiento. Y de pronto. Como una vestía contra otra se dan de cornadas. Él eyaculo y soltó un gemido de alivió. Se tiró sobre mí. Me beso y nos dormimos.
Hemos repetido una y michas veces el acto sexual. Ya somos casi expertos. Lo amo. Me ama. Y no olvido mi primera vez con el chico de la biblioteca.
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